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SEPARACIÓN O DIVORCIO: TRASTORNOS PSICOLÓGICOS EN LOS PADRES Y LOS HIJOS

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Academic year: 2019

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RESUMEN

Tras señalar el papel psico ló gico para lo s hijo s del grupo familiar, se ha revisa-do la literatura científica so bre las co n-secuencias que acarrean en lo s niño s las separacio nes o divo rcio s, resaltando las ventajas e inco nvenientes de la custo dia co mpartida o en so litario , así co mo las características de lo s síndro mes deno mi-nado s de Alienació n Parental, Pro genito r Malicio so , e Interferencia Severa que tan-to alteran el pro ceso de la ruptura de la pareja y un trasto rno más tardío llamado Síndro me de la Falsa Memo ria.

Palabras clave s: Separació n, Divo rcio , Custo dia co mpartida, Custo dia en so lita-rio , Síndro me de Alienació n Parental, Síndro me del Pro genito r Malicio so , SínSíndro -me de Interferencia Grave, Síndro -me de la Falsa Memo ria.

Re ye s Valle jo Ore llana, Fe rnando Sánche z-Barranco Valle jo ,

Pablo Sánche z-Barranco Valle jo

SEPARACIÓN O DIVORCIO: TRASTORNOS

PSICOLÓGICOS EN LOS PADRES Y LOS HIJOS

SEPARATION OR DIVORCE: PSYCHOLOGICAL DISORDERS ON PARENTS AND CHILDREN

SUMMARY

Upo n o utlining the key psycho lo gical ro le that the family gro up exerts o n the children, we have examined the current available re se arc h data analyzing the po tential impact that the separatio n o r divo rc e may have o n the m. A spe c ial emphasis has been dedicated to review the pro s and co ns o f the shared and indi-vidual mo dalities of child custo dy. Finally, we have included a descriptio n o f several syndro mes such as the Parental Alienatio n Syndro me, Malic io us Parent Syndro me, and the Severe Interference Syndro me, as w e ll t h e la t e - o n s e t Fa ls e Me m o ry Syndro me, pro vided their negative effect o n the pro cess of separatio n o r divo rce.

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INTRODUCCIÓN

Desde la perspectiva psico ló gica se co nsidera la « familia» ( término que no impli-ca en nuestro trabajo ninguna co nno tació n co nservado ra o tradicio nal, haciendo referencia a un grupo estable de co nvivencia co nstituido po r una figura parental masculina y o tra femenina, unido s po r intereses afectivo s, etc.) co mo el co ntexto so c ial más privileg iado de influenc ia y de eventual o ptimizac ió n del desarro llo bio psico so cial humano . La po sició n aventajada de este tipo de agrupació n humana co bra una impo rtancia definitiva a lo largo de lo s tres primero s año s de vida de lo s niño s que se desarro llan en ella, ya que a partir de esta edad o tro s ento rno s so ciales ( guardería, escuela, co mpañero s, etc.) van a añadir nuevo s influjo s a lo s apo rtado s po r tal co nstelació n en el pro ceso evo lutivo ya iniciado .

Debe subrayarse que la funció n de la « familia» va más allá de garantizar la supervivencia y el crecimiento físico del hijo , dado que es también la pro mo to ra principal de su desarro llo so cial y afectivo , gracias a lo que el sujeto puede transfo rmar-se, desde el inicial individuo biológico que es al nacer, en una individualidad biopsicosocial o perso na. En ello resulta esencial el establecimiento de relacio nes de vinculació n afectiva o de apego del niño co n sus pro genito res o figuras que se encarguen de su cuidado .

Ya al final del primer año de vida, el bebé está ligado afectivamente co n ciertas figuras significativas de su ento rno cercano , aunque será desde ento nces cuando tales relacio nes se van a enriquecer y a afianzar a partir de un pro ceso interactivo co n las perso nas que le so n impo rtantes, precisamente las llamadas figuras de apego . Una vez establecido el lazo afectivo co n ellas, el niño muestra su vinculació n afectiva a través de co nductas que buscan la pro ximidad física y el mantenimiento del co ntac-to co n las perso nas co n las que se siente emo cio nalmente ligado , quienes ejercerán una po dero sa influencia so bre su desarro llo psico ló gico y so cial. Pues bien, de acuer-do co n Sro ufe ( 1) , una histo ria de interacció n fundamentada en el cuidaacuer-do e interés po r el o tro es el facto r más impo rtante para establecer un apego seguro , mediante el cual el bebé utiliza a sus figuras significativas co mo base para el bienestar emo cio nal y la explo ració n del ento rno , siendo además una herramienta clave para que vaya descubriendo y ampliando su co no cimiento del mundo .

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Ha de resaltarse que la calidad de las relacio nes afectivas que se fo rman en la infancia determina la capacidad para establecer relacio nes íntimas durante to da la vida adulta, de mo do que la relació n entre el niño y sus padres es para siempre, siendo un vínculo que lo s une en el espacio y perdura en el tiempo . Po r ello , lo s niño s que en la infancia tienen una base de seguridad y pueden co ntar co n las figuras parentales, desarro llan y afianzan el suficiente sentimiento de co nfianza en sí mis-mo s co mis-mo para relacio narse co n el mundo de manera sana y pro vecho sa: cuanto más seguro sea el vínculo afectivo de un niño co n lo s adulto s que lo cuidan y educan, más garantía hay de que se co nvierta en un adulto psico ló gicamente adaptado e indepen-diente y de que establezca buenas relacio nes co n lo s demás ( 6) .

EL IMPACTO PSICOLÓGICO DE LA SEPARACIÓN O EL DIVORCIO EN LOS HIJOS La pro visió n de estabilidad afectiva y emo cio nal que requiere el desarro llo infan-til puede verse seriamente amenazada po r la separació n o el divo rcio de lo s padres, especialmente cuando el apego aún no está suficientemente afianzado ( 7) . Es co no -cido , al respecto , que la mayo r pro po rció n de ello s tiene una media de edad de seis año s o meno s en el mo mento de la ruptura, de cuyo co njunto una gran parte muestra más desajustes psico ló gico s a lo largo de su vida que lo s que pertenecen a familias intactas, si bien tales desajustes no siempre alcanzan niveles clínico s ( 8, 9, 10) .

Las co nexio nes existentes entre la separació n o el divo rcio de lo s padres y las ano malías co nductuales o caracteriales del niño han sido pro puestas desde una am-plia variedad de trabajo s de investigació n, a partir de lo s cuales se han identificado algunas variables que pueden incidir más significativamente que o tras en la apari-ció n de diverso s trasto rno s psico pato ló gico s infantiles, habiendo permitido también una aproximació n a las vivencias infantiles que desarro llan lo s hijo s en este co nflicto .

En este campo , Hetheringto n, Bidges e Insabella ( 11) señalan co mo relevantes una serie de características en el co mpo rtamiento del niño tras el cambio de la co mpo sició n de la « familia» , lo s efecto s negativo s de la ausencia de la figura paterna junto a la típica situació n de la custo dia de la madre, el incremento del estrés eco nó -mico en el grupo co n las subsiguientes co nsecuencias en el trato al hijo , lo s pro ble-mas que derivan del cambio que supo ne pasar de tener do s padres a tener uno so lo y lo negativo que trae co nsigo la existencia de tensió n interparental en el hijo .

Wallerstein y co ls. ( 12, 13) han co nsiderado que el sexo del niño determina diferencias en el desajuste tras un divo rcio o separació n, evidenciando que lo s chico s varo nes parecen tener mayo res dificultades para superar la crisis, tanto en la inten-sidad de sentimiento s negativo s co mo en su duració n, presentando más pro blemas esco lares y más irritabilidad que las niñas.

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pérdida de uno de lo s padres, lo s enfrentamiento s entre lo s pro genito res y la dismi-nució n de sus funcio nes de paternidad.

Para McLanahan y Sandefur ( 15) , el facto r más relevante lo co nstituye la ausen-cia de la figura paterna, aso ciándo la co n un meno r apro vechamiento esco lar, tanto en chico s co mo en chicas, un bajo nivel de empleo labo ral en el caso de lo s varo nes en la adultez y maternidades preco ces cuando se trata de muchachas. La presencia del padre para un desarro llo armó nico de lo s hijo s también resulta crucial en el estudio de Amato y Gilbreth ( 16) . De acuerdo co n sus resultado s, el bienestar del hijo se sustenta en el ejercicio de una paternidad co n auto ridad mo ral y la existencia de estrecho s sentimiento s de afecto entre padre e hijo , siendo ello el mejo r predicto r de lo s resultado s respecto a una inadecuada fo rmació n esco lar, externalizació n de co n-ductas pro blemáticas e internalizació n de pro blemas emo cio nales.

En cuanto a lo s estudio s encaminado s a co no cer las vivencias infantiles, cuando tiene lugar el divo rcio o la separació n de lo s padres, lo s resultado s empírico s permi-ten una buena apro ximació n a esa realidad. A partir de la revisió n llevada a cabo po r Amato ( 17) y Amato y DeBo er ( 18) so bre investigacio nes realizadas en la década de 1990, lo s resultado s enco ntrado s indican que lo s adulto s y niño s de « familias» sepa-radas o divo rciadas puntúan más bajo que sus iguales de « familias» intactas en el campo de las habilidades so ciales y presentan mayo res co nflicto s en sus pro pio s matrimo nio s. Esto s hallazgo s difieren, sin embargo , de lo s enco ntrado s inicialmente po r Cherlin, Chase- Lansdale y McRae ( 19) , según lo s cuales las dificultades de lo s niño s ya eran patentes antes del divo rcio o la separació n. No o bstante, en un estudio po sterio r de Cherlin, Kiernan y Chase- Lansdale ( 20) , lo s resultado s sí co incidiero n co n lo s de Amato ( 17) y Amato y DeBo er ( 18) , al co nstatarse que lo s sujeto s de « familias» separadas o divo rciadas tenían dificultades psico ló gicas impo rtantes des-pués de que llegaran a la adultez. Esta pro lo ngació n en el tiempo de lo s desajustes no se co nfirmó en el estudio de Hetheringto n y Kelly ( 21) , aunque sí enco ntraro n elevado s niveles de ansiedad en adulto s y jó venes de « familias» divo rciadas o sepa-radas, pro blemas en sus relacio nes co n el o tro sexo , así co mo cuando eventualmente acceden al desempeño de funcio nes de paternidad, hallazgo s que co inciden co n lo s enco ntrado s en el estudio lo ngitudinal realizado po r Wallerstein y Lewis ( 22) .

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situa-cio nes co n un final más o meno s trágico . En el caso de lo s pro genito res, el desafío surge po rque tienen que reestablecer el funcio namiento eco nó mico , so cial y parental y en el caso de lo s hijo s po rque, a to das las edades, luchan co n la desco ncertante demanda de tener que redefinir sus co ntacto s co n ambo s padres.

To do ello se hace más co mplejo en aquello s caso s en lo s que el pro genito r custo -dio , que generalmente suele ser la madre, tiene que hacer frente no só lo a la so bre-carga de tensio nes y tareas pro pias de su misió n, sino también al ló gico desajuste emo cio nal aso ciado co n la tensa situació n que suele co nllevar la ruptura co n la pareja. Es po r eso que, co n relativa frecuencia, la figura parental encargada de la custo dia ( las más de las veces la madre) desempeña prácticas educativas erráticas, co n po co co ntro l so bre el co mpo rtamiento del hijo y escasa sistematicidad en el seguimiento de reglas, co n las co nsecuencias negativas que so n de prever en el desarro llo de lo s hijo s.

El estado de crisis del niño , cuando to davía está presente el ló gico desequilibrio emo cio nal del padre o de la madre tras la separació n o el divo rcio , puede exacerbar lo s pro blemas entre ello s en lugar de servir de apo yo mutuo , lo que es especialmente influyente cuando lo s hijo s so n meno res de tres año s ( 11, 12) .

Lo s grandes cambio s en las relacio nes co n ambo s padres se aco mpañan de una elevada ansiedad en lo s hijo s, especialmente cuando la ruptura lo s co ge po r so rpresa, pues, dadas las peculiaridades de la psico lo gía infantil, y teniendo en cuenta que el amo r y la dedicació n de sus padres han desaparecido , tal sensació n de pérdida lleva a lo s niño s de to das las edades a la co nclusió n de que las relacio nes perso nales armó nicas so n irrealizables, y, aún en lo s caso s en que esas relacio nes sigan siendo relativamente adecuadas, no hay garantías de que se mantengan en el futuro . Estas creencias suelen co ntinuar presentes en la ado lescencia y en la adultez, al estar refo rzadas po r la experiencia perso nal en lo s año s cercano s al po divo rcio o po s-separació n, debido al interés que lo s padres mo straro n po r hacer patente el desafec-to que sentían el uno po r el o tro ( 12, 13, 21, 22) .

Si el mo mento de la separació n o el divo rcio de lo s padres o curre siendo lo s hijo s meno res de seis año s, sus primeras reaccio nes so n de temo r y de una pro funda sensació n de tristeza y de pérdida, co nmo ció n e infelicidad, particularmente en el perío -do de la ruptura y en el inmediatamente po sterio r. La mayo r parte de ello s sienten una gran so ledad, desco ncierto e ira hacia sus padres, sentimiento s que siguen sien-do muy po dero so s décadas después.

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también pueda irse, lo que hace más frecuente el llanto desco nso lado , la intensifica-ció n exagerada de co nductas de apro ximaintensifica-ció n y co ntacto físico co n la figura parental que ejerce la custo dia, la aparició n de co nductas regresivas en la alimentació n, las alteracio nes en el co ntro l de esfínteres y en el ritmo del sueño , así co mo la aparició n de co nductas rituales ( so bre to do en to rno al mo mento de irse a do rmir) , to das ellas co mo medidas de co ntro l mágico de las separacio nes del pro genito r, dado que cualquier pérdida de la mera visió n del que ejerce de custo dio es vivenciada co mo susceptible de una nueva pérdida o abando no , co n el co nsiguiente acrecentamiento de la angustia.

Co mo era de esperar, las temáticas de so ledad y de miedo al abando no se hacen más intensas en lo s caso s en lo s que el niño ha sido testigo de cualquier tipo de vio lencia entre sus padres, más aún si alguno de lo s pro genito res estaba bajo lo s efecto s del alco ho l u o tras sustancias tó xicas y hay palabras de chantaje po r en medio en relació n co n quitarse la vida o matar al o tro . Estas experiencias no só lo po nen en marcha una intensa angustia en lo s mo mento s en que tienen lugar, sino que co ntinúan actualizadas en el recuerdo del niño co n to do lujo de detalles, o bien se co nvierten en temas recurrentes en lo s sueño s. Esto significa que, aunque el niño , po r la edad en que la que tienen lugar eso s hecho s, no tenga una clara co nsciencia de las mismas, las vive c o mo ge nuino s traumas psic o ló g ic o s, c re ando la habitual sinto mato lo gía del trasto rno po r estrés po straumático , sínto mas que permanecen a lo largo de mucho tiempo , a veces to da la vida. Es po r eso que, en alguno s jó venes y adulto s, la vivencia de la ruptura entre lo s padres aparece ino pinadamente en fo rma de episo dio s fragmentado s, a mo do de « flash» , en situacio nes claves de sus existen-cias, especialmente cuando sus relacio nes adultas atraviesan punto s crítico s.

Hay multitud de evidencias, pues, que la crudeza del sufrimiento que experimen-tan lo s co mpo nentes de una pareja tras la ruptura de la misma, marca emo cio nalmente al niño de fo rma indeleble. Puede que, co n el paso del tiempo , las influencias de lo s co nflicto s que ro dean la separació n o el divo rcio de lo s padres vayan suavizándo se en intensidad, pero no suelen o lvidarse nunca de fo rma to tal.

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cuidado res de lo s hermano s más pequeño s, o , incluso , a tener que pro teger a un padre o a una madre emo cio nalmente necesitado s. Esta eventualidad puede ser mo -tivo de o rgullo para el niño e incluso favo recer el desarro llo del sentimiento de co mpasió n y de respo nsabilidad mo ral, pero , si la situació n es pro lo ngada, el precio que han de pagar es muy alto , pues pierden la o casió n de disfrutar de lo s privilegio s de la infancia y de la ado lescencia, así co mo de impo rtantes aspecto s de su desarro -llo so cial.

En co ntraste co n sus pares de « familias» unidas, lo s hijo s de grupo s familiares separado s o divo rciado s, juegan meno s, participan po co en actividades extraesco lares y no se implican mucho en pro gramas de enriquecimiento esco lar o vacacio nal. Estas diferencias se deben, además de a la generalizada situació n de precariedad eco nó mi-ca que suelen tener estas « familias» , a la meno r dispo nibilidad de lo s padres para llevar a lo s hijo s a esto s tipo s de aco ntecimiento s, y, más frecuentemente, al cambio de vecindario y escuela habituales, así co mo a causa de las interrupcio nes a que o bliga el cumplimiento del régimen de visitas del padre no custo dio ( 22) .

Po r to do lo co mentado hasta aho ra, se puede afirmar que la gran mayo ría de lo s hijo s de padres separado s o divo rciado s no tienen una infancia feliz. Pero , es más, la año ranza de lo s jó venes después de haber perdido esas o po rtunidades de disfrutar de su infancia, co ntinúa décadas después, co mo reiteradamente hemo s señalado .

¿CUSTODIA COMPARTIDA O EN SOLITARIO TRAS LA SEPARACIÓN OEL DIVORCIO? En gran parte de las separacio nes y divo rcio s, lo s padres to man sus pro pias decisio nes respecto a la custo dia de lo s hijo s sin tener que recurrir al sistema legal vigente en su co munidad o país. Po r lo general, esto s acuerdo s co munes incluyen que la madre se haga cargo de la custo dia física de lo s hijo s, sin que se impida la co nti-nuidad de lo s co ntacto s co n el padre o de que éste siga invo lucrado de alguna fo rma en la educació n de lo s hijo s. No o bstante, co n miras a salvaguardar el desarro llo infantil, hay una serie de legislacio nes que tratando de regular el divo rcio o de la separació n de una pareja co ntemplan la equidad entre madres y padres co mo po sibles custo dio s de lo s hijo s, lo que se co no ce co mo custo dia legal co mpartida ( 23) . Pero , aun en lo s caso s en lo s que uno de lo s padres o btenga la exclusividad de la custo dia, el acceso del niño al padre no custo dio es fo mentado y pro tegido po r dichas leyes, al do tar a éste de la libertad para ejercer su derecho de visitas, incluso en lo s caso s de separacio nes o divo rcio s co nflictivo s o cuando la custo dia del hijo es o bjeto de disputa legal entre ambo s pro genito res.

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co ntacto co ntinuado co n el padre cuando la madre es la respo nsable de la custo dia, siempre que la intensidad del co nflicto entre la pareja no sea demasiado elevada y que amb o s se an pe rso nas e mo c io nalme nte e stab le s. No o b stante, las fallas meto do ló gicas de esto s estudio s pio nero s, especialmente po r el sesgo de las mues-tras seleccio nadas, pro piciaro n nuevas investigacio nes co n muesmues-tras de niño s que vivían co n sus madres, co nfirmándo se alguno s efecto s po sitivo s cuando existía co n-tacto co n el padre no custo dio , aunque sin evidenciar cuáles eran lo s beneficio s que derivaban del co ntacto elevado co n el pro genito r ausente del ho gar ( 27, 28, 29) . En esta línea de investigació n, o tro s estudio s hallaro n que lo s beneficio s en lo s hijo s co n co ntacto s habituales co n el padre no custo dio surgían a determinadas edades y en perío do s co ncreto s de tiempo después de la separació n o el divo rcio , pero no de fo rma generalizada, pues cuando el co ntacto era frecuente, lo s chico s mo straban niveles bajo s en su auto estima ( 30) . Es más, cuando lo s niño s vivían co n su madre y un sustituto del padre, el co ntacto elevado co n el padre bio ló gico no establecía relació n co n la incidencia de pro blemas de co nducta en el hijo . En cambio , cuando vivían co n el padre y una sustituta de la madre, eso s pro blemas eran meno s frecuen-tes cuando tenían a menudo co ntacto co n la madre bio ló gica.

Po r o tro lado , la reso lució n legal de co mpartir la paternidad puede presentar, desde el punto de vista psico ló gico , diferencias en cuanto a la manera de desempe-ñarla. El estudio lo ngitudinal de Macco by, Buchanan, Mno o kin y Do rnbusch ( 31) detectó tres patro nes psico ló gico s de custo dia co mpartida después del divo rcio : de co o peració n, de ho stilidad entre la pareja y de aislamiento entre sí de la pareja.

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En principio , y a pesar de que el niño reparte su vida entre do s ho gares diferen-tes, el estilo co o perativo resulta ser el de meno r mo tivo de co nflicto s. Las dificulta-des que pueden derivar de la co o peració n de lo s padres en la custo dia del hijo , o bedecen a la incidencia de variables co mo la edad ( cuanto más jó venes so n lo s pro genito res, más po sibilidades de co nflicto s) , el tamaño de la « familia» ( cuanto más amplia, más dificultades) , que la custo dia haya sido o no determinada legalmen-te, que se den diferencias en la percepció n de lo s padres de có mo se invo lucró el o tro en la crianza del hijo antes de la separació n o el divo rcio y de la presencia de criterio s distinto s en la co nsideració n del bienestar del niño en el ho gar de uno u o tro pro genito r.

A pesar de que desde la década de lo s setenta del pasado siglo la custo dia co mpartida ha sido co nsiderada, so bre to do en lo s países anglo sajo nes, co mo la mejo r o pció n en la separació n y el divo rcio , po rque se supo ne que salvaguarda mejo r el bienestar de lo s hijo s habido s en esas parejas ( 32, 33) , to davía sigue abierto el debate entre partidario s y o po nentes a la misma ( 34, 35, 36) . Lo s argumento s a favo r de la custo dia co mpartida se han centrado en lo s beneficio s para el niño de mantener las relacio nes co n ambo s padres. Po r el co ntrario , el principio de la igualdad legal de lo s pro genito res para ejercer sus funcio nes en el cuidado y educació n de lo s hijo s, ha sido o bjeto de crítica po r parte de alguno s auto res, al alertar so bre el po sible riesgo de co nflicto s de lealtad en lo s niño s que mantienen lazo s afectivo s estrecho s co n ambo s pro genito res, alterando la necesidad de estabilidad en la vida del niño y perjudicándo lo s po r la expo sició n co ntinuada de éste al co nflicto entre lo s padres, al intensificarse la tensió n entre la pareja en virtud del co ntacto que sus visitas pueden acarrear.

En o pinió n de Turkat ( 37) , el acuerdo igualitario respecto a las respo nsabilidades parentales que implica la custo dia co mpartida, no siempre se cumple en una gran mayo ría de caso s. El tipo más habitual de acuerdo de custo dia co mpartida co nlleva la designació n de uno de lo s padres co mo el que primariamente reside co n el hijo y del o tro co mo el que no reside habitualmente co n él. Esto supo ne que uno de lo s padres, justamente el residente, desempeña durante más tiempo sus funcio nes co n el niño , tiene mayo res respo nsabilidades hacia él y disfruta más de su presencia. En cambio , el padre no residente no tiene tales ventajas, siendo el que usualmente se encarga del apo yo eco nó mico . Esta situació n evidentemente no respo nde a lo que judicial-mente se entiende y co nsidera que es la custo dia co mpartida ( 38) .

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después de la ruptura de la co nvivencia, o , sencillamente, po rque lo s que se han separado o divo rciado puedan ser demasiado o ptimistas respecto a esa nueva situa-ció n. El pro blema se hace aún más patente cuando se co nsideran las co nductas antago nistas que, a menudo , desempeñan lo s litigantes durante to do el pro ceso de separació n o divo rcio ( 41) , que pueden ir desde la denuncia del empleo de tácticas so terradamente malicio sas po r parte del co ntrario , hasta el fo mento de la animo sidad entre lo s amigo s o lo s parientes cercano s ( 42) .

Obviamente, al margen de lo s co ndicio nantes legales que sustenten el o to rgar una paternidad co mpartida o de lo s facto res que expliquen la deso bediencia de la misma, lo cierto es que alguno s padres desempeñan co nductas dañinas, y, po r tanto , no actúan po r el mejo r interés de sus hijo s ( 43) . En o pinió n de Turkat ( 37) , la base de la custo dia co mpartida es asegurar que lo s hijo s de padres separado s o divo rciado s tengan el beneficio de mantener la influencia de ambo s padres co mo medida de pro tecció n a sus desarro llo s armó nico s. Po r tanto , en nuestra o pinió n y dado lo delicado del tema, la decisió n legal de o to rgar la custo dia co mpartida a una pareja divo rciada debe ser valo rada co n sumo cuidado , po rque si un pro genito r no co ntribu-ye o asume razo nablemente su respo nsabilidad para co n sus hijo s, está pro mo cio nado en ello s su disfunció n perso nal ( 44, 45) .

PATERNIDAD COMPARTIDA Y RIESGOS DE DISFUNCIÓN EN EL DESARROLLO DE LOS HIJOS: SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL, SÍNDROME DEL PROGENITOR MALI-CIOSO, SÍNDROME DE LA INTERFERENCIA SEVERA Y SÍNDROME DE LA FALSA MEMORIA

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De tales ano malías parentales, es relativamente frecuente la estrategia dada po r el Síndro me de Alienació n Parental de Gadner ( 46) . Se trata de una manio bra en la que uno de lo s padres dirige, de fo rma so lapadamente sutil y perversa, a lo s hijo s co ntra el o tro pro genito r, sin que exista una justificació n razo nable para ello . Gardner ( 54) lo delimita co mo un deso rden que surge casi exclusivamente en lo s co ntexto s de disputa po r la custo dia del hijo , abo cando en pro gramacio nes que tienen co mo o bje-tivo central alienar a un pro genito r, haciendo una especie de « lavado de cerebro » co ntra el o tro pro genito r o induciendo a esa alineació n mediante una campaña de desprestigio co ntra el padre victimizado . No se trata só lo de un « lavado de cerebro » de uno de lo s padres co ntra el o tro : lo s pro pio s hijo s en esa manipulació n, a menudo co ntribuyen y co mplementan lo que se ha previsto para la pro gramació n co ntra el padre- víctima. Si la manio bra tiene éxito , tal cuadro puede llegar a crear multitud de trasto rno s en to do s lo s sujeto s implicado s ( 48, 50, 54) . Esta entidad clínica fue ampliada po r Darnall ( 55) , al co nsiderar que, en mucho s caso s, el padre que desarro -lla la campaña de desprestigio hacia el o tro pro genito r manipula aco ntecimiento s reales hasta co nvertirlo s en irreco no cibles.

En cualquiera de esto s caso s, estas co nductas so n altamente perjudiciales para lo s hijo s victimizado s, el padre o bjeto del daño y las relacio nes entre ambo s, so ca-vando seriamente la paternidad co mpartida. Este tipo de actuacio nes psico pato ló gi-cas es habitual en lo s pro ceso s de separació n o divo rcio en lo s que lo s padres enta-blan una intensa lucha po r o btener la custo dia de lo s hijo s y también en las disputas que entablan respecto a las visitas y aspecto s relacio nado s co n el litigio en general, co mo la diso lució n de lo s bienes eco nó mico s de la pareja ( 56) .

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siente la figura parental anó mala y el hijo no só lo está dirigido hacia la figura desprestigiada, sino a to do el ento rno familiar de éste ( abuelo s, tío s, primo s, etc.) , cuando previamente se había tenido co n ello s adecuadas relacio nes afectivas.

Según la intensidad del pro ceso de alienació n, Gardner ( 49, 54) diferenció tres tipo s de Síndro me de Alineació n Parental: leve, mo derado y severo . Estas tres mo da-lidades no co nstituyen entidades no so ló gicas precisas, sino tres fo rmas graduales en el co ntinuum del SAP.

El tipo leve, se co rrespo nde co n la etapa en do nde se pro ducen las visitas co n el padre no custo dio , sin que aún o curran grandes situacio nes de co nflicto . To davía, la intensidad de la fase de desprestigio es de baja intensidad, aunque ya se haya inicia-do , lo s sentimiento s de culpa co n el padre desprestigiainicia-do están aún presentes en el niño y lo s lazo s afectivo s que le une a ese pro genito r, siguen siendo relativamente fuertes.

En el tipo mo derado , co mienzan lo s co nflicto s en las visitas co n el padre no custo dio , especialmente en el mo mento de la entrega de lo s hijo s, siendo frecuentes lo s enfrentamiento s entre la pareja. La campaña para denigrar al o tro pro genito r se acentúa, ampliándo se lo s ámbito s del descrédito y haciéndo se cada más frecuente. El niño muestra claramente su afecto po sitivo hacia el padre atacante, a la vez que culpabiliza al o tro de to das las situacio nes de co nflicto que surgen. En esta fase, suele iniciarse la extensió n del rechazo hacia la familia del pro genito r no custo dio . El padre manipulado r se encarga de info rmar arbitrariamente al niño de la marcha del pro ceso legal, así co mo de las iniciativas legales emprendidas en su co ntra po r el o tro pro genito r. Igualmente, co mienzan las interferencias de las visitas, utilizando excusas de to da índo le, bien para aco rtarlas, bien para impedirlas. Ló gicamente, lo s lazo s afectivo s co n el padre no custo dio se van deterio rando y se intensifican lo s establecido s co n el padre custo dio . Cuando el trasto rno se sitúa en este nivel, si hay vario s hijo s, es frecuente que el mayo r participe más en el pro ceso del desprestigio , tratando de implicar a lo s hermano s más pequeño s.

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Las co nsecuencias del Síndro me de Alienació n Parental en lo s hijo s so n muy severas. Según Aguilar Cuenca ( 57) , la principal es que el niño víctima pierde sus vínculo s afectivo s co n uno de lo s pro genito res, ruptura que o rigina una serie de reaccio nes negativas, co mo elevado s niveles de angustia y miedo a la separació n del pro genito r manipulado r, so bre to do ante la presencia del o tro padre. Estas disfuncio nes emo cio nales pro vo can, a su vez, particularmente en lo s niño s pequeño s, alteracio nes en lo s patro nes de alimentació n y del sueño , aparició n de co nductas regresivas, bajo rendimiento académico y atencio nal, pérdida de habilidades so ciales, ausencia de empatía y escaso co ntro l de lo s impulso s. Igualmente, lo s niño s que so n víctimas del SAP po seen una auto estima muy baja que intentan elevar a través del reco no cimien-to y el afeccimien-to de lo s o tro s, utilizando la manipulació n co n esas perso nas. Pero , co mo no siempre lo lo gran, las o casio nes para sentirse frustrado s suelen ser frecuentes y mal co ntro ladas.

Po r o tro lado , cualquier tipo de infidelidad hacia el padre alienado r es duramente castigada po r éste, siendo habituales lo s chantajes afectivo s, la retirada de las mues-tras de cariño e incluso lo s castigo s físico s o de o tro o rden. A largo plazo , lo s efecto s del trasto rno so n muy negativo s si, ya adulto , el sujeto tiene o casió n de co mpro bar cuáles fuero n realmente las relacio nes co n el padre alienante, lo que abo ca en la decepció n y el desengaño po r haber sido utilizado po r él, apareciendo ento nces sentimiento s de culpa co n respecto al pro genito r o bjeto de la desacreditació n.

Turkat ( 37) pro po ne que lo s criterio s que deben tenerse en cuenta para co nside-rar disfuncio nal una paternidad co mpartida, so n, en primer lugar, que uno de lo s padres vio le significativamente el acuerdo legal de paternidad co mpartida al que está sujeto , empleando co nductas ho stiles o falta de co o peració n hacia el o tro padre, y, en segundo lugar, que eso s co mpo rtamiento s afecten muy negativamente a lo s niño s implicado s y al o tro padre. A partir de estas do s premisas, se pueden distinguir tres tipo s de co nductas que evidencian la vio lació n del acuerdo de paternidad co m-partida: a) que la co nducta ho stil esté directamente dirigida al o tro padre; b) que la ho stilidad hacia el o tro padre se ejerza de manera indirecta; y, c) que se lleve a cabo acto s de no co o peració n. Esto s tres aspecto s pueden tener diferentes grado s de disfuncio nalidad, según có mo lo s desempeñen lo s implicado s.

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pre-sente. Naturalmente, esto s último s tipo s de co nductas tienen meno s po tencial dañi-no , pero , dañi-no o bstante, es impo rtante que lo s pro fesio nales tengan en cuenta esto s acto s de no - co o peració n de « bajo perfil» a la ho ra de evaluar la situació n.

Una variante del SAP es el llamado Síndro me del Pro genito r Malicio so ( 53) , en el que el padre custo dio hace que sean directamente lo s hijo s lo s que realicen la misió n pato ló gica de hacer daño al o tro pro genito r, sirviendo de herramienta en una campa-ña de castigo al padre en múltiples niveles. Al respecto , algunas de las más destructivas fo rmas de disfunció n en la paternidad co mpartida pueden incluir el secuestro , el abuso físico y el crimen, en cuyo caso po dríamo s hablar del Síndro me de Interferen-cia Severa ( SIS) .

Finalmente tiene interés señalar que un efecto relativamente tardío que puede traer co nsigo el SAP es un trasto rno que Gardner ( 54) bautizó co mo Síndro me de la Falsa Memo ria ( SFM) , que aparece en jó venes, so bre to do en chicas, que han sido víctimas de la manipulació n de uno de lo s padres. Este síndro me se caracteriza fun-damentalmente po r la creencia persistente en el hijo de que ha sido o bjeto de abuso sexual en la infancia, lo que no ha sucedido realmente, incluyendo elemento s absur-do s o impo sibles, así co mo que alguno s de lo s miembro s cercano s de la familia facilitaro n dicho abuso , to do lo cual se suele rememo rar en el curso de intervencio -nes psico terapéuticas co n ausencia de culpa.

CONCLUSIONES

La « familia» es la base del desarro llo humano , dado que es el co ntexto so cial privilegiado para do tar de las co ndicio nes necesarias que favo rezcan el que sus miembro s inmaduro s, inexperto s e insuficientes, co mo so n lo s hijo s, alcancen su auto no -mía a to do s lo s niveles. Además de lo s cuidado s físico s necesario s que garanticen su supervivencia, la « familia» es la que pro po rcio na el clima afectivo indispensable para que el pro ceso evo lutivo transfo rme al ser bio ló gico que es un bebé, en una perso na, en un ser bio psico so cial.

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seguridad de dispo nibilidad inco ndicio nal de lo s padres, lo que pro po rcio na recurso s imprescindibles ante cualquier situació n que pueda implicar peligro o amenaza a su perso na.

La calidad de estas primeras relacio nes afectivas no só lo so n claves para el rro llo emo cio nal, sino que también tienen repercusio nes muy impo rtantes en el desa-rro llo so cial del niño , al co nstituirse en el mo delo representacio nal que va a guiar el tipo de relacio nes que el sujeto establezca en el futuro .

Esta necesidad inicial de seguridad o estabilidad afectiva, se ve seriamente ame-nazada cuando , po r un divo rcio o una separació n, se ro mpe el grupo familiar. En estas circunstancias, el mundo afectivo del niño se ve zarandeado po r la pérdida o ausencia de uno de sus pilares de seguridad: uno de lo s padres. Ante la separació n de lo s mismo s, to do s lo s hijo s, especialmente lo s meno res de seis año s, sienten una gran co nmo ció n que trae co nsigo una intensa angustia, tristeza y do lo r, pudiendo despertarse en ello s un miedo cerval a ser co mpletamente abando nado s. Esto s tras-to rno s emo cio nales, po r desgracia, no suelen superarse co n el paso del tiempo , sino que, po r el co ntrario , permanecen co n mayo r o meno r intensidad a lo largo de la vida ( 37) .

Habida cuenta de que las tasas de separació n y de divo rcio so n elevadas en el mundo entero , se tiende a minimizar las co nsecuencias negativas que pueden aca-rrear en lo s hijo s, tratando de aliviar las co nsecuencias de las rupturas po r medio de ciertas medidas legales co n las que pro teger a lo s hijo s, co mo so n la custo dia co m-partida y en meno r medida en so litario .

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Dada la indeseable o currencia de estas circunstancias, y en aras de pro mo ver el desarro llo armó nico de lo s más indefenso s, se hace imprescindible que lo s distinto s pro fesio nales que intervienen en un pro ceso de separació n o divo rcio , so bre to do cuando hay hijo s meno res, se muestren sensibles a la po sibilidad de una manipula-ció n de alguno de lo s padres en la realidad de lo s hecho s, po rque ello po ndría en evidencia que la figura parental en cuestió n carece de credenciales que garanticen el ejercicio de su funció n de salvaguarda en el desarro llo integral de sus hijo s.

En cualquier caso , y po r to do lo expuesto hasta aho ra y co n miras a favo recer un desarro llo infantil sano , co nsideramo s que ante una situació n de separació n o divo r-cio en do nde hayan implicado s hijo s de co rta edad, se hace indispensable que lo s padres co ntinúen pro po rcio nándo les la seguridad y el afecto inco ndicio nal que nece-sitan para su adecuado ajuste y pro greso evo lutivo , lo que implica facilitarles el acceso libre y frecuente al pro genito r no custo dio , siempre que no se den co ntraindi-cacio nes po r trasto rno s psiquiátrico s graves, etc. ( 60) . Esta reco mendació n requiere, pues, que se invo lucren lo meno s po sible a lo s hijo s en lo s pro blemas surgido s entre ambo s pro genito res, habida cuenta que la ruptura de las relacio nes en una pareja debiera afectar só lo y exclusivamente a sus do s miembro s básico s.

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Reyes Vallejo Orellana Psicó lo ga,

Pro feso ra de la Facultad de Psico lo gía. Universidad de Sevilla.

Fernando Sánchez- Barranco Vallejo Médico . Sevilla.

Pablo Sánchez- Barranco Vallejo Psiquiatra

Department o f Psychiatry

New Yo rk University Scho o l o f Medicine. Bellevue Ho spital Center New Yo rk, NY, USA.

Co rrespo ndencia: Reyes Vallejo Orellana

Facultad de Psico lo gía de la Universidad de Sevilla C/ . Camilo Jo sé Cela, s/ n.

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