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Apuntes sobre la reutilización y el reciclaje de materiales en época romana y tardoantigua

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Academic year: 2021

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REUTILIZACIÓN Y RECICLAJE

Reflexiones desde la Arqueología

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REUTILIZACIÓN Y RECICLAJE

Reflexiones desde la Arqueología

Almudena Velo Gala Elena H. Sánchez López Margarita Orfila Pons

(eds.)

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o trans-formación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

© LOS AUTORES © UNIVERSIDAD DE GRANADA

ISBN: 978-84-338-6722-3 Depósito legal: Gr./ 958-2020 Edita: Editorial Universidad de Granada Campus Universitario de Cartuja. Granada Telfs.: 958 24 39 30 - 958 24 62 20 • editorial.ugr.es

Maquetación: CMD. Granada Diseño de cubierta: Tarma. Estudio gráfico Imprime: Imprenta Comercial. Motril. Granada

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C

ontenido

Introducción 9

M. AltAMirAno GArCíA

Mantenimiento y reutilización de objetos de hueso, asta y marfil durante el iii y ii milenios a.C. en el sur de la península ibérica 13

J. ACero Pérez

Apuntes sobre la reutilización y el reciclaje de materiales en época

romana y tardoantigua 25

J. A. GArriGuet MAtA

Spolia escultóricos cuestiones generales sobre la reutilización de

esculturas antiguas y algunos ejemplos béticos 49 P. MArín díAz

¿Es oro todo lo que reluce? Reutilización de materiales en los

elementos decorativos romanos 71

A. Velo GAlA

El reciclaje del vidrio en época romana 89

e. H. SánCHez lóPezy M. BuStAMAnte álVArez

La gestión de los residuos sólidos en el complejo artesanal del

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A

PunteS SoBre lA reutilizACión y

el reCiClAJe de MAteriAleS en éPoCA

roMAnA y tArdoAntiGuA

JeSúS ACero Pérez

Centro de Arqueologia da Universidade de Lisboa (UNIARQ)

1. SoBreelSentidodelAreutilizACiónydelreCiClAJe

La última etapa en el ciclo de vida de un objeto es el abandono o eliminación 1. A esta situación se llega cuando el artefacto deja de

cum-plir el cometido para el que fue fabricado, bien por inutilidad funcional (habitualmente debido a una rotura o a un fallo en su operatividad), bien por perder el valor económico o simbólico que ostentaba dentro de un determinado contexto social. Ante tal circunstancia se abren dos posibilidades: que el objeto sea rechazado, siendo depositado por lo general en un basurero junto a otros elementos igualmente descartados, o que vuelva a ser aprovechado, lo que supone iniciar un nuevo ciclo vital hasta que sea desechado otra vez.

La recuperación o nuevo uso de un artefacto puede darse bajo dos formas esenciales: la reutilización y el reciclaje. Conviene matizar el significado de ambos términos que en el lenguaje común suelen con-fundirse, siendo empleados con frecuencia como sinónimos cuando en realidad no lo son. Al margen de las definiciones algo generalistas que ofrece el Diccionario de la Lengua Española sobre ambos conceptos 2,

1. Sobre la “biografía cultural” de los objetos, véanse, entre otros, los trabajos de Schiffer (1972: 157-160) y de Carreras y Nadal (2002-03).

2. Reutilizar: “Volver a utilizar algo, bien con la función que desempeñaba anteriormente o con otros fines”; Reciclar: “Someter un material usado a un proceso

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resulta plenamente válida la descripción más precisa y más vinculada al ámbito arqueológico que presenta J.-A. Remolà. Tal como indica este autor, “en la reutilización el objeto, más o menos modificado, se destina a usos similares al original o en los que su estructura esencial continúa siendo válida, mientras que el reciclaje comporta un nuevo ciclo productivo a partir de su transformación en materia prima suscep-tible de ser utilizada en la elaboración de nuevos objetos o materiales” (Remolà, 2000: 108-109). Términos sinónimos de reutilización son el reaprovechamiento y el reempleo, mientras que reciclaje es equiparable a reciclamiento, derivado de la misma raíz etimológica.

En sociedades preindustriales la reutilización y el reciclaje, al igual que la reparación, que alarga el tiempo de vida útil de un objeto, son prácticas económicas de ahorro ampliamente extendidas, que se integran dentro de un contexto tanto productivo como de consumo donde se optimiza al máximo los recursos disponibles. Su motivación, por tanto, se encuentra lejos de la conciencia ecológica que ha surgido en el seno de la sociedad de consumo actual, donde la exacerbada pro-ducción y eliminación de bienes materiales está suponiendo un serio problema a nivel medioambiental.

Hace ya algún tiempo, en un sugerente artículo, E. Rodríguez-Almeida (2000) argumentaba que la práctica de la reutilización y del reciclaje había convertido a la Roma clásica en una ciudad self-cleaning. Tal vez esta consideración pueda ser excesiva, pero no oculta el hecho de que las ciudades en la antigüedad “absorbían” con mayor facilidad y naturalidad una buena parte de los residuos generados en ellas, minimi-zando las cantidades de basura y desechos que pasaban definitivamente al contexto arqueológico.

Siguiendo el modelo de estudio del propio Rodríguez-Almeida, en estos breves apuntes realizaremos, a partir de la evidencia arqueo-lógica, un recorrido global y sintético sobre estas actividades en época romana y tardoantigua, atendiendo a sus diferentes modalidades según la naturaleza de los materiales empleados. Con ello pretendemos poner

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de relieve la cotidianeidad y la generalización de la reutilización y del reciclaje, prácticas que fueron desarrolladas, por encima de todo, bajo criterios utilitarios y que sin duda desempeñaron un importante papel dentro de la economía antigua.

2. SoBrelASforMASdereutilizACiónydereCiClAJe

2.1. Metal

En el registro arqueológico los objetos metálicos se caracterizan por su escasa presencia en relación a otros elementos de la cultura ma-terial. En parte es debido a su intenso aprovechamiento, pues han cons-tituido siempre un bien muy preciado, tanto por el valor intrínseco de algunos metales como por su utilidad general en múltiples facetas. Por ello, la recuperación de estos artefactos y su reciclaje fue ya una cons-tante en el mundo clásico 3, y más aún a partir de la Antigüedad Tardía,

cuando se acentuaron las acciones de expolio y desmantelamiento de los monumentos y espacios públicos romanos abandonados (Bernard, 2008). A menudo, sin embargo, lo único que queda son las huellas de la extracción de los objetos metálicos, como las rozas practicadas para substraer las grapas y los pernos de sujeción tan habituales en la edilicia pública, o los orificios para encastre de esculturas e inscripciones con

litterae aureae que se han perdido (Rodríguez Oliva, 1990). En los

ca-sos más afortunados se puede llegar a documentar fraguas con enseres de metal acumulados a la espera de ser refundidos. Baste mencionar como ejemplo la decena de pequeños talleres de fundición conocidos en la Mérida de los siglos V-Vi, abastecidos en su mayor parte de piezas

romanas rapiñadas (Acero, 2018: 320) (fig. 1). De hecho, la mitad de estos locales se instaló sobre los antiguos recintos públicos ya en desu-so, como el propio foro colonial o los edificios de espectáculos, lo que

3. Diversos ejemplos bien documentados vienen recogidos en Antico Gallina y Legrottaglie (2012: 135-140).

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Fig. 1. Taller de fundición localizado en Mérida (siglos V-Vi), con materiales romanos de bronce (placas recortadas y clavos)

preparados para ser fundidos. (Alba, 2004: fig. 18).

parece indicar una transformación in situ de los utensilios metálicos obtenidos durante el expolio de los monumentos. En contextos de reciclamiento similares han sido halladas significativas piezas de la me-talistería hispanorromana, entre otras las conocidas tablas broncíneas de la ley municipal de Irni, que aguardaban su turno en un taller de fundición para ser reconvertidas en nuevos artefactos (Arce, 1990: 19).

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2.2. Vidrio

Lo mismo puede decirse de los objetos vítreos, una mercancía muy apreciada en la antigüedad, pero, paradójicamente, poco representada en los yacimientos arqueológicos, síntoma de su intenso aprovecha-miento. De hecho, la industria del vidrio fue la más vinculada al fenómeno del reciclaje, al igual que en el presente, pues por su propia naturaleza dicho material puede ser fundido casi indefinidamente 4.

Incluso los desechos de fabricación permiten su reciclado, lo cual explica la ausencia arqueológica de grandes vertederos asociados a los hornos vidrieros (Foy, 2003: 271). Obviamente, con esta práctica se abarataban los costes de producción, sobre todo en los pequeños ta-lleres locales del Occidente romano, que de este modo no tenían que recurrir, o al menos en menor medida, al vidrio en bruto importado de los talleres primarios situados en el Mediterráneo Oriental. A esta ventaja económica se añadía otra de carácter técnico: la inclusión en la mezcla de fragmentos de vidrio recuperado rebaja la temperatura del punto de fusión, acelerando así el proceso de fabricación 5. La

fragili-dad de los objetos vítreos y su facilifragili-dad de rotura favorecía, además, la abundancia de material susceptible de ser reciclado. Sabemos por las fuentes documentales de la existencia en la Roma clásica de ambulatores que se ocupaban de recoger puerta por puerta los vidrios rotos para su posterior refundición 6. Los hallazgos arqueológicos de acumulaciones

de vidrios fragmentados, aunque no muy abundantes, pero sí con una amplia dispersión geográfica y cronológica, confirman esta práctica de reciclaje (Foy, 2003; Keller, 2005) (fig. 2). También es corroborada por los análisis químicos, en los que se comprueba un sensible aumento 4. Para más detalles sobre el reciclaje del vidrio en la antigüedad véase en este mismo volumen la contribución de A. Velo Gala, además de la bibliografía referida en las notas siguientes.

5. Si bien, la calidad de la pasta tiende a disminuir (Fuentes, 2001: 148). 6. Así lo mencionan tanto Marcial (Epig. 1, 41, 3-5; 10, 3, 3-4) como Juvenal (Sat. 5, 46-48) y Estacio (Silv. 1, 6, 63-64), todos ellos poetas del período flavio, época hacia la que apuntan los hallazgos arqueológicos como el momento de inicio de la práctica del reciclaje del vidrio en el mundo romano (Keller, 2005: 67).

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Fig. 2. Vidrio partido para reciclaje junto a desechos de fabricación de un taller del siglo V localizado en Bracara Augusta. Exposición “Vita Vitri. O vidro antigo em Portugal” (2009). Museu de Arqueologia D. Diogo de Sousa, Braga. (Foto: J. Acero).

del componente reciclado a partir de época tardoantigua 7. Asimismo,

al margen de la refundición, los cascos de vidrio también podían ser reutilizados mediante el retallado de los fragmentos para generar nue-vos artefactos, como teselas de mosaico, piezas en forma geométrica, fichas de juego y filos de navaja (Fünfschilling, 2015).

2.3. Cerámica

Debido a su mayor abundancia, su bajo coste de producción y sus propias características físico-químicas, la cerámica constituye un material menos propenso al reciclaje que el metal o el vidrio. De hecho, el barro cocido es un producto irreversible, que no puede volver a ser transformado para crear nuevos elementos de la misma naturaleza. Por

7. Véanse, entre otros, los estudios de Foster y Jackson (2010), Freestone (2015), Paynter y Jackson (2016) y De Juan y Schibille (2017).

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ello, cuando un recipiente cerámico es abandonado, generalmente no vuelve a ser recuperado, de ahí la profusión con la que aparece este tipo de manufactura en los yacimientos arqueológicos, tanto en contextos de producción como de consumo. Con todo, existían en la antigüedad diversas formas de aprovechar este material, ya se tratase de productos de alfarería (recipientes) o de materiales de construcción (tejas y ladri-llos). Así, en primer lugar, se daba un cierto tipo de reciclaje en el que el barro cocido pasaba a formar parte del ciclo productivo de nuevos materiales (Peña, 2007: 250-271). Tal es lo que sucedía con la cerá-mica triturada que se empleaba como componente en la elaboración de diferentes tipos de morteros, tanto murarios como pavimentales, especialmente el que denominamos opus signinum (Vassal, 2006). Como los análisis físico-químicos demuestran, el material cerámico mejoraba las propiedades hidráulicas de la cal (es decir, su capacidad de fraguar añadiendo agua o en ambiente subacuático) y permitía la obtención de morteros muy sólidos y resistentes, especialmente aptos para impermeabilizar estructuras relacionadas con el almacenamiento y circulación del agua 8. También como reciclaje puede entenderse la

utilización de elementos latericios, junto a los guijarros y otros cascajos, para relleno (caementa) en la fabricación del opus caementicium. Igual-mente, está constatado el uso ocasional de fragmentos de recipientes cerámicos con este último fin (Peña, 2007: 255-257).

Pero lo que caracteriza a la cerámica frente a otros materiales es su facilidad de reutilización para múltiples usos, a menudo muy diferentes del destino originario para el que se fabricó cada pieza. Sin duda el ejemplo más representativo lo ofrecen las ánforas, que por su gran tamaño y resistencia podían destinarse a muy variadas funciones

8. Algunos de estos estudios vienen recogidos en la monografía de Vassal (2006). Otros igualmente de interés y que ponen de manifiesto las propiedades del agregado cerámico en los morteros de cal son, entre otros, los de Maravelaki-Kalaitzaki

et al. (2003), Böke et al. (2006), Velosa et al. (2007), Franquelo et al. (2008) y Robador et al. (2010). Véase también Matias et al. (2014), en el que se hace una revisión de

trabajos anteriores sobre esta temática y se insiste, además, en las ventajas “medioam-bientales” de utilizar material desechado.

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después de haber cumplido su cometido primario de contenedores para el transporte de alimentos 9. Así, en el terreno de la edilicia las

encontramos reutilizadas para aligeramiento de bóvedas o simplemente troceadas y colocadas en pavimentos o como mampuestos en estructu-ras murarias, sin olvidar el uso ya mencionado como caementa y como material triturado para fabricación de morteros. Dentro del campo de la ingeniería hidráulica y del saneamiento se empleaban como tubos, canalizaciones o para drenaje de terrenos y aislamiento de edificaciones en áreas húmedas 10. En el mundo funerario es sobradamente conocido

su uso como receptáculos para sepulturas, tanto de inhumación como de cremación, pero también como señalizadores de tumbas, tubos de libación o incluso ofrendas 11. En la vida cotidiana las ánforas también

encontraban variadas aplicaciones, bien en fragmentos pequeños que podían utilizarse como tapones, ostraca, pulidores, majas de morteros, etc., bien manteniendo su formato original o suprimiendo tan solo la parte superior para obtener una mayor abertura y servir, por ejemplo, como recipientes de almacenaje. En suma, múltiples funcionalidades a partir de la reutilización de un tipo de recipiente cerámico que resul-taba abundante, barato y muy versátil (fig. 3).

También eran reaprovechables los materiales cerámicos construc-tivos, pues gracias a su gran solidez y durabilidad podían ser emplea-dos repetidamente, tanto en su forma íntegra como fracturaemplea-dos (De Filippo, 2010). En este sentido, el ejemplo paradigmático lo ofrecen los ladrillos, pues dada su vocación polifuncional podían ser integrados

9. Las diferentes modalidades de reutilización de las ánforas han sido amplia-mente analizadas por Peña (2007: 61-192). Otras aproximaciones genéricas sobre este tema se deben a Laubenheimer (1990: 54-59), Martin-Kilcher (2003) y Disantarosa (2009).

10. Sobre el empleo de ánforas para la mejora de las características de los terrenos, además de las referencias antes indicadas, véanse los trabajos más específicos de Pesavento (1998), Vecchione (2010), Antico Gallina (2011) y Antico Gallina y Legrottaglie (2012: 127-135).

11. La utilización de las ánforas en contexto funerario ha sido objeto de estudio por parte de Lemaître (2003).

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Fig. 3. Diferentes modos de reutilización de ánforas. A: Relleno para aligeramiento de bóveda (Circo de Majencio, Roma). B: Codo de tubería (Musée departamental Arles antique). C: Aislamiento de suelo (Saint-Romain-en-Gal). D: Inhumación infantil del

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reiteradas veces en cualquier tipo de construcción. Otros elementos como las tegulae o los imbrices nacían con un destino preciso (en este caso, la cubrición de espacios cerrados), pero igualmente presentaban una gran adaptabilidad que los hacía apropiados para ser reutilizados en variados contextos y con distintas funciones: cubierta, suelo o paredes de canalizaciones y de sepulturas, construcción de muros y pavimentos, tableros de juego, etc.

Por otra parte, conviene recordar que al margen de la reutili-zación los recipientes cerámicos también eran objeto de labores de mantenimiento y reparación que favorecían su durabilidad. En este sentido, es particularmente significativo el caso de los dolia, que por sus dimensiones y las especificidades de su fabricación constituían ciertamente un artículo costoso que convenía preservar (Salido, 2017: 246-249). Los autores clásicos, sobre todo los agrónomos, aluden a las tareas periódicas de mantenimiento de estos contenedores, concretadas fundamentalmente en la limpieza y en la renovación del revestimiento de su superficie interior (Cat. Agr. 2, 3; 152; Col. Rust. 12, 51; 18, 12; Pallad. Agr. 1, 20; Gp. 6, 4). También se refieren a las reparacio-nes en caso de agrietamiento o rotura (Cat. Agr. 39, 1; Varr. Ling. 5, 137; Plin. NH. 18, 236; Iuv. Sat. 14, 308-310). Existen evidencias arqueológicas de estas reparaciones en dolia y en otros recipientes en los que se recurrió, por ejemplo, al uso de grapas y lañas de plomo para unir las partes fracturadas o al rellenado de las grietas aplicando este mismo metal u otras sustancias adhesivas 12. Estas acciones demuestran

el interés por conservar determinados recipientes que, como en el caso concreto de los dolia, con un adecuado mantenimiento y reparaciones puntuales podían perdurar cumpliendo su función primaria probable-mente durante varias décadas (Peña, 2007: 46-47).

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2.4. Piedra

Siendo un elemento indispensable en construcción, el material pétreo se prestaba a un reaprovechamiento constante, especialmente las piezas de gran formato (sillares, capiteles, fustes, relieves, cornisas, etc.). Es en estos materiales, generalmente denominados spolia 13, en

los que la investigación arqueológica ha puesto su mayor interés, sobre todo por el valor artístico o histórico de las piezas reempleadas y por las implicaciones ideológicas que se derivan de su reutilización 14. Sin

embargo, a menudo se olvida el peso económico que tuvo este tipo de actividad. Incluso en períodos pujantes como el Alto Imperio el recurso a materiales de obra de segunda mano constituía una medida de ahorro lógica y habitual (Barker y Marano, 2017). De hecho, la legislación imperial y municipal se preocupó de regular esta práctica, evitando la demolición incontrolada de edificios para comerciar con los materiales constructivos (Murga, 1976; Marano, 2013). En época tardorromana se intensificó este fenómeno de expolio y reutilización, especialmente favorecido por el deterioro y abandono de los edificios públicos que hasta entonces habían constituido la panoplia monumental del paisaje urbano 15. Las disposiciones imperiales de los siglos iV y V intentaron

13. Conviene matizar que el vocablo spolium es utilizado en las fuentes latinas para hacer referencia a la piel despojada de los animales y, por extensión, empleando habitualmente la forma plural spolia, para aludir al armamento tomado de un enemigo vencido, al botín de guerra o, en general, a cualquier cosa adquirida por la fuerza. Será a partir del siglo xVi cuando el término spolia, o en la versión italiana spoglie, sea aplicado para designar al material reutilizado de construcciones derruidas (Alchermes, 1994; 167-168; Kinney, 1997: 119-122).

14. La bibliografía sobre reutilización de materiales arquitectónicos y escultóri-cos en época romana y medieval es amplísima. Para evitar una enumeración demasiado prolija remitimos a la historia de la investigación sobre este fenómeno que recoge A. Peña en su monografía dedicada el reaprovechamiento de materiales romanos en la Mezquita Aljama de Córdoba (Peña, 2010: 32-39).

15. No abordaremos aquí la reocupación de espacios y edificios adaptados a nuevas funciones, fenómeno que, a pesar de estar íntimamente relacionado con la reutilización de materiales, conlleva unas particularidades de análisis propias. Sobre este asunto remitimos al amplio y reciente estudio publicado por Underwood (2019),

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frenar el desmantelamiento indiscriminado de estos espacios (Mara-no, 2013), aunque con poco éxito. Dada la dificultad creciente por generar material de nueva fabricación, la reutilización terminó siendo una práctica esencial en la actividad edilicia de la Antigüedad Tardía, acorde a los profundos cambios socioeconómicos, políticos y culturales que definen este período histórico.

Al margen de los spolia reutilizados con una finalidad estética y simbólica en edificios con clara vocación monumental e ideológica, como sucede, por ejemplo, en el Arco de Constantino o en las basílicas paleocristianas de Roma, el reempleo de materiales en la arquitectura tardoantigua se guía por el principio básico de funcionalidad y prag-matismo. Bloques de piedra y otros fragmentos de decoración arqui-tectónica y escultórica son incorporados a los muros y cimentaciones por su valor como elementos macizos que dan solidez a las nuevas estructuras, perdiendo en muchos casos su función primitiva. Basas, capiteles, fustes, cornisas o incluso esculturas se emplean como meros sillares 16. El material es colocado sin apenas modificaciones, salvo

el inevitable despiezado en el caso de los elementos mayores (fustes, por ejemplo) y, en ocasiones, un somero desbastado para obtener un bloque regular (fig. 4).

Las mayores transformaciones físicas afectan a los componentes marmóreos, sobre todo aquellos reelaborados para obtener nuevos elementos de decoración arquitectónica y escultórica o cualquier otro objeto diferente. En muchos casos la alteración de las piezas originales es absoluta, hasta reducirlas a simples placas y teselas 17, o llegar al caso

extremo de su destrucción completa mediante calcinación para obte-ner cal, una práctica especialmente extendida en época tardoantigua

con abundante bibliografía anterior. Para el caso concreto de Hispania, véase Diarte (2012).

16. Sirvan como muestra los numerosos ejemplos descritos por Vizcaíno (2002) para el caso de Cartagena, tanto en edilicia pública como privada.

17. Tal como se documenta, por ejemplo, en el taller marmóreo que en la segunda mitad del siglo iV se instaló sobre las ruinas del teatro romano de Córdoba (Sánchez, 2000).

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y medieval. La instalación de hornos y talleres dedicados al reaprove-chamiento del mármol en edificios romanos explotados como cantera evidencia un trabajo intensivo y organizado de recuperación y trans-formación de este valioso material 18.

18. Recordemos los tres hornos de época visigoda localizados en Mérida dentro del Área Arqueológica de Morería (Alba, 1999: 405), el identificado en el teatro romano de Córdoba, fechado entre finales del siglo V y principios del siglo Vi (Monterroso, 2012: 158-159), o los cada vez más numerosos calerines conocidos en Fig. 4. Reaprovechamiento de spolia. A: Fustes de columna y otros elementos reuti-lizados en la restauración severiana del frontón del propileo del Pórtico de Octavia, Roma. B: Inscripción funeraria reconvertida en sumidero en la “Domus del Protiro”, Ostia. C: Refuerzo tardío de la muralla de Mérida. D: Cimentación del mercado/ almacén levantado en el siglo V sobre el teatro romano de Cartagena. (Fotos: J. Acero).

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El uso de spolia suponía una selección de piezas en función de su tamaño, solidez y naturaleza, extraídas de estructuras aún en pie o de los escombros de edificios derruidos tanto intencional como fortuita-mente. Por su parte, el cascajo o ripio menudo, no aprovechable en nuevas construcciones, ofrecía serios inconvenientes para ser retirado dado su volumen. Por ello las ciudades de la antigüedad experimenta-ron un crecimiento estratigráfico vertical, pues las nuevas construccio-nes se asentaban sobre los contextos generados por los materiales no aprovechados del derrumbe de los edificios precedentes. Ya a finales del siglo i d.C. el propio Frontino aludía al problema de la elevación del

terreno en Roma a causa de los escombros creados por los frecuentes incendios (Frontin. Aq. 18, 2). En uno de ellos, el famoso del año 64, Nerón ordenó trasladar los desechos a los pantanos de Ostia, emplean-do para ello los navíos que subían por el río Tíber hasta Roma cargaemplean-dos de trigo (Tac. Ann. 15, 43, 3). Constituye éste un ejemplo de aprove-chamiento del ripio constructivo con la intención de desecar una zona palustre, tal como se constata arqueológicamente en otros lugares 19.

De hecho, a menudo los escombros y otros residuos sólidos jugaron un importante papel como agente modelador de la topografía, siendo utilizados tanto en deposiciones primarias como secundarias para col-matar depresiones naturales o subestructuras antrópicas (fosas, pozos, cisternas, etc.) y, en general, para nivelar y regularizar la superficie en zonas en proceso de urbanización (Remolà, 2000: 116; Acero, 2018: 345-347). Asimismo, las propias escombreras y los vertederos urbanos constituían fuentes idóneas de aprovisionamiento de objetos y mate-rias primas, ya fuesen tierras con las que construir tapiales, ya fuesen

la propia Roma, instalados en torno al siglo Viii en lugares tan significativos como el Foro Romano (Morselli y Tortorici, 1989: 143-144 y 256-258), el Foro de Trajano (Meneghini, 1998: 132) y la Crypta Balbi (Saguì, 1986), entre otros. Asimismo, testi-monio del trabajo organizado del desmontaje y reaprovechamiento son los depósitos y almacenes de mármol expoliado que se documentan de nuevo en Roma y también en Ostia durante el período tardoantiguo (Pensabene, 1998).

19. Por ejemplo, en Tarragona (Dupré y Remolà, 2002: 47) y Valencia (Ribera y Romaní, 2011: 338).

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artículos y enseres de todo tipo que los rebuscadores recuperaban para darles un segundo uso (Remolà, 2000: 115; Acero, 2018: 342).

2.5. Materiales orgánicos: madera y textiles

En el caso de los materiales orgánicos resulta más difícil de deter-minar el grado de reaprovechamiento del que fueron objeto, pues por su propia naturaleza dejan poca huella en el registro arqueológico. Pese a ello, es fácil suponer que, por ejemplo, la madera, tanto la utilizada en la edilicia como la de mobiliario, podía encontrar sucesivos usos mediante su reelaboración y retallado. Y los fragmentos no reutilizables aún podían prestar un último servicio como combustible para alimen-tar el fuego de hornos y cocinas.

Sí existen casos bien documentados de reparación y reciclaje que ponen de manifiesto el uso intensivo de las producciones textiles. In-cluso los retales aprovechados de las prendas más deterioradas servían para parcheados o para elaborar nuevos objetos como capas, sudarios, bolsas y monederos (Wild, 2002: 23).

2.6. Otros recursos: los desechos fisiológicos y el agua

Finalmente, al margen de los productos manufacturados, debe-mos referirnos a otras materias que a priori resultarían descartables por su naturaleza de desecho, pero a las que se les encontraba ciertas aplicaciones de utilidad por sus propiedades físicas. Nos referimos concretamente a los residuos fisiológicos, en torno a los que se creó en la antigüedad romana una auténtica economía de los excrementos (Flohr y Wilson, 2011). Es bien sabido que la materia fecal, tanto de origen animal como humano, fue ampliamente utilizada como abono y fertilizante para los cultivos, tal como recogieron por extenso los tratados de agronomía 20. También las fuentes clásicas atestiguan el uso

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de la orina con este mismo fin 21, aparte de otras funciones en relación

al cuidado del ganado, especialmente como antiséptico para tratar heridas 22, y en ciertos procesos industriales, como el curtido de pieles

y el lavado y teñido de textiles 23.

Igualmente, el agua, elemento esencial en todos los órdenes de la vida, ha sido siempre un recurso intensivamente aprovechado. De su importancia en época romana dan cuenta no sólo los costosos acueductos construidos para abastecer de agua a las ciudades, trans-portándola en muchos casos desde varias decenas de kilómetros, sino también otros sistemas autosuficientes de captación y almacenamiento en el ámbito doméstico, como los pozos y cisternas, con los que las viviendas se aseguraban un suministro propio al margen del servicio público de abastecimiento. Siendo un recurso básico y no siempre abundante, no es de extrañar que se procurase racionalizar el líquido disponible de la manera más eficiente, sobre todo en instalaciones de carácter esencialmente utilitario, en las que un mismo flujo hídrico podía llegar a cumplir varios cometidos. Quizás el modelo más

para-(Agr. 36), Varrón (Rust. 1, 13, 4; 1, 38), Columela (Arb. 21, 2; Rust. 1, 6; 2, 14; 5, 10; 10, 80-85; 11, 3), Plinio el Viejo (NH. 17, 50-57; 18, 192-194) y Paladio (Agr., 1, 23; 1, 33), fuentes que sirven de base a los estudios sobre el abonado en la agricultura romana (entre ellos, por ejemplo, White, 1970 y González y Ríos, 2014). Por otro lado, en relación a la llamada “Arqueología de los espacios cultivados”, remitimos a los trabajos de Bintliff (2000) y Forbes (2013) sobre la debatida interpretación de la dispersión del material cerámico off-site como evidencia arqueológica de la práctica del abonado en la antigüedad.

21. Por ejemplo, Cat. Agr. 7, 3; Col. Arb. 8, 5; 23, 1; Rust. 2, 14; 4, 8; 5, 9; 5, 10; 11, 2; Plin. NH. 17, 51.

22. Uso en la ganadería: Col. Rust. 6, 7; 6, 11; 6, 15; 6, 32; 7, 5. Uso en la avicultura: Col. Rust. 8, 5. Uso en la apicultura: Col. Rust. 9, 13; Varr. Rust. 3, 16. Al igual que la orina, también el estiércol podía ser utilizado en el campo de la veterinaria para tratar diferentes heridas: Cat. Agr. 102; Col. Rust. 6, 30.

23. Curtido de pieles: Plin. NH. 23, 140. Tratamiento de textiles: Plin. NH. 28, 84; 28, 91; 28, 174; Mart. Epigr. 6, 93. Otras fuentes sobre el uso de la orina en los procesos de lavado y teñido de textiles son analizadas por Flohr y Wilson (2011), así como el célebre pasaje de Suetonio (Vesp. 23, 3) que alude al impuesto introducido por Vespasiano en relación a la comercialización y aprovechamiento de la orina.

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digmático lo ofrezcan las letrinas públicas, alimentadas casi siempre por aguas de segundo uso. No en vano, era frecuente su localización en el interior o en las cercanías de termas y baños, pues de esta forma se aprovechaba el líquido derramado o vaciado de las piscinas (Van Vaerenbergh, 2011). Sirva como muestra ilustrativa de este pragma-tismo el ejemplo de la letrina integrada en las llamadas “Thermes des Lutteurs”, en Saint-Romain-en-Gal (Francia) 24 (fig. 5). Aquí el agua

procedente de las bañeras del frigidarium llegaba en primer lugar a una

24. La letrina fue añadida al complejo termal en una fase de remodelación que se fecha entre finales del siglo ii e inicios del iii d.C. (Savay-Guerraz et al., 1996). Fig. 5. Letrina de las “Thermes des Luttiers”, en Saint-Romain-en-Gal (Foto: J. Acero).

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fuente ornamental instalada en el interior de la letrina. Sus cinco surti-dores amenizaban y refrescaban el ambiente, además de proporcionar un agua provechosa en caso de que los usuarios quisieran enjuagarse las manos. Desde la pileta de la fontana dos desaguaderos conducían el líquido hacia la canaleta que discurría por delante de los asientos, proporcionando un flujo utilizado, según la opinión más generalizada, para humedecer y aclarar las esponjas empleadas por los usuarios 25. Por

último, desde los extremos de la canaleta el agua pasaba al conducto dispuesto bajo los asientos, donde la corriente hídrica desplazaba los excrementos allí acumulados y los dirigía, finalmente, hacia una cloa-ca vecina. Por tanto, en esta instalación higiénicloa-ca el uso racional del agua permitía que un mismo flujo a lo largo de su recorrido cumpliese sucesivamente cuatro funciones (baño, decoración, limpieza y evacua-ción), que además variaban según el nivel gradual de suciedad que iba adquiriendo el fluido 26.

3. APunteConCluSiVo

En suma, asistimos durante el período romano y tardoantiguo a un óptimo aprovechamiento de los recursos y materiales disponibles, propio de sociedades preindustriales no mecanizadas. En este contex-to hay que entender las actividades de reutilización y reciclaje como medidas esencialmente económicas, con beneficios tanto en el seno de la economía doméstica como a nivel de los agentes productivos que obtenían provecho de la recuperación, transformación o venta de mate-riales usados. La extensión de estas prácticas demuestra su rentabilidad incluso en momentos de prosperidad, aunque, lógicamente, se inten-sifican en etapas en las que existen mayores dificultades de obtención de nuevas mercancías y materias primas. En todo caso, cada tipo de material se adapta a unas circunstancias de aprovechamiento propias.

25. Véase, por ejemplo, Bouet (2009: 129-135) y Wilson (2011: 104-105). 26. Fenómeno ya advertido por Bouet (2003, I: 232) para el caso de los esta-blecimientos termales.

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Futuros estudios deberán incidir en el peso particular de estas activi-dades según sectores productivos y en su papel dentro del conjunto de la economía antigua.

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Imagem

Fig. 1. Taller de fundición localizado en Mérida (siglos  V - Vi ),  con materiales romanos de bronce (placas recortadas y clavos)
Fig. 2. Vidrio partido para reciclaje junto a desechos de fabricación de un taller del  siglo  V  localizado en Bracara Augusta
Fig. 3. Diferentes modos de reutilización de ánforas. A: Relleno para aligeramiento de  bóveda (Circo de Majencio, Roma)
Fig. 5. Letrina de las “Thermes des Luttiers”, en Saint-Romain-en-Gal (Foto: J. Acero).

Referências

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