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El morir humano ha cambiado

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Academic year: 2017

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E

L MORIR HUMANO

HA CAMBIADO

El acto de morir presenta en nuestra época, por lo menos en Occidente,

una serie de mractwístiu2s nuevas como resultado de los adelantos cientficos y tecnológicos y de los cambios sociales. Gzla vez con mayor fr&, el ser humano muere en el ambiente extrafio de los establecimientos médicas, sin el apoyo de sus seres queriak y sin tener oportunidad de interuenir en las deciskmes sobre su pro@ muerte. Frente a los graves problemas -les y sociales que esta trans@rmaci& de la mtie humana ha ocasionado, la bioétim surge como un intento por encontrar opciones mí.5 humanitarias.

El 6nal del hombre sobre la tierra reviste una doble dimensión: el proceso exis- tencial de morir y la dimensión trascendente y misteriosa hacia el mas allá. Aquí vamos a describir y analkar la primera dimensión. Ha- blaremos del proceso existencial de la muerte del hombre, sin dejar de asomarnos al inson- dable misterio de la trascendencia espiritual.

En primer lugar, describiremos las características de la nueva forma del morir humano, como efecto de la ciencia, la tec- nología y la vida modernas. Destacaremos, luego, el grave problema que le ha creado al paciente dicho cambio en la forma de morir y, por último, trataremos de presentar la so- lución que en los dos ríltimos decenios se ha venido dando a este problema en el mundo.

Se ha cambiado la forma de morir

Partamos de un hecho fácil de comprobar: la ciencia y la tecnología médicas, los t?lósofos del siglo pasado y los literatos del presente y, finalmente, los medios de co- municación y diversión y la sociedad de con- sumo del presente siglo han cambiado la forma de morir que era tradicional en casi

’ Asohción Colombiana de Facultades de Medicina (As COFAME). Direxión p&ak calle 45A. No. 9-77.60. piso, Bogotá, co1ombii.

todos los países, al menos de Occidente. Aquí pondremos de relieve los factores científicos y tecnológicos. Como se ha dicho, ‘la aten- ción de salud en las instituciones hospitala- rias, con su técnica altamente desarrollada, ha cambiado la forma de morir” (2). En tiem- pos pasados, la mayor parte de las personas morían en casa, en medio de sus seres queridos, con atención religiosa, sabiendo que iban a morir y con todas las facilidades para tomar las determinaciones pequeñas y grandes pertinentes a su situación. Por el con- trario, actualmente ‘las estadísticas de los Estados Unidos de América revelan que más de 80% de las muertes naturales acontecen en clínicas y hospitales, donde aumentan cada día los medios para prolongar la vida y estos se ponen al servicio prácticamente de todos los pacientes. Muy frecuentemente, estas personas terminan sus días en un estado de aislamiento y soledad con tubos en todos los orificios y agujas en las venas, en espera de emitir el último suspiro” (2).

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y calmantes disminuyen la conciencia y, con ello, la libertad de los pacientes.

Con frecuencia, se calla la verdad a los enfermos sobre su estado grave de salud. A este propósito, escribe un médico: ‘13e alguna manera, muchos de nosotros hemos llegado a creer que tenemos derecho a mentir a los pacientes bajo el supuesto de que los protegemos de las crueldades y rea- lidades de la vida y de la muerte. Este es el primer paso para destruir una relación justa con el paciente” (3).

En los Estados Unidos, los mé- dicos han cambiado de conducta con respecto a informar a sus pacientes sobre su estado de salud. En los años sesenta, la práctica que observaba la mayorfa de los médicos esta- dounidenses era ocultar la verdad a los pa- cientes. En los ochenta, en cambio, más de 80% eran partidarios de decir a sus pacientes toda la verdad. Sin embargo, este cambio no sucede en los demás países de América, en especial en América Latina.

Por otra parte, los pacientes y sus familiares prácticamente descargan en el mé- dico toda la iniciativa acerca de la información y el tratamiento. Junto con estos datos de origen científico acerca de la muerte, no sobra citar algunos de orden social. N. Versluk hizo no hace muchos anos un buen análisis de esta dimensión (I), en el cual presenta algu- nas observaciones pertinentes a nuestro tema que nos permitimos citan

Nuestro tiempo desconoce la 0

0: muerte en toda su seriedad. No hay lugar N en la vida moderna para pensar en la muerte. 4

” Se la teme y por esto, quizás, el hombre con- 3 temporáneo prefiere ignorarla 0 jugar con si ella (que es otra forma de evadirla) a hacerle l? frente, tratando de entenderla y asumirla g familiariza como parte de su existencia real. Estamos tan s dos con la muerte por los medios .z de comunicación, que llegamos a insensibi- g lkarnos ante la posibilidad de morir y a con- s siderarla como extratia a nosotros. El cine y la televisión, las novelas y las telenovelas õ

cq están abusando del fenómeno de la muerte, que distribuyen como un artículo de con-

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sumo de fácil adquisición. El público ya lo exige en grandes cantidades, cargadas de violencia, que acepta y hasta disfruta con la- mentable degradación.

El sociólogo estadounidense G. Gorner llama “la pomograffa de la muerte” a este fenómeno de la manipulación y disfrute de la muerte violenta por parte de la sociedad de consumo (4).

Curiosa contradicción la de este siglo XX con respecto a la muerte: quiere pasar por alto la muerte real y, a la vez, abusa de su imagen en forma de juego y violencia a través de los medios de comunicación y diversión. Como un símbolo de este oculta- miento social de la muerte puede entenderse el intento, cada vez mas difundido en diver- sos paises del mundo, de disiiutar la muerte lo más posible maquillando los cadáveres para dar a los presentes la sensación de que no están muertos. En cambio, a los niños se les ensena a jugar “a matar” y a los adultos se les vende el artículo de la muerte en imá- genes de cine y televisión.

Es evidente que el siglo actual ha banalizado el pensamiento de la muerte y que a la muerte real la ha recluido en clfnicas y hospitales. Exagerando un poco, para poner de relieve este cambio social en la forma de morir, podemos decir que la muerte le ha sido sustraída al individuo para hacer de ella un instrumento social de juego y diversión en las manos de los medios de comunicación, y para enseñorearse de ella en quirófanos y consul- torios.

Otro cambio importante en la forma de morir consiste en la prolongación de la existencia humana, y esto en dos sen- tidos: primero, que la mayorfa de las personas mueren en la madurez o la tercera edad; se- gundo, que el acto mismo de morir se ha prolongado.

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está por encima de los 70 anos. Es cierto que se ha prolongado la edad madura, pero tam- bién es verdad que aumentan y se generali- zan los achaques de la tercera edad. El número de ancianos aumenta proporcional- mente en todos los países del mundo, con los problemas consabidos de esta etapa de la vida y algunos más.

Además, la ciencia y la tecnología están contribuyendo a prolongar el proceso de morir. Son tales los avances científicos y tecnológicos de las ciencias de la salud en este siglo, que se puede llegar a decir, exagerando un poco por supuesto, que los médicos ya no están dejando morir. Si en siglos pasados un cáncer de páncreas o un infarto de miocardio no daban mucho tiempo de vida a quienes los padecían, hoy en día quienes los sufren pueden durar meses y aun anos en un lento morir, e incluso algunos logran su total re- cuperación y vuelven a la vida normal.

Si a esta prolongación del morir se le añade el hecho de que muchos médicos poco o nada le dicen al paciente respecto de su situación real y, a lo más, dan a los fa- mitiares la información sobre el paciente, ten- dremos un fenómeno cada vez más frecuente según el cual el paciente ya no es dueño de su propia muerte, pues ni sabe cuando va a morir ni puede tomar las decisiones del caso con la debida información.

Resumiendo las características y aspectos que reviste la nueva forma de morir en el siglo Xx, podemos decir que la muerte se ha diferido en gran medida a la tercera edad, ya que la esperanza de vida en muchos países pasa de los 70 anos. Además, el acto de morir:

0 se ha prolongado, ya que puede durar meses y aun anos;

q se ha hecho científico, porque ahora se muere en centros hospitalarios, ro- deado de personal de salud y auxiliado por un equipo técnico que pone a prueba la pa- ciencia del enfermo;

0 se ha hecho pasivo, puesto que hoy día en muchas partes los médicos, de acuerdo con los familiares, toman las decisio- nes sobre hospitalización, tratamiento, ope

raciones y demás aspectos, sin consultar siquiera con el paciente;

q se ha hecho profano, ya que los servicios religiosos, de acuerdo con las creen- cias del paciente, tienden a disminuir y aun a desaparecer de algunos centros de salud;

cl ha sido aislado, porque el paciente muere solo y abandonado, aun es- tando rodeado del más variado y atento per- sonal de salud.

Asimismo, la muerte real ha sido ‘hospitalizada”, mientras que la imagen so- cial de la muerte es divulgada y manipulada por los medios de comunicación, y con fre- cuencia se priva a la muerte real de su sig- nificación y trascendencia al más allá. Se ha hecho superficial y banal.

El problema de esta nueva forma

de morir

Pretendemos ahora llamar la atención del lector sobre el grave y delicado problema que le crea al paciente esta nueva forma de morir. No queremos Limitarnos a enumerar una serie de problemas como si fueran independientes entre sí. Resulta más interesante tratar de unificarlos en un pro- blema central, haciendo ver sus ramificacio- nes y consecuencias.

El hecho que, a nuestro parecer, une y sintetiza casi todas las características y aspectos del morir moderno que acabamos de enumerar, dicho gráticamente, es que la 0 ciencia, la técnica y la sociedad le arrebataron la muerte al paciente, ya que este se comporta ii pasivamente frente a su propio proceso de Z morir.

Los médicos y, en general, todo 5 el personal de salud están orientados de tal s manera hacia el paciente que se dedican a ti aplicarle todo tipo de avances, teniendo como . criterio supremo la prolongación de la vida,

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su muerte. La sufre pero no es dueño de ella. Se la quitaron. Es posible que esto se haga con su complicidad. Sus ansias de vivir lo fuerzan a entregarse en manos de los profe- sionales de salud, quienes desde el cirujano hasta el camillero disponen, en lo grande y en lo pequeño, del paciente y de todo su entorno físico y personal.

Es un hecho que los centros hos- pitalarios se han apoderado del proceso de morir del paciente. Adelantan o atrasan el momento de su muerte. Lo pasan a una uni- dad de cuidados intensivos o al quirófano cuando quieren, y lo sacan de allí también a voluntad, ordinariamente de acuerdo con las exigencias de la ciencia y la tecnología.

Es este, quizás, el hecho que más caracteriza al morir actual. Se muere científi- camente, vale decir, en hospitales y cLínicas, rodeado de hombres y mujeres extraños, de indumentaria blanca, provistos de toda clase de aparatos. Sacan al paciente de su núcleo vital (familia) y religioso (parroquia) y lo in- teman en una selva blanca, donde mandan los médicos y predominan la ciencia y la tec- nología. Y todo esto lo hacen con miras a alejar la muerte y prolongar la vida todo lo que esté al alcance de su ciencia y de las po- sibilidades tecnológicas de la institución.

Los personajes clave para tomar las decisiones no son los pacientes, sino sus familiares más allegados y los profesionales de salud. Usamos el plural porque responde mejor a la realidad: los parientes suelen ser

%

numerosos y los profesionales de salud cons- N tituyen legión.

4 Como secuela inevitable de esta ”

5 medicina, que se va conociendo con los nom- 8 N bres de medicina agresiva o invasora, reite- ramos que se le ha quitado al paciente su

f muerte. El individuo no toma ni las grandes e ni las pequeñas determinaciones, en buena .-2 parte porque no conoce el diagnóstico de su

s s

enfermedad ni su pronóstico; se le ocultan los tratamientos y no se le pide su colaboración õ ni su posición activa frente a la enfermedad. cq Como medida prudencial, se aísla al enfermo

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pues se le limitan las visitas de familiares y amigos; esto se acentúa al máximo cuando es trasladado a una unidad de cuidados inten- sivos.

A este proceso de interiorización ffsica y de aislamiento material del paciente le llamamos privatización de la muerte. Del tradicional morir en familia, rodeado por los seres queridos y los servicios de la religión, se ha hecho un morir a solas en un encuentro cada vez más limitado entre una conciencia poco lúcida e informada y una trascendencia (Dios) cada vez mas silenciada y silenciosa. Si a esta privatización de la muerte le aña- dimos el hecho interno de la disminución y casi ausencia de libertad por parte del pa- ciente, no resultará raro ni exagerado decir que la ciencia y la tecnología ile arrebataron la muerte al paciente!

iQué problema le crea al paciente este recorte de la personalidad, este aisla- miento de los demás, esta pasividad, este ter- minar la existencia sin darse cuenta del final ni del más aUá? Esta ausencia del yo, esta falta de conciencia y de libertad significan una disminución lamentable de su personalidad. El hombre se mide precisamente por su di- mensión personal, no por su tamaño corpo- ral, su peso o figura; tampoco por la vida biológica ni por los anos que esta dura, sin tener en cuenta su calidad ni la participación del individuo en los procesos de curación.

La enfermedad y, sobre todo, el proceso de morir sitúan al hombre, aunque no sea un creyente en Dios, frente a las de- cisiones más importantes de su vida. Y lo que el hombre sano no comprende, si nunca ha sufrido la enfermedad, es que no se enferma solo el cuerpo, respetando la lucidez del yo personal. No; se enferma también la mente, el espíritu, el hombre total. Y en estas cir- cunstancias debe afrontar el sentido de su etapa final.

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Privar al paciente de su lucidez mental y del grado de conciencia necesario para disponer de sus bienes, para despedirse de sus seres queridos, para hablar con el abogado y con el capellán sobre los problemas de su con- ciencia, sobre los deseos de ponerse en paz con Dios y con los hombres, es crearle un problema, el problema de tener que decidirse frente a Dios, frente a los demás, y no poder hacerlo por falta de información y de Libertad. Este fenómeno, precisamente, es el que se conoce como morir en forma in- digna, vale decir, como muere la planta o el animal.

Tenemos que volver por los fue- ros del paciente, tenemos que reconquistar la forma más radicalmente humana de morir a ciencia y conciencia y con libertad.

La medicina actual, digna, por lo demás, de grandes elogios y gratitud por sus inmensas conquistas, debe recuperar los va- lores humanos, propios del médico y del pa- ciente, para hacer ver a los profesionales de salud la necesidad de restituir al paciente su conciencia y su libertad y el derecho a situarse frente a Dios, precisamente cuando esta ter- minando su existencia terrenal.

Con esta actitud de cooperación el paciente sale ganando, ya que el trata- miento acelera la curación cuando este cambia la actitud pasiva por una participación ac- tiva (6).

Se impone la necesidad de re- cuperar la muerte. iQué hacer entonces para volverla a poseer?

Vías de solución

Tratemos de recoger y unificar lo que se ha venido haciendo en los úhimos decenios prácticamente en todo el mundo, ya que esta nueva forma de morir se esta pre- sentando en todas partes, y en todas ellas se esta percibiendo esta reacción en busca de una solución eficaz.

Tal reacción se hizo esperar un poco. El mundo moderno se ha hecho muy insensible a los valores tradicionales de la moral y quizá por ello hizo falta que se sin- tieran los efectos de una involuntaria des-

humanización de la medicina, tanto en la investigación como en las aplicaciones tera- péuticas en clínicas y hospitales.

Esta reacción ya tomó un nom- bre: bioética. Desde ella y con ella vamos a presentar la reacción mundial a favor de la recuperación no solo del hecho de morir, sino de la salud y de la vida humana en general, de la investigación en tomo a la vida del hombre, desde su concepción hasta su muerte, y de sus aplicaciones. No se trata de una ciencia fría, calculadora, abstracta, definida y precisa en sus métodos y contenidos. Se trata, más bien, de un movimiento, un trabajo interdk- ciplinario, un proceso creciente de búsqueda de valores morales, y como a tal hay que darle tiempo para que tome su forma, sentido, mé- todo y reglamentación. No se trata de una normatividad ya hecha, venida de fuera con carácter coactivo y legal sobre el mundo mé- dico o sobre el personal hospitalario, como si pretendiera sancionar a un culpable y lla- marlo al orden o privarlo de su vida o libertad.

Aclaremos muy bien este punto: el profesional de salud es ante todo un bien- hechor de la humanidad. Lo que esta ha- ciendo por el hombre no podemos valorarlo aun en toda su extensión y profundidad. Si el médico, ya desde antiguo, ha sido com- parado con el sacerdote, hoy día, hecho casi señor y dueño de la vida y la muerte, no es raro que se le compare irónicamente con el mismo Dios. Los médicos están “represen- tando el papel de Dios”, advertía hace algu- 0 nos anos en su portada y artículo de fondo la revista estadounidense Newsweek (7).

No olvidemos el hecho histórico- z z social que nos enseña que la ciencia da poder (S), y la tecnología, progreso y transforma- 2 ción. Más que un pecado, lo que esta co- metiendo el médico moderno es una sensible s y lamentable equivocación; esta creyendo de ti . buena fe que la ciencia y la técnica lo hacen

dueño del nacer y el morir humanos. AZ B Pero no es así. Dios tiene que se-

guir siendo Dios, y el hombre, sea técnico o

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sabio, debe ser consciente de sus limitaciones e instrumento en las manos de Dios para el bien de la humanidad.

Volvamos a la reacción universal en favor de la recuperación de la muerte y del señorío, por parte del paciente, sobre su proceso de morir. Recordemos algunos he- chos que dieron origen a esta reacción inter- nacional en favor de la humanización de la medicina en general, y en defensa de los de- rechos del paciente en particular, que se llama bioética.

Los grandes abusos mundiales de este siglo contra la libertad humana, es- pecialmente practicados en forma sistemática, más por los dictadores políticos que por los médicos, pero lamentablemente valiéndose de las prácticas de una medicina agresiva (nos referimos a campos de concentración, a la experimentación humana con presos, etc.), hicieron que las máximas autoridades salieran en defensa del derecho de todo ser humano a un consentimiento informado antes de cual- quier experimentación, hospitalización o tra- tamiento médico.

Nuremberg, Helsinki, Roma, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, Ginebra y la Santa Sede (9) son nom- bres que se recordarán por siglos como bienhechores de la humanidad. Se trata de organismos internacionales y de pronuncia- mientos, en el más alto nivel, en defensa de la libertad del ser humano, especialmente 0 cuando se encuentra en condiciones inhu- 3

N manas, como las prisiones y campos de con- ? centración, o de discapacidad física o mental. ” La intervención de los Estados, 22

53 por medio de sus organismos legislativos y N judiciales, ha desempeñado un papel impor-

E tante al poner de relieve el carácter ético de s los actos médicos y los medios de comuni- .I= cación se han encargado de poner en un F primer plano nacional e internacional dicha in- s- tervención. Este hecho ha influido mucho en õ cq el nacimiento de la bioética, especialmente en los Estados Unidos (10). A grandes males, grandes re-

470 medios, reza el adagio popular. A un abuso tan amplio y ofensivo de la libertad humana

se imponía un remedio proporcional. Fue así como surgió la reacción mundial en favor del hombre del siglo XX, enfermo física, psico- lógica y socialmente, y privado de su libertad como efecto del abuso de los poderes políticos y de una ciencia y una tecnología agresivas que quizá tienen en cuenta solo sus éxitos pero que no han reparado suficientemente en su efecto destructor sobre la humanidad.

Es un hecho ya comprobado que la investigación, altamente desarrollada en este siglo, ha puesto más énfasis en la ciencia que en la moral. En su conjunto, la situación a que llevaron al paciente la medicina mo- derna y las tecnologías hospitalarias es la pri- vación y aun el abuso de su libertad, ya que suele morir sin darse cuenta de lo que va a pasar.

No es raro que en este contexto social y como reacción en favor de los dere- chos del paciente esté meciendo en todo el mundo la influencia de la Fundación Pro De- recho a Morir Dignamente. Este movimiento mundial se ha propuesto como objetivo ayu- dar a todos los seres h umanos a tomar con- ciencia de su derecho a morir como personas, recuperando y ejerciendo el derecho a tomar las decisiones más importantes con respecto al proceso de morir.

Es muy satisfactorio observar que se esta buscando la solución a tan grave pro- blema en la ética, entendida esta en sus dos formas tradicionales pero con algunas mo- dificaciones, a saber: la normatización coac- tiva por parte de gobiernos locales y la bús- queda interdisciplinaria de valores (bioética) por parte de los hombres de ciencia.

Nace la bioética como ciencia

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nombre de bioética (ll). Este autor invitó a crear una ciencia y un movimiento de cien- fíficos de todo el mundo y a iniciar una in- vestigación interdisciplinaria que sirviera de puente entre la ética y las ciencias biomédicas para salvarlas a ambas y, en último término, al mismo hombre cada vez más en peligro de enfermedad y de muerte por la destrucción hecha por él mismo de su ambiente.

&ué se propone la bioética? La bioética trata de vincular ética con biomedi- cina, trata de humanizar la medicina, trata, muy en particular, de ayudar a todos los pa- cientes del mundo (y todos lo seremos algún día) a tomar conciencia del derecho que les asiste a morir dignamente.

El sufrir y el morir no pueden seguir siendo sustraídos a los pacientes ha- ciendo de ellos adultos infantiles o especta- dores pasivos de su prolongado proceso de morir. El hombre tiene que recuperar su li- bertad y esta no se ejerce sin suficiente in- formación. Se impone la necesidad y la obligación de reconocer y respetar el derecho a morir dignamente.

La Asociación Médica Mundial, reunida en Lisboa el ano 1981, aprobó la De- claración de los Derechos del Paciente, que entre otros puntos establece que, después de haber sido adecuadamente informado sobre el tratamiento propuesto, el paciente tiene el derecho de aceptarlo o rechazarlo, y que el paciente tiene el derecho de morir con dignidad.

Rasgos que caracterizan a la bioé-

tica.

Esta reacción internacional en favor de la humanización de la medicina se carac- teriza por los rasgos siguientes:

0 Nace en un ambiente científico, como una necesidad sentida por los mismos profesionales de salud, en su sentido más amplio, de proteger la vida humana y su am- biente.

0 Surge de un esfuerzo interdisci- plinario por parte de muchos profesionales de la salud; es una búsqueda, desde diversos campos del saber biomédico y profesional en general, ya que en él participan sociológos,

psicólogos, éticos, filósofos, teólogos, etc., que unen sus esfuerzos en la investigación de valores humanos en los cuales inspirar su trabajo.

0 No se trata de una ciencia hecha, con fórmulas éticas “prefabricadas”. Como muchos de los problemas biomédicos son nuevos, no es raro que se haya sentido la necesidad de buscar valores nuevos que di- rijan los trabajos de investigación. Si parte de los principios y valores tradicionales, con ellos trata de encontrar soluciones nuevas a los problemas nuevos que plantean la biología, la genética y otras muchas ciencias más.

0 Se apoya más en la razón y buen juicio moral de sus investigadores que en al- guna corriente tIosófica o autoridad religiosa. De aquí que sus principios y orientaciones sean de carácter autónomo y universal.

0 No trata tanto de elaborar teorías sino de ir a la práctica para orientar éticamente a los investigadores, técnicos, científicos, le- gisladores y gobernantes para que valoren con acierto la repercusión humana de sus res- pectivas labores y tomen las medidas corres- pondientes.

CI Busca, de manera especial, hu- manizar el ambiente de &nicas y hospitales, y en particular, promover los derechos del paciente a ejercer una sana libertad y a ter- minar sus días con una muerte digna.

0 No se propone propiamente nor- matizar el ejercicio de la medicina en la re- lación médico-paciente (de lo cual se sigue ocupando la ética médica), sino hacer tomar conciencia a todos los profesionales biomé- dices de los códigos internacionales sobre ex- perimentación humana y de las exigencias legales, con respecto a la salud, de los res- 3

pectivos países. 2

cl Trata de integrar la ética con las ciencias biomédicas a fin de convencer a todos

= . los profesionales de salud de la necesidad de contar con la dimensión humana de los pa- A tientes y de incluir en todo juicio médico la r;; B dimensión ética de los problemas de salud. E f

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q No es todavía una ciencia clara y

definida, de ahí que no es raro que la em- pañen cierta vaguedad e imprecisión en sus conceptos, alcance y método de trabajo.

0 Se manifiesta, de manera parti- cular e intensa, en centros e institutos de bioé- tica, en donde un equipo interdisciplinario se dedica a investigar, enseñar y divulgar a tiempo completo valores morales en los cuales inspirar la investigación biomédica. También, en congresos nacionales e intema- cionales, en bibliotecas, revistas especializa- das, comités y comisiones, y en toda clase de publicaciones.

cl Se ocupa más de buscar la di- mensión ética de los problemas nuevos crea- dos por las ciencias biomédicas que de presentar los temas tradicionales de la me- dicina, como puede verse en el índice de cual- quier publicación que trate de bioética. Cuando estudia los temas tradicionales, por ejemplo, el aborto o la eutanasia, lo hace desde las nuevas perspectivas y con las ca- racterísticas que le son propias.

0 Más que ser enseñada en clases,

busca hacerse presente en los frentes de investigación científica y en los centros hos- pitalarios para ofrecer valores morales y hu- manización, y para hacer valer los derechos del paciente. Esto no quiere decir que no se pueda enseñar a los futuros médicos en las escuelas de medicina.

RE

FERENCIAS

Versluis, N. Desconocimiento social de la muerte. Concilium. Revista Internacional de Teología (Madrid), 65~291-299, 1971.

Häring, B. Moral y medicina. Ética médxa y sus pro- bilmas uctiles. Madrid, Editorial PS (Perpetuo So- corro), 1972, p. 137.

Baltzell, W. H. The dying patient. When the focus must be changed Arch Intem Med 1271108, 1971. Gorer, G. Death, Grief, and Mourning. Nueva York, 1967. [Citado por Ver&&, N. Op. cit., p, 292.1 5 Calderan Beltrio, P. Analisi aélla popo[az~one mon-

diale. Roma, Libreria Editrice dell’università Gre- goriana, 1967, cap. D(, p. 70.

6 Bedell, S. E., Cleary, P. L. y Delbanco, T. L. El apacible estrés de la hospitalización. Medicina, uen- cu y sociedad (Tomado de Am J Med 592-5%,1984.) 7 Clark, M., Gosnell, M. y Shapiro, D. Whendoctors

play Ga& The ethics of life-and-death decisions. Newsweek, 31 de agosto de 1981.

8 Gracia, D. El poder médico. In: Dou, A., ed. Cien& y poder. Actas de las reuniones de la Asociacxín Inter- disciplinar los.4 de Acosta, val. XIII. Madrid, Univer- sidad Pontificia Comillas, 1987, p. 141.

9 Faden, R. R., Beauchamp, T. L. y King, N. M. P. Histoy and Theory of lnformed Consent. Nueva York, Oxford University Press, 1986, p. 91.

10 Castillo Valery, A. Ética ante el enfermo grave. Ca- racas, DisinIimed, C.A., 1986, p. 127.

11 Potter, V. R. Bioethics. Bridge fo the Future. Engle- wood Cli&, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1971. (Swanson, C. P., ed. Biological Science Series.)

S

UMMARY

HUMAN DYING HAS

CHANGED

In the modern era, the act of dying, at least in the West, presents a se- ries of new characteristics resulting from scientific and technological progress and social changes. More and more frequently,

humans die in the strange surroundings

Referências

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