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LA FICCIÓN AUTORAL EN LA OBRA DE GEOFFREY CHAUCER: ENTRE LA VOZ Y LAS IMÁGENES

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LA FICCIÓN AUTORAL EN LA OBRA DE GEOFFREY

CHAUCER: ENTRE LA VOZ Y LAS IMÁGENES

A FICÇÃO AUTORAL NA OBRA DE GEOFFREY CHAUCER:

ENTRE A VOZ E AS IMÁGENS

María Cristina Balestrini

Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires cristinabalestrini@gmail.com

Resumen: Se propone aquí una reflexión sobre

la inscripción de la figura del autor en la obra de Geoffrey Chaucer. Aunque la complejidad del tema torna imposible un tratamiento exhaustivo dentro de los límites del artículo, se revisan algunos preconceptos que a lo largo del tiempo han instalado a Chaucer como autor canónico y se destaca que en este proceso contribuyó eficazmente la iconografía transmitida por los manuscritos del siglo XV. Tras la consideración de algunas propuestas teóricas que se han centrado en el problema del autor medieval, se llama la atención sobre las formas en que la auto-ficción chauceriana apunta a generar una conciencia metaliteraria que supera los modelos tradicionales de autoridad.

Palabras clave: Geoffrey Chaucer; Literatura

ricardiana; Ficcionalización del autor

Resumo: Propõe-se aqui uma reflexão sobre a

inscrição da figura do autor na obra de Geoffrey Chaucer. Embora a complexidade do assunto impossibilite um tratamento exaustivo dentro dos limites do artigo, são revisados alguns preconceitos que, ao longo do tempo, instalaram Chaucer como autor canônico e destaca-se que a iconografia transmitida pelos manuscritos do séc. XV contribuiu eficazmente para este processo. Depois de considerar algumas propostas teóricas que se concentraram no problema do autor medieval, chama-se a atenção para as maneiras pelas quais a autoficção chauceriana visa a gerar uma consciência metaliterária que supera os modelos tradicionais de autoridade.

Palavras-chave: Geoffrey Chaucer; Literatura

ricardina; Ficção do autor

En el marco de la reflexión sobre literatura y enseñanza creo pertinente volver a pensar sobre centros y periferias y sobre las formas en que acercamos los textos medievales a nuestros estudiantes. Es por eso que parto de la conocida imagen que presenta a Geoffrey Chaucer declamando su Troilus and Criseyde ante una audiencia cortesana, según el frontispicio del Ms. 61 del Corpus Christi College (Fig. 1). Esta imagen, junto con otras, forma parte de una serie de operaciones culturales que exitosamente instalaron en el curso de las primeras décadas del siglo XV a Chaucer como figura central del canon emergente de la literatura inglesa. También desde esos años, y a lo largo de los dos siglos siguientes, se vio reforzada por la invocación del nombre de Chaucer en el discurso laudatorio de literatos de

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toda índole que así forjaron para las generaciones de lectores por venir una idea de los inicios de la literatura inglesa que estaría destinada a perdurar. La centralidad asignada a Chaucer converge con la convicción sobre su influjo pionero en la conformación de lengua (en su doble vertiente de lenguaje literario y de código de comunicación general) propagada desde el siglo XV en adelante. Uno de los casos más ilustrativos (y más citados) que ejemplifican esta tendencia es el de John Lydgate, que en su Life of our Lady (entre 1409-1411) y más tarde en su Troy Book presenta a Chaucer como merecedor de los laureles entre los poetas de Gran Bretaña por haber introducido por primera vez la elocuencia y la retórica en el rudo lenguaje de su tiempo.1

Se trata del fenómeno que Christopher Cannon designa “mito del origen”, asombrosamente persistente a lo largo del tiempo aunque se remonte a los años inmediatamente posteriores a la muerte de Chaucer y a la recepción de su obra por parte de una nueva generación de poetas que lo reconocían como su precedente más digno: “Five and half centuries after Lydgate’s bold assertion in the Troy Book (1412-1420) that Chaucer ‘Gan oure tonge firste to magnifie, / And adourne it with his elloquence’ his claim is still endorsed in Chaucer scholarship”.2 La imagen del

manuscrito 61 condensa el deseo y la necesidad de una figura hegemónica que ordene jerárquicamente un canon en vías de formación, que permita comprender lo heredado y las formas en que el presente se configura en relación con ello, con sus consecuentes operaciones de selección, de olvido y de consagración, inevitables en el establecimiento de una memoria cultural. Esta una imagen se impuso exitosamente y estableció una visión idealizada (y sesgada) del autor, que a partir de ella quedaba consagrado como poeta cortesano que mediaba entre las glorias de la Antigüedad y la nobleza que lo escuchaba con reverencia.

1 LYDGATE, John. Life of Our Lady, II. 1630-1634: “[Chaucer] That worthy was the laurer to haue / Of

poetrye, and the palme atteyne / That made firste, to distille and rayne / The golde dewe, dropes, of speche and eloquence / Into our tunge”. En Lauritis, J. (ed.), A Critical Edition of John Lydgate’s ‘Life of Our Lady’. Pittsburgh: Duquesne University Press, 1961. El pasaje dice: “Que fue digno de tener el

laurel de la poesía, y de conseguir la palma por haber sido el primero en destilar y esparcir las gotas del rocío dorado del discurso y la elocuencia en nuestra lengua” (traducción propia).

2 CANNON, Christopher. “The Myth of Origin and the Making of Chaucer’s English”, Speculum 71, 1994. p. 646-675; la cita es de la p. 646.

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La mistificación de los orígenes es, sin dudas, una fase necesaria en el afianzamiento de todo canon literario, y puede constituir en sí misma un interesante objeto de indagación al llevar nuestra mirada hacia los múltiples factores que intervienen en el seno de una cultura en el momento de erigir un nombre (o nombres) como pilar de la forma en que esa sociedad percibe su pasado y sus proyecciones sobre el presente. Sin embargo, al abordar el estudio de Chaucer es prudente tomar distancia de las valoraciones propias del momento inaugural de su construcción como autor canónico, que han terminado por instalarse como preconceptos que no solo condicionan, sino que también distorsionan, nuestra comprensión de su obra así como nuestra comprensión global del corpus literario en inglés medio. Lejos de suponer una desvalorización del autor o un cuestionamiento de su lugar en el canon, lo que señalo es la necesidad de ajustar nuestras perspectivas a fin de evitar caer en lo que Cannon (y Charles Muscatine antes que él) ha identificado como una especie de religión en torno a Chaucer en el discurso crítico contemporáneo – es decir, una adhesión desprovista de reflexión que tiende a aceptar sin discusión los postulados tradicionales sobre su precedencia y su paternidad en casi todo lo que se refiera a la lengua y la literatura inglesas.3

Si junto con la imagen del manuscrito 61 y las ponderaciones mencionadas nos enfocamos en la obra en sí misma y consideramos las formas en que el autor plasma su voz y su autoridad en ella, nos encontramos con un curioso desplazamiento que podría graficarse como un tránsito desde una periferia deliberadamente buscada y explotada por el autor como lugar de inscripción de su voz hacia una centralidad fraguada desde el exterior por sus receptores inmediatos y mediatos en función de expectativas y necesidades de sus propios contextos. Con frecuencia, como parte de la labor docente, yo misma he tenido que desandar los caminos que derivaron en la cristalización de Chaucer como poeta cortesano, como

3 CANNON, Christopher. Ibidem. p. 675: “As Charles Muscatine has bravely put it, ‘there is abroad in

our time a sort of Chaucer religion’. It is a religion for which Lydgate and Hoccleve were apostles [...] in which Chaucer scholarship in this century still professes its faith”. El trabajo de Muscatine aludido es

“Chaucer’s Religion and the Chaucer Religion”. En Ruth Morse y Barry Windeatt (eds.). Chaucer

Traditions: Studies in Honor of Derek Brewer. Cambridge: Cambridge University Press, 1990. p.

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“representante” de su tiempo (sin que importe con exactitud qué supondría tal representación), como “padre de la literatura inglesa” desde su primer trazo de escritura o como escritor plenamente profesionalizado cuya obra responde a los intereses de patrones en los centros de poder hegemónico. En particular para los estudiantes de grado que se acercan a Chaucer con el “previo fervor” del que nos hablaba Borges, con una expectativa que los lleva a esperar una voz identificada sin fisuras con la autoridad canónica de los clásicos, no deja de ser sorprendente el encuentro efectivo con los textos, que ofrecen no solo una imagen compleja sino directamente problematizadora de la autoridad y de la centralidad de la instancia autoral.

En realidad, la literatura medieval siempre ha planteado un desafío a sus receptores contemporáneos cuando se trata de localizar la presencia del autor en el texto, lo cual se ha hecho más evidente a partir del giro teórico que se inicia hacia mediados del siglo XX. No es casual que los acercamientos al tema desde entonces hayan tendido a apartarse de la noción monolítica del autor entendido como sujeto biográfico que predominó en los estudios medievales desde el momento de su consolidación como campo disciplinar, y que frente a ellos se haya optado por aproximaciones más cuestionadoras. Entre estas aproximaciones, tanto el conocido planteo de Leo Spitzer del año 1946 que propone un “yo” autoral medieval identificado con la experiencia humana universal más que con la voz de un sujeto biográfico como la provocativa propuesta barthiana de la “muerte del autor” están entre las más influyentes,4 e incluso con el reconocimiento de sus limitaciones buena

parte del discurso crítico sigue acercándose al autor medieval con estas ideas en el horizonte. No obstante, gradualmente el estudio de la literatura medieval ha ido recuperando la pertinencia del concepto de autor, aunque lejos esté de reivindicar los postulados del historicismo de los primeros tiempos. Acercar la obra de Chaucer a los estudiantes ha supuesto volver sobre el contexto histórico pero no como fuente exclusiva o unívoca del sentido de sus textos, sino como parte de un esfuerzo de

4 SPITZER, Leo. “Note on the Poetic and Empirical ‘I’ in Medieval Authors”. Traditio, v. 4, 1946. p. 414-422. BARTHES, Roland. “La muerte del autor”. En El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de

la escritura. Barcelona – Buenos Aires – México: Paidós, 1994. p. 65-71; publicado por primera vez

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reconstrucción de sus condiciones de significación y de los espacios en los que efectivamente se ubicó el autor para construirse como tal.

En este sentido, ha sido pertinente remarcar que Chaucer, como muchos de sus contemporáneos, se movía en círculos letrados más o menos acotados, no obligatoriamente nobiliarios, que constituían los ámbitos propicios para la primera recepción (y primera ocasión crítica) de los textos; también que quizá fuera en esos cenáculos donde la obra de Chaucer interactuó con otros intereses, a los que alimentó en parte y de los que en cierto modo se nutrió. Es lo que sucede, por ejemplo, con la cercanía del autor con círculos wyclifitas. A diferencia de otros movimientos de disidencia religiosa, más dependientes de la influencia carismática de un líder, los wyclifitas llevaron adelante la difusión de sus ideas con una fuerte intervención en la producción letrada y libresca. Existe un cierto aire de familia entre las estrategias de auto-presentación que surgen de la escritura chauceriana y las estrategias que se despliegan en estos círculos disidentes, aunque se trata de afinidades difíciles de asir porque no implican acuerdos sobre aspectos doctrinales (hay, empero, historiadores que siguen discutiendo esto último). Más que de afinidades de contenido, se trata de afinidades de forma, que se advierten principalmente en la adopción de modos similares de construir el sujeto de enunciación en virtud de los que el “yo” del discurso se asume como mediador cultural y se presenta como una persona pública y común que apela a un receptor también común e indiferenciado que comparte intereses culturales y cívicos con el autor.5 Comprender la génesis de esta modalidad de presentación contribuye de

5 Se trata de un nuevo modelo de elocuencia vernácula que justifica su propia práctica en función del “bien común”; ver MIDDLETON, Ann. “The Idea of Public Poetry in the Reign of Richard II”. Speculum,

53, 1978. p. 94-114: “Poetry was to be a ‘common voice’ to serve ‘the common good’. The realized presence of the poetic speaker in this literature became a stylistic means of expressing that purpose” (p.

95). Ver también la introducción de BROWN, Peter. A Companion to Medieval English Literature,

c.1350 - c.1500. Oxford: Blackwell, 2007: “With its distrust of the clergy and its advocacy of biblical translation, Lollardy also imagined a common reader, albeit of a very specific doctrinal stripe, which Lollard writers frequently associated with such phrases as ‘the pepel of Englond’, ‘we English men’, ‘the comoun pepel’, and the claim that ‘Englische is comoun langage to oure puple’” (p. 3). KERBY-FULTON,

Kathryn, amplía estos lineamientos al considerar las interacciones de escritores como Langland, Usk, Chaucer y otros en un contexto de control religioso e ideológico en “Authority, Constraint, and the Writing of the Medieval Self”. En E. Treharne, G. Walker y W. Green (eds.). The Oxford Handbook of

Medieval Literature in English. Oxford – New York: Oxford University Press, 2010. p. 413-433,

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manera más eficaz a la contextualización y al acercamiento a la obra de Chaucer, y permite apreciar hasta qué punto la iconografía desplegada durante los años inmediatamente posteriores a su muerte nos habla de otra realidad y de otros intereses que bien pueden constituirse en objeto legítimo de indagación, pero que no deben confundirse con la obra del autor.

Por ende, en la lectura de Chaucer resulta productivo reponer el interés por el sujeto y por su inserción en las coordenadas históricas y culturales de su tiempo, ciertamente no dependientes de (ni limitadas a) lo biográfico. Aun así, es preciso anticipar que a través de nuestra lectura no llegaremos a definir el perfil de una entidad unívoca y plenamente articulada; hago propias las palabras de Virginie Greene, que señala que para nosotros el autor medieval a la vez existe y no existe: “working on the medieval author requires accepting and even enjoying some degree of ambiguity and paradox”.6 Nuestra dificultad para asir la figura autoral es

recurrentemente destacada en los estudios sobre literatura francesa e inglesa medievales; así, por ejemplo, Greene, al referirse al fenómeno del roman en prose, dice que quienes los escribieron lo hicieron de una manera que los hace elusivos e incluso irrecuperables.7 En un sentido similar van las afirmaciones de Katrhryn

Kerby-Fulton al señalar que en una cultura manuscrita el “yo” que habla en los textos literarios medievales es un fenómeno complejo e inestable, “taking in a much broader spectrum of referents that even the ‘postmodern’ world can boast”.8 (p.

419). También Laurence de Looze apunta a este problema en su estudio sobre la pseudo-autobiografía del siglo XIV, donde analiza las figuras de Juan Ruiz, Machaut, Froissart y Chaucer.Allí plantea que la falta de determinación entre qué es verdad y qué es ficción en lo que estos textos dicen sobre sus autores es un componente dominante en el horizonte de recepción de la época:

Finally, this lack of definition – this potential confusion – that is the hallmark of the pseudo-autobiography appears to have been part of the pleasure fourteenth-century readers found in a whole series of

6 GREENE, Virginie. “What Happened to Medievalists After the Death of the Author?”. En Virginie Greene (Ed.). The Medieval Author in Medieval French Literature. New York: Palgrave Macmillan, 2006. p. 205-227; la cita es de la p. 222.

7 GREENE, Virginie. Ibdiem. p. 216.

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important literary works. They came to like, it seems, texts that claimed to be auto-biographical, in the sense of being retrospective first-person narratives about the author’s life, but then also undermined that claim.9

Vale destacar que para De Looze la pseudo-autobiografía no constituye un género literario o una forma específica de escritura sino, sobre todo, un modo de leer; la tensión inherente a este tipo de lectura, su carácter paradojal e indeciso, estaría vinculada desde el punto de vista filosófico con las vacilaciones propias del régimen de la verdad en el pensamiento tardo-medieval, en el momento en que la tendencia a la revisión crítica se extendió también sobre las categorías semióticas heredadas.10

“Inestabilidad”, entonces, no es equivalente a “ausencia” ni a “vacío”. Precisamente, los marcos reflexivos que hemos invocado relativizan la adecuación de las teorizaciones que han separado tajantemente la función del “yo” textual de toda posible inscripción de un sujeto y la vacían de referencias cuando se trata de interpretar textos medievales. Es así que aparecen propuestas que, tras un ejercicio de indagación y de ajuste correspondiente, reivindican desde una posición intelectualmente más firme algunos conceptos que habían sido ampliamente empleados en el discurso académico en el pasado de manera generalmente intuitiva o apriorística, como es el caso de la noción de “persona”. La distinción tradicionalmente establecida entre la “persona” que opera en el texto no entendida en un sentido estrictamente biográfico sino en el de “persona intraliteraria” es el punto de partida para avanzar sobre la productiva idea de autoficción que desarrolla Geoffrey W. Gust en Constructing Chaucer.11 Gust rescata la aproximación al tema de

Laurence de Looze, pero propone dar un paso desde la pseudo-autobiografía hacia la autografía o autoficción:

9 DE LOOZE, Laurence. Pseudo-Autobiography in the Fourteenth Century. Juan Ruiz, Guillaume de

Machaut, Jean Froissart, and Chaucer. Gainsville: University Press of Florida, 1997. p. 2.

10 DE LOOZE, Laurence. Ibidem. p. 19, señala que “In the persistent scrutiny of the bases of truth, there arose a general scrutiny of the sign”. Esto es especialmente visible en el pensamiento de filósofos como William de Ockham y los post-averroístas.

11 GUST, Geoffrey. Constructing Chaucer. Author and Autofiction in the Critical Tradition. New York: Palgrave Macmillan, 2009.

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De Looze’s notion of pseudo-autobiography has much to recommend it, but I believe that an even better theoretical concept is autofiction, because it does not imply some sort of partial fictionality (or semi-fiction) and does not seem to suggest the same autobiographical register. Instead, autofiction explicitly denotes a “story of the self” and highlights the fact that first-person narration is necessarily contrived and categorically fictional; it is not a realistic self-presentation. As I use the term, Autofiction emphasizes that any literary self-presentation is a creative construction, a narrative doubling in which the fictional surrogate need not look, think, or feel like the author him/herself.12

Por otra parte, añadiría como corolario de no poca importancia que la autoficción o de persona autoral en la obra de Chaucer remite más a un rol como mediador que a la construcción de un “yo” centrado en la subjetividad. La persona articula la experiencia del sujeto de enunciación como lector de la tradición y como mediador entre ella y su público. De la tradición clásica deriva, principalmente, autoridad, ya que en relación con ella se define la relevancia de la materia tratada en el presente;13 al mismo tiempo, de los modelos vernáculos franceses e italianos

(Machaut, Froissart, Dante y otros) toma principalmente un “saber hacer”, imita procedimientos y actitudes frente a un legado literario común que habilita la enunciación chauceriana del mismo modo en que antes había habilitado la enunciación de sus precedentes. En este sentido, los libros son mucho más que fuentes, son modelos prácticos de escritura. El caso de Chaucer, sin embargo, no es un caso único: estas actitudes son propias del grupo que conocemos como los escritores “ricardianos”, según el término propuesto por John A. Burrow.14 De los

12 GUST, Geoffrey. Op. Cit., p. 41; itálicas en el original.

13 Para distintos abordajes de esta cuestión, véanse BALESTRINI, María Cristina. “Troya historiada en The Book of the Duchess y The House of Fame”. Actas de las Vº Jornadas de Estudios Clásicos y

Medievales “Diálogos Culturales” (La Plata, 5-7 de octubre de 2011). La Plata: Centro de Estudios

Latinos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, 2011 (disponible en <http://jornadasecym.fahce.unlp.edu.ar>.); “La llave del recuerdo y los anómalos relatos de metamorfosis en The Legend of Good Women de Geoffrey Chaucer”. Auster, 24, 2019. p. 65-77.; ““Chaucer y el género de las visiones oníricas”. En Ana Basarte (Comp.) y Luciana Cordo Russo (Ed.).

Géneros literarios medievales. Buenos Aires: Eudeba, 2019. p. 213-227.

14 BURROW, J. A. Ricardian Poetry. Chaucer, Gower, Langland and the ‘Gawain’ Poet. New Haven: Yale University Press, 1971. p. 2: “In the absence of a period-name I have found it necessary to invent one,

or rather to borrow it from the historians. Histories of this period derive from the name of Richard II the convenient epithet ‘Ricardian’; and it is this epithet that I hope to establish in literary usage. [...] Admittedly, the term is not perfectly apt. [...] Richard was a man of cultivated taste; but he was never, despite his absolutist learnings, an arbiter or cynosure of poets, in the manner of Renaissance monarchs such as Elizabeth I. Hence he does not represent, as Elizabeth does, a natural centre and symbol form

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escritores de esa época surge el primer “grupo canónico”, o mejor dicho, de entre ellos son seleccionados a posteriori los nombres en los que se apoya el canon temprano de la literatura inglesa, surgido de un proceso de selección y de recorte del pasado que deja en segundo plano, casi en el olvido, la literatura en inglés medio anterior a 1370 (como si casi nada hubiera existido antes de Piers Plowman de William Langland). Aunque estos escritores tuvieron reconocimiento de sus contemporáneos, y conformaban un grupo que intercambiaba lecturas, dedicatorias y elogios, sus obras en general no recibieron una atención tal que justificara la edición y copia de su producción sino hasta las primeras décadas del siglo XV, como consecuencia del cambio en las políticas culturales que llega de la mano de la usurpación del poder por Enrique IV de Lancaster en 1399.15

Es también durante esos años que una primera generación de sucesores, o de continuadores (por lo menos así se presentan ellos frente a la posteridad) invoca las figuras de Chaucer, Gower, Langland o del anónimo autor de Sir Gawain and the Green Knight (pero indudablemente Chaucer y Gower en primer término) como sus “padres” literarios, como modelos en relación con los cuales desean que sus propios logros sean mensurados. Son estos poetas, que gozan de una inserción profesional que no conocieron sus predecesores, quienes dan forma a la tradición laudatoria sobre la cual se apoyará durante los siglos por venir buena parte de la construcción de la figura autoral de Chaucer en el discurso de literatos, críticos académicos e historiadores hasta el momento en que las corrientes del “giro lingüístico” vaciaron de contenido la entidad del autor. Tanto los escritores más jóvenes como Thomas Hoccleve y John Lydgate como la generación mayor que estuvo activa en los años anteriores al advenimiento de la nueva dinastía regia comparten intereses que van más allá de la educación formal recibida o de sus profesiones: algunos han pasado por las aulas universitarias, otros han recibido las órdenes clericales, otros han estado más cerca de la corte y de la política. Y a pesar del cariz nacionalista que la recién instalada Casa de Lancaster desea dar a la cuestión del idioma a partir de

the literature of his day. Yet many other period-names function effectively as literary terms despite similar disadvantages”.

15 FISHER, John. “A Language Policy for Lancastrian England”. Publications of the Modern Language

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1400 (en pleno contexto de recrudecimiento de los enfrentamientos armados con Francia en el marco de la Guerra de los Cien Años), es innegable la influencia de la tradición francesa;16 de hecho, son escritores que manejan con fluidez el francés,

traducen obras (entre ellas, textos de Christine de Pizan; en el caso de Chaucer traduce parte del Roman de la Rose) o componen en francés (Gower es el caso emblemático). Por supuesto, hay un influjo omnipresente de la tradición clásica y también de los modelos italianos. Y hay también una base de lecturas compartidas: Ovidio, Boecio, Macrobio; escritores latinos de la tradición escolástica como Alain de Lille, Pierre Bersuire, Vicente de Beauvais; entre los modelos vernáculos se destaca el Roman de la Rose, común a todos y que, según plantean algunos críticos, es el texto que acompaña un “cambio de mentalidad” a partir del siglo XIII. Por supuesto, se añaden Dante, Jean Froissart y Guillaume de Machaut. Se configura así en la Inglaterra ricardiana una constelación de escritores que son, ante todo, lectores de esa vasta tradición, que con su inventiva actualizan y revitalizan el alcance de sus modelos, y que en virtud de los intereses comunes constituyen un primer núcleo receptor para sus propias obras. Quizá sea por esa razón que no obligatoriamente esté presente la figura de un patrón poderoso (un noble o el propio monarca) como destinatario de las obras. Chaucer, por ejemplo, prescinde de las dedicatorias explícitas, con la excepción de Troilo y Criseida, dedicado a Gower y a Strode.17

La vasta tradición mencionada pone a disposición de Chaucer distintas modalidades de autoficción, desde el sujeto alegórico al sujeto amante, pero de ellas, privilegia – y le da una configuración propia – la construcción de una persona o sujeto que es, por encima de todo lo demás, un lector y escritor. La estrategia hasta cierto punto es compartida con otros escritores, sin que resulten idénticas: la

16 FISHER, John. Ibidem. p. 1168, destaca que aunque el siglo XIV marque el comienzo de la independencia cultural inglesa, al mismo tiempo experimentó el punto más alto de la influencia francesa sobre Inglaterra durante los reinados de Eduardo II y Ricardo II (es decir, entre 1327 y 1399).

17 CHAUCER, Geoffrey: “O moral Gower, this book I directe / To the and to the, philocophical Strode”.

Troilus and Criseyde, V, 1856-1857.; cito según Larry D. Benson (Ed. gral.). The Riverside Chaucer.

Oxford: Oxford University Press, 1988. p. 471-585.; traducción al español de Ana Sáez Hidalgo. Troilo

y Criseida. Madrid: Gredos, 2001: “Oh, moralizante Gower, este libro te lo dedico a ti y a ti, filosófico

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persona de Langland, por ejemplo, es también un lector que adopta una posición alegórico-satírica (quizá más cercana al “yo” sobre el que teoriza Leo Spitzer); Gower se construye a través de su plasmación como poeta cortesano que aborda profundos temas morales y políticos. Chaucer, por su parte, en su autoficción rechaza tanto la explicitación de sus simpatías políticas como la exhibición de una erudición extrema (lo cual no significa que sus textos no tengan una base erudita), así como los excesos retóricos en su presentación discursiva.

Otro de los rasgos destacables de la autoficción o autografía chauceriana es la reticencia a que se la identifique con un punto de vista normativo sobre los contenidos que ofrece al lector; lejos de aspirar a instituirse como la voz de la verdad o como intérprete autorizado de las connotaciones morales de los relatos, la figura autoral no se presenta como único referente de las significaciones posibles del texto, y generalmente no orienta al lector sobre sus implicancias fuera del ámbito de la comunicación literaria. Quizá una de las escenas que más claramente plasma esta modalidad de auto-presentación sea el pasaje de The Parliament of Fowls en el que el sujeto, guiado por Escipión el Africano, se encuentra ante las contradictorias inscripciones “of gold and blak” del portal por el cual accede al centro de su visión onírica:

And over the gate, with lettres large iwroughte, There were vers iwriten, as me thoughte, On eyter half, of ful gret difference,

Of which I shal you seyn the pleyn sentence: “Thorgh me men gon into that blysful place Of hertes hele and dedly woundes cure; Thorgh me men gon unto the welle of grace, There grene and lusty May sahl evere endure. This is the wey to al good aventure.

Be glad, thow redere, and thy sorwe of-caste; Al open am I –passe in, and sped thee faste!” “Thorgh me men gon”, than spak that other side, “Unto the mortal strokes of the spere

Of which Disdayn and Daunger is the gyde, Ther nevere tre shal fruyt ne leves bere. This strem yow ledeth to the sorweful were There as the fish in prysoun is al drye; Th’eschewing is only the remedye!”

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These vers of gold and blak iwriten were, Of whiche I gan astoned to beholde. For with that oon encresede ay my fere And with that other gan myn herte bolde; That oon me hette, that other dide me colde; No wit hadde I, for errour, for to chese To entre or flen, or me to save or lese.18

[Sobre la puerta me pareció que había escritos unos versos con letras grandes a cada uno de los lados, con gran diferencia entre ambos lados, sobre los que ahora os diré su significado:

“A través de mí los hombres entran a aquel lugar glorioso donde los corazones sanan y las heridas mortales se curan; a través de mí los hombres entran en la fuente de la gracia donde el frondoso y lozano mayo dura eternamente; este es el camino hacia toda buena fortuna;

alégrate, tú que me estás leyendo, y abandona tu tristeza; estoy abierta de par en par, date prisa y pasa dentro.” “A través de mí los hombres van – decía en el otro lado – hacia los golpes mortales de la lanza

de los que Desdén e Indolencia son los guías, donde los árboles no dan ni frutos ni hojas; este arroyo te conduce a la triste presa

donde el pez está seco por completo en prisión; la única solución es evitarme.”

Aturdido empecé a contemplar los versos que estaban escritos en oro y negro; con unos crecía mi miedo y con los otros mi corazón empezaba a animarse; unos me daban calor, los otros me daban frío: tan confuso estaba que no tenía discernimiento para elegir entre huir o entrar, entre salvarme o perderme.]19

Allí se nos ofrece un acto de lectura marcado por las vacilaciones interpretativas del sujeto, que enfatiza sus propias incertidumbres y renuncia a resolver la contradicción; no en vano se compara con un trozo de hierro sometido a la atracción de imanes de la misma potencia.20 Pero en su incertidumbre también se

hace patente la actitud frente al modelo heredado, frente a Dante, dechado de

18 CHAUCER, Geoffrey. The Parliament of Fowls, vv. 123-147.; en Larry Benson. Op. Cit., p. 383-394. 19 CHAUCER, Geoffrey. El parlamento de las aves. trad. de Jesús L. Serrano Reyes en El parlamento de

las aves y otras visiones del sueño. Madrid: Siruela, 2005. p. 111-127.; la cita corresponde a las p.

115-116.

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autoridad vernácula no solo por sus logros literarios sino también por la coherencia filosófica y moral de su obra.21 La autoridad de las inscripciones se diluye en la

indecisión del sujeto chauceriano y también en las diferencias que el juego intertextual introduce entre las palabras de las puertas del infierno en Dante y las del portal que conduce a una corte de amor en The Parliament of Fowls: la claridad de la advertencia dantesca es posible en el ámbito en que la escritura liga con la trascendencia, una escritura que hace inteligibles las formas en que las conductas humanas se adecuan o no al plan divino. En el poema de Chaucer, en cambio, la escritura refiere a la experiencia (gozosa o dolorosa) de este mundo: las inscripciones son, por ende, tan difíciles de dilucidar como lo son las contingencias que pueden hacer del amor tanto una vivencia de gozo sublime como una ocasión para el sufrimiento. En todo caso la escritura (y la lectura) se definen contextualmente, no invocan un punto de vista exterior y normativo que fije su sentido. A lo largo de la obra de Chaucer hay innumerables ejemplos de renuencia a proveer una voz narrativa equivalente a una voz de la verdad o del saber. Podríamos afirmar que es en la periferia de los discursos y saberes autorizados donde se genera la voz chauceriana, pero no porque el autor los ignore o los rechace, sino porque los deja deliberadamente fuera de los alcances de su arte, que plantea un universo ficcional propio en diálogo con un cúmulo de puntos de vista y de discursos autorizados con los que, sin embargo, no se fusiona. La manifestación más clara de esta renuencia en la construcción del texto es la adopción de un narrador-personaje deficiente que opera de distintos modos, que paso a ejemplificar sin pretender ser exhaustiva:

1- El narrador delega parte de su función a alguna instancia externa (libros, autores) para que provea más información sobre los asuntos que trata:

And al the maner how she deyde, And alle the wordes that she seyde, Whoso to knowe hit hath purpos, Rede Virgile in Eneydos

21 Ver ALIGHIERI, Dante. Infierno, III. 1-12. Ed. bilingüe de Ángel J. Battistessa. Buenos Aires: Asociación Dante Alighieri, 1984.

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Or the Epistle of Ovyde.22

[Quienquiera que desee conocer todas las circunstancias de su muerte (de Dido), todas las palabras que dijo y lo que escribió antes de morir, que lea la Eneida de Virgilio o las Heroidas de Ovidio]23

What shulde I more telle hire compleynyng? It is so long, it were an hevy thyng.

In hire Epistel Naso telleth al; But shortly to the ende I telle shal.24

[“¿Para qué voy a contar más sobre su lamento? Sería muy largo, sería muy pesado. Naso lo cuenta todo en sus Heroidas. Pero para terminar, lo contaré brevemente”].25

2- El narrador declara su extrañeza o su falta de conocimiento, experiencia o interés frente a algún tema;

Whan I had red thys tale wel And overloked hyt everydel, Me thoghte wonder yf hit were so, For I had never herd speke or tho Of noo goddes that koude make Men to slepe, ne for to wake, For I ne knew never god but oon.26

[Cuando la leí bien y reflexioné sobre todo, me pareció sorprendente que fuera así, pues yo hasta entonces nunca había oído hablar de ningún dios que pudiera hacer dormir y despertar a los hombres, porque siempre había conocido a un solo dios].27

For al be that I knowe nat ove in dede, Ne wot how that he quiteth folk here hyre, Yet happeth me ful ofte in bokes reede Of his myrakles and his crewel yre.28

[Aunque no conozco el Amor por experiencia, ni sé cómo recompensa

22 CHAUCER, Geoffrey. The House of Fame, I. 375-380; en Larry Benson. Op. Cit., p. 347-373. 23 CHAUCER, Geoffrey. La casa de la Fama, p. 82. En Jesús L. Serrano Reyes. Op. Cit., p. 75-110. 24 CHAUCER, Geoffrey. The Legend of Good Women, vv. 2218-2221. En Larry Benson. Op. Cit., p. 587-630. El pasaje se refiere al lamento de Ariadna.

25 CHAUCER, Geoffrey. La leyenda de las buenas mujeres, p. 174. En Jesús L. Serrano Reyes. Op. Cit., p. 129-184.

26 CHAUCER, Geoffrey. The Book of the Duchess, vv. 230-237. En Larry Benson. Op. Cit., p. 329-346. 27 CHAUCER, Geoffrey. El libro de la duquesa, p. 56. En Jesús L. Serrano Reyes. Op.Cit., p. 51-74. 28 CHAUCER, Geoffrey. The Parliament of Fowls, vv. 8-11.

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los esfuerzos de la gente, sin embargo a menudo leo libros sobre sus milagros y su cólera cruel].29 (Parliament, p. 113)

What shulde I speke more queynte, Or peyne me my wordes peynte To speke of love? Hyt wol not be; I kan not of that faculte.30

[¿Qué más detalles voy a contar al hablar del amor para no herir la sensibilidad, a menos que use eufemismos? Eso es todo. No sé nada en ese terreno].31

That wolde, as seyth myn autour, wel contene

Neigh half this book, of which hym liste nought write. How sholde I thanne a lyne of it endite?32

[En verdad, no he oído que se hiciera hasta ahora en ninguna historia, ni tampoco nadie de aquí, creo. Y aunque quisiera, no podría, pues hubo entre ellos alguna carta que podría ocupar casi la mitad de este libro, como dice mi autor, sobre lo cual no quiso escribir, ¿cómo iba yo a componer una sola línea sobre ello?]33

3 – En ocasiones, se ampara en su función de reproductor y editor de los enunciados de otros personajes:

That ye n’arette it nat my vileynye,

Thogh that I pleynly speke in this mateere, To telle yow hir wordes and hir cheere, Ne thogh I spek hir wordes properly.34

[No achaquéis a mala voluntad por mi parte si en este mismo asunto hablo llanamente al contaros sus palabras y su comportamiento, aunque no repita sus palabras con exactitud.]35

M’athynketh that I shal reherce it heere. And therfore every gentil wight I preye, For Goddes love, demeth nat that I seye Of yvel entente, but for I moot reherce

29 CHAUCER, Geoffrey. El parlamento de las aves, p. 113. 30 CHAUCER, Geoffrey. The House of Fame, v. 245-248. 31 CHAUCER, Geoffrey. La casa de la Fama, p. 80.

32 CHAUCER, Geoffrey. Troilus and Criseyde, III. 502-504. En Larry Benson. Op. Cit., p. 471-585. 33 CHAUCER, Geoffrey. Troilo y Criseida. Ed. de Ana Sáez Hidalgo. Madrid: Gredos, 2001. p. 130. 34 CHAUCER, Geoffrey. The Canterbury Tales, General Prologue, I. 726-729. En Larry Benson. Op. Cit., p. 3-328.

35 CHAUCER, Geoffrey. Los cuentos de Canterbury. Ed. de Jesús L. Serrano Reyes y Antonio R. León Sendra. Madrid: Gredos, 2004. La cita corresponde al Prólogo General, p. 82-83.

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Hir tales alle, be they bettre or werse.36

[Siento repetirlo aquí. En consecuencia, ruego a toda persona gentil, por el amor de Dios, que juzgue que no lo digo con mala intención, sino porque tengo que repetir todos los cuentos sean mejores o peores.]37

4- Otra posibilidad es que se presente como destinatario de las censuras o de las burlas de otros personajes:

But natheles, although that thow be dul, Yit that thow canst not do, yit mayst thow se.38

[Sin embargo, aunque seas insensible, ya que no puedes hacer, por lo menos puedes mirar.]39

And thow my foo, and al my folk werreyest, And of myn olde servauntes thow mysseyest, And hynderest hem with thy traslacioun, And lettest folk from hire devocioun To serve me, and holdest it folye To serve Love. (LGW F vv. 322-327)40

[Y tú mi enemigo que censura a todos mis devotos y calumnia y molesta a todos mis antiguos sirvientes; con tu traducción manipulas a la gente para que no me sirva y sostienes que es una locura servir al Amor.]41

“Namoore of this, for Goddes dignitee”, Quod oure Hooste, “for thou makest me so wery of thy verray lewednesse That, also wisly God my soule blesse Myne eres aken of thy drasty speche. Now swich a rym the devel I biteche!42

[–¡No sigas! ¡Por la dignidad de Dios! –interrumpió nuestro Posadero– pues me estás poniendo enfermo con tanta pesadez. ¡Que Dios bendiga mi alma, que me duelen los oídos de tu discurso inútil! ¡Que el diablo se lleve tal ritmo!]43

36 CHAUCER, Geoffrey. The Canterbury Tales, I. 3170-3174. 37 CHAUCER, Geoffrey. Los Cuentos de Canterbury, p. 134-135. 38 CHAUCER, Geoffrey. The Parliament of Fowls, v. 162-163. 39 CHAUCER, Geoffrey. El parlamento de los pájaros, p. 116. 40 CHAUCER, Geoffrey. The Legend of Good Women, v. 322-327. 41 CHAUCER, Geoffrey. La leyenda de las buenas mujeres, p. 137. 42 CHAUCER, Geoffrey. The Canterbury Tales, VII. 919-924. 43 CHAUCER, Geoffrey. Los cuentos de Canterbury, p. 404.

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La orientación de hacia una recepción plural y no-normativa, así como el juego que integra horizontes genéricos vigentes con una fuerte conciencia metaficcional, parecen haber sido elementos centrales en la preferencia por esta modalidad de auto-representación en una época en que la cultura experimenta profundos cambios. La inscripción de una perspectiva metaliteraria constituye un elemento central en un momento en que se están configurando nuevos modelos de lectores y en que el sistema literario en inglés medio busca posicionarse frente a tradiciones más prestigiosas. Al igual que muchos de sus contemporáneos, como estrategia de autorización de sus textos Chaucer se inclina por la ficcionalización de las situaciones que conducen a la narración, lo cual le ofrece un amplio campo experimental. Sin dudas, los ejemplos más conocidos y más estudiados son los del Prólogo General y los enlaces dialogados en los Canterbury Tales, así como los exordios que abren cada uno de los cinco libros de Troilus and Criseyde; en los poemas visionarios también se ficcionaliza la génesis del relato a través de una auto-representación como sujeto que lee, sueña y a continuación escribe un libro en el que narra lo vivido en el ámbito onírico, en un circuito que se dispara con una lectura que, en última instancia, genera más lectura y también escritura:

I wok, and othere bokes tok me to, To reede upon, and yit I rede alwey. I hope, ywis, to rede so som day That I shal mete som thyng for to fare The bet, and thus to rede I nyl nat spare.44

[Me desperté y cogí otros libros para leer, y todavía sigo leyendo siempre. Espero, de verdad, leer de tal forma que algún día encuentre alguna cosa con la que mejorar; así que no dejaré de leer].45

Therwyth I awook myselve And fond me lyinge in my bed; And the book that I hadde red, Of Alcione and Seys the kyng, And of the goddes of selpyng, I fond hyt in myn hond ful even.

Thoghte I, “Thys ys so queynt a sweven That I wol, be processe of tyme,

44 CHAUCER, Geoffrey. The Parliament of Fowls, v. 695-699. 45 CHAUCER, Geoffrey. El parlamento de las aves, p. 217.

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Fonde to put this sweven in ryme As I kan best, and that anoon”.

This was my sweven; now hit ys doon.46

[Entonces, yo me desperté y me encontré tumbado en la cama; el libro que había leído sobre Alcíone y el rey Ceix y sobre los dioses del sueño lo encontré justo en mi mano. Pensé: “éste es un sueño muy curioso que, con el tiempo, quiero intentar ponerlo en verso lo mejor que sepa y lo más pronto que pueda”. Éste fue mi sueño. Ya está terminado].47

Esta construcción intencionalmente oscilante de la persona autoral está en franca tensión con lo que nos ofrece la iconografía autoral desplegada en las imágenes que acompañan la edición póstuma de la obra de Chaucer. Claramente, el programa iconográfico es resultado de una agenda diferente que sigue su propio curso más allá de los artificios de la auto-representación del autor en su texto. Tal como señalamos en el inicio, es preciso evaluar adecuadamente el testimonio que nos brindan ejemplos tales como el Manuscrito 61, seguramente comisionado por nobles (se ha especulado con Enrique V o Charles d’Orléans). Más allá de las dudas persistentes sobre las circunstancias concretas de su confección, sí parece cierto que junto con otros manuscritos forma parte de la propaganda regia, y que fue concebido como una herramienta de promoción de la literatura en lengua inglesa entre las clases dominantes. Claramente, se trata de una apropiación cultural y política de la imagen del autor por parte del nuevo poder dinástico. 48 Si, como señala Seth Lerer,

aquí “Chaucer is himself an aureate figure” y a través de él se idealiza el contacto entre autor y público como un acontecimiento propio de una edad dorada de la poesía,49 en los retratos que se incluyen en el Regement of Princes de Thomas

Hoccleve (Figs. 2 y 3) se completa el tránsito de Chaucer de poeta áureo a laureado. Se trata de otra de las formas en que la generación que sucedió a Chaucer responde a su necesidad de contar con un autor canónico del cual derivar autoridad, tal como destaca N. Perkins:

46 CHAUCER, Geoffrey. The Book of the Duchess, v. 1324-1334. En Larry Benson (Ed. gral). Op. Cit., p. 329-346.

47 CHAUCER, Geoffrey. El libro de la duquesa, p. 74. En Jesús L. Serrano Reyes. Op. Cit., p. 51-74. 48 HELMBOLD, Anita. “Chaucer Appropriated: The Troilus Frontispiece as Lancastrian Propaganda”.

Studies in the Age of Chaucer, 30, 2008. p. 205-234.

49 LERER, Seth. Chaucer and His Readers: Imagining the Author in Late-Medieval England. Princeton: Princeton University Press, 1993. p. 54.

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With his sober academic garb, pen hanging round his neck, and rosary in his hand, Chaucer becomes joint patron of the poem along with Prince Henry, who could have been pictured receiving Hoccleve’s book earlier in the manuscript. Reading these and other passages in the work of Chaucer, Hoccleve and also John Lydgate (1371-1449) gives the impression that a vernacular canon is being generated before one’s eyes. Indeed, one of the fascinations of late medieval writing in English is the variety of response and challenge to Chaucer; Hoccleve is among the first and most sensitive of these Chaucer readers.50

Los recursos visuales están plenamente integrados en esta iniciativa, a tal punto que es probable que el propio Hoccleve haya supervisado directamente el diseño de su texto, que como vemos en la Fig. 3, estableció su propia convención que perduró en el tiempo. Se trasluce una voluntad de prestigiar a Chaucer más allá de las valoraciones sobre la calidad de su obra y, en el proceso, a convertirlo en poeta cortesano, en maestro de elocuencia retórica, en laureado. La elusividad de la presencia autoral que hemos señalado en la obra queda absorbida por una iconografía que refuerza, en cambio, la idea de autoridad y que empuja la representación del autor desde la periferia hacia el centro. Como formadores de lectores, es nuestra tarea integrar estos problemas si deseamos abordar la obra de Chaucer en su inagotable complejidad y comprender las variadas luces que sobre ella proyecta su contexto.

50 PERKINS, N. “Thomas Hoccleve, La Male Regle”. En Peter Brown (Ed.). A Companion to Middle

English Literature and Culture, c. 1350-c.1500. Oxford: Blackwell, 2007. p. 585-603.; la cita procede

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Fig. 1

Geoffrey Chaucer,

Troilus and Criseyde.

Cambridge, Corpus Christi College Ms. 61, frontispicio e. 1415-2051 Fig. 2 Thomas Hoccleve, Regement of Princes. British Library, Ms Harley 4866, f 88r h. 142052

51 Esta imagen está sumamente difundida, y hay numerosas reproducciones. La que aquí incluyo está tomada de GALWAY, Margaret. “The Troilus Frontispice”. Modern Languge Review, 44, 1949. p. 161-177; lámina frente a p. 161.

52 Las imágenes de las figuras 2 y 3 están tomadas del sitio web Luminarium: An Anthology of English

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Fig. 3 Thomas Hoccleve, Regement of Princes. British Library, Ms Royal 17 D.iv, f. 93v 2º cuarto s. XV Artigo recebido em 13.07.2020 Artigo aceito em 01.08.2020

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