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Aspectos médico-sociales del problema de la tuberculosos en Chile

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OFICINA SANITARIA PANAMERICANA rEhero

en el examen roentgenográfico del tórax en grupos susceptibles se- leccionados, acompafiados en algunos casos de pruebas preliminares con tuberculina.

5.-En esos censos la proporción de casos descubiertos en el periodo incipiente llega a 70 por ciento 0 más.

6.-Si se estudian diestramente y se tratan rápida y debidamente los casos descubiertos, cuando necesitan tratamiento, lo obtenido en ver- dadera curación del mal y prevención de la difusión, superará lo con- seguido con cualquier otro método conocido.

ASPECTOS MÉDICOS-SOCIALES

DEL PROBLEMA

DE

LA TUBERCULOSIS EN CHILE1

Por los Dres. JUAN MARIN R. y MANUEL MARfN R.

Capitán de Corbeta Cirujano de la Armada, Ex-Director del Hospital Naval y ex- Médico Jefe del Hospital MiTaflOTeS (Magallanes); Tisiólogo Provincial de la

Caja de Seguro Ob.?igotorio, Tisi6logo del Hospital Regional de Temuco, respectivamente

La tuberculosis es una enfermedad antiquísima. Al revés de muchas otras grandes epidemias que han desaparecido dejando sólo el triste recuerdo de sus destrozos, ella sigue acompañando al hombre al través de los siglos. Tampoco atenúa sus formas, como ha sucedido, por ejemplo, con la sífilis, que apareció en el escenario histórico solo hace cuatro y medio siglos (Bpoca del descubrimiento de América) y ya no es ni la sombra del terrible y destructivo morbo que al principio fu& El higienista francés Courmont consignaba las siguientes cifras: “Durante el siglo 19, la guerra mató en Francia dos millones de hombres, el cólera morbus medio millón y la tuberculosis diez millones.”

En Chile, según estadísticas oficiales aproximadamente fallecen al afío 20 mil tuberculosos, es decir, que la tuberculosis mata en un año tantas vidas como toda la guerra del Pacífico. El coeficiente anual de mortalidad por tuberculosis, en el año 1932 fué de 300 por cada 100 mil habitantes, alcanzando en algunas regiones como Magallanes la cifra de 395 por cada 100 mil habitantes. Ese año, la tuberculosis pulmonar fué la causa del 15 por ciento del total de las defunciones, porcentaje no igualado por ningún otro pais. En una encuesta realizada por el Con- sultorio de la Ley 4054 de Talca, se demostró que el 50 por ciento de los asegurados fallecidos lo habían sido por tuberculosis. Estas cifras hablan con mayor elocuencia que la que pudiera brindar el más brillante orador y os habrán compenetrado de la gravedad del problema de la tuberculosis en Chile.

Si tiene importancia conocer el número de muertes que produce la tuberculosis en un año, infinitamente más interesante ha de ser el

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conocimiento de cuantas personas padecen de esta enfermedad en ese mismo plazo. No siempre será fácil averiguar tan delicado punto. Hay, sin embargo, ciertos procedimientos estadísticos o ecuaciones mediante las cuales se puede aproximadamente acercarse a la verdadera cifra. Los Dres. Winslow y Harris, del Departamento de Sanidad Pública de los E.E.U.U., Universidad de Yale, escribfan en 1926: “en verdad existen unos 9 casos activos de tuberculosis por cada defunción anual en una comunidad determinada.” El conocido profesor argentino Aráoz Alfaro señaló otro método para este mismo i?n: el mImero anual de defunciones debe aumentarse en un 20 por ciento y todo esto multi- plicarse por 5. Aplicado a Chile el m&odo de los autores norte- americanos, tentiamos en nuestro pequeño territorio 180 mil enfermos de tuberculosis cada año. Hay que reconocer que estas cifras pueden parecer exageradas para personas profanas en esta materia. En rea- lidad, ellas no son sino cifras aproximativas. Hay numerosas fuentes de error que merecen tomarse en cuenta; pero que en ningún caso au- mentarfan artificialmente los datos obtenidos, si no todo lo contrario. En efecto, es común en nuestro pueblo denominar como pulmonias a todas las afecciones de los pulmones, de lo cual resulta que muchas tuberculosis son consignadas como neumonías en las oficinas del Registro Civil. En las clases más elevadas a su vez, existe un prejuicio sobre esta enfermedad e intencionadamente, a veces, se la elimina de los certificados de defunción por una especie de falso pudor, incomprensible para noso- tros los médicos. Por otra parte, nuestros métodos y recursos estadfs- ticos en general aun no han logrado un funcionamiento tal que los pueda poner a cubierto de sospechas de errores. Estos factores, brevemente analizados y muchos otros, nos autorizan para sostener que las cifras de mortalidad y de morbilidad por tuberculosis en Chile, son sólo aproxi- madas y que, cuando los elementos estadísticos y sanitarios mejoren sus condiciones actuales, veremos aún más altas estas cifras, que hoy día nos colocan a la cabeza de los países en este terreno y que constituyen un estigma para la cultura general de la nación.

La higiene moderna reconoce como fuerte y vigorosa a una raza cuyos índices demográficos acusan un mayor porcentaje de nacimientos que de muertes. Chile, desde antiguo, ha sido uno de los paises con más alta mortalidad. En los últimos años se ha evidenciado, es cierto, un descenso notorio de defunciones, hecho que no debe halagarnos en extremo, pues es un fenómeno universal, debido a que con los progresos de la higiene y de la profilaxis, hoy fallecen menos individuos que en otras épocas. Con todo, Chile se mantiene hoy día a la cabeza de los paises de alta mortalidad, pudiendo sólo parangonarse con algunos países coloniales. Como se sabe, dos son las grandes causas de nuestro record en esta materia: la mortalidad infantil y la mortalidad tubercu- losas, de la cual ya os hemos impuesto. Veamos cuáles son sus índices:

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Estados Unidos. . . . Uruguay. ... Argentina. ... Colombia. ... Costa Rica ... Guatemala. ... México. ... El Salvador ... Ecuador. ... Chile. ...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

... 9

... 9

... 10

... 10

... 20

... 23

... 25

. .*. ... 23

- ... ... 27

Mortalidad Infantil (por 1000) 60 120 100 - - - 150 150 140 260 Mortalidad por tuberculosis (por cada 100 mil habitantes) Dinamarca. ... México. ... Bélgica. ... Francia. ... Grecia ... Hungria. ... Chile. ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... ... ... ... . . . . . . . . ... ... ... ... ... 60

... 65

... 70

... 135

... 140

... 205

... 220

He aquf un cuadro de Mortalidad Infantil (por cada mil nacidos vivos). NuevaZelandia... 32

Australia... 42

EstadosUnidos... 62

Francia... 76

Uruguay.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110

Italia... 113

España... 117

Chile... 2322 Veamos este otro cuadro de mortalidad general, por cada mil habitantes, durante el año 1933:

6 a 10 por mil: Africa del Sur, Uruguay, Estados Unidos, Canadá, Aus- tralia, Nueva Zelandia, Irlanda, Noruega, Paises l3ajos. 11 a 15 por mil: Francia, Alemania, Inglaterra, Suecia, Finlandia, Letonia,

Estonia, Italia, Colombia, Perú, Argentina.

16 a 20 por mil: Rusia, Filipinas, Venezuela, Grecia, España, Yugoeslavia, Rumania, Japón.

21 a 25 por mil: India, Persia, México. 26 a 30 por mil: Chile, Egipto, Ecuador.

Pero las cifras de nuestra mortalidad no están estabilizadas. Asi, por ejemplo, la mortalidad general (por 1,000 habitantes) fu8: 1931, 22; 1932, 22.8; 1933, 26.8; 1934, 26.8. La mortalidad infantil por mil nacidos vivos fué: 1928,212; 1929,224; 1930, 234: 1931,232; 1932,235;

1933,258; 1934,262. Ahora, por el contrario veamos la cifra de nuestra

tan loada “natalidad” por mil habitantes. Rápida es su carrera de

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descenso: 1928, 43.6; 1929, 41.9; 1930, 39.8; 1931, 34.6; 1932, 34.2; 1933, 33.4; 1934, 33.8.

De aquí hacemos un cuadro de mortalidad por tuberculosis, hecho por cada 100,060 habitantes y detallándose por departamentos: 1 a 100: Pisagua, Loa, Illapel, Melipilla, Caupohcán, Santa Cruz, Mataquito, Arauco, Yumbel, Lautaro, Ancud, Aysen, Tierra del Fuego; 100 a 200: Taltal, Chañaral, Huasca, Elqui, Ovalle, Petorca, San Felipe, Quillota, San Antonio, Maipo, Rancagua, Cachapoal, Cauquenes, Bulnes, Yun- gay, Laja, Mulchen, Victoria, Temuco, Valdivia, La Unión, Osorno, Llanquihue, Natales; 201 a 300: Tocopilla, Antofagasta, San Fernando, Talca, Curicb, Linares, Constitución, Parral, San Carlos, Angol, Cañete; 301 a 400: La Serena; 401 a 500: Copiapó, Valparaíso, Santiago, Lontue, Concepción, Traiguén, Magallanes; 501 a 600: Arica; 601 y más : Iquique.

Estos cuadros permiten comprender como el promedio de la duración de la vida se ha ido acortando a extremo inverosímil en nuestro país. Veamos unas cifras comparativas. Cuadro de Longevidad Media: Nueva Zelandia, 62 años; Suecia, 60, Dinamarca, 60; Australia, 59; Sudáfrica, 59; Inglaterra, 59; Suiza, 56; Alemania, 56; Irlanda, 56; Estados Unidos, 55; Escocia, 54; Francia, 52; Italia, 49; Polonia, 46; Bélgica, 45; Rusia, 44; Finlandia, 43; Japón, 42; Austria, 40; Egipto, 25; Chile, 25; India, 22.

De allí resulta que nuestra densidad de población es una de las más inferiores del mundo. Veamos las cifras de pobladores por cada km2: 161 a 320: Japón, Inglaterra, Mongolia, Bélgica, Holanda; 81 a 160: Alemania, Italia, Checoeslovaquia, Polonia, Hungría, Haití; 41 a 80: India, Yugoeslavia, Rumanía, Bulgaria, Grecia, España, Francia, Lituania, Irlanda; 21 a 40: China, Afganistán, Estonia, Letonia, Nigeria, Antillas; ll a 20: Egipto, Turquía, Siria, Marruecos, Costa de Oro, Estados Unidos, Cuba; 6 a 10: Sudáfrica, Madagascar, Etiopía, Somalía, Uruguay, Ecuador, Colombia, México, Dinamarca, Nueva Zelandia; 1 a 5: Libia, Africa Occidental Francesa, Rusia, Perú, Australia, Nueva Guinea, Arabia, Argentina, Brasil, Persia, Bolivia, Venezuela, Canadá, Groenlandia, Honduras, Chile.

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En el sombrfo cuadro de nuestra mortalidad general, corresponde a la tuberculosis el más alto coeficiente. Causas de la mortalidad en Chile: cáncer y tumores, 2.9 por ciento; reumatismo, nutrición, en- docrinas, 1.25; sangre y órganos hematopoyéticos, 0.19; intoxicaciones crónicas, 0.10; sistema nervioso y órganos de los sentidos, 8.1; aparato circulatorio, 8.62; aparato respiratorio, 20.51; aparato digestivo, 12.31; aparato urinario y genital, 2.28; embarazo, parto y puerperio, 1.14; enfermedades de la piel, y tejido celular, 0.16; senilidad, 2.87; accidentes, 4.25; indeterminadas, 5.33; tuberculosis, 36.5. De paso, señalemos que la tuberculosis ataca también a otros seres, aves, perros, gatos, conejos, y en un grado muy especial y en elevado porcentaje al ganado vacuno.

El bacilo de Koch puede penetrar a la economía por cuatro puertas de entrada: Herencia. Sería necesario que una mujer en cinta contagiara a su hijo durante los meses del embarazo, haciéndose la infección por la sangre que circula entre ambos a través de la placenta. Este modo de infección es excepcional y aunque ha sido verificado experimental- mente (investigaciones en Chile), carece de importancia práctica. En efecto, se sabe que un hijo de madre tuberculosa, separado de ella en el mismo momento del parto y criado higiénicamente en un medio no contaminado, puede desarrollarse en perfectas condiciones. Inocula- ci&. Esta es una manera de infectarse, exclusiva para los que nos dedicamos a la medicina: heridas o pinchazos durante una operación o durante manipulaciones de laboratorio. Ingestz’ón. Es decir, deglutir o tragar bacilos. Este camino fue muy discutido. Fué necesario que Calmette, Guérin, Roux, con sus estudios, demostraran que en los niños, la infección por via digestiva es la más frecuente, para que volviera a ser considerada en toda su verdadera importancia. En estos casos es la leche de vaca administrada sin pasteurizar o sin hervir la que juega un rol principal, no olvidando la contaminación de las materias ali- menticias por individuos enfermos que comercian con ellas, por ejemplo, panaderos, lecheros, cocineros, vendedores de frutas, etc. La última vfa de infección, la zkhaZación, es sin lugar a dudas la más frecuente y la más importante. Al toser, el tuberculoso siembra, por asf decirlo, el aire ambiente, de una fina lluvia de partfculas de saliva, conocidas en medicina por el nombre de gotitas de Flügge, las cuales llevan en si grandes cantidades de bacilos.

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Esto por lo que hace a la infección tuberculosa. Veremos, sin em- bargo, que no basta ella sola para desarrollar en un individuo la tubercu- losis. Hay necesidad de distinguir en este punto la infección tuberculosa

y la enfermedad tuberculosa. Repitiendo una comparación muy

socorrida, podríamos decir que asf como no basta arrojar la semilla en cualquier terreno, para verla fructificar, sino que es preciso preparar previamente el suelo, igualmente para que la tuberculosis prenda en un organismo, se necesita que el terreno biológico sobre el cual ha cafdo la infección, se encuentre en un estado de menor resistencia, que permita su desarrollo. Un organismo sano, en la plenitud de sus fuerzas, dotado de ese vigor que sólo se consigue con un funcionamiento normal y armónico de todos los órganos, difícilmente se hará tuberculoso, aún expuesto a contagios repetidos. Por el contrario los individuos, en- flaquecidos, desnutridos, fatigados por un exceso de trabajo, los con- valecientes, etc., constituyen un terreno extraordinariamente apto para el desarrollo de la tuberculosis. Hoy se tiende a admitir que todos, con muy escasas excepciones (aquellas personas que viven aisladas en campos distantes de las ciudades), contraemos tarde o temprano la infección tuberculosa, siendo lo más frecuente que esta “primo-infección” ocurra en la infancia.

La enfermedad no toma cuerpo sino cuando el organismo entra en un d6ficit de defensa, pudiendo esto ocurrir en edades diferentes y por causas de las más variadas. Se,* esto, todos nosotros tendríamos en nuestros pulmones un foco tuberculoso, cicatrizado completamente en algunos casos, apagado o latente en otros. La demostración de esta hipótesis es sencilla y fácil. Las reacciones tuberculfnicas positivas en individuos clínicamente sanos, nos hablan de este estado especial de alergia, mencionado más adelante, que sólo se obtiene en terrenos previamente infectados por el bacilo de Koch. Por otra parte, las investigaciones de los anátomopatólogos, demuestran la frecuencia con que se observan lesiones tuberculosas discretas o apagadas, en las autopsias de individuos fallecidos de otras enfermedades. Blumer y Lartigau encontraron en una serie de 500 cadáveres, un 30 por ciento de lesiones tuberculosas cicatrizadas de los pulmones. Otro investigador, Naegeli, describe el siguiente cuadro: Cadáveres hasta 15 años, lesiones tuberculosas hasta 50 por ciento; hasta 18 años, 90; adultos, 97; m&s de 40 años, 100 por ciento.

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deberá repartirse por iguales partes contra ambos factores. El contagio, como ya lo hemos dicho, lo recibimos todos, casi sin excepciones; en cambio vemos que la tuberculosis ataca de preferencia a la clase obrera, a los elementos de trabajo, a los hogares proletarios, en una palabra: al pueblo.

Es este punto acaso el de mayor importancia en este trabajo: Analizar aunque sumariamente, las causas y los factores que, en especial sobre nuestras clases populares y media, crean un terreno propicio para el desarrollo de la tuberculosis. Estas causas forzosamente han de ser todas aquellas que debiliten o disminuyan las defensas naturales del individuo. Pasaremos revista a las principales.

AZimentaciún. No nos corresponde hacer un estudio sobre nuestra Jimenta- ciún en general, ni sobre el valor nutritivo de nuestros principales alimentos. Gran parte de nuestros obreros sin trabajo durante estos tiltimos años han estado durante largo tiempo con una cantidad de calorfas equivalente a la quinta parte de lo que necesita uu individuo normal en actividad, a menos de la tercera nece- saria a un sujeto en reposo y a la mitad de la que requiere un niño de 10 años. Decia el Prof. Orrego P. en uno de sus trabajos recientes, que de la encuesta realizada por uno de los Consultorios del Seguro, se desprende que 40 por ciento de los obreros tuberculosos que asistfan a ese Servicio se proporcionaban una alimentación que producia tantas calorías como las que necesita un niño de 10 años. Las principales causas de la deficiente alimentación popular son sin lugar a dudas, los salarios bajos y la cesantía forzosa. En las páginas 54 y 55 de la Memoria Anual de 1933, de la Caja de Seguro Obrero, están estampados los siguientes cuadros que consignan los salarios mensuales medios de ese año que percibió el obrero: Zona Norte, $150.21; Zona Central, $118.25; Zona Sur, $123.22. ¿Es posible mantener un hogar, generalmente numeroso (ya que es conocida la exuberante fertilidad de nuestras mujeres proletarias), con un salario tan pe- queño? En el Boleth de la Oficina Sanitaria Panamericana, correspondiente a enero 1936, pp. 51-53, se consignan datos sobre la alimentación de nuestro pafs.

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Con los insignificantes emolumentos que quedan anotados, deben atenderse, según las conclusiones del Congreso de la Alimentación, las siguientes necesi- dades: a) a expensas de cada obrero viven, por término medio, su mujer y dos hijos de 10 y 5 años de edad; b) para atender a las necesidades mínimas de la subsistencia y el desarrollo, esas cuatro personas necesitan 12,000 calorías diarias; c) los alimentos que rendirfan esas calorfas costaban en 1931, $4.77 al dfa, y en 1935 valieron $9.00 (estudios del Diputado Don Rudecindo Ortega); d) los gastos de vivienda por obrero son, segGn la Oficina del Trabajo, de $1.00 diario; e) los gastos de vestuario demandan $1.93 al dfa (tanto estos gastos como los anteriores son inmensamente superiores respecto de los empleados); f) otros gastos (luz, lumbre, cigarros, entretenciones mfnimas, $1.17); g) transporte, $0.80. Tenemos pues un total de $13.90 al dia, como gastos mínimos, en circunstancias que los obreros perciben 85.00 diarios y de que los empleados se encuentran en situación muy parecida. Coinciden estos c8culos, por lo menos en lo que se refieren a la alimentación, con los estudios practicados por numerosos pro- fesionales de la medicina. Entre ellos anotaremos el que, hecho por el Dr. Mardones Resta& aparece en la edición de noviembre-diciembre 1935 de la revista Previsidn Social, del Departamento correspondiente del Ministerio de Salu- bridad, segdn el cual cada individuo requiere 3,000 calorías diarias, o sea 12,000 para las cuantro personas que debe alimentar un obrero, lo que demanda un gasto de cerca de $12.00 para el simple sostenimiento de la vida y sin considerar vi- vienda, vestuario, transporte, diversiones, luz, calefacción, etc.

Habitación. En este capitulo hay que hacer mención de varias caracterfsticas de nuestras viviendas populares, que las hacen desde todo punto de vista, anti- higiénicas e insalubres. Aparte de las condiciones generales de ventilación, calefacción y soleamiento, que entre nuestro pueblo suenan a ironía, describi- remos otros aspectos de sumo interés. De la encuesta del Dr. Saez Saldias, sobre 300 obreros tuberculosos que asistfan al Consultorio de Bronco-Pulmonares de Santiago tomamos el siguiente cuadro: 85 por ciento de los enfermos vivfan en una sola pieza, que les servia de dormitorio, comedor, cocina, W. C., lavabo, pieza para alojados y domicilio de diversos animales domésticos; 10 por ciento ocupaban dos piezas y 5 por ciento tres y miis piezas. Otro factor importante es el del numero de personas domiciliadas en cada pieza. Del trabajo citado se deduce que la sobrepoblación de la habitación es la causa más decisiva para hacerla insabrbre. En efecto, lo corriente es que, 4,5,6, hasta 10 personas vivan en un mismo cuarto. Tambien importa conocer cuantas personas duermen en el mismo lecho, siendo comrín entre nuestros obreros la cifra de 2, 3 y 4. En este punto hay que recalcar la desastrosa resultante de esta promiscuidad, en la cual el contagio venéreo se extiende con rapidez a todos 10s ocupantes del local.

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rigoroso, pero una politica sanitaria bien entendida daria a esos obreros periódica- mente, vaciones, llevandolos por cuenta de la Compañia explotadora de la misma, hasta parajes campestres donde pudieran reponerse de sus duras labores. También el trabajo nocturno de panaderos, carabineros, etc., significa en sus condiciones actuales, una continua fuente de enfermedades y en especial de la que nos venimos ocupando.

Trabajo excesivo. Hay ciertas profesiones que por ser muy mal remuneradas obligan al individuo a un mayor trabajo. Por ejemplo, las modistas o sastres que entregan confecciones a grandes almacenes. Otra clase de obreros se ven obligados a llevar trabajo a sus casas, con lo cual, la ley que estableció la jornada de 8 horas, es fácilmente burlada. En otras ocasiones, los patrones, mediante una pequefía remuneración suplementaria, exigen al obrero horas extraordinarias de trabajo. Por otra parte hay profesiones que por sus propias caracterfsticas, a veces asociadas a las enumeradas anteriormente, crean un terreno muy apro- piado para el desarrollo de la tuberculosis; por ejemplo, las modistas, sastres, zapateros, obreros que trabajan en vidrio, hierro, tabaco, lanas, herreros, tipó- grafos, panaderos, mineros, etc.

AZcohoZismo. El vicio del alcoholismo es uno de los factores que más agravan el problema de la tuberculosis entre nosotros. Primero, llevando la miseria a los hogares y desnutriendo alas familias, ya que es sabido que este vicio se costea muchas veces a fuerza de privaciones en la alimentación del resto de la familia. Por este mecanismo, el alcoholismo no es sino el preludio de la miseria y más adelante de la tuberculosis. Por otra parte, la acción misma del alcohol sobre el arbol respiratorio, determina congestiones en sus mucosas, lo cual favorece el desarrollo de la enfermedad. Además, intoxicando o degenerando otros 6rganos de importancia vital, disminuye las defensas naturales de que hemos hablado, y crea un estado general de debilidad orgánica.

SQUis. La sffilis como el alcoholismo, cuando es antigua, confiere a la tuber- culosis, una marcha m& benigna, por la tendencia ya señalada hacia la esclerosis. En cambio una tuberculosis puede agravarse intensamente si a ella se agrega una sifilis contraida. Muchas veces van unidos estos dos factores: alcoholismo y sffilis. Más tarde vienen inevitablemente la miseria y la tuberculosis.

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Maipo de capacidad para 50 personas; un Sanatorio del Seguro de capacidad de 50 camas; otro Sanatorio en Vicuña, en Diaguitas; un pequeño Pensionado en Putaendo; un Sanatorio en Peña-Blanca de 30 camas; un pequeño hospital en Valparaíso, y camas repartidas en los hospitales de todo el territorio, que en total suman 1200. Y hay que tener presente que se acepta universalmente por los higienistas que un país debe tener tantas camas de hospital para una determinada en- fermedad, como enfermos mueren de ella en un año. De lo cual resulta que nosotros necesitaríamos tener 20,000 camas disponibles para atender a los 180,000 enfermos que pululan y se arrastran por el suelo de la Re- pública. Este es tal vez el punto más escalofriante del problema de la tuberculosis. Con nuestras 1,200 camas no alcanzamos, no digo a mejorar, ni siquiera a dar un lecho a los miles de moribundos que golpean vanamente a las puertas de los hospitales.

Existen también algunos centros de lucha antituberculosa, de inicia- tiva privada. Son generosos gestos de espfritus benefactores, pero que abarcan un área muy reducida y que tal vez contribuyen a desorientar a la opinión, dando la impresión de algo más sólido. El Seguro Obrero está, desde hace poco, comenzando un esbozo de lucha antituberculosa entre sus asegurados. Pero esa acción, sin considerar la eterna falta de camas, y de otros elementos, se ve generalmente entrabada por algunas disposiciones de la actual legislación. Por ejemplo: El Seguro solo da derecho a un obrero enfermo a asistencia médica durante 52 semanas, en circunstancia que es sabido que la tuberculosis es una enfermedad crónica, cuyo tratamiento necesita un tiempo mucho mayor. La Ley actual proporciona ayuda a los enfermos mediante los subsidios. Pues bien, estos subsidios después de la tercera semana son tan precarios que ni con mucho bastarían para sostener, no ya a una familia sino al in- dividuo solo. Y también es sabido que una buena alimentación es un factor indispensable en el tratamiento de la enfermedad. Además, la cesantía forzosa de estos últimos años, ha dejado muchas libretas .atra- sadas en sus imposiciones. Todos los asegurados en estas condiciones no tienen derecho a gozar de los beneficios de la Ley.

Puede decirse que son la Beneficencia y el Seguro Obrero los dos pilares sobre los cuales descansa hoy día la defensa de la raza. Ambas insti- tuciones, además de no contar con los elementos necesarios para llenar eficazmente su labor, enfocan su acción sólo sobre el enfermo, sin con- siderar el rol que este desempeña en la sociedad, ya sea como sost& de una familia, ya como un foco de contagio, etc.

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abarcar dos acciones. La primera a cargo de médicos especialistas, es decir de técnicos, tendiente al tratamiento y a la profilaxis de la en- fermedad. La segunda, a cargo de sociólogos y economistas con el 6n de levantar el stándard de vida de nuestrck.pueblo.

El primer aspecto necesitaría la dotación de establecimientos desti- nados a este solo objeto: Dispensarios (para el diagnóstico y para el tratamiento ambulatorio de determinados enfermos) ; Preventorios (para individuos debilitados, convalecientes de otras enfermedades, en especial para niños); Hospitales; Sanatorios de Mar; Sanâtorios de Altura; Granjas de Readaptación (destinadas a dar trabajo metódico a los enfermos ya mejorados).

A esto debería agregarse una campaña intensiva de educación sani- taria, divulgando por medio de conferencias, clases, folletos, etc., las reglas higiénicas que se aconsejan. De preferencia estas conferencias deberian ser dictadas en las fábricas, talleres, escuelas, etc. Y sobre todo, desarraigar del ambiente colectivo, el falso concepto, el prejuicio de la incurabilidad de la tuberculosis. El 80 por ciento de los enfermos podría mejorar si oportunamente se presentaran a los servicios de Tisio- logía. Esta rama de la medicina ha enriquecido en los últimos tiempos su bagaje terapéutico con varios recursos de positivo valor.

El segundo aspecto de la lucha antituberculosa, el propiamente social, estaría dirigido hacia los siguientes puntos: Mejoramiento de los salarios; disminución de la jornada de trabajo; supresión de las horas extraordinarias de tribajo; reglamentación higiénica del trabajo noc- turno; construcción de habitaciones higienicas y baratas para obreros; higienización de los locales industriales y fábricas; legislación sobre enfermedades profesionales y protección para obreros invalidados; seguro de cesantia forzoso; lucha antialcohólica; lucha antivenérea; protección de la infancia abandonada; intensificación de los deportes; construcción de estadios, parques y jardines; higienización de los locales de enseñanza, de teatros, y en general, de todos los sitios donde se producen aglomera- ciones; reforma de la Ley 4054, sobre enfermedad, invalidez, vejez, y muerte. Nos hemos limitado a enumerar estos puntos, por cuanto su análisis nos llevaría muy lejos y con sinceridad confesamos que no nos sentimos autorizados para hacerlo. Corresponde a los economistas y sociólogos el estudio detallado y científico de cada uno de ellos.

Referências

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