NORBERTO
BOBBIO
T E O R Í A
GENERAL
DE LA
POLÍTICA
E D I T O R I A L
T R O T T A
Teoria generai de la politica Norberto Bobbio Edición de Michelangelo Bovero
Traduca ón de A n ton » tic C aboy Gcrar<Jo Pisan;IIo
C O L E C C IÓ N E S T R U C T U R A S Y P R O C E S O S S e r i e D e r e c h o C o n s e jo A s e s o r P e rf e c to A n d rá s Jo aq u ín A p a ric io A n to n io Báylos ju an -R arttó n C apel la Juan Terr& dillos
Título origino^- Teoría generale detki potfica
© W iktfiof Trotto. S A , 2 0 0 3 . 2 0 0 5 F c rro i, 5 5 . 2 S 0 0 3 M adrid T e l ¿ W ; 91 5 4 3 0 3 61 Fax: 91 Ü 2 U 88 S'fnotf; edi1o r ia t @ V o tia .« htlp,-//www.*otta«
á> G iu lio ESnaudí editore t.fi.o .. Torino. 1999
£► AiUcmío d e C a b o <te la Vega y 6e/0 '¿0 P itorcllo Prados. 2 0 0 3 © po/a lo iroduceión: Antonio da G a t o d e lo V ego , G e m id o Píiorelfo Prodoj,
José f«m ú n d e z 5onlil!6<l, Alfonso ílin'z M igu e l, fllcté i Julio Entrado, M iguel C c 'b o o e lJ, M ag dalen a L o ro u o , P ip o linores, W a r e « O t a d o y C a rm e n 9» » tila D u r tu , 2 0 0 3
ó fondo da Coltura Económico, México, 1996 pora lo IroduCCiórt castellana de lo* eopíly!« U , m , 11.11, ll.l'l, IJLf, v ilf , V l.ll. Y l.ril,V lí.L U N I I , m u . V HJ.nl X J ,X .J Í, m i yXI.II publicados «r> « I volum en Níyfcerto Saóbio.* e i M ím íQ y ¡a pdto co c o m p ta d o p o r José Fernández Dt/njn
Edición exduscva poro típdfid ISBN: S4-$1U 579 6
D e p u t o U90I: M -3 7 .0 9 2 -2 0 0 5 Im p re j^ n f e ^ n ó n d « C iu d o d , S.L.
CONTENIDO
Introducción. La idea d e una teoría general de la política:
Micha-langefoBovero... ... ... 9
E len co de las fu e n t e s ... ... . . . ... 71
Parte I
IA FILOSOFÍA POLÍTICA Y LA LECCIÓN DE LOS CLASICOS
C apítulo I. L a filo s o f o p o lític a . ... ... ... 7 7 C apítulo 11. La lección de lo s clá sico s... ... 113
P an e II
POLÍTICA, MORAL, DERECHO
C apitulo 111. Política y m o ra l... 1 7 S C apítulo IV. P olítica y d e r e c h o ... 2 3 7
Parre III VALORES £ IDEOLOGÍAS
C apítulo V. V alores p o lític o s... 2 5 3 C apítulo VI. Id e o lo g ía ... ... 3 4 7
CONTENIDO
Parte IV LA DEMOCRACIA
C ap ítu lo VII. D em ocracia: lo s fu n d a m en to s... 4 0 1 C ap ítu lo VIH, D em ocracia: Jas técnicas .,... 4 4 9
Parte V DERECHOS Y PAZ
C a p ita lo IX . D erech o s d el h o m b r e ... . . ... ... 5 1 1
C ap ítu lo X . Paz y g u e r r a ... ... . ... ... 5 4 7
Parte VI
CAMBIO POLÍTICO Y FILOSOFÍA DE 1A H1STOWA
C apítulo X I. C am bio p o lític o ... ... . ... ... 6 1 7 C ap ítu lo XII. F ilo so fía d e la h is to r ia ... 6 8 3
Índice a n a lític o ...*... 7 2 9
Introducción
LA IDEA DÉ UNA TEORÍA GENERAL DE LA POLÌTICA
M i c h e l a n g e l o B o v e r o
Nunca me be considerado filósofo en el sentido tradicional de la palabra, pese a haber impartido durante muchos años dos materias filosóficas: la filosofía del derecho y la filosofía de la política. Ahora bien, tanto una como otra, tal como yo las entiendo, poco tienen que ver con la Filosofía con mayúscula. Es mis, con fre cuencia he dedicado algunas lecciones introductorias de mis cursos a tratar de explicar a los estudiantes por que estos cursos, aun arpiándose “Filosofía del derecho” y ’‘Filosofía de la política”, yo no los expongo como cursos propiamente filosóficos. La mayor pane de ios apuntes que han tenido que estudiar mis alumnos no se titulaban Filosofía de,,*, sino Teoría general del derecho. Teoría
general de la política, Teoría de las formas de gobierno, etc.
Norberto Bobbio comenzaba con « ta i palabras, en 1980, una di sertación sobre el tema «¿Qué hacen hoy los filósofos?»» dentro de un ciclo de conferencias organizado por la Biblioteca Conmnale di Cattolica1* Querría destacar que sólo el tercero de los títulos cita dos en aquella ocasión se correspondía, entonces, con el de un volumen efectivamente publicado*. Por ello, podr/3 pensarse que Ja
]. Cf. W. AA.> 0>e cosa fanno Oggi /filòsofi?, ed. de b Biblioteca Comunale di Cartoli«, Bompiani, Milano» 1982. E1 torto de Ja disertación de Bobbio, seguida de la
Tjoicrìpción del debate, aparee«, sin título, en las pp , 159-182.
2. Cf, N . Bobbio, ¡¿j teoria delie forme d i gobem o nella storia de! pensiero politico, CiapicheHi, Torino, 1976 [«ad. ¿asr. de j . F. Fcxnifidez Santifliji, La teo ria de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, FCE> México,
1£87], Se trata del volumen de npumt» publicado con morivo del curso de Filosofía
(UCHClANOÍLO SOVEHO
idea de una teoría general de la política le parecía a Bobbio tan definida, y acaso la intención de llevarla a cabo tan dará, que se expresó (el texto de la conferencia que apareció después en un volumen colectivo se estableció a partir de una grabación) oomo si se tratase de una obra ya realizada.
La alusión de Bobbio a las dos «teorías generales») del dececho y de la política, como títulos de dos libros verdaderamente existen tes, no constituía en realidad más que un expediente retórico. Ser vía para sugerir a los oyentes de forma inmediata cuál era la direc ción preferente, aunque no exclusiva, por la que había encauzado sus estudios, además de su docencia universitaria. Ello no quiere decir que la idea de una teoría general de la política, concebida no sólo como perspectiva para sus investigaciones sino como obra que exigía una redacción sistemática, no se correspondiese con un pro yecto real. Sobre este asunto Bobbio volvió a reflexionar varias veces, al menos desde 1972, año en que pasó de la cátedra de Filosofía del derecho a la recientemente instituida de Filosofía de la política (tal como, entonces, se denominaba siguiendo la redundan te expresión de Croce). Ahora bien3 a la reflexión nunca le siguió el paso decisivo hacia su realización. Quizá porque Bobbio siempre fue consciente de la novedad (relativa) y de Us dimensiones de la empresa. Durante muchos años de estudio desarrolló la teoría ge neral del derecho, disciplina defendida y frecuentada por numero sos autores, afrontando todos los temas principales del debate con temporáneo3; mientras que la teoría general de la política siguió paredándole por largo tiempo un «campo vastísimo y, en gran parte, inexplorado»4. En í?84 , cuando algunos alumnos organiza ron un seminario dedicado a su pensamiento político con morivo de su septuagésimo quinto cumpleaños, y decidieron titularlo «Por
de la política de le* añoj 197S/1976. Teoría general* del diritto es «I título de un libro aparecido muchos años mis urde, en 1393, en Giappichcllj, si bien dicho libro no es otro que la «publicación en un solo volumen de loj dos cursos de Filosofo de! dere cho sobre la Teorfá de la norma ptrtdica y ¿obre ía Teoría del ordenamiento ¡nrídico^ aparecidos igualmente en G¡app>chelU ec 1952 y 1960. La edición ¡oüina de tos dos cursos en un solo volumen babfa sido precedida por dos ediciones en inducción «parió* lar Teoría general del derecho* trad. de J. Guerrero R-, Tcmis, Bogotá, 1987, *1994, y
Teoría general del drrtcbo^ trad. de E. Roí o Acuna, Debate, Madrid, 1991» última
rc¡mp. de 199á.
3. Aunque nunca haya «tenido ganas» ((a expresión es de Ríccardo Gua^twi en una rccicDte intervención ¿obre tos escritor jurídicos de Bobbio, de próxlrca publica ción) de dar a sus flumcrfKfctmas contribuciones una forma ¿¡¿temática.
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una teoría general de la política», Bobbio afirmó, en \z clausura, que dicho título parecía señalar «más una serie de buenos propósi tos que una ¿olida realidad». Y añadió: «Después de haberme ocu pado durante años de una teoría general deJ derecho, creo que ha llegado el momento de afrontar el problema de una teoría general
de la política, mucho más atrasada que la primera. Ahora bien, no he pasado de los fragmentos a Jas partes, del esquema a la obra completa*-5. Al año siguiente» al reunir en el volumen Estado^ go
biernov sociedad cuatro voces escritas entre 1978 y 1581 para la Enciclopedia Einaudi —dedicadas, respectivamente, a «Democra
cia/dictadura», ^Público/privado», «Sociedad civil» y «Estado»— , eligió como subtítulo la misma fórmula elegida por los alumnos para encabezar el seminario: Por una teoría general de la política. En la Introducción, con fecha de julio de 1985, explicaba: «Se trata de temas sobre los que he trabajado con frecuencia en estos últimos diez años: considerados uno por uno constituyen fragmentos de una teoría general de la política aún por escribir»*. Muchos años después, en 1998, reconocería en aquel «ambicioso» subtítulo «una promesa no mantenida»7.
Que entendía Bobbio> desde un principio, por «teoría general de la política» parece deducirse, al menos formalmente y en una primera aproximación de la comparación, varias vec^s recordada, con la teoría general del derecho. Una comparación que el propio Bobbio ha realizado explícitamente en una recentísima considera
ción retrospectiva de su obra:
■ („.} lo q u e las d o s teorías tienen e n com ún e n mis escritos [...] n o es tanto el fin , exclusivam ente co g n o scitiv o (n o p rep o sitiv o ), sin o tam bién la form a d e proced er para alcanzarlo. S e trata d el p roced i m ien to {de la] «reconstrucción», m ediante el análisis lingüístico n unca apartado d e las referencias históricas a lo s escritores clásicos,
5. C t N. Bobbio, «Congeda*, en L. Itanan&te y M Ekn ero (edí.), Per una teoría
gm eráU ¿ tila poiilica. Stadi dedica ti a tria B obbic, Paií i Editor!, Fkínzff* 1986, p. 249.
6. N. Bóbbto, StJlDj gotremú, socútá* Per una uoña generale delta política, Ei naudi, Torlno, 1985, p. VILt (rtad. casi. tle L. Sánchez García, Estado, gobierno, sacie'
dad. Co»rribuc¿ÚA a una teoría general de la política, Piüá y Jaoés, Barcelona, 19 S7,
p. 9]. En la segunda edición ¡(duna, de 1995, se sustituyó el subtítulo por h fórmula más humilde de Fragmentas de un diccionario político.
7. Asir en el Prólogo al libro de A. Creppi, Teoría e ideología e» el pensamiento potttko de Norberto Bobbio, Marcial Pons, Madrid'Barcctona, 1993, p. 9. La obra de
Grcppi representa, en la actualidad, el estudio m is completo del pensamiento político de &obbio.
HlCKf LANCELO BOYERO
d e las categorías fundam entales, q u e perm iten delim itar exterior- m ente y ordenar internam ente am bas áreas, la jurídica y la política, y [establecer] su s relaciones recíprocas*.
A nadie se le escapa que la teoría general de la política, conce bida sobre «1 modelo de la teoría general del derecho, resulta no sólo diferente, sino en cierto sentido incluso contraria a! modelo hegemónico de la filosofía política tal como ha quedado fijado en el debate internacional de los últimos treinta años, inaugurado por la célebre obra de John Rawls, Una teoría de la justicia (1?71). Existe la difundida opinión de que el extraordinario éxito de la obra de Rawls ha «resucitado» verdaderamente la filosofía política, dada por muerta quince anos antes por algunos de sus estudiosos9. Dicho modelo hcgcmónico identifica Ja filosofía política coa la vertiente
normativa de la reflexión sobre la política, que asume como direc
triz propia fundamental la discusión de las cuestiones de valor y del deber ser, la de los problemas de justificación y de orientación prescriptiva. Según la más reciente valoración de Bobbio, aunque es cierto que el renacimiento de la filosofía política se debe a «una obra que pretende indicar la mejor solución posible para una socie dad justa, la teoría general, tal como yo la he concebido y la he comenzado a formular, pertenece a la fase anterior, por lo demás nunca superada en los últimos años. La teoría general de la política y la teoría normativa dé la justicia pueden tranquilamente avanzar [untas sin chocar entre sí. Sus objetivos son diferentes, aunque la primera puede ayudar a la segunda a perseguir con claridad y pre- cisión su objetivo, y la segunda puede ofrecer a la primera renova* das materias de estudio*™. Esta ecuánime valoración nos ayuda a comprender que no tiene mucho sentido tratar de separar de forma tajante la teoría generar de ¡a política y la teoría de la justicia y, mucho menos, establecer con una (apresurada) adió fim um regun-
dorum que el nombre de «filosofía política» deba quedar reservado
exclusivamente a la teoría normativa. En todo caso, tampoco tiene mucha importancia. A fin de cuentas, se trata de simples conven ciones lingüísticas11. Pese a rodo, no puede dejar de constatarse que con la identificación hoy habitual entre la filosofía política
8. IbúL, p. 10.
9. Aunque no resulte indiscutible ni que «Tuviera muerta ni, por tanto, que Rawls la haya resucitado. QL A. Greppi, Teoría t ideología, «ir., pp. 14 ss.
10. N . Bobfeio, Ptóíogo, r it ,p . 10.
11- Bobbio ha im isedo en varia; ocasiona sobre el carácter convencional de csus distinción«.
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íout covrt y el universo de discurso rcconducible al paradigma
contemporáneo de las teorías de la justicia — un universo que ha crecido desmesuradamente sobre sí mismo como una «nueva esco lástica»— se corre el riesgo de reducir las funciones y, acaso, de hacer invisible fe propia existencia de lo que Bobbio ha llamado teoría general de la políti«. Para poner en duda esta identificación (tendencialmente) exclusiva, basta con reflexionar sobre la gran variedad de perspectivas, enfoques y estilos filosóficos de las obras clásicas habituaJmente adscritas a la historia de la filosofía política.
La filosofía política y sus formas
Bobbio abordó el problema de distinguir entre las diferentes formas de filosofía política o» mejor dicho, de clasificar los diferentes mo dos históricamente practicados de interpretar su naturaleza y fun dones, en ia ponencia presentada aí seminario sobre «Tradición y novedad de la filosofía política*» celebrado en Barí en 1970, que conmemoraba el nacimiento académico de la disciplina en Italia. La ponencia de Bobbio planteaba, en realidad, el objetivo indicado en e) título de especificar las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política. Ahora bien, la tesis que sostuvo —que tales relaciones se configuran de forma diferente dependiendo del sen tido que se atribuya a la noción de filosofía política— condujo a Bobbio a proponer, en esencia, una clasificación de la filosofía política en cuatro tipos principales: una distinción que él mismo presentaba, en el comentario oral a la ponencia, como un «mapa
de las regiones que los filósofos políticos han habitado en cada momento»52.
Según el mapa de Bobbio, el primer tipo de íúosotía política coincide con la forma más tradicional de entender su naturaleza y funciones, y consiste en el -diseño [..,} la óptima república», es decir, en «la construcción de un modelo ideal de Estado». Se refería explícitamente a las utopías, incluidas las que Bobbio denomina «utopías invertidas», como 1934 de Orweli; si bien, impiíritámen* te, cabía la posibilidad de extenderlo a los modelos normativos de «sociedad buena» (o de «sociedad justa»}. El segundo tipo de filoso fía política consiste en la «búsqueda del fundamento último del poder»; se trata de lo que, principalmente en la tradición
anglosajo-12. C{. el YúJumea de A cu í del congreso, Tnuiñwne < rw ñtá ¿ella fHósófia delta
paÜttca, Liur¿¿, Barí, l$ 7 l, p. 34.
n i C K t l A N G E l O BOYÉ*O
os, se interpreta como el problema de la justificación de la obliga- d ó n política y que, en otra? tradiciones se entiende como el pro
blema de los principios de legitimidad del poder político. El tercer tipo de filosofía política es el que se propone la «determinación del concepto general de Apolitica'’», bien mediante una reflexión sobre la Llamada «autonomía de la política» respecto a la moral» bien mediante una teoría al poder destinada a «delimitar el campo de la política respecto al de la economía o el derecho». Y es en relación con este último tipo con el que Bobbio —por primera vez, si lo he entendido bien— sugiere como adecuado el nombre de «teoría ge neral de la política», recurriendo a la analogía con la teoría general del derecho. El cuarto (y m is reciente) tipo de filosofía política es el que nace de ia interpretación de la filosofía en general como metacíencía, identificando como misión principal de aquélla, de un lado, ta investigación de los presupuestos y condiciones de validez de la ciencia política y, de otro, el análisis del lenguaje político13.
En un trabajo del año siguiente, titulado Consideraciones sobre
la filosofía política, Bobbio explicaba que su intento de clasificación
surgió de la «constatación de que en la categoría de la filosofía política se suelen incluir obras aparentemente muy diferentes como la República de Platón, El contrato social de Rousseau y la Filosofìa
del derecho de Hegel»14- Al desarrollar estas consideraciones adicio
nales, Bobbio colocaba entre paréntesis el cuarto significado de filosofía política, ya fuera porque lo consideraba estancado en un estado de propuesta, ya porque no le hallaba correspondencia en la filosofía política clásica «desde Platón a Hegel» y, quizá, porque consideraba más oportuno colocarlo entre las formas de filosofía de la ciencia. Por ello, al desarrollar la distinción entre los tres prime ros tipos de filosofía política, indicaba para cada uno una obra clásica, aparte de las sugeridas al principio, que podía considerarse paradigmática: la Utopía de Tomás Moro, el heviatán de Hobbes y
E l Príncipe de Maqui&velo. AJ contrastar las tres obras, señalaba en
cada ima el tipo de problema fundamental y lo reconducfa al tipo de investigación en que había reconocido, en su escrito anterior, cada una de las tres formas de interpretar la misión de la filosofía politi’
] 3. N. Bobbío, Sobre ¡os posibles re¡á¿¡on¿s en tre filosofo política y ¿iencia políti
ca, cf. mfra, pp. 5*7.
14. N . Bobblo, •CúnsldífiztoAÍjuik filúiúfiapg]iijci>: R ítvia italiano d i srícnz&
política 1/2 <1971), p. 367. Le» dos /regmenuu de « t e arrteuto aparecen en el presente
volumen reunidos en uo solo trabáje coa ¿I texto d d ensayo ulterior (cf. ittpra, n, 13), en el cap. I» I; aunque se ha omitido el pasaje aquí atado.
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ca; la búsqueda de Ja mejor forma de gobierno, la de la justificación del Estado, y la de la naturaleza de la política.
Si volvemos, ahora, ai mapa «completo» de cuatro términos tra zado por Bobbio en 1970, resulta fácil advertir que las dos primeras «regiones*, habitadas, por ejemplo» por Platón y Moro la primera» y por Hobbes y Rousseau la segunda, se ocupan principalmente de cuestiones de valor, o de validez, y que pueden ser consideradas con tiguas o complementarias entre sí, como lo son los problemas de la prescripción y de la justificación; mientras que las otras dos «regio nes», habitadas por Maquiavelo y Hegel la tercera, y por Alfred J. Ayer y Félix E. Oppenheim, la cuarta» se ocupan principalmente de cuestiones de hecho, o mejor dicho, de conocimiento, y que, quizá, pueden también considerarse contiguas o complementarias entre sí como la interpretación de la naturaleza de las cosas (políticas) y el análisis conceptual. Llegados a este punto, se trata de ver si las dos vertientes, normativo-prescriptiva e interpretativo-analítica, en que pueden agruparse las cuatro formas de filosofía política, deben con siderarse netamente separadas y alternativas entre sí, constituyendo cada una de ellas un campo peculiar y distinto de Ja reflexión sobre la política; o si, por el contrario, pueden o incluso deben considerar se no sólo complementarias, sino también^ de algún modo, interco- nectadas. Planteado én estos términos, el problema parece ser un reflejo de otro mis general, el de la «gran división» entre hechos y valores (sobre el que tendremos que volver), Bobbio se Ha declarado siempre «un dualista empedernido» para el que «está vedado el paso entre el mundo de los hechos y el de los valores»1*. Consecuentemen te, en las conclusiones de su ponencia de Bari defendía que allí don de la filosofía política asume un carácter fuertemente valoran vo, como en los dos primeros tipos, la relación con la ciencia política, que se ocupa de descripciones y explicaciones avalorativas, es de separación, mientras que en el caso de ios otros dos tipos, la relación con Ja ciencia política es de continuidad o de integración recíproca. De ahí que pareciera perfilarse en el pensamiento de Bobbio una división análoga entre lo que he llamado las dos «vertientes» de la filosofía política.
Pese a todo, en las consideraciones adicionales afirmaba que, reconducido cada tipo de filosofía política al problema principal —de «hecho» o de «valor»— de que se ocupa, la búsqueda de la
15, A$4 púrejemplo, en N. Bobbio} b e ttm etu te, Eiiuudi, Tórino, 1996, p. 152. [trad c&sl de E. Beoítez, D é sene¿tute- y oíros ¿s¿tí!cs tñógrdfeas, Taunjs, Madrid, 1997, p. 1831.
HI CHSl ANCCI O ftOVCIlO
respuesta a una de las preguntas fundamentales d o sólo no excluye la búsqueda de las demás, sino que la exige y presupon«; «Depende de la respuesta que se dé a la pregunta sobre la naturaleza de la política {si, y en qué medida, se la considera dependiente o no de la moral) la respuesta al problema de la obligación política, es decir, si, y en qué medida, debo obedecer a un orden injusto» Depende de la idea que se tenga de la naturaleza del Estado y de sus fines la respuesta que se dé a la pregunta sobre cuáles son las instituciones políticas mejores»1*. Si esta alegada «dependencia» se entendiera, en sentido estricto, como «deducibilidad» de los juicios de valor sobre la conducta que se debe adoptar y sobre las instituciones que se
debe preferir, a partit de los juicios de hecho sobre la naturaleza de la política o del Estado tal cual s o t i, el riesgo de incurrir en la falacia
naturalista (que, justamente, consiste en la errónea pretensión de extraer directamente lo que se «debe» de lo que *es*) resultaría inevitable. Lo que sugiero es que tal «dependencia» no debe enten derse literalmente, sino mds.bien ser interpretada como «conexión», en el sentido en que se habla de conexiones entre las premisas y la conclusión de un razonamiento práctico de tipo silogístico, que no supone, formulado adecuadamente, una violación de la «ley de Hume». Lo que se confirma por el ejemplo propuesto poco después de Ja obra de John Locke en la que, segÉin Bobbio, «esta estrecha conexión entre los tres problemas resulta evidente; a) la finalidad del cuerpo político es la de otorgar a los individuos la seguridad en su vida, su libertad y sus bienes; 6) cuando el gobierno deja de escar en condiciones de garantizar la seguridad, la obligación política, es decir, la obligación de obediencia, desaparece; c) la mejor forma de obtener esta garantía es la existencia de un legislativo basado en el consenso y de un ejecutivo dependiente del legislativo*17. Esta
ob-16. ín/nu, pp. 10-11.
17. !nfrat p. 11. Obsérvese, sin embargo, que ía premisa mayor, sub a), no cottis- ic en una definición de la naturaleza ¿el Estado, sino del (triple) fin del Estado o, si se prefiere, corresponded una definición ideológica, a las que Bobbio, «orno veremos, no considera adecuadas para comprender la namraJeia de la política y del pender político. En la medida en b que índica fines ulteriores e independientes respecto af «fin mínimo* del orden, tal definición no puede ser considerada por tiobbio «descriptiva» de la naru- raleza de la polídea y del Estado, sino «persuasiva» o propiamente prescripriva. De hecho, Locke prescribe al estado d enos fines (la seguridad de I a vida, de la liberud, de [g* bienes) que consórayen sus valores. Aclarado !o cual, la conexión reconstruida aquí por Bobbio adopta la forma de un doble razonamiento silogístico: la proposición sub b) es, en realidad, deícomp^iiible en uiü afirmación de hetho, *c¡ gobierno no es capaz de garantizar la¿eguridad de ciertos bienes» y» en un juido de valor, «no se debe obedecer
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servsción no tiene en este punto ulteriores desartoJlos. Aunque está implícito, en el discurso de Bobbio que podrían buscarse «conexio nes» análogas en la obra de cada uno de Jos grandes escritores que
ha distribuido en las diferentes «regiones» del «mapa».
Estos son los escritores que Bobbio considera «clásicos», más aun, junto a otros pocos, los mayores clásicos, es decir, según la afortunada expresión de A lejandro Passerin d^Entreves tantas ve ces repetida por Bobbio, «los autores que cuentan*. Y cuentan para Bobbio también en la medida en que han elaborado modelos con ceptuales de amplio alcance, visiones generales del universo políti co y de sus problemas, afrontándolos, cada uno desde su punto de vista, en su globalidad. (Mantener que las concepciones globales ofrecidas pot los mayores clásicos difieren entre sí no sólo por las diferentes soluciones propuestas* sino también por la diferente im portancia que atribuyen a unos u otros de los problemas fundamen tales.) Ahora bien, es justamente Ja visión global, la «conexión» entre los temas fundamentales de la reflexión política que han sido replanteados y discutidos por Ja mayor parte de los escritores polí ticos., empezando por los griegos, Ja que se califica, en la ¡ntroduc-
ción ai volumen sobre La Teoría de ios formas de gobierno de 1976,
con el nombre de «teoría general de la política». La expresión, en dicho texto y en casi todos los que ía utüizan refiriéndose a las «lecciones de tos clásicos», parece asumir un significado distinto del construido por analogía con la teoría general del derecho. Si bien es cierto que, en este último Sentido, la teoría general de la política se hace coincidir explícitamente con sólo una de las cuatro formas de filosofía política —-o} si se quiere, con sólo una de las dos vertiente^ la que mira al fin «cognoscitivo» no «propositivo»—, mientras que* en el otro sentido, parece extenderse hasta incluir todas las cuestiones de «hecho» y de «valor» que constituyen el objeto principal de las diferentes formas de reflexión filosófica sobre la política. El ejemplo de Ja conexión entre los grandes temas en Ja teoría de Locke resulta esclarccedor. La noción de teoría
& ha estado que no consigue su fin, es decir, la garantía de tal seguridad». De igud forma, la proposiciónsub c) puede entenderte como ua Juicio de ¿echo 4111: ¿firma la adecuaeidndc una derta f o rm a de gobierno como medio p i r a determinados fines, 2 la que deberla seguir !a conclusión normativa de que se erara de la mejor forma de gobicr- so , si en Ja premisa mayor, igualmente normativa, se ha afirmado que son ¡¿Jes fines los que un gobierno debe perseguir- En ambos casos, !a conexión entre juicios de hecho y de valor resulta admisible y no implica violaciones de la «ley de Hiune», que establece la imposibilidad de derivar lógicamente conclusiones prtscriptivas ú/tt&rrtentt de pre misas descriptivas.
MICHELANGELO BOVfRO
general de la política oscila en los textos de Bobbio entre estos dos significados, lo que plantea ciertos problemas al intérprete. Trataré de hacer ver, en las siguientes páginas, cómo puede superarse dicha dificultad.
Teoría e ideología
La ocasión para volver a reflexionar sobre cuestiones de metateoría, o de «metafilosofía política», se la ofreció a Bobbio un trabajo de Daoilo Zolo aparecido en 1935, en la recién nacida Teorìapolitica1*. Zolo retomaba el problema de las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política, exponiendo consideraciones muy críticas frente a la concepción neo~empiiista de la ciencia (y 4c la ciencia política) a partir de la cuaiBobbio había tratado el tema en,1970u . Sostenía que la distinción entre filosofía y ciencia política podía re- conducirse a una diferencia de grado, derivada de una «selección y presentación de los problemas» diferente: mientras que la filosofía tiende a construir teorías muy generales e inclusivas, la ciencia cons- truye teorías de radio más limitado e intensamente especializadas. Y, volviendo al mapa de las formas de filosofía política* proponía a Bobbio. que lo corrigiese, a la luz: de los avances de la epistemología post-empirista, excluyendo aquellos significados de filosofía politi* ca que ya se habían vuelto (a su juicio) obsoletos c inaceptables, en primer lugar., el de la búsqueda de la óptima república.
En 2988, Bobbio fue invitado a pronunciar la conferencia de inauguración del seminario sobre «La filosofía política hoy*, pro movido por ios profesores italianos de la disciplina. La conferencia, incluida ahora en el volumen de las acras del seminario aparecido en Í990, debe leerse conjuntamente con el ensayo Ragioni delia
filosofia política^ redactado por Bobbio en el mismo período, que
incluye consideraciones paralelas y complementarias, recorriendo las diferentes fases del debate (no sólo italiano) sobre la disciplinad La conferencia en dicho seminario se abre sugiriendo Ja oportuni
18. Cf. r>. Zt»k>, «I possibili rapporti ua filosofia política f scícnzi política. Uní propoua post-empinsdt2>: Ttoña politica 1/3 (19S S), pp. £1-109.
19. Êa un cotta de 19£6, Bobbio respondía sobre este punco a Z olo q-je no creía que las criticas dirigidas desde muchos /rentes a h epistemología empimta U hubiesen
-desbancado*. CL infra, pp. 34S-349.,
2 0 . Ambos textos aparecen rcpioduf idos en el presente volumen, el primero, par cial meare, en eJ cap. I. H, el segundo, íntegramente, en el cap. I. IIL
I N T R O D U C C I Ó N . L A I D 6 A D i U N A Y f O f c Í A G E N E R A L D E I A P O L I T I C A
dad de distinguir dos mapas, el «mapa do los enfoques», es decir, el de las diferentes formas —filosófica, científica e histórica— de abor- dar el objeto «política», y el «mapa de las áreas», es decir, el de las esferas tradicionales —política, ética, jurídica y económica— de! mundo de la práctica. Ei mapa de la filosofía política resulta, pues, en realidad, de la intersección de dos mapas diferentes. En lo rela tivo a la actualización y revisión del mapa, Bobbio no parece ha ber encontrado razones para modificarlo radicalmente, al no haber detectado más que novedades parciales y, en todo caso, no radica les, tanto desde el punto de vista de los »enfoques» como desde el punto de vísta de las «áreas*. Los significados de «filosofía política» identificados en 1970 parecen, por ranto, mantenerse, incluido el de la búsqueda de la óptima república. Si, aparentemente, «el pro* blema del buen gobierno ha perdido mucha de su actualidad», ex plica Bobbio, ello depende fundamentalmente «del hecho de que el problema se ha ido trasladando del buen gobierno a U “buena sociedad**». Y ello ba sucedido porque en el mundo moderno “ya no se cree que para cambiar la sociedad baste con cambiar el régi men político, como podía creerse cuando el Estado lo era todo y la sociedad fuera del Estado no era nada». Pero el problema, en su esencia, es el mismo. Como mucho, menos limitado. Justamente, Jas obras de filósofos políticos que han suscitado un debate más amplio en Jos últimos años, desde la Teoría de la justicia de Rawls a Jas Esferas de justicia de Walzer, no pueden entenderse más que como continuaciones ideales, y actualizadas, del tema tradicional del óptimo Estado. Se trata, efectivamente, de «intentos de propo ner soluciones, o por fo menos de ofrecer indicaciones, para la consecución de una buena, o al menos, mejor sociedad*11.
La única novedad relevante registrada en el «mapa de los enfo ques» consiste, según Bobbio, en el «intento de dar vida a una teoría general de la política». Se refiere a Zolo y a su idea de una contigüi dad substancial entre teoría filosófica y teoría científica de la polí tica, aunque, más generalmente, Bobbio se refería también aquí a la tarea propiciada por la revista Teoría política, que desde su primer número, aparecido a comienzos de 1985, se proponía «la confron* tación entre filósofos de Ja política y científicos de la política, e invita{rj a colaborar e interactuar a filósofos, sociólogos, historia dores, políticos y juristas»2*. En la ponencia del seminario de 1988, comentando la rcdefinición de Ja filosofía política propuesta por
21. Inf/a, pp. 19-20.
22. fofra, p. 29*
M I C M f U N & F l O »OVERO
Zolo en términos de «teoría general» (frente a la «teoría «pedal* atribuida a la ciencia política), Bobbio sugería que «Zolo pensaba más que en la filosofía política, entendida en sentido amplio, en la teoría política considerada, como se hace en la teoría general del derecho, como la elaboración del conjunto de concepto» generales,
Grundbegriffe, empezando por el de «política», que sirven para
delimitar el área de una disciplina, y para establecer sus principales puntos de referencia»*3. En este texto, por tanto, parece que Bobbio todavía identifica sustancialmente la noción de teoría general de la política, como había hecho en su ponencia de 1970, con sólo uno de los cuatro significados tradicionales: el de la búsqueda de la naturaleza de la política. En su ensayo inmediatamente poste rior, Razones de la filosofía política, tal noción aparece, si no modificada, al menos enriquecida. Aquí, (a teoría general de la política no parece coincidir simplemente con una de las formas de filosofía política, delimitada por su objeto, sino instituir al tiempo un horizonte de investigación potencial mente abierto a la consi deración y reformulación de los problemas típicos de las otras dos formas.
En este nuevo texto* tras haber subrayado cómo la redéfmición de la filosofia politica en térmicos de «teoría política», propuesta por la revista homónima, resultaba no sólo admisible sino oportu na, ya que parecía «¿mis idónea para encontrar un mayor punto de convergencia que el permitido por Ja antigua expresión «filosofía política»» sujeta «a tas m is diversas interpretaciones y contiendas»24, Bobbio vuelve sobre el problema de la enseñanza universitaria de la disciplina y recuerda haber indicado hacia Í976, en el ya citado curso sobre La Uona de las formas de gobierno, su «razón de ser» en el estudio y análisis de los «temas recurrentes«. Es decir, de aquellos temas, como precisamente la teoría de las formas de gobierno, «que atraviesan toda la historia de! pensamiento politico de los griegos a nuestros días y que en cuanto tales constituyen una parte de la teoría general de 1a política». Añadiendo que el estudio de los temas recurrentes, es decir, la recepción de las «lecciones de los clásicos» (junto con las de los contemporáneos) en referencia a los grandes problemas permanentemente repropuestos por la reflexión política sirve fundamentalmente para «individualizar algunas grandes
cate-23. Ed c! prestare volumen, $e ba omitido este fragmento. Cf. N. Bobbio, 'Per un m appidelli filosofia potinca*, eoD . Fioroc (cd ), Lafìlcsùfìa p c lilk j, oggi, Giappiche lli, Toriflo, 1990, p, 11,
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gorfes (comenzando por aquella generalísima de política), que per miten fijar en conceptos generales los fenómenos que entran a for mar parte del universo políúco»2J. El ensayo concluye con la mani festación de lo que Bobbio denomina con su habitual vmd¿rstatement «ju preferencia»:
[...] h o y la función m ás útil d e U filo so fía política e s aquélla de analizar lo s co n cep to s p olíticos fundam entales, em p ezan d o p or el c o n cep to m ism o de política. M ás útil porq u e so n lo s m ism os con* c c p to s q u e v ie n e n s ie n d o u sad os p o r lo s h isto ria d o res p o lít i cos» p or lo s historiadores de las doctrinas políticas, p or Jos p o litó lo - g o s, p o r lo s so c ió lo g o s d e la p o iíd c i, p ero c o n frecuencia sin an darse c o n sutilezas en la identificación d e su significado, o d e sus m últiples significados^ .
Debe señalarse, también, la precisión final:
C on tzaiiam em e a una interpretación lim itativa d e la filo so fía ana* Jítíca, el análisis conceptual n o se queda en el p uro y sim ple análisis
lingüístico, ya q u e é ste aparece continuam ente en trem ezclad o co n e l análisis fá ctio o realizado con las herram ientas m e to d o ló g i cas con solid ad as p or las ciencias empíricas* d e situ acion es política* m en te relevantes17.
Así entendida, la teoría general de la política —como resulta, o puede resultar, del desarrollo sistemático del estudio analítico de los graneles problemas, identificados, redefinidos y discutidos (también) mediante la identificación de los temas recurrentes en los clásicos— se reveía no sólo como una forma circunscrita, preferida por Bob bio, de interpretar la naturaleza y la fundón de la filosofía política, sino como una forma de reflexión sobre la política capaz de incluir, en su perspectiva específica, las cuatro regiones cíe la filosofía políti ca delineadas en el mapa de 1970. En lo relativo al método, que en otro lugar Bobbio ha definido como «empírico-analítico*2*! la teoría general de Bobbio parece reconducible a la cuarta forma de filosofía política. Ahora bien, se aclara en seguida que, por un lado, el análisis conceptual no se resuelve enteramente (como acabamos de ver) en
25- J»fra, p. 33.
2$. infra, p. 38. A Ja relación 4c maJos uStuHos de lo* conceptos, Bobbio habría
podido ¿¿adir muchos de los propios filósofos políticos contemporáneos.
27. ÍTtfra% p. 3 9 , cursivas añadid».
2S. Así, Éíi la p. XVI de U Jotroducri^n d i N . Sobblo, en 1L Guüiini (ed.),
Contiibuti od un dtíionano giuridUo, CiappicbíUi, Torioo, 1994.
HICKf LANGÉlO BOVEAO
el análisis del lenguaje y que, por otro, en la medida en que coincide con el análisis lingüístico, su lenguaje-objeto no es sólo el de los cien tífico» políticos, ni tan sólo el lenguaje ordinario de ios políticos o el de la discusión política cotidiana, sino sobre todo el de tos clásicos que a lo largo de lo? siglos han contribuido a plasmar, enriquecién dolo y modificándolo permanentemente, el vocabulario del que ha cemos uso para hablar de política. En lo relativo al campo de inves tigación, es decir, ai universo de fenómenos al que el vocabulario se refiera la teoría general, justo en la medida en que lo es, tiende a cubrir, en principio, todo el horizonte de la experiencia política, no pudiendo eludir, en primer lugar, el problema, típico de la tercera forma de filosofía política, de la delimitación de su propio campo y de la reconstrucción de sus complejas articulaciones internas. La teo ría general viene de esta forma a copar completamente la segunda vertiente, como aquí la he denominado, de la filosofía política, la que mira a los «hechos». Pero, al mismo tiempo, debe inevitablemente tener en cuenta los términos del problema tratados por las dos pri meras formas de filosofía política,, que he agrupado en la primera vertiente, la de los «valores», sin por ello asumir directamente la fun ción de éstas. Manteniendo, como teoría no-normativa, el enfoque preferente de la clarificación conceptual, la teoría general somete a análisis y reconstruye los significados descriptivos de las nociones (y de los juicios) de valor que emplean las teorías normativas {y tam bién los movimientos políticos reales) para elaborar los argumentos que justifiquen o no las acciones e instituciones políticas, y para la construcción de modelos prescriptivos de buena convivencia.
El ejemplo de la teoría de las formas de gobierno, al que Bobbio ha dedicado dos cursos universitarios de filosofía política, puede resultar esclarecedor» En sus apuntes, tras haber recordado que «casi no hay escritor político que no haya propuesto y defendido una cierta tipología de las formas de gobierno» y tras haber subra yado *la importancia de estas tipologías [...] porque mediante ellas han sido elaborados y continuamente discutidos algunos conceptos generales de la política, como oligarquía, democracia, despotismo, gobierno mixto* etc.», Bobbio observa que «generalmente cualquier teoría de las formas de gobierno presenta dos aspectos: uno des criptivo y otro prescriptivo». En el primer aspecto, todo tratamien to del tema se resuelve «en una tipología o en una clasificación de los diversos tipos de constitución política»; aunque, subraya Bobbio, «no hay tipología que solamente renga una función descriptiva. A diferencia del botánico el escritor político no se limita a descri bir; generalmente se plantea otro problema, que es el de indicar, de
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acuerdo con un criterio de selección que naturalmente puede cam biar de autor a autor, cuál de las formas de gobierno descritas es buena, cuál mejor y cuál peor, y eventualmenie también cuál es la óptima y cuál la más incorrecta*2*. Se podría, por tanto, afirmar (aunque, como sabemos, resultaría restrictivo) que en cuanto re construye los conceptos empleados por Jos escritores políticos, y más ampliamente en el lenguaje político, la teoría general de Bob* hio consiste en un mctalcnguaje descriptivo cuyo lenguaje objeto es, en buena medida, un lenguaje prcscripdvo.
Es cierto que el discurso de Bobbio, y no sólo en los escritos de «filosofía militante*30, se extiende con frecuencia, más allá de la pura reconstrucción, a la discusión de los criterios de valoración elaborados por los escritores (y otros actores) políticos, a los argu mentos normativos y de orientación prescriptivaj y, por unco, al discurso ideológico (en el sentido más amplio del término). En cierta medida, valen también para la teoría de Bobbio las observa ciones del propio Bobbio sobre Jas teorías políticas en general. La primera, mis suave y hasta obvia, señala que «no existe una teoría tan aséptica que no deje intuir elementos ideológicos que ninguna pureza metodológica llega a eliminar por entero»*1; la segunda, más fuerte, subraya que una teoría «que se refiera 3 cierto aspecto de la realidad histórica y social casi siempre es también una ideología, es decir, un conjunto más o menos sistematizado de evaluaciones que debería inducir a quienes la escuchan la preferencia de un estado de cosas en lugai de oiro*w. Y, sin embargo, no puede dejar de seña larse, por el contrario, la importancia que han tenido en la defensa de valores e ideales sostenida por Bobbio en tantos años de batallas intelectuales la operación en sí no ideológica, sino propiamente teórica, de reconstrucción de conceptos daros y distintos, la supera- dón de equívocos mediante la expulsión de los significados ambi guos del lenguaje político, y la elaboración de definiciones rigurosas y no persuasivas de las categorías fúndame ntalcs11. Valga por todos
2?, N , Bobbio» L ¡ teoría de tas formas de gobierno, c it , pp. 7-9, pjssim. 30. La expresión, que pcovieoe de Cactaneo, fue empleada por Robbio en ríiqlo de sus estudios sobre el escritor ¿ombarJo (tf. Una filaso/ta militante. Sluáí su
Caito Cattanto, Einaudi, Tormo, 1971) y se convirdó, después, co habitual en su len
guaje.
31. N , Bobbio, Prólogo a A Greppi, Teoría é ideología, cíl, p. 11. 32. N- Bobbio, La teoría dé los formas de gobierno, cir., p. 10.
33. Andrea Creppi capta bien este as pacto cuando ¿fuma que ¿u proyecto de ckríítttciÓQ del léxico polfoc© confluyan Jo* elementos más significativos de ¿u fdo$6* fía y de su ideología» (cí. Teoría e ideología, cir., p. 205).
HI CHEl ANGEl O BOvffcO
el ejemplo del ensayo titulado De la libertad de los modernos com
parada con la de los posteriores, que pese a ser un escrito de filoso
fía militante, en defensa de Id libertad de tradición liberal contra las críticas de quien se colocaba en la pretendida (y pretendidamente superior) «libertad comunista», basa sus propias argumentaciones en la redefinición y rigurosa distinción de los dos significados de ¿libertad», y que* [ustamente por ello, merece encontrar sitio en la teoría general de la política de Bobbio1*. Querría añadir, por diri mo, que también en este caso, el trabajo de reconstrucción concep tual parte de la referencia a un disico; Benjamin Constant.
La lección de los clásicos
En Ja Introducción, con fecha de Pascua de 1 9 7 3 , a l volumen de apuntes correspondiente a su primer curso de filosofía política» titulado Società e stato da Hobbes a Marx, Bobbio escribía: «Si hubiese querido dar a mis apuntes un título académico, con gusto los habría denominado La lección de los clásicos»35. Bobbio ha vuel- to en diferentes ocasiones a la relación entre el estudio de los clási cos y la elaboración de una teoría general de la política. En el prefacio a l volumen que recoge la bibliografía de sus obras de 1 9 3 4 a 1 9 8 4 , editado en 1 9 8 4 , tras hacer notar que sus escritos tienen con frecuencia por objeto autores del pasado, advertía que no de
ben considerarse «propiamente escritos de historia del pensamiento político, ya que su finalidad última es la definición y sistematización de conceptos que deberían servir para la elaboración de una teoría general de la política»16. Es obvio que dicha finalidad puede
preten-2 4 . Cf. infra, cap. V. I.
¿5. Cf. R Bobbio y M. Bovcro, S o d iti é Halo da Hcbbet o [cuno de Filoso
fía de la politica, años 19?jyi973J, CLirT, Toriao, 1973»p. S. Este volumen de apuntes no se corresponde exactamente con las Jeceio»«'taí como te desarrollaron durante aquel cuiso académico. Bobbio redactó los capitolo* 1 (£/ modelo iusnaturaUstá), II
(Thfimjf Hobbes), ITT fjobn Locke),rV (fútriMáTx) y la Conclusión {Dos filosofia de h histeria) sirviéndose no sólo de los apunt« p&r* la$ clames, sino también de otros escri to» tuyos inédito* cu esc momeare»; y, «pira Ahorrar tiempo» —n i com o dice en una nota—, cotí fió (incautamente) la redacción de los capítulos IV (Jean Jacques Rousseau) y V (CeorgWt F. Hegel) a su joven ayudante.
36. Así, en la Introducción » C VU¡ (ed.), Morbgno Bobbio: SO anni d i studi.
Bibliografie desti strin i 1934-1983, Franco Angeli, Milano» 1 9 N , p. 14. Laterza ha
publicado una nueva edición en 199$ con el thu\ù Bibliografi* degli scrini di Norberto
INTHOOuCClON. IA ' PEA D i UNA TEORIA GCNEftAL D | lA POUT' CA
derse tan sólo si se emprende Ja lectura de los clásico* con los instrumentos del método analítico. En su ensayo sobre las Razones
de la filosofía política, Bobbio defiende las ventajas de la lectura
analítica de los textos clásicos contra las «exorbitancias» de la inter- - pretación historicista y las deformaciones de la ideológica, ya que permite «poner en evidencia el aparato conceptual con el cual el autor construye su sistema, [...] estudiar las fuentes, (...] sopesar los argumentos en pro y-en contra, y de este modo preparar los instru mentos necesarios para la comparación entre los textos, indepen dientemente de Ja cercanía en el tiempo y de las eventuales influen cias de uno sobre otros y para la elaboración de una teoría general de Ja política*37. Desde 1965, en Ja Introducción a su primera reco pilación de ensayos dedicados a los clásicos del pensamiento políti
co moderno, titulada De H o b b e s a MarXy Bobbio afirmaba: , iS En e l esn id ío de lo s autores d d pasado nunca m e he sen tid o es*
p ecisim en te atraíd o p o r el m ilagro d el a sí JJamado m arco hUtófi* c o q u e convierte las fuentes en p recedentes, las oca sio n es e n c o n d i cion es, que s e extien d e de tal m o d o en lo s d etalles q u e pierde de vista eJ conjuD to. En lugar d e e llo , rae h e d ed icad o, con especial in terés, a la id entificación de lo s tem as fundam entales, a la clarifi cación de los co n cep to s, aJ análisis d e lo s argu m en tos y a la re co n stru cción d e l sistem a34.
En su explicación del método analítico de Bobbio, Riccardo Guastini lo ha resumido en un término-clave: «distinción*19. Yo añadiría, aunque en cierro sentido va implícito en el primero, un segundo término: «comparación»« No existe prácticamente texto alguno dedicado al estudio de los clásico^ en el que Bobbio no insista en la fecundidad de Jas comparaciones. En el pasaje ya recor- dado, donde por primera vez otorga a la filosofía como perspectiva el estudio de Jos «temas recurrentes» en la historia del pensamiento político, que en cuanto tales «forman parte de una teoría general de la política», asigna a este ¿¿rudio una «doble importancia»; de un lado, sirve, como sabemos, para identificar los conceptos políticos
37. Cf. infra, p. 36.
3S. Así, í h La introducción a N. Bobbio. Da H cbbeí a Morxt Maraño, NapoU, J965, pp.6-7.
39, R. Gtia$úm, «Búbbiú, ó deUa dininaone», en Í4., Diátingueado. Studi d i teo
ría e mitotearía d¿¡ diritto, Giapichclti, Torino. 1996, p, 41 ss. [trad. cast. de J. Fcrrcr
í ¿cliráo, «Bobbio» o d t l á diitiiiddo», tn Dis/í/tguienAo, Estudios de teoría y mitoteo-
ría del derecho, C edki, BiíécIcmu, 1993, pp. 58 is.].
H I C H £ l * h G E l O aOVEfcO
fundamentales; por otro, «permite establecer entre las diversas teo rías políticas, que han sido sostenidas en diferentes épocas, afinida* des y diferencias»40. La importancia atribuida por Bobbio a la com paración entre las teorías políticas de todos los tiempos tiene su raíz en la propia noción de «clásico» y ésta, a su vez» presupone una determinada concepción de la historia.
En un ensayo de 1980 sobre M ax Weber, considerado como «el último de tos clásicos» de la filosofía política, Gobbto indica cuáles son las características que p cemiten reconocer en un escritor a un clásico41. Se trata de una definición que plantea ciertas dificul tades, De las tres características enumeradas por Bobbio, la segun da* que define como «clásico» aquel escritor «siempre actual, por lo que cada época» es más, cada generación, siente la necesidad de releerlo y al releerlo lo reinterpreta»; parece no ya debilitar sino hacer inútil el significado de Ja primera, según la cual «clásico» es el escritor considerado «intérprete auténtico» de su propio tiempo; y también el de ¿a tercera, según la cual «clásico» es el autor que «[ha] construido teorías-modelo de las cuales nos servimos continuamen te para comprender la realidad» y que «se han vuelto, con el curso de los años, verdaderas categorías mentales». Si el pensamiento de un clásico resulta permanentemente rcinterpretado en forma dife rente y hasta opuesta, ícnál e$ la interpretación «auténtica»» de su tiempo incluida en sus obras? Y ¿de qué forma podremos establecer reglas precisas de uso de sus «teorías-modelo»? ¿No tenderán sus construcciones conceptuales a convertirse en fórmulas vacías o ex cesivamente elásticas? Con rodo, quizá la principal dificultad de !a definición de «clásico» propuesta por Bobbio pueda consistir en una cierta tensión, por no decir incongruencia, entre la primera y la tercera característica: ¿cómo es posible que una construcción teóri ca exprese la interpretación (sea cual sea) de una cierta realidad histórica y, a! tiempot ofrezca modelos conceptuales útiles para comprender igualmente una «realidad diferente» de aquella de la que se deriva y a la que ha sido aplicada, es decir —parece sugerir Bobbio—, también para comprenderlos problemas de nuestro
riem-40. N. Bobbio, La teoría las formas dé gobierno, e it, p. 7.
41. Cf. N . Babbi», La teoria ¿¿ilo storto t à tl potere¡ en P. Rossi (ed.), Max Weber
e l'analisi del mondo moderno, Einaudi, Torino, 198 !.. La primera versi dm de a te < n » -
yo, presentada coma ponencia e s el ¿¿minano «Max Weber sesenta a£os despuéá», 26- 28 de junio dé 19S0, apareció publicada ese mismo año eo ]a tc/huM onJaperafo 7-S, Titulada pòi su autor «Max Wtber y los clásicos». Dicho ensayo aparece reproducido c a e l presente volumen en el cap. IL JH, La definición de «clásico» Cguia en la p. 7 !.
I N T R O D U C C I O N . V A ( D E A D E U N A T E O R I A G E N E R A I , D E L A P O L I T I C A
po? Me parece que, en este sentido, quedaría puesta en cuestión la propia posibilidad de la «lección de los clásicos» tal como la entien de Bobbio: la posibilidad de encontrar en las obras de los escritos antiguos y modernos teorías válidas, es decir, resistentes al tiempo. Incluso, se podría decir, Ja probabilidad de reconocer a un escritor como un clásico, en el sentido en que «clásico», también en el lenguaje común, no es sinónimo de «pasado» sino, por el contrario, de «permanente». De forma similar, Mane admitía Ja dificultad no tanto de demostrar Ja conexión entre el arte griego y su tiempo, sino de explicar cómo puede seguir representando para nosotros «una norma y un modelo*'2.
£1 problema puede reformularse en los términos siguientes. No es difícil comprender en qué sentido una teoría clásica puede ser considerada una interpretación directa o indirecta de una cierta épo ca, en la misma medida en que dicha teoría parece presentar una visión, o mejor dicho, una «versión» global de la (su) realidad. Como suele decirse, la de un testigo que da su versión do ios hechos. Más difícil resulta comprender cómo ciertas construcciones conceptuales pertenecientes a una teoría clásica, o incluso su estructura categoría! subyacente, su «modelo», pueden ser consideradas válidas no sólo en relación con !a realidad histórica a la que se refieren sino también para interpretar realidades de épocas diferentes, sin por ello presu poner anuladas las propias diferencias. La validez transtemporal de las teorías clásicas, varias veces señalada por Bobbio43, sólo parece concebible en la medida en que se asuma que dichas teorías llegan a captar, o a reflejar y revelar, una suerte de continuidad en la historia que permanece a pesar y a través de las transformaciones —al me nos, una continuidad de los problemas a Jos que en cada momento se otorgan soluciones diferentes—. Del conjunto de escritos bobbia- nos dedicados a los clásicos se deduce de forma clara, aunque no siempre explícita, la convicción de que existe una continuidad de este tipo» que encuentra expresión y al mismo tiempo confirmación justamente en los «temas recurrentes* siempre replanteados y re- discutidos a lo largo de los siglos de la historia del pensamiento político. Así, el problema de las formas de gobierno, cuántas y cuáles son, cuál es Ja mejor o la peor; el problema *del origen, la
42. K, Marx, Introducción de 1257 a Lineamenti fondamentali deila critica
deH'etonomia politica, La Nuova Italia, Florencia, J9Í3, p . 40 Ittad. cast, de P. Scarón, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Siglo XXI, México/
Madrìd'Btienas Aires, 1972]. 43. Ci., p o r ejemplo, infra, p.
MICHELANGELO BOVCRO
naturaleza, la estructura» d destino, la fundamentad ón, la legitimi dad» del poder político*. Ahora bien, no sólo son recurrentes los problemas, sino también, aunque con innumerables variantes (que Bobbio denomina «variaciones sobre el tema»}» sus diferentes plan- teamientos y soluciones» de las que resulta, por tanto, posible y fe- cundo reconocer las semejanzas y diferencias, agrupándolas en géneros y especies, reconstruyendo modelos y paradigmas concep tuales que, afirmados ec cierto tiempo y lugar, se agotan y desapare cen, resurgiendo y renovándose en otros momentos y lugares. De ahí, la periódica reaparición de la «vuelta a los antiguos» y, en gene ral, el resurgimiento en varias ocasiones y de forma diferente de con ceptos que en un cierto momento parecieron superados: neokantis mo, neo-hegelianismo, neo-marxismo, etc. Bobbio suele citar con agrado el ho rad ano Multa r&nasce»tttr.
N o se trata, obviamente, de que Bobbio ignore la realidad de los cambios históricos, negando los cuales la propia historia se re duciría a una mera apariencia. Considera ciertos cambios profun* dos y radicales y* en ocasiones, aunque con cierta cautela, irrever sibles, lo que excluye una visión cíclica del tiempo; pero, sin embargo, no capaces de excluir netamente la continuidad entre el antes y el después. Si tuviese que ejemplificar con un lenguaje me tafórico, por tanto simplificador, la representación bobbiana del devenir histórico —la historia de los eventos reales y la del pensa miento que Jos refleja, al menos dentro del ámbito occidental al que Bobbio se refiere—, diría que su marcha.muestra ciertamente «gi ros*, en casos excepcionales tan drásticos que casi parecen «vuel cos», pero no verdaderas «fracturas«. Es cierto que Bobbio ha su- brayado con frecuencia la relevancia del crucial giro que implica el paso de la era premoderna a la era moderna» una verdadera «revo lución copernicana* derivada de la afirmación de la primacía de los derechos sobre los deberes^, pero igualmente ha recordado que los clásicos modernos, de Maquiavelo a Montesquieu y Rousseau, han seguido reflexionando sobre los acontecimientos, instituciones y teorías de los antiguos, no sólo a modo de historiadores, sino tam bién como estudiosos de la política, para extraer de ellos
enseúan-44. Extraigo está telaeióo de problemas del ensayo ¿obre «Il modello giusnatura- Iktico»: Rivista internazionale di fiioíofia ¿el diritto L/4 (1 $73), p. 609.
4 5 . Cf. ea el presente volumen el capítulo IX. I; «La primacía de los derecho» sobre los deberes», que se corresponde con la primera versión, rica ea vaciantes, del ensayo sobre L'Età dei <¿'nttr,Índuido en la recopilación homónima, Eíniudt, Torino, 1990 {erad. cast, de R. de AsísRoig, El tiempo de los derechos, Sistema, Madrid, 1991, pp. 9 7-112J.
iMTAODuCCtÓN. LA lOEA OE UNA TÉOfclA CENERAI. Ot (.a COLITICA zas. «No se explicaría —afirma Bobbio en la voz «Estado»* redacta da en 1981 para la Enciclopedia Einaudi-— este continuo reflexio nar sobre la historia antigua y sus instituciones sí» llegados a cierto punto del desarrollo histórico, hubiese habido una fractura tal que originase un tipo de organización social y política incomparable a las del pasado»**. En un ensayo de 19S0, enfrentándose polémica mente a cuantos afirmaban apreciar un cambio radical en los «con* notados» y en las «leyes del movimiento» de la política, Bobbio advertía: «Para no dejarse engañar por las apariencias y no verse inducido a creer que cada diez anos la historia recomienza de cero> es preciso tener mucha paciencia y volver a escuchar la lección de los clásicos*17. Cierto es que en este ensayo Bobbio recorría la lección de los clásicos a partir de Maquiavelo, pero lo hacía pre cisando inmediatamente que se podría regresar «mucho más atrás». No por casualidad había citado antes el pasaje de los Dis'
cursos sobre la Primera Década en el que se afirma que «todas las
cosas del mundo en todo dempo tienen su propio reencuentro con los tiempos antiguos».
La idea de la continuidad de Ja historia, y de su inevitable reflejo en Ja historia del pensamiento, resulta evidente en aquellos epígrafes de la voz «Estado», antes citada, en los que se discute el problema de si el término «Estado» conviene exclusivamente aj Estado moderno o si, por el contrario, conviene también a las for mas políticas anteriores. Tras haber examinado ios argumentos en favor de la primera tesis, y aclarado que todo se reduce a la cuestión de si deben ponerse en evidencia más las analogías o las diferencias entre el así llamado Estado moderno y los ordenamientos anterio res, Bobbio invita a la «constatación» de que «un tratado de política como el de Aristóteles, dedicado al análisis de la dudad griega, no ha perdido su eficacia descriptiva y explicativa en relación con los ordenamientos políticos que se han sucedido desde entonces hasta nuestros días». Y, poco después: -Como la Política de Aristóteles para las relaciones internas, las Historias de Tucídides para las
refa-46, Dicha voz aparece ahora recogida eos ef título Stato, potere e governo en N. Bobbio, Stato, governo, ¿arieti, dr., 2199J, p. 6 I. [Estado, gobierno, sociedad, cit., P-
79]-47. * N . Bobbio, «Li politici tra soggetti e istituzioni: le lezioni dei elusici» ; D w io-
¡.razia e diritto XX/S (1980), p. 641. Él ¿nsáyo se reprodujo después con i l título «La
crisi deUa democrazìa e Elezione dei classici» ìji N. Bobbio, G. PoncarayS. Veca, Cria
delia democrazia e tteocontrertualismo, Sditoti Riuniti, Ruma, 1984, pp. 9-33 (d pasa
je diado aparece co b p. 10).
MI CHEIANGEIO &OVÍKO
ciones externas son, aún hoy, fuente inagotable de enseñanza» y puntos de referencia y comparación»**.
Se podría decir que, desde la perspectiva de Bobbio, para man- tener la continuidad entre los clásicos y nosotros Citamos nosotros
mismos y Jos clásicos. Éstos, en la medida en que inauguran tradi ciones que se difunden y que, a través de miles de mediaciones, llegan hasta los modos de pensamientos ordinarios y al mundo de los usos lingüísticos cotidianos; y, recíprocamente, nosotros mis mos, con nuestra mirada retrospectiva, en la medida en que recurri mos de forma más o menos consciente al patrimonio de sus ideas, teelaborándolo, Ahora bien, esto no es m is que la doble forma de producirse y reproducirse, Ja forma de continuar una cultura. En este sentido, Bobbio se refiere a la •«cultura occidental* —«comien zo por los griegos dado mí escaso conocimiento del pensamiento oriental*49— como a Ja cultura que hemos heredado y que posee mos, fundamentalmente* en el lenguaje. Es, en efecto, dentro de los confínes de esta continuidad donde encontramos a los «(clásicos», en la medida en que se mantiene nuestra capacidad de reconocerlos como tales. Vuelve a resultar evidente que, desde esta perspectiva, lo que se pretende extraer de los clásicos no es tanto su significado histórico en sentido estricto, sino más bien, como sugiere Bobbio en la Introducción a los Estudios begeliattos, «hipótesis de investiga ción, motivos de reflexión, ideas generales*10. De esta forma, el estudio de los clásicos abre la puerta a la construcción de una teoría general de la política.
De los «autores# a ¡os conceptos para la teoría general
El propio Bobbio nos aclara en su ya c o r d a d a Introducción de 1984 a la bibliografía de sus obras*1 cuáles son los clásicos a los que ha dedicado mayor atención en la búsqueda de los temas recurren tes, cuáles son, por tanto, sus «autores». Como él mismo reconoce, la lista se Umita a diez nombres, divididos en dos series de cinco. De un lado, Hobbes, Locke, Rousseau, Kanc y Hcgcl, y , de otro, Catta-
neo, Croce, Kefeen, Pnreto y Weber, por amor de la simetría. Ahora
48. N . Bobbio, «Siato, poicrc c govemo», en fd., Stazo, governo, socteíá, 21995, pp. 60-61 [Estado, gobierno, sociedad, cir., pp. 76 y 77).
49. Jn/ra,p_33.
50. N. BdUóo, Studi hfgeliani, Eloaudi, Torillo, 19£ 1, p. XVLLl. 51. CL Bibliografía ciegH ítrflíf» rit-, p. XXV.