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Construcción de un modelo metodológico para el estudio del Cuerpo y sus emociones en una Región minera Chilena

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Construcción de un modelo metodológico para el estudio del Cuerpo y sus

emociones en una Región minera Chilena

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Jimena Silva Segovia1, Kimberly Nuñez, Armando Tapia2, Raúl Ramirez y Cristian Escuela de Psicología Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile - 1 jsilva@ucn.cl; 2 respinoza@ucn.cl Resumen. En esta investigación se propone un modelo de emociones y género, el cual permite analizar la experiencia subjetiva del cuerpo de hombres y mujeres en el contexto minero. El diseño de este modelo contiene sinérgicamente una aplicación de estrategias cualitativas con una perspectiva feminista; observación, mapas corporales intertextuales y grupos de conversación. Con los hallazgos en sus diferentes articulaciones, se puede comprender como hombres y mujeres en diferentes trabajos, pero ambos están vinculados a la minería son posicionados como “animals laborans”. Concluimos que la relación entre estos emerge desde las demandas de sus cuerpos explotados, aquellos que expresan y reprimen las emociones en una performance interaccional.

Palabras clave: Emociones; modelos metodológicos; mujeres en comercio sexual; trabajadores mineros; Chile.

Construction of a methodological model for the study of the Body and its emotions with a gender perspective in Chilean mining areas

Abstract. In this research a model of emotions and gender is proposed, which allows to analyze the subjective experience of the body of men and women in a mining context. The design of the model contains the synergistic application of qualitative strategies with a feminist perspective; observation, intertextual body maps and conversation groups. With the findings in their different articulations, one can understand how men and women in different jobs, but both linked to mining are placed as "animals laborans". We conclude that the link between them emerges from the demands of their exploited bodies, those that express and repress emotions in an interactional performance.

Keywords: Emotions; methodological models; women in the sex trade; mining workers; Chile.

1 Introducción

Históricamente, Chile se ha caracterizado por mantener una estabilidad y monopolio económico-industrial relacionado al sector minero. En sus inicios fue la extracción del “oro blanco” en los depósitos de salitre, ubicados principalmente en la zona norte del país, en las regiones de Tarapacá y Antofagasta. Actualmente ha sido la explotación del cobre, destacando las regiones de Atacama y Antofagasta, siendo esta última donde se concentra el 54% de la producción nacional anual. A nivel mundial, Chile se sitúa como el mayor productor cuprífero del mundo, produciendo el 34% de la totalidad de este mineral en el 2016. En este sentido, según la Comisión Chilena del Cobre (COCHILCO, 2017), éstas han sido las principales fuentes de comercio y mantenimiento socioeconómico que ha tenido el país. Los beneficios económicos del extractivismo, han traído costos asociados a la explotación laboral del cuerpo del hombre minero (HM)2, debido al sistema de trabajo

por turnos y las condiciones ambientales de frío extremo, sol inclemente y trabajos subterráneos, que exponen sus cuerpos a los riesgos nocivos de la faena afectando su salud integral. En este sentido, el HM es propenso a padecer silicosis, neumonías, algunos tipos de cáncer, metales pesados en la sangre, entre otros. Por último, la salud mental se ve afectada con estados de depresión,

1 Esta investigación forma parte del Proyecto Fondecyt 1180079 2 HM sigla utilizada para hombre minero

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ansiedad, sentimientos de soledad, alcoholismo, violencia, entre otros (Silva, 2008; Silva y Salinas, 2016; Klubock, 1998). El HM también resulta ser un personaje icónico en lo que respecta a la cultura minera y se ha caracterizado socialmente por asistir a bares, cantinas y casas del comercio sexual, luego de terminar los turnos laborales. Así también es descrito como pendenciero, consumista, alcohólico, desordenado y solitario (Klubock, 1998). Esta última característica junto a la sensación de explotación laboral, da cabida a la búsqueda de consuelo, compañía e intercambios afectivo-sexuales con mujeres en el comercio sexual (MCS)3, quienes actúan como canal de desahogo y contención de

las emociones de incomprensión en sus relaciones afectivas (Silva, Castillo, Cabrera, Cámara y Buttckovich, 2017). En este escenario de relaciones emocionales mercantilizadas y de alto consumo, la hegemonía masculina ha favorecido una reproducción de la imagen del HM como sexualmente activo y dominante (Carabí y Armengol, 2008), posicionándolo desde una esfera de poder y privilegios, a través del dinero y la capacidad viril. Por otro lado, las MCS se posicionan desde el poder corporal, sexual y emocional; sin embargo, socialmente, han sido posicionadas y simbolizadas como sujetos cosificados, marginales y excluidas de la sociedad, sin ser reconocidas como sujetos de derecho debido a la deslegitimación del comercio sexual. Resulta relevante mencionar, que tanto la MCS como el HM, comparten las cicatrices de un sistema neoliberal que constantemente explota y mercantiliza sus cuerpos, generando en éstos una serie de emociones, malestares físicos y psicológicos que se ven permeados por el contexto hegemónico masculino de la minería chilena. Asimismo, la díada se desenvuelve en una sociedad de consumo, que genera una tensión de poderes, propiciando el vínculo y la apropiación de los recursos en disputa: cuerpo y dinero (Rodríguez, 2012; Silva, 2008). Considerando el escenario descrito, nos proponemos responder la interrogante: ¿Cómo las MCS y los HM expresan las emociones producidas por sus interacciones corporales?

1.1 El animal Laborans4

Con Byung-chul Han (2012) hemos comprendido la nueva organización y propósito de la sociedad del rendimiento, la que se asemeja a las estructuras de la sociedad chilena. En ellas, al sujeto se le impulsa a concentrar su vida en el trabajo remunerado, en pos de lograr el estatus que le posicione socialmente como un sujeto de reconocimiento. Además, otorga una pseudolibertad, donde los sujetos implicados imaginan poseer control sobre sus decisiones y su futuro. Sin embargo, ellos están limitados a las estructuras y condiciones sociopolíticas que incitan a producir, consumir y explotar sus cuerpos. La sociedad emergente de esta organización, es denominada por Han como “la sociedad del cansancio”. En este sentido, la analogía que realiza el autor lleva al sujeto contemporáneo hacia la lucha por los recursos, como en la selva. El animal salvaje, desarrolla su vida en base a una hiperatención que le permite sobrevivir, estando alerta de todos los estímulos que pudiesen representar una amenaza para su actividad. En el caso del HM y la MCS, éstos parecen actuar de manera similar, generando un “multitasking”, que les permite mantener sus cuerpos funcionando y produciendo el capital que necesitan para sustentar sus vidas de consumo. La analogía del

3 MCS sigla utilizada para Mujeres en el comercio sexual

4Con el surgimiento del modelo económico y político neoliberal, la sociedad del fordismo, basada en la producción de masas, se transforma en una sociedad de rendimiento, concentrada en la producción del capital. Esta sociedad de rendimiento y producción, otorga mayor valor simbólico a la adquisición de bienes y a la posición social que tendrá un sujeto en base a su capacidad productiva, priorizando el consumo y la productividad a través de la explotación de los cuerpos. Esta transformación del fordismo hacia la concentración del capital, no sólo trajo consigo un cambio en la producción, además implicó una conversión en las relaciones sociales, caracterizándose por el individualismo y la ganancia personal. Respecto al sector minero y el comercio sexual del norte de Chile, igualmente responden a esta nueva estructura y organización rígida del trabajo, por lo que se refuerza el desarrollo de relaciones mercantilizadas y de competencia entre los HM y MCS, basadas en la adquisición económica y en las inequidades sociales.

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salvajismo, conduce al reconocimiento de los sujetos como animales laborantes (Animal laborans), quienes concentran su atención netamente en la producción, reproduciendo lo ya existente, que los mantiene de cierta manera en una zona de confort. En esta misma línea, el autor plantea que existe un espacio de reflexión crítica, reconocimiento y comprensión, un espacio de interioridad, al que denomina “aburrimiento profundo”. La sociedad del cansancio limita este proceso, producto de la auto-explotación laboral en la que se encuentran los sujetos. De este modo, la interioridad es desplazada y el éxito se asocia exclusivamente, a la posición social alcanzada en función de un sacrificio/esfuerzo sin límite, desarrollado bajo un ideal de “nada es imposible” y “siempre-poder-más”, que moviliza a los sujetos a estas lógicas de competencia (Le Breton, 2010).

1.2 El cuerpo y sus espejos de género

Cada cultura elabora sus propios mandatos de género, esto supone que en la construcción subjetiva, ocurren procesos donde cada individuo va aprendiendo su género. Al asumir alguna posición, se desarrollan actitudes, emociones e interpretaciones que le son propias según los parámetros sociales asociados al género asumido (Fuller, 1993). Le Breton (2002) plantea que los sujetos crean corporeidad a partir de los fenómenos sociales y de género que le son significativos. Comprendiendo el “cuerpo” como la materialidad que se significa y se construye en base a una cultura que le otorga sentido y valor a las experiencias, al espacio físico que ocupa, a las interacciones que desarrolla, a los imaginarios y movimientos sociales en los que se inserta. El cuerpo se convierte en el territorio donde se plasman los movimientos del alma, se encarnan los rasgos del carácter y las emociones que emergen con las experiencias subjetivas. Siguiendo esta idea, la corporeidad, a lo largo de la historia, se ha entendido como la posibilidad del hacer, sentir, pensar y querer, implicando integralidad al momento de relacionarse con otros y con el mundo que le rodea. A partir de esas relaciones va construyendo un mundo de símbolos y significados que se manifiestan a través de su cuerpo (Le Breton, 2010; Zubiri, 1986; Parrini, 1992). Los cuerpos de la diada han sido explotados y vulnerados por el sistema económico de consumo deshumanizado de la cultura minera (Silva, 2008). Al insertarse en el mundo laborante se constituyen en significados emergentes de un espacio basado en la valoración del prestigio social, la estética y los bienes materiales. A partir de esta valoración, los símbolos construidos socialmente, conforman los cimientos de una identidad subjetiva, situada en un contexto minero androcéntrico, que opera bajo un modelo de alienación económica y laboral, anclados al trabajo por los beneficios que otorga el dinero y una ficción de seguridad laboral (Le Breton, 2002; Silva y Espinoza, 2014).

1.3 ¿Cómo las emociones se dibujan en el cuerpo?

En el escenario antes descrito, las emociones emergen involucrando a dos o más sujetos, cuya interacción implica gestos, ritmos y cogniciones que mantienen una energía emocional, producto de una retroalimentación recíproca (Rizo, 2015). Se producen expresiones corporales, performadas. Cuando hablamos de performance seguimos las propuestas de la literatura anglosajona, la cual pone énfasis en las actuaciones y ejecuciones culturales de los sujetos y su contexto social, ubicando a cada una de ellas en dramaturgias situacionales, en el campo de la antropología no se alejaría en mucho de la noción artística del performance principalmente por concebir la trama social como representaciones simbólicas puestas en escena por cada persona, en distintas situaciones y escenografías específicas. Se da cabida a un sentido de pertenencia y un vínculo entre los sujetos, por lo que las emociones resultan ser reacciones ante estructuras de significados, relacionadas con sus experiencias y el contexto en donde se sitúan (Frijda, 1988). Sin duda las emociones son un elemento psicológico pero son, en mayor medida, un elemento cultural y social (Illouz, 2007, p. 16).

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En ese sentido, las emociones se expresan de diversas formas acorde a cómo se vive el género, cómo se han incorporado los derechos y se ha educado al cuerpo (Silva, 2012). En los cuerpos explotados y mercantilizados de la MCS y del HM, se manifiestan las emociones emergentes del contrato socio-sexual, convirtiendo los movimientos corporales en un lenguaje de orden simbólico, en los que se reflejan las subjetividades carentes, mediante signos o códigos performáticos, que buscan ser descifrados y comprendidos. Estos cuerpos entrelazados se convierten en una búsqueda mutua, por un lado, el HM busca seguridad, reconocimiento, gratitud y por otro lado, la MCS, dinero y sustento. En este escenario, sus cuerpos, rasgos, gestos y movimientos expresan las emociones encarnadas y matizadas por el alcohol, las luces, el maquillaje, la música y las voces (Le Breton, 2010; Porzecanski, 2008).

2 Diseño Metodológico con enfoque feminista

En esta investigación trabajamos bajo una metodología feminista, con perspectiva crítica, llevando a cabo un análisis de las interacciones y subjetividades que emergieron de los cuerpos y discursos de los sujetos participantes. En sus análisis Harding (1986) pregunta si existe un método feminista. Entendemos que, a pesar de existir divergencias con relación a su existencia o no, nos situamos acorde con aquellas metodologías que se preocupan por ampliar las formas de hacer ciencia, con una preocupación ética y política, teniendo varias formas diferenciadas de estudiar particularidades, micro contextos, experiencias sociales y personales, en consonancia con teorías feministas. Tanto la producción de mapas intertextuales como de discursos, concuerdan como metodologías pues ambas expresan las inscripciones de la cultura en la construcción de sujetividad, a través de su comprensión de estos procesos es posible un análisis político, reflexivo y crítico de la relación del sujeto y la sociedad. Consideranco en este análisis que la mirada de quien investiga el objeto de estudio, por lo tanto, es entendida como limitada y localizada, o sea parte del principio de que “nuestra visión es siempre una cuestión del poder de ver” (Haraway, 1995, p.25). Como protagonistas de relatos, se registraron 20 personas, importa señalar que es una población de difícil consecución. Se realizó un mapeo de locales nocturnos ubicados en el sector centro de Antofagasta, para los primeros contactos. Paralelamente, se activaron redes, mediante el sistema “bola de nieve” (Salamanca y Martín-Crespo, 2007), alcanzando una participación de 20 personas; 11 HM, 6 MCS y 3 Informantes claves (Fundación Margen; ARPEVIH; Sindicato Minera Escondida). Se organizaron cuatro grupos de conversación, una entrevista individual y ocho mapas corporales en un taller con MCS, de los cuales dos fueron utilizados para profundizar los análisis de discurso. El acuerdo de confidencialidad se realizó a través de la firma de consentimientos informados. Los criterios de inclusión del estudio para las MCS se centraron en que fueran residentes en la segunda región de Chile, con rango etario entre 18 a 65 años. Para los HM, que fueran de 18 a 65 años de edad, heterosexuales, con pareja e hijos y que trabajen en sistemas de turnos mineros. Para la realización del mapeo, contactos y reconocimiento del contexto, realizamos periodos de observación en locales nocturnos. A partir de las observaciones y contactos concertamos entrevistas. Con el material de los distintos encuentros, realizamos análisis de discurso (Van Dijk, 2003) con perspectiva de género e identificamos dimensiones emergentes: cuerpo, interacciones mercantilizadas, sexualidad y trabajo. Estas fueron organizadas en una grilla para su reordenamiento en nudos conflictivos, tensiones de género, emociones vinculadas, objeto de búsqueda e interpretaciones. Esta organización permitió avanzar hacia la interpretación (Figura 1.) (Silva, 2012; De Villers, 1999). La grilla se alimentó de fragmentos de relatos para su interpretación, aquellos más significativos sobre el problema estudiado. En el proceso, enfatizamos la búsqueda de emociones vinculadas a la interacción HM-MCS. Con el material seleccionado, elaboramos el modelo de emociones con perspectiva de género (Silva y Lay, 2017). En el modelo se incorpora el cuerpo como un lenguaje que expresa emociones.

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670 Dimensión: Descripción de la dimensión Categorías Personas involucradas Identificación del sujeto Relatos en subcategorías Conflictos y tensiones Emociones vinculadas Objeto de búsqueda Interpretación Síntesis de la dimensión

Figura 1.a: Ejemplo grilla de análisis de discurso. Fuente: Elaboración propia. Nombres Función en la investigación

Jimena Silva Segovia Investigadora responsable y autora Pablo Zuleta Pastor Co – investigador

Ximena Valdés Co – investigadora Tarut Segovia Chinga Coordinador en terreno Estefany Castillo Ravanal Coordinadora y gestión en terreno Kimberly Núñez, Raúl Ramírez, Cristian

Vega, Armando Tapia

Tesistas de pregrado Figura 1.b: Equipo de trabajo investigativo. Fuente: Elaboración propia.

3 Hallazgos

Modelo cualitativo de emociones con perspectiva de género.

En la Figura 2.1 y 2.2 se presentan expresiones y represiones de las emociones de los protagonistas del estudio, acordes a los vínculos que establecen. Estos no sólo se producen en la diada HM-MCS, sino que además simbolizan las inscripciones culturales de género con las que los sujetos se construyen. El vínculo entre la MCS y el HM se construye en un contexto minero regido por un sistema económico-político neoliberal, el que sitúa a los sujetos como animales laborantes, incitando a la mercantilización de las emociones producidas en esta diada. En ellos las emociones pueden ser sentidas y/o ficcionadas a través del cuerpo, en performans. Por un lado, la MCS representa emociones de comodidad, seducción, placer y deseo, reprimiendo emociones de alerta, asco, miedo, rabia y frustración. Por otro, el HM muestra emociones ligadas a satisfacción, seguridad, dominio, placer y lujuria, mientras oculta su inseguridad viril, preocupación y frustración.

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Fig. 2.1: Expresión emocional. Fuente: Elaboración propia

En el modelo se sintetizan la performado de las emociones en el vínculo entre HM-MCS, asigna, reproduce y sostiene los mandatos de género, permitiendo una armonía al momento de relacionarse. En este sentido, ambas performance emergen de manera interdependiente bajo el mismo contexto, haciendo posible que la diada se desarrolle.

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Fig. 2.2: Represión emocional. Fuente: Elaboración propia.

4 Análisis interpretativo de hallazgos.

Con el análisis de los discursos desde una perspectiva feminista se logró visibilizar cuatro dimensiones emergentes: 1. Cuerpo, 2. Interacciones

mercantilizadas, 3. Sexualidad y 4. Trabajo.

Estas permitieron responder a la interrogante ¿Cómo las MCS y los HM expresan las emociones producidas por sus interacciones corporales?

(Sobre el cliente) Es como si uno fuera otra persona, una persona que es coqueta con los ojos, pues los quiere involucrar, ‘vente conmigo’. Rogarle para que vaya con uno, convencerlo, es como coqueta, ‘la vamos a pasar riquísimo. (MCS3, 24, 2, E.)5

(Sobre el HM) El jefe está de cumpleaños entonces eligen una niña pal jefe, la mejor

niña para él… Y nosotras las niñas, claro po, animandoles la fiesta… Son muy divertidos.

(MCS6, 56, 4, CH) Fig. 3: Mapa corporal MCS

En una dinámica enmarcada en la hegemonía masculina, el hombre cliente busca la seducción y el cortejo de la MCS, la cual, en busca del involucramiento del cliente, satisface ese deseo a través de la performance interaccional del cuerpo y el código lingüístico, llevando a cabo una escisión identitaria que da paso al fingimiento de la coquetería, modelaje del cuerpo y el cara a cara a través del lenguaje simbólico de las miradas con el fin de seducir, convencer e involucrar al cliente en la dinámica mercantilizada (Le Breton 2010; Butler 2007; Fuller, 2001; Belliard, 2015).

(Sobre el HM) Hay unos que son tan simpáticos, como otros que son tan brutos que te tratan mal… - Yo me he acercado

a mesas, y no, no, llego a llorar de la rabia. (MCS5, 36, 2, Ch.)

(Sobre el cliente) ¡Creen que uno es de su propiedad! Porque te están pagando (MCS1, 46, 4, E.)

A veces que los quito de encima y les digo “no, no quiero más”, “no, córrase” y me dicen "no morena ya te pagué”. Hay unos que insultan, ¡me coloco mi ropa y me voy porque a veces es demasiado el asco que siento, y ellos siguen! (...) yo ya he corrido varias veces a los clientes y me he puesto mi ropa y me he ido, porque igual (sollozo) yo lo hago por la necesidad. Pero me gustaría darle menos tiempo, pero que me paguen lo que me tienen que pagar (MCS3, 24, 2, E.).

El cliente acude al comercio sexual con la fantasía de satisfacer su deseo. Dentro de este rubro, el consumo y la violencia están íntimamente entrelazadas, efectuándose por medio de la negociación entre el hombre y la MCS. Esta interacción facilita el despliegue del contrato sexual, en el cual, de manera implícita y simbólica se confirma la apropiación del cuerpo de la MCS (Cavalcante y

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Souza, 2012). A través de la mercantilización de los cuerpos, el hombre se posiciona desde el privilegio patriarcal. Su discurso será determinante a la hora del encuentro sexual, la mujer en este juego patriarcal pone sus condiciones y elabora un personaje acorde a la demanda del cliente. Es su momento de poder, en el cual ofrece una parte de su cuerpo por un precio acordado. Producto de esta relación hegemónica, la MCS debe enfrentar la violencia, y la injuria como parte del lenguaje en la interacción. En este plano se auto-aliena a cambio de un pago, en que cliente y MCS se objetivan y en la erotización del cuerpo de ella, aquel se convierte en la mercancía financiable y rentable costeada por el dinero del cliente.

(Sobre el cliente) Decir ‘¡AH, AH!’ (gemidos) para que ellos se sientan bien. (MCS1, 46, 4, E.)

Pero igual uno no siente placer, cuando uno siente placer es con una persona que uno realmente quiere, la pareja de uno, pero en el trabajo... yo creo que ninguna siente placer, uno sabe que a veces tiene que fingir para que ellos sientan, porque si uno no finge dicen "morena tu eres fome". Hacer el amor es con la persona que uno gusta y que el cuerpo desea, no con una persona que el cuerpo le da rabia. (MCS3, 24, 2, E)

(Mapa corporal - refiriéndose a la palabra placer en la zona de la pelvis- ver Figura 3)

No siento placer con el cliente, uno tiene que ir con la mejor cara del mundo, porque si a una la ven enojada no la llevan. Puse “placer” porque hay momentos que a uno le toca actuar que uno siente algo, para que el cliente esté más satisfecho o para que al otro día vuelva y lo llame a uno, pero igual (...) la verdad, me da demasiado asco, pero a uno le toca. (MCS3, 24, 2, E)

En el ejercicio del comercio sexual, la capacidad de desarrollar performances sensuales resulta una herramienta determinante para las MCS, ya que en la dinámica sexual con el cliente, deben ser desplegadas para provocar las sensaciones de satisfacción en él, reforzando su masculinidad como hombre sexualmente activo, viril y dominante; a cambio de recibir un beneficio monetario y prestigio entre los clientes (Gómez, Pérez y Verdugo, 2016). En esta misma línea, la aparición del orgasmo femenino en la dinámica sexual, fingido o no, es representado simbólicamente como la dominación del placer femenino y, por consiguiente, la posesión del cuerpo de la MCS (Fuller, 2001).

En el mapa corporal de la MCS, el rojo es auto interpretado como pasiones negativas, tales como el desagrado y asco al momento de interactuar con eHM. El placer como performance para la satisfacción del HM. En este sentido, la palabra “placer” escrita en rojo, simbolizan emociones, que ocultan una interioridad pura y verdadera (Le Breton, 2010). En la

misma línea, el negro que enmarca la vulva y la pelvis sería la manifestación gráfica de la escisión de la MCS, entre lo intimo del placer y lo representado para el cliente, el negro muestra la dualidad entre lo iluminado y lo oscuro/oculto (Heller, 2004).

Yo cuando entré a la minería, empecé a ir a los locales nocturnos, iba porque todos mis compañeros iban y porque tenía el dinero para gastar. Yo siempre he sido una persona de piel, romántico, cariñoso, y cuando veía que la misma mujer con la que había estado hace unos minutos estaba con otro hombre, eso me provocaba celos y sentimientos negativos. En el fondo yo sabía que ese era su trabajo y que lo que hacían no era real, por eso me sentía incómodo y dejé de ir. La sexualidad para mí se basa en el amor, por eso pinté de rojo las partes que yo considero de ese color. El rojo para mí, significa amor, dolores y pasión. (HM8, 41, 2, Ch.)

Fig. 4: Mapa corporal HM

El relato, revela la adscripción de este HM al modelo de amor romántico; desea exclusividad en la pareja sexual al no obtenerla despliega emociones que tensan la interacción. En el proceso se activan inquietudes por el sentido de propiedad y pertenencia hacia las MCS, provenientes de la construcción hegemónica de masculinidad. El HM reacciona con emociones de desagrado, tristeza y sentimiento de traición. En la autointerpretación atribuye el uso del rojo, como simbolo de la afectividad idealizada orientada hacia la MCS, amor y valoración de los sentimientos, los cuales

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están inscritos en lugares específicos del cuerpo; cabeza, como lugar del pensamiento, corazón como lugar de emociones, el estómago satisfacción y alerta y el pene como lugar del placer y el deseo (Silva, 2008; Fuller, 2001; Heller, 2008). Durante la interacción entre MCS-HM se desarrollan las performatividades de género, que según Butler (2007) son un proceso articulador del sexo, el deseo y las prácticas sexuales. Hemos descubierto que durante estos intercambios mercantilizados, el HM legitima una parte de su estima masculina, mediante la seducción a la MCS, del sentirse deseados y con ello probar-se que son sexualmente activos (Fuller, 2001). En esta interacción, el alcohol juega su papel, ya que su consumo, facilita la performance en el escenario de la búsqueda afectivo-sexual: cariñoso y seductor, divertido. En este sentido, los efectos del alcohol funcionan como un pretexto para el consumo del cuerpo de la MCS (Salinas y Barrientos, 2011). La MCS, en el hombre minero busca, por una parte, obtener beneficios sexuales y ofrecer consuelo, satisfaciendo sus deseos y fantasías. Por otra, busca reforzar su virilidad en el grupo de pares, mediante el ideal de dominación y posesión del cuerpo femenino, sea esta imaginaria o no reproduce los lugares dicotómicos del hombre y la mujer. En este sentido, las mujeres involucradas en estas dinámicas, constituyen de manera secundaria un complemento del hombre en la construcción de masculinidades a partir de relaciones sexuales tanto maritales como extraoficiales. En esta misma línea, el HM mantiene lógicas de interacción con las mujeres, en pos de satisfacer sus necesidades en todo ámbito, así ambas mujeres de la tríada explotan sus cuerpos para el disfrute masculino. Se exigen así mismas en función de satisfacer necesidades sexuales y afectivas del HM; una, desde el trabajo sexual y la otra, en la administración del hogar y la crianza (Olavarría y Valdés, 1997; Fuller, 2001; Silva y Lay, 2017).

Muchas veces “esas” sirven de psicólogas… para muchas cosas. Igual te cobran, si ese es el trabajo de ellas, si ellas lo que tienen que sacar, es dinero, porque a ellas les pagan por eso. Ahí se desahoga el minero, se desahoga, la “mina” puede escuchar un montón de estupideces y a lo mejor está acostumbrada a escuchar, la única finalidad de ella, de su trabajo es sacarle dinero al “compadre” y mientras más lo retenga, más lo trate con cariño, más plata le va a sacar, más trago le va a comprar y va a recibir más sueldo al final. (HM5, 36, 1, Ch.)

En la interacción mercantilizada de la díada, muchos HM buscan satisfacer sus deseos y fantasías eróticas, sin embargo, muchos de ellos no buscan sexo, sino compañía y escucha, mercantilizando la empatía ante la emocionalidad expresada en el ámbito privado de la interacción con la MCS, quien brindará contención y confidencialidad. En este sentido, la masculinidad hegemónica reprime la emocionalidad masculina (Silva y Lay, 2017), por lo que el HM liberará su emocionalidad únicamente en un espacio donde será resguardada su masculinidad, pues la MCS es simbolizada como una “psicóloga” pasiva, con la cual no existe un compromiso afectivo profundo ni riesgo de cuestionamiento en pos de que la transacción afectivo-sexual sea exitosa (Silva, 2008). Entre las experiencias, con el comercio sexual, y en las empresas mineras se conserva un sistema jerárquico de las relaciones de género, éste es legitimado y reforzado por la cultura organizacional minera y la cultura sexual mercantilizada de los bares y nigth clubs. En estos escenarios de consumo los sujetos se desenvuelven constantemente. La mujer que ejerce el comercio sexual es considerada como productora de placeres en función de la calidad del servicio que brinde a los hombres, de su producción estética y de su disposición al vínculo sexual, la belleza y la satisfacción que ella le brinde al hombre son representadas como cualidades que contribuyen a la producción mercantil de sus cuerpos (Salinas, Barrientos y Rojas, 2012).

5 Conclusiones

Respondiendo a la interrogante ¿Cómo las MCS y los HM expresan las emociones producidas por sus interacciones corporales? concluimos que el sistema económico, socio-político neoliberal, organiza y configura a los sujetos (HM-MCS) bajo la lógica del rendimiento corporal y emocional. Así, los sujetos

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Figura 5: Modelo emergente. Fuente: Elaboración propia.

se enfocan en la producción y las emociones son reprimidas y/o asociadas al riesgo laboral. Como

animals laborants en esta diada, requieren de un mecanismo performático, que les permita

continuar la producción y continuar en el consumo de bienes que el mercado les ofrece para sostener sus vidas. Las MCS utilizan la performance de la sensualidad y el deseo como herramienta para ocultar el desagrado, el cansancio que atraviesa su cuerpo y las emociones adversas frente al cliente. Mientras, el HM, en su performance deseante, expresa su intimidad, se expone ante la MCS. Sin embargo, la masculinidad y los privilegios que trae consigo para el HM, no son cuestionados, debido a que la relación con la MCS no implica un compromiso afectivo profundo, y que se enmarcan en un contexto privado. A pesar de expresar lo íntimo, el HM refuerza su masculinidad hegemónica mediante el dinero, las dinámicas de abuso/sumisión, de poder y relaciones de género desiguales, que sustentan el placer masculino. La búsqueda del refuerzo de la masculinidad lleva a los hombres a establecer dinámicas interaccionales que respondan a esta necesidad, que resulta de una interacción ficcionada. La MCS extranjera es “preferida” por el hombre cliente bajo las lógicas de poder/sumisión, que en el imaginario respondería a los requisitos que busca el cliente: afectiva, cariñosa y sumisa. La mayoría de ellas performa este ideal masculino con el cliente, perpetuando prácticas de dominación masculina. En este sentido, el contexto minero antofagastino, reproduce y valida las prácticas de rendimiento, a través de las exigencias socio-simbólicas de género, que recaen sobre los sujetos. Por ello, las emociones que circulan en la díada, son manifestadas y/u ocultadas a través de la performance interaccional de ambos sujetos, que responden al imaginario social y a las exigencias del contexto neoliberal. En la misma línea, la díada reproduce las lógicas mercantiles del contexto sociopolítico donde se sitúa, sosteniendo las estructuras de la organización del trabajo y del género, donde el HM se posiciona socialmente como “activo, dominante, situado en lo público” y la MCS como “un bien de consumo, pasiva, sumisa, exótica, atractiva y dominable”. Las realidades involucradas en la díada son divergentes, sin embargo, comparten algunas posiciones sociales de gran impacto simbólico. Ambos son proveedores y están inmersos en las lógicas capitalistas, explotando sus cuerpos como animales laborantes. Este último punto, es la convergencia

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fundamental de la díada, dando paso a la interacción mercantilizada de las performances. El poder del dinero transversaliza estas dinámicas a los diversos contextos de los sujetos, por un lado, el hombre minero mercantiliza el perdón en sus dinámicas de pareja, a partir bienes materiales que brindan y sostienen un estatus social. Por otro lado, la MCS en sus relaciones de pareja es dominada a partir del dinero y estigmatizada por el imaginario social. En este sentido, tanto en el espacio público como privado, el dinero, el poder y el estatus social, funcionan como mecanismos de control de los cuerpos y las emociones.

Referencias

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