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y, poniendo en práctica ciertas disposiciones, puede impedirse el
peligro que entrañan dichos animales. Otros grandes triunfos de la
higiene son los siguientes: ningún niño tiene que morir hoy día de
viruela o difteria, pues la higiene ya cuenta con profilácticos eficaces
de esas dolencias y si un niño contrae el sarampión en una familia y hay otros pequeños en la casa, puede protegerse al resto inmuni-
zándole con inmunisuero. Donde todavía prosigue el derroche de
vida y salud es porque no se han aplicado en su plenitud los cono-
cimientos relativos a la sanidad.
Una de las cosas que patentizan mejor el valor concedido a la
sanidad, puramente desde el punto de vista económico, es el con-
curso, cada vez mayor, que le prestan los hombres de negocios. Un
buen ejemplo de ello aparece en los premios que concede anualmente la Cámara de Comercio de los Estados Unidos * a las poblaciones
que más hacen por mejorar la salud pública y la higiene. En el año
1930, 140 ciudades se inscribieron en el concurso nacional de con-
servación de la salud. Dicha cámara no se contenta puramente con
conceder premios, pues va más allá, y cualquiera población que
desee reducir su mortalidad o mejorar las condiciones sanitarias, puede
conseguir cooperación activa que tomará la forma de una investiga-
ción pericial. El año pasado, peritos designados por la cámara
visitaron 80 de las poblaciones que participaron en el concurso na-
cional de conservación de la higiene. Esos peritos analizan la situa-
ción, descubren las deficiencias, y ofrecen recomendaciones que per-
mitirán emprender las mejoras necesarias. Si bien es cierto que en
los Estados Unidos se sufren anualmente pérdidas de miles de millones
de dólares debidas al innecesario sacrificio de vida, también lo es
que cada día un número mayor de elementos participan en la supre-
sión de tales pérdidas, y a esos elementos se ha incorporado ahora
la principal organización de negocios del país, o sea la Cámara Na-
cional de Comercio.
LA SALUD Y LAS ESCUELAS
Los indoctos suelen atribuir a las escuelas la propagación de muchas
enfermedades de la infancia, de modo que para ellos las aulas consti- tuyen, en lo tocante a la salud, un peligro más bien que una defensa.
A primera vista quizás parezca así, pero la situación reviste un
aspecto bastante distinto cuando se analiza como procede. Cierto es
que muchas enfermedades infectocontagiosas son difundidas en las
salas de clase, pero sucede así porque el contacto personal íntimo
constituye el principal medio trasmisor de esas dolencias, y si los
niños no las contrajeran en las escuelas, sin duda las pescarían al
ponerse en contacto, como es inevitable, con otros niños en la calle,
en SUS casas, en los sitios de recreo, para no mencionar los tranvías, -
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los espectáculos públicos, las tiendas y todos los demás lugares en que
la civilización moderna hace congregar al género humano.
En cambio, la escuela pública ofrece otras salvaguardias de la salud
que muchas veces no son suficientemente apreciadas por el público
en general. En primer lugar, la escuela moderna, debidamente cons-
truída, montada y dirigida, ofrece una lección objetiva del mayor
valor en ventilación, aseo y saneamiento. En segundo lugar, recál-
canse allí constantemente los preceptos de la seguridad, la salud y la
higiene pública y privada. Durante las horas que el niño pasa en
esos establecimientos se encuentra al abrigo de los accidentes y per-
cances a que se encontraría expuesto en la vfa pública. Las escuelas
tambi6n ofrecen meriendas a los desnutridos, cultura ffsica, clínicas y
exámenes médicos. Por intermedio de la escuela es que también los
chicos reciben principalmente los beneficios de la vacunación antivario-
losa y antidiftgrica. Uno de los modos en que la escuela protege
más eficazmente a los niños es por medio de las inspecciones médico- escolares periódicas, pues al descubrir los defectos existentes pone a
los padres en aptitud de corregirlos a tiempo, evitando así sufri-
mientos y más gastos después.
Precisamente por tener presentes todas esas ventajas es que hoy
día las autoridades sanitarias prefieren no clausurar las escuelas, salvo
en circunstancias extremas, en épocas epidémicas. Una vez en el
recinto escolar, los pequeños pueden ser examinados diariamente, y de
faltar alguno a clase las visitadoras harán en seguida acto de presencia en la casa para averiguar qué es lo que le pasa al pequeño, y poder
aplicar sin tardanza las medidas profilácticas del caso. En la escuela
también puede observarse de cerca al pequeño y excluirse en el acto a todo el que revele síntomas sospechosos, siendo así posible instaurar
desde el principio el tratamiento necesario, y de ser indispensable, el
aislamiento 0 la cuarentena.
En cambio, si se cierran las escuelas, los niños se encontrarán a sus
anchas en las calles, sin trabas de ningún género, entablando con-
tactos, bastantes veces peligrosos, en muchos sitios, y la falta de
vigilancia acrecentará el mismo peligro que se trata de evitar.
Lo que hay sí que hacer para que las escuelas contribuyan cada vez
más a la salud pública es dotarlas de todos los elementos aconsejados por la sanidad moderna.
El verde brillante como desinfectante.-Varios investigadores han comunicado recientemente que una solución alcoh6lica de verde brillante al 1 por ciento, puede ser utilizada para la esterilización de las heridas, y también para lavarse las manos antes de una operación. En los ojos se utiliza una solución acuosa, y en la cirugla menor una solución alcohólica, al 0.5 por ciento. El único inconve- niente es que la solución tiñe de amarillo las manos. Entre las ventajas del verde brillante, se mencionan: que inhibe el crecimiento de las bacterias mejor que otros antisépticos, que no irrita las células de los tejidos, que es poco costoso, y no deteriora.
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