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The Pan American Sanitary Bureau : Its origin, development and achievements

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Academic year: 2017

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LA SANIDAD

Y LA GUERRA

Neuroses de guerra, Brasil.-0 A. analiza as diversas modalidades das neu- roses de guerra, dividindo-as em neuroses dos combatentes e neuroses da popu- lacáo náo combatente e qunnto à forma, em neuróses de angústia (aporioneurose), neurastênicas, histéricas e compulsivas. Reconhecendo o fato de que para uma b6a defesa sáo neceskios cérebros fortes e sadios, o A. apoia as sugestões feitas pelo Dr. Goncalves Fernandes relativas à organizacão dum Servipo Central de Neuro-Psiquiatria, a forma@0 de quadros de especialistas em neuro-psiquiatria no S. S. do Exército e a criacáo dum Departamento de Profilaxis Mental com um amplo mio de apáo. (Duarte, Odivio: Medicina, 47, mGo.-jun., 1942.)

Estado físico de los reclutas cubanos.-El reclutamiento en todos los grupos aptos para el frente de guerra, producir8 en Cuba, con una población de 4,071,081 habitantes, un ejército de unos 100,000 hombres. De esta cifra global, los reclutas de 13 a 35 años en buenas condiciones físicas y mentales no sobrepasar& de 55 a 60,000. A pesar de la falta de cifras oficiales, existen en Cuba, en nbmeros re- dondos: 40,000 tuberculosos, 12,000 cancerosos, 15,000 leprosos, 350,000 sifilíticos, y 5,000 enajenados mentales, desconociendose el número de epilópticos, débiles mentales, esquizofrénicos, ciegos y criminales. El Servicio Militar Obligatorio revela& sin duda hechos de caracter alarmante. (Chelala, José: Bohemia, 44, jul. 26, 1942.)

Tratamiento de los heridos en Pearl Harbor.-El ataque a Pearl Harbor facilitó el primer grupo numeroso de lesionados tratados en una zona pequeña y en un breve espacio de tiempo, por cirujanos norteamericanos, muchos de los cuales habían recibido entrenamiento en los principios de la fisiología quirúrgica y de la quimioterapia. La experiencia ha demostrado que ciertos coadyuvantes tera- peuticos usados con prudencia ayudaron mucho a reducir la morbidad y mortali- dad de muchos accidentes de guerra. En Pearl Harbor observaronse muchas quemaduras extensas, principalmente de primero y segundo grados. Hasta la ropa delgada constituyó gran protección. Muchos heridos estaban cubiertos de grasa o aceite, demostrando así la necesidad de conocer más a fondo detergentes para dichas sustancias. El tratamiento preliminar de los quemados exige una dosis adecuada de morfina, demostrandose el valor de las jeringuillas (véase el BoZet& de octubre 1942, p. 1003). De no disponerse de éstas, disuélvase la morfina en agua a fin de que una cantidad dada de la solucion contenga una dosis conocida de la droga. La grave disminución del volumen de plasma puede corregirse en gran parte con sustitutos de sangre. En Pearl Harbor los quemados recibieron plasma, en particular líquido. Cuando se usa el plasma desecado debe contarse con un grupo de sujetos entrenados en su regeneración, de manera que pueda usarse inmediatamente en las salas. La solución de cloruro de sodio inyectada en un período de 24 horas, poco después de la quemadura, no debe de exceder del plasma administrado durante el mismo período. Las superficies quemadas fueron curtidas con varios métodos : jalea y solución de ácido tánico, violeta de genciana y el triple colorante con o sin nitrato de plata. Cuando no logró obtenerse un curtido eficaz se perdieron grandes cantidades de plasma durante varios días después de la lesión. Después de observar hasta qué grado puede perderse suero de la superficie de las quemaduras, los autores quedaron convencidos de la con- veniencia de obtener rãpidamente una escara en los enfermos con quemaduras extensas. El método, en cambio, tiene las siguientes desventajas: (a) infecciones muy frecuentes debajo del curtido; (b) probabilidades de que las sustancias utilizadas para el curtimiento lesionen los islotes epiteliares restantes que deben

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OFICINA SANITARIA PANAMERICANA

facilitar el núcleo de la epitelización subsecuente. En lo relativo a fracturas com- puestas, los huesos más afectados fueron la tibia y el peroné. Las fracturas fueron desbridadas y reducidas colocando en las heridas compresas de sulfanilamida cristalina y cubriéndolas luego con gasa vaselinada, aplicándoseles después escayolado, y obteniéndose películas del miembro afectada, demarcando la posi- ción de los fragmentos con lápiz indeleble. El mbtodo resultó utilísimo para in- formar al personal médico del tipo de frac’tura y de la posición de los fragmentos, después de la evacuación de los heridos. El enfermo recibía sulfanilamida o sulfa- tiazol por vía bucal de 4 a 10 días despues de la lesión. El estado de los heridos fue magnífico después de este tratamiento. Las reacciones orgánicas fueron leves. Las observaciones de Pearl Harbor demuestran que: (a) puede impedirse en gran parte la infección, (b) en las fracturas más abajo de las rodillas los huesos quedan por lo general en buena posición, y (c), el método simplifica la evacuación. En muchos casos observase unión clínica a las 7 semanas de la lesión, y ~610 hubo tres casos de infecciones graves. No se observó ningún caso de osteomielitis de los huesos largos. Como no fué posible operar a todos los heridos con lesiones de los tejidos blandos dentro del “período dorado” de seis horas, se aplicaron apósitos de sulfanilamida cristalina que se dejaron en la lesión hasta aplicar una terapéu- tica definitiva. La mayoría de las infecciones se debieron a la presencia de un cuerpo extraño. Aunque en algunas amputaciones ejecutadas en los hospitales navales se cerraron los colgajos despuks de la aplicación de sulfanilamida, varias fueron tratadas por el método de la guillotina, congelando el extremo del muñón con sulfanilamida cristalina y cubriendo luego con gasa vaselinada. La mayoría de las amputa.ciones en guillotina correspondieron a miembros del ejército, y con una excepción a las siete semanas de la lesión, todos los muñones habían cicatri- zado por completo. A las nueve semanas de la lesión ya se preparaba a los heridos para la prótesis temporal. Si recordamos la prolongada supuración, consecutiva a la amputación, que con tanta frecuencia se observó en la última guerra, no pueden menos que sorprender los resultados obtenidos. (Ravdin, 1. S., y Long, H. P.:

U. S. Naval Med. Bull., 353,1942.)

Concentración hidrogeniónica de las soluciones de citrato de sodio.-Dada la importancia que reviste el obtener soluciones de citrato de sodio de una concen- tración hidrogeniónica aproximada a la de la sangre (7.3 a 7.4), Watts analizó varias marcas de dicha substancia, descubriendo que la solución al 3.5% de Ci- trato de Sodio F.E.U. en agua recién destilada acusa un pH de 7.3. Dicha cifra no se altera durante la esterilización, siempre que se guarden las soluciones en frascos de pyrex debidamente preparados. La soluci6n al 3.5’$& de Citrato de Sodio F.E.U. en agua recién destilada resulta satisfactoria como anticoagulante, dado que posee el debido pH, y puede prepararse, embotellarse y esterilizarse sin que se altere la concentración hidrogeniónica. (Watts, E. C.: Jour. Am. Pharm. Assn., 249, agto. 1942.)

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tronco, de la cara y de los miembros, ~610 distrae la atenci6n de los factores tera- péuticos esenciales. La asepsia de las quemaduras reviste importancia capital. Si el paciente estA todavía vestido, la ropa adherida y quemada puede desprenderse en una tina de agua limpia, mantenida a una temperatura de 37.8 C. Ei pro- cedimiento resulta casi indoloro si se administra al enfermo una dosis adecuada de morfina inmediatamente después del ingreso. La limpieza de las heridas contaminadas requiere tiempo, paciencia, suavidad, espuma de jabón en abun- dancia, e irrigación continua con agua esterilizada a 37.8 C. La grasa o pomada puede lavarse con espuma de jabón o solventes tales como bencina. Ya limpia la superficie lesionada, cúbrase con unas cuantas capas de gasa fma impreganada con petrolato. Este apósito no se adhiere a la superficie cruenta, no fija el tejido, y permite el desagüe. El descanso constituye parte indispensable del tratamiento de las quemaduras graves. Koch recomienda el siguiente tratamiento para las complicaciones consecutivas a las quemaduras: para el choque primario, la mor- fina constituye el coadyuvante más eficaz, y para el choque secundario, rápida administración de cantidades adecuadas de plasma, junto con oxígeno. En los casos de urgencia los sulfonamidos pueden resultar utilísimos, aplicando rápida- mente una pomada de sulfanilamida con una espátula, cubriendo luego con un apósito esterilizado y una venda de presión. Los enfermos así tratados pueden ser llevados a un hospital de campaña o estación de urgencia, en donde puede apli- carse el tratamiento ya mencionado. (Koch, S. L.: Bull. Am. Coll. Surg., 106, ab. 1942.)

En la discusión Hook señal6 que el hecho de que se han descrito tantas tera- péuticas para las heridas demuestra que ninguna es ideal, cabiendo poca duda de que los bxitos logrados en los últimos años se han debido más bien al tratamiento del enfermo que al de la lesión local. El ataque a Hauai permiti6 realizar un in- teresante estudio comparado de los distintos tipos de accidentes. La Marina de Guerra ha utilizado desde hace años el método del ácido tánico-nitrato de plata, que en conjunto ha resultado satisfactorio. Todas las cajas de primeros auxilios de a bordo contienen jalea de ácido tanico hidrosoluble al IO%, con 5% de sulfa- diazina, que aplica el individuo que hace la curación de urgencia. De ser necesa- rio, se administra morfina, 0.03 gm 0 mas. Las ampollas y epidermis necrosada son luego extirpadas con la mayor asepsia posible, sin anestesia, lavando después la superficie quemada con solución salina a pasto. Pulverízase luego la herida con Ácido tanico, seguido en el acto de nitrato de plata, repitiendo el procedi- miento cada media hora hasta obtener una escara satisfactoria. Para determinar el plasma que debe recibir el enfermo, utilizase la fórmula de Berkow: si la quema- dura afecta 10% de la superficie orgánica, el enfermo recibe 1,000 CC de plasma, y se afecta 20%, 2,000 CC cada 24 horas. El plasma se administra a dosis fracciona- das, con una cantidad igual de suero salino y glucosado. De los 254 enfermos con quemaduras que ingresaron en el Hospital Naval de Pearl Harbor en un período de tres horas, fallecieron 65 (25%), 40% de ellos dentro de 12 horas, 18% dentro de 12 a 36 horas, 11% el 3”’ día, 8% en el 4”, 12% en el 5”, y 11% del 6” al 18”. La elevada mortalidad se debió a varios factores: quemaduras graves que afectaban hasta 70 y SOa/ de la superficie orgánica; casi todos los quemados re- velaban choque, y algunos se encontraban moribundos al ingreso; el plasma esca- se6 muchísimo durante las primeras 48 a 72 horas; el crecidísimo número de heridos (mas de 500) que ingresaron en unas cuantas horas, sobrecargaron a tal punto al personal que no pudo atenderse debidamente a cada caso.’ (Hook F. R.: Ibid., 111.)

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de los gases vesiculantes son la iperita y la lewisita. Hay dos tipos de gases irritantes: los lacrimógenos (bromacetona, yodacetona, bromacetato y yodacetato de etilo, bromuro de xililo, cloracetofenoma, yoduro de bencilo, bromuro de bencilo o ciclita), y los que provocan estornudos violentos (difenil-cloro-arsina, cianuro de difenil-arsina). Entre los tóxicos generales figuran el Ácido cianhídrico y sus compuestos, y el óxido de carbono. Orbiz Reyes sumariza así el tratamiento de un sujeto gaseado con cualquier tipo de gas: trasladese inmediatamente al gaseado de la zona t6xica, protegiéndolo con una careta, o en su defecto, con un lienzo mojado; al evacu8.r al intoxicado, quítensele previamente las vestimentas si estuvieren infectadas; tratindose de gaseados por gas sofocante, hágaseles in- halar oxígeno en el primer puesto de socorro; en caso de síncope o coma, apliquese la respiración artificial asociada a la inhalaci6n de carbógeno; si se observan man- chas por líquidos sospechosos, retirense dentro de los primeros 10 minutos las vesti- mentas, calzado y todo objeto que pueda estar contaminado, colocando al sujeto en sitio aireado, secando el exceso de líquido tóxico sin frotar ni extender la mancha, y neutralizando el tóxico restante con cloruro o hipoclorito de calcio, permanganato de potasio o un solvente como petróleo, gasolina o bencina, lavando después con agua caliente jabonosa. El material empleado, torundas, gasas, algodón, etc., es peligroso por su contaminación y deber& ser cambiado frecuente- mente, destruyéndolo después. Si los ojos reciben alguna proyección tóxica, lavense con soluci6n de permanganato de potasio al 1: 1,000, o bicarbonato de sodio al 22:1,000. Evítese la autocontaminación, no tocando ningfin sitio sospechoso con los manos descubiertas, empleando siempre guantes o en su defecto pinzas, y desinfectándose las manos después de toda operaci6n. (Orbia Reyes, M.:

Rev. MkL Cub., 367, mayo 1942.)

Referências

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