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ALVAREZ VALDES, A. - Que sabemos de la Biblia III - Fray Juan de Zumarraga, 1997.pdf

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Ariel Álvarez Valdéz

Ariel Álvarez Valdéz

¿Qué sabemos

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de la Biblia? III

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Ediciones

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Zumárraga, A

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México, D.F. México, D.F.

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Colección Cn torno a la Biblia

Dirección: P. Luis Glinka, ofm.

Con las debidas licencias ISBN 950-724-439-5

Ediciones FRAY JUAN DE ZUMÁRRAGA, A.R. Durango 90, Colonia Roma

(06700) México, D.F. Tel - Fax: 55 29 17 31

©1997 by LUMEN

Hecho el depósito que previene la ley 11.723 Todos los derechos reservados

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA PRINTEDIN ARGENTINA

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¿QUÉ SIGNIFICADO TIENEN

LOS NÚMEROS EN LA BIBLIA?

 Las tres lecturas del número

Si leyéramos en el diario que murió un hombre a los 38 años, o que se incendió un edificio de 7 pisos, nadie duda ría del significado de estos números. Expresan precisamen te la edad de ese hombre, y la cantidad exacta de pisos del edificio. En cambio, si leemos en el Evangelio que Jesús curó a un hombre que llevaba 38 años enfermo (cf. Jn 5, 5), o que se recogieron 7 canastas luego de la multiplicación de los panes (cf. Me 8, 8), la cosa cambia. Ya no estamos tan seguros de que se refiera a los años que el hombre es tuvo enfermo, o a la cantidad de canastas que en verdad re cogieron aquel día.

Es que para nosotros el número tiene un sentido muy distinto del que tenía para los antiguos orientales. Mientras nosotros lo usamos normalmente para indicar la cantidad de algo, para la mentalidad bíblica los números podían ex  presar no una, sino tres realidades bien distintas: cantidad,

simbolismo, y mensaje “gemátrico”.

 Primer sentido: cantidad 

Lo primero que puede expresar un número en la Biblia

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es cantidad. En esto se asemeja al uso que le damos noso tros diariamente.

Por ejemplo, cuando se nos dice que el profeta Elias  predijo una sequía de 3 años en Israel (cf. 1 Re 18, 1), o que el rey Josías gobernó 31 años en Jerusalén (cf. 2 Re 22, 1), o que Salomón puso 12 gobernadores encargados de mantener el palacio un mes cada uno (cf. 1 Re 4, 7), o que Betania, la aldea donde Jesús resucitó a Lázaro, distaba 15 estadios (= 3 km) de Jerusalén (cf. Jn 11, 18). Es evidente que ninguno de estos números es simbólico ni encierra un mensaje oculto. Simple y llanamente se refieren a la canti dad de años, personas o distancia mencionadas en el texto.

Así como éstos, son posibles identificar muchos otros números con los cuales la Biblia ofrece informaciones y datos históricos concretos, y que expresan únicamente can tidad. No hay lugar para la confusión: lo que el número di ce, eso mismo quería decir el autor.

Segundo sentido: simbolismo

Pero los números bíblicos tienen un segundo sentido: el simbólico. Un número simbólico es aquel que no indica una cantidad, sino que expresa una idea, un mensaje distin to de él, que lo supera y lo desborda.

 No siempre es posible saber por qué “tal” número sig nifica “tal” cosa. La asociación entre ambas realidades a veces es desconocida. Por eso, estos números no son “ra

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zonables”, y resultan difíciles de comprender para noso tros, occidentales, prisioneros de la lógica. Pero los semi tas los usaban con toda naturalidad para transmitir ideas, mensajes o claves.

Aunque la Biblia no explica nunca qué simboliza cada número, los estudiosos han logrado averiguar algunos de sus simbolismos y han podido aclarar muchos episodios  bíblicos que se han vuelto más comprensibles.

 El 1, el 2 y el 3

El número 1 simboliza a Dios, que es único. Por ello in dica exclusividad, primado, excelencia. Así, cuando Jesús le contesta al joven rico “¿Por qué me preguntas por lo  bueno?; 1 sólo es el Bueno” (cf. Mt 19,17). Y sobre el ma

trimonio: “Ya no son dos, sino 1 sola carne; y lo que Dios unió no lo separe el hombre” (cf. Mt 19, 6). O cuando di ce: “El Padre y yo somos 1” (cf. Jn 10,30). También cuan do Pablo expresa “Todos ustedes son 1 en Cristo Jesús” (cf. Ga 3, 28). “Hay 1 solo Señor, 1 sola fe, 1 solo bautis mo, 1 solo Dios” (cf. Ef 4, 5). En todos estos casos, el 1 simboliza el ámbito divino.

En cambio, el 2 representa al hombre, pues en él hay siempre dualidad, división interior por culpa del pecado. Esto aclara algunos enigmas del Evangelio. Por ejemplo, según Marcos, Jesús curó a un solo endemoniado en Gera-sa (cf. 5, 2); pero según Mateo, eran 2 (cf. Mt 8, 28). Se

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gún Marcos, sanó a un solo ciego en Jericó, llamado gún Marcos, sanó a un solo ciego en Jericó, llamado Bar-timeo (cf. 10, 46); pero según Mateo, eran 2 los ciegos (cf. timeo (cf. 10, 46); pero según Mateo, eran 2 los ciegos (cf. 20, 30). Según Marcos en el juicio contra Jesús se presen 20, 30). Según Marcos en el juicio contra Jesús se presen taron “algunos” falsos testigos (cf. 14, 57); pero Mateo taron “algunos” falsos testigos (cf. 14, 57); pero Mateo

aclara que eran 2 (c

aclara que eran 2 (cf. 26, f. 26, 6060). ). ¿Quién está contando la ver¿Quién está contando la ver dad? Ambos, pues mientras Marcos nos da la versión his dad? Ambos, pues mientras Marcos nos da la versión his tórica, Mateo usa el número simbólico.

tórica, Mateo usa el número simbólico.

El número 3 expresa “totalidad”, quizás porque 3 son El número 3 expresa “totalidad”, quizás porque 3 son las dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro. De las dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro. De cir 3 equivale a decir “la totalidad” o “siempre”. Así, los 3 cir 3 equivale a decir “la totalidad” o “siempre”. Así, los 3 hijos

hijos de Noé (cde Noé (cf. Gn 6,f. Gn 6,1100) re) representan presentan a la totalidad a la totalidad de sude suss descendientes. Las 3 veces que Pedro negó a Jesús (cf. Mt descendientes. Las 3 veces que Pedro negó a Jesús (cf. Mt 26, 34) simbolizan todas las veces que Pedro le fue infiel. 26, 34) simbolizan todas las veces que Pedro le fue infiel. Las 3 tentaciones que Jesús sufrió del Diablo representan Las 3 tentaciones que Jesús sufrió del Diablo representan todas las tentaciones que Él tuvo durante su vida. Y a Dios todas las tentaciones que Él tuvo durante su vida. Y a Dios en el Antiguo Testamento se lo llama el 3 veces Santo, el en el Antiguo Testamento se lo llama el 3 veces Santo, el que tiene toda la santidad (cf. Is 6, 3).

que tiene toda la santidad (cf. Is 6, 3).

 E

 El 4 l 4 y y el 5el 5

El número 4 en la Biblia simboliza el cosmos, el mun El número 4 en la Biblia simboliza el cosmos, el mun do, ya que 4 son los puntos cardinales. Así, cuando se dice do, ya que 4 son los puntos cardinales. Así, cuando se dice que en el Paraíso había 4 ríos (cf. Gn 4, 10), significa que que en el Paraíso había 4 ríos (cf. Gn 4, 10), significa que todo el cosmos era un Paraíso antes del pecado de Adán y todo el cosmos era un Paraíso antes del pecado de Adán y Eva. O sea, no se trata de un sitio determinado, como pien Eva. O sea, no se trata de un sitio determinado, como pien san algunos que todavía lo andan buscando en algún lugar san algunos que todavía lo andan buscando en algún lugar de oriente. Y cuando Ezequiel llama al Espíritu de los 4 de oriente. Y cuando Ezequiel llama al Espíritu de los 4

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vientos para que soplen sobre los huesos secos (cf. Ez 37, vientos para que soplen sobre los huesos secos (cf. Ez 37, 9), no es que haya 4 vientos, sino que invoca a los vientos 9), no es que haya 4 vientos, sino que invoca a los vientos de todo el mundo. Y cuando el Apocalipsis cuenta que el de todo el mundo. Y cuando el Apocalipsis cuenta que el trono de Dios se asienta sobre 4 seres (cf. 4, 6), quiere de trono de Dios se asienta sobre 4 seres (cf. 4, 6), quiere de cir que se asienta sobre todo el mundo, que la Tierra ente cir que se asienta sobre todo el mundo, que la Tierra ente ra es el trono de Dios.

ra es el trono de Dios.

El 5 significa “algunos”, “unos cuantos”, una cantidad El 5 significa “algunos”, “unos cuantos”, una cantidad indefinida. Así, se dice que en la multiplicación de los pa indefinida. Así, se dice que en la multiplicación de los pa nes Jesús tomó 5 panes (= algunos panes). Que en el mer nes Jesús tomó 5 panes (= algunos panes). Que en el mer cado se venden 5 pajaritos por dos monedas (= algunos pa cado se venden 5 pajaritos por dos monedas (= algunos pa  jaritos).

 jaritos). Que IsabeQue Isabel, l, la madre de Juan el la madre de Juan el BauBautista, luego tista, luego dede su embarazo se escondió en su casa por 5 meses (= algu su embarazo se escondió en su casa por 5 meses (= algu nos meses). Que la samaritana del pozo de Jacob tenía 5 nos meses). Que la samaritana del pozo de Jacob tenía 5 maridos (= varios maridos). Jesús emplea frecuentemente maridos (= varios maridos). Jesús emplea frecuentemente el 5 en sus parábolas en este sentido indefinido: las 5 vír el 5 en sus parábolas en este sentido indefinido: las 5 vír genes prudentes y las 5 necias, los 5 talentos, las 5 yuntas genes prudentes y las 5 necias, los 5 talentos, las 5 yuntas de bueyes que compran los invitados al banquete, los 5 de bueyes que compran los invitados al banquete, los 5 hermanos que tenía el rico Epulón. Y Pablo, hablando del hermanos que tenía el rico Epulón. Y Pablo, hablando del don de lenguas, dice: “Prefiero decir 5 palabras (= algunas don de lenguas, dice: “Prefiero decir 5 palabras (= algunas  pocas)

 pocas) comcomprensiblprensibles, es, que que 1010.00.000 0 en en lenguas” lenguas” (c(cf. f. 1 Co1 Co 14, 19).

14, 19).

 E

 El l 77, , el 10 el 10 y y el 12el 12

El número 7 tiene el simbolismo más conocido de to El número 7 tiene el simbolismo más conocido de to dos. Representa la perfección. Por eso Jesús dirá a Pedro dos. Representa la perfección. Por eso Jesús dirá a Pedro que debe perd

que debe perdonar a su hermano hasta 7onar a su hermano hasta 70 veces 70 veces 7. . TambiénTambién

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 pue

 puede expresar la perfección del mde expresar la perfección del mal, o el sumo mal, comal, o el sumo mal, comoo cuando Jesús enseña que si un espíritu inmundo sale de un cuando Jesús enseña que si un espíritu inmundo sale de un hombre puede regresar con otros 7 espíritus peores, o hombre puede regresar con otros 7 espíritus peores, o cuando el Evangelio cuenta que el Señor expulsó 7 demo cuando el Evangelio cuenta que el Señor expulsó 7 demo nios de la Magdalena.

nios de la Magdalena.

Por su sentido de perfección, esta cifra aparece referida Por su sentido de perfección, esta cifra aparece referida frecuentemente a las cosas de Dios. El Apocalipsis es el frecuentemente a las cosas de Dios. El Apocalipsis es el que más lo emplea: 54 veces para describir simbólicamen que más lo emplea: 54 veces para describir simbólicamen te las realidades divinas: las 7 Iglesias del Asia, los 7 espí te las realidades divinas: las 7 Iglesias del Asia, los 7 espí ritus del trono de Dios, las 7 trompetas, los 7 candeleras, ritus del trono de Dios, las 7 trompetas, los 7 candeleras, los 7 cuernos y 7 ojos del Cordero, lo 7 truenos, las 7 pla los 7 cuernos y 7 ojos del Cordero, lo 7 truenos, las 7 pla gas, las 7 copas que se derraman. Muchos se equivocan gas, las 7 copas que se derraman. Muchos se equivocan cuando toman este número como si fuera una cantidad o un cuando toman este número como si fuera una cantidad o un tiempo reales.

tiempo reales.

La tradición cristiana continuó este simbolismo del 7, y La tradición cristiana continuó este simbolismo del 7, y  por

 por eso eso fijó fijó en en 7 7 los los sacramsacramentos, entos, los los dones dones del del EspíriEspíritutu Santo, las virtudes.

Santo, las virtudes.

Por su parte, el número 10 tiene un valor Por su parte, el número 10 tiene un valor mnemotécni-co; al ser 10 los dedos de las manos, resulta fácil recordar co; al ser 10 los dedos de las manos, resulta fácil recordar esta cifra. Por eso son 10 los mandamientos que Yahveh esta cifra. Por eso son 10 los mandamientos que Yahveh dio a Moisés (podrían haber sido más), y 10 las plagas que dio a Moisés (podrían haber sido más), y 10 las plagas que azotaron a Egipto. También por esta razón se ponen sólo azotaron a Egipto. También por esta razón se ponen sólo 10 antepasados entre Adán y Noé, y 10 entre Noé y 10 antepasados entre Adán y Noé, y 10 entre Noé y Abra-ham, aun cuando sabemos que existieron muchos más.

ham, aun cuando sabemos que existieron muchos más.

Otro número simbólico es el 12. Significa “elección”. Otro número simbólico es el 12. Significa “elección”. Por eso se

Por eso se habhablará lará de las de las 112 2 tribus de Israel, cuantribus de Israel, cuando en reado en rea lidad el Antiguo Testamento menc

lidad el Antiguo Testamento menciona más de iona más de 1122; pero con; pero con

10 10

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esto se quiere decir que eran tribus “elegidas”. Igualmente se agruparán en 12 a los profetas menores del Antiguo Tes tamento. También el Evangelio mencionará 12 apóstoles de Jesús, que resultan ser más de 12 si comparamos sus nombres; pero se los llama “Los Doce” porque son los ele

gidos del Señor. Asimismo Jesús asegura tener 12 legiones de ángeles a su disposición (cf. Mt 26, 53). El Apocalipsis hablará de 12 estrellas que coronan a la Mujer, 12 puertas de Jerusalén, 12 ángeles, 12 frutos del árbol de la vida.

Otros números con mensajes

El número 40 también tiene un simbolismo: representa el “cambio” de un período a otro, los años de una genera ción. Por eso el Diluvio dura 40 días y 40 noches (pues es el cambio hacia una nueva humanidad). Los israelitas es tán 40 años en el desierto (hasta que cambia la generación infiel por otra nueva). Moisés permanece 40 días en el monte Sinaí, y Elias peregrina otros 40 días hasta allí (a  partir de lo cual sus vidas cambiarán). El profeta Jonás pre

dice la destrucción de Nínive en 40 días (para darles tiem  po a que cambien de vida). Jesús ayunará 40 días (porque

es el cambio de su vida privada a su vida pública).

Por su parte el número 1.000 significa multitud, gran cantidad. En el libro de Daniel se dice que el rey Baltasar dio una gran fiesta con 1.000 invitados (cf. 5, 1). El Sal 90 sostiene que 1.000 años para nosotros son como un día pa

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ra Dios. Salomón ofreció 1.000 sacrificios de animales en Gabaón (cf. 1 Re 3, 4), y tenía 1.000 mujeres en su harén (cf. 1 Re 11, 3).

A veces, este número puede entrar en combinación con otros. Así, el Apocalipsis dice simbólicamente que al final del mundo se salvarán 144.000, porque es la combinación de 12 x 12 x 1.000, y significan los elegidos del Antiguo Testamento (12), y los elegidos del Nuevo Testamento (x

12), en una gran cantidad (x 1.000).

Finalmente quedan algunos otros simbolismos menores. Como cuando san Lucas cuenta que Jesús eligió a 70 dis cípulos para enviarlos “a todos los lugares y sitios por don de Él tenía que pasar” (Le 10, 1). No está dando una cifra real, sino simbólica, ya que según Génesis 10, el total de  pueblos y naciones que existían en el mundo era 70. Lucas, hombre de mentalidad universalista, al decir que Jesús

mandó 70 misioneros, quiso decir que los mandó para que el Evangelio llegara a todas las naciones del mundo.

También san Juan encierra un mensaje cuando cuenta que en la pesca milagrosa los apóstoles obtuvieron 153 pe ces (cf. 21, 11). ¿Por qué tanto interés en dejar registrado este detalle sin importancia? Es que en la antigüedad se creía, entre los pescadores, que 153 era el número de peces que existía en los mares. El mensaje es clarísimo para los lectores: Jesús vino a salvar a gente de todas las naciones, razas y pueblos del mundo.

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 Averiguar en cada caso

Pero no todos los números bíblicos son simbólicos. En cada caso hay que preguntarse: ¿esta cifra indica cantidad o encierra un mensaje?

Por ejemplo, cuando se dice que 4 personas llevaron un  paralítico ante Jesús en una camilla, evidentemente el 4 no es simbólico sino real: la camilla tenía 4 extremos, y era la forma más práctica de poder transportarla. Y cuando lee mos que Pablo se embarcó en la ciudad de Filipos y des  pués de 5 días llegó a Tróade, no hay que pensar en un sim  bolismo del 5; más bien era el tiempo que en ese entonces

tomaba un viaje entre ambas ciudades.

Tercer sentido: gematría

El tercer sentido que puede tener un número en la Biblia es el “gemátrico”. ¿Qué significa esto? Es una particulari dad de las lenguas hebrea y griega. Mientras en castellano escribimos los números con ciertos signos (1, 2, 3), y las letras con otros diferentes (a, b, c), en hebreo y griego se emplean las mismas letras del alfabeto para escribir los nú meros. Así, el 1 es la letra “a”; el 2 la letra “b”, etc. De es ta manera, si sumamos las letras de cualquier palabra se  puede obtener siempre un cifra. El número así obtenido se

llama “gemátrico”.

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Esta posibilidad que ofrecían las lenguas bíblicas daba lugar a juegos ingeniosos y entretenimientos originales, ya que en cada cifra podía haber escondida una palabra. La Biblia trae varios ejemplos de estos juegos.

Así, Génesis 14 cuenta la invasión de Palestina por cua tro poderosos ejércitos del Oriente, que se llevaron prisio nero a Lot, sobrino de Abraham. Cuando el patriarca se en tera reúne 318 personas, sale en persecusión de aquéllos, logra derrotarlos, y rescata a Lot. Ahora bien ¿pudo en ver dad Abraham, con sólo 318 personas, vencer a los cuatro ejércitos más poderosos de la Mesopotamia? Hay que ser muy ingenuo para creerlo. A menos que este número sig nifique algo. En efecto, sabemos que Abraham tenía un sir viente heredero de todo sus bienes, llamado Eliézer (cf. Gn

15, 2). Si ahora sumamos los números que corresponden a las letras hebreas de este nombre, tenemos: E (= 1) + L (= 30) + I (= 10) + E (= 70) + Z (=7) + R (= 200) = 318. (Los valores asignados corresponden al alfabeto hebreo, por eso una misma letra puede tener distintos valores.) Con lo cual se habría querido decir que Abraham salió a combatir con todos sus herederos; y que sus herederos, es decir, la des cendencia de Abraham, será siempre superior a sus enemi gos.

 El éxodo y los antepasados de Jesús

En el libro de los Números hay otro ejemplo. Se cuenta

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que en el éxodo de Egipto salieron 603.550 hombres, sin contar las mujeres, los ancianos y los niños. De ser esto cierto, habría que calcular que salieron unas tres millones de personas de Egipto, cantidad desorbitada, probablemen te jamás alcanzada por la población de Israel en toda su historia. Pero si sustituimos las letras de la frase “todos los hijos de Israel” (en hebreo: rs kl bny ysr’l) por sus corres  pondientes valores numéricos, da precisamene 603.550.

Con lo cual, diciendo que salieron 603.550 el autor quiso afirmar que salieron todos los hijos de Israel.

San Mateo también trae uno de estos juegos. Divide a los antepasados de Jesús en tres series de 14 generaciones cada una, y agrega al final: “El total de generaciones son: desde Abraham a David 14 generaciones; desde David hasta el destierro 14 generaciones; desde el destierro hasta Cristo 14 generaciones” (cf. 1, 17). Pero esto es imposible. Mateo pone sólo tres nombres para cubrir los 430 años de esclavitud en Egipto. Y sólo dos ascendientes para llenar los tres siglos entre Salomón y Jesé.

Es que a propósito confeccionó artificialmente estas lis tas para que dieran sólo 14 generaciones, ya que 14 es el número gemátrico del rey David: D (= 4) + V (= 6) + D (= 4) = 14. Y como se esperaba que el futuro Mesías fuera descendiente de David, el evangelista quiso decir que Je sús es el “triple David”, y por lo tanto el Mesías total, ver dadero descendiente de David.

El más famoso juego bíblico de gematría lo trae el Apo

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calipsis, con el número 666 de la Bestia (cf. Ap 13, 19). El mismo libro aclara que se trata de la cifra de un hombre. Y quien se oculta detrás de ésta no es otro que el emperador  Nerón, ya que si transcribimos “Nerón César” en hebreo obtenemos: N (= 50) + R (= 200) + W (= 6) + N (= 50) + Q (= 100) + S (= 60) + R (+ 200) = 666.

Y el Verbo se hizo escritura

A ningún cristiano le resulta extraño que Jesús, la Pala  bra de Dios, se haya hecho hombre. Menos aún que haya

vivido como un hombre de su tiempo. Al contrario, es nor mal imaginarlo vestido con las túnicas del siglo I, alimen tándose con las comidas de su época, y utilizando los me dios técnicos y de movilidad de entonces.

Pero en cambio a mucha gente le cuesta entender que la Biblia, que también es Palabra de Dios, se haya encarnado en la cultura e idioma de entonces. Piensan que habla co mo nosotros, con nuestras expresiones y nuestra mentali dad. Y no es así. Como Cristo se encamó en un hombre de hace 2.000 años, la Biblia también habla como la gente de hace 2.000 años. Y así como resultaría ridículo imaginar a Jesús de saco y corbata, viajando a Jerusalén en taxi, y transmitiendo sus sermones por radio, también es ridículo interpretar a la Biblia literalmente con nuestras categorías mentales, como hace mucha gente. Debemos situamos en la mentalidad y cultura de los judíos de aquella época.

(18)

De esta manera, cuando nos encontremos con números o cifras en la Biblia debemos preguntamos si se trata de una cantidad, un simbolismo, o un número gemátrico. Es to nos ayudará a desentrañar mejor el sentido de la Palabra de Dios. Y con ella, el mensaje que tiene para nuestra pro  pia vida.

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¿CON QUIÉN SE CASÓ CAÍN,

EL HIJO DE ADÁN Y EVA?

 El primer homicida

Cuenta la Biblia que, al poco tiempo de ser expulsados del Paraíso, Adán y Eva engendraron dos hijos, Caín y Abel (cf. Gn 4). El mayor se dedicaba a la agricultura y el menor era pastor. Los dos hermanos eran muy religiosos, y le ofrecían a Dios los frutos de sus trabajos: Caín los pro ductos del campo y Abel los primeros nacidos del rebaño.

Pero a Dios, sigue diciendo el Génesis, sólo le agradaba la ofrenda de Abel, no la de Caín. No se aclara la razón de tal preferencia, ni cómo los jóvenes se enteraron de las di ferencias que Dios hacía. Sólo describe el enojo y la amar gura de Caín ante la actitud de Dios. Entonces Dios se di rigió a él con una frase misteriosa: “¿Por qué andas irrita do y pones tan mala cara? Si haces el bien, podrás levantar la cabeza. Pero si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar” (v. 7).

Pero Caín no quiere escucharlo, y comienza a alimentar el odio contra su hermano Abel. Hasta que un día lo invita a ir al campo, y allí lo ataca y lo mata.

(20)

 La expulsión de los cultivos

Dios, entonces, se le presenta a Caín y lo interroga: “¿Dónde está tu hermano Abel?” Y Caín responde con su famosa frase: “No sé. ¿Acaso soy el guardián de mi herma no?” Dios le contesta: “La sangre de tu hermano clama a mí desde el suelo. Por eso quedarás maldito y expulsado de la tierra que ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú mataste. Aunque labres la tierra, no volverá a darte sus fru tos, y andarás errante por el mundo” (v. 10-12).

Caín toma conciencia de lo que hizo, y lanza un grito de  profundo dolor: “No puedo soportar semejante culpa. Aho

ra me echas fuera de esta tierra, y tendré que vagar por el mundo lejos de tu presencia. Y cualquiera que me encuen tre me matará” (v. 13-14).

Dios, conmovido ante su llanto desesperado, con un ac to de bondad promete vengarlo siete veces si alguien inten ta matarlo, y le pone una señal de protección y salvación,  para que quien lo vea lo reconozca y lo respete. Así, Caín

sale de la tierra que solía cultivar, y se refugia en el desier to, donde es condenado a una vida errante y de sufrimien tos.

Una figura desfigurada

Al leer así este capítulo, se desprende una figura de Caín distinta a la que la tradición nos había acostumbrado.

(21)

 No aparece tan malo ni perverso, como tampoco vemos en ningún lado que Abel haya sido bueno, como siempre he mos creído.

Que Dios haya preferido las ofrendas de uno más que las del otro no significa que uno era bueno y el otro malva do, sino se debe a una libre elección de Dios. Tal elección no suscitaba, entre los antiguos, problemas de moralidad, ni de bondad. Para ellos era una experiencia cotidiana ver muchas veces al rey, al faraón o al emperador, hacer lo que mejor les pareciera con las personas sin que ello significa ra injusticia alguna, ni desprecio a los demás, ni maldad  para con ellos.

Ha sido más bien la tradición, como consecuencia de una valoración negativa de Caín, la que ha interpretado su grito, que en realidad es de dolor y penitencia, como si fue ra de desesperación y obcecación que dijera: ‘‘mi pecado es tan grande que no merezco perdón”, lo cual no concuerda con el texto.

Y para peor, el signo de misericordia y salvación que Dios le coloca para protegerlo, fue entendido como signo de maldición y de vergüenza ante el pecado cometido.

 El enigma de una esposa

Pero sobre todo llama la atención una serie de contra dicciones y detalles incoherentes a lo largo del relato.

(22)

Comienza diciendo que Caín era labrador y Abel pastor de ovejas (v. 2). Pero si ambos hermanos son hijos de los  primeros hombres, eso es imposible. Según la paleontolo

gía, los primeros seres humanos que aparecieron sobre la Tierra hace 2.000.000 de años, vivían de la caza, de la pes ca, y de los frutos espontáneos del suelo. La domesticación de animales sólo surgió 10.000 años a. C., y la agricultura más tarde aún, unos 8.000 a. C. ¿Cómo podía Caín cono cer la agricultura y Abel ser pastor?

En el v. 4 se cuenta que Abel ofrecía a Dios los prime ros nacidos de su rebaño y la grasa de los animales. Pero fue en el monte Sinaí, muchos siglos después, cuando Dios le ordenó a Moisés que el pueblo le ofreciera los primogé nitos de los rebaños (cf. Ex 34, 19) y las grasas de los ani males (cf. Lv 3, 12-16). ¿Cómo podía ofrecer Abel lo que áun no estaba mandado?

Más adelante Caín invita a su hermano a salir juntos al campo (v. 8). Pero ¿acaso habitaban ya en ciudades, cuan do no existían más que ellos dos y sus padres?

Luego de su crimen Caín exclama: “Cualquiera que me encuentre me matará” (v. 14). ¿Quién va a poder matarlo, cuando hasta Abel murió y no existen más que Adán y Eva?

Pero quizás lo que más ha asombrado a los lectores de la Biblia es leer en el v. 17 que “Caín se unió con su mu  jer, y ella quedó embarazada”. ¿De dónde sacó una mujer

Caín? Algunos han llegado a suponer que se trata de Eva,

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¡nada menos que su propia madre!, ya que en esa época no habría estado prohibido el incesto.

Todo esto ha perturbado durante siglos a la gente, que se hace tales preguntas.

 El héroe Caín

Hoy los estudios bíblicos enseñan que la historia de Caín presenta tantas incoherencias, porque pasó por tres etapas sucesivas, hasta terminar dónde hoy está, en el Gé

nesis. En un principio era un relato popular, transmitido oralmente, e independiente del de Adán y Eva. En él se na

rraba la vida de un antiguo héroe llamado Caín, que vivió en una época ya avanzada de la humanidad. Por eso se ha  blaba de ciudades construidas, de un culto a Dios desarro llado, de naciones enteras que poblaban la Tierra, y se mencionaba la agricultura y la ganadería.

La historia comenzaba con el nacimiento de Caín, y contaba cómo el día en que vino al mundo, su feliz madre lo celebra con una frase de mucha estima y cariño: “He ad quirido un hijo varón con la ayuda del Señor” (Gn 4, 1). Quizás se trataba, en el cuento original, de un ser semidi-vino, bastante conocido en el antiguo oriente. Que era una figura famosa se deduce porque, en la Biblia, se acostum  bra a explicar el nombre de las personas importantes. Y el

Génesis da una explicación del nombre “Caín”, diciendo que significa “adquirir”.

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Cuando el niño se hizo grande, se convirtió en el funda dor de una famosa tribu beduina, llamada de los “cainitas”, que habitaba en el desierto, al sur de Israel.

La historia incluía también su casamiento, quizás con alguna de las muchas jóvenes pertenecientes a los clanes que por entonces habitaban el desierto, y el nacimiento de su hijo Henoc (4, 17).

 El homicida Caín

Esta historia que los cainitas contaban de su fundador, Caín, era conocida por sus vecinos los israelitas. Pero és

tos la modificaron.  j

En efecto, a éllos les llamaba la atención el hecho curio-so de que tales beduinos vivieran en pleno desierto, apar tados de las tierras cultivadas. Y que por no encontrar en

sus áridos territorios los medios suficientes de subsisten cia, se dedicaran al pillaje y al saqueo.

Se preguntaban, pues: ¿por qué los cainitas llevan una vida tan penosa y errática, lejos de la tierra prometida y

 bendecida por Dios? Y se respondían que se trataba de un  j

castigo de Dios, que los había condenado a vivir errantes

 por algún delito cometido por su fundador. ¿Qué clase de  j

delito? No lo sabían, pero como los cainitas asolaban per manentemente los cultivos de sus tribus hermanas de raza, imaginaron que el delito de Caín era contra su hermano.

(25)

Debido a que los cainitas adoraban a Yahveh, igual que los israelitas, pusieron en el relato que “Caín ofrecía a Yah veh sus frutos”.

Estos beduinos eran famosos por las terribles venganzas que perpetraban contra quien mataba a uno de sus miem  bros. Por eso añadieron en el cuento: “Cualquiera que ma

te a Caín lo pagará siete veces” (v. 15).

Es posible que manifestaran externamente su pertenen cia a la tribu por medio de un signo o tatuaje. Por eso, el texto refiere que Caín tenía una señal “para que nadie que lo encontrase lo atacara” (v. 15).

Para completar el relato faltaba aún un detalle: agregar la figura del hermano asesinado. De este modo, imagina

ron en el cuento a Abel.

 El hermano que faltaba

Es así, como esta historia entró en una segunda etapa. A aquel legendario héroe llamado Caín, fundador de los cai nitas, la tradición hebrea lo fue convirtiendo, poco a poco, en un fratricida castigado por Dios a vivir errante. Esto ex  plica muy bien algunas particularidades del relato.

Ante todo, el hecho de que en la narración bíblica el  protagonista principal sea Caín. En efecto, sólo de él habla; es el único que desempeña un papel activo; y únicamente con él conversa Dios. En cambio, Abel es una figura deco

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rativa; su papel es secundario y sin importancia; no dice una palabra, sólo padece; Dios no le habla nunca; y su úni ca razón de ser en el cuento es la de complementar el pro tagonismo de su hermano.

Por otra parte, que del nombre de Abel no se dé ningu na explicación, como se hizo con Caín. Más aún, en hebreo su nombre significa “nulidad”, “vacío”, es decir, algo sin consistencia. Resulta tan anodino, que ningún otro perso naje bíblico lo volvió a utilizar jamás.

 Plagio en nombre de Dios

Tiempo después, en épocas del rey Salomón, la historia de Caín pasó a una tercera etapa. Un anónimo escritor ju dío que la conocía, se dio cuenta de que ofrecía muchas po sibilidades. Ese labrador expulsado de la tierra cultivable, y condenado a vagar errante para siempre, se prestaba a las mil maravillas para profundizar la explicación sobre la pre sencia del mal en el mundo. Y, con algunos retoques, resol vió agregarla a continuación del relato de Adán y Eva, a  pesar de las incoherencias con las que quedaría, como el

hecho de que aparezca tomando mujer, cuando ahora Caín era la tercera persona de la humanidad.

Es que, ante la angustiosa pregunta sobre el por qué existe el mal, por qué hay sufrimiento, por qué los hombres deben soportar tantas penurias, nuestro autor había respon dido con la historia de Adán y Eva: porque el hombre ha

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desobedecido a Dios; comiendo del fruto prohibido, ha  preferido su propia voluntad a la del Creador y cortó rela

ciones con Él.

Sin embargo, este diagnóstico era aún insatisfactorio.  Nuestro autor lo sabía. Decir que sólo cuando el hombre  peca contra Dios se produce un desorden en el mundo, era decir la mitad. En cambio, con la historia de Caín, conde nado a una vida penosa y dura por faltar contra su herma no, pudo completar su enseñanza, diciendo que el mal tam  bién va creciendo en el mundo por los delitos contra los de

más hombres.

Por ello, al hablar de Abel destaca con insistencia su condición de “hermano”, que es lo único que le interesa. Es

tan obsesiva esta idea, que llega a repetirla hasta siete ve ces en ese breve texto. Como si quisiera enseñar que todo hombre, cualquier hombre, por formar parte de la humani dad, es hermano del resto de los hombres.

 El segundo pecado original 

El relato de Adán y Eva tenía cuatro partes: a) mandato de Dios (no comerás del árbol de la ciencia del bien y del mal); b) desobediencia del hombre (tomó de su fruto y co mió); c) castigo de Dios (por haber hecho esto...); d) espe ranza de salvación (Yahveh vistió al hombre y a su mujer con túnicas de piel).

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El de Caín y Abel tiene la misma estructura: a) manda to de Dios (si obras bien podrás levantar la cabeza, pero si no...); b) desobediencia del hombre (Caín mató a su her mano); c) castigo de Dios (maldito serás lejos de este sue lo.. .); d) esperanza de salvación (Yahveh puso una señal a Caín para que nadie lo atacara).

Es decir, intenta proponer el mismo tema que el relato de Adán y Eva: el origen del mal. Pero ahora con una res  puesta distinta. En aquél, el escritor sagrado explicaba que

el mal en el mundo dependía de las relaciones del hombre con Dios. En ésta, en cambio, completa la información, y añade que el mal no nace únicamente por la ruptura del hombre con el Creador. Hay como un segundo “pecado original”: es el de la ruptura de relaciones con el hermano. Por eso en la narración de Adán y Eva, es la voz de Dios la que advierte a los primeros padres que han pecado. En cambio, en la de Caín, es la sangre de Abel la que lo acu sa: “Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo.”

La pregunta de con quién se casó Caín no tiene, pues, ninguna importancia. Éste era un dato que pertenecía al re lato primitivo, y que quedó descolocado al ser insertado aquí. Lo importante era su mensaje.

(29)

 Para que lo sepa el rey

La enseñanza de la historia de Caín es realmente revo lucionaria para su época. Pretende dejar sentado que el cri men contra el hermano es tan grave como el delito contra Dios. Que la responsabilidad del hombre para con su pró  jimo es la misma responsabilidad que tiene frente a Dios.

Como dijimos, el autor inspirado escribe esta página de la Biblia durante el gobierno del rey Salomón. En esta épo ca, tanto la clase gobernante como los funcionarios y los sacerdotes, enseñaban oficialmente que uno era un buen is raelita si cumplía sus obligaciones para con Dios. Se insis tía en ofrecer los sacrificios en el templo, pagar los diez mos, y prestar servicios al rey, representante de Dios. Pero el rey, con el pretexto de servir a Dios, explotaba al pueblo, abusaba de él y lo empleaba gratuita y desvergonzadamen te en las canteras, para la construcción de sus palacios y sus grandes edificios.

El autor de este texto, al colocar aquí el relato de Caín, completa osadamente esa doctrina emanada del palacio, denunciando que, según Dios, para ser un buen creyente es necesario también preservar la vida de los hombres, sus hermanos, cuidarla y velar por ella.

(30)

 La ampliación de Jesús

La leyenda de Caín, insertada a continuación de la de Adán y Eva, fomentó la enseñanza del respeto al hermano con el mismo afán con que se respetaba a Dios.

Pero los judíos consideraban hermano sólo a los demás  judíos, no al resto de las naciones. Por ello Jesús, muchos siglos más tarde, volvió a actualizar esta misma enseñanza. Cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más im  portante de la Ley, contestó que no era uno, sino que eran

dos: amar a Dios con todo el corazón, y amar al prójimo como se ama uno mismo. Y cuando le preguntaron quién era el prójimo, amplió la interpretación de esta palabra y la extendió a todos los hombres con los que, en el camino de la vida, uno puede encontrarse (cf. Le 10, 25-37).

Muchas veces, sobre todo en los siglos pasados, los cristianos hicieron hincapié únicamente en el primer man damiento, el del amor a Dios, y descuidaron gravemente el segundo, del respeto a los hermanos. Hoy en día, a menu do los cristianos tienden a acentuar el segundo, el de la asistencia a los hombres, y olvidan el primero del trato con Dios.

Desde el fondo de la prehistoria bíblica, el cuento de Caín nos enseña que, para encontrar el equilibrio de la vi da, es necesario tener presentes a los dos.

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¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LOS DIEZ

MANDAMIENTOS?

 No están todos los que son

Los protestantes suelen acusar a la Iglesia católica de haber cambiado los diez mandamientos. Afirman que, tal como aparece en la Biblia (cf. Ex 20, 2-17), el 2.° manda miento dice “no te harás imágenes ni escultura alguna de cuanto hay en los Cielos, ni en la tierra, ni en las aguas, ni debajo de la tierra” (v. 4), y que los católicos lo han supri

mido.

Esto en parte es verdad. Pero entonces ¿tienen ellos au toridad para hacer tal cosa? Si queremos aclarar esta cues tión, hay que estudiar la historia de los mandamientos.

Cuenta el libro del Éxodo que, al verse libre de la escla vitud de Egipto, el pueblo de Israel caminó durante tres meses por el desierto hasta llegar al pie del monte Sinaí. Moisés subió a la cima, donde se le apareció Yahveh, y en medio de truenos, temblor de tierra, fuego y resonar de

trompetas, le entregó los mandamientos.

 Los doce mandamientos

La misma Biblia enseña claramente que los

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mientas son diez (cf. Dt 4,13; 10,4). Pero aquí está la pri mera dificultad: no aparecen enumerados. Y cuando los contamos nosotros, en realidad no aparecen diez, sino do ce mandamientos. Estos son:

1.°: No tendrás otros dioses fuera de mí (Ex 20, 3).

2°: No te harás escultura ni imagen alguna (v. 4).

3.°: No te postrarás ante ella ni le darás culto (v.5).

4.°: No tomarás el nombre de Yahveh tu Dios en vano (v.7).

5.°: Recuerda el día del sábado (v. 8).

6.°: Honra a tu padre y a tu madre (v. 12). 7.°: No matarás (v. 13).

8.°: No cometerás adulterio (v. 14). 9.°: No robarás (v. 15).

10.°: No darás falso testimonio contra tu prójimo (v. 16). 11.°: No desearás la casa de tu prójimo (v. 17a).

12.°: No desearás la mujer de tu prójimo (v. 17b).

 En busca de los diez

Si la Biblia aclara que eran diez los mandamientos, ¿có mo hay que contarlos para que resulte este número? Judíos y cristianos debatieron el tema desde antiguo, y propusie ron diversos modos de enumerarlos.

Los primeros intentos fueron los del judío Filón de Ale

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 jandría y del historiador Flavio Josefo, ambos del siglo I. Según ellos, el 1.° mandamiento es el que manda tener un solo Dios (v. 3). El 2 ° prohíbe hacer imágenes y el postrar

se ante ellas (v. 4-5). El 3.° ordena no tomar el nombre de Dios en vano (v. 7). El 4.° prescribe santificar el día del Se ñor (v. 8). A los que van del 5 ° al 9.° los enumeran como

están (v. 12-16). Y el 10.° sería todo el v. 17, es decir, el no desear la mujer del prójimo ni codiciar los bienes ajenos.

Esta clasificación distinguía cuatro mandamientos para con Dios y seis para con el prójimo, y fue aceptada por va rios escritores cristianos antiguos, como Orígenes, Tertu liano y san Gregorio Nacianceno. Y es la que actualmente siguen los protestantes luteranos, calvinistas y anglicanos.

 La propuesta judía

Sin embargo, el judaismo oficial no la aceptó. Cuando los rabinos escribieron el Talmud, su libro sagrado, propu sieron otra manera de contarlos. Consideraron el v. 2, que en realidad no es ningún mandamiento, sino el prólogo o  presentación del Decálogo (“Yo Yahveh, soy tu Dios, que

te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la esclavi tud”) como si fuera el 1.° mandamiento. Luego, para for mar el 2.° reunieron los tres siguientes, o sea, la prohibi ción de tener otros dioses, de fabricarse imágenes, y de  postrarse ante ellas (v. 3-5). El 3 ° mandaría no tomar el

nombre de Dios en vano, y el 10.° reúne en uno solo la co

(34)

dicia de la mujer del prójimo y de los bienes ajenos.

Todos los judíos adoptaron esta segunda división, tam  bién de cuatro mandamientos para con Dios y seis para con

los hombres.

 La propuesta cristiana

Pero en el siglo V, san Agustín, uno de los mayores doc tores de la Iglesia, propuso una tercera división de los man damientos. A semejanza de los rabinos del Talmud, afirma  ba que los preceptos de no tener otros dioses, no fabricar

se imágenes, y no postrarse ante ellas, eran en realidad un solo mandamiento dicho de diversas maneras pero referido a lo mismo: evitar la idolatría o el culto de falsos dioses. Por eso entendía que había que juntar los tres (v. 2-6) y ha

cer un solo mandamiento. Pero éste no sería el 2.°, como  para los rabinos, sino el 1.°.

Así, Agustín coloca como 2.° mandamiento el siguien te de no tomar en vano el nombre de Dios, y como 3.° el de santificar las fiestas. Pero por haber juntado los prime ros mandamientos, ahora le faltaba uno para completar la lista de diez. Entonces desdobló el 9.° mandamiento del v.

17 en dos preceptos distintos: el 9.° que prohibía desear la mujer del prójimo, y el 10.° referido a los otros bienes del  prójimo. Fue el primero en proponer en este versículo dos

mandamientos distintos.

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La nueva clasificación de Agustín, sólo reconocía tres mandamientos para con Dios, mientras que los otros siete eran para con el prójimo. Según él, una razón de conve niencia lo llevó a esto: con tres preceptos referidos a Dios quedaba mejor “insinuada” la Santísima Trinidad.

Esta tercera manera de dividir los mandamientos fue se guida por casi todos los teólogos cristianos y estudiosos medievales, y se impuso luego en la Iglesia católica.

 Para aprender el catecismo

A partir del siglo XVI, cuando comenzaron a divulgar se los catecismos populares, se vio la necesidad de hacer memorizar a la gente los diez mandamientos como examen de conciencia para la confesión y como aliciente para la vi da espiritual. Pero así redactados aparecían desactualiza dos, ya que pertenecían a una época en la que los israelitas tenían aún una moral primitiva. No tenían en cuenta el pro greso de la revelación que Jesús había traído con su vida y sus enseñanzas.

Por ejemplo, el Decálogo mencionaba a “otros dioses”  porque en ese entonces los israelitas creían que realmente

existían otras divinidades para los demás pueblos; pero hoy ya sabemos que existe un único Dios para todas las re ligiones. Hablaba de no hacerse imágenes, mientras que en el Nuevo Testamento, Cristo es la imagen de Dios invisi  ble (cf. Col 1, 15), y por lo tanto, es lícito a los cristianos

(36)

expresar su fe con imágenes. Mandaba santificar el sábado, mientras los cristianos conmemoraban como día de salva ción el domingo, cuando Cristo venció a la muerte.

La Iglesia, pues, resolvió elaborar un nuevo Decálogo  para el catecismo, mejorándolo con lo que Cristo había su  perado del Antiguo Testamento, de la misma manera que

habían quedado suprimidos de la vida cristiana los sacrifi cios de animales del Antiguo Testamento, el degüello de ovejas, la quema de novillos y las sangrientas matanzas diarias de corderos en el Templo.

 Mandamientos para cristianos

En la nueva lista se suprimió del 1.° mandamiento lo de los otros dioses, y fue formulado de una manera positiva y más perfecta: “Amar a Dios sobre todas las cosas.”

El 2.°, de las imágenes, quedó eliminado pues su signi ficado era el mismo que el del anterior: no caer en el culto

de cosas que reemplacen a Dios. Su lugar fue ocupado por el mandamiento que seguía de no tomar el nombre de Dios en vano.

Del 3.°, sobre santificar un día de la semana en memo ria del Señor, sólo se modificó el día. En vez del sábado se impuso el domingo, por la resurrección de Cristo.

El 6.° prohibía el adulterio, es decir, tomar una mujer ca sada. Pero no estaba prohibido unirse a cualquier mujer sol

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tera. La iglesia lo convirtió en la prohibición más profunda y exigente de “no fornicar”, es decir, se proscribió la rela ción con cualquier mujer que no fuera la propia esposa.

El 7.° “no robarás”, que en el lenguaje hebreo se refería al secuestro de una persona, se convirtió en el más genéri co de “no hurtar”, que incluía cualquier clase de propiedad.

El 8.° aludía exclusivamente a no dar falso testimonio en los juicios. Por ello se le agregó “ni mentir”, para adap tarlo a cualquier otra circunstancia de la vida.

Finalmente el 10.°, que ordenaba no desear a la mujer ni a los demás pertenencias del prójimo, fue desdoblado en dos: el 9.°, referido en primer lugar y solamente a la mujer, y el 10.° sobre los demás bienes del hombre.

De esta manera la Iglesia reelaboró y actualizó el elen co de los 10 mandamientos, para que pudieran estar a la al tura de la nueva moral cristiana. Por eso es que no coinci de la lista de los mandamientos de la Biblia con la que nos enseñaron en el catecismo. Pero ¿puede la Iglesia cambiar los diez mandamientos?

 El catecismo de los israelitas

Para responder a esta cuestión es necesario ver cómo aparecieron estos diez manadamientos en el pueblo de Is rael. La Biblia cuenta que Moisés los recibió en el monte Sinaí, y los entregó después al pueblo en una solemne ce

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remonia. Pero si los analizamos cuidadosamente, vemos que en realidad parecen no corresponder a la época de Moisés, época de peregrinación por el desierto y de vida

nómade.

¿Qué sentido tiene, por ejemplo prohibir desear la “ca sa” del prójimo, cuando ellos como peregrinos aún no ha  bitan en casas, sino en tiendas?; sólo cuando estuvieron

instalados en la Tierra Prometida edificaron casas de mate rial. El mandamiento de no dar falso testimonio supone

que ya existen tribunales, jueces y procesos legales, cosa imposible durante la travesía por el desierto. Y cuando se ordena descansar el sábado se aclara “no trabajarás ni tú, ni tu hijo, ni tu esclavo, ni tu esclava”; pero ¿cómo podían te ner esclavos, si todos ellos eran esclavos recién salidos de Egipto?

Esto ha hecho pensar a los bibüstas que los diez manda-mientos más bien pertenecen a una época posterior a Moi sés, cuando el pueblo ya estaba instalado en Canaán, orga nizado con normas morales y jurídicas adecuadas a una época más moderna.

En un momento dado, ante la abundancia de leyes y la necesidad de tener una colección breve que tratase los crí menes más graves que ponían en peligro la vida de la co munidad, resolvieron redactar una pequeña lista. Para ello  buscaron, entre sus leyes, todas aquellas que incluían la pe

na de muerte, es decir, que terminaban con la fórmula “así harás desaparecer el mal de en medio de ti”.

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 Los pecados mortales

Si ahora nosotros buscamos en el libro del Deuterono-mio, que contiene aquella legislación antigua, entre las muchas leyes que aparecen podemos descubrir exactamen te los diez mandamientos escondidos. Serían éstas las leyes de donde salieron los diez mandamientos.

Cf. Dt 13, 2-6: Si aparece alguien entre ustedes dicien do: “vamos a servir a otros dioses” distintos de Yahveh, ese hombre debe morir. Así harás desaparecer el mal de en me dio de ti. (Corresponde al 1.° mandamiento).

Cf. Dt 17, 2-7: Si un hombre o una mujer va a servir a otros dioses y se postra ante ellos, o ante el sol, la luna o las estrellas, los apedrearás hasta que mueran. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Corresponde al 2.° mandamiento).

Cf. Dt 17, 8-13: Si alguno no obedece lo que se le man dó en un juicio, en el que se comprometió jurando por el

nombre de Yahveh en vano, ese hombre debe morir. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Corresponde al 3.° mandamiento).

Cf. Dt 21, 18-21: Si un hombre tiene un hijo rebelde, que no obedece a sus padres, lo apedrearán hasta que mue ra. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Corres  ponde al 5.° mandamiento).

Cf. Dt 19, 11-13: Si un hombre mata a otro, el homici

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da debe morir. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Corresponde al 6.° mandamiento).

Cf. Dt 22, 13-21: Si una joven se casa con un hombre, y resulta que no es virgen, la apedrearás hasta que muera. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Corres  ponde al 7.° mandamiento).

Cf. Dt 24, 7: Si un hombre rapta a otro, el ladrón debe morir. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Co rresponde al 8.° mandamiento).

Cf. Dt 19, 16-19: Si un testigo injusto se presenta ante otro y da testimonio falso, lo harás morir. Así harás desa  parecer el mal de en medio de ti. (Corresponde al 9.° man

damiento).

Cf. Dt 22,22: Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Corresponde al 10.° mandamien to, después desdoblado en dos).

“De” Moisés, pero no “por” Moisés

Los diez mandamientos serían un resumen para apren der de memoria las leyes más graves de la comunidad, aquéllas que llevaban la pena de muerte para algún miem  bro del clan. Es decir, la lista de los “pecados mortales”.

Fue confeccionada posiblemente en la época de los jueces alrededor del año 1100 a. C., unos ciento cincuenta años

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después de la muerte de Moisés.

El único mandamiento que no aparece en el Deuterono-mio es el 3.°, sobre el descanso del sábado. Quizás porque antiguamente no era una falta tan grave para ser un “peca do mortal”, y no figuraba en este grupo de leyes. Más tar de, cuando a partir del destierro la observancia del sábado se volvió un criterio decisivo de fidelidad a Yahveh, se lo añadió.

Con el tiempo esta lista tomó tanta importancia entre los hebreos, que comenzaron a atribuírsela a Moisés. Lo cual en parte era cierto ya que Moisés había sido el legislador, y el organizador de toda la vida legal del pueblo. Por lo tanto, decir que Moisés se los había dado en el monte Si-naí, era de alguna manera hacer justicia con quien había si do el gran inspirador de toda la legislación de Israel.

Así, pues, como el pueblo de Israel habría adaptado una serie de mandamientos y se los habría atribuido a Moisés, también la Iglesia, el nuevo pueblo de Israel, cuando lo creyó conveniente reactualizó esos diez mandamientos pa-I ra la vida de los cristianos católicos. En esto sigue la tradi-[ ción de la Biblia.

 El espíritu del Decálogo

- Esto explicaría el misterioso corte brusco que hay en la

narración de los diez mandamientos en el Éxodo. Se dice

í 

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que “Moisés bajó del monte y dijo:” (cf. 19, 25). Y a con tinuación, en vez de hablar Moisés, aparece pronunciando Dios los diez mandamientos: “Entonces Dios pronunció todas estas palabras: (cf. 20. 1). Significa que lo que sigue a continuación, los diez mandamientos dados por Dios a Moisés, no formaban parte del relato original, y que más tarde fueron añadidos en este lugar.

Sea como fuere, una cosa es cierta: los diez mandamien tos se encuentran en la Sagrada Escritura, son plenamente inspirados, y conservan toda la autoridad de la Palabra de Dios, sea que se remonten al propio Moisés, o a las leyes  posteriores de la vida del pueblo hebreo.

Lo que en verdad importa, es que se ponga en práctica todo lo que el texto sagrado enseña: que el hombre adore sólo a su Creador, que no dañe a su prójimo, y que no co dicie sus

bienes.- De Yahveh a Jesús

Una vez un joven le preguntó a Jesús qué debía hacer  para salvarse (Me 10, 17-22). Y el Señor le contestó que cumpliera los mandamientos. Pero sólo le mencionó los  preceptos referidos al prójimo (no matarás, no robarás, no

mentirás). Llama la atención e impresiona la ausencia del 1.° mandamiento en labios de Jesús de seguir sólo a Yah veh, cuando se ve la importancia y centralidad que tenía  para los judíos.

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Pero el diálogo continúa. Como el joven ha observado los mandamientos desde su infancia, Jesús le pide que de  je todo y lo siga a Él. Aquí reaparece el 1.° mandamiento.

Jesús se aplica a sí mismo la antigua exigencia de seguir exclusivamente a Yahveh. Realiza así, una inteipretación nueva y revolucionaria del mandamiento principal, inaudi ta y sólo posible al Hijo de Dios. Seguir a Jesús es, pues, el nuevo Decálogo de los cristianos.

(44)

¿PERMITIÓ MOISÉS EL “OJO POR

OJO Y DIENTE POR DIENTE”?

 La ley más vieja del mundo

 Ninguna ley resulta tan incomprendida como la famosa

 Ley del Talión.  Resumida en la fórmula “ojo por ojo y

diente por diente”, se la considera una de las normas más  brutales y sangrientas que existe, y muchas veces se la ci

ta como ejemplo de salvajismo y venganza.

El Talión es una de las leyes más viejas del mundo. Fue encontrada ya en el Código de Hammurabi, que es el códi

go más antiguo que se haya descubierto completo.

¿Quién era Hammurabi? Un rey de Babilonia, que vivió alrededor del año 1700 a. C., y que ante la inestabilidad ju rídica y social en la que vivían los súbditos de su reino, de cidió promulgar un código, es decir, una colección de sen tencias en las cuales los jueces pudieran inspirarse para im  partir justicia.

Este código, que consta de 282 artículos, grabados en una estela de piedra de 2,25 m de alto, fue hallado por los arqueólogos franceses en 1901, y desde entonces se en cuentra expuesto en el Museo del Louvre.

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Tres veces de la Biblia

Quinientos años después de Hammurabi, Moisés tam  bién dio al pueblo de Israel una serie de prescripciones y

leyes. Y entre ellas incluyó la terrible y brutal Ley del Ta itón. Tres veces aparece mandada en la Biblia.

La primera, cuando los israelitas acamparon frente al monte Sinaí. Allí ordenó: “Se cobrará vida por vida, ojo  por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, moretón por moretón” (Ex 21, 23-25).

Algunos meses más tarde, también en el monte Sinaí, volvió a ordenar su cumplimiento diciendo: “El que cause alguna lesión a su prójimo sufrirá la misma lesión: fractu ra por fractura, ojo por ojo, diente por diente. El que mate

a un animal, devolverá un animal. El que mate a un hom  bre, morirá” (Lv 24,19-21).

La tercera vez que esta ley aparece, es en la llanuras de Moab años más tarde, cuando los hebreos están por lanzar

se a la conquista de la Tierra Prometida. Moisés, a punto de morir, los reúne por última vez y les manda: “Harás pagar vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por ma no, pie por pie” (Dt 19, 21).

Por eso, esta ley recibió el nombre de “Talión”. Porque si uno había hecho “tal” cosa (= talis, en latín), se le daba “tal” castigo.

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Venganzas desgarradoras

Al leer estos pasajes, muchos cristianos se sienten es candalizados. ¿Cómo es posible que la Biblia proponga la Ley de Talión, y nada menos que tres veces? ¿Cómo Dios, que inspiró las leyes de Moisés, pudo sugerirle que inclu yera una norma tan cruel?

Para responder a esta cuestión, es necesario tener en cuenta tres elementos.

Primero, que en el antiguo Oriente existía una práctica muy extendida, que casi se había convertido en ley sagra da: la ley de la venganza. Pero esta costumbre se cumplía de manera tal, que las venganzas eran siempre mucho ma yores que las ofensas hechas.

Si, por ejemplo, en una pelea alguien cortaba un dedo a otro, sus parientes le cortaban al ofensor un brazo. Y si uno  perdía la pierna, su clan le cortaba al adversario las dos, o

inclusive la cabeza.

En el caso de que una persona diera muerte a una oveja de su vecino, éste podía llegar a matar todo el rebaño del otro. Y si se mataba a un hombre, sus familiares lo repara  ban matando al asesino, a su mujer y a sus hijos.

 A falta de policía

Un ejemplo de estas tremendas venganzas, practicadas

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en épocas primitivas, lo encontramos en el libro del Géne sis. Allí se cuenta que Caín, luego de matar a su hermano Abel, huye y se esconde. Entonces una voz, que en el libro aparece como de Dios, pero que en realidad sería de la pro  pia tribu de Caín, exclama: “El que mate a Caín, deberá pa

garlo siete veces” (4, 15).

Y el colmo de estas sangrientas venganzas lo tenemos en un cántico compuesto por Lamec, el hijo de Caín, que decía: “Yo maté a un hombre por una herida que recibí, y a un joven por un moretón que me hizo. Porque si Caín se rá vengado siete veces, Lamec lo será setenta y siete ve ces” (Gn 4, 23-24).

Tales prácticas pueden resultamos demasiado sanguina rias. Pero en una época en que no existía la policía, ni una

autoridad central que pusiera orden en la sociedad, el te mor de tales venganzas buscaba desalentar los crímenes y frenar cualquier intento de robo o de violencia.

Ahora bien, si es cierto que el temor a estas venganzas  ponía orden en la sociedad, por otra parte se prestaba a in

numerables abusos, y generaba una espiral de videncia tal, que con frecuencia culminaba en guerras y exterminios de tribus y clanes enteros. Un simple golpe en la mejilla po día desencadenar una batalla campal.

La misma Biblia nos relata cómo una joven muchacha llamada Dina, fue raptada y violada por Siquem. Entonces sus hermanos, para repararlo, entraron en la ciudad del vio lador y lo asesinaron a él, a su padre y a todos los jóvenes varones (Gn 34, 1-31).

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Un gran paso para la humanidad 

Ahora sí se aclara el sentido de la Ley del Tallón.  Fue

dada por Moisés con el fin de poner freno a estos abusos. En efecto, mandaba que si a alguien le sacaban un ojo, de  bía sacarle a su rival sólo un ojo, no los dos. Y si perdía un

diente, debía resarcirse sacándole a su adversario un dien te, no toda la dentadura.

La Ley del Talión, pues, a pesar de su apariencia cruel,

en realidad vino a establecer un principio de gran miseri cordia: que la venganza jamás debe exceder la ofensa.

Su propósito original fue el de frenar la reacción de quienes se sentían ofendidos y limitar la venganza. Supu so, pues, un avance sobre la ley consuetudinaria de la ven ganza desmedida, propia de las tribus sin organización ju dicial. Y se dio un paso gigantesco para atemperar la vio lencia personal y social.

El mismo libro del Deuteronomio, en sintonía con el es  píritu de la Ley del Talión, prohibirá incluir en los castigos

a los parientes inocentes: “Los padres no morirán por la culpa de sus hijos, ni los hijos por la de sus padres. Cada cual pagará por su propio pecado” (24, 16).

 No para todo público

El segundo elemento que hay que tener en cuenta para

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entender mejor el sentido de la Ley del Talión, es que no fue dictada para que la aplicaran los individuos particula-res, sino que estaba dirigida al juez, único encargado de aplicarla.

Debemos recordar que los jueces de la época antigua no eran profesionales. No iban a la facultad, ni estudiaban de memoria gruesos libros de Derecho. Muchos de ellos ni si-quiera sabían leer.

Por lo tanto, para impartir justicia necesitaban fórmulas  prácticas, de fácil memorización y aplicación, es decir,

pe-queños “refranes” que les permitieran resolver el mayor número de casos posible.

La Ley del Talión, pues, no fue promulgada para que ca

da ciudadano la aplicara por su cuenta, ni era una carta  blanca para hacer justicia por mano propia. Fue dada para

los jueces, a fin de que ellos decidieran en cada caso, có-mo debían hacerla cumplir. Eso lo afirma el libro del Deu-teronomio (cf. 19, 16-21).

La Ley del Talión no fue pensada para resolver

cuestio-nes personales, como a veces la aplicamos nosotros, sino  para dirimir delitos públicos en presencia de un juez.

Sin tomarla tan a pecho

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El tercer y último elemento que debemos considerar, es que la fórmula “ojo por ojo, diente por diente” nunca fue entendida literalmente.

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Se trataba sólo de una manera de expresar que ningún castigo debía ser superior a la ofensa recibida. Pero queda  ba librado al criterio del juez el elegir la pena justa.

Los jueces judíos afirmaban, con razón, que la aplica ción literal de la Ley del Talión podía mover a injusticias,

ya que se corría el riesgo de privar a alguien de un ojo sa no por un ojo enfermo, o de un diente intacto por un dien te cariado.

Por eso la misma Biblia ya establecía otras penas com  pensatorias menos sangrientas. Por ejemplo: “El que lasti me el ojo de su esclavo y lo deje tuerto, le dará la libertad

a cambio del ojo que le sacó. Y si le hace saltar un diente, lo dejará libre también” (Ex 21, 26-27).

Y más adelante se establece que si un buey acornea a una persona y la mata, los jueces pueden imponerle al due ño del buey solamene una multa (cf. Ex 21, 28-30).

 La nueva ley de Jesús

La Ley del Talión, pues, en su época, fue una norma su

mamente misericordiosa, compasiva y benigna. Significó un enorme avance contra las terribles leyes de la vengan za, y su aplicación hizo progresar enormemente a la huma nidad en su camino hacia la civilización, la convivencia y el progreso de las relaciones humanas.

Pero cuando vino Jesucristo, decidió eliminarla. Porque 51

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entendió que la venganza, por más controlada, restringida y justa que sea, siempre genera nuevos resentimientos. Y  por ello, no tiene lugar en la vida cristiana, ni en el nuevo

orden que vino a instaurar el Señor.

Por eso en el sermón de la montaña, Jesús enseñó: “Han oído que antes se decía: ojo por ojo y diente por diente. En cambio, yo les digo: no le contesten al que les hace el mal. Al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla de recha, preséntale también la otra. Al que te quiera hacer un  juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto. Y si alguien te obliga a acompañarlo un kilómetro, camina dos con él” (Mt 5, 38-41).

Una extraña bofetada

Jesús introduce, así, un nuevo espíritu de perdón y de no venganza. Para explicar cómo funciona, él mismo da tres ejemplos sacados de la vida diaria, pero que no deben to marse literalmente, pues se correría el riesgo de interpretar mal su mensaje.

El primer ejemplo es el de la bofetada, que Jesús aclara que se refiere a la mejilla “derecha”. ¿Qué quiso decir con esto?

Supongamos que una persona está parada frente a otra y quiere darle un golpe en su mejilla derecha. ¿Cómo lo haría? Habitualmente uno utiliza la mano derecha. Por lo 52

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tanto hay una sola manera de hacerlo: con el dorso de esa mano. Ahora bien, según la ley rabínica, pegar con el dor so de la mano era más humillante e insultante que hacerlo con la palma.

Por lo tanto, lo que quiso enseñar Jesús fue que aun cuando alguien nos dirija el insulto más grande y vergon zoso, no debemos responder con otro insulto del mismo ti  po. En la vida no recibimos con frecuencia bofetadas, pero

sí agravios y ofensas, a veces desmedidas, equivalentes a un golpe con el dorso para un judío. El cristiano es el que ha aprendido a no experimentar resentimientos ni buscar venganza alguna.

El verdadero discípulo de Jesús, es el que ha olvidado lo que significa ser injuriado. Ha aprendido de su Maestro a no tomarse nada como un insulto personal.

 La túnica y el manto

En el segundo ejemplo, dice que si alguien nos hace un  juicio para quitarnos la túnica debemos darle también el

manto.

Aquí también hay mucho más de lo que aparece super ficialmente. La “túnica” era una especie de vestido largo, generalmente hecho de algodón o lino, que se usaba sobre el cuerpo y llegaba hasta las rodillas. Hasta el hombre más  pobre poseía generalmente más de una túnica para cam-53

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 biársela frecuentemente. En cambio el “manto” era una  prenda rectangular, hecha de tela gruesa. Durante el día se la usaba sobre los hombros como parte del vestido exterior, y durante la noche como manto para dormir. Por lo gene ral se tenía un solo manto.

Ahora bien, la ley judía establecía que a un deudor se le  podía quitar con un juicio la túnica. Pero nunca el manto, ya que podía ser pobre, y tener sólo eso para abrigarse de noche (cf. Ex 22, 25-26).

Al ordenar Jesús simbólicamente que un cristiano entre gue también su manto, quiso decir que no debe vivir pen-  j

sando permanentemente en sus derechos, sino en sus debe- j res. No debe vivir obsesionado por sus privilegios, sino por i

sus responsabilidades. El verdadero discípulo no es el que |  pone “sus derechos” por encima de todos, cuidando que no j

se lo “atropelle” en lo más mínimo. Es el que sabe pospo- :¡ ner aun sus derechos, cuando de esta forma puede ganar a

alguien para el Maestro.  j

 Lo que le pasó al Cireneo \

 j

 \  En el tercer ejemplo, Jesús habla de la “obligación” de ' acompañar a alguien un kilómetro. Esta imagen, que a no- ] sotros nos parece extraña, resultaba familiar en Palestina j

en la época de Jesús. ;

Palestina era un país militarmente ocupado. Y los ciu- ' 54

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dadanos de un país ocupado tenían la obligación de prestar cualquier tipo de servicio a las tropas de ocupación. Desde darles alimentos o alojamiento, hasta llevar mensajes o una carga a algún sitio. En cualquier momento un judío podía

sentir sobre su hombro el toque de una lanza de un solda do romano. Y con esto sabía que su obligación era servir al

soldado que lo llamaba, en todo lo que él necesitara.

Esto fue lo que le ocurrió a Simón de Cirene un día que venía del campo: fue obligado a cargar con la cruz de Je sús, que caminaba hacia el calvario.

Lo que quiso decir Jesús fue que no debemos cumplir nuestras obligaciones con amargura y rencor. Si se nos en comienda una tarea que no es de nuestro agrado, no debe-, mos asumirla como un deber odioso, rechazando interior mente a quien nos la pidió. Ya que prestaremos el servicio, debemos ofrecerlo con alegría. Y no lo mínimo indispen

sable, sino ir más allá, tratando de cumplir con lo que real mente se nos ha querido pedir.

El que hace una obra de bien pero resentido y mal dis  puesto, no ha comprendido aún lo que significa la vida

cristiana.

 Ahora sí, para todos

Estas enseñanzas de Jesús no son ideales ni teóricas. Son verdaderos mandamientos que el Señor propone a sus seguidores.

Referências

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