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Capítulo 1: La Moralidad y su fundamento

1.1 El hombre imagen de Dios

Una vieja máxima filosófica establece que “el obrar sigue al ser”. El modo de obrar de un agente dependerá del modo de ser de ese agente. Si la moral es la reflexión sistemática sobre el obrar libre del hombre, es conveniente iniciar el estudio intentando responder una pregunta fundamental: ¿Qué es el hombre?1.

A lo largo de la historia se han dado muchas respuestas, que han oscilado entre dos extremos. Un extremo es considerar al hombre como materia más o menos organizada (materialismo); el otro, considerarlo como centro y referente de todo el universo (idealismo).

Para responder a la pregunta planteada, nosotros acudiremos en primer lugar al viejo Aristóteles, quien define simplemente al hombre como animal racional. La definición de entrada puede resultar algo sorprendente. El hombre es animal y no hay duda; basta para ello ver su parecido con algunos tipos de simios. Como todo animal, el hombre debe alimentarse, reproducirse, satisfacer sus necesidades fisiológicas, y también debe nacer y morir. Sin embargo, detrás de la definición Aristotélica hay un elemento importantísimo, y este elemento es la palabra “racional”. Al decir racional se está señalando una característica que le es esencial –sin ella dejaría de ser hombre- y que lo diferencia de todas las otras especies animales (diferencia específica). Esta diferencia sin duda es mucho más profunda que la que puede haber entre un leopardo y un gato. Al decir racional, se está elevando al hombre a una esfera distinta: la del mundo espiritual. Al decir racional, se alude a una facultad que sólo puede tener un ser espiritual, y este elemento lo diferencia radicalmente de los animales, como ya se ha indicado.

Entonces, ante la pregunta sobre el hombre, hemos de responder que es un ser compuesto de cuerpo y alma. El alma tiene dos potencias: inteligencia y voluntad. A través de la inteligencia podemos conocer y con la voluntad podemos elegir (aunque en la elección interviene la persona entera como veremos más adelante). El alma nos permite saber que sabemos y saber que queremos (reflexión).

Con su inteligencia el hombre puede descubrir la verdad que hay en sí mismo y en la naturaleza; y con su voluntad puede seguir o no esa verdad. Verdad que no se inventa él, sino que debe descubrir.

1 Alguien puede objetar con razón que el ser del hombre lo conocemos a través de su obrar. La mirada

habría que ponerla entonces sobre las operaciones. Al reflexionar sobre las operaciones podemos llegar a conocer el ser del hombre. Por motivos metodológicos invertimos el orden en el análisis.

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El cristianismo recogió los planteamientos fundamentales de la antropología filosófica (hombre compuesto por cuerpo y alma) y añadió algunas afirmaciones nuevas. Para el cristiano, la respuesta sobre el hombre debe responderse así:

A. El alma humana hace al ser humano “imagen de Dios”.

El alma es una realidad espiritual e inmortal creada directamente por Dios. Mediante el alma, el ser humano es imagen de Dios: por la inteligencia y la voluntad.

Así lo expresa el libro del Génesis: “Dios creó al hombre a su

imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer lo creó” (Gen

1,27)

B. Al ser del hombre pertenecen por igual el cuerpo y el alma.

“La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual” (CEC, 362)

C. Ambas realidades constituyen una unidad radical. El ser humano es una unidad en la que confluyen el alma y el cuerpo:

“en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza” (CEC, 365).

D. Novedad de la antropología cristiana.

El cristianismo aporta algunas verdades nuevas de extraordinaria importancia. Por el bautismo el cristiano participa en la vida de Cristo por la gracia. La moral del cristiano es, en definitiva, morir al pecado para comenzar a vivir la “vida nueva” de los hijos de Dios con la ayuda de la gracia.

Esta gran realidad –participación en la vida de Cristo- eleva al hombre hasta alturas antropológicas fuera de toda medida. El apóstol san Pedro enseña que el bautizado “participa de la

naturaleza divina” (2 Pe 1,4).

Obviamente las exigencias de esta dignidad que tiene el cristiano son altas y las encontramos en el Evangelio (ningún otro sistema moral las tiene). Estas exigencias se vienen a resumir en dos:

1. Mandamiento Nuevo del Amor: debemos amar a todos los hombres e incluso a nuestros enemigos como los ama Jesucristo.

2. Vocación a las Bienaventuranzas. Actividad

Lea atentamente el texto y responda las preguntas que se hacen:

“Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza pasada. Recuerda a qué cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro”

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 ¿Cuál es la dignidad del cristiano?

 ¿Es posible vivir en la tierra de acuerdo con esta dignidad?  ¿Qué medios necesita el cristiano para vivir así?

1.2 La Vocación a las Bienaventuranzas

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron” (Mt 5, 3-12).

Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de felicidad. Nadie quiere ser infeliz. Siempre, tras de sus actos, late este deseo de felicidad, aunque se equivoque.

Jesús perfecciona este natural deseo de felicidad: no basta con que seamos felices aquí en la tierra; nos quiere felices en el cielo, con la felicidad de Dios. Y para conseguir esta felicidad, la única que sacia plenamente el corazón humano y que hace exclamar a san Agustín en sus Confesiones: “Nos hiciste para Ti Señor y nuestro

corazón está inquieto mientras no descanse en Ti”, hay que vivir el

programa de las bienaventuranzas: pobreza, mansedumbre, dificultades, misericordia,… Este es el único programa que responde adecuadamente a nuestra dignidad de hijos de Dios.

Jesús va por delante. Lo que nos pide vivir, Él lo vivió primero. Por eso el CEC, n.1717 dice: “las bienaventuranzas dibujan el rostro de Cristo y describen su caridad”.

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Vivir las bienaventuranzas no es fácil. Siempre suponen hacer que nuestra vida se asemeje lo más posible a la vida de Cristo y también siempre comportan opciones morales decisivas.

Actividad

Para cada bienaventuranza, mencione dos ejemplos concretos de cómo puede vivirla una persona de su edad.

LECTURA: “La Felicidad y el sentido de la vida” tomado de Fundamentos de Antropología: un ideal de la excelencia humana, Ricardo Yepes Stork, p.211-239.

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1.3 La Libertad del hombre

Lea atentamente el texto “El hombre en busca de sentido” (documento al final del capítulo) y responda la siguiente pregunta:

¿Cómo predecir la conducta de un hombre? 1.3.1 Naturaleza de la Libertad

Los minerales se someten inexorablemente a las leyes físicas. Una piedra que se suelta desde una altura dada, siempre caerá hacia la tierra por efecto de la gravedad. Cuando el agua alcanza los 100 ºC con una presión de 1 atm, necesariamente se evaporará: esta ley no admite excepciones.

En el reino vegetal y animal ocurre algo similar. Las maravillas siempre estarán sometidas a los fototropismos. Un perro con hambre frente a un pedazo de carne tenderá a comerlo; un toro frente a una vaca en celos buscará aparearse.

Las operaciones del mundo mineral, vegetal y animal están determinadas por las leyes físicas y biológicas. Se puede decir que están encerradas dentro de un círculo determinista. Dentro de la naturaleza sólo el hombre es capaz de romper este círculo determinista y puede optar por una serie de elecciones y decisiones. Y el hombre puede hacer esto porque tiene el don de la libertad.

La libertad del hombre no es ilimitada. Es una libertad finita, porque el hombre es un ser finito, limitado: no puede hacer lo que quiere. Estas limitaciones le vienen impuestas por la naturaleza.

Lo que hemos dicho se puede resumir en dos puntos: a) El hombre es un ser libre.

b) Esa libertad no es absoluta.

Conviene ahora pasar a definir formalmente la libertad del hombre. La definición que encontramos en el Catecismo es la siguiente:

“La libertad es el poder radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza” (CEC, 1731). 1.3.2 Libertad y Responsabilidad

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“La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de los propios actos” (CEC, 1734)

Explicación

- Responsable: los actos libres se me imputan a mí, personalmente.

Tengo que dar cuenta.

- progreso en la virtud: a medida que realizo actos buenos me es más

fácil seguir haciéndolos.

- Conocimiento del bien: se consigue a través del estudio y de la guía

de maestros experimentados.

- Ascesis: es el esfuerzo en la lucha cristiana: oración, mortificación. 1.3.3 La grandeza de la libertad

1.3.3.1 Libertad y verdad

En efecto, la libertad presupone el conocimiento. En esto es común la justicia humana y el juicio de Dios. Ambos valoran sólo el actuar libre del hombre, lo que lleva consigo conocer la malicia o bondad de lo que realiza. Así, por ejemplo, no comete ni pecado ni delito civil quien lleva un paquete de droga, pero no sabe que es droga, sino que piensa que el paquete contiene un libro.

De aquí se sigue que es decisivo para el actuar moral recto que la persona conozca la bondad o malicia de aquello que se propone hacer. El hombre es libre para actuar de una manera o de otra, pero sabe que moralmente debe hacer el bien y evitar el mal. Escoger el bien libera al hombre. Hay que decirlo con toda claridad y sin

ambages: la libertad no libera; libera la verdad: La libertad es un instrumento necesario e imprescindíble en toda accíón humana, pero lo es sólo como instrumento en orden a seguir las exigencias auténticas de la verdad. Si no es con la verdad, la libertad pierde su propio rumbo y su propio sentido (J. A. Sayés, Antropología y moral,

pág. 109).

De este modo se cumple la sentencia de Jesucristo: La verdad os hará libres (Jn 8, 32). En efecto, el hombre es más libre en la medida en que ama y busca la verdad. De aquí que ni el equívoco, ni la mentira, ni la ignorancia son camino para el actuar moral recto de la persona. Ésta será plenamente libre, en la medida en que busca la verdad y se esfuerza en actuar de acuerdo con ella.

1.3.3.2 Libertad y bien

Pero la libertad no sólo está íntimamente unida a la verdad, sino que dice relación al bien. Es evidente que el hombre libre puede hacer el

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mal. No sólo puede, sino que la experiencia demuestra que lo hace con demasiada frecuencia.

Ahora bien, la libertad es para hacer el bien. Los clásicos formularon este axioma: "Hacer el mal no es libertad, ni siquiera una parte de la libertad, sino tan sólo es una señal de que el hombre es libre".

En efecto, la libertad es una cualidad del hombre precisamente para que se conduzca de acuerdo con lo que es: un ser humano. Ahora bien, si hace el mal se degrada, siendo así que el hombre tiene la obligación de perfeccionarse. En consecuencia, si bien "puede" hacer el mal ,este no "debe" hacerlo.

La relación libertad-bien no es un sofisma, sino una profunda realidad que responde al ser mismo de la libertad. Ésta no es una simple "capacidad de elegir", sino la posibilidad de hacer lo que se hacer. En concreto, el hombre tiene poder físico para insultar, robar, matar, etc., pero, en cuanto ser humano inteligente no “debe” hacerlo. En este sentido, podemos afirmar que la libertad no se identifica con el “poder físico”, sino con el “deber moral”.

Esta es la paradoja del hombre que, cuando intenta llevar a cabo el mal y pretende así ejercitar su libertad, en ese momento inicia la ruta de la esclavitud.

El ser humano, teniendo posibilidad y aun poder físico para hacer el mal, precisamente porque es libre, debe evitarlo. De aquí que san Pablo precise: El que hace el pecado se hace esclavo del pecado (Rom 6, 17).

Por eso dice el filósofo francés Gustave Thibon: La libertad no es la

facultad de hacer lo que a uno le da la gana, sino la facultad de realizarse de acuerdo con la propia naturaleza, de desarrollarla. La libertad para el pulmón está en respirar, no en digerir. Si el pulmón se pusiera a digerir haría muy mal. Cuando se dice que una piedra cae en línea recta, significa que obedece a la ley de la gravedad. Un animal libre es el que pasea por la naturaleza sin obstáculos. El hombre tiene la posibilidad de elegir y hacer cualquier cosa, pero si lo que hace destruye su propia esencia, está destruyendo su libertad. Cuando se habla de libertad sexual, siempre se acaba en libertad de dar rienda suelta a los instintos. Pero hay una libertad de reprimirlos, y de no acabar siendo esclavos del sexo. Bossuet lo dice de forma perfecta: ser libres no es hacer lo que uno quiere, sino querer todo lo que se debe.

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Actividad

Lee atentamente este texto de Cicerón: En un corazón podrido por

las pasiones hay siempre razones ocultas para encontrar falso lo verdadero; del fondo de la naturaleza desviada se elevan brumas que oscurecen la inteligencia. Nos convencemos fácilmente de lo que queremos, y cuando el corazón se entrega a la seducción del placer, la razón se abandona en brazos de la falsedad que justifica (Cicerón, De natura deorum).

¿Puede el ser humano "encontrar falso lo verdadero"? ¿En qué casos puede suceder esto, según Cicerón? ¿Estás de acuerdo con lo que dice este texto?

Actividad

Lee el texto del filósofo francés Gustave Thibon y destaca las frases que te parecen más certeras.

1.3.4 Libertad e Imputabilidad

1. Todo acto libre directamente querido que hace el hombre es imputable a su autor. Se puede disminuir la imputabilidad y responsabilidad por: ignorancia, inadvertencia, violencia, temor, hábitos, afecciones desordenadas, otros factores psíquicos o sociales. 2. Una acción puede ser indirectamente voluntaria cuando resulta de una negligencia respecto a lo que se habría debido hacer o conocer. Por ejemplo: un accidente provocado por la ignorancia de la ley del tránsito.

3. Hay actos libres que tienen efectos buenos y otros efectos no deseados. Por ejemplo, arriesgar la vida para salvar a una persona. El efecto malo no es imputable si no ha sido querido ni como fin ni como medio de la acción.

Busto de Marco Tulio Cicerón (106-43 A.C.). Museo Capitolino, Roma

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4. Hay otro tipo de actos libres que son similares al caso anterior, en cuanto que tienen más de un efecto. Pensemos en el ejemplo de un hombre que maneja en estado de ebriedad. Si al manejar no ocurre nada, el efecto de la acción es simplemente la falta de prudencia. En cambio si por efecto del alcohol provoca en otra persona un accidente mortal, el efecto de la acción es doble: manejar en estado de ebriedad (imprudencia) y homicidio. Como regla general, podemos decir que todo efecto malo es imputable siempre que sea previsible y que el que actúa tenga la posibilidad de evitarlo.

LECTURA: “Ser libre”, por J. R. Ayllón tomado de

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DOCUMENTO

El hombre en busca de sentido

"Permítaseme citar el caso del doctor J. Es el único hombre que he encontrado en toda mi vida a quien me atrevería a calificar de mefistofélico, un ser diabólico. Se le conocía como “el asesino de Steinhof", nombre del gran manicomio de Viena. Cuando los nazis iniciaron su programa de eutanasia, tuvo en su mano todos los resortes y fue fanático en la gran tarea que se le asignó: hizo todo lo posible para que ningún psicótico escapara de la cámara de gas.

Acabada la guerra, cuando regresé a Viena, pregunté por él. Me dijeron que los rusos lo habían encerrado en una de las celdas de reclusión de Steinhof, hasta que un día la puerta apareció abierta y no se le volvió a ver. Supuse que, como a muchos otros, sus camaradas le habían ayudado a escapar, y estaría camino de Sudamérica. Pero recientemente vino a mi consulta un diplomático austríaco que había estado preso tras el telón de acero muchos años, primero en Siberia y después en la famosa prisión Lubianka, en Moscú. Mientras le hacía un examen neurológico, me preguntó de pronto si yo conocía al doctor J. Al contestarle que sí, me replicó: “Yo

le conocí en Lubianka. Allí murió, cuando tenía alrededor de los 40, de cáncer de vejiga. Pero antes de morir, sin embargo, era el mejor compañero que se pueda imaginar. A todos consolaba. Mantenía la más alta moral concebible. Fue el mejor amigo que yo encontré en mis largos años de prisión”.

Esta es la historia del doctor J., "el asesino de Steinhof". ¡Cómo predecir la conducta de un hombre! Se pueden predecir los movimientos de una máquina, de un autómata, e incluso intentar predecir la dinámica de la psique humana; pero el hombre es algo más que psique. Sin embargo, la libertad no es la última palabra. La libertad sólo es una parte de la historia, la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. De hecho, la libertad corre el peligro de degenerar en arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad. Por eso, yo recomiendo que la estatua de la Libertad en la costa este de EE.UU, se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa oeste".

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Víktor Frankl, El hombre en busca de sentído, Herder, Barcelona, 1995.

Referências

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