LA MALARIA-ENFERMEDAD INTERNACIONAL Por el DR. CARLOS E, PAZ SOLDAN
Vocal de Za Oficina Sanitaria Panamericana y Profesor de la Facultad de Medicina de Lima
(La Reforma Médica, de Lima)
Los recientes trabajos científicos sobre la Malaria llevados a cabo bajo la generosa bandera internacional de Ginebra y que comienza a con- densarse en notables publicaciones como la “Memoria sobre el viaje de estudios realizado en algunos países de Europa en 1924” (C. H. 273) que acaba de someter al Comité de Higiene de la Sociedad de las Naciones su Comisión de Paludismo, trabajo que puede consi- derarse como uno de los más sobrios y precisos sobre nuestros cono- cimientos respecto de esta enfermedad; la inminente reunión en Roma del primer Congreso Internacional sobre la Malaria y en el que tomarán parte delegados oficiales de todos los países del mundo; el reciente viaje de nn grupo de médicos sanitarios argentinos a Ita- lia para perfeccionarse en el dominio y técnica de la Malaria; los cursos ‘abiertos en Londres, París y Hamburgo por iniciativa del organismo de Ginebra para los médicos de cualquier nacionalidad que quieran doctrinarse sobre este particular y hasta el curso local organizado por el Departamento de Saúde Pública del Brasil con el auxilio espiritual y material de la Rockefeller Foundation en Río
de Janeiro, indican que el paludismo, hasta ayer objeto únicamente de las preocupaciones nacionales, comienza a vivir una nueva etapa: la de la internacionalización de su estudio, preludio para llegar a su erradicación mundial.
Ante este movimiento intenso, que apenas data de dos o tres años atrás, puede afirmarse que la Malaria se ha convertido en una enfermedad internacional. Expliquemos el alcance de este calificati- vo. Hasta ahora poco las enfermedades internacionales eran el Cólera, la Fiebre amarilla y la Peste. Su internacionalización dependia de
las reglas diplomáticas de profilaxia que guiaban a los diversos paises y que constaban en docume&os públicos y oficiales : las Convenciobes de París y de Wáshington y los tratados entre países limitrofes o solidarios frente a sus posibles acometidas. El reciente Código Sa- nitario Panamericano ha ampliado el mímero de las enfermedades susceptibles de interesar la profilaxia internacional y es seguro que por esta vía se llegará a comprender todos los grandes flajelos que entraban en el libre desarrollo sanitario de los pueblos.
De acuerdo con este concepto he aquí como definimos la interna cionalización de una enfermedad. Se trata de una proposición que tuvimos el honor de presentar a la Conferencia americana de la Lepra reunida en Río de Janeiro en octubre de 1922.
El criterio de la internacionalización de una enfermedad decíamos entonces, y repetimos ahora está precisado por lo siguiente :
a) Declarción internacional por cada país afectado de los casos de enfermedad, comunicándolos ya a las oficinas existentes tales como la de París, Wáshington, etc., o bien a los países extranjeros más directamente interesados ;
b) Fijación de procedimientos profilácticos respecto a los viajeros enfermos que puedan presentarse en los diversos medios de transporte humano : navíos, ferrocarriles, aviones, etc. ;
c) Determinación de reglas generales de profilaxia, deducidas de la práctica universal y que no estén condicionadas por consideraciones de lugar, costumbres, hábitos sociales, etc.;
d) Divulgación internacional de las medidas de defensa adoptadas para cada país respecto a la enfermedad y ;
e) Comunicación oficial a los demás países de las leyes y regla- mentos relativos a la lucha contra la enfermedad.
Hasta ahora pocos años no se había aceptado unánimementepor los higienistas, impregnados de un nacionalismo estrecho, que esta inter- nacionalización de los estudios y métodos de lucha relativos a las enfermedades pestilenciales pudiera representar un positivo progreso para el mejor conocimiento de las modalidades nosográficas y epide- miológicas de estas enfermedades y por consecuencia para su control sanitario. La guerra que tantak cosas ha enseñado con sus métodos de dolor y de sangre, ha venido a demostrar asimismo que la interde- pendencia de los diversos pueblos, impuesta por la civilización con sus progresos de intercambio y comunicaciones, se impone en las cosas de la salud y que en ningún campo puede realizarse obra más fecunda en resultados positivos que en éste en donde se conciertan los esfuerzos de cada país por incrementar la vida de sus habitantes, en lugar de esas ententes para intensificar, por la lucha, las fuerzas de la muerte.
La malaria, plaga secular, terrible flajelo de los pueblos en todas las latitudes del planeta y uno de los más poderosos obstáculos opuestos a la expansión de la actividad productora, ha aparecido en cuanto se coordinaron los espíritus para las empresas cordiales del saneamiento como el más grande y peligroso enemigo. Y esta trans- formación del criterio nacional está ya produciendo sus primeros frutos. El delegado de la Gran Bretaña Sir George Buchanan ha tenido la suerte de iniciar esta obra, en el Comité de Higiene de la Sociedad de las Naciones.
En la sesión celebrada por el Comité provisional de la Sociedad, en París, en su sexta reunión, durante el mes de junio de 1923, a pedido de Buchanan se aprobó la proposición del coronel de sanidad Dr. S. P. James para que se fijara : a) La extensión del paludismo en Europa y ; b) Se organizara un comité de expertos encargados de coordinar y de sugerir las líneas de acción profiláctica, deducidas del estudio de la enfermedad.
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Esta proposición dió vida al Subcomité de Paludismo, formado por los doctores Lutrario, Buchanan y León Bernard, encargado de llevar adelante este estudio, el que más tarde se convirtió, con la elección de nuevos miembros y de experimentados técnicos, en la gran Comisión de Paludismo de la Sociedad de las Naciones, en cuyo seno están las eminencias malariólogas del mundo.
La Comisión desde el comienzo de sus trabajos ha tratado de fijar las normas más útiles para dar cima a su gigantesca tarea. Y su primer informe, que motiva este comentario, presentado en la reunión de abril del presente año a la consideración del Comité de Higiene, viene a demostrar concluyentementé cuanto acierto hubo en interna- cionalizar el estudio de la malaria, como preludio indispensable para combatir la extensión pavorosa que está alcanzando esta enfermedad en el mundo. Ante tal resultado no cabe discutir la utilidad de la internacionalización de las enfermedades pestilenciales. Es verdad que la razón fundamental que decidió a los higienistas del viejo mundo a dar este paso fueron las serias preocupaciones sanitarias de Europa ante el alarmante desarrollo epidémico de la malaria en Rusia, en los Balkanes y en otros muchos puntos en donde era desconocida.
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En el porvenir los trabajos de los higienistas, unidos bajo un amplio concepto humano, procurarán gracias a esta acción solidaria, nuevas y alegres horas felices de victoria sobre esta plaga secular que como una maldición pesa sobre la vida, la salud y la riqueza de los pueblos.
