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Cad. CRH vol.21 número52

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Academic year: 2018

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En un intento por descubrir las raíces de la d elin cu en cia ju ven il, los cien tíficos sociales aban don aron h ace ya tiem po la bú squ eda de “dem on ios en la m en te” o de “estigm as en el c u e r p o”. En la a c t u a lid a d , s e c r e e q u e e l com p ortam ien to d elictivo, com o casi tod o comportamien to social, es u n a con du cta qu e se aprende en el proceso de interacción social.

El plan teo clásico qu e da cu en ta de esta posición se encuentra en la teoría de la asociación diferencial de Suth erland, que establece que el comportamien to crimin al o delictivo implica el aprendizaje de: a) técnicas para cometer delitos, y b) motivos, impulsos, racionalizaciones y actitudes a favor del incumplimiento de la ley (Sutherland, 1995, p.77-80). Desafortunadamente, se ha presta-do poca atención al contenipresta-do específico de lo que

TÉCNICAS DE NEUTRALIZACIÓN:

una teoría de la delincuencia

1

Gresham M’Cready Syk es

*

David Matza

**

se apren de (en oposición al proceso a través del cual algo se aprende) tanto en la teoría como en la in vestigación . Tal vez, la ú n ica escu ela d e pensamiento importante orientada a comprender la naturaleza de este contenido se h aya centrado en la idea de una subcultura delictiva. La caracte-rística principal de una subcultura delictiva, se sostien e, es ser u n sistema de valores qu e repre-sen ta la in versión de los valores de u n a sociedad respetable qu e se somete a la ley. El mu n do del delincuente es el mundo del sometimiento a la ley pu esto de cabeza, y su s n ormas con stitu yen u n con trapeso dirigido con tra el orden social qu e sí cumple con la ley (Cohen, 1955). Cohen conside-ra que el proceso de desarrollo de una subcultuconside-ra delictiva es el resu ltado de la con stru cción , el man ten imien to y el reforzamien to de pau tas de con du cta qu e existen por oposición a los valores dominantes y que están en total contradicción con éstos, y en particular, con los de la clase media. El retrato d e la d elin cu en cia qu e d ibu ja Coh en presenta un alto grado de sofisticación; cautelosa-m en te, se evitan explicacion es sicautelosa-m ples, cocautelosa-m o aquellas que se basan en el principio de “imitar al * Dou tor n a Un iversid ad e d e North w estern . Professor of

Sociology Em eritu s d a Un iversity of Virgin ia.

**Ph .D. Prin ceton Un iversity. Professor Em eritu s d o De-p artam en to d e Sociologia d a Un iversid ad e d e Berkeley (1960-1999).

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líder”, y generalizaciones livianas, que refieren a “problemas emocionales”. Asimismo, no acepta la subcultura delictiva como algo dado, sino que, por el contrario, sistemáticamen te an aliza la fu n ción de los valores delictivos como una solución posible a los problemas de los jóvenes menores de clase baja en relación con su posición social. Sin embar-go, y a pesar de sus virtudes, esta imagen de la delincuencia juvenil como forma de comportamiento basado en el contrapeso o la rivalidad de valores y normas, parece contener graves errores. Este artí-culo precisamente trata de la n aturaleza de estos defectos y de posibles explicaciones alternativas o diferentes que den cuenta de gran parte de lo que implica la delincuencia juvenil.

La s d i fi c u l t a d e s d e c o n s i d e r a r a l comportamiento delictivo como el fruto de un con-junto de valores y normas desviadas (en otras palabras, como el resultado de una situación en la que el delincuente define el delito que cometió como “jus-to”) son de carácter empírico y teórico. En primer lugar, si de hecho existiera una subcultura delictiva en función de la cual el delincuente considerara su comportamiento ilegal como moralmente correcto, p od ríam os su p on er qu e el d elin cu en te n o manifestaría sentimientos ni de culpa ni de vergüenza en su detención o encierro; por el contrario, la prin-cipal reacción se manifestaría como indignación o

un sentimiento de martirio.2 Si bien es cierto que

algunos delincuentes reaccionan de este modo, el sentimiento de martirio, por lo general, parece basarse en el hecho de que otros “zafaron”, mientras que la indignación parece dirigirse contra los acontecimientos y la falta de capacidades que lo llevaron al encierro. Sin embargo, resulta aún más importante el hecho de que existen numerosas pruebas que sugieren que muchos delincuentes sí experimentan un sentimiento de culpa o vergüenza y su manifestación externa, no d eb e d esestim arse com o gesto p u ram en te

manipulador para apaciguar a las autoridades. Segu-ramente muchas de estas pruebas son de carácter clínico o derivan de opiniones “impresionistas”, y fueron proporcionadas por quienes deben tratar en forma directa con el joven delincuente. Si pretende-mos asignarle cierto peso a estas pruebas, debepretende-mos ser cuidadosos; no obstante, no podemos ignorarlas si pretendemos evitar caer en el estereotipo burdo del delincuente juvenil representado como el gangster malo en miniatura.

En segundo lugar, a través de observaciones, se advirtió que los delincuentes juveniles suelen profesar admiración y respeto por las personas que cumplen con la ley. Los “realmente honestos” suelen ser venerados, y si el delincuente es muy perspicaz para detectar cierta hipocresía en quienes acatan la ley, probablemente la indiscutida honradez gane el reconocimiento del delincuente. Los vínculos fuertes con madres humildes y devotas, o con sacerdotes r ec t os y c lem en t es (d e a c u er d o a m u c h a s observaciones, el primer caso suele estar presente tan to en delin cu en tes jóven es com o adu ltos), p u ed en s er d es c a r t a d os p or c on s id er a r s e exp resion es sen tim en tales; sin em bargo, esto demuestra que el delincuente no necesariamente concibe como inmorales a quienes se someten a las reglas jurídicas. De modo similar, puede destacarse que el delincuente juvenil puede manifestar un pro-fundo resentimiento si se atribuye alguna conducta ilegal a “otros miembros importantes” dentro de su entorno social inmediato o a héroes del mundo del deporte y del entretenimiento. En otras palabras, si el delincuente adscribe a un conjunto de valores y normas que son totalmente opuestos a los valores y las normas de la sociedad respetable, su forma de observancia de estas normas reviste un carácter pe-culiar. Aún cuando supuestamente el delincuente juvenil acuerda por completo con el sistema desvi-ad o d e la su b cu ltu ra d elictiva, en m u ch as circunstancias parecería reconocer la validez moral

del sistema normativo dominante.3

2 Esta form a d e reacción en tre los m iem b ros d e u n a su bcu ltu ra d esviad a, qu e creen en lo “correcto” d e su com portam ien to y qu e son captu rados y castigados por los or ga n is m os d el or d en s oc ia l d om in a n t e, p u ed e ilu strarse, tal vez, por gru pos com o los Testigos de Jeh ová, p or las prim eras sectas cristian as, por m ovim ien tos n aci-on alistas en regiaci-on es qu e saci-on colaci-on ias o fervien tes opositores a la Prim era y Segu n da Gu erra Mu n dial.

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En tercero lugar, varias pruebas demuestran que el delincuente juvenil, por lo general, traza u n a lín ea tajan te en tre qu ien es p u ed en ser victim izad os y qu ien es n o. A ciertos gru p os sociales no se los percibe como “jugadores hones-tos” den tro del ju ego de las prácticas delictivas supuestamente aprobadas, mientras que, por otro lado, se ju stifica u n a gran variedad de ataqu es en otros gru pos. En gen eral, la poten cialidad de victim ización p arecería ser u n a fu n ción d el distan ciam ien to social en tre los delin cu en tes ju ven iles y los otros, y, por lo tan to, en con tramos m áxim as exp lícitas d en tro d el m u n d o d e la delincuencia tales como “no robarse entre amigos” o “n o cometer actos de van dalismo con tra u n a iglesia de tu propio credo”. Esto parece obvio, pero su s im p lican cias n o h an recibid o su ficien te aten ción . El h ech o de qu e el com portam ien to supuestamente basado en ciertos valores tienda a d irigirse con tra otros gru p os sociales cu yos comportamien tos n o se basan en valores su giere que los delincuentes reconocen la “maldad” de su comportamiento delictivo mucho más ampliamente de lo qu e la literatu ra da cu en ta. Los casos en los qu e se limita el con ju n to de víctimas en fu n ción de relaciones de parentesco, amistad, grupo étni-co, clase social, edad, gén ero, en tre otros, n os permiten pensar qu e, en realidad, las “ven tajas” de la delincuencia nunca son “indiscutibles”.

En cuarto lugar, existen dudas respecto del hecho de que muchos de los delincuentes juveniles sean totalm en te in m u n es a las d em an d as d e conformidad del orden social dominante. Es muy probable que la familia del delincuente esté de acuerdo con la sociedad respetable acerca de que la delincuen cia es algo malo, aú n cu an do dich a fam ilia probablem en te esté in m ersa en varias actividades ilegales. Es decir, la postura de que los padres con du cen a la delin cu en cia n o pu ede ser un impulso absoluto. Cualquiera sea la influencia qu e ejerce el ejem p lo d e los p ad res, lo qu e

p od ríam os d en om in ar el p atrón “Fagin”4 d e

socialización , qu e con du ce a la delin cu en cia, n o es frecuente. Incluso, como lo indicó Redl, la idea d e q u e c i e r t o s b a r r i o s s e a n t o t a l m e n t e delincuenciales y ofrezcan a los jóvenes un mode-lo de comportamien to delictivo, sin excepción , simplemen te n o se sostien e por la in formación obtenida (Kobrin, 1951, p.653-661).

El hecho de que un chico sea castigado, por su comportamien to delictivo, por su s padres, en el colegio o por los organ ismos del sistema legal, pu ede su gerirle qu e la próxima vez debe ser más cu id ad oso p ara qu e n o lo atrap en , tal com o recalcaron muchos observadores con cierto cinis-mo. Sin embargo, h ay una probabilidad mayor o igual de que el ch ico internalice las demandas de conformidad. Esto no significa que dichas deman-das no puedan ser neutralizademan-das. De hecho, como ve r e m os m á s a d e la n t e , e n t e n d e r c óm o s e n eu tralizan las deman das in tern as y extern as de con formidad pu ede ser cru cial para en ten der el comportamiento delictivo. Pero esto significa que es improbable que se produzca una negación com-pleta de la validez de las demandas de conformidad y qu e se las su stitu ya p or u n n u evo sistem a normativo, en virtud de la dependencia del chico o del adolescen te respecto de los adu ltos y de su vin cu lación con ellos, in h eren te a su posición den tro de la estru ctu ra social. No importa cu án inmerso esté en los patrones de conducta delictiva, ni tampoco importa el grado en que dicho vínculo pu eda pesar más qu e su s vín cu los con qu ien es cu mplen con la ley, el joven n o deja de condenar las conductas desviadas. Cualquiera sea el modo, las demandas de conformidad deben ser satisfechas y se les d ebe d ar u n a resp u esta; n o p u ed en ign orarse por perten ecer a u n sistema extraño de valores y normas.

En su ma, la postu ra teórica qu e con sidera qu e tan to la d elin cu en cia ju ven il com o el comportamiento de obediencia de la ley se basan en normas y valores de una subcultura delictiva y de la sociedad en su con ju n to, respectivamen te,

4 Factor Fagin : m od o d e socialización d on d e el “m en tor” cu m p le satisfactoriam en te las fu n cion es d e tran sm itir p au tas d e com p ortam ien to p ero qu e son in ap rop iad as. El térm in o Fagin refiere a u n person aje de la n ovela Oliver

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genera varias dudas. El h ech o de qu e el mu n do del delincuente encaje en el mu n do de qu ienes cumplen la ley no se debe pasar por alto, así como no se puede situ ar al delincu en te ju ven il en el mismo nivel de u n adulto qu e ya h a sido sociali-zado en un modo de vida diferente. Por el contra-rio, el delincuente juvenil parecería al menos acor-dar con el orden social domin an te en tan to su ele manifestar culpa o vergüenza cuando viola las prescripciones de este orden , o al aprobar ciertas representaciones de aceptación, y distinguir entre o b je t o s a p r o p i a d o s e i n a p r o p i a d o s d e s u desviación. Ah ora nos dedicaremos a tratar de encontrar una explicación para este aspecto de la delincuencia aparentemente paradójico.

Como sostiene Morris Cohen, uno de los problemas más fascinantes del comportamiento humano es el por qué los hombres violan la ley en la que creen. Este problema es el que se nos presenta cu an do tratam os de explicar por qu é su rge la delincuencia, a pesar del compromiso, mayor o menor, con los modos usuales de conformidad. Una guía fundamental nos la proporciona el hecho de que las reglas o normas sociales que exigen un comportamiento conforme a valores casi siempre, sino siempre, se formulan en términos categóricos e imperativos. Es más, los valores y las normas se presentan como guías para la acción contextualizadas y de aplicabilidad limitada en función del tiempo, d el es p a c io, d e ot r os in d ivid u os y d e la s circunstancias sociales. El principio moral que desaprueba el acto de matar, por ejemplo, no rige para el enemigo en combate en tiempos de guerra, a pesar de que la prohibición se vuelve otra vez váli-da para un enemigo que se toma prisionero. De m an era sim ilar, m u ch os con sid eran ju sto la apropiación y distribución de bienes escasos en tiempos de profunda necesidad social, a pesar de que, en otras circunstancias sociales, la propiedad privada se considere inviolable. Por lo tanto, el sis-tema normativo de una sociedad se caracteriza por lo que Williams definió como flexibilidad; no con-siste en un conjunto de reglas que se consideran de cumplimiento obligatorio en todas las circunstancias (Williams Jr, 1951, p.28).

Esta flexibilidad, de h ech o, es inh erente al derech o pen al, en el sen tido de qu e existen “ate-nuantes de culpabilidad” que pueden promoverse en las declaracion es de cu lpabilidad o in ocen cia del acusado, como, por ejemplo, minoría de edad, necesidad, demencia, ebriedad o defensa propia, en tre otros. Se pu ede evitar la declaración de culpabilidad moral por un delito – y, de este modo, evitar las san cion es n egativas de la sociedad – si puede probarse la falta de intención. Creem os que gran parte de los delitos se basan en lo qu e constituye esencialm ente una prolongación de los atenuantes de culpabilidad que se m anifiestan com o justificaciones de la desviación que son válidas para los delincuentes, pero no para el sistem a legal ni p a ra la socie d a d e n su con ju n to. Es t a s ju stificacion es comú n men te se describen como racion alizacion es. Se con sidera qu e su rgen con posterioridad al comportamiento desviado, como u n modo de protección del in dividu o con tra su propio sen timien to de cu lpa o con tra la cu lpa de otros lu ego d e h aber com etid o el d elito. No obstan te, existen razon es p ara creer qu e, en realidad, preceden al comportamiento desviado y lo h acen posible. Suth erland menciona al pasar esta posibilidad, la cu al aú n tam poco h a sido analizada por otros teóricos desde una perspecti-va sociológica. La desaprobación que resulta de la in tern alización de las n ormas y qu e satisface a otros, en el entorno social, se neutraliza, se da vuelta o se aparta de an teman o. Los con troles sociales qu e sirven p ara con trolar o in h ibir p atron es motivacionales de desviación resultan ineficaces, y un individuo puede entrar en la delincuencia sin que se deteriore la imagen que tiene de sí mismo. En este sen tido, el delin cu en te “no puede tenerlo todo, tiene que elegir”, en tan to con tin ú a en trega-do al sistema normativo trega-dominante, pero restringe los man datos de este sistema y con sidera qu e las violaciones son “aceptables”, si no “correctas”.

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Den omin amos a este tipo de ju stificacion es del com p ortam ien to d esviad o com o técn icas d e n eu tralización . Creem os qu e d ich as técn icas con stitu yen u n com p on en te esen cial d e las “definiciones favorables para el incumplimiento de la ley” de Sutherland. Es a través del aprendizaje de estas técn icas qu e u n joven se con vierte en u n delincuente juvenil, y no a través del aprendizaje de imperativos morales, valores o actitudes en to-tal con tradicción con aqu ellos de la sociedad do-min an te. Al an alizar estas técn icas, n os pareció conveniente dividirlas en cinco grandes tipos.

La negación de la responsabilidad. Mientras el delin cu en te n o se defin a a sí m ism o com o r esp on sab le d e su s accion es d esviad as, la desaprobación de u n o mismo o de otros pierde efectividad como influencia represiva. Como el juez Holmes men cion ara, in clu so u n perro distin gu e un tropiezo de una patada; y la sociedad moderna no es men os cuidadosa al trazar la lín ea en tre a q u e l l o s d a ñ o s q u e s o n c u l p o s o s (n o in ten cion ales), p or ejem p lo, cu an d o falta la resp on sabilid ad , y aqu ellos qu e son d olosos (in ten cion ales). Como técn ica de n eu tralización , n o obstan te, la n egación de la respon sabilidad se extien de más allá de alegar qu e los actos desvia-dos son u n “acciden te”, o in clu so más allá de cu alqu ier otra n egación de la respon sabilidad personal similar. También puede mencionarse que las accion es del delin cu en te se deben a fu erzas ajen as y qu e están fu era de su con trol, como, por ejemplo, la caren cia de afecto de los padres, las malas compañías o vivir en barrios bajos. De hecho, el delin cu en te propon e u n a con cepción de sí a través de la cu al se percibe com o im pu lsado inevitablemente a nuevas desviaciones. Desde un pu n to de vista psicodin ámico, esta orien tación h acia los actos personales puede representar una profunda alienación respecto del propio yo, pero es importante recalcar que dichas interpretaciones d e la r e s p on s a b ilid a d s on c on s t r u c c ion e s culturales y no una cuestión de idiosincracia. Sin lugar a dudas, es evidente que existe una similitud en tre este modo de ju stificar el comportamien to ilegal que asume el delincuente y las implicancias

de u n marco de referen cia “sociológico” o u n a

“filosofía del derech o” h u man a.5 No es la validez

de esta orientación lo que nos interesa desarrollar en este artículo, sino su función de desviar la cul-pa que implica toda violación de normas sociales, y su relativa in d ep en d en cia resp ecto d e la

estru ctu ra de la person alidad.6 Al apren der a

recon ocer qu e n o actú a “libremen te” sin o por la influencia de factores externos, el delincuente pre-para el terren o pre-para su desviación del sistema normativo dominante sin necesidad de un ataque frontal a las normas.

La negación del daño. La segu n da técn ica de neutralización se centra en el daño que implica un delito. El derecho penal establece la distinción en tre delitos qu e son m ala in se y aqu ellos qu e son m ala prohibita, es decir, en tre actos qu e son en sí mismos “malos” y aquellos que son ilegales pero no inmorales. El delincuente puede h acer la misma distin ción al evalu ar la “maldad” de su comportamiento. Para el delincuente, no obstante, la “maldad” de un acto puede depender del hecho d e si algu ien su frió o n o algú n d añ o p or su desviación , lo cu al pu ede ser in terpretado de mu ch as man eras. Un delin cu en te pu ede definir un acto de vandalismo, por ejemplo, simplemente como u n a “travesu ra”; despu és de todo, pu ede argu men tarse, los du eñ os de los bien es qu e se destruyeron pueden soportar los daños ocasiona-dos. De modo similar, el robo de au tos pu ede considerarse un “préstamo”, y las peleas callejeras, discu sion es privadas o du elos acordados volu n -tariamente por las partes, y por lo tanto, de ninguna in cu mben cia para la sociedad. No preten demos su gerir qu e esta técn ica de n eu tralización , den o-m i n a d a la n e ga ción d e l d a ñ o, i o-m p l i q u e explícitamente una lógica determinada. Por el con-t r a r i o , s o s con-t e n e m o s q u e e l d e l i n c u e n con-t e , frecuentemente y de un modo confuso, siente que

5 A través d e n u m erosas observacion es, se ad virtió qu e m u ch os d elin cu en tes p arecen ten er u n con ocim ien to sorp ren d en te d e exp licacion es sociológicas y p sicológi-cas d e su com p ortam ien to y son h ábiles al d estacar el rol cau sal d e su en torn o d e p obreza.

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su comportamiento, en realidad, no ocasiona daños importantes, a pesar de qu e con tradice la ley. Así como el vínculo entre el in dividu o y su s actos p u ed e qu ebrarse m ed ian te la n egación de la responsabilidad, también puede quebrarse el vín-culo entre los actos y sus consecuencias, median-te la negación del daño. Pu esto qu e la sociedad a veces coin cide con el delin cu en te, por ejemplo, en cuestiones como “hacerse la rata” o “hacer una ju garreta”, en tre otros, se con firma la idea de qu e la neutralización de los controles sociales que hace el delincuente por medio del apartarse de las nor-mas es u n a prolon gación de prácticas comu n es más qu e u n gesto de oposición .

La negación de la víctim a. In clu so si el delincuente acepta la responsabilidad de sus actos desviados y está dispu esto a admitir qu e estos implican u n dañ o, la in dign ación moral con u n o mismo, y la de los otros, pu ede n eu tralizarse al in sistir en qu e, a la lu z de las circu n stan cias, el daño no es un mal. El daño, puede sostenerse, no es realmente un daño. Por el contrario, es una for-ma ju sta de retribu ción o castigo. A través de u n proceso mágico, el delin cu en te asu me el rol de ven gad or, y la victim a se tran sform a en el delincuente. Ataques a homosexuales, o a quienes se sospech a qu e lo son , ataqu es a miembros de min orías qu e se dice están “fu era de lu gar”, actos de vandalismo como venganza contra un maestro o una autoridad del colegio a los qu e con sidera in ju stos, robos al du eñ o desh on esto de u n n ego-cio, todos pu eden percibirse como dañ os qu e, a los ojos d el d elin c u en t e, s e in fligen a u n transgresor. Como dijo Orwell, el tipo de criminal admirado por el público en general probablemente ha cambiado a lo largo del tiempo y Raffle ya no es

un h éroe7 , pero Robin Hood, y su s derivados en

n u estros días, como, por ejemplo, u n detective ten az qu e bu sca qu e se h aga ju sticia por fu era de la ley, aún atraen a la imaginación popular, y el delincuente puede ver sus actos como parte de un rol similar a éste.

Negar la existencia de la víctima, entonces, al transformarla en una persona que merece sufrir un daño, es una forma extrema del fenómeno que acabamos de mencionar, a saber, el reconocimiento por parte del delincuente de los objetos adecuados o inadecuados de sus actos delictivos. Sin embargo, y en otro sen tido, el delin cu en te también pu ede n egar la existen cia de la víctima, de acu erdo con las circunstancias del acto delictivo. Hasta tanto la vic t im a n o e s t é fís ic a m e n t e p r e s e n t e , s e a desconocida o de una vaga abstracción (como suele suceder en los casos de delitos contra la propiedad), el con ocimien to de la existen cia de la victima se d e b ilit a . La s n o r m a s in t e r n a liz a d a s y la s anticipaciones de las reacciones de los otros deben activarse de u n modo u otro, en tan to vayan a funcionar como patrones de conducta. Es posible que un conocimiento vago de la víctima juegue un papel importante en determinar si este proceso se activa o no.

La con den a a quien con den a La cu arta técnica de neutralización parecería implicar la c o n d e n a a q u i e n e s c o n d e n a n o , c o m o l o parafrasearon Corkle y Korn, el rech azo a quien

rech aza(McCorkle; Korm , 1954, p .88-98). El

delincuente traslada el foco de atención desde sus p rop ios actos d esviad os a los m otivos y el com p ortam ien to d e qu ien es d esap ru eban su violación de la ley. El delin cu en te pu ede alegar qu e qu ien es lo van a con den ar son h ipócritas, desviados en cu biertos, o qu e el ren cor person al los in cita a actu ar así. Esta orien tación respecto del m u n do qu e cu m ple la ley pu ede resu ltar particularmente importante cuando se endurece y tran sform a en u n en carn izado cin ism o con tra qu ien es tien en la fu n ción de h acer cu m plir o expresar las normas de la sociedad dominante. Por ejem p lo, p u ed e d ecirse qu e los p olicías son corru p tos, estú p id os o cru eles; los m aestros siempre tienen sus favoritos y los padres siempre se “desquitan” con sus hijos. A través de una sutil prolon gación , la recompen sa por cu mplir con la ley (por ejemplo, el éxito material) se convierte en u n a cu estión de tire o afloje o de su erte, y, de este modo, dismin u yen aú n más la importan cia de 7 George Orw ell, Dicken s, Dali, y otros, New York: Reyn al,

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quienes están del lado de quienes cumplen con la ley. La valid ez d e este p u n to d e vista n o es demasiado importante, ya que su función consiste en dar vuelta o desviar las sanciones negativas que conlleva la violación de las normas. El delincuente, en realidad, cambia el tema de conversación en el “diálogo” entre sus propios impulsos de desviación y las reacciones de los otros; y, al atacar a los otros, lo “malo” de su propio comportamiento se reprime o se pierde de vista con mayor facilidad.

La apelación a lealtades superiores. Qu in -to, y ú ltimo, el con trol social in tern o o extern o pu ede ser n eu tralizado median te el sacrificio de las demandas de la mayoría de la sociedad en pos de las demandas de grupos sociales más pequeños a los qu e perten ece el delin cu en te, por ejemplo, sus hermanos, su pandilla o su círculo de amigos. Es im portan te recalcar qu e el delin cu en te n o necesariamente repudia los mandatos del sistema n ormativo domin an te, a pesar de qu e se n iegu e a seguirlos. Por el contrario, el delincuente puede verse in merso en u n dilema qu e tien e qu e resol-ver, por desgracia, a expensas de violar la ley. Un aspecto de esta situ ación h a sido estu diado por Stouffer y Toby en su investigación sobre el conflicto entre las demandas particularistas y universalistas y entre los reclamos de amistad y las obligaciones sociales d e carácter gen eral. Su s resu ltad os demuestran que “es posible clasificar a los sujetos con forme a la predisposición qu e ten gan a elegir u n o u otro d e los com p on en tes d el d ilem a” (Stou ffer; Toby, 1951). Para n uestros propósitos, sin embargo, lo más importante es que la desviación respecto de ciertas n ormas pu ede su rgir, n o por-que se rechacen dichas normas, sino porpor-que otras, aqu ellas qu e se ju zgan más u rgen tes o implican una lealtad superior, se consideran superiores. Es más, el h ech o de qu e se crea en ambos tipos de n ormas es lo qu e le con fiere sen tido a n u estros conceptos de dilema y conflicto de roles.

El conflicto entre las demandas de amistad y las demandas de conformidad, o cualquier otro dile-ma similar, por supuesto, ya fue reconocido por los científicos sociales (y también por escritores) como un problema común de la humanidad. El delincuente

juvenil, por lo general, resuelve su dilema al insistir en que “siempre hay que ayudar a un compañero”, o “nunca se delata a un amigo”; e incluso, aún cuando esto lo ponga en serias dificultades con el orden so-cial dominante, su elección sigue siendo conocida para quienes supuestamente cumplen con la ley. Tal vez no es común que el delincuente sea capaz de percibir que, en realidad, actuar en nombre del gru-po social más pequeño al que pertenece es un modo de justificación de la violación de las normas de la sociedad. Pero esto es una cuestión de grado más que de clase.

“No qu ise h acerlo”. “No lastimé a n adie”. “El se lo merecía”. “Todos se meten conmigo” “No lo h ice yo solo”. Podemos h ipotetizar qu e estos slogan s, o su s varian tes, preparan a los jóven es para cometer delitos. Estas “defin icion es de la situ ación” rep resen tan golp es tan gen ciales o colaterales al sistema normativo dominante, más qu e la creación de u n a ideología con traria, y con stitu yen u n a prolon gación de patron es de pensamiento prevalecientes en una sociedad más que algo creado de la nada.

Las técn icas de n eu tralización pu eden n o ser lo suficientemente poderosas como para prote-ger totalmen te al in dividu o de la fu erza de sus propios valores internalizados y de las reacciones de quienes cumplen con la ley, ya que, como men-cion amos, los delin cu en tes ju ven iles su elen pa-decer sentimientos de culpa o vergüenza cuando deben dar cu en ta de su comportamien to desvia-d o. Y algu n os desvia-d elin cu en tes p u edesvia-d en estar tan aislados del mundo que cumple con la ley, que las técn icas de n eu tralización n i siqu iera en tran en ju ego. De todos modos, creemos qu e las técn icas de neutralización son decisivas para disminuir la eficacia del con trol social y descan san detrás de gran p arte d el com p ortam ien to d elictivo. La investigación empírica en esta área es fragmentaria

y dispersa, pero el trabajo de Redl8 Cressy9 y otros

proporcionó información significativa que sirvió para aclarar cu estion es teóricas y au men tar la

8 Ver Red l; Win em an , 1956.

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cantidad de elementos que sirvan como pruebas. Dos lín eas de in vestigación parecen ser cru ciales en este pu n to. Primero, es n ecesario obten er más conocimiento sobre la distribución diferencial de técn icas d e n eu tralización com o p atron es d e pensamiento operativo, por edad, gén ero, clase social, grupo étnico, etc. Puede sostenerse a priori qu e estas ju stificacion es de la desviación serán comprendidas con mayor facilidad por los segmen-tos de la sociedad a quienes les resulta evidente la diferencia entre los ideales sociales comunes y las prácticas sociales. También es posible, sin embar-go, qu e el h ábito d e “m an ip u lar” el sistem a normativo domin an te – o inclu so “qu ebrarlo” – con trad iga n u estras categorías sociales m ás imperfectas y haga referencia principalmente a los patrones de interacción social dentro el círculo fa-miliar. Segu n do, es n ecesario qu e se llegu e a u n a mejor comprensión de la estructura interna de las técn icas de n eu tralización , en tan to sistema de creen cias y actitu des, y su relación con varias clases de comportamiento delictivo. Algunas téc-nicas de neutralización parecen adaptarse mejor a determin ados actos desviados qu e a otros, como h emos su gerido, por ejemplo, en el caso de deli-tos contra la propiedad y la negación de la víctima. No obstante, esta cuestión aún no resulta muy cla-ra y requiere mayor información.

De t o d o s m o d o s , l a s t é c n i c a s d e n eu tralización p arecen ofrecer u n a lín ea d e investigación prometedora para incrementar y sis-tematizar el bagaje teórico acerca de la delincuencia ju ven il. Cu an ta m ás in form ación se obten ga respecto de las técn icas de n eu tralización , su s orígen es y su s con secu en cias, mejor será para comprender tanto la delincuencia juvenil como la desviación de los sistemas normativos.

(Recebido para pu blicação em ju n h o de 2007) (Aceito em abril de 2008)

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TÉCNICAS DE NEUTRALIZAÇÃO: uma teoría da delinqüencia

Gresham M. Sykes David Matza

Este artigo apresenta evidências que sugerem que os delinqüentes geralmente não aprovam a delinqüência. Eles se envolvem na delinqüência por meio do emprego de certas “técnicas de neutralização”. Embora eles acreditem que a delinqüência seja má, eles preten-dem que seus atos são justificáveis por diferentes tipos de razões. Estas justifi-cativas são utilizadas antes do ato delin-qüente, fazendo com que este seja pos-sível pela neutralização da crença dos indivíduos que eles são ruins.

PALAVRAS CHAVE: delinqüência, aprendiza-gem, justificativas morais, crenças, téc-nicas de neutralização.

TECHNIQUES OF NEUTRALIZATION: a delinquency theory

Gresham M. Sykes David Matza

This article presents evidences that suggest that criminals do not usually approve of delinquency. They end in the delinquency through certain “neutralization techniques”. Although they believe delinquency is bad, they say that their actions are justifiable for different types of reasons. These justifications are used before the deliquent action, making it possible by the neutralization of the individuals’ beliefs that they are bad.

WORDS KEY: delinquency, learning, moral justifications, beliefs, neutralization techniques.

TECHNIQUES DE NEUTRALISATION: une théorie de la délinquance

Gresham M. Sykes David Matza

Cet article met en évidence des éléments qui indiquent qu’en général les délinquants ne sont pas pour la délinquance. Ils entrent dans la délinquance en utilisant certaines “techniques de neutralisation”. Même s’ils croient que la délinquance est mauvaise, ils prétendent que leurs actes sont justifiables pour diverses raisons. Ces justifications sont utilisées avant les actes de déliquance, permettant ainsi que celles-ci soient utilisées pour neutraliser l’idée des gens qu’ils sont mauvais.

Referências

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