• Nenhum resultado encontrado

EN TORNO AL EJERCICIO PERIODÍSTICO POLÍTICA, MERCADO Y FUNCIÓN INTELECTUAL

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2020

Share "EN TORNO AL EJERCICIO PERIODÍSTICO POLÍTICA, MERCADO Y FUNCIÓN INTELECTUAL"

Copied!
23
0
0

Texto

(1)

EN TORNO AL EJERCICIO PERIODÍSTICO

Política, mercado y función intelectual

Dra. Delia Crovi Druetta

La mayoría de los gobiernos de América Latina experimentan una permanente tentación autoritaria, que se ha manifestado a lo largo de muchos años en diferentes grados y formas. En materia de medios esta tentación autoritaria ha aparecido una y otra vez en manifestaciones tales como la ocupación de instalaciones, persecución a periodistas o dueños de medios, marco jurídico restrictivo y excluyente, censura directa o escaramuzas para lograr el control de los contenidos entre las cuales está la cooptación económica o política.

Esta tentación enmascara la pluralidad y restringe la libertad en el ejercicio periodístico. Desde el punto de vista de la teoría de la comunicación se identifica con una de las primeras lecturas que se da a los efectos de los medios: la bala mágica, la aguja hipodérmica, según la cual los emisores son capaces de convencer sin más a un público heterogéneo, atomizado sin ninguna capacidad de respuesta. Lejos de considerarlos constructores de una realidad simbólica y promotores de una agenda temática acerca de la cual se discute y opina, los gobiernos tienden a ver en los medios una omnipotencia que ha sido superada en el análisis teórico pero que reaparece cada vez que se pone en juego la relación política, mercado y comunicación. Por su parte, el sector empresarial de los medios forma parte de lo que Armand Mattelart denomina global business class para definir a quienes desde una posición privilegiada, se relacionan con las grandes corporaciones internacionales y se convierten en actores fundamentales de las decisiones que se toman en un mundo globalizado.

El presente artículo es producto de un proyecto mayor denominado México ante la sociedad de la información y el

conocimiento, financiado por el Programa de Apoyos a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica, PAPIIT,

de la Dirección General de Apoyo al Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, del cual soy responsable. Una primera reflexión sobre este tema se presentó durante las Jornadas por la libertad periodística y la pluralidad, desarrolladas en febrero de 2003, organizadas por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, CEIICH, de la UNAM.

(2)

Así, la tentación autoritaria aparece a contrapelo de indicios teóricos y prácticos que desmienten tal omnipotencia. En este contexto conviene recordar que en algunos procesos electorales con una alta inversión en medios, sobre todo electrónicos, los resultados suelen ser inesperados1. El poder político y el económico, a pesar de numerosas experiencias que indican lo contrario, suele apostar por la desmemoria de las audiencias, por su escaso discernimiento y sobre todo, por una pobre capacidad de reacción.

En este contexto y tomando en cuenta numerosas y variadas amenazas registradas contra periodistas y contra el periodismo2 en todo el mundo, hechos que demuestran esa tentación autoritaria, vale la pena preguntarse: ¿De dónde proviene?, ¿Por qué aparece aún durante procesos de cambio democrático? ¿Por qué a pesar del conocimiento teórico y empírico generado en materia de comunicación, las acciones se enmarcan en una lectura estrecha y superada sobre los efectos de los medios? ¿Qué papel juegan en este contexto los periodistas que buscan ser libres y plurales?

Estas y otras preguntas remiten a análisis complejos sobre la relación medios-gobierno, medios-política, medios-sociedad, medios-individuos, medios-economía, medios-espacio público, estudios que desde mi perspectiva son todavía incipientes en muchos aspectos, debido entre otras cosas por los inconstantes y magros financiamientos para la investigación en esta materia que impiden conocer su evolución. Así, ante un panorama tan complejo como el que configura la relación mercado, poder político y ejercicio periodístico en libertad y pluralidad, que es el tema central de estas reflexiones, me centraré en dos aspectos que me parecen importantes:

1. ¿En qué punto del modelo político económico neoliberal se encuentran las relaciones medios de comunicación-gobierno?

2. ¿Cómo intervienen el mercado y el poder político en la función de intelectuales que ejercen los periodistas?

Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigadora nacional.

1

Por ejemplo, en la reelección de Alberto Fujimori en Perú, el Dr. Alejandro Toledo destacó como figura política a pesar de tener voz y presencia sólo en un canal de cable con audiencia muy restringida. En contraposición, en las elecciones de presidentes municipales y diputados en el Estado de México, que tuvieron lugar el 8 de marzo de 2003, a pesar de una fuerte inversión en campañas publicitarias (12,000 millones de pesos o poco más de mil millones de dólares) el 62% de los electores se abstuvo de votar, cifra que concuerda con otro dato abrumador: dos días antes de los comicios sólo el 36% de la población sabía que se iban a llevar a cabo.

2

En México podemos mencionar, entre otros, los siguientes hechos autoritarios: juicios a periodistas; presión para que algunos informadores revelen sus fuentes; eliminación del impuesto que gravaba en 12.5% a los medios electrónicos; la ocupación de las instalaciones de CNI Canal 40 por parte de un competidor: TV Azteca, que constituyó un episodio confuso donde se jugaron intereses de diversa índole; así como el aborto de la nueva Ley de medios, en la cual un grupo de especialistas venía trabajando por espacio de un año.

(3)

Me referiré brevemente a estos dos aspectos, no sin antes puntualizar que son muchos más los temas que merecen ser analizados.

1. Frente al modelo neoliberal: relación medios-gobierno

La década de los 80 fue particularmente importante para América Latina porque marcó el inicio de las políticas neoliberales y con ellas comenzaron las reformas estructurales del Estado3. Pero también lo fue la de los 90, ya que a partir del denominado Consenso de Washington, los mercados se integran en bloques regionales4, dando lugar a la globalización que facilita el control de esos mercados por parte de empresas y corporaciones europeas, asiáticas y sobre todo norteamericanas.

Como sabemos, en este contexto emerge un nuevo tipo de sociedad y también un Estado que pasa de ser benefactor, protector de la cultura, el empleo, la industria nacional y el mercado interno, a un Estado mínimo, que va cediendo a las fuerzas económicas sus responsabilidades como regulador del orden social.

Durante estas dos décadas los medios comunicación, modernos y tradicionales, han jugado un papel muy activo debido a que su articulación con las políticas neoliberales no se ha quedado en el nivel de la enunciación, sino que adquirió forma y se materializó en mecanismos y acciones concretas.

En principio cabe destacar que, como sabemos, la reestructuración del Estado de Bienestar trajo aparejado una reestructuración del sector mediático y de las telecomunicaciones, que tiene al menos los siguientes rasgos distintivos:

• la privatización de los medios que estaban en manos del Estado;

• integración al mercado mundial, dando prioridad a la inversión extranjera;

• abandono de pequeñas y medianas empresas para centrarse en el sector más moderno de las comunicaciones, vinculado a la tecnología de punta y también a las grandes concentraciones oligopólicas;

• y algunos cambios en la legislación de manera de hacerla compatible con el modelo vigente.

3

En México es común aceptar que el modelo neoliberal comienza a aplicarse en 1982, durante del sexenio del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado, aún cuando es posible encontrar sus raíces antes de esa fecha.

4

Recordemos que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, se pone en marcha el 1º de enero de 1994.

(4)

Los medios públicos (aún con limitaciones, deficiencias y en algunos casos ineptitudes) al pasar al sector privado se convierten en empresas acordes con las necesidad político económicas y las premisas del modelo vigente. Al mismo tiempo, con una nueva base legal, en manos de nuevos dueños e integrados al proceso globalizador, están en condiciones de cumplir con una compleja articulación que los lleva a desempeñar, entre otras, dos tareas decisivas que están relacionadas entre sí:

a) su función propagandística dentro del modelo neoliberal, y

b) su labor informativa pero también persuasiva que los lleva a convertirse en instrumentos de los mecanismos de gobernabilidad.

Respecto al primer punto conviene recordar a Gerardo de la Fuente cuando afirma: “(...) el neoliberalismo, en tanto teoría económica, tiene la característica de ser dos cosas a la vez: por un lado una economía y, por otro lado un slogan, una publicidad. Si algo caracteriza al neoliberalismo como teoría económica es esta conjunción de propaganda y teoría; publicidad y concepto...” (de la Fuente Lora en Crovi: 1995:47).

Esta función propagandística se manifiesta de manera especial en dos etapas de la aplicación del modelo neoliberal: al inicio cuando se busca implantarlo y una ulterior, cuando el modelo entra en crisis y produce resistencia social5.

Sin duda los medios son el centro de esta dimensión propagandística del modelo neoliberal6. Pero, ¿cómo la ejercen?

Al tratar de ubicar el papel propagandístico de los medios, debemos recordar primero que debido a las condiciones del modelo neoliberal desaparecen o se debilitan las instancias de mediación político sociales frente al poder, por lo cual dicho poder se percibe como autoritario. Esas instancias de mediación (los sindicatos por ejemplo) en muchos casos pasan a estar en manos del capital privado lo que permite que un reducido núcleo de poderosos tome las decisiones fundamentales: la global business class según Mattelart. El resultado son las ya mencionadas crisis para las cuales no hay alternativas o si las hay son inoperantes.

En este contexto los medios, por un lado, van ganando terreno como instancias de mediación y por otro, contribuyen a suavizar o en su caso a denunciar, esta percepción del poder

5

El caso de Argentina, a finales de 2001, y el de Bolivia a mediados de 2003, ilustran muy bien este punto.

6

Hace poco más de una década el Dr. Lucio Oliver planteaba diez rasgos fundamentales del neoliberalismo, el último de los cuales sostiene: como producto de la resistencia que despierta la aplicación del modelo neoliberal, se producen crisis políticas a nivel nacional a las cuales no se presentan alternativas o si las hay, resultan inoperantes (Olivier en Crovi, 1995:43.

(5)

como autoritario. A la sombra de las condiciones económicas del propio modelo neoliberal que pugna por el libre mercado, los medios negocian con los grupos en el poder prebendas de ese orden a cambio de una imagen apta para la sociedad, una imagen que disimule sus tentaciones autoritarias.

En América Latina en los últimos años se han hecho grandes esfuerzos democratizadores, una de cuyas tendencias se orientó a regular los procesos electorales y el uso de los medios de comunicación durante los mismos. Antes de que comenzara a prescribirse esta regulación, era fácil deslindar esos períodos de campañas políticas de los otros, que en alguna ocasión llamé ‘tiempos de paz’, o sea aquellos en los que los candidatos electos ejercían su mandado. Entonces abundaban, al menos en teoría, los mecanismos de negociación para alcanzar consenso, acuerdos acerca de los cuales los medios informaban y opinaban. Los políticos solían tener también un mayor margen de decisión debido a que dependían un poco menos del poder internacional y en sociedades menos mediatizadas, el temor a ser juzgados por los medios era menor.

No obstante, es importante tomar en cuenta que los mayores avances democráticos en términos de la legislación de medios (vigentes tanto en México como en otros países? se han orientado a los periodos electorales, quedando pendientes los otros, los ‘tiempos de paz’. Aunque resulte mucho más difícil legislarlos debido a la condición multisémica7 de los procesos comunicativos, esta es sin duda una asignatura pendiente relacionada con el ejercicio democrático y con la construcción del espacio público. Y es una asignatura pendiente porque algo ha cambiado en los últimos años: hoy los políticos sobreviven en condiciones de campaña permanente8, lo que exige de los medios mucho más que su función de informadores y analistas de los convenios o acuerdos alcanzados entre sociedad y poder. Hoy a los medios se les pide que intervengan con discursos favorables a la campaña permanente que desarrollan los gobernantes. Es en estas acciones cuando desarrollan su segunda tarea decisiva para el poder político: la gobernabilidad, entendida como control, manejo y funcionalización del conflicto.

7

Por multisémico entendemos la capacidad que tienen los discursos mediáticos de contener diferentes sentidos en un mismo mensaje, o dicho de otro modo, de ser leídos e interpretados de manera diversa. Esta pluralidad de interpretaciones da riqueza a los procesos comunicativos, pero también ofrece argumentos a los emisores para evadir normas y leyes, sobre todo, frente a acusaciones de actores políticos aludidos, agredidos, denostados o falseados por algún medio.

8

Vale la pena ejemplificar esta situación de campaña permanente con un conocido incidente que tuvo lugar en los primeros meses de 2003, entre un campesino y el presidente Vicente Fox, quien en una gira de trabajo por el campo mexicano ofreció un discurso que llevó a dicho campesino a expresar más o menos lo siguiente: “Cuando usted sea presidente, no se olvide de nosotros”. Desconcertado, el presidente Fox (a quien en ese momento aún le restaban 4

(6)

Concebidos de ese modo, estos mecanismos de gobernabilidad no van en busca de la concertación ni tratan de solucionar las causas que generan los conflictos sociales, sino que trabajan con parcialidades, fragmentando las demandas de la sociedad. Innumerables manifestaciones de descontento en diferentes países muestran esta fragmentación. Se trata de combatir fuegos que surgen por doquier y que generalmente no se apagan con acciones sino con discursos, con promesas.

"Las políticas económicas y sociales son aisladas del juego político nacional interno y no se sujetan al juego democrático, el cual es sustituido por mecanismos de concertación y legitimación entre grupos de empresarios y trabajadores al margen del conjunto de la sociedad" (Oliver en Crovi, 1995:43).

El modelo neoliberal negocia así, con los gobiernos poderosos del mundo y con representantes de los capitales, sobre todo internacionales, y lo hace a espaldas del juego democrático interno. Si aplicamos estas ideas a la situación de México, es claro que poco importa que estemos en un proceso de cambio o de transición democrática, ya que las reglas siguen siendo las mismas. Lo que realmente importa es seguir dentro de los márgenes neoliberales. Después de todo las empresas mediáticas son sobre todo eso: empresas que pueden estar entre el grupo de privilegiados (la global business class) que negocia directamente con el gobierno al margen del resto de la sociedad.

El neoliberalismo se caracteriza, además, porque pone sus ojos en el futuro: lo mejor siempre está por venir y por lo tanto ningún sacrificio presente es demasiado pesado o difícil de realizar si lo pensamos en términos de lo que nos depara el porvenir. La mirada puesta en el futuro como rasgo constitutivo del modelo neoliberal impide concreciones en el presente, busca eliminar el pasado y lleva a los políticos y gobernantes a seguir en una campaña permanente donde abundan las promesas y faltan acciones.

En este sentido, Félix Ortega, quien ha trabajado ampliamente la relación políticos- periodistas, afirma que en las condiciones actuales los políticos evitan tomar partido y decisiones para no contaminarse con sus resultados (Ortega, 2003). Los discursos directa o indirectamente mediáticos son los que, en esta coyuntura, contribuyen a suavizar la tentación autoritaria o a reemplazarla con promesas. Se trata en suma, de un nuevo tipo de autoritarismo: el de la exclusión de las opiniones de los demás, el del desdén por ejercicio real del poder político entregado por el

años de gobierno) respondió: “Pero si ya voy de salida”. Este ejemplo pone en evidencia un doble juego: el discurso de

(7)

voto popular, el del olvido a las promesas, un autoritarismo que prescinde del pasado y también del futuro para constituirse en un presente continuo. Y en esta lógica de presente continuo los medios son un instrumento imprescindible, a veces por razones económicas, otras por causas políticas y muchas más por las propias rutinas productivas que los lleva siempre a buscar la noticia espectacular que parece garantizarles una audiencia más amplia.

El horizonte ideológico en el cual antes ubicábamos a los políticos, se ha ido desmantelando a la vez que cambia por esta suerte de campaña permanente en la que no se dan razones sobre el incumplimiento de las promesas del pasado, en tanto se hacen otras nuevas siempre a concretarse en el futuro. Y es en este contexto donde mejor se entiende el sobredimensionamiento de lo simbólico, característico de las sociedades mediatizadas. Es también donde deben analizarse las complejas relaciones entre políticos y periodistas, entre empresarios de los medios y políticos, entre intelectuales y políticos. Relaciones que han sido poco estudiadas, porque como dijera alguna vez Frank Hinkelammert: los medios son como cámaras fotográficas, pueden fotografiar todo pero no a sí mismos. Desde mi punto de vista, tampoco la academia ha contribuido a analizar suficientemente esos vínculos, por falta de recursos, por la relación ambigua que suele desarrollarse entre periodismo e intelectuales, o por ser la comunicación una disciplina considerada menor en los presupuestos y en los intereses científicos, a pesar de su enorme influencia social. Una disciplina que, además, indaga sobre un objeto de estudio escurridizo, que en ocasiones migra abandonando su propio campo de conocimiento para colocarse en el ámbito económico-político.

Así, la espera de un futuro que no llega y una persistente desvalorización de las autoridades hacia la memoria colectiva y social, exige contar con medios incondicionales, que incorporen a sus contenidos el concepto de presente continuo, sin pasado, en el que sólo vale lo que está sucediendo ahora.

En el orden económico, los beneficios que obtienen los medios apuntan directamente a sus estructuras empresariales, mucho más complejas y diversificadas que en otros tiempos, en las cuales el poder simbólico de los discursos mediáticos resulta también fundamental porque apoya la distribución y el consumo de otros productos de esos mismos consorcios, negocios complementarios a los que Juan Carlos Miguel define, desde la economía política de la comunicación de los grupos multimedia, como nuevas ramas e hileras de producción (Miguel,

campaña, de promesas, que persiste en boca del presidente Fox y el desgaste que representa mantenerlo.

(8)

1993).9 Estas empresas al ampliar sus intereses hacia otros sectores productivos, los trasladan a través de la publicidad a sus estrategias de contenidos con el propósito de promocionarlos y favorecer su consumo.

Lo dicho hasta ahora permite afirmar que estamos ante otra etapa o momento del modelo neoliberal. Si en la primera con la reestructuración del Estado se produjo la privatización de los medios y de algún modo, se dejó un marco legal flexible que les permitiera moverse en el nuevo modelo, en estos momentos (año 2003, inicios de un nuevo siglo) todo parece indicar que se están cerrando filas en torno a aquellos medios que lejos de ser tribunas de inconformidades son vehículos de gobernabilidad entendida como control, o sea, de aquellos que apoyan la necesidad de mantener una campaña política permanente y también un presente continuo.

Como ya lo expresara, los medios han pugnado por ocupar al menos en parte, el lugar que iban dejando otras instancias de mediación político-sociales frente al poder. En su conjunto sin duda son la radio y la televisión quienes mejor se han colocado en el papel de interlocutores privilegiados. Además de su enorme penetración, la TV aprovecha la aparición de nuevos géneros o formatos que constituyen una parodia de participación, como los llamados talk show . Por su parte la radio suele ubicarse en un juego de transposiciones, por medio de las cuales pasa a realizar acciones que tradicionalmente correspondían al gobierno10.

Ante la proliferación de emisores ocurrida en los 90 (Internet, canales de señales restringidas de televisión, más revistas y periódicos, posibilidades de participación amplia en la radio), es la TV quien se fortalece como el único medio capaz ofrecer un discurso eje ante la opinión pública: el que transmiten noche a noche los canales abiertos de cobertura nacional o muy amplia (en México destacan el 2, 13, 7, 11 y 40). Sabemos que, más allá de las posibilidades de consultar otras fuentes informativas, la televisión sigue teniendo acceso mayoritario a la población que día con día sigue la agenda que construyen los canales de mayor audiencia. Es por ello que su función propagandística y su papel en la construcción de la gobernabilidad, es crucial en estos tiempos, lo que hace de este medio un escenario de conflictos e intereses no siempre concurrentes. Y es por ello que cuando se trata de la TV, la tentación autoritaria surge de la necesidad de

9

Por ejemplo, en México TV Azteca lo hace con Elektra, Salinas y Rocha, ambas empresas de electrodomésticos o The One, tienda de ropa; en tanto que Televisa promociona a sus equipos deportivos, entre otras muchas cosas.

10

Monitor de Radio Red, el noticiero radiofónico más escuchado de México, es ejemplo de este desplazamiento con sus constantes acciones de ayuda a los ciudadanos, en las cuales no están ausentes ni la filantropía ni el uso del poder para hacer que ciertos políticos o funcionarios reaccionen ante una solicitud (¿o presión?) de este medio.

(9)

controlar a través de sus mensajes los hilos sueltos, de disimular tareas no realizadas y promesas incumplidas.

Pero como afirma Ludolfo Paramio “(...) los medios son sólo un aspecto más de una sociedad en la que los cambios económicos y sociales de las últimas dos décadas han producido una notable fragmentación, disolviendo el centro simbólico de referencia que antes eran los gobierno y partidos nacionales” (Paramio, 22 de agosto de 2000).

En este contexto vale la pena recuperar una distinción que realizaron Adoni y Mane entre los contenidos simbólicos y la realidad subjetiva de los individuos, que les induce a participar, a opinar, a callar, a actuar o a permanecer al margen de algunas decisiones (Wolf, 1987). Para estos autores la realidad tiene tres dimensiones:

• realidad social objetiva (el mundo objetivo que existe fuera del individuo),

• realidad social simbólica (expresiones simbólicas diferentes de la realidad objetiva, entre las que están los medios) y

• realidad social subjetiva (construida a partir de las otras dos).

Esta distinción pone en su justo lugar a los medios y justifica, en gran medida, reacciones diferentes frente a problemas y estrategias comunicativas similares. Explica también que la tentación de emplearlos como instrumentos de propaganda o mecanismos de gobernabilidad termine convirtiéndose en una tentación autoritaria.

2. La función intelectual en el ejercicio periodístico

La segunda parte de este trabajo la dedicaré a analizar de manera somera un tema que merece ser profundizado. Desde mi perspectiva este tema está vinculado con el anterior, o sea, con los límites que el modelo neoliberal impone al ejercicio periodístico, pero por sobre todo está ligado estrechamente a una de las funciones que cumplen los periodistas: la de ser el intelectual más destacado de nuestro tiempo.

La tríada aristotélica emisor-mensaje-receptor con la que se ha esquematizado el proceso de comunicación, lo simplifica en exceso. Sin embargo, ha servido para recordarnos que la comunicación es un proceso en el cual intervienen de manera dinámica los tres actores, que por otro lado están insertos en una realidad concreta, determinada histórica, social, económica y

(10)

políticamente. Aunque este proceso debería estudiarse y analizarse en su conjunto, en esta segunda parte de mi intervención me referiré fundamentalmente a uno esos actores: el periodista, un periodista que ha ido ganando un lugar destacado en la sociedad del siglo XXI, en la medida en que se producen los cambios en el modelo político económico vigente y en la medida también, en que la sociedad se mediatiza como producto del desarrollo tecnológico.

El estado de derecho, que actualmente suele ser débil frente otros asuntos, se hace fuerte a la hora de enjuiciar a algunos informadores. La fortaleza parece responder al tamaño del enemigo. Pero, ¿por qué en tiempos democráticos los periodistas, que suelen tener puntos de encuentro, coincidencias o compartir la misma clientela/audiencia con los políticos, tienen tales diferencias con los grupos en el poder? ¿Por qué los dueños de las empresas mediáticas tienen la tentación de dirimir sus pleitos con la competencia arrojando a sus periodistas a la arena jurídica?

Las razones son múltiples y complejas. Entre ellas destaca en el actual momento del desarrollo de las industrias culturales, y particularmente, del desarrollo político de algunas naciones que viven procesos democratizadores, además de la ya mencionada dimensión intelectual del ejercicio periodístico.

Sabemos que una buena parte de la población no sólo se informa sino que probablemente orienta sus decisiones a partir de las agendas mediáticas, convirtiendo a los informadores en los intelectuales más destacados de nuestro tiempo debido a la penetración de sus mensajes. Siguiendo la propuesta de Adoni y Mane, dentro de la realidad simbólica los medios destacan frente a otras opciones. Esta situación les confiere el poder de ejercer una enorme influencia en la vida de los individuos, en especial a los medios electrónicos que como ya lo mencionara llegan a un mayor número de receptores.

Félix Ortega ha dicho: “El nivel cultural de nuestras sociedades depende hoy del tipo y la calidad de los medios de comunicación” (Ortega, 1994: 291). Esta afirmación adquiere mayor importancia en el contexto del modelo neoliberal que no sólo redimensiona el valor de lo simbólico, sino que como ya lo expresara, incorpora a los medios entre los mecanismos de los cuales echa mano para alcanzar su legitimidad o enfrentar la oposición que genera.

“... el poder simbólico es, en efecto, ese poder invisible que no puede ejercerse sino con la complicidad de los que no quieren saber que lo sufren o incluso que lo ejercen”, ha dicho Pierre Bourdieu (Bourdieu, 2000:66).

(11)

Es por ello que cuando se valora la producción intelectual de nuestro tiempo, los periodistas ocupan un lugar destacado, e incluso artistas, humanistas, científicos y otros intelectuales, buscan tener presencia en los medios masivos de comunicación para ampliar la difusión de su producción y compartir ese poder simbólico.

Pero el periodista suele encontrarse en medio de un juego de intereses que pueden ser coincidentes o divergentes: los del poder político y los de los dueños de las empresas de medios. Así, moviéndose entre el mercado, la pluralidad y la libertad, el periodista llega a ocupar un lugar destacado en el mundo simbólico de las sociedades de nuestro tiempo.

El intelectual

De acuerdo con Lipset son intelectuales “... todos aquellos que crean, distribuyen y aplican la cultura, es decir, el mundo simbólico del hombre, incluyendo el arte, la ciencia y la religión” (Lipset en Ortega 1994:264). Este concepto en sus orígenes (siglo XVIII), colocó a los intelectuales en una posición privilegiada, debido a que los consideraba orientadores y esclarecedores de los destinos de la sociedad. Sin embargo, con el tiempo se bifurcaría: por un lado permanecería la idea de un intelectual socialmente desligado, libre; y por otro surgiría la noción de un intelectual comprometido con su clase social, un intelectual orgánico11.

Resultado de profundas transformaciones sociales, en la segunda mitad del siglo XX las diferencias entre estas dos concepciones comienzan a debilitarse. Poco a poco la lógica del mercado se impone como paradigma dominante, absorbiendo al intelectual orgánico y al liberal en una figura mucho más instrumental, cuya razón de ser es vincular estrechamente el conocimiento y la información con la producción y el consumo.

La concentración de la industria cultural en pocas manos y la transformación del Estado benefactor en un Estado mínimo, entre otras razones, condujeron paulatinamente al cierre de espacios autónomos desde donde solían actuar los intelectuales liberales. Algunos de ellos

11

La amalgama que unía a los intelectuales liberales era su nivel educativo o una formación similar. Debido a que provenían de una base social amplia, eludían compromisos con sectores específicos y no se identificaban por su origen de clase. Esta falta adherencia e integración a un grupo determinado, era lo que les permita sintetizar las diferentes perspectivas de análisis de la realidad, al tiempo que permanecían autónomos, libres. Pero a Antonio Gramsci la idea de un intelectual al margen de su clase le parecía inaceptable. Para él cada grupo social debía tener sus propios intelectuales orgánicos, comprometidos con los intereses que representan como miembros de una clase, en la que además debían desarrollar actividades tendientes a orientar y construir consenso. Así, la perspectiva desde la cual

(12)

reorientaron su participación hacia los partidos políticos, convirtiéndose en los asesores que contribuyen a legitimar las decisiones que se toman y las acciones que se llevan a cabo. Otros en cambio emigraron hacia la academia como docentes o investigadores, buscando reconstruir un espacio más o menos autónomo para contribuir al desarrollo del conocimiento a través de la investigación. Entre esos intelectuales de antaño hubo también quienes pasaron a formar parte de las corporaciones de la cultura y el entretenimiento. Como sabemos, en su primera etapa el periodismo del siglo XX se nutrió de estos intelectuales, quienes comenzaron a ejercer la profesión intuitivamente y sin más conocimientos que los que les iban dando las prácticas que serían el germen de las escuelas de periodismo surgidas a mediados de ese siglo.

En todos los casos el denominador común para los intelectuales liberales fue que tuvieron que rendir su formación, libertad y ausencia de compromiso a las tareas encomendadas por sus nuevos empleadores.

Pero también el siglo XX fue testigo de un proceso paulatino de pérdida de la ideología como horizonte de búsqueda y orientación de acciones y opiniones, proceso que tocó de manera particular a los intelectuales orgánicos, como los caracterizaba Gramsci, orillándolos a escoger entre dos caminos: cambio o extinción.

“Para evitar posibles disonancias ideológicas entre una imagen del periodista independiente, que toma sus decisiones regido únicamente por la concreción de la libertad de expresión, y la estructura de un campo crecientemente inscrito de manera casi exclusiva en la lógica del mercado, la elite del periodismo opta -llamándolo pragmatismo- por asumir como máximo valor ideológico el del mercado. (...) Con la subordinación al mercado, se articulan independencia, función de expresión de la sociedad y el control de las instituciones mediáticas”. (Callejo, en García y García, 2000:20)

El libre mercado pasó así a ser la llave que aparentemente daba independencia al pensamiento, en tanto que la concepción misma del mundo se comenzó a explicar y justificar desde la óptica de los intereses materiales. Así, sin razones ideológicas que apuntalaran la promesa de un futuro mejor y con una creciente comercialización de la cultura, muchos intelectuales pierden su lugar social. Sin embargo, como lo afirman Ortega y Humanes:

Gramsci explica a los intelectuales, su lugar y su misión social, es la ideológica, y él define a la ideología como visión del mundo.

(13)

“No es la desaparición del intelectual lo que caracteriza a nuestras sociedades, sino más bien la proliferación de ellos. Lo que sucede es que asistimos desde hace algún tiempo (finales de la década de los sesenta), a la emergencia de un nuevo tipo de intelectual, aquel que ejerce sus actividades dentro de la cultura de masas y, más específicamente, en los diversos medios de comunicación. Este desplazamiento desde los ámbitos tradicionales de actuación a los ‘media’ provoca dos procesos de envergadura en la composición y naturaleza del intelectual: el primero tiene que ver con el reclutamiento cultural del intelectual, y el segundo con las reglas y objetivos que presiden su oficio” (Ortega y Humanes, 2000:40).

Estos autores explican que mientras en parte del siglo XX los intelectuales fueron reclutados en instituciones tradicionales (iglesia, universidades, partidos, Estado, ciencia), las cuales establecían sus propias normas, reglas y criterios para producir conocimiento y fijar los modos legítimos de crear cultura, actualmente está en entredicho la legitimidad del campo cultural de procedencia cuando tales intelectuales pertenecen a las corporaciones mediáticas. Para Ortega y Humanes, estamos aún en una fase de transición en la consolidación de la hegemonía cultural de las corporaciones mediáticas, ya que dicho proceso requiere de la colaboración de las instituciones tradicionales, ámbitos que como sabemos juegan más bien una suerte de competencia en la cual no están ausentes las devaluaciones mutuas.

No obstante, en este punto vale la pena tomar en cuenta el papel que desempeñan las universidades corporativas o las universidades empresas, como formadoras de cuadros entre los cuales las corporaciones mediáticas pueden reclutar a sus periodistas. Y en una suerte de circularidad, los medios recurren cada vez más a académicos de esas nuevas universidades corporativas o empresariales, convirtiéndolos frecuentemente en fuentes de información y de opinión.

Las mediaciones y su poder

Pierre Bourdieu en un trabajo sobre el campo creador, colocó a los medios de comunicación en el centro de ese campo. Consideraba que la cultura hegemónica y la subalterna compartían la esfera legitimadora de los medios, que actúan como una suerte de vasos comunicantes entre ambos grupos sociales. Esto que Bourdieu aplicaba al campo creador, permite también explicar el vínculo que los intelectuales mantienen con los medios al hacer uso de su poder de mediación. Sin embargo, no

(14)

podemos perder de vista, que esta mediación se ejerce con la ineludible subordinación a las empresas, algo que la economía política de la comunicación ha analizado al revisar la composición económica de dichas empresas y su evolución en el contexto de las políticas públicas.

“Con el predominio de las corporaciones de la cultura ha tenido lugar un cambio radical: aquel ámbito autónomo de producción ha dejado de existir. Quien quiera ser intelectual en nuestra época ha de serlo, necesariamente, adoptando los patrones de la corporación” (Ortega y Humanes, 2000:41)

Aún con sus condicionantes (como es la ya mencionada falta de legitimidad en su producción cultural), son los medios quienes suelen dar o negar estatura de intelectual a determinados personajes de la cultura. Tan es así que en algunos de ellos se ha desarrollado una verdadera obsesión por formar parte de los discursos de esos medios, por existir intelectualmente a partir del reconocimiento que da una entrevista en la radio, la televisión o la prensa. Otros en cambio, han pasado a tomar parte activa en la producción mediática, convirtiéndose en comentaristas especializados de temas diversos, con lo que refuerzan y legitiman su identidad original como intelectuales desde una perspectiva nueva: el poder masificador de los medios. Hay todavía otro grupo de intelectuales, a los que denomino intelectuales-fuentes, consultados con regularidad para que den sus opiniones sobre asuntos de actualidad.

No obstante, conviene aclarar en este punto que la diferencia entre un intelectual-fuente, un periodista que actúa como colaborador ocasional o estable de un medio y los que trabajan cotidianamente en él, es poco percibida por el público. Desde mi perspectiva, cuando un receptor común lee, escucha o ve un mensaje periodístico, suele no distinguir si se trata de un intelectual de otras ramas del conocimiento que hace divulgación u opina sobre su tema o si es un profesional que ejerce el oficio de informar, es decir, un periodista de banda ancha o todo terreno como se les denomina ahora.

Por otra parte, dentro de la función de intelectual que ejercen los periodistas de distinto tipo que aparecen en los medios, hoy en día encontramos tanto a aquellos informados, con capacidad crítica y de análisis; como a los corporativos que están al servicio de los dueños de esos medios y por lo tanto reproducen la forma y el contenido que conviene a los intereses de esas corporaciones. Pero como advertía T. Adorno, no importa su origen, metas o características, los medios, son

(15)

productores de cultura, lo que deja una puerta abierta a ciertas voces que enarbolando ideas de libertad o pluralidad, se convierten en defensoras de intereses bien definidos.

Así, buenos y malos, cultos o incultos, informados o no, corporativos o libres, los periodistas con sus mensajes ejercen la capacidad y el poder de la mediación. Y es que más allá de la innegable importancia directa que tienen los contenidos de los medios en las audiencias, la influencia del periodista como intelectual se extiende hacia otros ámbitos no menos destacados, en los que vislumbro dos vertientes que podrían ser el inicio de una reflexión más profunda sobre el tema: 1. La importancia creciente que el periodismo tiene para los intelectuales como fuente de

legitimidad y reconocimiento de las tareas que realiza.

2. La función de intelectuales que ejercen en la actualidad los profesionales del periodismo, categoría que como ya expliqué involucra también a destacados colaboradores, generalmente permanentes y especializados en ciertos temas, así como a los intelectuales-fuente.

Se trata en suma de los medios como tribuna para los intelectuales y del periodista como intelectual. Me referiré brevemente al primer ámbito, para detenerme en el segundo.

Los intelectuales se expresan en los medios

Los intelectuales se vinculan de manera creciente con el periodismo, tanto empleándolo como vehículo para hacer conocer sus reflexiones a la sociedad de masas, como a través de su participación directa en los medios de comunicación. Este vínculo se concreta, sin embargo, un poco desde afuera, de allí que es necesario diferenciarlos del oficio cotidiano del periodismo.

En efecto, el intelectual utiliza la tribuna que le dan los medios pero no se incorpora directamente a ellos. Dicho en otros términos: busca mostrar su trabajo, sus opiniones a gran escala, pero lo hace como colaborador, en una actividad que resulta marginal al proceso cotidiano de producción de la información para los medios y también marginal dentro de su propia producción intelectual, que reserva a un grupo de pares o entendidos en la materia. Los medios producen, no obstante, una legitimación del saber y del estatus del intelectual. Fatal paradoja la del intelectual de fines del siglo XX y comienzos del XXI: para estar presente en la sociedad de masas debe acceder a los medios que garantizan la divulgación de su producción científica, pero para quienes evalúan su producción, el trabajo que realiza debe estar dirigido a sus pares.

(16)

Cabe aclarar, no obstante, que para que un intelectual acceda a la tribuna que ofrecen los medios y con ello a las masas, convirtiéndose en colaborador más o menos permanente y especializado, debe antes contar con una buena producción de artículos y libros, que no sólo le avalen y garanticen ese acceso, sino que se hayan sopesado factores ideológicos por ambas partes.

Si bien es cierto que para los intelectuales el elemento ideológico no suele ser irrelevante en ninguna circunstancia, también es cierto que a medida que el prestigio de un medio es mayor, el peso del factor ideológico disminuye en tanto que aumenta su poder debido al volumen de receptores a los que llega. Es así como algunos intelectuales destacados colaboran en medios que podrían contradecir su posición ideológica, pero tal parece que se produce suerte de negociación ideológica que se va renovando, por la cual el colaborador va ganado independencia en la medida en que el medio gana receptores a costa suya.

Pierre Bourdieu, refiriéndose a la industria editorial ha dicho:

“El editor es el que tiene el poder totalmente extraordinario de asegurar la ‘publicación’, es decir, de hacer acceder un texto y un autor a la existencia ‘pública’ (Öffentlichkeit), conocido y reconocido. Esta suerte de ‘creación’ implica la mayoría de las veces una ‘consagración’, una ‘transferencia de capital simbólico (análoga a la que opera un prefacio) que es tanto más importante cuanto quien la realiza está él mismo más consagrado, especialmente a través del ‘catálogo’ –conjunto de los autores más o menos consagrados- que ha publicado en el pasado” (Bourdieu, 2000:223).

En los medios, lo sabemos, el procedimiento de acceso de los intelectuales suele ser similar y aún cuando los catálogos se integren de otro modo, los resultados son parecidos.

Por su parte, sobre este acceso de los intelectuales a los medios, Javier Callejo habla de una valoración del estilo personal de los periodistas, que obliga a los medios a contar con un margen que permita su integración. No obstante, aclara que estas excepciones generalmente se hacen con ilustres columnistas (tal vez ilustres intelectuales, a veces políticos o personajes del espectáculo), en tanto que a los periodistas de planta se les ha impuesto un fordismo profesional que los convierte en elementos fácilmente intercambiables dentro del medio (Callejo, en García y García, 2000). Este fordismo profesional se impone sobre todo, en el concepto de periodistas de banda ancha, obligados a trabajar en varios medios y con varios lenguajes de manera simultánea, debido a que todos pertenecen a una misma corporación generalmente multimedia.

(17)

El periodista, ¿intelectual de nuestro tiempo?

Pero está la otra vertiente: la del periodista como profesional de la información, el que ejerce día con día la labor de informar u opinar y que por lo tanto, vive la dinámica de la producción informativa (en un sistema fordista o toyotista si la empresa ha experimentado la conversión posmoderna). Se trata del periodista que se ha convertido en uno de los intelectuales más importante de este siglo, porque forma parte de los “... que crean, distribuyen y aplican la cultura, es decir, el mundo simbólico del hombre, incluyendo el arte, la ciencia y la religión”, de acuerdo a Lipset. En mi opinión estamos hablando del intelectual con mayor peso social de estos tiempos. El mismo que, en parte, ha ocupado el vacío dejado por los partidos políticos, los gobernantes, la escuela y los propios intelectuales arquetípicos, desplazamiento acentuado por el modelo neoliberal.

El lugar destacado que ocupan los convierte en presas fáciles de las disputas entre medios y poder o de medios contra medios. En este contexto, cuando el periodista como intelectual destacado de su tiempo entra en contradicción con la reproducción del modelo neoliberal, las opciones para amedrentar o acallar pueden ser muchas, entre ellas están la exclusión o los litigios. Junto con ellos, ejercen el oficio de informar los periodistas acríticos, los corporativos, que no entran en contradicción con sus empleadores ni con los grupos en el poder, a menos que así se lo indique la corporación para la cual trabajan.

“De entrada hemos de volver a plantear que el tipo más generalizado de intelectual, que no es otro que el de las corporaciones de comunicación, es una nueva forma de ‘intelectual orgánico’. Y esto es así porque se vincula con uno de los modos de producción más específico de nuestras sociedades. Si el viejo intelectual orgánico se ligaba y comprometía con las clases sociales (en su acepción marxiana), el intelectual de hoy lo hace con las organizaciones esenciales en el esquema de producción” (Ortega y Humanes, 2000:41).

Sin duda esta afirmación es discutible debido a que no se puede arrebatar la dimensión ideológica que Gramsci dio a su intelectual orgánico, instalándolo sin contradicciones en los grandes oligopolios mediáticos. Mientras que la noción gramsciana de ideología como visión del mundo justifica la defensa de los intereses de clase y la actuación orgánica de los intelectuales, parecería difícil en cambio explicar la condición actual de algunos periodistas que, estando

(18)

inmersos en el modo de producción específico de nuestras sociedades, conservan una actitud crítica, libre, y plural.

Javier Callejo explica desde otro ángulo el proceso por el cual los periodistas ganan su propia libertad de expresión en el contexto de empresas de medios orientadas por fines de lucro:

“Hay un trabajo de socialización del periodista en la institución mediática o, desde la perspectiva inversa, de desocialización de los residuos externos. Por lo tanto, para poder ser independiente, el periodista ha de ser totalmente dependiente, es decir, sólo siendo dependiente de un medio puede hacer uso de su independencia profesional” (Callejo, en García y García, 2000:17).

Este autor enfatiza la legitimidad del periodista cuando se trata de hacer uso del poder de su profesión y más que la propiedad económica de los medios, rescata la importancia de su gestión ideológica y de sus valores individuales. Para él esto no quiere decir, sin embargo, que se pueda poner entre paréntesis la propiedad de la institución mediática. En cambio, evidencia la capacidad de negociación del periodista en la gestión ideológica de sus propios valores y de su propia visión del mundo, de allí la relevancia que este autor confiere al estudio de los valores y de las características principales de lo que podría considerarse la matriz ideológica de esos periodistas.

También Max Weber hace una clara defensa de la producción periodística dentro del ámbito intelectual: “El periodista comparte con todos los demás demagogos, así como también con el abogado y el artista, el destino de escapar a toda clasificación precisa. Pertenece a una especie de casta paria que la ‘sociedad’ juzga siempre de acuerdo con el comportamiento de sus miembros moralmente peores. Así logran curso las más extrañas ideas acerca de los periodistas y de su trabajo. No todo el mundo se da cuenta de que, aunque producida en circunstancias muy distintas, una obra periodística realmente ‘buena’ exige al menos tanto espíritu como cualquier otra obra intelectual, sobre todo si se tiene en cuenta que hay que realizarla aprisa, por encargo y para que surta efectos inmediatos. Como lo que se recuerda es, naturalmente, la obra periodística irresponsable, a causa de sus funestas consecuencias, poca gente sabe apreciar que la responsabilidad del periodista es mucho mayor que la del sabio y que, por término medio, el sentido de la responsabilidad del periodista honrado en nada cede al de cualquier otro intelectual” (Weber, en Valbuena, 1997:135)

(19)

En esta defensa de la función periodística frente a la crítica intelectual, está presente uno de los principales retos del periodismo de este siglo: su responsabilidad cultural y social. Están también, delineadas las condiciones en que labora:

1. El producto de los medios de comunicación exige condensación y precisión, metas que se consiguen ajustándose a rutinas productivas bastante estrictas o por lo menos bien delimitadas. 2. La relación con el tiempo es diferente, ya que los temas que analizan los medios deben estar

ligados con los acontecimientos del día o por lo menos de actualidad. Sólo aquellos contenidos que se colocan en una franja amplia que va de lo periodístico al entretenimiento, dan como resultado productos que no están estrictamente ligados a la actualidad12.

3. Los periodistas se someten día con día al escrutinio del mercado, representado en encuestas, opiniones, volúmenes de ediciones y de audiencia.

Estas reflexiones de Max Weber no sólo apuntan contra la distinción (que aún sobrevive) de una cultura de elite y otra de masas, sino también contra el concepto de opinión pública según el cual hemos pasado de una sociedad de públicos, en la cual sólo los receptores informados y cultos discutían sobre los problemas de interés social, a una sociedad de masas, donde ciudadanos desinformados pueden ser manipulados, entre otras vías, a través de los medios de comunicación de masas. Sin duda esta reivindicación de la labor periodística que hace Max Weber es alentadora, pero habrá que contextualizarla en las realidades diversas de los países en los que se ejerce; en los valores, ideología y cosmovisión de los periodistas; así como también en una necesaria distinción entre lo informativo y el entretenimiento, aspectos que suelen ponerse en un mismo saco.

“El ámbito propio en que se reconoce y es operativa la autoridad del periodista es el de la opinión. Dentro de él actúan como una auténtica clase gobernante, competitiva con otros poderes alternativos. El más importante de los cuales es el que ejerce la clase política. Ya que ésta y los periodistas se disputan el mismo ‘territorio de caza’, la misma clientela” (Ortega, 1994: 283).

12

El investigador de la comunicación canadiense Jean-Guy Lacroix introdujo hace algunos años la categoría de “productos purgados” para referirse a ciertos programas televisivos como los que se incluyen en las emisiones de Discovery Channel y más recientemente, People and Arts o History Channel, entre otros. Con este concepto Lacroix aludía a aquellos programas descontextualizados en materia de tiempo, a veces de espacio y en la mayor parte de las ocasiones, del entorno social en el cual se desarrollan los temas que abordan. Este tipo de programas responde a una forma de producción orientada básicamente por el mercado globalizado. En los últimos años vemos que este tipo de mensajes abunda también en el periodismo impreso, en trabajos que van tras la lógica de vender un nombre destacado (en general un intelectual, un político y hasta un representante del mundo del espectáculo) a la mayor audiencia o receptores posibles.

(20)

Ortega es claro al destacar la autoridad de los periodistas en el terreno de la opinión, reforzando con ello su función como intelectual. Después de todo, dentro o fuera del campo de la opinión y apoyándonos otra vez en la definición de intelectual que proporciona Lipset, ¿acaso los periodistas no están entre quienes tienen mayor capacidad para crear, distribuir y aplicar la cultura en la sociedad actual?

A manera de cierre

Hoy en día el periodista se convierte en intelectual aún a pesar suyo, por la fuerza y penetración de los medios en los que trabaja, por la importancia ineludible de los contenidos mediáticos y en fin, por la mediación que ejercen esos discursos en la construcción de la realidad simbólica de los individuos.

Por ello, y a manera de cierre, quisiera enfatizar que la función de intelectual que ejercen los periodistas en esta sociedad que ya estamos llamando de la información, está en permanente riesgo, porque está en riesgo su libertad y con ello su pluralidad.

El mercado y los grupos políticos (mucho más los que están en el poder), establecen una permanente pugna que la mayor parte de las veces termina en acuerdos y concesiones. En medio de ese campo de batalla casi siempre se coloca al periodista, tanto aquel que obedece al mandato de su propia corporación, como al comprometido con determinados intereses políticos y por supuesto, al que busca ser independiente.

Por ello, no es tiempo de hablar de ‘periodistas’ o de ‘medios’, como si con esos vocablos pudiéramos designar a un todo uniforme. Hay medios y hay periodistas comprometidos con la pluralidad y con la libertad, mientras hay otros incorporados plenamente a la lógica de mercado y por supuesto, a los lineamientos de un modelo neoliberal que necesita legitimarse a través de la propaganda y el control. Es por ello que son los periodistas plurales y libres, intelectuales por excelencia de estos tiempos, los que ven más amenazado su ejercicio profesional al lesionar el discurso dominante.

Hoy en día los políticos viven en una suerte de campaña permanente que les permite seguir prometiendo, poniendo en el futuro la esperanza de que las cosas van a mejorar. Este actitud responde al modelo vigente, un modelo en el cual las instancias de mediación político sociales se

(21)

han debilitado frente al poder, pasando a manos del capital privado en el cual se encuentran la mayor parte de las empresas mediáticas. A partir de esta reconfiguración un reducido número de poderosos toma las decisiones y necesita del periodista como intelectual para que las reproduzca, sin cuestionamientos, ante el grueso de la sociedad. Los necesita para fabricar las ‘ilusiones necesarias’, como define Chomsky a ese atado de promesas que se ofrece al gran público a cambio de acciones que nunca llegan.

Debido a las resistencias que provoca, en la actualidad el modelo neoliberal necesita más que nunca de los discursos mediáticos. Esto se ve a diario en las calles, en innumerables manifestaciones de diversa índole que tienen lugar tanto en México como en otros países.

El rechazo creciente al modelo neoliberal que no alcanzar a cumplir sus promesas y que muestra día con día el fracaso de sus propuesta, pone en riesgo el libre ejercicio de la profesión de informar, ya que en la medida en que el periodista es reivindicado como un intelectual destacado de estos tiempos, más crece el interés por controlarlo para someterlo a un cierto tipo de contenidos. Y a los peligros que vienen de afuera, del mercado o de los grupos de poder, se suman sus propias claudicaciones, producto de sus necesidades profesionales y económicas.

El fordismo profesional al cual son sometidos el grueso de los periodistas, no ha cambiado mucho con la incorporación de un sistema toyotista en la producción de las noticias y la opinión, que es el que tiende a prevalecer en los grupos multimedias. En este nuevo modelo el compromiso laboral se ha flexibilizado a través de trabajos free lance, con los cuales corporaciones multimedias dejan en la indefensión a sus periodistas y por lo tanto, a merced de sus propias normas.

“La libertad (y el poder) del periodista aparece como un peligro para la libertad de la empresa mediática, siendo éste el límite estructural de aquél: ‘allí donde las consideraciones del mercado penetran todos los niveles de toma de decisión (...) el margen de libertad profesional es muy restringido’ (McQuail, 1991: 205). Una dimensión que aumenta y se convierte en una dimensión interiorizada de los propios periodistas según se asciende en la capacidad de decisión en el mercado” (Callejo, en García y García, 2000:20).

No hay libertad sin responsabilidad y el ejercicio periodístico exige libertad, debiendo entregar a cambio responsabilidad, una ecuación a veces difícil de resolver.

Los límites que el mercado y el poder, sobre todo el político, imponen al periodista es un tema abierto que aún debemos investigar, sobre todo en estos tiempos en los que se habla de una

(22)

sociedad de la información. Para reivindicar una organización social de este tipo, es importante conocer más sobre la relación de los informadores con sus fuentes. Es necesario asimismo, analizar su vínculo con las empresas, tanto con aquellas donde trabaja bajo un régimen fordista como con aquellas en las que ejerce su libertad, aunque esté constantemente amenazada. Cabe también estudiar su relación con los receptores, casi siempre medida en términos de rating, de audiencia, pero muy poco en ese juego intelectual que se establece y que está rigurosamente vigilado por las corporaciones y por el sistema político.

Libertad, pluralidad, responsabilidad, son atributos del ejercicio periodístico. Conocer las condiciones en que se ejercen es sin duda el mejor camino para protegerlos.

BIBLIOGRAFIA

• Bourdieu, Pierre, Intelectuales, política y poder, Editorial Eudeba, Buenos Aires, Argentina, 2000.

• Comunicación social 1996. Tendencias. Informes anuales de Fundesco, Fundesco, Madrid, España, 1996.

• Crovi Druetta, Delia. Televisión y neoliberalismo. Su articulación en el caso mexicano. Tesis de doctorado en Estudios Latinoamericanos, FCPS, UNAM, México, 1995.

• Crovi Druetta, Delia, Ser joven a fin de siglo. Influencia de la televisión en las opiniones

políticas de los jóvenes, UNAM, México, 1997.

• Ferry, Jean-Marc, Domique Wolton et al, El nuevo espacio público, Ed. Gedisa, España, 1992. • García de Cortázar, Marisa y María Antonia García de León, coordinadoras, Profesionales del

periodismo. Hombres y mujeres en los medios de comunicación, Centro de Investigaciones

Sociológicas, Siglo XXI de España Editores, Madrid, España, 2000.

• Miguel, Juan Carlos, Los grupos multimedia. Estructuras y estrategias en los medios

europeos, Bosch Comunicación, Barcelona, España, 1993.

• Ortega, Félix, El mito de la modernización, Editorial Anthropos, Barcelona, España, 1994, 301 p.

• Ortega, Félix y María Luisa Humanes, Algo más que periodistas. Sociología de una profesión, Editorial Ariel, Barcelona, España, 2000.

• Ortega, Félix, “Una simbiosis compleja. Políticos y periodistas”, Revista Telos. Cuadernos de

(23)

• Paramio, Ludolfo, “Democracia y ciudadanía en el tiempo de los medios audiovisuales”, ponencia en el Coloquio Cibercultura y medios de comunicación. El futuro que ya comenzó, NOTIMEX, México D.F., 22 de agosto de 2000.

• Pastor Ramos, Gerardo, et al., editores, Retos de la sociedad de la información, Bibliotheca Salmanticensis, Universidad Pontificia de Salamanca y Caja de Salamanca y Soria, España, 1997.

• Ramonet, Ignacio, La tiranía de la comunicación, Temas de Debate, Madrid, España, 1998. • Valbuena, Felicísimo, Teoría general de la información, Ed. Noesis, Madrid, 1997.

• Weber, Max, El político y el científico, Alianza Editorial, Madrid, 1984, 8a

. edición.

• Wolf, Mauro. La investigación de la comunicación de masas. Crítica y perspectivas, Instrumentos de Paidós, España, 1987.

Referências

Documentos relacionados

En este eje fueron analizados los escenarios en el mercado laboral, el impacto y la inserción del trabajo de enfermería en la ejecu- ción del SUS, así como la política nacional

En este caso particular entendemos también la naturalización del discurso meritocrático por parte de algunos niños como una protección a hechos y disposiciones sociales que los

La efectividad del hidrocoloide versus otros apósitos en la cicatrización de úlceras por presión en adultos y ancianos:.. revisión sistemática y

Conclui-se que os processos erosivos lineares na área da ferrovia Norte- Sul no DAIA (Distrito Agroindustrial de Anápolis) estão relacionados com as atividades antrópicas,

A consciência crítica do poeta o levou à reflexão: criticado pela liberdade (excessiva) de sua musa, pelo fato de ela não ser brasileira, preparou-se para o enfrentamento, numa

A identidade profissional desse perfil parece estar ligada direta- mente às relações de trabalho que mantêm atualmente na empresa para a qual trabalham, sendo uma relação direta

El remanente de los prejuicios que la han mantenido fuera del mercado laboral durante tantos siglos, puede notarse en hechos como los siguientes: las mujeres siguen

Retomando a Classe ‘03.08.00 CULTURA’, por exemplo, e em termos comparativos, encontraríamos o con- teúdo de 03.08.01 Juntas y Consejos de Cultura maioritariamente na Subfunção