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Einstein y Ortega: la interpretación por Ortega y

Gasset de la teoría de la relatividad.

José Gómez

_________________________________________ I.- Introducción: contextualización histórica. Ortega y la ciencia. II.- El Filosofar en Ortega y el perspectivismo.

III.- Significación histórica de la teoría de la relatividad en Ortega.

IV.- Consideraciones finales: teoría de la relatividad versus física cuántica: realismo y subjetividad en la ciencia.

I.- Introducción: Contextualización histórica. Ortega y la ciencia.

El presente año 2005 se cumplen cincuenta años desde la muerte de Ortega y también cien años desde la publicación por Einstein de su “teoría de la relatividad especial”. La coincidencia histórica de ambos genios, su pertenencia a un mismo cuerpo generacional –aspecto, éste, el de la generación, de suma importancia en el pensamiento orteguiano [1]- es un dato relevante, como también lo es la marcha del joven Ortega a Alemana para su ampliación de estudios a partir, precisamente, de 1905. A este respecto, se ha escrito que “cuando Ortega se marcha a Alemania en 1905 es principalmente porque Alemania es el país de la ciencia” [2].

Alemania era para Ortega, en efecto, el paradigma del clasicismo científico, basado en los fundamentos del método de la razón físico-matemática, el que, a su joven criterio de entonces, serviría para luchar contra el casticismo hispano en su afán de que la España de primeros de siglo alcanzase finalmente la modernidad [3]. Tras su paso por Alemania, las contribuciones al impulso de la ciencia en España por parte de Ortega fueron importantes. En relación con Einstein, baste mencionar que Ortega propició que aquél viniera a la Residencia de Estudiantes en 1923 para exponer sus modernas teorías. Ortega le presentó y fue traduciendo del alemán las palabras del prestigioso científico.

La iniciativa más personal de Ortega fue la Revista de Occidente. Nacida en julio de 1923, no es desdeñable la atención que prestó a las ciencias, especialmente a la física. En la colección “Nuevos hechos, nuevas ideas”, 1 Sobre la importancia de la noción de generación en Ortega, puede verse “En torno a

Galileo”.

2 Véase el artículo de Javier Zamora Bonilla “El impulso Orteguiano a la ciencia

española”, en Circunstancia. Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Investigación Ortega y Gasset, número 6-enero 2005.

3 José Ortega y Gasset, “Cartas de un joven español”, carta a Julio Cejador desde

Marburgo del 26-VII-1907”.

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aparecieron nueve obras sobre física, entre ellas: H. Weyl, ¿Qué es la materia?, 1925; H. A. Kramers y H. Holst, El átomo y su estructura según la teoría de N. Bohr, 1925; F. Nolke, La evolución del universo, 1927; B. Russell, Análisis de la materia, 1931; A. March, La física del átomo, 1934 [4].

El interés de Ortega por la teoría de la relatividad quedó plasmado en su trabajo un excepcional, con el título “El sentido histórico de la teoría de Einstein” [5], trabajo publicado en 1924 como apéndice a su obra “El tema de nuestro tiempo”, lo que no es nada casual, porque en el cuerpo principal de la obra se expone uno de los elementos más relevantes de la filosofía Orteguiana, el del raciovitalismo, con el que intenta superar el idealismo imperante en la filosofía y en la ciencia desde Descartes y modular la vertiente del vitalismo que se abría paso con fuerza –entre otros con Bergson- en la filosofía y en la psicología a principios del siglo XX.

Así, la teoría de la relatividad es, para Ortega, una demostración aplicada a la física de muchos de sus postulados, porque la relación entre una obra científica y su obra filosófica nace en Ortega de su afán por la comprensión de lo global, y, en efecto, nos dirá que “una doctrina científica no nace, por obvios que parezcan los hechos donde se funda, sin una clara predisposición del espíritu hacia ella. Es preciso entender la génesis de nuestros pensamientos con toda su delicada duplicidad. No se descubren más verdades que las que de antemano se buscan. Las demás, por muy evidentes que sean, encuentran ciego al espíritu”. []

Pero antes de adentrarnos en la visión orteguiana de la teoría de Einstein, no está de más –por el contrario, es muy conveniente- prestar atención al peculiar estilo filosófico de Ortega, su visión de la filosofía. Esto nos puede ayudar a comprender no sólo el interés de Ortega por la teoría científica, sino también lo que él consideró una sintonía entre la teoría de la relatividad y su teoría perspectivista de la realidad.

II.- El Filosofar en Ortega y el perspectivismo.

Quizá Ortega y Gasset estaba pensando en el Filosofo cuando describe a su héroe cotidiano en su obra "Meditaciones del Quijote": siempre a la escucha de lo que las cosas y los otros seres humanos nos dicen acerca de sí. Efectivamente, el filósofo no debería limitarse a las meras estructuras lógicas y ontológicas presuntamente perennes y dogmáticas, sino que debe abrirse a todo lo que anida en la sociedad de su tiempo, al análisis de “lo circunstancial”. En esto Ortega fue un paradigma; analizó todo posible fenómeno a su alcance, desde la misión del marco de un cuadro hasta la novísisma -en aquel tiempo- teoría de la relatividad de Einstein, el arte, la historia, los movimientos sociales o la política.

4 Evelyne López Campillo, La Revista de Occidente y la formación de minorías

(1923-1936), Taurus, Madrid, 1972.

5 Salvo que se indique otra cosa, las citas a Ortega entrecomilladas y en cursiva

corresponde a este trabajo.

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“¿Qué es, como vivir, filosofar? Ya hemos visto vagamente que es un desvivir -un desvivirse por cuanto hay o el Universo-, un hacer de sí lugar y hueco donde el Universo se conozca y reconozca”. [6]. O También: “El realismo está agotado. Por otra parte no es posible seriamente una regresión tras él. Yo no veo otra salida que dar un paso más en el sentido realista, a saber: que el tema sea no la realidad sino una realidad. [7].

Así, el filosofo sería como ese héroe orteguiano: frente a la figura acomodaticia del hombre tardomoderno (el hombre light de Rojas, el hombre unidimensional de Marcuse), analiza la realidad en sus múltiples perspectivas y ejerce una labor transformadora, pero teniendo siempre en cuenta la realidad sobre la se quiere ejercer la transformación. El filósofo sería, pues, no solo un pensador reflexivo, sino uno que ejerce su reflexión desde la "autenticidad" de su análisis inmerso en la realidad circundante, circunstancial y circunstanciada. “Mi obra –dice Ortega- es por esencia y presencia, circunstancial. Con esto quiero decir que lo es deliberadamente, porque sin deliberación, y aun contra todo propósito opuesto, claro es que jamás ha hecho el hombre cosa alguna en el mundo que no fuera circunstancial.” [8]

Pues bien, como es sabido, uno de los rasgos medulares del pensamiento orteguiano es –junto al raciovitalismo, que tiene su origen en él- el del perspectivismo. El propio Ortega fija [9] en la introducción al primer espectador lo que sería una de sus exposiciones iniciales de esta doctrina –tratada con amplitud por Ortega en obras posteriores-. Allí nos dirá, en su peculiar estilo, que la realidad sólo puede aprenderse desde el análisis de diversas perspectivas complementarias en cada fenómeno:

“La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces...Pero la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo. Aquélla y éste son correlativos, y como no se puede inventar la realidad, tampoco puede fingirse el punto de vista. La verdad, lo real, el universo, la vida –como queráis llamarlo– se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha sabido ser fiel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo. Y viceversa: cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles, somos necesarios (...). Dentro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada individuo es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles. La realidad, pues, se ofrece en perspectivas individuales.”.

6 José Ortega y Gasset, ¿Qué es la filosofía?. 7 José Ortega y Gasset, El estilo de una vida. 8 José Ortega y Gasset, a una edición de sus obras.

9 Así lo señala Ortega en “El sentido histórico de la teoría de Einstein”, apéndice

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Como puede apreciarse, el perspectivismo no tiene únicamente una vertiente metodológica, sino también vitalista y ética; esta doctrina tiene como elemento de referencia al ser humano y su proyección vital, porque el análisis de las perspectivas multiformes y complementarias no es nada sin la “autenticidad”, sin lo que aquí Ortega llama ser fiel a cada punto de vista, aspecto que, por cierto, y suele pasar desapercibido, Ortega anuncia como una labor nada sencilla al hablar de resistencia “a la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria”.

Otro tanto puede vislumbrarse de texto clave y tópico del circunstancialismo orteguiano, que, citado en forma completa, es el siguiente: "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus es, leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, ésta: ‘salvar las apariencias’, los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea". [10]

Es importante destacar esto, a los efectos de este trabajo, porque el perspectivismo es justamente para Ortega uno de los nervios esenciales en la teoría de la relatividad de Einstein, con la que, en la versión filosófica, histórica y estética, coincide el pensamiento de Ortega. Si esta teoría científica aparentemente –como tal teoría- no salva nada, resulta capital para Ortega, sin embargo, en el devolver al ser humano un sentido de la realidad que no es siervo del subjetivismo: “La teoría –dice Ortega- de Einstein es una maravillosa justificación de la multiplicidad armónica de todos los puntos de vista. Amplíese esta idea a lo moral y a lo estético y se tendrá una nueva manera de sentir la historia y la vida”.

A modo de conclusión, el perspectivismo de Ortega no se limita a ese conjunto de elementos que, desde perspectivas históricas, culturales y sociales, nos constituyen, sino que incluye también en nuestra "circunstancia" cualquier otro elemento de la vida cotidiana, particular y propio del sujeto al que le afecta y que, con tanto derecho como los anteriores, le constituye en su individualidad radical y originaria. La consecuencia será que no hay ningún dato de la realidad, por particular que se pueda considerar, que pueda quedar fuera de la reflexión filosófica.

Dicho todo lo anterior, deviene ya el momento oportuno para analizar la significación para Ortega de la teoría de la relatividad.

III.- Significación histórica de la teoría de la relatividad, según Ortega.

Dice Ortega que, “aparte de su verdad o su error, una teoría es un cuerpo de pensamientos que nace en un alma, en un espíritu, en una conciencia, lo mismo que el fruto en el árbol”, y que podemos, pues, “estudiar aquella teoría con la misma intención que el botánico cuando describe una planta…. atentos exclusivamente a filiar la nueva especie, el nuevo tipo de ser viviente que en él sorprendemos”. Este análisis nos descubrirá, según Ortega,

10 José Ortega y Gasset, “Meditaciones del Quijote”. 4

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el sentido histórico de la teoría de la relatividad, lo que ésta es como fenómeno histórico.

El pensador español salió en 1927 al paso de los más importantes lugares comunes que, en la incomprensión inicial de una teoría ciertamente compleja, planeaban sobre la noción de relatividad en la física. La incomprensión era en aquel tiempo pareja a la desconfianza que en muchos científicos generaba la teoría. De hecho, el premio Nóbel con que fue galardonado Einstein en 1921 no se debió propiamente a la teoría de la relatividad, sino a las aportaciones que el científico supuso para el desarrollo de la física cuántica, una teoría con la que, por cierto, Einstein se manifestó en oposición en cuanto sus postulados más esenciales sobre la caracterización de la materia y su negación del realismo local.

Para Ortega rasgos principales de la teoría de la relatividad son los siguientes: 1.- Absolutismo. 2.- Perspectivismo. 3.- Antiutopismo o antirracionalismo. 4.- Finitismo. 1.- Absolutismo.

La más notoria confusión que puede sufrir la relatividad de Einstein es, a criterio de Ortega, que “se la interprete como un engendro más del viejo relativismo filosófico que precisamente viene ella a decapitar”. Confundir relatividad con relativismo ontológico, relativismo del ser en general y de sus propiedades trascendentales, es el equívoco que ante todo quiere deshacer Ortega.

Para el pensador español, la relatividad de Einstein es estrictamente inversa al relativismo de Galileo y Newton. Para éstos todas las determinaciones que efectivamente poseemos quedarán descalificadas como meras apariencias, como valores relativos al punto de comparación que el observador ocupa. Sin embargo, en Einstein, al negar la existencia de los inasequibles absolutos en el espacio, el tiempo y la transferencia, las determinaciones concretas, libres ya de la comparación con lo absoluto, se convierten en las únicas que expresan la realidad.. Pero como esta realidad relativa no es simple apariencia, es la única que hay, resultará, a la vez que relativa, la realidad, absoluta.

Así, en Ortega, “relativismo aquí no se opone a absolutismo; al contrario, se funde con éste….. merced a su relativismo consigue una significación absoluta… Para el viejo relativismo, nuestro conocimiento es relativo, porque lo que aspiramos a conocer (la realidad tempo-espacial) es absoluto y no lo conseguimos. Para la física de Einstein nuestro conocimiento es absoluto; la realidad es la relativa ..…...Por consiguiente, conviene ante todo destacar como una de las facciones más genuinas de la nueva teoría su tendencia absolutista en el orden del conocimiento”.

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2.- Perspectivismo.

Lo que más me sorprende a Ortega en 1924 es que no haya reparado nadie todavía en este rasgo capital de la obra de Einstein, que se interpretaba como un paso más en el camino del subjetivismo. Estaría aquí está el equívoco que durante dos siglos, cuando menos, ha desviado toda la filosofía, y con ella la actitud del hombre ante el universo.

Para Ortega, la teoría de Einstein ha venido a revelar que la ciencia moderna padecía un agudo provincianismo. No se trata, pues, de reincidir en una interpretación subjetivista del conocimiento, según la cual la verdad sólo es verdad para un determinado sujeto. Lo que ocurre es que una de las cualidades propias a la realidad consiste en tener una perspectiva, esto es, en organizarse de diverso modo para ser vista desde uno u otro lugar. Indigna a nuestro pensador que “en todas las lenguas y en todos los giros se ha repetido que Einstein viene a confirmar la doctrina kantiana, por lo menos en un punto: la subjetividad de espacio y tiempo. Me importa declarar taxativamente que esta creencia me parece la más cabal incomprensión del sentido que la teoría de la relatividad encierra”.

Ortega explica la radical diferencia entre perspectivismo y subjetivismo. La perspectiva es el orden y forma que la realidad toma para el que la contempla. Sí varía el lugar que el contemplador ocupa, varía también la perspectiva. Ciertamente, si no hay un sujeto que contemple, a quien la realidad aparezca, no hay perspectiva. Pero esto no quiere esto decir que sea subjetiva. Esta explicación orteguiana se acerca bastante, no obstante, al fenomenalismo de Husserl, al señalar que la realidad responde apareciendo al sujeto consciente cuando aquélla choca con éste. Aunque quizá cabe apreciar en Ortega un paso más: la apariencia se convierte, así, en una cualidad objetiva de lo real, es su respuesta a un sujeto, que es, además, diferente según la condición del contemplador. Es de este modo cómo en Ortega la perspectiva, el punto de vista, adquieren un valor objetivo; no son deformaciones que el sujeto imponía a la realidad.

3.- Antiutopismo o antirracionalismo.

La misma tendencia que en su forma positiva conduce al perspectivismo, en su forma negativa significa hostilidad al utopismo: la ciencia, cuyo único placer es conseguir una imagen certera de las cosas, pueda alimentarse de ilusiones.

“La desviación utopista de la inteligencia humana se produce, según Ortega, dondequiera llegue a exacerbación el racionalismo. La divergencia entre las cosas y las ideas puras es tal, que no puede evitarse el conflicto. Pero el racionalista no duda de que en él corresponde ceder a lo real. Esta convicción es la característica del temperamento racionalista.”

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Pero ¿por qué considera Ortega que la teoría de Einstein no es racionalista e, incluso más, se trata de una visión antiracionalista?. Este es uno de los aspectos más complejos de la visión orteguiana de Einstein. La explicación de Ortega resulta aún más compleja porque recurre a lo que denomina un breve rodeo para aclarar la cuestión, en el que implica a Kant y a científicos como Galileo, Newton Michelson, Riemann, Lobatchewski y Lorentz.

Dice Ortega que la ley geométrica que proclama la homogeneidad inalterable del espacio, cualesquiera sean los procesos que en él se producen, entra en conflicto riguroso con la observación, con el hecho, con la materia. Una de dos: o la materia cede a la geometría o ésta a aquélla. A este respecto, el pensador español opone a Lorentz y Einstein, situados ante el mismo experimento. Lorentz, representando en este punto el viejo racionalismo, cree forzoso admitir que es la materia quien cede y se contrae. Einstein adoptaría –señala Ortega- la solución contraría. La geometría debe ceder; el espacio puro tiene que encorvarse.

Esto es lo que significa la teoría de la relatividad para Ortega. Según éste, frente al pasado racionalista Einstein invierte la relación inveterada que existía entre razón y observación. La razón deja de ser norma imperativa y se convierte en algo instrumental.

Ciertamente, se trata de una visión original de uno de los postulados más importantes de Einstein: el relativo a las causas de la fuerza de la gravedad. Si ésta había sido descubierta por Newton, el científico alemán explica su caracterización mediante la curvatura del espacio y tiempo por la materia, lo que para Ortega supone una capital inversión ontológica. El espacio no contrae a la materia, sino al revés; lo que es tanto como que la idea, la razón, no puede contraer a la realidad, sino a la inversa.

4.- Finitismo.

Es para Ortega la consecuencia la más clara y patente. Mientras el pasado utopista lo arreglaba todo recurriendo al infinito en el espacio y en el tiempo, la física de Einstein acota el universo. El mundo de Einstein tiene curvatura, y, por tanto, es finito.

Para Ortega se trata de otro viraje fundamental: la infinitud del cosmos fue una de las grandes ideas excitantes que produjo el Renacimiento. El mundo se limita, lo que sugiere todo un estilo de vida opuesto al usado. Hay evidentemente en esta propensión al finitismo una clara voluntad de limitación, de antipatía a los vagos superlativos, de antirromanticismo.

IV.- Consideraciones finales: teoría de la relatividad versus física cuántica: realismo y subjetividad en la ciencia.

Junto a la teoría de la relatividad, la física cuantía es la mayor aportación a la física moderna y, como la primera, nace a principios del siglo XX, teniendo

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como pórtico de iniciación la obra de Max Plank de 1900. Ambas, no obstante han polemizado, de forma a veces descarnada, sobre la noción de “realidad”.

Ortega no alude a la física cuántica en su trabajo sobre la teoría de la relatividad, ni tampoco a la polémica visión de la realidad de la primera en su relación con el sujeto observante. Esto es disculpable, porque si bien cuando Ortega publica su obra “El Tema de nuestro tiempo” la física cuantía estaba ya en pleno desarrollo, sus conclusiones más sorprendentes acerca de la realidad y la conciencia del observador fueron realizadas con posterioridad a la publicación de aquella obra.

La física cuántica viene a decir que las cosas existen solo cuando son observadas. Es así que la interpretación de la escuela de Copenhague consiste en dos partes:

1. No existe la realidad en ausencia de observación. 2. La observación crea la realidad.

Pero surge la pregunta entonces de ¿qué es una observación? O ¿cuáles son las características que una observación debe tener para poder crear la realidad?. La respuesta a estas surge con la máxima del físico John Wheeler, que separa lo real de lo no real diciendo: Ningún fenómeno es un fenómeno real hasta que el mismo es observado. Esta creencia de que la realidad es creada por el observador se lleva al extremo de que, tanto Bohr como Winger, dicen que la conciencia es la variable oculta que decide qué resultado tiene lugar efectivamente en el acontecimiento considerado. No es el momento de analizar en profundidad la polémica entre física cuántica y teoría de la relatividad, ni los esfuerzos –hasta ahora frustrados-de la física contemporánea por encontrar “una teoría frustrados-de la unificación” frustrados-de las dos teorías. Pero sí interesa destacar el acierto de Ortega al erigirse de forma tan temprana contra las visiones más extendidas de la relatividad de Einstein como “subjetivista” o relativista en el sentido filosófico. La oposición del científico a la negación por la mecánica cuántica de la llamada “realidad local”, a su análisis meramente probabilísitico de la realidad (Dios no juega a los dados, diría el científico alemán), ni el papel tan preponderante que en la misma se da al observador como creador de la realidad (¿basta el cerebro observante de un ratón?, preguntaba irónicamente Einstein), nos dan idea del acierto de Ortega en la caracterización –mucho antes de su conocimiento general más cabal- de Einstein y su teoría, en un momento en el que se decía, con razón, que, aparte del propio Einstein, casi nadie comprendía la relatividad.

Resulta claro que joven meditador de entonces que era Ortega y Gasset era uno de quienes de forma temprana comprendieron la relatividad en la física. Sirva este trabajo para rendirle un tributo por ello.

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