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Pobreza y medio ambiente: una medición con micro-datos para el Norte Grande Argentino

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localização das moradias e às fontes de energia utilizadas. Em todos os casos com dados fornecidos pelo Inquérito Domiciliar Permanente publicado pelo Instituto Nacional de Estatística e Censos. Os resultados do estudo sugerem que os pobres enfrentam um ambiente mais deteriorado do que os não pobres e que esta situação se agrava no NGA em relação ao resto do país.

Palavras-chave: pobreza; meio ambiente; Norte Grande Argentino.

ABSTRACT: This paper attempts to analyze the links between urban poverty and environment, with special emphasis for the case of the Norte Grande Argentino in the 2011-2016 period. For this purpose, the environmental conditions experienced by poor people and their situation in relation to the non-poor are analyzed, using indicators related to household sanitary conditions, housing location, and sources of energy used. In all cases with data provided by the Permanent Household Survey published by the National Institute of Statistics and Census. The results indicate that poor face a more deteriorated environment than the non-poor and that this situation worsens in the Norte Grande Argentino in relation to the rest of the country.

Keywords: poverty; environment; Norte Grande Argentino.

1. Introducción

En la actualidad numerosos países en desarrollo experimentan problemas medioambientales que han ocasionado pérdidas en el ambiente, en salud y eco-nómicas para los hogares (Penttinen, 2008). Este fe-nómeno es comúnmente denominado “degradación ambiental”, entendido como el deterioro del ambien-te debido al agotamiento de recursos como el suelo, agua, destrucción de los ecosistemas o extinción de la fauna silvestre (Johnson et al., 1997). Y dado que la degradación ambiental aparece relacionada con una alta incidencia de la pobreza, se podría pensar que ambos fenómenos se encuentran causalmente vinculados (Getahun et al., 2018).

De esta forma, en los últimos años se ha ido in-crementando la aceptación acerca de la significativa influencia que posee el ambiente sobre el desarrollo humano, especialmente sobre los resultados en términos de salud, conformando lo que se conoce como salud ambiental (Organización Mundial de la

Salud, 2006; Bleich et al., 2012; Galvao et al., 2016). Frecuentemente, dos grandes categorías son identifi-cadas en este caso: padecimientos relacionados a la pobreza (falta de agua potable, sanidad inadecuada en la vivienda y polución dentro del hogar, entre otros) y padecimientos urbanos modernos (polución del aire en las ciudades, exposición a agroquímicos etc.) (Banco Mundial, 2000). Por su parte, los Ob-jetivos de Desarrollo Sostenible (Naciones Unidas, 2015) reflejando la importancia del ambiente en el desarrollo proponen, además de, poner fin a la pobreza en todas sus formas (ODS 1), garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y saneamiento para todos (ODS 6) y garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos (ODS 7).

En este sentido, numerosos estudios sugieren que las personas de menores ingresos son más pro-pensas a sufrir enfermedades infecciosas y tienen mayor mortalidad y morbilidad (Bradley & Kel-leher, 1993), además que soportan mayores riesgos

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físicos y químicos (Hardoy & Satterthwaite, 2001). Más aún, la evidencia sugiere que los canales más importantes a través de los cuales las condiciones ambientales tendrían un impacto negativo sobre la salud de las personas en situación de pobreza, son la polución del agua y del aire dentro del hogar (Gwa-tkin & Guillot, 1999; Satterthwaite, 2003).

De esta manera, se tiende a reconocer la impor-tancia de las características de la vivienda y el ve-cindario en las interacciones entre pobreza y medio ambiente, examinando dimensiones como: ingresos, acceso a la vivienda, acceso a una provisión de agua mejorada, sanidad, drenaje y recolección de residuos y acceso a asistencia médica y de emergencias, entre otras (Satterthwaite, 2003; Pasanen et al., 2017).

En este punto, debe entenderse que, si bien la mayoría de los estudios tiende a transmitir la exis-tencia de una relación significativa entre pobreza y condiciones ambientales, no está igualmente claro el sentido de esta relación. Por un lado, se sostiene que los pobres son los causantes de la degradación ambiental y que cualquier política medioambiental debería considerar la mitigación de la pobreza para ser efectiva. Más aún, las personas en situación de pobreza se encontrarían inmersas en un círculo vi-cioso donde provocan la degradación del ambiente, lo cual a su vez tiende a agravar su situación de escasez de recursos (Comisión Mundial sobre Me-dio Ambiente y Desarrollo, 1987; Ambler, 1999; Clarke, 1999; Getahun et al., 2018). Contrariamente, se detecta evidencia argumentando que los pobres son empujados a través del mercado a habitar las zonas más degradadas de la ciudad y que su impacto sobre el ambiente es menor que el de los no pobres

(Sunkel, 1980; Satterthwaite, 2003; Pereira & Nunes da Silva, 2011).

A partir de lo anteriormente dicho, el presente trabajo intenta analizar las interacciones entre po-breza y medio ambiente para el caso particular de la región del Norte Grande Argentino1 en el período 2011-2016, considerando especialmente las condi-ciones habitacionales de los hogares. El análisis de la pobreza y condiciones ambientales resulta espe-cialmente relevante en una región como el NGA, que históricamente ha evidenciado un menor grado de desarrollo económico y humano en relación al resto del país. Esto puede ser observado en la brecha existente con el resto de la Argentina, en términos de pobreza monetaria, necesidades básicas insatisfechas (NBI), mortalidad infantil, desnutrición, analfabetis-mo o acceso a servicios públicos, entre otros (Bolsi et al., 2005; Longhi & Osatinsky, 2017).

En lo que sigue, la sección 2 presenta los princi-pales antecedentes en el tema. La sección 3 describe algunos indicadores y metodología utilizados en la evidencia previa, mientras que la sección 4 presenta los indicadores y bases de datos a emplear. Final-mente, las secciones 5 y 6 presentan los principales resultados y conclusiones, respectivamente.

2. Nexo Pobreza-Medio Ambiente

Entendiendo que pobreza no se refiere única-mente a la falta de ingresos monetarios, sino también a la existencia de múltiples privaciones simultáneas en términos de educación, acceso a cobertura de salud, vivienda adecuada, alimentación etc., (Alkire & Santos, 2010; Santos 2014) es posible comprender

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en forma más directa los vínculos existentes entre este fenómeno y el medio ambiente.

Frecuentemente, se afirma que las personas en situación de pobreza emplean sus recursos en ase-gurar su subsistencia sin considerar el ahorro para consumo futuro o conservación ambiental (Prakash, 1997). Se comportarían como maximizadores con un horizonte temporal de corto plazo, tratando de satisfacer sus necesidades presentes, a costa de be-neficios futuros. De esta forma, numerosa evidencia tiende a avalar la idea que las personas pobres sobre-explotan los recursos a su alcance, contribuyendo a la degradación ambiental (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1987; Nayak, 2004; Getahun et al., 2018).

En este sentido, es ampliamente estudiada la relación existente entre deforestación y pobreza, donde se detecta que las personas pobres tienden a sobre-explotar los recursos forestales en usos como combustible, forraje o materiales de construcción (Vedeld et al., 2007). Este fenómeno es especial-mente relevante para algunas provincias argentinas como Misiones que cuenta con abundantes bosques nativos (Brown, 2009), los cuales constituyen una de las mayores fuentes de biodiversidad del planeta (Olson & Dinerstein, 2002) y han perdido una por-ción considerable de su superficie original (Mitter-meir et al., 2005). En la misma dirección, se han relacionado con la pobreza otras fuentes de degra-dación ambiental: erosión del suelo o agotamiento de nutrientes (Sherr & Yadav, 1997), contaminación de los cursos de agua (Cernea, 1990), hacinamiento urbano (Nayak, 2004), entre otros.

De esta forma, implícitamente se vincula la noción de riqueza y crecimiento con mejoras en el ambiente; sin embargo, esta idea no es exclusiva de la literatura económica, sino que es compartida con otros campos como la psicología y la sociología,

con conceptos como la de jerarquía de necesidades: una vez que una persona satisface sus necesidades básicas, podría empezar a considerar necesidades de orden superior, incluyendo la conservación y cuidado ambiental (Gertsakis & Lewis, 2003).

Complementando lo anterior, se detecta evidencia empírica consistente con la idea que la degradación ambiental, a su vez, tiende a empeorar la situación de las personas pobres, dando lugar a la existencia de un círculo vicioso o espiral descen-dente (Gray & Moseley, 2005). De esta forma, la degradación ambiental implicaría una reducción en la base de recursos de las personas pobres, lo que los volvería menos productivos, más susceptibles a eventos extremos y en última instancia, agravaría su situación de pobreza (Sunkel, 1980; Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1987; Moore, 2001). Estos estudios sugieren que las per-sonas pobres son más vulnerables a la pérdida de recursos naturales dado que estos representan una mayor proporción de sus ingresos (Banco Mundial, 2005). Además, la degradación ambiental reduciría la capacidad de las personas pobres de generar ingre-sos, requiriéndoles más tiempo en tareas domésticas rutinarias (Mink, 1993).

Considerando aspectos de salud, al contar con peores sistemas de acceso a agua segura, viviendas inadecuadas, precarios sistemas de disposición de residuos etc., las personas pobres también serían más propensas a padecer enfermedades como dengue o leishmaniasis (Organización Mundial de la Salud, 2004), además de enfermedades respiratorias pro-vocadas por la polución del aire dentro del hogar (Bucknall et al., 2001). Esto resulta relevante para las provincias del NGA que tienden a presentar una elevada incidencia de casos de dengue y fiebre amarilla (Sociedad Entomológica Argentina, 2009).

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Por otro lado, en disonancia con lo anterior, se observa evidencia contraria a la idea de la pobreza como responsable de la degradación ambiental (Satterthwaite, 2003; Pereira & Nunes Da Silva, 2011). Se argumenta que, en realidad, las personas marginadas socialmente (como aproximación a una situación de pobreza), son aún más marginadas al estar localizadas en zonas ecológicas marginales; más aún, en algunos casos se observa que, dadas las industrias contaminantes instaladas frecuentemente en vecindarios urbanos pobres, éstos tendrían un mayor interés en la problemática ambiental consi-derando que se verían afectados en forma directa (Kurtz, 2003). En este sentido, el riesgo ambiental contribuiría a generar pobreza urbana debido a mayores costos económicos por enfermedades, mientras que los pobres no contribuirían a la de-gradación ambiental en mayor medida que los no pobres, asociando el fenómeno de la degradación a los patrones de consumo de la clase media y alta y a la falla del gobierno en implementar políticas ambientales efectivas (Satterthwaite, 2003).

Finalmente, algunos estudios encuentran que las condiciones ambientales que enfrentan las perso-nas en situación de pobreza no es significativamente distinta de aquellas no-pobres (Carter et al., 2007). Esto implicaría que, además de no existir consenso acerca de la direccionalidad del nexo pobreza-am-biente, tampoco es clara la existencia de tal relación.

3. Hacia una operacionalización del Nexo

Pobreza-Medio Ambiente

En general, las investigaciones sobre el nexo pobreza-medio ambiente, consideran diferentes indicadores de acuerdo a restricciones en los datos

disponibles. Se observa cierta regularidad en la utilización de microdatos a nivel de hogar (Okwi et al., 2006; Pasanen et al., 2017), los cuales, en algunos casos, son complementados con macrodatos (Bhattacarya & Innes, 2006).

En este sentido, Satterthwaite (2003) propone un conjunto de indicadores para analizar pobreza y su interacción con el medio ambiente en contextos urbanos: Ingresos y endeudamiento, base de activos, vivienda (materiales, calidad del aire interior, etc.), provisión de infraestructura pública (agua, cloacas, caminos, gestión de residuos etc.), provisión de servicios básicos (cuidados médicos, escuelas, cumplimiento de la ley, transporte, comunicacio-nes, etc.), redes de seguridad para asegurar una alimentación básica, protección de los más pobres (contra la violencia, discriminación o explotación) y finalmente, voz y poder de los pobres (en el siste-ma político y la estructura burocrática). Se afirsiste-ma que la evolución de estos indicadores debería ser monitoreada periódicamente para comprender las interacciones existentes.

Por su parte, Clichevsky (2002), afirma que los principales problemas urbano-ambientales que afectan a los pobres, y que deben ser considerados al analizar el nexo pobreza-ambiente, son: un sistema de agua potable con calidad insuficiente o inexis-tencia del mismo, inadecuada provisión de cloacas, falta de un sistema integral de recolección y dispo-sición de residuos domiciliarios, contaminación de los cursos de agua urbanos y el alto grado de haci-namiento y precariedad laboral. Concordantemente, Pereira & Nunes da Silva (2011) argumentan que deben ser consideradas las limitaciones impuestas por el mercado inmobiliario a la periferia urbana en términos de limitaciones en los servicios urbanos

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básicos, situación sanitaria, viviendas inadecuadas o riesgo de inundaciones.

Enfocándose en la cuestión particular de los in-dicadores de pobreza-medio ambiente y su aplicaci-ón en países de África, Twesigye (2007), considera necesaria la inclusión de cuatro grandes categorías de indicadores: pobreza-recursos naturales (que cuantifique la dependencia de los pobres sobre los recursos naturales), pobreza-salud ambiental (vul-nerabilidad generada por polución del aire o agua), pobreza-vulnerabilidad a desastres ambientales (medida de la exposición de los pobres a desastres naturales como inundaciones o sequías y sus costos asociados) y pobreza-vivienda (indicadores de las condiciones habitacionales de los pobres y como afecta su situación de pobreza).

Por su parte, la World Wild Fund (2004) pro-pone una serie de tres categorías para evaluar las interacciones entre pobreza y medio ambiente en países en desarrollo: Indicadores de status: (por-centaje de hogares con agua segura, por(por-centaje de hogares con tenencia legal de su hogar, cantidad de hectáreas forestadas, entre otros), Indicadores de condiciones aptas (se incluye la existencia de instituciones que fomenten el estudio del nexo pobreza-ambiente, marco legal sobre cuidado del medio ambiente, empoderamiento y participación de los pobres, porcentaje del presupuesto destinado a pobreza y ambiente, etc.) e Indicadores de capital social.

En síntesis, se observa cierta regularidad en incluir indicadores de vivienda, dependencia de los recursos naturales, acceso a servicios básicos, riesgo de desastre ambiental y capital social, al analizar las interacciones presentes entre pobreza y ambiente. Naturalmente, surge el interrogante de cómo aplicar estos indicadores para evaluar las

interacciones. Avanzando en este tópico, Dasgupta et al. (2005) argumentan que contando con datos a nivel de núcleos poblacionales es posible analizar si los problemas ambientales afectan despropor-cionadamente a aquellas regiones con una mayor intensidad de la pobreza. De esta forma, Dasgupta et al. (2005) lleva a cabo análisis de regresión para estimar la significatividad de relaciones como po-breza-deforestación, pobreza-uso de leña. Además, se evalúa el acceso a agua salubre y cloacas, compa-rando entre regiones. En el mismo sentido avanzan Aggrey et al. (2010), sosteniendo que en el caso de detectar que aquellas regiones con mayor intensidad de pobreza, también presentan un medio ambiente más degradado, se verificaría la existencia de un nexo entre ambos fenómenos.

Profundizando, Nussbaumer et al. (2012) construyen un índice multidimensional, a partir de la metodología Alkire-Foster, vinculando pobreza y ambiente (específicamente, consumo de ener-gía). De esta forma, trabajando con datos a nivel de hogar, utilizan indicadores como combustible utilizado para cocinar, acceso a electricidad o te-nencia de heladera que lo combinan en un único índice compuesto.

Por su parte, Narloch & Bangalore (2018), utilizan datos a nivel de hogar y de región. Realizan análisis de regresión y correlación y encuentran que las regiones más pobres presentan peores con-diciones ambientales, a la vez que, dentro de una misma región, los hogares pobres se encuentran peor posicionados que sus pares no-pobres. Final-mente, encuentran que las condiciones ambientales explican una parte significativa de las diferencias en el consumo de los hogares, pero no así, de los cambios en el tiempo.

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Finalmente, Thiry et al. (2018), proponen incorporar la dimensión ambiental al análisis de la pobreza y afirman que es posible complementar a los microdatos de hogar, con indicadores ambien-tales a nivel local o regional. Aunque aclaran que se perdería, en este caso, variabilidad entre hogares

4. Metodología

Dado el objetivo de evaluar, exploratoria-mente, la forma en que se presenta la interacción entre pobreza y medio ambiente para el caso del Norte Grande Argentino, es que se opta por usar la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el período 2011-2016.2 Esta base de datos presenta la ventaja de tener una alta periodicidad (trimestral) e incluye datos desagregados por provincia.

De esta forma, se puede comparar los diferentes contextos a los que son sometidas personas pobres y no podres, a partir del trabajo con micro-datos. En este punto se debe tener en cuenta, las limitaciones en la disponibilidad de datos en la EPH: solo contempla áreas urbanas y no incluye algunas de las variables que se detectan relevantes para el análisis, como indicadores directos del capital social o acceso a electricidad residencial.

En este sentido, y teniendo en cuenta que las investigaciones previas tienden a apoyarse amplia-mente en tres categorías: condiciones habitacionales del hogar, condiciones del entorno cercano (barrio o vecindario) e instituciones, es que se propone considerar los siguientes indicadores para evaluar la interacción entre pobreza y medio ambiente en el caso del NGA:

1. Tasa de dependencia efectiva elevada: hoga-res con más de 2 miembros inactivos por cada persona ocupada.

2. Tenencia precaria de la vivienda: vivienda ocupada ilegalmente u ocupada en forma gratuita sin contrato.

3. Hacinamiento: hogares con 3 o más personas por cuarto o sin cuarto alguno.

4. Consumo de agua en condiciones precarias: hogares sin acceso a agua dentro de la vivienda, o agua proveniente de pozo.

5. Sistema de disposición de excretas inadecu-ado: hogares que no tienen baño, o que el inodoro no posee mochila/cadena, o el desagüe del baño es a hoyo en el suelo o a pozo ciego sin cámara séptica.

6. Combustible usado para cocinar perjudicial: hogares que utilizan kerosene, leña o carbón para cocinar dentro del hogar.

7. Riesgo inundación: localización de la vivien-da en áreas inunvivien-dables

8. Riesgo sanitario: localización de la vivienda a menos de 300 metros de un basural.

Conjuntamente, dada la forma en que se definen los indicadores planteados anteriormente, es posible analizar las carencias que enfrenta cada hogar a partir del cumplimiento o no de los estándares mínimos propuestos para cada indicador. Al emplear variables binarias (se presenta carencia o no), es plausible es-tandarizar los resultados para facilitar la comparación, otorgándole a cada indicador el valor 1 si la persona no alcanza el estándar mínimo propuesto y el valor 0, en otro caso. Esto es consistente, en forma parcial, con la metodología de medición de pobreza multidimen-sional Alkire-Foster (Alkire & Foster, 2007; 2011).

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En este trabajo no se avanza en la etapa de agregación de los resultados y, por ende, no se propone un índice compuesto.

Finalmente, a la hora de identificar a aquellas personas pobres, se sigue el método indirecto de po-breza por ingresos; es decir, todas aquellas personas que no alcancen un ingreso monetario (considerando la cantidad de personas en el hogar, sexo y edad) suficiente para cubrir el costo de una canasta básica3 que le permita satisfacer necesidades alimenticias y no alimenticias, serán consideradas pobres. No deben dejar de ser resaltadas las amplias limitaciones de este método, unidimensional e indirecto, además del creciente consenso de la insuficiencia de los ingresos como indicador de bienestar.

5. Resultados

5.1 Pobreza por ingresos

En primer lugar, se presentan los resultados de las estimaciones de pobreza por ingresos para el NGA y el total de la Argentina urbana (Tabla 1).

TABLA 1 – Proporción de personas pobres en el NGA y Argentina, 2011-2016.

Año NGA Argentina

2011 37,44 27,27 2012 34,99 25,99 2013 33,27 24,22 2014 37,94 28,81 2015 32,76 24,71 2016 32,26 25,89

FUENTE: elaboración propia en base a datos de EPH.

De los datos anteriores pueden ser extraídos dos resultados: en primer lugar, el NGA presenta mayores niveles de pobreza que el promedio na-cional (NGA con 33% más de personas pobres en todo el período), algo que a priori era esperable. En segundo lugar, la brecha de pobreza entre en NGA y Argentina se reduce levemente hacia 2016 (NGA con 24% más de personas pobres).

5.1.1. Perfiles de pobreza

Resulta relevante no solamente conocer la proporción de personas u hogares en situación de pobreza en un momento de tiempo o región, sino también las características que presentan estos nú-cleos familiares tales como nivel educativo de sus integrantes, localización, cantidad de miembros, condición de actividad, etc. y que en definitiva con-formarán lo que se denomina “perfiles de pobreza”. La Tabla 2 presenta información relevante para construir estos perfiles donde han sido selec-cionados aquellos que representan a una mayor proporción de personas pobres y que se encuentran más sobredimensionados en términos de pobreza.

En base a los datos, es posible afirmar que en promedio un hogar en situación de pobreza mone-taria tiende a presentar las siguientes características con mayor probabilidad que las correspondientes alternativas de cada caso: se sitúan en el Norte Gran-de Argentino, el jefe Gran-de hogar no terminó el colegio secundario, se encuentra trabajando en relación de dependencia, pero en condiciones informales y el hogar presenta una gran proporción de personas inactivas por cada persona ocupada (>2). A su vez,

3 Dada la subestimación de la inflación por parte del INDEC entre 2007-2015, se empleará la canasta básica elaborada por la Fundación de

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se puede observar que el hecho que el hogar esté encabezado por una mujer incrementa sus chances de estar en situación de pobreza, al igual que un hogar con un jefe de hogar desempleado.

5.2. Privaciones ambientales (PA)

A continuación, se presentan, en forma gráfica, los resultados de Condiciones Ambientales (Figura 1). TABLA 2 – Perfil de pobreza en Argentina, 2011-2016.

Grupo Vulnerable

Proporción de miembros del grupo que son pobres Proporción de pobres que pertenecen al grupo (A) Proporción de la población que pertenece al grupo (B) Grado de sobre representación entre los pobres (A/B)

NGA 34,13 42,38 31,35 1,35

Jefe de Hogar Mujer 29,86 37,07 32,99 1,12

Jefe de Hogar sin secundario completo 36,01 73 53,88 1,35

Jefe de Hogar desempleado 60,14 6,09 2,69 2,26

Jefe de Hogar empleado informal 47,33 26,6 14,94 1,78

Tasa de Dependencia Efectiva Elevada 45,61 64,68 37,69 1,72

FUENTE: elaboración propia en base a datos de Encuesta Permanente de Hogares.

FIGURA 1 – Privaciones ambientales en Argentina.

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Se puede observar de la Figura 1 que, la mayor parte de las personas no presenta privación alguna en los indicadores seleccionados (44%) o, a lo sumo, presenta una carencia (35%). En conso-nancia con lo anterior, se detecta que la proporción de personas sin carencias, tiende a incrementar-se levemente (+1 pp), al mismo tiempo que el porcentaje de personas con 2 o más privaciones disminuye (-2 pp). Estos resultados indicarían que además de disminuir la proporción de personas que experimentan privaciones (al menos una), también disminuyó la intensidad experimentada (la cantidad de privaciones simultáneas).

En el caso del NGA, se observan tendencias similares. Con aumento de la proporción de perso-nas sin privaciones (+5 pp); de este modo, si bien en 2011 el NGA partía con un 37% de personas sin carencias (versus 44% a nivel nacional), se arriba a 2016, con 42% de personas sin carencias (versus 45% a nivel nacional) lo que evidenciaría

una mejora significativa del NGA en términos absolutos y relativos.

La tendencia a una igualación en las condi-ciones ambientales entre el NGA y el resto de los aglomerados urbanos incluidos en la EPH, es con-sistente con evidencia empírica anterior elaborada en materia de pobreza multidimensional, donde se emplean algunos indicadores coincidentes con los aquí presentados (Arevalo & Paz, 2015). Sin embargo, para poder afirmar inequívocamente que las condiciones ambientales en alguna región son mejores o peores que las de otra, sin importar la cantidad de privaciones que se elija para la com-paración, cabría realizar un análisis de dominancia estocástica (Figuras 3 y 4).

Se observan las funciones de distribución acumulada para cada caso, en 2011 y 2016, donde la función del NGA siempre se encuentra por deba-jo, o al mismo nivel, que la función de Argentina. A partir de 7 privaciones, ambas funciones alcanzan

FIGURA 2 – Privaciones ambientales en el Norte Grande Argentino.

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el 100%. Este comportamiento de las curvas, que en ningún punto se cruzan, indica la existencia de dominancia estocástica de primer orden del NGA sobre Argentina y por ello, es posible afirmar que las condiciones ambientales son inequívocamente peores en el NGA que en el resto del país; aunque se debe tener presente que la distancia entre ambas distribuciones tiende a reducirse con el paso del tiempo tal como se observa en las figuras.

El análisis puede ser complementado con algún test formal para asegurar que las diferen-cias observadas gráficamente son significativas estadísticamente.

En este sentido, se emplea el test desar-rollado en Santos & Zaratiegui (2017) donde se utiliza una prueba del tipo Kolmogorov-Smirnov para comparar dos distribuciones. De este modo, para los años analizados, empleando un valor crítico de 1,2239 y un nivel de significancia del 5%, se rechaza la hipótesis nula que la función de distribución acumulada (FDA) de Argentina domine estocásticamente a la FDA del NGA y no se rechaza la hipótesis nula que la FDA del NGA domine estocásticamente en primer orden a la FDA de Argentina; por ende, cabe concluir que las condiciones ambientales son inequívocamente peores en el NGA que en el resto del país.

TABLA 3 – Valor crítico y estadísticos, años 2011 y 2016.

2011 2016

Valor Crítico 1,2239 1,2239

Estadístico del test (Ho:

NGA domina a ARG) 0 0,02

Estadístico del test (Ho:

ARG domina a NGA) 11,77 17,33

FUENTE: elaboración propia en base a datos de Encuesta Permanente de Hogares

Luego de comparar niveles de privaciones, es pertinente analizar qué carencias experimentan las personas y en este sentido, para el año 2016, el perfil de privaciones para el NGA y Argentina es el siguiente (Figuras 5 y 6).

De la comparación de las figuras anteriores se puede observar que el NGA tiende a presentar una mayor proporción de personas con carencias en 5 de los 8 indicadores analizados: mientras más se aleje del centro el área sombreada, mayor proporción de personas con carencias en ese in-dicador. Destacan especialmente en este sentido, los indicadores de tasa de dependencia efectiva (que alcanza al 38% de las personas del NGA), agua insalubre, combustible perjudicial, riesgo inundación y riesgo sanitario. Por su parte, en el indicador de hacinamiento no se observan dife-rencias apreciables, mientras que el NGA presenta mejores resultados en los indicadores de tenencia y disposición de excretas inadecuado.

Finalmente, resulta relevante analizar las condiciones ambientales que enfrentan aquellas personas consideradas pobres monetariamente. En este sentido, en el NGA para el año 2016 se presentan los siguientes resultados (Figura 7).

Se puede observar que las personas en situación de pobreza monetaria se enfrentan a condiciones ambientales más adversas que los no pobres. En este sentido, más del 80% de las personas pobres del NGA experimentan al menos una privación ambiental; este porcentaje es sig-nificativamente más elevado que el 50% de las personas no pobres de la misma región. Conviene tener presente que también en este caso (al igual que en la comparación NGA-Argentina) es posible afirmar inequívocamente que las personas pobres experimentan peores condiciones ambientales

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que las personas no pobres dada la existencia de dominancia estocástica de primer orden entre las funciones de distribución acumuladas de ambos grupos (Figura 8).

Sabiendo que personas pobres presentan peo-res condiciones ambientales, es relevante conocer la magnitud de las diferencias para los distintos indicadores. En este sentido se observa lo siguiente (Tabla 4).

TABLA 4 – Porcentaje de privaciones por indicador, en personas pobres y no pobres del Norte Grande Argentino, año 2016.

Indicador Pobres No pobres

Dependencia efectiva elevada 59,33 27,68 Tenencia Precaria 6,61 5,06 Hacinamiento 19,36 4,4 Agua insalubre 0,63 0,33 Disposición de excretas inadecuado 17,33 7,38 Combustible perjudicial 0,55 0,49 Riesgo inundación 13,83 8,36 Riesgo sanitario 17,45 12,21

FUENTE: elaboración propia en base a datos de Encuesta Permanente de Hogares.

4 La hipótesis nula será rechazada siempre que el valor del estadístico sea mayor al valor crítico

FIGURA 5 – Privaciones por Indicador en Norte Grande Argentino. FUENTE: elaboración propia en base a datos de Encuesta Permanente de Hogares.

FIGURA 6 – Privaciones por Indicador en Argentina.

FUENTE: elaboración propia en base a datos de Encuesta Permanente de Hogares.

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Puede ser comprendido nuevamente con es-tos daes-tos que las personas en situación de pobreza soportan peores condiciones ambientales: para el conjunto de los diez indicadores seleccionados, el resultado de los pobres es peor que el de personas no pobres. Además, la brecha entre ambos grupos es especialmente amplia en algunos indicadores: el hecho de ser pobre, incrementa significativamente el riesgo de sufrir inundaciones, vivir en condiciones de hacinamiento o no tener acceso a agua segura. A pesar de lo anterior, no se observar diferencias signi-ficativas en el indicador de Combustible perjudicial. En último lugar, es relevante considerar las diferencias de condiciones ambientales experimen-tadas por pobres y no pobres, dentro de una misma región; en este sentido se obtiene (Tabla 5).

TABLA 5 – Cociente de privaciones ambientales entre pobres y no pobres.

2011 2012 2013 2014 2015 2016

NGA 2,38 2,38 2,18 2,19 2,15 2,25

Argentina2,63 2,61 2,46 2,4 2,36 2,41

FUENTE: elaboración propia en base a datos de Encuesta Permanente de Hogares.

Estos resultados deben ser interpretados de la siguiente manera: en términos de la cantidad de privaciones, una persona pobre del NGA experi-mentó en el año 2016 un 125% más de privaciones que una persona no pobre de la misma región, en promedio. De esta manera, los datos sugieren que la desigualdad presente entre las condiciones am-bientales que experimentan pobres y no pobres, es menor en el NGA que en el resto del país.

FIGURA 7 – Privaciones ambientales de personas pobres, Norte Grande Argentino 2016. FUENTE: elaboración propia en base a datos de Encuesta Permanente de Hogares.

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6. Conclusiones

Se ha analizado el problema de la interrelación entre pobreza y medio ambiente en el contexto de la argentina urbana y especialmente en el Norte Grande Argentino, en el período 2011-2016.

Se encontró que los niveles de pobreza mo-netaria son más elevados, a lo largo de todos los años analizados, en el NGA que en el resto del país. Aunque con una tendencia a la reducción de las disparidades en el último bienio. Además, las condiciones ambientales, medidas a través de los indicadores aquí propuestos, se presentaron más deterioradas en el NGA que en el resto del país. Este resultado se mostró robusto y estadísticamente significativo.

En segundo lugar, se observó que las personas en situación de pobreza monetaria experimentaron

peores condiciones ambientales que las personas no pobres, sin importar la región analizada. Las diferencias son especialmente amplias en los in-dicadores de acceso a agua segura, hacinamiento y localización en zona inundable. Finalmente, se detectó que la desigualdad, medida por las con-diciones ambientales, entre personas pobres y no pobres, es menor en el NGA que en el resto del país. En el mismo orden de ideas, se observó una mayor utilización de combustibles como leña o carbón en los hogares pobres, aunque dicha diferencia es reducida, en comparación a la de otros indicadores. Por todo lo anterior, es posible afirmar que existe un nexo significativo entre pobreza y medio ambiente en el NGA, lo que es concordante con la mayor parte de la evidencia empírica en el tema. Lo anterior sugiere que el fenómeno de la pobreza debe ser entendido desde una óptica multidimen-FIGURA 8 – Privaciones ambientales de personas pobres, Norte Grande Argentino 2016.

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sional, dada la existencia de múltiples factores socio-ambientales que lo afectan y profundizan, en concordancia con abundante literatura previa (Alkire & Santos, 2010; Santos, 2014).

A futuro, se considera relevante poder in-corporar al análisis, más indicadores que traten de cuantificar la utilización de recursos ambientales en entornos urbanos, a la vez, de incluir macro-datos que presenten diferencias entre aglomerados para profundizar las comparaciones entre regiones.

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