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Responsabilidad del medico en la sociedad moderna

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Oficina Sanítaría Panamerícana

Año 35 Val. XLI Julio, 1956 No. 1

RESPONSABILIDAD DEL MEDICO EX LA SOCIEDAD MODERNA*

DR. ALEJANDRO GARRETON SILVA

Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile

A través de siglos, en todas las épocas, bajo todos los climas, nada ha sido tan com- plejo y difícil como definir las característi- cas de una sociedad. Ataviados bajo formas diferentes, los hombres de todos los tiempos han ocultado los mismos amores y odios, iguales ambiciones y recelos, idénticas in- quietudes y esperanzas. iPero es que la socie- dad de hoy, considerada por nosotros como moderna, tiene caracteres propios que la singularicen y diferencien de épocas pasadas? Hoy, como siempre, en el conjunto social es fácil advertir obligaciones, deberes y dere- chos, defectos, promesas y excelencias; in- quietudes y anhelos; a veces, un sentido histórico; proporciones variables y cam- biantes de optimismo, indiferencia y pesi- mismo; y, dentro de todo, las reacciones recíprocas en el más variado orden. Sobre el conjunto de cualidades, condiciones y caract,eres, grandes factores han influenciado el curso de la vida de los hombres en el desa- rrollo de estos últimos tiempos. La revolu- ción industrial, el nacimiento, el auge y la difusión de la tecnología; el advenimiento con una jerarquía especial de la agricultura como fuente de alimento; el comercio; el auge de las vías de comunicación, desde la carretera áspera y solitaria hasta el avión de velocidad inconcebible; la extraordinaria difusión de la cultura y de la instrucción con una intensidad y extensión que abarca en el medio social una proporción de enormes caracteres; finalmente, la inquietud inte-

* Leído en el Seminario de Medicina Preventiva celebrado en Viña del Mar, Chile, del 10 al 15 de octubre de 1955.

lectual, la curiosidad artística y el anhelo de asomarse a los amplios horizontes de la cien- cia van ocupando la mente de un gran número de gentes.

Ahora bien, todo este conjunto itiene algún carácter especial que le sea propio y podamos hablar así de una sociedad mo- derna? Muchos puntos de reparo podrían ser considerados para buscar un elemento característico. n’os parece que uno de los hechos más salientes de esta sociedad mo- derna podría considerarse el deseo fer- viente, a veces con aspecto hasta incontro- lado, el anhelo hondo y unánime de aspirar al bienestar. Más que la suma de caracteres es la exigencia, la urgencia de este deseo, de esta necesidad orgánica y moral, física e intelectual de obtener y de disfrutar de un amplio bienestar.

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que estos elementos no son nuevos, la única novedad que tienen cs la proporcitjn en que se presentan y la urgencia ron que cada cle- menta del conglomerado social reclama sus aspiraciones, las que cree justas.

Nosotros, médicos, sin poder desprendcr- nos de nuestra c*ondicii,n, ici>mo debemos mirar al conjunto de la sociedad moderna para poder fijar según cso nuestra responsa- bilidad? T,a visit’m nuestra, la del tnédico, deber8 ser especial, diferent,e de otras.

Junto a los problemas generales del con- junto social, existett los problemas locales de orden médico en una extensa proporcicín.

Cuando T,candro, arompañado de (‘ris- pín, los inmortales personajes de Benavente, llegaron a las vecindades de la ciudad, Cris- pín le dice a su señor “He ahí a las dos ciu- dades, la de los ricos y la de los pobres”. La ciudad, conglomerado humano, sínt,esis de la sociedad, tiene distintas partes si hacia ellas mira cl médiro. Analicemos ~on ojos estrictamente médicos algunos component,es del grupo humano. Miremos, scílo a modo de ejemplo, el conjunto de la República de Chile. Construyamos un diagrama de la comunidad. El grupo humano lo dividiremos en relación con su edad en cwatro grandes secciones: la niñez, que representa el 26 % y que va del nacimiento hasta los 9 años; en seguida, la edad escolar que ocupa de los 10 a los 19 años, es el 20 % ; de los 20 a los 64 años la amplia edad del trabajo, zona que representa la mitad de la población en este diagrama. Finalmente, por sobre los 64 años, el grupo de los ancianos que cntrc nosotros es ~610 de un 4 %. Son cifras de 1952 que, sin duda, se modificarán substancial- mente: hab& disminuciiin de la mortalidad infantil y prolongaci6n del promedio de vida.

Dividido así el grupo humano, iqué signi- fica para el médico el conjunto de los habi- tantes? Un estudio realizado en cl Servicio Kacional de Salud nos da algunas cifras que pueden ilustrarnos; son cifras relativas, esti- maciones que se saben bien fundadas. ¿Cuán- tos son los que enferman 0, en otras pala- bras, cuál es la morbilidad general del país? En el transcurso de un año, en todo el grupo

sorial un 40 6 un 50 %; c3t.á en contacto wti la medicina en alguna oportunidad con tno- tivo de una enfermedad reconocida como tal. Es necesario agregar tal vez un 10 % más, relativo a las enfermedades mentales, cuyo avance sombrío tatnhién se advierte ert wte lado del Continente. Sc ha llegado a tletwmi- nar que un habitante rn (‘hile iictte la po- sibilidad de est,ar ett1 ro 7 y 10 días iitcapaci- tado por ettfrrm~~datl para el trabajo en cl curso del año. Hablaittlo ckn términos estadís- tiros, est,o da una lasa de un caso-persona- año. El diagrarna dt: la población attot,a clue en los grupos dr las wladcs, la mitad tiene relakin direcata con la mrdic*ina. iQué wttrrc con la otra mitad? \‘(~amos algunos detalles. T-Tay tres grupos humanos que, sin rstar PII- fermos, reclaman ttna ntettcihn directa de la medivina: la madw, rl niño y cl awiano; en ronjunt,o representan alrededor (~(1 nn 283 %. El progreso tlt~l diagncisticw ha re- velado otro grupo wtcgcíricament,e patol6- giro, el dr las ettfcrtnedades con un largo período clíttico. Algttttas van en dec~littacicín, pero conservan su importancia; tal w cl caso dr la tuberculosis y de la sífilis; otras van en aument)o y forman ya un grupo (*on- siderahle: enfermedades cardiovasculares, renales, procesos digrstivos, diabetes, nco- plasmas y, finalmettte, las perturbaciones mentales. Falanges de personas cuyo mal descubre la medicina aun cuando desarrollatt una vida activa.

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la salud. La salud, resultado de los más complejos fenómenos biológicos, médicos, económicos y sociales, necesita ser atendida, vigilada y sostenida; tarea exclusiva y patri- monio de la medicina.

Crispín le dijo a su señor que la ciudad tenía dos partes, y él, que no tenía dinero, puso más atención en la ciudad de los pobres. Para nosotros, médicos, aparentemente la ciudad podría tener también dos partes, la de los enfermos y la de los que no lo están; pero, pesando nuestra obligación, vemos la ciudad como una sola. El médico de hoy, moderno, consciente de sus obligaciones y deberes, no puede detenerse a considerar sólo al enfermo; su mirada, con igual agu- deza, con la misma inquietud, con el mismo afán solícito, debe cubrir a la sociedad toda entera. Si así no fuera, no comprendería su t,area, disminuiría su rol y no actuaría de acuerdo con la jerarquía intelectual, hu- mana y generosa, esencia misma de la medi- cina.

i Cuáles son, ahora, las responsabilidades que pesan sobre el médico frente al conjunto social actual, de acuerdo con las caracte- rísticas del diagrama? Son muchas y muy variadas.

Sólo queremos discutir algunas de sus múltiples responsabilidades. Ya dijimos que uno de los elementos dominantes de la época actual es el acento en el problema económico. La medicina, función importante de las acti- vidades de la sociedad moderna tiene, y cada vez más, una extraordinaria repercu- sión en el problema económico.

Miremos nuevamente la República de Chile. La renta nacional es el producto del trabajo de todos y es, a la vez, el patrimonio de todos. Ahora bien, una parte de esta suma se gasta en problemas relativos a la acción médica tanto preventiva como curativa, estatal o privada, transitoria o permanente. La cantidad de dinero que se destina a las funciones médicas alcanza entre nosotros al 6 %. Esto quiere decir que cuando el trabajo produce $100 hay 6 invertidos por la mano de los médicos. Debemos meditar acerca de

esta primera, responsabilidad de orden eco- nómico, que pesa sobre los médicos. Pero hay más. El diagnóstico exacto del estado de salud y de enfermedad, influye en la pro- porción de los que están enfermos y de los que no lo están y el tratamiento va a de- terminar el número de días que un enfermo está ausente del trabajo, consumiendo sin producir; todo lo cual es también un factor económico de una extraordinaria proporción.

Las economías del Estado, de la gran em- presa, y del simple ‘particular se verá in- fluenciada de una manera categórica por los problemas de las enfermedades y de la salud; la eficacia de ellas dependerán así funda- mentalmente del médico. Y decimos exacta- mente del médico para señalar que en muchos aspectos de la acción de la medicina está el médico, es decir, una persona ejer- ciendo una función individual dentro de una organización a veces de vastas proyecciones.

El aspecto económico de la responsabili- dad médica tiene una fuerte condición en su contra. Son cifras siempre elevadas, pero no siempre el criterio del estadista o del empre- sario han valorado bien el sentido de la in- versión. La historia ha mostrado mil veces que la enfermedad crea la pobreza o que la pobreza hace más frecuente la enfermedad. Si, con criterio de empresa, se miden sus reales rendimientos, la inversión en pro- blemas de salud es lo que da a la comunidad el mayor dividendo. En nuestro país cada habitante en el curso de un año puede, esta- dísticamente considerado, estar ausente del trabajo de 7 a 10 días. Si esta cifra se rebaja, son días nuevos en gran cantidad entregados a la producción. Grande es el número de ejemplos acerca de la influencia económica, en el sentido de rendimiento del trabajo, que la medicina puede exhibir, ofrecer y ga- rantizar.

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con gran exactitud: “La política no es otra cosa que la Medicina en gran escala”.

Al aspecto clínico iniciado por Hipócrates, siguio el auge de la medicina científica, influ- encia legítima del Renacimiento. Hoy, la exigencia colectiva del bienestar condiciona el aspecto económico y ha determinado su nuevo carácter. No hay reemplazos; nada de lo clásico deberá ser removido; pero, al servicio de la medicina, habrá los elementos humanos que hagan realidad sus múltiples propósitos: sobre el enfermo y sobre el sano; sobre un individuo y sobre la colectividad. Ha logrado ya una etapa de superación: considerar al hombre como una unidad orgá- nica, biológica, y como un ser social.

Veamos ahora la segunda responsabilidad, que se refiere a su preparación científica y técnica. El trabajo del médico es algo que escapa en gran medida a un control co- rriente. La atención individual de un en- fermo, el estudio de un fenómeno colectivo, el planteamiento de un programa sanitario quedan confiados a la habilidad, honestidad y diligencia de un médico o de un grupo de médicos. Esta función nos parece como un pacto basado en la confianza mutua entre la sociedad y el médico. A ella el médico debe responder con la seriedad de sus conoci- mientos. Es está la única moneda con que puede retribuir la distinción que se le hace al encomendársele el cuidado de un enfermo en un sentido individual y la vigilancia de la población en un sentido colectivo.

Los problemas que integran la medicina, técnicos y científicos, son cada día más com- plejos, reclaman de quien los aborda una amplia preparación y una gran competencia, competencia y preparación que sólo se ad- quieren con la vida entera dedicada a su estudio y perfeccionamiento. La segunda responsabilidad del médico es la que guarda relacion con su eficiencia técnica y su pre- paración científica.

Miremos ahora hacia el aspecto más ín- timo de las responsabilidades: en las manos del médico está el progreso de la propia me- dicina. Mucho, enorme, es lo que en los últimos años han progresado la ciencia y la

técnica. De todas las rienrias, ninguna es más bella, más generosa y más atrayente. A través de siglos ha ido perfeccionando sus mét,odos de trabajo, ha concebido sus pro- gresos en la forma más desinteresada posible, no la han detenido ni razas, creencias, edades, latitudes, países, ni continentes y ha tenido y lo tiene rada vez más el privilegio que orgullosa exhibe de que jamás un descu- brimiento ha quedado en secreto. Est,o se debe a que sus avances son patrimonio dc la humanidad.

Más allá de lo economice, más allá de lo técnico y lo científico, como superando estas cualidades, pesa sobre el medico ot,ra gran responsabilidad que los útimos años han revestido de singulares caracteres. Es la res- ponsabilidad ciudadana. Desde el conjunto de la comunidad, la gente mira al medico en la hora del dolor y el Estado le exige la vigilancia de todo el conglomerado social. Entre los distintos componentes que llevan al bienestar, el relativo a la medicina es de primera importancia.

Ahora bien, frente a la comunidad, médico y medicina constituyen un ~610 hecho social. Debemos tomar en cucma que el progreso médico bajo todos sus aspectos, científicos y técnicos, curativos y preventivos, goza de gran prestigio en las diversas capas sociales, lo cual trae como consecuencia una exigencia más reiterada para hacer reales y efectivos los beneficios que la medicina ofrece al hien- estar social.

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tido de haber trasladado hacia edades avan- zadas la época de la muerte, abriendo así en cada vida un período más largo sobre la tierra y haciendo posible más trabajo y ma- yor producción, dando tiempo a su vez a la extensión del pensamiento y las especulacio- nes de todo orden, con lo cual el acervo ma- terial e industrial, científico y artístico va siendo más abundante y más fecundo. Es este éxito de la medicina el que la comunidad reclama para su propio beneficio y de este éxito es responsable el médico en su actitud ciudadana.

Mas, hablando aún de responsabilidades queremos señalar cuáles son los elementos fundamentales de la responsabilidad uni- versitaria frente a estos complejos problemas de la salud pública.

Si bien los conceptos iniciales que acercan la medicina a su proyección social fueron enunciados por un grupo de médicos ale- manes en 1848, en el transcurso de una época de grandes agitaciones, su aplicación práctica y su realización como una función superior del estado se inician años después en la In- glaterra Victoriana. En muchos países ha adquirido un auge de carácter extraordi- nario, y, junto al progreso industrial, ha ha- bido un desarrollo muy fuerte de las activi- dades sociales de la medicina. Tenemos la impresión de que estas cualidades parecen ser el patrimonio de los países muy industri- alizados.

La América Latina ha comenzado ya su progreso industrial; de muchos centros surge una actividad pujante y prometedora. Pero, debemos considerar que los avances y realiza- ciones en el campo de la medicina preventiva reclaman un mayor acento, una más honda extensión, diríamos aun que deben incorpo- rarse como hechos rutinarios, inexcusables, dentro de la vida de la comunidad. La ciencia ha encontrado la solución de gran número de problemas; la técnica hace posible su aplicación con alta eficiencia; mas, en la práctica, en la vida habitual, en el manejo de las comunidades no se obtiene todavía una acción que lleve a la práctica estos conceptos y conocimientos científicos. Se trata de una

acción muy compleja y en ella una de las responsabilidades más fuertes es la que co- rresponde a las universidades al entregar a la comunidad un médico especialmente apto. La realización práctica de los conceptos cien- tíficos es la obra en gran parte individual de cada médico y colectiva de la medicina. De la calidad de su trabajo es responsable la universidad. Hasta ayer el médico tenía una condición predominante clínica; hoy a estos caracteres clásicos debe agregarse, sin re- emplazos, un conjunto de conocimientos y un criterio de orden preventivo. Esta es la tarea que las universidades latinoameri- canas deberán desarrollar. Y resulta singu- larmente prometedor que mientras el con- junto de naciones entra de lleno en el plano de la gran industria, las universidades co- mienzan a preparar médicos para que los aspectos preventivos del cuidado de la salud y del buen desarrollo de la faena del trabajo se hagan simultáneamente. En esta hora que la humanidad busca un nuevo rumbo, la América Latina debe mirar hacia sus uni- versidades.

La Universidad de Chile a través de toda su vida ha procurado formar un buen mé- dico; no ha descuidado tampoco, en la me- dida de lo posible, el hacer progresar la me- dicina. Ha tenido la fortuna de contar a través de sus años con cerebros poderosos que la han orientado en un sentido altamente eficiente. En estos momentos la enseñanza médica se orientará, junto a los aspectos clínicos, hacia amplios conceptos preventivos y sociales. La historia de esta escuela la obliga a marchar a la vanguardia del pro- greso; desde su nacimiento, hace más de un siglo, nuestra escuela ha sido un sitio donde se han reunido estudiantes de todos los confines de la América. Ha tenido la Uni- versidad el singular privilegio de que la mente de Andrés Bello, luminosa como nin- guna, siga todavía señalando sus rumbos, orientando sus tareas y ensanchando SU ho-

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la Universidad íniciaba su vida. Hace de esto 113 años:

“La, medicina investigará las modificaciones peculiares que dan al hombre chileno su clima, sus costumbres, sus alimentos; se desvelará por arrancar a Ias epidemias el secreto de su germina- ci6n y de su actividad devastadora y ha& en cuanto es posible, que se difunda a los campos el conocimiento de los medios sencillos de con- servar y reparar la salud”.

La Universidad de Chile tiene la absolut,a convicción de que, de los seminarios propi- ciados por la Oficina Sanitaria Panameri- cana, surgirá una nueva época en las acti- vidades médicas de orden preventivo y docente, Ellos son un eslabón indispensable para que mañana toda la comunidad, a tra- vés de médicos formados bajo nuevo cuño, obtenga los beneficios que la ciencia y la técnica son capaces de ofrecer. Surgirá como un nuevo concepto lo que se refiere a la sa- lud. Estamos ya muy lejos de la época griega en que la salud era como un culto circun- scrito a un grupo aristocrático; era evidente- mente un privilegio, pero restringido. Hoy

dia una de las responsabilidades de la co- munidad es la salud ; a ella todos tienen derecho y ante ella todos t’ienen obIigacíones. Como siempre, la imitación de la actitud griega es útil: hagamos de la salud un culto, hondamente sent,ido, pero sin privilegios, sino, al contrario, extendido con mano generosa sobre t’oda la población.

Finalizaba ya el sit,io de Troya; los guerre- ros sembraban dc horror todo el campo del combate; las lanzas habían arrancado a los héroes hasta cl último suspiro; todo era es- panto al declinar el sol. En lo más sombrío del destino de esas horas, una voz cruzó el espacio para aclamar a Nést-or y dijo: Yatros gar aner pollon antaxios allon 0 sea, “pues, es un médico, un hombre que vale por muchos hombres”. Con cl eco de los siglos, la voz de Homero acompaña hoy nuestros íntimos pensamientos cuando medimos toda la res- ponsabilidad que nos corresponde al formar un médico para servir a la comunidad y realizar el cult,o griego de la salud, y siempre tendremos que repetir ~1 verso cadencioso: pues, es un médico, un hombre quevalcpor

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