Esto implica responsabilidad, honestidad, correcto criterio y compromiso con la institución, estos valores articulados para lograr un manejo coherente con la basta normativa aplicable a esta área; por cierto tan sensible en cualquier empresa o institución.
Desde épocas inmemoriales puede verificarse que los activos fijos, bienes de larga duración o depreciables, como se los quiera llamar, han sido uno de los principales puntos de conflictos en las entidades públicas, pues su deficiente manejo, acciones y omisiones por parte de los funcionarios encargados del área junto con las circunstancias limitantes propias del control hacia éstos, han dejado considerables saldos en perjuicio del Estado, resultado de procesos de adquisición malversados, pérdidas, robos no justificados ni denunciados, falta de responsabilidad tendiente a su conservación, etc. Por lo general en la actualidad las entidades públicas manejan saldos no conciliados, cifras no depuradas y por ende estados financieros inflados, pues la realidad en las constataciones físicas es diferente.
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