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La salud mental en la industria

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Academic year: 2017

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LA SALUD MENTAL EN LA INDUSTRIA* THOMAS M. LING, M.A., D.M.

Director iMédico del Instituto Ro$ey Park de Higiene Profesional y Medicino Social, Horsham, SzLssex, Inglaterra

En sus orígenes, la medicina del trabajo prestó su atención, esencialmente, a los accidentes y enfermedades físicas, que, en realidad, aún tienen una importancia pri- mordial en ciertos países. En efecto, cuando las condiciones de trabajo son particular- mente malas, cuando la silicosis se halla generalizada y el número de accidentes es muy elevado, resulta fútil interesarse por los problemas de la salud mental en la industria. Sin embargo, no hay duda de que la mayor L parte de la fábricas y las minas de los países

económicamente adelantados se beneficia- rían si se inspiraran más en las enseñanzas de la higiene mental.

Dos factores recientes, la mecanización y la expansión adquirida por numerosas empresas industriales, ejercen una gran in- fluencia sobre la salud mental de los tra- bajadores. La mecanización disminuye el es- fuerzo físico y sus peligros (hernias, etc.), pero va asociada, en general, a una forzosa división del trabajo y, en consecuencia, a la monotonía. El creciente volumen de las empresas refuerza en los trabajadores la sensación de est,ar llevando a cabo una labor anónima, y esto aumenta su ansiedad y puede provocar trastornos psicosomáticos.

En las 700 minas de carbón con que, aproximadamente, contaba la Gran Bretaña antes de la segunda guerra mundial, el pro- medio de absentismo era de un 6,5%. Poco después de la guerra todas las minas del país fueron nacionalizadas, y se encargó de ad- ministrarlas el Consejo Nacional del Carbón, organismo al que muchas personas acusan de una centralización excesiva. La tasa de absentismo es hoy del 14%, y este aumento no deja de asombrar cuando se piensa que, en todas las minas del país, se ha llevado a

* Publicado en francés en el Bulletin ofthe World Health Orgonization, Vol. 13, No. 4, 1955.

cabo una campaña de medidas de seguridad y que el número de accidentes graves experi- mentó un gran descenso. A mi juicio, la industria carbonera inglesa debe enfren- tarse con el problema de la salud mental de una colectividad muy importante para la economía de la Gran Bretaña y, en menor grado, para la economía europea en general. Como se desprende del ejemplo expuesto, la salud mental plantea problemas de orden social ligados a la evolución de la civiliza- ción, y el resolverlos no depende solamente del médico, sino más bien de lo que los norte- americanos han denominado el “método inter-disciplinario”.

iQué es la salud mental? Es un estado de equilibrio psíquico que permite sostener los esfuerzos de la vida cotidiana, tanto en el trabajo como en el hogar. Ahora bien, cada individuo tiene un límite de resistencia, y, por eso, hay que procurar que no se exijan de los trabajadores esfuerzos exagerados.

La frecuencia de las enfermedades men- tales en la industria ha sido objeto de nume- rosos estudios, el más completo de los cuales es el que realizaron hace diez años, en la Gran Bretaña, Russell Fraser y sus colabo- radores. Este grupo de investigadores in- terrogó a más de tres mil obreros pertene- cientes a trece fábricas y los sometió a una prueba de inteligencia. Todo trastorno o afección de orden psicológico o mental fué considerado como enfermedad mental, con- cepción muy amplia, puesto que dicho es- tudio englobaba las enfermedades cuya causa aparente era psicológica, los estados de ansiedad, los de ligera depresión, los de ob- sesión, las histerias y algunos casos de psico- sis.

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se debían a afecciones y trastornos nerviosos. Entre los hombres, las neurosis motivaban el 1,09 % de la pérdida de días de trabajo, y entre las mujeres el 2,4%, lo que equivale a la pérdida anual de tres días de labor por obrero y a la de seis dfas por obrera. En con- secuencia, las neurosis-cualquiera que fuera su causa-originaban de una quinta a una cuarta parte de los rasos de absentismo.

Se descubrió que el número de neurosis aumenta en las condiciones siguientes:

1) semana de trabajo de más de sesenta horas;

2) nutricibn insuficiente;

3) falta de relaciones sociales o de entre- tenimientos;

4) viudez o separación y, en las mujeres casa- das, el inevitable acrecentamiento de las la- bores domésticas;

5) responsabilidades excepcionalmente ahru- madoras;

6) trabajos tediosos;

7) trabajos demasiado baladíes o sedentarios; 8) trabajos que exigen aptitudes superiores a las que el trabajador posee;

9) trabajos de montaje, de banco de pruebas o de inspección;

10) trabajos que exigen una atención soste- nida, sobre todo si requieren poca iniciativa.

Los casos psicopatológicos se dan ordina- riamente en los individuos que tienen pocas relaciones sociales. Los obreros que pasan sus horas libres solos o con su familia más allegada, son más gravemente afectados que los demás, tanto si la limitación de sus rela- ciones sociales nace de un aislamiento volun- tario como si es consecuencia de las ocupa- ciones domésticas o de okas causas.

Al examinar las causas de mala salud men- tal ajenas a las rircunstancias del trabajo, puede decirse que las neurosis son imputa- bles, en una gran proporci6n, a relaciones sociales poco satisfact’orias. Cuanto más de- ficientes son esas relaciones más se evidencia la citada correlación.

Influyen también mucho en la salud men- tal las relaciones personales en los lugares de trabajo y el ambiente psicológico que reina en una empresa. Hace veinte años, el pro- fesor Elton Mayo Ilevcí a cabo sus investiga-

ciones fundamentales en la compañía West- ern Electric, de los Estados Unidos, y, a pesar del tiempo transcurrido desde enton- ces, conviene hacer una referencia sintética a tales estudios, todavía muy poco conoGdos en Europa.

El profesor Elton Mayo eligió un pequeño grupo de obreras jóvenes dedicadas al en- . samblaje de piezas ligeras. Las scparcí de los talleres principales, y se dedic6 a modifi- car las condiciones del medio de t,rabajo. Cambió los horarios, la ventilaci6n y la iluminación, e introdujo descansos periódicos por turno. A medida que pasaban los meses, los investigadores comprobaron que el ab- sentismo iba disminuyendo y que el rendi- mient’o aumentaba. Suprimieron entonces todas las mejoras hechas hasta el momento en las condiciones de trabajo, y el rendi- miento siguió aumentando. Al principio, este hecho no dejó de causar sorpresa, pero después se comprendió que se había creado una nueva situación social. Por primera vez, aquellas obreras jóvenes habían adquirido conciencia de su propia importancia indivi- dual. Habfan dejado de ser meras ruedas en una máquina de producción. Formaban un grupo social estrechamente unido. Se observó igualmente que una inspewión inteligentemente ejercida tenía una pro- funda influencia sobre la moral y, en conse- cuencia, sobre la salud mental de las traba- j adoras.

INFLUENCIA EN LA INDUSTRIA DE LA EVOLUCION SOCIAL Y ECONOMICA

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esperanzas de salir de esa condición. Las relaciones se establecen entonces entre maes- tros, ricos mercaderes y artesanos pobres; los gremios caen bajo el control de pequeños grupos cerrados, antecesores de los modernos sindicatos y agrupaciones profesionales. _ El espíritu y la actitud de los sindicatos

recibieron la profunda influencia de la revolu- ción industrial, sobre todo en la Gran Bre- taña. Alrededor de las nuevas fábricas se multiplicaron las casuchas insalubres, pero, poco a poco, gracias a los esfuerzos de ciertos legisladores, tales como el conde de Shaftes- bury, fué mejorando la condición de los obreros. En lo sucesivo, se limitaron las horas de trabajo y el Gobierno nombró inspectores de las fábricas. Las medidas adoptadas después tuvieron esencialmente la finalidad de eliminar los riesgos profesio- nales, sobre todo los derivados de la manipu- lación de productos tóxicos en la industria, y de reducir el número de accidentes, que entonces era muy grande.

Los hechos fundamentales de la historia industrial no deben quedar relegados a los archivos, un tanto polvorientos, de los tiem- pos pasados. El recuerdo de todos los in- tentos realizados en los países industriales por reglamentar las condiciones de trabajo y mejorar la salud y la productividad del obrero es tan valiosa para el trabajador, para su tranquilidad de espíritu y su buena adaptación al empleo como puedan serlo algunos de los más recientes estudios sobre la dinámica de las agrupaciones humanas.

EL DESARROLLO DE LA ORIENTACION PROFESIONAL

En este terreno son también muchas las enseñanzas de la historia. En el año 400 antes de J.C., recomendó Platón, en su República, que a los ciudadanos de su estado ideal se les diera un empleo acorde con su manera de ser. Montaigne observó que la decisión más importante de la vida, la de elegir una profesión, se toma, por lo general, muy a la ligera.

El primer ensayo de orientación profe-

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APLICACION h LA INDUSTRIA DE LOS PRINCIPJOS DE LA

HIGIENE MENTAL

La psicología social, el estudio del carácter y de la aptitud para dirigir recibieron un nuevo impulso durante la segunda guerra mundial, gracias a la aplicación a las fuerzas armadas y a la industria de las técnicas elaboradas por los psiquíatras y los psicólo- gos. Al mismo tiempo que se mejoraba el reclutamiento de oficiales, se hacían con- siderables progresos en la selección de la mano de obra en la industria, aplicando a la esfera social y a la del trabajo la experien- cia adquirida en el ejército. Por eso, después de la guerra, se ha prestado mucha atención, por ejemplo, a la elección de capataces y a su formación y rango profesionales.

Si bien los psicblogos y los psiqufatras contribuyen en gran medida al manteni- miento y al restablecimiento de la salud mental entre los trabajadores, no es menos cierto que otras personas comparten con ellos esta función, principalmente los médi- cos y los jefes de las empresas.

Las tensiones que hoy se conocen en la vida industrial no se pueden disipar por arte de magia. Los expertos difieren en cuanto a la forma de animar y dirigir la industria. Algunos creen que se debería volver al capitalismo del siglo XIX; otros están con- vencidos, con la misma firmeza, de que la extrema izquierda posee la solución de todos los problemas. Esencialmente, es preciso darse cuenta de una cosa: la época actual es un período de transición caracterizado por la ansiedad de las personas. Ahora bien, la ansiedad engendra la agresividad. Los médi- cos no pueden ignorar estos hechos ni alegar que no les interesan, pues les efectan tanto, y aun más profundamente, que a otros muchos seres humanos. Por ello, los médicos de las fábricas deben contribuir a la salud mental en la industria.

LA MISION DEL MEDICO DE FABRICA

En materia de higiene mental, las tareas que incumben al médico de una fábrica se pueden definir de la manera siguiente:

1) El médico debe investigar las causas de malestar y disenszón. El símoma de que existe un deterioro de la salud mental en un determinado servicio, sohre cl que no gravita una epidemia de influenza, es la elevada proporción de enfermos, cspechial- mente de enfermos que present,an trastornos psicosomáticos. Las causas se pueden atri- buir a la irregularidad de la llegada de los materiales al taller, a los irritames períodos de intenso trahajo que siguen a largos inter- valos de inactividad o, más corrientemente, a un capataz arbitrario que siembre la dis- cordia y el desrontento entre todos los que le rodean. En este último caso es muy dudoso que el médico ronsiga rectificar un arraigado comportamiento considerado romo difícil, agresivo o poco razonahle. El único juez ha de ser la direwion del establecimiento. Pero, en la mayor parte de los casos, los síntomas de perturbación son bastante retsientes para justificar Ia intervención de un médico com- prensivo.

2) El médico debe saber practicar el arte de escuchar. Por la propia índole de sus fun- ciones, los médicos se inclinan, por desgracia, a adoptar una actitud autoritaria; dan órde- nes y quieren que sean ejecutadas sin repli- car. Esta actitud se justifira perfectamente en una sala de operaciones, cuando está en juego una vida humana, pero no en un establecimiento industrial moderno. En la mayor parte de los casos, los enfermos necesi- tan un oyente comprensivo al que puedan referir lo que les ocurre, y no un autócrata que no les preste atención. No es raro ver que un pariente de dermatitis industrial se cure, no tanto por las diversas pomadas que se le aplican, como por el hecho de poder explicar las dificultades con que tropieza en su trabajo.

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4) El médico debe ser Jiel a su misión educadora. Los consejos de administración, los directores de las fábricas, los jefes de personal y los representantes de los sindica- tos acogen frecuentemente con simpat’ía las opiniones expuestas por el médico, mientras que, por regla general, se niegan a escu- charse unos a otros.

El médico se encuentra bien situado para aconsejar a los directores evitando así que incurran en faltas desastrosas para las rela- ciones humanas, t,ales como la anulación de decisiones adoptadas por sus subordinados o la introducción de nuevos métodos y regla- mentos sin consultar previamente con el personal interesado. Una actitud así hiere la dignidad del personal, y el resentimiento que engendra puede tener efectos nefastos y duraderos sobre la moral y sobre la salud mental. En un jefe, un problema de persona- lidad, puede determinar, aunque sea de orden secundario, conflictos mucho más serios y ser más difícil de resolver que en una persona de rango subalterno. Cuando una decisión adoptada en un plano superior se presta a crear tensiones, es evidente que el médico no puede contribuir a corregirla a menos que se le consulte en el plano reque- rido.

En contra de lo que generalmente se cree, la tarea de los médicos de las empresas es muy amplia. En la industria se les presentan múltiples ocasiones de realizar una buena labor, pero no todos saben aprovecharlas.

Cabe preguntarse si, junto a los médicos de las fábricas, no hay en las empresas un puesto para los psiquíatras. No creemos que lo haya. Hasta haber cumplido todas las t,areas que lo competen en relación con la higiene mental, el médico de una fábrica no debe recurrir a un psiquíatra. A éste ha de confiarle los problemas verdaderamente difíciles, y no aquellos que el médico ha de procurar resolver normalmente.

Como ha hecho observar la Asociación Norteamericana para el Progreso de la Psi- quiatría, el médico ha de poseer ciertas cuali- dades indispensables para kiunfar y ser aceptado-como hombre y como médico-

por todos los miembros de la colectividad del trabajo, desde los aprendices más hu- mildes hasta el presidente del consejo de administración. Los obreros han de tener la convicción de que son comprendidos por él. Y, a la inversa, para hacerse comprender por ellos es preciso que el médico se exprese en términos sencillos y directos. Al ejercer su profesión en una colectividad integrada por grupos diferentes, deberá mantener tan buenas relaciones con unos como con otros. El médico que sabe hablar amistosamente y con oportunidad a sus superiores, a sus subordinados y a todos los demás miembros del personal, productor o no, posee esa cuali- dad de adaptación al medio que tan necesa- ria es para trabajar en una empresa. En síntesis, el médico ha de dar pruebas de madurez de espíritu, de equilibrio, de tole- rancia y de comprensión hacia todos los demás.

LA TAREA DE LA DIRECCION

iEn qué forma puede contribuir la direc- ción-incluyendo también en este concepto la dirección de los sindicatos-a resolver ciertos problemas de salud mental que se plantean en la fábrica? Esencialmente, nece- sita crear en los obreros la impresión de que trabajan para una “buena” empresa y, con tal fin, debe hacer lo siguiente:

1) Manlener la fábrica dentro de unas pro- por&ones raxonables. Todo el mundo conoce esa sensación, un tanto aterradora, de en- contrarse solo en un+~ multitud, y ese deseo de huir de ella por todos los medios, incluso los m8s irracionales. Ciertos ingenieros y arquitectos manifiestan una gran inclinación por el principio de las grandes construcciones integradas por inmensos talleres de una misma empresa. Nadie negará las ventajas de esos edificios desde el punto de vista de las instalaciones mecánicas, pero los médi- cos tienen el deber de hacer saber que los seres humanos trabajan infinitamente me- jor, y son más felices, cuando forman parte de grupos homogéneos y no se sienten per- didos en medio de colectividades anónimas.

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aplicable a las dimensiones de los edificios, sino a las de la propia empresa. Existen establecimientos industriales en los que no hay quien pueda darse cuenta del lugar que ocupa en relación con el csonjunt’o de la organización, por ser ésta demasiado vasta y compleja. Unas condiciones como estas no favorecen ciertamente la salud mental.

2) Cuidar de la elección y formación de

jefes de grupo. Un capataz que no haya rcri- bido una formación especial, o que se haya

formado profesionalmente a sí mismo, tra- tará con frecuencia de desviar los problemas para disimular su falta de conocimientos. Al obrar de tal modo, no sólo se Ferjudic*srá a sí mismo, sino que perjudicará a sus subordi- nados, lo que es más sensible. Las personas elegidas cuidadosamente para orupar pues- tos de responsabilidad, y que cuentan con una formación técnicaa y psicológica, triun- fan en su trabajo ron más facilidad que las otras. Esas personas, bien elegidas y rompe- tentes, son, a la vez, jefes y amigos de quie- nes han de trabajar a sus cirdenes.

3) Dar al personal ocasión de pxponw sus quejas. Diversas enfermedades psicosomáti- cas tienen frecuentemente por origen una cólera reconcentrada, una larga desespera- ción debida a la creencia del paciente de que no hay medio alguno de hacer oir sus puntos de vista. Las consultas colectivas y

otros métodos experimentados ya ayudan a los obreros a comprender que les es posible expresar sus sentimientos.

4) Interesarse por los individuos. No son solamente los médicos de las empresas quie- nes han de poseer el arte de escuchar. ‘I,os jefes de personal y los demás miemhros de la direcci6n no deben ignorar las difirultades por que atraviesan los miembros de sus servicios. Algunos podrán decir que no tienen t,iempo para eso. Si tal cosa es verdad, será porque su t.rahajo no está hien organizado,

ya que una de las principales cualidades del jefe consiste prerisamentc en el arte dc escuchar a sus suhordinados.

5) Predicar con el qemplo. Para dirigir hien a los homhres, los jefes dehen mostrarse ecuánimes y dar la impresión de estahilidad en la empresa. Claro que esto no quiere decir que deba imperar un amhiente dr dulce quietud y hasta de inercia.

El espíritu de cooperarión y el sentimiento de estabilidad a que aspira el trabajador no se adquieren a menos que todos los miembros de una empresa se ronduzcan, en sus rela- ciones mutuas, con pleno sentido de su misión y de su responsabilidad, condicibn sin la cual no se puede crear un ambiente propicio a la salud ment,al de los trahajado- res, que tan beneficiosa es para el bienestar de t’oda la colectividad.

MENTAL HEALTH IN INDUSTRY (Summary)

Mechanization and thé enlarging of many in- dustrial enterprises have had a great influente on the mental health of the worker. Mechanization decreases the physical effort and the danger, but it is generally associated with an estensive divi- sion of the work which in consequence leads to monotony. Growth of an industry emphasizes the feeling of anonymity among the workers, therehy increasing the risk of psychosomatic dis- orders.

That problems in occupational health are linked with the changing social order, such as common ownership, is indicated by the increasing absentee rates among miners in Great Britain: pre-nar the rate was B.5%, and post-mar, follow-

ing the nationalization of the industry and greater centralization, the rate increased to 14%. Russell Fraser, in a surveg of the mental health of more than 3000 workers from 13 different fac- tories, found that from one-quarter ta one-third of absenteeism due to illness was caused by ner- vous disorders. Apart from the many different reasons for poor mental health that were related to conditions at work, it was also concluded that a large proportion was due to unsatisfactory social relations.

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health of the worker, the important facts in the history of industry should be studied in addition to the more recent works. Social and political changes also influente the placement of workers and the faculty of adaptation. The latter depends on so many imponderable factors that the im- portance of psychological tests in assessing its value may be doubted.

The author believes that the present epoch is one of transition, marked by the anxiety of man which gives rise to aggression. Opinions differ as to the best means of dispersing this tension in industry, but the factory doctor must make his contribution.

The responsibiiities of the industrial medical officer are defined by the author: he must carry out research into the causes of sickness; he must practise the art of listening (too often the doctor has an attitude of authority when a sympathetic ear would achieve more); he must retain an ob- jective outlook, and not become involved in argu- ments that he cannot influente; he must remain conscious of his educative mission and be pre- pared to advise employers and departmental

heads on all matters related to the well-being of the worker. It is also essential that the doctor should maintain good relations with the various levels of personnel in the factory and be ac- cepted by all groups.

The author does not consider that there is a place for a psychiatrist in the factory; it is only when the industrial medical officer is confronted with a particularly difficult problem that it should be necessary to consult the psychiatrist.

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