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Mision de la enfermera en los programas sanitarios desde el punto de vista de la Administracion de Salud Publica

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Marzo í957] ENFERMERIA 283 vida en las aldeas es muy dura. A nuestro

juicio, las enfermeras estarían mejor dis- puestas a aceptar empleo en los centros rurales si no se les destinara a ellos más que por períodos limitados; se podría, pues, resolver ese problema a base de enviar a todas las enfermeras de los servicios públicos a ocupar por turno los destinos en las zonas rurales. Muchos estados de la India tienen en su administración un personal de enfer- mería, cuyos miembros podrían ser trasla- dados de un lugar a otro según las necesi- dades. La fórmula está en ensayo con el apoyo de la Asociación de Enfermeras; pero he de reconocer que su aplicación tropieza con bastantes dificultades.

Me he limitado a referirme a algunos de los extremos que las discusiones organizadas en todo el país pusieron más de relieve. Los informes que recogen sus conclusiones más

salientes sirven para preparar la documen- tación destinada al Seminario Regional de Asia Sudoriental sobre Enfermería, que ha de celebrarse en Delhi en agosto del presente año. Pero el interés y el sentido de la res- ponsabilidad suscitados en las enfermeras con la invitación que se les ha dirigido de preparar una documentación que había de ser objeto de una discusión internacional, la oportunidad que se les ha ofrecido de esclarecer sus ideas sobre los diversos as- pectos de la enfermería, la experiencia de los métodos de discusión y de consulta que podrá extenderse a otras materias y la satisfacción de trabajar juntas en la con- secución de un objetivo meritfsimo son ya re- sultados excelentes, cuyos beneficios, no por ser imponderables, dejarán de ejercer honda influencia en el fomento de los servicios de enfermería.

MISION DE LA ENFERMERA EN LOS PROGRAMAS SANITARIOS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA ADMINISTRACION DE SALUD PUBLICA

_--- *. / DR. J. ALLWOOD PAREDES

Director General de Sanidad, El Salvador

Cualquier intento de exponer en resumen la misión de las enfermeras en los programas sanitarios sin tener presente la perspectiva de su evolución histórica carecerá de objeto y de sentido. Prescindiendo de otras muchas consideraciones, la historia nos permite, en efecto, comprender mejor la naturaleza humana, que es precisamente el objeto en que la enfermera ha de aplicar sus conoci- mientos científicos.

El acierto de las conclusiones que se desprendan de este simposio y el valor práctico que en lo sucesivo hayan de tener, ganarán consistencia si se empieza por hacer, aunque sea rápidamente, un examen del desarrollo y de los progresos realizados hasta hoy por la profesión y por el arte de la en- fermería.

La ayuda a débiles y enfermos-que es el fundamento mismo de la profesión-debió manifestarse desde los albores de la vida social.

La necesidad de asistir a quienes eran víctimas del dolor, de la enfermedad y del miedo a lo desconocido estableció un vínculo estrecho entre la práctica de la religión y la de la medicina. Todavía hoy se observa esa íntima asociación en las colectividades primitivas.

Más tarde se había de producir en Grecia el divorcio entre la religión y la medicina, al hacerse ésta racionalista y científica en una atmósfera de libertad de pensamiento más propicia a la especulación filosófica y a la investigación objetiva de las relaciones entre las enfermedades y sus causas. Aunque la civilización romana no aportara progresos notables a la investigación de las ciencias médicas, logró, sin embargo, consolidar los conocimientos adquiridos hasta entonces y ponerlos al servicio de la salud pública.

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mística cristiana se inspiraron la vida y la obra de quienes aparecen hoy como pre- cursores de la profesión de enfermera.

Desde Febe, en Corinto, y Fabiola, en Roma, desde que a principios del siglo XI algunas órdenes militares y religiosas em- pezaron a cuidar a los enfermos hasta la fundación, en 1633, de las Hermanas de la Caridad, la religión dió un impulso constante al desarrollo y al ennoblecimiento de la enfermería.

Es notable la coincidencia histórica de que el arte cristiano de la enfermería haya florecido en una época en que la medicina atravesaba un período de letargo y en que la actitud de la mayor parte de los médicos ante el enfermo se caracterizaba por su arrogancia y por la resistencia que ponían a servirse de las manos para aliviar llagas, heridas y tumores, hasta el punto de que ei desprecio del médico por el trabajo manual hizo de la cirugía una faena propia de bar- beros, y del mismo médico, un cortesano al servicio de un reducido grupo social.

Con el transcurso del tiempo y la influen- cia de las nuevas ideas y tendencias, la religión dejó de ser el principal estímulo de la profesión de enfermera.

El altrufsmo, que era un efecto de la conciencia social, favoreció la aparición de la enfermera laica, cuya más noble encarnación fue la figura de Florence Nightingale.

Factores económicos y sociales e impor- tantes descubrimientos científicos contri- buyeron a la evolución tecnológica de la profesión.

que indujeron a los gobiernos a preocuparse más por el bienestar y la salud de las masas, a pesar de que aquel movimiento se había iniciado en una atmósfera de libre compe- tencia y de franca hostilidad a la interven- ción del Estado en las relaciones entre el capital y el trabajo. Los intereses anta- gónicos hicieron de todas maneras inevitable esa intervención del estado. Asociada al médico, la enfermera tuvo que contribuir a los cambios que introducía en el ejercicio de su profesión el desenvolvimiento de los diversos sistemas de seguridad social.

A medida que se perfeccionaban y amplia- ban los conocimientos cientfficos sobre medicina preventiva, recaían en la enfermera fuera del hospital nuevas e importantes atribuciones en materia de salud pública. En cuanto se hubo comprobado que, ade- más de los factores biológicos, físicos, químicos y psíquicos, también la ignorancia influye decisivamente como causa de en- fermedad o de agravación, se abrieron nuevas posibilidades de acción para la enfermera, que se vi6 así obligada a ampliar sus conocimientos técnicos y mejorar su cultura general, lo que aumentaba, al propio tiempo, el prestigio de la profesión.

Ante nuestros ojos se abren hoy, en fin, otras perspectivas-tan amplias como el mundo-que ofrecen nuevas actividades a la enfermera. Me refiero a la protección internacional de la salud. El cuidado de los enfermos en el hospital y el consejo domici- liario a las familias son tareas que exigen de la enfermera una competencia técnica cada día mayor y más compleja, así como un conocimiento profundo de la naturaleza humana.

Las victorias sucesivamente ganadas contra las grandes enfermedades pestilen- ciales y el descubrimiento de la anestesia unido a las prácticas asépticas y antisépticas, convirtieron el hospital en un centro cien- tífico de trabajo y de investigaciones. La enfermera enriqueció allí sus conocimientos y asumió nuevas funciones técnicas en la asistencia a los enfermos.

El conjunto de fenómenos sociales y económicos designados generalmente con el nombre de Revolución Industrial abrió asimismo paso a otras influencias políticas

Las actividades internacionales, que con frecuencia la obligan a trabajar en un medio que no es el suyo y en donde a veces incluso el idioma y la cultura son distintos, requieren gran madurez intelectual, carácter firme y hondo amor a la humanidad.

Son muchísimas las enfermeras que, animadas por una vocación generosa, se han consagrado con admirable espiritu a su misión en naíses leianos. de cultura v tradi- 284 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICANA

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iIJar. 19573 ENFERMERW 285 ción completamente distintas de las suyas.

La admiración sin reservas que merecen nos obliga a juzgar con indulgencia los fracasos que hayan podido tener, porque están en la vanguardia de una acción nueva, realizando una obra que hasta ahora no se ha podido aprender en ninguna escuela.

Acabamos de hacer un resumen de los antecedentes históricos de la enfermería. En esa perspectiva, las líneas generales de las atribuciones de la enfermera en sus diversas esferas de acción se definen sin duda con más claridad y más relieve.

Ante el paciente, la enfermera no ha de olvidar, sin menoscabo de las nobles tradi- ciones de su profesión, que la mente y el cuerpo que sufren forman un todo indisolu- ble, y que la simpatía, la bondad y el amor son un bálsamo para la angustia y el pade- cimiento, condiciones que en el hospital han de tenerse doblemente en cuenta, porque, en primer lugar, el paciente, sepa- rado de su hogar y de su familia, está a merced del personal del hospital, y porque, además, la tendencia actual a la especiali- zación, la importancia excesiva que se atribuye a la técnica y lo abrumador de su trabajo, impiden con frecuencia al médico dedicar suficiente atención a las necesidades psicológicas del enfermo.

A medida que progresa la tecnología médica, está obligada la enfermera a ex- tender sus conocimientos científicos en materias más variadas y complejas y, como las verdades científicas nunca son absolutas ni permanentes, tiene además que revisar constantemente las nociones que ya ha adquirido.

Un hospital, por otra parte, es o puede ser en cualquier momento un centro de investi- gación científica. La enfermera no puede olvidarlo ni ignorar, por consiguiente, que las actividades de esa naturaleza exigen una ética profesional y ~J.I altruísmo que se han de traducir en el escrupuloso cumplimiento de las obligaciones; así como en la observa- ción diligente y el registro cuidadoso de los fenómenos que se manifiestan en los procesos patológicos de los enfermos.

El hospital es además un centro de for- mación, y la enfermera ha de asumir las responsabilidades docentes, cuya impor- tancia es fundamental si se piensa en la aguda penuria de enfermeras profesionales, que las obliga con frecuencia a delegar muchas de sus funciones en el personal auxiliar. Esa delegación de funciones en las auxiliares es una imperiosa necesidad en los países menos desarrollados, donde la insu- ficiencia del numero de enfermeras profesio- nales adquiere caracteres trágicos y se necesitará mucho tiempo hasta cubrir las plantillas requeridas. También se acepta la misma práctica en países más desarrollados, ent,re otras razones, porque se ha reconocido la inconveniencia de que la enfermera profesional dedique una parte considerable de su tiempo a trabajos relativamente poco importantes o desprovistos de carácter técnico, que, con la debida vigilancia, pueden ser ejecutados a satisfacción por auxiliares especialmente preparadas al efecto.

Cualquiera que sea el lugar de su trabajo, la enfermera forma parte de un equipo a cuyos miembros debe lealtad y colaboración y con quienes comparte la responsabilidad de organizar y coordinar las actividades comunes. A su cargo está, además, la ade- cuada vigilancia y la orientación del personal auxiliar que dependa de ella.

En materia de medicina preventiva y de salud pública debe inspirarse en un celo diligente que le permita extender al mayor número posible de personas los beneficios de las conquistas cientíícas de la medicina.

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286 BOLETIN DE LA OFICINA S.~NITARIA PANAMERICANA ya los aspectos de la técnica médica que se

relacionan con su programa, sino además las condiciones sociales y económicas de la colectividad a que presta servicios.

Los trabajadores sanitarios de los países menos desarrollados sentimos quizá con más intensidad que otros colegas la urgencia de elevar el grado del estado sanitario de la población.

Nos damos cuenta clara de la relación que existe entre la salud y el nivel económico y cultural de las sociedades en que vivimos; pero eso no nos impide reconocer la urgencia de nuestra labor para mejorar las condiciones de vida de la población mediante la adop- ción de medidas sanitarias que pueden influir en SU grado de instrucción y en su situación económica.

Si hemos de aprovechar las lecciones de la historia, no podremos olvidar que el descu- brimiento de los medios técnicos capaces de resolver los grandes problemas de salud pública fue muy anterior al momento en que los gobiernos iniciaron una acción social sistemática para conseguirlo, y que ese

retraso hizo un número considerable de víctimas inútilmente sacrificadas.

Con la mirada puesta en el mañana y con el recuerdo de las lecciones del pasado, entendemos que la enfermera de salud pública debe apelar más directamente a la conciencia cívica de la población a la que asiste para suscitar una rápida reacción política en favor de la causa de la salud colectiva.

Cualesquiera que sean el lugar de su tra- bajo y el límite de sus responsabilidades, la enfermera está al servicio de la humanidad y no ha de perder de vista que el objeto de su misibn no es el hombre considerado como organismo biológico o como unidad esta- dística abstracta, sino el hombre en su in- tegridad como ser religioso y político y como miembro de una sociedad. El camino de la enfermera está trazado: es un círculo inmenso 0 acaso mejor, una espiral infinita que va del bien a la belleza y de la belleza a lo que científicamente aparece como la verdad.

LA MISION DE LA ENFERMERA Y SUS REPERCUSIONES EN EL SERVICIO Y LA ENSEÑANZA DE ENFERMERIA

d.\ I, \,

SRTA. M. D. DUVILLARD

Directora de L’Ecole d’Inji,rmières du Bon Secours, Ginebra

Nueva misión de la enfermera aspectos de esa transformación. Otros hay Se ha dicho que la función de la enfermera no menos importantes.

está en vías de transformación y que dentro El nivel económico y social de vida se de diez o quince años el cambio habrá sido eleva lentamente, y la población que recibe

radical. los servicios sanitarios tiene hoy exigencias

A los solos cuidados físicos que la enfer- de orden cultural, educativo y psicol6gico mera daba antes a los enfermos ha sustituído que no tenía hace veinte o treinta años y que una función compleja cuyo objetivo princi- la enfermera ha de atender.

Referências

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