P
REPARATIVOS
PARA DESASTRES
Después del terremoto
de 1976, una solitaria
imagen religiosa
parece vigilar,
silenciosa, las ruinas
de una iglesia de
Guatemala. En
ocasiones como esta, el
trabajo de la OPS y de
los Países Miembros
ayuda a reducir al
minimo las pérdidas
materiales y humanas,
además de los estragos
sociales y económicos
que acompañan a los
desastres
(Foto: C. de
Ville de Goyet)
El número
de desastres naturales ocurridos en la
Región desde 1970
vado del Ruiz con un saldo de unas 23 000 víctimas. Por otra parte, si bien las inunda- ciones no reciben tanta cobertura en la prensa internacional, sus repercusiones sobre la salud pública de esos países son también enormes.
Hasta los anos setenta, la función de la OPS había sido fundamen- talmente responder a casos específicos de emergencia. Pero en 1976 los Países Miem- bros solicitaron al Director que estableciera una unidad de desastres para que se encar- gara de definir la política de la Organización, formular un plan de acción para las distintas clases de desastres, llevar el inventario de los recursos humanos y de otro tipo dispo- nibles, y capacitar el personal que hiciera falta. Al crearse el Programa de Preparativos para Situaciones de Emergencia y Coordinación del Socorro en Casos de Desastre, los países empezaron a analizar esta difícil pregunta: icómo pueden los servicios de salud de urgencia desenvolverse mejor en casos de desastre?
Los preparativos para casos de desastre se convirtieron en la clave para atender los efectos de esos fenómenos sobre la salud. El grado de preparación para afrontar desastres mostrado por el sector de la salud de un país se consideró indicativo de la calidad y eficacia general de sus servicios de salud y de su cobertura en épocas normales. A la inversa, ese grado de preparación solo puede llegar hasta donde lo permitan la organización y los recursos del sector. En efecto, la calidad de la aten- ción de salud brindada en casos de desastre solía reflejar la calidad de esa atención en épocas normales.
La OPS, en colaboración con los países, formuló una estrategia de preparación del sector de la salud para casos de desastre que incluía dos componentes básicos: fortalecimiento de las instituciones del sector y desarrollo de recursos huma- nos. Se instó a los países a considerar los preparativos para casos de desastre como fun- ción permanente de sus instituciones de salud y como parte imprescindible de su es- tructura organizativa, como lo son, por ejemplo, el programa de salud matemoinfantil o el de vigilancia epidemiológica. Los países respondieron creando o fortaleciendo pro- gramas técnicos de preparativos para casos de emergencia en el sector de la salud, adoptando las medidas administrativas y legales necesarias para ese fin y asignando los recursos humanos y financieros requeridos. De no contarse con este compromiso de los países, los talleres, seminarios y otras actividades similares no habrfan dado los resul- tados que se buscaban. Si bien antes de 1977 los desastres se consideraban como res- ponsabilidad exclusiva de los organismos de defensa civil y otros semejantes, hoy en día todos los países de las Américas tienen también, dentro de los ministerios de salud, un coordinador de desastres para el sector de la salud.
El otro componente clave de los preparativos para casos de desas- tre -el desarrollo de recursos humanos en el sector de la salud- es especialmente importante porque la respuesta eficaz ante los desastres depende principalmente de la preparación y la competencia de los primeros en acudir -dirigentes locales y personal de atención primaria de salud de las comunidades afectadas- y luego de la capacidad del nivel central para coordinar la respuesta externa. Mientras mejor preparados estén los servicios locales de salud y las comunidades, mejor será la respuesta global del país.
Para apoyar la formación de recursos humanos, la OPS organiza unos 200 talleres, cur- 2 sos y otras actividades de adiestramiento cada año. Y, lo que es aun más importante, x para asegurar la continuidad entre futuras generaciones de profesionales de salud, la
OPS se ha propuesto que el tema de los preparativos para casos de desastre se incluya ? 2 sistemáticamente en los programas de pre y posgrado de las facultades de medicina, a salud pública, enfermería e ingeniería de la Región.
Si bien la preparación de los primeros que acuden en casos de de-
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dinar la respuesta interinstitucional en esos casos. Los esfuerzos se han centrado en preparar a los funcionarios que toman las decisiones en el sector de la salud, a quienes es importante motivar para que brinden apoyo; a los directores y los profesores de las facultades de medicina y otras carreras afines, que pueden incluir progresivamente los preparativos para casos de desastre en los programas educativos formales; y a los fun- cionarios de asuntos exteriores y de planificación, así como a los medios de comunica- ción de masas, quienes -si cuentan con conocimientos básicos de los problemas de salud causados por los desastres- pueden ayudar eficazmente al sector de la salud.
Hacia finales de los años ochenta, los preparativos para desastres eran bien aceptados por los países de América Latina y el Caribe. Su convicción de que la planificación y la preparación para casos de emergencia debe ser un proceso continuo los ha llevado a iniciar, en épocas normales, muchas actividades de carácter nacional. Se ha reconocido que acontecimientos aparentemente sin relación, tales como los cam- bios en la infraestructura del país o las reducciones de personal, pueden modificar la logística del plan nacional para casos de desastre. Además, entienden que la planifica- ción es incluso más critica después de un desastre, cuando pueden evaluarse las estra- tegias, aprenderse lecciones de las consecuencias de las decisiones de emergencia, y re- visarse los planes para los desastres.
Las Naciones Unidas han declarado los años noventa como el De- cenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, cuyos objetivos son disminuir las pérdidas de vidas, el daño a la propiedad y los trastornos sociales y eco- nómicos causados por los desastres naturales, especialmente en los países en desarro- llo. En todo el mundo, se ha instado a los países a crear Comités Nacionales para el De- cenio -formados por representantes de una gama de sectores, incluido el de la salud- para identificar sus prioridades en cuanto a los desastres y formular planes de trabajo que mejoren la capacidad de los países para aminorar los efectos de los desastres.
En respuesta al Decenio Internacional, la OPS ha desplazado el centro de interés de algunas de sus actividades hacia otras medidas de reducción de los desastres, tales como la prevención y la mitigación. Mientras que desde el punto de vista de la preparación se acepta que los desastres son inevitables y se hace hincapié en la forma en que las comunidades y las instituciones de salud responden rápida y organi- zadamente cuando ocurre un desastre, la prevención de desastres tiene como propósito impedir que un peligro natural se convierta en un desastre. Las medidas preventivas pueden variar desde la construcción de una represa para contener las aguas durante las inundaciones fuertes hasta la aprobación de leyes de planificación urbana y de obras públicas que decreten dónde no se han de construir o ubicar establecimientos impor- tantes, como los hospitales. Por otra parte, la mitigación no impedirá los desastres, pero sí podrá aminorar sus efectos sobre la población y las estructuras físicas. Las medidas de mitigación -tales como remodelar, reforzar o diseñar los hospitales de tal manera que soporten los terremotos o los vientos huracanados- buscan que esos edificios funcionen adecuadamente aun después de un desastre, en vez de que contribuyan a aumentar el número de víctimas.
tierras, su vulnerabilidad ante los desastres no disminuye por fuerza; antes bien, quizás aumente. En ninguna parte es más evidente este creciente riesgo que en el vínculo que existe entre el desarrollo industrial y el peligro de desastres tecnológicos.
La reducción de desastres representa una inversión a largo plazo en el desarrollo de un pafs. A medida que los países de América Latina y el Caribe orienten sus esfuerzos hacia las actividades de reducción de desastres durante los años noventa, quizás puedan aprovechar las oportunidades que estos crean para efectuar reformas y mejoras auténticas.
En los antiguos mitos, los desastres se interpretaban universalmente como acciones punitivas de deidades enfurecidas por la infracción humana de las leyes divinas. Esa aceptación pasiva se abandonó con el conocimiento de /as causas naturales de los movimientos sísmicos, tsu- namis, inundaciones y sequías, y la posibilidad de pronosticarlos y tomar precauciones para reducir sus efectos. La Asamblea General de las Naciones Unidas subrayó la necesidad de promover en la comunidad mundial una actitud realista y prudente de preparación, programando los años noventa como Decenio Internacional para la Reduccidn de los Desastres Naturales. En apoyo de esta iniciativa, la Organización Mundial de la Salud optó por dedicar las actividades del Día Mundial de la Salud
de 7 991 al mismo tema y adoptó como consigna una advertencia cardinal: “[Las catástrofes no avisan: estemos preparados!”