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Tora Y Derechos Humanos

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Resumo: o artigo discute os direitos humanos Fondation na Bíblia

hebrai-ca. O argumento é que os direitos formulado na Torá são baseados não apenas na igualdade de todas as pessoas, mas são baseadas na alteridade dos seres humanos em suas diferenças. Este pensamento é um contributo útil para o debate sobre direitos humanos.

Palavras-chave: Direitos humanos. Tora. Alteridade. Igualdade.

E

n el pensamiento acerca de los derechos universales de los seres hu-manos, válidos para todos, son diversas las tradiciones que han in-tervenido. A mencionar son: la idea bíblica de la imagen de Dios en el ser humano (Gn 1,2s.) y la dignidad propia de cada persona (Sal 8), que de ahí es derivada; la idea del derecho natural propio de la dignidad humana debida a su capacidad racional; la idea de la Refor-ma acerca de la justificación del ser huRefor-mano sin obras ni esfuerzos personales; y finalmente, la idea de la época de la Ilustración sobre la autonomía moral de la persona y su derivada indisponibilidad: para Kant la persona nunca es medio que justifique el fin, sino siem-pre fin en sí.

Pero los derechos humanos no solo han de valer para personas pertenecien-tes a cierta confesión o círculo cultural. Por lo tanto, su argumenta-ción debe estar siempre “abierta a distintas formulaciones”1, lo que

no descarta, sino que por el contrario obliga, a que los discursos de cada uno de los grupos religiosos y grupos ideológicos,

organiza-TORA Y DERECHOS HUMANOS*

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ciones políticas y grupos de sociedades civiles, encuentren (en los derechos humanos) sus motivaciones específicas y las integren en el discurso social.

En cuanto al cristianismo, estas motivaciones estarán dentro del marco del derecho natural cristiano o la doctrina de la justificación de la Refor-ma, junto a la ya citada imagen de Dios en el ser humano, así como la imagen universal de una filiación divina de todos los creyentes (Gal. 3,26s.). Pero especialmente, en el discurso sobre los derechos humanos no se puede obviar la tora bíblica.2

En ello, el objetivo de las siguientes exposiciones no será poner de relieve la aportación de la tora en lo que se refiere a los derechos humanos. Bastaría con mencionar el estudio de Georg Braulik, quien comparó el texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948 con las leyes deuteronómicas y llegó a la con-clusión de que 22 de los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos “tocaban directa o indirectamente”3 las leyes

deuteronómicas.

En este artículo trato sobre todo, la cuestión de cómo se pueden argumen-tar los derechos humanos desde la tora y justo aquí es donde hallo déficit en la discusión, no obstante, creo que con una profunda argu-mentación según la tora, en especial en la cuestión de los derechos humanos económicos, sociales y culturales, aportaríamos un avance en la discusión.

DERECHOS HUMANOS Y DIGNIDAD HUMANA

Es incuestionable que el pensamiento de los derechos universales de los seres humanos va inseparablemente unido a la idea de la dignidad humana, correspondiente a toda persona sin distinción alguna. En el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y dere-chos”. De igual manera, es incuestionable que la idea de la dignidad humana es inseparable de la noción bíblica de la imagen de Dios en el ser humano, aun cuando el concepto moderno de la dignidad humana se ocupe de algo más que de la concepción bíblica de la Imago Dei. Con el pensamiento de la imagen de Dios arribamos a la tora e

inmediata-mente tropezamos con su estructura característica, que consiste en que abarca tanto narraciones como preceptos. Y la tora, vista estric-tamente como tal, o sea en el sentido de preceptos, no se encuentra

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precisamente al inicio de su amplio compuesto, es decir, en lo que abarca los libros desde el Génesis hasta el Deuteronomio. Al prin-cipio de este conjunto se encuentra primero la idea de la bendición sobre toda la creación y especialmente de la humanidad. Se aprecia cómo los animales son bendecidos el quinto día de la creación (Gn 1,22) y a toda ella se asigna el calificativo de “bueno en gran mane-ra” (1,31). Y al sexto día son las personas, imagen de Dios, igual-mente bendecidas (1,26-28).

Tanto la bendición como la imagen de Dios permanecen después de la expulsión del jardín del Edén y después del primer crimen de la historia humana, el fratricidio de Caín contra Abel. En Gn 5,1s. se repite expresamente que la persona humana es creada conforme a la imagen de Dios y que Dios lo bendijo. También después del diluvio (siguiente gran hito en la aún joven historia de la humanidad), se repite esto. Dios bendijo a Noé y sus hijos, los supervivientes del diluvio (Gn 9,1) y la prohibición de derramar sangre humana se argumenta con el hecho de que el hombre ha sido creado a imagen de Dios (9,6). Todo esto concierne a la humanidad en su totalidad; pues Adán no es un nombre propio, sino una designación para la humanidad, y la lista de las naciones de Gn 10 sostiene expresa-mente que se trata de todas las naciones del mundo, sin excepción. Después de esto se focaliza la historia de la humanidad en una única fami-lia. Pero ya al principio de las palabras con Abraham la promesa de la bendición no solo vale para él, sino que amplía la perspectiva a “todas las familias de la tierra” (Gn 12,2-3).

El motivo de la bendición es el primer pilar sobre el que descansa el entra-mado jurídico de la tora.

ISRAEL ES LIBERADO DE EGIPTO

El segundo pilar sobre el que descansa la tora es la liberación de Israel de Egipto. Por ello dice la primera frase del Decálogo, con la que se abre la proclamación de la ley, o sea la tora en sentido estricto: “Yo soy Jhwh, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Ex 20,2). En posteriores mandamientos individuales se repite a menudo el recuerdo de la salida de Egipto.

Al encontrarse las exigencias de la tora, fundamentadas sobre este pilar, la liberación de Egipto, tropezamos con un problema que nos ocupará

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en adelante, pues entre la bendición, valedera para todas las personas sin diferencia y la liberación de Egipto, se halla la focalización de la narración bíblica sobre una única familia, que llega a ser pueblo en Egipto, experimentando allí la opresión y finalmente la liberación de la esclavitud. La bendición vale para toda la humanidad. Pero de Egipto solo se salva Israel.

Nos hallamos ante la tensa relación entre universalismo y particularismo. La tora de la Biblia hebrea, en cuanto a la exigencia de practicar la justicia, descansa sobre ambos pilares: la bendición y la liberación. Pero un pilar es universal, vale para toda la humanidad y el otro es particular, vale solo para Israel. ¿Qué significa esto para la argumen-tación de los derechos humanos, que sin duda tienen valor universal? LA TORA COMO TORA PARA ISRAEL

Aun cuando el entramado jurídico de la tora descanse sobre dos pilares, el universal de la bendición y el particular de la liberación, la tora sigue siendo en principio solo para Israel. Algo que se desprende ya de las primeras ordenanzas en Ex 19,3-6 y 24,3-8, donde se pone de relieve que Israel es enfáticamente propiedad de Yhwh y es solo con las doce tribus de Israel que Yhwh ha establecido su pacto. También el ya citado preámbulo del Decálogo solo menciona la liberación de Israel. En el extenso conjunto de leyes, desde el Éxodo hasta el Deuteronomio, Israel es siempre el destinatario.

Por cierto, tampoco el judaísmo recoge la expectativa de que todas las naciones tuvieran que aceptar la tora. Igual de qué manera se pueda imaginar la relación de Israel con las naciones, una cosa queda clara y es que toda la tora ha sido dada exclusivamente a Israel. Y ya en la fase inicial del movimiento cristiano, siendo parte del múltiple mundo del antiguo judaísmo, quedó clara la decisión de que los se-guidores de Cristo no judíos no tenían que aceptar toda la tora. Las discusiones neotestamentarias acerca de la circuncisión y las leyes alimentarias lo documentan suficientemente.

A pesar de ello, la tora naturalmente, nunca fue ni será indiferente para los pueblos y con ello también para la Iglesia entre las naciones. La misma tora contiene ya elementos de apertura. Especialmente importante es la razón del asombro de los pueblos: “Guardadlos [los estatutos y decretos], pues y ponedlos por obra, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos,

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los cuales oirán todos estos estatutos y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta” (Dt 4,6). Según Is 2,3 par. Miq 4,2 al final de los tiempos las naciones irán a Sion a recibir la tora. Según Is 42,1.4.6 etc. es el misterioso “siervo de Yhwh” el que trae la justicia a los pueblos y será luz a las naciones. Y una vez más hay que indicar el asunto de la bendición, que llegará a las naciones mediante Israel.

Y hay que insistir en que esta bendición se ha dado, en cuanto a su aspecto universal, para toda la humanidad, en cambio la tora se ha dado solo a Israel.

La pregunta es si en este asunto estamos ante una imperfección o algo ac-cidental del Antiguo Testamento, obligándonos a un gran esfuerzo hermenéutico, a fin de sacar fruto para la Iglesia entre las naciones, de la tora que fue primero dada a Israel y finalmente sacar también fruto para los derechos universales de los seres humanos. O si (y esta sería una alternativa), por el contrario, la tensión entre la bendición universal para toda la humanidad y la liberación particular de Israel podrían servir para hacer fructífera la discusión sobre el desarrollo de los derechos humanos.

Antes de formular esta posibilidad como tesis, para después argumentar-la, quiero anticipar algo. Con la transición de la protohistoria (Gn 1-11) a la historia de los antepasados de Israel (a partir de Gn 12) tuvo lugar un cambio de lo universal a lo particular, lo que no fue un lamentable camino equivocado, sino necesario. Si se tiene en el pen-samiento que Dios se comunica con las personas, hay que aceptar lo particular. Dios hablará, entonces, hebreo, griego o árabe; pero no lo hará a la vez en todos los idiomas y dialectos imaginables. El pen-samiento de que Dios se hizo hombre es imposible sin esta particu-laridad. Dios tiene que ser hombre o mujer, pero no ambos a la vez; se hace judío u otra cosa, pero todo a la vez no puede ser; esto tiene que acontecer en una época concreta de la historia, de otra manera no habría encarnación. Abreviando pues, toda relación entre Dios y el ser humano tiene lugar en el marco de las condiciones particulares a las que la vida humana se halla sometida.

Pero ¿qué importancia tienen estas reflexiones generales para la argu-mentación de los derechos humanos? Si consideramos los derechos humanos desde la perspectiva de la tora, llegaremos a la siguiente conclusión, la que quiero adelantar y después argumentar: Porque

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la tora se fundan no solo en lo universal, en cuanto a que todas las personas son iguales, más bien se fundan en la desigualdad de los seres humanos. Dicho de otra manera, se fundan a partir del otro. Justo este pensamiento, el que los derechos humanos no solo se fun-dan en la igualdad, sino en la diferencia de las personas, es un útil aporte al debate sobre los derechos humanos.

LA ARGUMENTACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS A PARTIR DE LA DIFERENCIA DEL OTRO O DE LA OTRA

Antes de pormenorizar la tesis ya expuesta, quiero hacer constar que se trata de una de las dos caras de la moneda. El derecho en la tora tam-bién se argumenta a partir de la bendición, es decir desde lo univer-sal. Esta línea pasa por la bendición, la imagen de Dios y la dignidad de toda persona. En ella se halla el fundamento de la igualdad de las personas. Por eso Gn 1,26-28 incluye ya la diferencia básica entre el hombre y la mujer en la idea de la creación del “ser humano”. Pero, como se ha dicho, esto solo es una cara de la moneda.

“Libertad – Igualdad – Fraternidad” (?)

El conocido lema de la revolución francesa rezaba liberté – égalité –

frater-nité. El último miembro del lema se presta a confusión en días de gran

sensibilidad ante los roles sociales de los distintos géneros de sexos (gender). Gustosamente se cambia por “hermandad”, aunque este no era el sentido originario. Se trataba realmente de “fraternidad”, como lo versificó Friedrich Schiller en la Oda a la Alegría: “Todas la perso-nas se hacen hermanos” (”Alle Menschen werden Brüder”). Fáctica y legalmente, los derechos humanos solo valieron de momento para los hombres blancos – no para niños, ni mujeres, ni esclavos.

Naturalmente que hoy hemos avanzado – en teoría, pero también en la práctica en muchos casos –, aun cuando en su base nada haya cam-biado. Si argumento los derechos humanos desde la idea de la igual-dad – égalité –, tengo siempre que comenzar a partir de mi par y cuestionarme quién se me asemeja. El proceso es toda una abstrac-ción. Abstraigo del género de sexo concreto, de la edad y grado de madurez, de la raza y posición social y construyo el abstracto ser, conocido como humano. Lo que me puede llevar a la conclusión de que también niños, mujeres, no blancos, oprimidos, me son iguales

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y por tanto merecedores de la misma dignidad y derechos. Pero con esto no se agotan las preguntas. ¿Qué de la vida del embrión no nato? De todos es conocido la polémica de hasta dónde un grupo de cuatro células tiene derecho o no a la vida (Art. 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos).

La otra posibilidad es que al querer fundamentar los derechos humanos no parta de la igualdad humana, sino de que ninguna persona es como la otra. Cosa que enseña la experiencia diaria, así como el análisis del DNA y el registro biométrico: los individuos son, con absoluta seguridad, diferentes – ninguna persona es como la otra. Con este pensamiento no me aparto de la persona concreta, sino que me in-tereso por ese concreto, inconfundible e irreemplazable que son los seres humanos. En mi pensamiento no parto de la igualdad, sino de la alteridad de la persona. Pienso a partir del otro.

En relación a la argumentación de los derechos humanos, ninguno de los dos aspectos son alternativas excluyentes. Por el contrario, se com-plementan mutuamente, así como descansa el derecho de la tora sobre la bendición, valedera para toda persona y es el fundamento de su dignidad, pero también sobre la liberación de Israel, valedera exclusivamente para este pueblo. Dicho en dos frases: Porque las

personas somos iguales y tenemos la misma dignidad, podemos y debemos tener también todos iguales derechos. Esta es la condición que posibilita los derechos humanos. Pero dado que también todos somos diferentes – según sexo, edad, raza, posición social y mucho más –, necesitamos también estos derechos. El ser distinto es la con-dición necesaria para los derechos humanos.

Fraternidad y diferencia en el derecho de la tora

El doble aspecto de la igualdad y de la alteridad no solo se encuentra en el concepto global con sus dos pilares de bendición para todo ser hu-mano y liberación de Israel sobre el cual descansan las ordenanzas y las leyes, sino también en las mismas leyes encontramos ambas líneas, aun cuando de formas distintas.

Para la tora, similar a la revolución francesa, los israelitas son “hermanos”4,

lo que aplica en general para todos los israelitas (Lv 25,25.35s.39.46s; Dt 19,18s; 22,1-4; 24,7; 25,11). “Prójimo” y “hermano” se hallan en paralelo (Dt 15,2). Es especialmente aleccionador que la teología de la fraternidad abarque toda la escala de las posiciones sociales.

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“Hermano” son el pobre (Dt 15,7), el esclavo (15,12), el jornalero (24,14) y el rey (17,15.20).

Pero también aquí, como en la revolución francesa, surge la pregun-ta: ¿Quiénes son todos los que pertenecen a ello?. El problema se agudiza por el hecho de que la palabra hebrea ’āh no solo significa

“hermano” en el sentido específico del género sexual, sino también “pariente” en su sentido sexual neutral y en plural ’ahîm junto a

“hermanos”, significa también “hermanas”. Esto obliga a diferenciar cada caso. De este modo, la ley deuteronómica sobre los esclavos comienza con las palabras: “Si se vende a ti tu hermano (’āh )

he-breo o hebrea, te servirá seis años…” (Dt 15,12). “Hermano”, según la ley, es también la “hebrea”.

Junto al mensaje de que toda y todo israelita desde la esclava hasta el rey son “hermanos”, o sea que, en cierto modo, son iguales, también se halla la idea de definir los derechos a partir del otro. Ambos aspec-tos, el de la igualdad y el de la alteridad, se hallan conectados en lo más íntimo.

Al argumentar los derechos a partir del otro se hace menos probable que haya que pensar en los derechos de ciertas instituciones u organi-zaciones sociales existentes, como es el caso del “derecho del rey” (1S 8,9.11), es decir, “del reino” (1S 10,25), expuesto tan materia-listamente en Dt 17,14-20, o “el derecho del sacerdote” (1 S 2,13), conforme al contenido que le da Dt 18,1-8. Pero aquí se trata de un derecho civil especial, en el que los grupos implicados, natural-mente, no eran iguales al resto de los miembros de la sociedad. Se trataba, pues, de los derechos especiales de unos grupos extras de la sociedad. En la cuestión acerca de los derechos universales humanos estos derechos especiales no juegan ningún papel.

El caso es distinto en otra clase de derecho, que se puede incluir muy útil-mente en la discusión de la argumentación de los derechos humanos. Pienso en el llamativo fenómeno que el Antiguo Testamento presen-ta presen-tan ampliamente conocido como “el derecho del pobre” (Ex 23,6; Jer 5,28; Sal 140,13), “el derecho del afligido” (Is 10,2; Job 36,6) y “el derecho del extranjero, del huérfano y la viuda” (Dt 27,19; cf. 10,18; 24,17).5 Aquí se concibe el derecho a partir del otro. La

ma-yoría de las leyes de la tora iban dirigidas a los terratenientes libres. Esto concierne especialmente al Decálogo, el Libro de la Alianza y el Deuteronomio, en gran proporción, así como también a las leyes

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del libro de Levítico. Frente a estos terratenientes se encontraban los personae miserae, o sea los pobres y afligidos, los extranjeros, viudas y huérfanos “los otros”. Y precisamente por ser “los otros” se les otorga en la Biblia hebrea un derecho propio.

Justo en la imagen del pobre se deja ver la concomitancia de los dos as-pectos de la igualdad y la diferencia. Que el pobre sea “el otro” se desprende claramente de la formulación de la ley. “No violarás el derecho del pobre…” (Ex 23,6); “No torcerás el derecho del extran-jero ni del huérfano…” (Dt 24,17): se habla a un tú frente al que se encuentran el pobre, el extranjero y el huérfano. A estos no se les menciona directamente, pero tienen su propio derecho.

A la vez, las leyes dan por sentado que también los pobres, esclavas y es-clavos por deudas, son “hermanos”, o sea iguales: “Si tu hermano empobrece…” (Lv 25,25.35.39); “Si se vende a ti tu hermano he-breo o hebrea…” (Dt 15,12). En la tradición sapiencial la idea de la igualdad con el pobre y el necesitado se fundamenta con la teología de la creación. “El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor, / pero lo honra el que tiene misericordia del pobre”, dice en el proverbio sapiencial (Pr 14,31).

Cuán unidos se pueden considerar diferencia e igualdad lo muestra impre-sionantemente Job 31. En su auto justificación habla Job en primer lugar de “el derecho de mi siervo y de mi sierva”, que él no ha me-nospreciado (v. 13). Siervo y sierva son aquí los otros frente a Job, el amo. Pero él argumenta su actitud frente a los otros con que son iguales: “El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él? ¿Y no fue uno y el mismo quien nos formó en la matriz?” (v. 15).

TORA Y DERECHOS HUMANOS: LA DOBLE ARGUMENTACIÓN A PARTIR DE LA IGUALDAD Y LA ALTERIDAD

Es conocido que en la discusión acerca de los derechos humanos se dife-rencia entre varios puntos esenciales. Así la Asamblea General de las Naciones Unidos emitió dos resoluciones en el año 1966 refe-rentes a dos aspectos de los derechos humanos: uno sobre civiles y políticos y otro sobre derechos económicos, sociales y culturales (HUBER, 1992, p. 586). Relativamente nuevos en la discusión son, como un tercer punto esencial, los derechos de colectivos humanos, como el de la paz, desarrollo, la vida en un medio ambiente intacto y similares.

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Para los derechos civiles y políticos, que en su formulación regresan al siglo XVIII, siempre estuvo en primer lugar la idea de la igualdad. Se trataba y se trata de la igualdad de los cuidadanos en su reciprocidad y sobre todo frente al poder estatal. Ni soberanos fuedales ni presidentes y gobiernos deban gozar de especiales derechos y privilegios. Por el contrario, la demanda de derechos económicos, sociales y culturales parte de aquellos que aún no los tienen. Aquí no se puede partir desde la igualdad; en todo caso, se podría formular como meta (igual participación, igual posibilidad). Su argumentación parte del otro, que aún no tiene esos derechos.

No solo en días de la guerra fría hasta 1990, sino también desde entonces se sigue enfrentando a menudo los derechos civiles y políticos con-tra los económicos, sociales y culaturales. La aportación al debate sobre los derechos humanos desde un pensamiento instruido con-forme a la tora, puede consistir en poner de relieve la relación, entre igualdade y alteridad. Para un entendimiento cabal de los derechos humanos más bien se condicionan mutuamente.

Encargado de la traducción del alemán: Milton J. Martínez M.

TORAH AND HUMAN RIGHTS

Abstract: the article discusses the foundation of the human rights in the

torah. The argument is that the rights formulated in the torah are based not only on the equality of every human person, but also on their alterity. This idea is a useful contribution to the debate on the human rights.

Keywords: Human rights torah. Equality. Alterity.

Notas

1 Cf. Huber (1992, p. 581) (“begründungsoffen”).

2 Para el trabajo exegético sobre la cuestión acerca de los derechos humanos en el horizonte de la Biblia hebrea cf. (REVENTLOW, 1973; WESTERMANN, 1984; LIMBURG, 1979; BRAULIK, 1988; BOROWITZ, 1990; CRÜSEMANN, 2003; OTTO, 2002, esp. cap. 3: Die Politische Theologie des Deuteronomiums als Wiege der Menschenrechte, p. 165-194). 3 No en vano, la investigación competente sobre la teología de la fraternidad del Deuterono-mio toma como título una cita del drama de Friedrich Schiller “Guillermo Tell (PERLITT, 1994; “Ein einzig Volk von Brüdern” [“Un solo pueblo de hermanos”].

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Referencias

BOROWITZ, E.B. Die schriftliche und mündliche Überlieferung der Tora un die Mensch-enrecte: Grundlagen und Defizite. Concilium, v. 26, p. 105-111, 1990.

BRAULIK, G. Das Deuteronomium und die Menschenrechte [1986]. En: –––. Studien zur

Theologie des Deuteronomiums (SBAB 2), Stuttgart 1988, p. 301-323.

CRÜSEMANN, F. Menschenrechte und Tora – und das Problem ihrer christlichen Rezep-tion [1993). En: –––. Maßstab: Tora. Israels Weisung und christliche Ethik. Gütersloh, 2003, p. 148-163.

HUBER, W. Art. Menschenrechte/Menschenwürde. En: TRE XXI. Berlin, 1992, p. 577-602. LIMBURG, J. Die Menschenrechte im Alten Testament. Concilium, v. 15, p. 209-212, 1979. OTTO, E. Gettes Recht als Menschenrecht. Rechts – un literaturhistorische Studien zum

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PERLITT, L. “Ein einzig Volk von Brüdern”. Zur deuteronomischen Herkunft der biblischen Bezeichnung “Bruder”. En: –––. Deuteronomium-Studien (FAT 8). Tubinga, 1994, p. 50-73. REVENTLOW, H. Graf. Der Eifer um Recht un Gerechtigkeit im Alten Testament und die theologische Frage nach dem Recht im Zusammenhang mit der heutigen Menschredis-kussion. En: BAUR, U.A.J. (Ed.). Die Verantwortung der Kirche in der Gesellschaft. Eine

Studienarbeit des Ökumenischen Ausschusses der Vereinigten Evangelisch-Lutherischen Kirche Deutschlands. Stuttgart, 1973, p. 57-84.

SCHWANTES, M. Das Recht der Armen (Beiträge zur Evangelischen Theologie 4), Frankfurt am Main, 1977.

WESTERMANN, C. Das Alte Testament und die Menschenrechte [1977]. En: –––.

En-träge der Forschung am Alten Testament. Gesammelte Studien III (ThB 73). München,

1984, p. 138-151.

* Recebido em: 27.06.2011. Aprovado em: 14.07.2011.

** Doctor en teología de la Universidad de Heidelberg. Profesor emeritus de Antiguo Testa-mento de la Universidad de Marburg, Alemania. E-mail: KesslerR@staff.uni-marburg.de

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