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History under Debate, a global paradigm for the writing of history

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Resumen

Versión escrita de la conferencia dictada por Carlos Barros en el III Congreso Internacional Historia a Debate (Santiago de Compostela, 14-18 de julio de 2004) sobre el desarrollo internacional de la red Historia a Debate, cuyos origenes convencionales se remontan a 1993 (I Congreso) y en Internet a 1999 (fundación de la comunidad digital), como tendencia historiográfica global de iniciativa latina, europea y americana, en relación comparativa con la experiencia oficial del Comité Internacional de Ciencias Históricas, por un lado, e iniciativas promovidas también recientemente por la historiografía norteamericana, por el otro.

Palabras-clave

Historia; Historiografia; Paradigma.

Abstract

Written version of Carlos Barros’ conference, held during the 3rd International Congress “Historia a Debate” (Santiago de Compostela, 14th-18th July 2004). The conference is about the international development of the Historia a Debate’s network, whose roots are in 1993 (1st Congress) and 1999 (in Internet), when the digital community was founded. The Historia a Debate network is a global historiographical trend, resulted from a Latin, European and American initiative, compared to the related official experience of the International Comission of Historical Sciences, at one side, and also newly initiatives by the north-american historiography, on the other.

Keywords

History; Historiography; Paradigm.

de la historia*

History under Debate, a global paradigm for the writing of history

Carlos Barros

Profesor titular

Universidad de Santiago de Compostela cbarros@wanadoo.es

Praza da Universidade, 1 Santigo de Compostela 15782

España

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Enviado em: 06/07/2010 Autor convidado

* Versión escrita, y revisada en el verano de 2009, de la tercera conferencia plenaria del III Congreso

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Como he hecho en otras ocasiones con mis conferencias historiográficas, empezaré por el título1. Lo primero, hablar de qué significa “Historia a Debate”,

si bien en este nuestro tercer congreso, otros colegas ya han hablado sobre, y desde, la experiencia y la posición de HaD2. Por mi parte quiero subrayar aquello

que, según yo lo veo, hace de HaD una experiencia internacional hoy por hoy inédita, y nos distingue tanto de otras redes digitales de historiadores3 como de

otros posibles proyectos colectivos de investigación y/o intervención historiográficos4: el carácter mestizo y en consecuencia global de HaD (que no

es ajeno a su origen latino), puesto que somos ambas cosas al tiempo, red temática y proyecto historiográfico.

Foro y alternativa, debate y consenso

Historia a Debate es bien conocida nacional e internacionalmente como comunidad de intercambio libre y plural de historiadores, lo que no es poco. Somos muchos y compartimos elementos básicos de un nuevo paradigma o consenso que dice y practica, dentro y fuera de Internet, eso de que el saber y la escritura de la historia también necesitan de la democracia para crecer5. Pero,

simultáneamente, Historia a Debate eleva la práctica a teoría6 generando una

alternativa historiográfica, plasmada breve y públicamente, en una primera aproximación colectiva, en el Manifiesto historiográfico dado a conocer el 11 de septiembre del año 2001. Eric J. Hobsbawm ha publicado, el 13 de noviembre de 2004, un magnífico Desafío de la razón. Manifiesto para la renovación de la

historia7, confirmando, cuatro años después del Manifiesto de HaD, aspectos

importantes de nuestro diagnóstico y alternativa, que nos llevaron a organizar el I Congreso en 1993 y a redactar La historia que viene en 1994, convencidos ya entonces de que lo que Hobsbawm llama la coalición progresista y modernizadora, AnnalesPast and Present, “está a la defensiva” desde 1984.

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1 La razón es formal y de contenido: conveniente es que la forma del título sintetice el fondo de la

intervención, primero oral y después escrita, si bien lo que se requiere en este caso y otros, dada la temática teórico-historiográfica, una explicación adicional a modo de introducción, puesto que nos dirigimos mayoritariamente a colegas de práctica empírica interesados por la disciplina, su situación y perspectivas, y en menor medida a especialistas en reflexiones sobre la escritura de la historia, a veces de espaldas al oficio, lo que reduce la eficacia de sus trabajos y condiciona sus propuestas.

2 En el III Congreso, ha tenido lugar por vez primera una “convocatoria específica” de ponencias

acerca de la primera década de experiencia de HaD y su plataforma historiográfica, véase “Primeras conclusiones del III Congreso Internacional Historia a Debate (14-18 de Julio de 2004)”, E-l@atina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, Universidad de Buenos Aires, vol. 3, nº 11, abril-junio 2005, pp. 37-51 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/conclusiones.../ primeras%20conclusiones.htm); texto asimismo incluido en estas Actas.

3 Véase la nota 96.

4 Si nos resulta difícil encontrar ejemplos, más allá de una actividad académica individual, de proyectos

de reflexión y/o investigación historiográfica de dimensión internacional que traten sobre la situación actual, más todavía que privilegien la relación académica y el debate a través de la red.

5 Siendo la universidad una institución secular que transmite el conocimiento en función de una relación

desigual (jerarquía triple e interdependiente: entre maestros y alumnos, entre los propios profesores y entre comunidades académicas nacionales, idiomáticas y continentales), suele pasar desapercibida, a menudo interesadamente, la radical novedad que implica la normalización horizontal y permanente del debate académico, a través de HaD y otras experiencias.

6 Práctica colectiva internacional que es consecuencia –y causa– de una estrategia historiográfica,

metodológica y epistemológica, iniciada con La historia que viene, 16 tesis redactadas inmediatamente después del I Congreso de HaD de 1993 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/historia_que%20viene.htm); véase la nota 48.

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Más de veinte años después habría que hablar más bien –añadimos nosotros– de agotamiento8. Hobsbawm denuncia incluso una marcha atrás de la

historiografía francesa –sin mencionar explícitamente la situación actual en Gran Bretaña– cuando escribe que “los otros componentes de la coalición de entonces renunciaron, como la escuela de los Anales [y el estructural-funcionalismo] a reconstruir el frente de la razón” histórica e historiográfica.

Somos una red de historiadores que ejerce a la vez, pues, la divergencia y la convergencia, pioneros de una suerte de historiografía deliberativa por oposición a cualquier historiografía integrista (no confundir con integral), basada en la imposición o el dogma de fe, incluyendo la creencia (levemente posmoderna) en la fragmentación como ideal historiográfico. Si nuestra “rareza” como red temática y al mismo tiempo movimiento académico hiciese necesario lemas, este podía ser: debate y consenso, consenso y debate9. Entendemos

‘consenso’ como sinónimo de la nueva acepción que Thomas S. Kuhn, esto es, la historia –y la filosofía– de la ciencia posterior a Karl Popper, ha atribuido desde los años 60 a la palabra ‘paradigma’: “conjunto de valores y creencias que comparte una comunidad de especialistas”10. Con lo que aclaramos el

sentido de la inclusión de este término –nuevo, en su significación más compleja, científica– en el título de este trabajo. Una explicación indispensable por si algún oyente o lector piensa que nos estamos refiriendo simplemente a la vieja acepción del diccionario, coloquial, de la palabra ‘paradigma’ como ejemplo, referencia ejemplar, modelo..., asimismo susceptible de utilización, desde luego subsidiaria del paradigma-consenso, por parte de una historiografía avanzada11.

8 Nos referimos al agotamiento colectivo de Annales (véase la nota 61) y marxismo como tendencias

historiográficas activas, lo que supondría una participación organizada en los debates sobre los paradigmas de la historia en el siglo XXI, más allá por tanto de un saludable continuismo de orden individual que genera innovaciones sectoriales pueden y deben aprovecharse para el gran debate sobre la adecuación de nuestra disciplina a los nuevos retos (véase la nota 56).

9 Los historiadores que se interesan en HaD por nuestra propuesta historiográfica concretada en el Manifiesto no siempre son los mismos que participan en los debates, y viceversa, si cabe con más razón; igual que los que participan a través de la web son distintos de los que lo hacen mediante las listas; tampoco coinciden con los participantes en nuestros congresos internacionales plurianuales con los que comparten nuestro trabajo diario en Internet; podríamos representar la nueva forma de sociabilidad académica que representa HaD como un universo pluridimensional (incluyendo lo presencial) de órbitas entrecruzadas, más allá por tanto de la telaraña (‘web’ en inglés) como metáfora bidimensional que define, de forma restrictiva, el ciberespacio.

10 Es error generalizado, entre quienes que no se han interesado por Kuhn y la nueva historia de la ciencia, reducir el concepto de ‘paradigma’ a lo que viene en los diccionarios tradicionales: “ejemplo, ejemplar, modelo, arquetipo”; empezando por el Diccionario de la Real Academia Española, que sigue ignorando la nueva acepción epistemológica que, no obstante, se abre paso en actualizados diccionarios online como Merriam-Webster Online Dictionary, The Free Dictionary by Farlex o Wikipedia.

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Si ‘paradigma’ en nuestra estrategia pospositivista viene a ser ‘consenso disciplinar’, hablar de ‘nuevo paradigma’ no es más, pero tampoco menos, que la proposición, debate y construcción de un ‘nuevo consenso’ para la escritura de la historia (o el ejercicio de cualquier disciplina). Tarea que unos venimos asumiendo conscientemente, otros participan en el proceso sin reflexionar demasiado sobre lo nuevo y específico de la experiencia compartida, y algunos tal vez rechacen12 (“en lo esencial”)13 con un grado diverso de conocimiento y

buena fe acerca lo que propugnamos y practicamos como Historia a Debate en cuanto a contenidos y formas, medios y fines, foro y tendencia, en nuestro caso factores interrelacionados. De ahí los permanentes esfuerzos pedagógicos que hacemos con el objeto de clarificar los términos y su función en nuestro proceso de reconstrucción paradigmática, que imaginamos como un serie de anillos entrecruzados de órbitas distintas14. Hemos demostrado en la práctica

que, después de la crisis de las “grandes escuelas”, la dialéctica debate / consenso es viable, además de imprescindible, y se puede compatibilizar una discusión constante con la defensa de posiciones claras, al tiempo que complejas. Demostrando una y otra vez que el viejo racionalismo cartesiano no tenía razón cuando decía que si una cosa se opone a otra, una es verdadera y la otra falsa. Después de tanto proclamar que hay que reflexionar, debatir y acordar, y sin embargo hacer lo contrario (no pensar, discutir sin consensuar, consensuar sin discutir), sabemos que estamos experimentando, aquí y ahora, una nueva frontera historiográfica que prefigura (con bastante anticipación) nuevas formas de producción y difusión de los movimientos académicos e intelectuales.

Gonzalo Pasamar insistía en la amigable presentación de esta conferencia15

que compartimos un acuerdo historiográfico mínimo. Ello dicho en términos de subjetividad, porque objetivamente el consenso se ha alcanzado con el Manifiesto, y más allá con la práctica tan prolongada de la diversa comunidad académica de HaD (1993-2009), no es tan mínimo16. El amplísimo margen de autonomía que

de manera consciente e individualmente nos concedemos –empezando por el propio coordinador– tiene a ver con nuestra variedad en cuanto a origen, ubicación y evolución como miembros del Grupo Manifiesto17, con el método (dialógico)

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sobre el concepto de paradigma y la obra de Thomas S. Kuhn recomendamos, finalmente, visitar http:/ /www.taketheleap.com.

12 Si bien mantenemos una línea permanente de debate sobre el Manifiesto historiográfico, que va ya en el mensaje nº 184 (18-6-09), la discrepancia frontal es rara, permanece generalmente larvada y/ o externa a nuestra comunidad digital, sin que podamos distinguir claramente las diferencias reales de los prejuicios malsanos derivados de la “competencia” propia de nuestro medio ante un fenómeno internacionalmente emergente como HaD.

13 En el formulario de adhesión al Manifiesto se dice “Sí, coincido en lo esencial con el Manifiesto y deseo suscribirlo”, a fin de dejar a salvo la necesaria e inevitable heterogeneidad de los firmantes, sin la cual hablar de debate, confluencia y consenso no tendría interés ni sentido.

14 Véase la nota 9.

15 Pese a la elaboración posterior en forma académica de este documento, es de nuestro gusto mantener

alguna referencia a su origen oral (que agiliza la relación del historiador y su objeto), común a muchos de nuestros trabajos tanto de tema historiográfico como de tema medieval (véase www.cbarros.com).

16 En la mesa de presentación de HaD en la Universidad Andina de Quito, el 15 de setiembre de 2005,

hemos argumentado el Manifiesto como la punta del iceberg de HaD como movimiento historiográfico (http://www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/quito.htm).

17 Los firmantes de la plataforma historiográfica de HaD somos producto de una formación más o

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de trabajo elegido y la complejidad de las tareas reconstructivas historiográficas en un momento de aceleración histórica. Pero si la mirada la dirigimos hacia el conjunto de la disciplina, la valoración de HaD como red temática y tendencia historiográfica es distinta, y puede que esté infravalorada por los propios protagonistas. Visto desde fuera, la interrelación y convergencia historiográficas conseguidas por HaD no son tan mínimas, habría que hablar de máximos paradigmáticos, si tomamos en consideración el actual estado de fragmentación e hiperindividualismo imperantes en nuestra disciplina18, precipitados por la crisis

de las “grandes escuelas” que la vertebraron en la centuria pasada, y la cierta falta de organización y explicitud en las tendencias historiográficas más actuales (BARROS 2008).

A fin de poder abordar lo que falta por hacer, el balance sobre lo logrado en la primera década de HaD ha de ser autocrítico pero lúcido, objetivo pero subjetivo, como la escritura de la historia que preconizamos, sin dejar de referirnos a la paradójica situación de brillante estancamiento19 de una buena

parte de nuestra profesión20. Conforme HaD se ha constituido en una específica

comunidad21 historiográfica en base a un contacto diario, multilateral y

transversal, intra e interdisciplinar, interuniversitario e internacional, establecimos una especie de burbuja, virtual pero también real, que nos puede llevar a aquellos que participamos más del “estilo HaD” a pensar, inocentemente, que todos los colegas se interesan por lo mismo que nosotros en cuanto a formas (debate más Internet igual a democracia) y contenidos (método e historiografía, teoría y compromiso, pasado y actualidad).

Historiografía de paradigmas

Aquí se ha hablado mucho, en comparación con nuestros anteriores congresos, lo que resulta significativo, de la historia de la ciencia que sigue a La

estructura de las revoluciones científicas (1962) de Thomas S. Kuhn22. La

añadir la disparidad de especialidades académicas y tradiciones geo-historiográficas de pertenencia: de alguna forma las posiciones actualmente en debate, dentro y fuera de HaD, están presentes en la alternativa de síntesis autocrítica, con nuevas respuestas y nuevas preguntas, que asumimos con el Manifiesto académico de 2001.

18 El diagnóstico fragmentador es bastante común a otras humanidades y ciencias sociales, aunque más grave para la historia por su función objetivamente social, tal vez por ello desconocemos que en otras disciplinas se estén llevando a cabo esfuerzos de recomposición disciplinar con parecido nivel de ambición y resultados a los que vivimos en HaD.

19 Cualquier somero acercamiento a la bibliografía histórica más reciente en cualquier rama temporal o temática ha de reconocer, en aparente contradicción, su buen nivel académico (super) especializado a la vez que una importante continuidad en temas y enfoques con la historiografía de los años 60 y 70 y sus secuelas, además de los retornos añadidos de la historia tradicional.

20 La representatividad y conexiones de HaD remiten a una franja internacional de la comunidad de historiadores, muy importante por su perfil vanguardista –siempre relativamente– para el futuro de la disciplina, pero cuantitativamente minoritaria, como no podía ser de otro modo (BARROS 2005). 21 Sentimiento de pertenencia que se refleja de manera directa en las intervenciones de las 87 presentaciones colectivas de HaD a fecha 19/5/09 (www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/ menu.htm), pero también en aspectos y datos como las formas breves y coloquiales de autodenominarnos (“hache-a-de”, “jad”, “historidebatistas”…), o los mensajes de felicitación que recibimos en el centro de coordinación con motivo de los aniversarios de HaD, fiestas navideñas, pausas veraniegas o muertes de colegas (http://www.h-debate.com/Spanish/aniversarios/menu.htm);

por otro lado, y paradójicamente, existe más vida comunitaria entre los miles de colegas que siguen y participan, diariamente, los debates y actividades de la HaD que entre la parte de ellos en principio más comprometida: los 529 firmantes del Manifiesto (Grupo Manifiesto) a fecha de primavera de 2009, salvo un grupo reducido que se mantiene en todo el mundo más en contacto con el coordinador.

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aportación de Kuhn supone, desde luego, un antes y un después para la historia, la epistemología y la filosofía de la ciencia; iba siendo hora, pues, de que suponga algo parecido para la historia, epistemología y filosofía de la historia como ciencia, dejando atrás la historiografía de autores y obras de corte positivista (útil pero insuficiente) a favor de un nuevo enfoque que hemos denominado historiografía de paradigmas23. Precisamos una nueva historia de la historia, y de los

historiadores, centrada en el estudio de los paradigmas colectivos con sus rupturas, continuidades y comunidades académicas correspondientes. Propugnamos una nueva forma de hacer historiografía que tenga por objeto el devenir histórico del conjunto de la disciplina, a través de paradigmas-consensos, mayoritarios versus minoritarios, fruto de la peculiar dialéctica de convergencias y divergencias de las tendencias que dinamizan la disciplina, alargando el análisis paradigmático hasta las historias e historiografías más inmediatas24. Historiografía

de paradigmas aplicable, por consiguiente, no sólo al presente –como ya hacemos en Historia a Debate– sino al pasado, y viceversa, a la historia internacional de la disciplina –ámbito preferente de la nueva historiografía– y a las historiografías nacionales, las tendencias historiográficas e incluso las especialidades temáticas o cronológicas, tratadas ahora de forma interconectada y contextual25.

Desgraciadamente la historiografía que se escribe hoy en día sigue siendo demasiado clásica en su mayoría26, produciendo en el mejor de los casos balances

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23 Tres son las razones del nombre que hemos propuesto de historiografía de paradigmas, en lugar de otro aparentemente más lógico por literal como historiografía kuhniana, para denominar la historia de cualquier disciplina que utilice conceptos creados por Kuhn como ciencia normal y ciencia extraordinaria, paradigma y cambio de paradigmas, viejo y nuevo paradigma, comunidad de especialistas, revolución científica… 1) Devolver las contribuciones de Kuhn al seno de la historia y la historiografía. 2) Marcar distancia con otras lecturas del autor que nos resultan extrañas –aunque legítimas– por su lógica contradictoria (como decir que no es el aplicable a la historia y las ciencias sociales) y por nuestra propia experiencia de aplicación a la evolución reciente de la historia académica. 3) Incorporar cinco elementos que matizan, rectifican o van más allá, de la alternativa analítica y epistemológica pospositivista lanzada por Thomas S. Kuhn en el contexto historiográfico tradicional, positivista, de los años 60 en EE. UU.: a) subrayar la sinonimia paradigma, paradigma común, paradigmas compartidos; b) redefinir ‘revolución científica’ como un proceso complejo de rupturas y continuidades; c) revalorizar la interacción entre comunidad de especialistas y sociedad; d) sostener la importancia del debate en periodos de ‘ciencia normal’, y no sólo en periodos de crisis o “ciencia extraordinaria”; e) incluir de manera destacada el presente disciplinar y social (véase la nota 68) en el análisis histórico de paradigmas, entendido éste como una investigación participante y dialógica donde se propongan y promuevan nuevos paradigmas, sobre todo en tiempos críticos de rivalidad de paradigmas.

24 Realmente, nosotros hemos comenzado por lo inmediato, urgidos por la crisis finisecular de la historia, que nos ha obligado a una revisión kuhniana de la historiografía del siglo XX (BARROS 1997, p. 235-262, www.h-debate.com/cbarros/spanish/paradigma_comun.htm), en una suerte de

historiografía regresiva (parafraseando a Bloch) que podría llegar con los interrogantes e influencias actuales hasta los orígenes más remotos de la historia, previos a la historia como ciencia; sea, de adelante hacia atrás o de atrás hacia adelante, la historiografía de paradigmas, ha de aprovechar y revisar los viejos y sectoriales análisis de autores, obras y escuelas, en los que se basan por cierto la práctica totalidad de los manuales al uso para la enseñanza universitaria de la metodología histórica, la historiografía y las tendencias historiográficas.

25 La aplicación de los nuevos conceptos de paradigma, comunidad de especialistas y revolución científica, a una parte concreta, recortada, de la profesión sólo tiene sentido mediante un enfoque relacional (nada fácil para la mentalidad académica parceladora y cartesiana en la que hemos sido formados) con otras tendencias, historiografías nacionales, áreas y, ante todo, con el conjunto de la matriz disciplinar, sin olvidar la posible conexión con la sociedad (movimientos), la política (partidos) y la economía (mercado).

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historiográficos de contenido especializado27, abandonando algunos manuales28

para la historiografía más reciente la intermedia y meritoria historiografía de tendencias promovida directa e indirectamente por la nueva historia de los años 60 y 7029, de cuya ulterior crisis resurgió, junto con la (supuestamente)

derrotada historia de los “grandes hombres”, un tipo de historiografía regresiva30

de “grandes historiadores” que ha borrado del recuerdo académico que éstos no cayeron del cielo son, han sido y serán expresión, mayor o menor, se reconozca o no, de hondas corrientes colectivas31. Los cambios en la percepción

de la historiografía vanguardista del siglo XX son claros. En los propios años 70 se veían como corrientes colectivas activas representadas y/o dirigidas por Bloch, Febvre, Braudel, Le Goff…, por un lado, o Pierre Vilar, Hobsbawm, Thompson…, por el otro. Hoy, solamente se les ve a ellos, y otros, como “grandes clásicos” individuales. Retrospectivamente se olvida frecuentemente, o no se quiere recordar, que en los 60 y 70 lo fundamental era la tendencia colectiva con miles de historiadores de base comprometidos: cuando éstos desaparecen, queda la punta de iceberg y sus obras personales, como referencia para las futuras generaciones, que les costará entender, como ya pasa, que los autores citados son “vacas sagradas” por lo que representaban, por el apoyo de muchos, no sólo por méritos propios…

La cuestión es que, en rigor, más allá del imaginario académico al uso, ni la historia ni la historiografía tienen una “marcha atrás”: la única manera de hacer en el siglo XXI una buena historiografía de tendencias –lo mismo diríamos de la historiografía de especialidades o de ámbitos geopolíticos (balances historiográficos)–

27 Los balances de tipo cronológico y descriptivo sobre autores y obras de determinado tema o período temporal, son bien útiles para extraer bibliografía y enseñanzas para las investigaciones especializadas, y nos pueden servir como fuentes para una historiografía más avanzada (sea de tendencias, sea de paradigmas), pero son también una forma de santificación de una fragmentación historiográfica que sólo HaD ha ido superando, no sin dificultades, de Congreso a Congreso; véase el punto primero de las “Primeras conclusiones del III Congreso Internacional Historia a Debate (14-18 de Julio de 2004)”,

loc. cit.; lo cual no quiere decir que los componentes de HaD no participemos como historiadores empíricos en mayor o menor medida del demigajamiento general; eso sí, somos pecadores, lo proclamamos y tenemos un claro propósito de enmienda, lo que no es poco si se comparamos con la autocomplaciencia conformista de tantos retornados y posmodernos.

28 El problema se agudiza cuando las empresas editoriales “encargan” manuales para el mercado generando por asignaturas como “Tendencias historiográficas actuales” (plan anterior a Bolonia), y nuestros urgidos y bienintencionados colegas ofrecen como tales “tendencias” fragmentos especializados o simples líneas de investigación, normalmente con una antigüedad de más de una década, obviando referirse –al menos, descriptivamente– a las verdaderas tendencias actuales tanto nacionales como internacionales (véanse BARROS 2008 y la nota 123).

29 Autocríticamente tenemos que reconocer que la escasa pero valiosa (auto) historiografía que nos legaron los promotores de Annales y el marxismo historiográfico, animando en su momento publicaciones e induciendo incluso manuales que describían el cambio historiográfico por corrientes, cayó en el defecto de analizar, en los años 60, 70 y principios de los 80, las nuevas tendencias aisladas entre sí, haciendo más hincapié en los disensos que en los consensos, desentendiéndose en definitiva del estudio de la disciplina en su conjunto, sus paradigmas compartidos y su relación dinámica con la sociedad; el fracaso colectivo del paradigma compartido de la “historia total”, y las supervivencias positivistas en general, impidió plantearse una “historiografía total”: de ahí la doble novedad de la historiografía de paradigmas y global que propugnamos, que también denominamos “nueva historiografía”, para distinguirnos de los años 60 y 70.

30 Véase la nota 24.

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es estudiar la “parte” en la relación con el “todo”, esto es, las interacciones parcial / global, inclusión / exclusión, sincronía / diacronía de los paradigmas historiográficos. Sin que ello quiera decir, naturalmente, que no valoremos una historiografía puramente descriptiva de autores y obras en un contorno de escuela o especializado, local, regional, nacional o internacional, condición previa a veces32

para ordenar el material antes de buscar una explicación más profunda y científica de las realidades y los cambios historiográficos. Una historiografía de los paradigmas particulares de una tendencia, especialidad o ámbito territorial, que distinga entre sus paradigmas concretos y los generales de la disciplina, entre paradigmas propios y/o importados, específicos o compartidos con otros movimientos, géneros o espacios historiográficos, ha de valer también para perfilar el paradigma principal o consenso mayoritario de la disciplina33, objetivo

prioritario de cualquier buena historia o epistemología de la historia, sobre todo cuando atravesamos un periodo de crisis, “ciencia extraordinaria” o rivalidad de paradigmas como es nuestro caso, hoy por hoy.

Privilegiando el trasvase historiográfico, epistemológico y teórico entre las diferentes ciencias, disciplinas académicas y/o saberes culturales34, la

historiografía de paradigmas que venimos practicando cuestiona, ensancha y pone al día, desde el mundo académico latino, la vieja y fructífera idea de la interdisciplinariedad35. El intercambio igual con la nueva filosofía e historia de la

ciencia ha alumbrado un nuevo tipo de interdisciplina destinado a reforzar, en lugar de fraccionar36, la identidad de la disciplina de los historiadores37, amenazada

en su unidad interna por exceso de especialización, en tanto que objeto y sujeto de nuestro trabajo profesional. Coherencia disciplinar muy craquelada en el pasado siglo por el fracaso final de la “historia total” y las prácticas de intercambio desigual con otras ciencias, disciplinas y saberes, que contribuyeron a minusvalorar

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32 Nosotros hicimos algo mucho mejor para analizar la historiografía actual: una encuesta internacional 1999-2001 (véanse las notas 20, 42).

33 Desde que iniciamos nuestra tarea de recomposición historiográfica hemos denominado “paradigma común” o “paradigmas compartidos” al paradigma o consenso general de una disciplina en un momento dado, constituido a su vez por paradigmas singulares como la historia económico-social, la relación pasado/presente/futuro, la historia total, la interdisciplinariedad, etc., de la nueva historia de los años 60-70; véase Carlos Barros (1997, p. 235-262).

34 Kuhn disuelve por definición las fronteras en cuanto a epistemología e funcionamiento historiográfico entre ciencia e historia, y en menor medida también entre ciencia y arte, como se puede comprobar leyendo el primero (historia y ciencia) y el último (ciencia y arte) de los artículos de La tensión 6 Hemos planteado la urgencia de volver la interdisciplinariedad hacia el interior de la historia (intradisciplinariedad) como disciplina académica y científica en el punto 11 de La historia que viene

(1994), en el punto IV del Manifiesto historiográfico (2001) y más extensamente en Carlos Barros (2002).

35 En el punto IV del Manifiesto historiográfico planteamos extender la tradicional colaboración de la historia con las ciencias sociales en cuatro direcciones: 1) filosofía y epistemología de la ciencia, en primer lugar; 2) ciencias de la naturaleza, más cerca que nunca hoy de las ciencias humanas; 3) literatura, arte y otras humanidades, sin caer en la pura ficción; 4) ciencias de la comunicación, indispensables en la sociedad de la información.

36 La interdisciplinariedad propuesta por los fundadores de Annales, causa y efecto del largo impulso de renovación de esta escuela y de otras nuevas historias, tuvo, como es bien sabido, el efecto perverso de la segmentación de los estudios históricos, incrementada exponencialmente por la crisis de la “revolución historiográfica del siglo XX” y la influencia posterior de una posmodernidad que justifica y promueve el despiece de la historia como disciplina.

37 Hemos planteado la urgencia de volver la interdisciplinariedad hacia el interior de la historia (intradisciplinariedad) como disciplina académica y científica en el punto 11 de La historia que viene

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el rol del pensamiento histórico en la investigación histórica, abriendo camino al retorno posterior de la historia “tal como fue”38.

Si algo debiéramos haber aprendido los historiadores en más de cien años de existencia profesional, investigadora y docente, es que el desprecio positivista por la dimensión intelectual, reflexiva y autorreflexiva, del trabajo global del historiador, ha impedido afrontar con éxito el reto crucial de combinar unidad disciplinar y crecimiento bibliográfico especializado. Por otro lado, los actuales partidarios o practicantes “inconscientes” del retorno a Ranke no perciben –o tal vez sí, y no les importa– hasta que punto el reduccionismo empirista, y la ausencia de inquietud conceptual, historiográfica y de debate, han beneficiado –y benefician– una interdisciplinariedad disolvente. La falta de hábitos e inquietudes teóricas, historiográficas y metodológicas, nos hizo finalmente vulnerables ante otras disciplinas como la sociología, la antropología, la filosofía…, encantadas –lo digan o no– en relegar a los historiadores de oficio –con la complicidad de los más positivistas– a una suerte de técnicos proveedores de datos, negando simplemente la parte más intelectual de nuestro trabajo39.

Llegando a ser presa fácil de quienes influyen o quieren influir malintencionadamente en la escritura de la historia, desde otra disciplina, saber o práctica sociocultural, incluyendo a literatos, políticos y periodistas40. La

solución no es, por descontado, volver atrás y enrocarse en los búnkeres individuales y especializados de una historia academicista, alejada de cualquier otra especialidad y disciplina, sino pensar, replantear y acrecentar, hacia dentro y también hacia fuera, el concepto y la práctica de la interdisciplinariedad en el siglo XXI.

Es menester, en resumen, estimular y propagar el rearme epistémico en todas sus dimensiones iniciado en el seno de HaD de lo que hemos tradicionalmente llamado “historia científica”41 a fin de contrarrestar las presiones

38 Está por ver el futuro estatus académico y la correlación entre este retorno conservador y las otras tres tendencias historiográficas actuales, más o menos organizadas, que nombramos en el preámbulo del Manifiesto historiográfico (nuevo paradigma, continuismo marxista-analista y posmodernismo; véase asimismo BARROS 2008); hemos planteado en otro lugar (“X Aniversario de Historia a Debate: balance y perspectivas”, I Jornada Historiográfica de Historia a Debate, Biblioteca Nacional de México, 1 de setiembre de 2003) las coaliciones que se están estableciendo prácticamente entre partidarios de nuevos paradigmas y continuadores de las pasadas nuevas historias, por un lado, y retornados a Ranke y posmodernos (sobre esta convergencia paradójica volveremos más adelante), por el otro. 39 Incluso un filósofo tan avanzado como Jürgen Habermas ha defendido esa peculiar división del trabajo entre la historia y otras ciencias sociales, contradiciendo a los propios fundadores del marxismo: “La investigación histórica cumple una función instrumental… para la comprobación (y desarrollo posterior) de teorías científico sociales (…) la historia, como tal, no es susceptible de teorización” (HABERMAS 1976, p. 183, 185).

40 Es por ello que practicamos una historiografía de valores de carácter universal, contraria por consiguiente a cualquier monopolio académico o marginación historiográfica de los sujetos actuales: la historia la hacemos todos y es de todos, no cuestionamos a nadie el derecho a incidir sobre la historia que se hace, se escribe y se recuerda, más bien lo contrario, pero tampoco aceptamos que se limiten, condicionen o cuestionen nuestros deberes (públicos) y derechos (autónomos) como profesionales de la historia, incluido el devoir de mémoire; véase Carlos Barros (“La Historiografía y la Historia Inmediatas: …)

41 Suelo emplear poco, cuando hablo y escribo, el nombre de “historia científica”, huyendo de malentendidos con el cientifismo de la historia positivista universal, la historia-ciencia social neopositivista (USA) o algunas definiciones objetivistas divulgadas por parte de Annales y el marxismo historiográfico, que contribuyeron a sus crisis finiseculares; véanse los puntos 3 (“Es una falsa alternativa decir que la historia, como no puede ser una ciencia ‘objetiva’ y ‘exacta’, no es una ciencia”)

y 4 (“La redefinición de la historia como ciencia y la nueva física”) de La historia que viene; así como el audio y el vídeo de la conferencia Por un nuevo concepto de la historia como ciencia (2005) en

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que buscan devolver la escritura de la historia a su etapa pre-paradigmática, literaria ficcional, o a un positivismo del siglo XIX al servicio preferente de los viejos Estados nacionales, paradójicamente revividos por las globalizaciones en curso. En 1994 escribíamos que “el historiador del futuro reflexionara sobre metodología, historiografía y teoría de la historia, o no será”42: doce años después

podemos constatar con alegría (avances del nuevo paradigma) y pesar (retorno visible al positivismo) que el futuro nos ha alcanzado.

Tres cosas hemos aprendido en estos largos años de dedicación historiográfica: la reflexión del historiador debe ser inmediata43, colectiva

(congresos, debate, manifiesto, presentaciones) y estar vinculada a la práctica empírica, que ocupa a la mayor parte del tiempo de trabajo individual de los historiadores de oficio, sujeto y objeto de nuestra labor historiográfica. Nos hemos preocupado, desde 1993, por incorporar historiadores de base a la reflexión historiográfica y al debate sobre el método y la teoría, así como por ofrecer una plataforma internacional a colegas reconocidos con alguna dedicación historiográfica, y lo seguiremos haciendo, aunque nuestra voluntad de futuro nos lleva a procurar la contribución de historiadores más jóvenes, que tienden a ser mayoría en la nueva historiografía digital y en nuestras actividades más convencionales. Desde el I Congreso desciende la edad media de los ponentes en nuestros sucesivos congresos, y la nueva sociabilidad académica digital de funcionamiento continuo está en si misma condicionada por el relevo generacional. La historiografía digital está cargada de futuro: es la forma que se impone de relacionar académicamente lo individual y lo colectivo, trabajando en tiempo real, potenciando nuevas formas de comunicación académica como mensajes cortos y espontáneos, audios y vídeos, mesas de presentación, manifiestos en red…, con reconocimiento curricular en retraso (prueba de su novedad), todo hay que decirlo44. Dos tipos de actividad, clásicas45 e innovadoras,

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42 La frase corresponde al encabezamiento del punto 13 de La historia que viene (1994), que no fue incluido en su literalidad, pero si concretado y desarrollado en el primer borrador del Manifiesto de Historia a Debate (2001); pensaba entonces que podía ser una formulación excesivamente exigente y radical para el consenso amplio que queríamos construir, pueda que me haya equivocado porque el análisis (posterior) de los resultados de nuestra Encuesta Internacional 1999-2001, sobre el estado de la historia (http://www.h-debate.com/encuesta/resultados/epigrafes.htm), mostró claros y altos porcentajes bastante-mucho en las respuestas a la pregunta 24 sobre el interés que tiene para el historiador profesional la reflexión metodológica (56 %), historiográfica (55%) y teórica (44%); en todo caso, en la última década, también creció (fuera del ámbito de HaD y su encuesta) el numero de colegas partidarios -aunque no lo digan- de una historia puramente empirista que piensa, muy escasamente o nada, sobre el método, la historia de la disciplina y la teoría de la historia (véase la nota 38).

43 Lo urgente historiográficamente es saber dónde estamos y adónde vamos, incluso adónde nos lleva cada una de las tendencia en liza, desarrollando capacidades colectivas de discernimiento que desbordan la percepción personal, lo que exige revisitar críticamente la historiografía de dónde venimos. 44 Los jóvenes historiadores o futuros historiadores que participan activamente en la red de HaD, no siempre coinciden con los que toman parte con comunicaciones en los congresos (igualadas a las ponencias desde HaD II): sectores ambos necesarios para influir en el relevo generacional en marcha en nuestra disciplina (véase sobre el relevo generacional el punto XII del Manifiesto de HaD). 45 En la medida en que los Congresos de HaD son actividades “clásicas”, más allá de lo formal, pues sus temáticas para nada son usuales y convencionales, ni podemos considerar habitual y tradicional el peso del debate en nuestra práctica congresual, su menor jerarquía y el lugar creciente que ocupa Internet en la preparación y la difusión; véase el apartado “Congreso diferente” en “Primeras conclusiones del III Congreso Internacional Historia a Debate (14-18 de Julio de 2004)” (2005) en

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necesariamente complementarias, salvo que logremos en adelante una parecida eficacia comunicadora orientada a la reflexión, el debate y el consenso, mediante intercambio en la red de redes de papers, artículos y libros, aprovechando la espectacular difusión de publicaciones que, de manera imparable46, viene

implementado la red47.

Nuevos paradigmas, historia y ciencias sociales

Cuando redactamos después del I Congreso, 16 tesis para una alternativa historiográfica con el título prospectivo de La historia que viene48, estábamos

vagamente insatisfechos por la falta de nuevas iniciativas, a principios de los años 90, por parte de Annales y Past and Present, ante la “crisis de la historia” y los nuevos desafíos, que contrarrestasen el retorno anunciado de la vieja historia (H. Coutau-Begarie, 1983) y una posmoderna (avant la lettre) histoire

en miettes (F. Dosse, 1987)49, movimientos historiográficos de carácter global50

que afectaron de manera señalada –por su vanguardismo anterior– a la historiografía francesa, que actuó típicamente como termómetro anticipador. En mi inicial intervención oral51 en el I Congreso, que aparece en el programa

como La historia que viene: balance, innovación, compromiso, reivindicaba todavía –no sin nostalgia– volver a cierta convergencia entre el marxismo historiográfico y Annales52. Pero esta primera versión de La historia que viene

que se transformó, después de la experiencia relativamente frustrante del

46 Marca el camino la masiva digitalización de libros por parte de Google, siete millones en el verano de 2009, y el subsiguiente paso –iniciado por Amazon– de ofrecer por Internet libros recién editados a menor precio que en papel.

47 Predicando con el ejemplo, hemos creado el 21/2/00 una página web personal, www.cbarros.com (conectada ahora a www.h-debate.com) con 80 artículos, conferencias y trabajos breves y largos sobre reconstrucción paradigmática, historiografía, metodología, historia medieval e historia de Galicia, que ha recibido 388.126 visitas totales hasta julio de 2009; una parte importante de estos trabajos de investigación y reflexión son consecuencia de mi función como fundador y coordinador de Historia a Debate, y tienen como fin divulgar y acompañar, dilucidar y orientar nuestro movimiento académico internacional; tan extraordinaria difusión de los trabajos colgados en www.h-debate.com/cbarros, muy por encima de lo que se puede conseguir por la vía tradicional de la edición en papel, me ha llevado a primar la producción de artículos (relacionados entre sí, generalmente) mientras no vaya siendo más normal la doble y simultánea edición de libros, en red y en papel.

48 Trabajo editado en castellano en las Actas del I Congreso Internacional Historia a Debate (Santiago de Compostela, 1995), así como en México, Argentina, Brasil, Cuba, Chile…; publicado, en inglés, en la revista Storia de la Storiografía (nº 30, 1996) y, en francés, en los Cahiers du Centre de Recherches Historiques (EHESS, París, nº 22, 1999); La historia que viene es el precedente más remoto del Manifiesto historiográfico de HaD y está disponible en www.h-debate.com/cbarros/spanish/ historia_que%20viene.htm.

49 Véase Carlos Barros (1991a, p. 83-111).

50 En los años 80, François Dosse y Hervé Coutau-Begarie, con su dura crítica cruzada a la escuela de

Annales, pensaban que la fragmentación y el regreso de la historia tradicional cuyos inicios observaban eran un fenómeno francés, sin percatarse de su dimensión internacional y del papel de víctimas que jugaron los “nouveaux historiens” (que desaparecieron como corriente organizada) y la historiografía francesa (que vio restringida, sin Annales, su influencia internacional).

51 Igual pasó con mi conferencia en el III Congreso, por razones distintas (evitar un texto demasiado

largo), este trabajo poscongresual está orientado a explicar la experiencia y alternativa de HaD (1993-2009), actualizando otros anteriores, y la intervención oral (disponible en www.h-debate.com/ congresos/3/videos/menu.htm) estuvo más bien dirigida a analizar el origen y las características de la fragmentación de la historia académica y nuestras respuestas al respecto.

52 Véase la reseña de mi conferencia en Luis Domínguez e Xosé Ramón Quintana (1994, p. 275);

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congreso de 199353, en la propuesta, influida por viejas y renovadas lecturas de

la nueva historia de la ciencia, de un cambio de paradigma historiográfico que dio sentido y orientación a los siguientes congresos de Historia a Debate54, nos

impulsó a asumir Internet –generando una de sus primeras redes sociales, anterior a Facebook (2004)55– y otras novedades. Simultáneamente, una parte

nada desdeñable –por su representatividad más que por su cantidad56– de la

historiografía annaliste y marxista siguió girando57, dentro y fuera de España,

hacia la tradicional58 historia biográfica, acontecimental y rankeana, aceptando

como inevitable e incluso provechoso (si “todo vale”, también vale la “vieja historia”) una progresiva especialización, pluralización y dispersión de temas, enfoques y métodos, que engendró un vacío que justificó y animó el crecimiento de Historia a Debate.

Tengo que confesar ahora que, a fuer de pionero me sentí en alguna forma incomprendido59 al lanzar, a mediados de los 90, la necesidad y la

posibilidad de avanzar colectivamente hacia un nuevo paradigma historiográfico60,

cuando tenían aún alguna actividad organizada las “grandes escuelas”61, el retorno

de Ranke no era tan evidente, no se trabajaba en red62 y la globalización

alternativa tampoco se había manifestado (Seattle, 1999). Tres lustros después nos sentimos ampliamente reconfortados cuando encontramos, a través de Google63 (13/7/09), en la red de redes 1.820.00 referencias a los términos

“nuevo paradigma”, y 7.240.000 si indagamos por “new paradigm”. Concretando

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53 Después del I Congreso, vista su heterogeneidad, el agotamiento de Annales y Past and Present, y

la caída del Muro de Berlín, intuí que “la historia que viene” que querríamos algunos tenía bastante de “la historia que fue”: había que construir algo nuevo... sin hacer tabla rasa del pasado histórico e historiográfico, naturalmente.

54 Sin esa orientación “hacia delante”, los grandes congresos de 1999 y 2004 hubiesen sido una

fotocopia del primero: balances sin proposiciones, o historiografías por temas y cronologías, en gran medida hechos y publicados en 1993 y 1995 (Actas).

55 Véase la nota 63.

56 Una buena parte de los historiadores marxistas y annalistes continuaron practicando, individualmente,

las nuevas historias de los años 60 y 70 y sus secuelas, con acumulación de conocimiento e innovaciones parciales de tipo especializado, y formando a sus discípulos en las pasadas “grandes escuelas”; tal vez falta por analizar con mayor atención como inciden, o pueden incidir, tanto las continuidades como las novedades de la investigación con dichos enfoques, en el debate actual y general sobre el futuro de la historia.

57 Nuestra conferencia plenaria en el II Congreso estuvo dedicada a la crítica constructiva –que no

hubiera sido posible sin el previo sesgo propositivo de La historia que viene– de este giro positivista de la historiografía, Carlos Barros (2000).

58 Pocas veces esa recuperación de géneros tradicionales, condicionada por las editoriales, los medios

de comunicación y algunos intereses políticos, tuvo los nuevos contenidos (sociales y mentales) que en 1993 nos predicó, justamente, Jacques Le Goff (1995, p. 157-165).

59 Dispongo de una gruesa carpeta con opiniones contrarias y favorables a La historia que viene de colegas y amigos, que tal vez algún día publicaremos.

60 Cualquiera que conozca la inercia del medio académico sabe que todo nuevo paradigma que se precie encuentra resistencias, como ya advirtió y estudió Kuhn, lo que no quiere decir que todo lo que encuentre resistencias sea ipso facto un nuevo paradigma.

61 Por ejemplo, el tournant critique de Annales (1989) y el debate sobre posmodernismo (Gabrielle M Spiegel, Lawrence Stone) en Past and Present (1991); los protagonistas de ambas iniciativas estuvieron en nuestro I Congreso (Bernard Lepetit, Stone, Spiegel) y en el II Congreso (Jacques Revel, Patrick Joyce); sobre la evolución final de Annales como tendencia activa nacida en 1929, véase Carlos Barros (1991b, p. 193-197; 2001).

62 Véase la nota 63.

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más y buscando textos que contengan “nuevo paradigma historiográfico” encontramos 47.900 enlaces, y diez veces más (448.000) si ponemos las palabras en inglés64: en ambos casos, el primer link seleccionado por los

buscadores65 es mi artículo Hacia un nuevo paradigma historiográfico (1999),

y su versión inglesa Towards a New Historiographic Paradigm66. Siguen a

continuación referencias digitales a otros textos y actividades vinculados a HaD. Se trata, pues, de una terminología científica, educativa y divulgativa cuya utilización se ha generalizado, exponencialmente, en la primera década del nuevo siglo, para entender e intervenir en el cambio de paradigmas que están viviendo hoy múltiples disciplinas, saberes, prácticas culturales y técnicas67. El haber

acertado nosotros tan tempranamente con las categorías adecuadas para el análisis histórico –incluyendo la inmediatez68– de la escritura de la historia, nos

sitúa en la delantera de un giro inevitable de la mentalidad científica en el siglo XXI.

Las nuevas formas de medir el impacto público y académico69 vienen a

ratificar y ampliar el peso actual del universo español y latinoamericano, representado por HaD, en la renovación historiográfica internacional, sin precedentes en la “historia de la historiografía” Carlos Barros (2004b, p. 84-90), cuyo fundamento reside en la justeza del uso anticipado y original (no mimético) del instrumental revolucionario de la epistemología y la historia de la ciencia según Kuhn70. Ventaja historiográfica latina todavía más relevante si

64 El interés de la academia anglófona por el nuevo paradigma historiográfico de HaD se ha visto favorecido por la amplia difusión digital en inglés de las convocatorias de los II y III Congresos (1999, 2004), de la misma web de Historia a Debate mediante H-Net (http://www.h-net.org/announce/ show.cgi?ID=125388, desde 2000), y, sobre todo, por la propagación en Amazon y Google Books de la publicación colectiva de Carlos Barros e Lawrence J. Mccrank (edits, 2004c).

65 No sólo en Google, también en Yahoo, MSN, etc.

66 Se encuentra en www.h-debate.com/cbarros/spanish/hacia_ingles.htm; llama la atención su

divulgación, toda vez que fue traducido para la web y no llegamos a gestionar su publicación en papel.

67 A veces se pretende adaptar los conceptos de paradigma y revolución científica, creados para estudiar la evolución de las comunidades académicas a la historia misma, no estamos muy de acuerdo, habría que diferenciar ambos objetos por rigor y eficacia investigadora; el nuevo paradigma que construye HaD afecta a la metodología, teoría e historia de la historia, y sus relaciones con la sociedad, pero no es una propuesta o alternativa ideológica, política o social, histórica en sentido estricto, por mucho que nos consideremos parte activa de una globalización alternativa y de progreso: “queremos cambiar la historia que se escribe y coadyuvar a cambiar la historia humana” (punto XVIII del Manifiesto), que tiene sus propios sujetos y vías de orden político-social.

68 Según aclaramos en la nota 23, una de las diferencias de la historiografía de paradigmas de HaD con la aportación fundacional de Kuhn, es que nos planteamos incidir sobre la revolución científica en ciernes, interviniendo en la actual lucha de paradigmas con propuestas y debates, practicando una historiografía inmediata con vistas al futuro, superando, en suma, cualquier actitud contemplativa sobre las salidas en marcha a la crisis de la historia.

69 El valor creciente de Internet en la academia, y el uso de elementos de inteligencia artificial por parte de los buscadores (destacan Google y Google Scholar), hace de éstos instrumentos un medio más eficaz que los tradicionales (incluso para buscar citaciones en publicaciones) para medir el impacto global de un concepto, obra, corriente o autor (independientemente del acostumbrado retraso de nuestras instituciones en reconocerlo, véase la nota 92).

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consideramos el lento, escaso y confuso desarrollo de otras ciencias humanas y sociales71, a la hora de adaptarse al profundo, inacabable y paradójico proceso

de cambio histórico que ha seguido a la caída del Muro de Berlín.

El millonario número de citas digitales de las palabras ‘nuevo’ y ‘paradigma’ en un mismo texto, juntas o separadas, tiene causas varias que debemos relacionar: 1) la cada vez más usual identificación entre ambos términos72; 2)

lo novedoso y actual se manifiesta principalmente en los nuevos espacios salidos de las nuevas tecnologías de la comunicación; 3) el enfoque de paradigmas se está aplicando a las ciencias y las humanidades, los saberes y las prácticas, pero también a los objetos de estudio, a la misma realidad y su historia73; 4) se

entiende por ‘paradigma’ más lo que dicen los diccionarios (modelo, referencia ejemplar, cuando no dogma o pura teoría)74 que la acepción de la ciencia

pospositivista; 5) reduccionismo conceptual éste que, junto con el espectacular avance de la fragmentación, induce a valorar y comprender los cambios de paradigmas solamente en una parcela académica, autocalificándose de “nuevo paradigma” propuestas de tipo temático o metodológico especializado, olvidando –en la hipótesis de que se sepa– el concepto primordial de ‘paradigma’ como epistemológico conjunto de valores y creencias que comparten una comunidad de especialistas de una disciplina determinada75. Vemos muy positivo, así y

todo, que se divulgue tan pródigamente la palabra ‘paradigma’ vinculado a lo ‘nuevo’76, ya que manifiesta, se quiera o no, una honda tendencia colectiva de

que nuestras disciplinas no queden académicamente rezagadas de las grandes transformaciones históricas e historiográficas en curso.

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objetividad de los datos (no es casual que coincida con la historia objetiva / subjetiva del punto I de nuestro Manifiesto), gracias a la informática; Almenara y su grupo comentan, por último, la “marginalidad” de su avanzada propuesta paradigmática en los departamentos de estadística y bioestadística de los EE.UU. (op. cit., p. 138-139).

71 Viene de atrás cierta desconexión con las realidades inmediatas por parte de las humanidades y las ciencias sociales, que permitió la colonización posmoderna a partir de la literatura, única salida que encontraron muchos en EE.UU., Gran Bretaña y otros países para reintroducir el sujeto –omnipotente– en la epistemología de las ciencias humanas.

72 En los años 70, pese a la anterior publicación del libro original de Kuhn sobre las revoluciones científicas en 1962 (1971, en español; 1972, en francés), pocos aprovecharon los conceptos de la nueva historia de la ciencia para hacer historiografía (Georg Iggers y la “nueva arqueología”, entre ellos), nociones que pasaron después al olvido hasta la presente eclosión, derivada de los cambios revolucionarios en las formas de comunicación y sociabilidad que siguieron al fin del pequeño siglo XX (1917-1989).

73 Ya vimos que, a veces, se confunde con escasa eficiencia la dialéctica de los viejos y nuevos paradigmas de la historiografía con el análisis –que tiene otras categorías y bases epistemológicas– de los mismos acontecimientos y procesos, inmediatos o mediatos, que investigamos; véase la nota 68.

74 Véase la nota 11.

75 Lo más paradójico son los “nuevos paradigmas” que, implicando potencialmente cambios epistemológicos de fondo, devinieron simples especialidades académicas de tipo empírico como la historia oral, de las mujeres, ecológica, del tiempo presente, etc., abandonando el general “combate por la historia”, que exige esfuerzos transversales y teóricos disciplinares; véase el apartado III.1 sobre historiografía convergente en Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de Historia a Debate en www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/defensamanifiesto.htm.

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En fin, las palabras se adelantan a los conceptos y sólo una parte de lo que encontramos en la red de redes bajo la etiqueta de “nuevo paradigma” se refiere, en rigor, a una nueva matriz disciplinar (sinónimo kuhniano de ‘paradigma’), a un consenso o propuesta de consenso orientada, de entrada e independientemente de los resultados77, a la comunidad académica como un

todo, con el objetivo –compartido con otras tendencias divergentes / concurrentes– de rebasar las reconocidas “crisis”78 de la historia y demás ciencias

humanas y sociales, respondiendo a los retos del cambio de siglo.

Podemos definir los nuevos paradigmas históricos en marcha como propios y/o originados en otras disciplinas, importados de otros países –siguiendo el viejo esquema– o surgidos de las diversas realidades históricas y académicas nacionales o geolingüísticas: balance mixto de intercambio Import-Export de algún modo inexcusable en tiempos de interconexión y globalización.

Veamos algunos ejemplos de nuevos consensos o paradigmas, diferentes a Historia a Debate, de origen estadounidense79, transdisciplinares, con alguna

influencia en el campo de la historia: 1) El posmodernismo como “nuevo paradigma”80, que se ha extendido, a partir de la literatura, la teoría y la crítica

literarias, por medio de la epistemología y de las propuestas concretas de “giro lingüístico” y “estudios culturales”, al resto de las humanidades y las ciencias sociales81. 2) El neoinstitucionalismo de los economistas que, dejando atrás el

neopositivista cuantitativismo y desde una crítica inicial a la economía clásica, se ha difundido hacia la ciencia política, la sociología o la historia82. 3) El “nuevo

paradigma educativo” de origen pretendidamente constructivista, muy relacionado con la enseñanza laboral y empresarial y con bastante peso por causas exógenas entre especialistas en pedagogía y didáctica83. Pensado para

77 Decimos en el punto XVII, titulado “Nuevo paradigma”, del Manifiesto 2001 de HaD: “Según evolucione el debate historiográfico, y la historia más inmediata, nuestras propuestas recibirán más o menos consenso académico, las variaremos o no según interese, si bien hay planteamientos que, aun siendo por el momento minoritarios, nos parecen ineludibles para condicionar críticamente el nuevo paradigma en formación: el conjunto plural de valores y creencias que va a regular nuestra profesión de historiador en el nuevo siglo. Por todo ello, la historia nos absolverá, esperemos” (www.h-debate.com/Spanish/

manifiesto/menu1.htm).

78 Una de las propuestas paradigmáticas –que hemos denominado “continuista” en el preámbulo del Manifiesto de HaD– a la crisis de la historia busca en ocasiones, por propio interés, enmendar la mayor y negar incluso su existencia (véase “Hacia un nuevo paradigma historiográfico”, op. cit. p. 223-225); sobre los efectos benéficos de la continuidad de las historias novedosas practicadas desde los años 60 y 70, véase las notas 8, 20, 56, 120.

79 Véase la nota 95; el agotamiento de los genuinos focos europeos de Francia y Gran Bretaña, junto con la tendencia unipolar de gran potencia metropolitana, la mundialización y el auge del inglés, han potenciado la academia estadounidense como plataforma internacional de iniciativas, contrarrestadas en todo caso por una alternativa globalizadora, multicultural y multilateral, que está dificultando y mucho la reproducción en el siglo XXI del mimetismo unifocal, cultural y académico, característico de los eurocéntricos siglos XIX y XX; sobre el nuevo paradigma realmente poscolonial de HaD, véase

Defensa e ilustración del Manifiesto historiográfico de Historia a Debate en www.h-debate.com/cbarros/ spanish/articulos/nuevo_paradigma/defensamanifiesto.htm.

80 En la periferia de la influencia norteamericana no siempre se presentó el posmodernismo como un “nuevo paradigma” subjetivista si no como un “no-paradigma” (!), a fin de eludir el encontronazo con otros paradigmas más implantados y beneficiarse, además, del posmodernismo ambiental engendrado por la fragmentación y del escaso conocimiento de lo que significa ‘paradigma’.

81 La irradiación posmoderna (véanse las notas 71, 76) tiene especial incidencia en Gran Bretaña (donde compite con ventaja con la historiografía marxista en los temas teóricos) y suele acompañar en Europa, y otras zonas, al uso del inglés como lengua académica, pero es claramente marginal en España y la Europa latina, con una presencia tardía y paradójica en sectores académicos iberoamericanos, como hemos comprobado en el III Congreso.

82 Sobre el neoinstitucionalismo, véase Manuel Artaza y también Salomón Kalmanovitz.

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la enseñanza secundaria es ahora de “obligado cumplimiento”, desde la Declaración de Bolonia (1999), en Europa y sus enseñanzas universitarias.

La conversión del new paradigm in education en “paradigma oficial” de la Comisión Europea, ha alterado evidentemente las condiciones del debate y la libre generación del consenso, propios de una definición más académica y democrática de la noción de ‘paradigma’. Tiene mucho interés, con todo, esta “propuesta” de un nuevo paradigma de raíz unidisciplinar (didáctico) y proyección transversal, que busca responder a la crisis paradigmática de la escuela con un apoyo decisivo de tipo administrativo e institucional84. Pecado original que nos

llevó a proponer, en 2007, ante su aplicación a la enseñanza de la historia, una depuración constructiva de los elementos posmodernos (v.g., el profesor como un desvalorizado y pasivo “facilitador”), empiristas, instrumentales o tecnocráticos (enseñar competencias85, olvidando los saberes). Urge vincular,

pues, el “nuevo paradigma” de las competencias a la educación en valores, actualizando críticamente lo que aprendimos de las “nuevas escuelas” del siglo XX (Dewey, Bruner, Piaget, Freire, Vigotsky…). De forma que sea posible hacer frente, y superar, dos problemas vinculados: retorno de la escuela tradicional, y graves dificultades socioeducativas como indisciplina, acoso escolar, brecha digital, violencia, drogas, desempleo y desmotivación. En definitiva, nos planteamos transformar un modelo impuesto, “desde arriba”, por un paradigma-consenso engendrado, “desde abajo”, que recoja del primero lo mejor y no renuncie a influir en las directrices oficiales, sobre todo a través de la rectificación de una puesta en práctica que depende, y mucho, del profesorado y las comunidades educativas. A tal fin hemos aplicado la experiencia de análisis, crítica e intervención paradigmática de Historia a Debate a la tendencia actual de la didáctica anglosajona de la educación en competencias, elaborando un texto pensado para discutir y redefinir el nuevo paradigma de la enseñanza de la historia, en el marco de nuestro Manifiesto historiográfico: Propuestas para el

nuevo paradigma educativo de la historia86.

Desde el II Congreso, al tiempo que la Unión Europea aprobaba la Declaración de Bolonia donde se toma como referencia una didáctica claramente inclinada a las “competencias”, el mercado y la “competitividad”, hemos prestado creciente atención metodológica y teórica en Historia a Debate a la enseñanza

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paradigma historiográfico, véase este texto a la altura de la nota 64) entre los resultados encontrados (Google 31/8/09) sobre “nuevo paradigma educativo”, poniendo las palabras sin comillas, en inglés (2.780.000) y en español (390.000; en su mayor parte latinoamericanos).

84 El papel de las instituciones internacionales (OCDE, CE…), y de una gran parte de las autoridades educativas nacionales, a favor de una nueva educación secundaria y superior basada en competencias y orientada al mercado laboral, explica tanto su éxito como los problemas de implementación que está teniendo en las comunidades educativas (ante todo, humanidades y ciencias duras), agravados en lo ideológico por la crisis de 2008 y sus efectos negativos sobre el fundamentalismo del mercado. 85 Hemos distribuido en HaD (2/12/05) un manifiesto de profesores universitarios españoles críticos con la “educación en competencias” y su conexión ideológica y práctica con el mundo de la empresa (www.h-debate.com/listahad/a_2005/diciembre/2_12_05.htm).

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de la historia87, concluyendo que era necesario relacionar más estrechamente

la nueva historiografía con la didáctica de la historia, demanda a la que tratamos de responder sin recetas, aportando praxis y proposiciones, animando a los profesores de secundaria a construir con nosotros, investigadores y profesores de enseñanza superior, desde un ámbito latino y global, un nuevo paradigma válido para la historia enseñada conectado con el nuevo paradigma historiográfico88.

En contraste con los tres nuevos paradigmas citados, de origen estadounidense e importados de otras ciencias humanas, el nuevo paradigma historiográfico de Historia a Debate responde, tanto en su versión explícita como implícita89, a una iniciativa euroamericana, española y latina, que: 1)

tiene híbridas raíces teóricas, intelectuales e historiográficas (Annales, marxismo, ciencia pospositivista, y otras) procesadas críticamente desde un historiografía inmediata; 2) dialoga permanentemente con otras propuestas actuales, generales y parciales, asumiendo unas partes y criticando otras90, desde una

posición base (epistemológica) de carácter mixto pero sistémicamente coherente91; 3) aplica creativamente las infrautilizadas posibilidades92 de la

87 Véase la reseña de Rafael Valls (1999), historia y otras ciencias sociales, Madrid, 2000, nº 4; seis meses después (3/1/00) iniciamos el debate educativo on-line “¿Qué historia enseñar en el nuevo siglo?” en el que participaron a 31/8/09 unos 135 colegas (http://www.h-debate.com/Spanish/ amenudebates_def.htm).

88 La demanda de una posición didáctica para HaD se ha concretado, hasta la fecha y por mi parte (en cuanto coordinador / orientador), en cuatro intervenciones: (1) videoconferencia “La nueva historiografía y la enseñanza de la historia” (20/9/02), dirigida a docentes y alumnos de la Maestría en Educación de la Universidad Virtual del Instituto Tecnológico de Monterrey (vídeo disponible, junto con transcripciones en español e italiano, en www.h-debate.com/videos/videos/mexico.htm); (2) conferencia “Nuovi paradigmi della ricerca storica” (20/10/04), en el marco del Congreso Internacional Storiografia e insegnamento della storia: è possibile una nuova alleanza?, organizado precisamente por la universidad de Bolonia (audio en www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/bologna.htm); (3) conferencia “Historia a Debate y la reconstrucción del paradigma historiográfico” (9/1/06), en el marco del III Curso de Invierno “Da teoria da história à didática da história”, organizado por la Universidad de Coimbra; y, por último, (4) la citada ponencia (nota 88), a modo de conclusión (provisional), “Propuestas para el nuevo paradigma educativo de la historia” (9/7/07), ampliamente difundida en Internet y resumida en “Insegnari storia, competenze e valori”, Patrimoni culturali tra storia e futuro (a cura di Beatrice Borghi, Cinzia Venturoli), Bologna, marzo 2009, pp. 51-54 (trad. esp., “Enseñar historia, competencias y valores” en Monografias.com ( http://www.monografias.com/trabajos918/historia-competencias-valores/historia-competencias-valores.shtml#Relacionados).

89 Dada la amplitud de HaD como red académica-social y movimiento historiográfico, y su relativa juventud, no todos los colegas que vienen participando con alguna continuidad en nuestras actividades desde 1993, presenciales y digitales, activa o pasivamente, son –o podemos ser– plenamente conscientes de la novedad y trascendencia que puede implicar la interrelación de nuestras prácticas, investigaciones y reflexiones sobre el método, la historiografía y la teoría; de ahí que, desde el III Congreso, dediquemos un espacio a estudiar colectivamente nuestra propia experiencia.

90 Con los partidarios de los retornos biográficos, políticos, narrativos…, podemos coincidir en la valoración positiva de un inédito pluralismo historiográfico (tesis 8 de La historia que viene; véase la nota 122), pero cuestionamos la subyacente teoría del conocimiento de una historia tradicional “tal como fue”, protagonizada ante todo por “grandes hombres” en detrimento del sujeto social; con la posmodernidad genuina (véase la nota 76) podemos coincidir en el papel determinante –tanto como las fuentes, corregimos nosotros– del sujeto cognoscente (punto I del Manifiesto de HaD) o en que la Historia no tiene un final preestablecido (punto XIV), pero discrepamos de la pretensión epistemológica de igualar historia y ficción o de que la historia deba prescindir de “cambiar el mundo”, queremos coadyuvar con los sujetos sociales a perfilar renovados objetivos históricos.

91 Pensar con dos ideas a la vez, sintéticamente, requiere de mentalidades científicas y académicas complejas, actualizadas, que huyan de las falsas e improductivas disyuntivas tipo blanco / negro, individual / colectivo, subjetivo / objetivo, conmigo / contra mí, que tanto daño han hecho, y todavía hacen, a la ciencia y a la sociedad.

Referências

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