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TRADUCCIÓN REALIZADA POR: ALICIA FLORES ROCHA GRUPO: 1702 PROFESOR: GERMÁN ÁLVAREZ MATERIA: TEORÍAS Y SISTEMAS I CAPÍTULOS: 6, 8 Y APARTADO DE FILMOGRAFÍA SELECTA

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

Traducción de libro:

Reconstructing Criminality in Latin America*

TRADUCCIÓN REALIZADA POR: ALICIA FLORES ROCHA

GRUPO: 1702

PROFESOR: GERMÁN ÁLVAREZ

MATERIA: TEORÍAS Y SISTEMAS I

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Aguirre, C. y Buffington, R. (eds.) (2000). Reconstructing Criminality in Latin America. Wilmington, Delaware: Scholarly Resources Books.

CAPÍTULO 8

“Dirigido por una imperiosa necesidad moral”: prostitutas, mujeres embarazadas y nacionalismo en el México Revolucionario.

Kattherine Elaine Bliss

La larga década de la revolución social (1910-1920) tuvo un significado impactante en la actitud del gobierno sobre el crimen y la delincuencia.

La Constitución progresiva de 1917 en particular, comprometió los regímenes post-revolucionarios para que los trabajadores laboraran adecuadamente, la Reforma de la Tierra y la Educación Secular. Para tener seguridad, México podría haberse modernizado y haber dejado de pisotear a la clase pobre y ayudar para erradicarla, así como en el caso del alcoholismo y la delincuencia.

Solo en contraste para el “criminal”, el antiguo régimen del Porfiriato, el estado Post-revolucionario debe reconocer que es responsable y prever lo necesario para resarcir el progreso social. Este proceso de progreso pudo haber culminado en el régimen de Lázaro Cárdenas (1934-1940).

El ensayo del notable Pablo Piccato (capítulo 6) mencionó la resistencia de la clase pobre a la ingeniería científico social. Esta resistencia pudo haber generado caos e individualismo. Sin embargo, Katherine Bliss, asistente de profesor de historia de la Universidad de Massachusetts-Amherst, argumenta que las ideologías del estado Mexicano post-revolucionario originaron posibilidades para que se formaran resistencias organizadas entre grupos de delincuentes como las prostitutas.

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En septiembre de 1926, en la Ciudad de México, cinco prostitutas quienes se auto identificaron así mismas como:”mujeres fuera de casa”, escribieron al Presidente Mexicano Plutarco Elías Calles para quejarse por los abusos que sufrían como pacientes en el tratamiento de la sífilis en

el Hospital Morelos1.

Las mujeres comenzaron sus cartas diciendo que habían sido movidas por una imperiosa necesidad moral, y pedían que se les atendiera en sus enfermedades.

Solo seis meses después, el Gobierno federal anunció una serie de nuevas “reglas respecto al ejercicio de la prostitución”. Josefina Salazar, María Reyes, Amalia Domínguez, Ana Rosas e Irma Vázquez, protestaban que las nuevas políticas gubernamentales respecto a sus actividades en la Ciudad las gobernaban tan mal como que su internamiento en el hospital a causa de la

sífilis era perjudicial para ellas y sus intereses2.

En el texto completa: estas mujeres se quejaron por el hecho de que los Administradores del Hospital las obligaban a que trabajaran en la limpieza, aún estando convalecientes. Ellos argumentaron también que necesitaban que tres o más mujeres compartieran una cama, principalmente cuando tenían enfermedades infecciosas. Además recibían palizas y abusos

verbales. Y les hacían rápidos exámenes ginecológicos3.

Más notablemente, estas mujeres se quejaban amargamente acerca de nuevas discriminaciones, las cuales les prohibían llevar a sus hijos al hospital para recibir algún tratamiento, o tener tratamientos médicos de larga duración por transmisión sexual como sífilis, gonorrea, e infecciones urinarias.

En sus cartas al presidente, Salazar, Domínguez, Rosas, Reyes y Vázquez hablaron sobre sus padecimientos en la calle y de sus preocupaciones como madres por dejar a sus hijos solos o con amigos mientras ellas se restablecían en el hospital, pues pensaban que dejar a sus hijos en

la calle era ruin4.

Estas reclamaciones de las prostitutas aumentaron sus servicios a la sociedad, su amor por la libertad y su respeto a los principios de la revolución Mexicana pensando que así la autoridad pública podría tomar seriamente sus quejas.

En el texto de su carta para el Presidente Calles las prostitutas advirtieron que:“ Si como mujeres de la vida galante somos juzgadas, nosotras queremos recordarle a usted y a toda la sociedad que nosotros somos la garantía de la casa”.

Argumentaron una serie de preocupaciones, en lo referente a los sucesos del estado Mexicano en cuanto a la asistencia social dada para sus necesidades. Ellas decían que entendían el rol de

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la protección de los proyectos revolucionarios para “secularizar” y “modernizar” la vida social Mexicana.

Las mujeres contaron al Presidente que “solo él podía resolver este problema” ya que no debían prohibirles tener a sus hijos en el hospital Morelos porque esto las obligaba a que los abandonaran, dejándoselos a su cuidado a compañeras del trabajo o a personas de su confianza. “Para nosotras es imposible seguir tolerando esto”.

En todas las ciudades, esto solo se ve en lugares atrasados o subdesarrollados, el sufrimiento o maltrato de los inocentes enfermos va más allá del orden de la piedad, conciencia, cultura y educación. En el presente caso, sin embargo, el cultivar cada principio no existe y pensamos

que hemos retrocedido en las libertades de la Revolución5.

En esta Carta, - y en otras muchas más en las cuáles las prostitutas son dirigidas por autoridades de Salud Pública, correcciones oficiales, concejales de las ciudades y Presidentes en México entre 1918 y 1940- las mujeres se sabían así mismas como miembros de un grupo social ampliamente considerado como “casi criminal” por eso demandaba la asistencia gubernamental, y para protestar oficialmente por los conceptos de su trabajo como inmoral y anti-revolucionario.

Llamándose así mismas:“hermanas de la desgracia”, estas mujeres articulaban sus interpretaciones de las promesas de la Revolución Mexicana y el estado, de la manera en que ellas esperaban beneficiarse de estos objetivos de asistencia social hacia grupos marginados; promoviendo beneficios colectivos sobre los intereses individuales, y fomentando la joven

protección política6. Como escritoras de cartas y protestantes, estas mujeres trabajaban de

manera grupal para compartir su visión moral con un régimen revolucionario que buscaban

limitar su visibilidad y presencia pública, ante un rápido crecimiento de la metrópolis7.

No obstante, los intereses del estado Mexicano en cuanto a la actividad sexual de la población

se han establecido desde antes de la revolución8. Desde 1538, Isabel de Portugal concedió al

ayuntamiento o consejo de la ciudad, un monopolio en la administración de burdeles. Y hacia el final del periodo de la colonia, públicamente, dentro de la administración de las instituciones correccionales se negociaba ya la actividad sexual para los internos. Por otra parte, en 1851, oficiales de la policía, en la Ciudad de México, se mantuvieron abiertos a la discusión para la apertura de los reformatorios dedicados específicamente para las prostitutas “arrepentidas”.

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franceses abandonaron México en 1867, Burócratas Liberales, adoptaron el reglamento,

modificándolo solo levemente entre 1876 y 18989.

Entre 1918 y 1940, mas ó menos, el interés del estado Mexicano en cuanto a prostitución, coincidió con las preocupaciones a nivel internacional sobre el fenómeno social de “la trata de blancas”, la incidencia de decesos por enfermedades de transmisión sexual, y la implementación

de políticas de higiene pública, respecto a la formación de la familia y la reproducción10. Sin

embargo, en el contexto del nacionalismo revolucionario, anticlericalismo, y asistencia social, el estado se interesó en la reforma de las prácticas culturales como la asistencia a los burdeles; organizando grupos que empezaran a trabajar para reducir la visibilidad de la prostitución, que no iba de acuerdo con los principios del estado revolucionario, como un trabajo de progreso

económico y mujeres correctas11.

Este ensayo examina los caminos a través de los cuales las prostitutas perciben este ataque en su manera de ganarse la vida y escribiendo a los oficiales públicos con notable franqueza acerca de sus vidas, relatando su trabajo para la revolución, y presionando el estado con respecto a su intervención en el comercio sexual.

Lo anterior se encuentra organizado alrededor de los siguientes temas: Primero, exploro a las prostitutas recorriendo caminos, remarcando que la decisión para entrar al comercio sexual fue siempre individual, guiada cuando mucho por circunstancias sociales y económicas, así como por agentes humanos de la vida de la mujer. En la segunda sección, me pregunto cómo las prostitutas articulan sus intereses comunes y se ven a sí mismas como una colectividad, estando individualmente de acuerdo. Tercero, analizo la identidad colectiva que las prostitutas asumieron como madres, nacionalistas y revolucionarias para poder acercarse a los funcionarios públicos, examinando sus estrategias para defender su estilo de vida y su significado de sobrevivencia por la manera en la cual protestaron a las políticas públicas post-revolucionarias que amenazaban su bienestar.

“El Final del Camino”: De pueblo a guarida de vicio

“El Final del Camino” fue el título de una película que trata el tema de la enfermedad anti-venérea y fue exhibida en la pantalla por los funcionarios de salud pública en los cines de la

ciudad tales como el Cine Isabel o el Progreso Mundial por mediados del año 192012. Las

audiencias se horrorizaron con las imágenes gráficas sobre las enfermedades infecciosas venéreas adquiridas por el abuso de las funciones fisiológicas o causadas por los vicios.

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El propósito de las autoridades al exhibir esta película era impresionar a los cinéfilos, con la idea de que vieran lo doloroso y penoso que era la muerte degenerativa y se dieran cuenta de: “el final del camino” destinado principalmente para las prostitutas y esos hombres que mantenían relaciones sexuales con ellas.

Pero ¿cuál era el típico “camino” que una prostituta transcurría a lo largo de su vida? ¿Cuáles eran las circunstancias sociales, las crisis económicas, el mundo ocupacional, y el tipo de relaciones sexuales mediante este camino de salud pobre para mujeres que empezaban el deceso de este torturador padecimiento?

Los periódicos publicaban: “temperamento tropical” cuando describían por qué las mujeres se

introducían a la prostitución.13 Los tabloides del delito, tales como el de: Detectives, el mejor

semanario de México llamaba prostitutas a “mujeres con pelo en su pecho”, “la batalla femenina de la muerte”, y “vendedoras de amor barato”, y se describían como usuarias de drogas y

buscadoras del lujo14.

En los manuales escolares advertían a los alumnos para alejarse de esas “amigables mujeres”

quienes probablemente iban a ser prostitutas por su facilidad natural15.

Las trabajadoras sociales frecuentemente citaban a jovencitas que demostraban su “gran afecto

por el sexo masculino” suponiendo que ellas debían estar enteradas del comercio del sexo16.

Las feministas citaban a la pobreza y el abuso por familiares masculinos o conocidos como

factores casuales de este comercio17.

Por su parte, los criminólogos apuntaban a un mal físico llamado hiperfunción ovárica, en el que supuestamente las prostitutas tienen más altos los niveles de hormonas femeninas, lo cual

explicaría su tendencia hacia el comercio sexual18.

Entre este desconcertante despliegue de explicaciones para la preponderancia de la prostitución en la Ciudad de México revolucionaria, funcionarios públicos estimaron que en 1918, había

20,000 prostitutas solo en un área metropolitana de 1.229,576 de habitantes19.

Cuando trabajadoras sociales o funcionarios públicos preguntaron a las propias prostitutas acerca de sus actividades y de cómo ellas podían intercambiar una relación sexual por dinero o comida, las mujeres comentaron que su camino al trabajo en un burdel fue muchas veces sin desearlo, se fue dando por el bajo nivel de la educación femenina en México, fue determinado

 

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por las oportunidades limitadas de trabajo para mujeres en las labores urbanas, y provocado por las problemáticas familiares y por el poder de la desigualdad de relaciones entre los hombres y las mujeres con quienes ellas vivían.

Muchas de las prostitutas, eran mujeres que emigraban de otras ciudades, con escasa educación y pocas habilidades vocacionales y con trabajos itinerantes como vendedoras en las calles, servidoras domésticas, o aprendices en las fábricas.

Toda esta serie de vicisitudes fueron factores en sus eventuales decisiones para vender favores

de sexo, como una forma de obtener dinero para ganarse la vida.20 Las prostitutas

frecuentemente decían que con su trabajo pagaban la renta por su “carencia de preparación” y explicaban que ellas nunca encontraron otro camino en el que pudieran resolver sus mas

básicas necesidades y en muchos casos ni la de sus familias”.21Las chicas entrevistadas por las

trabajadoras sociales incluso declararon haber tenido solo apenas 2 años de educación escolar.

Muchas prostitutas venían de zonas rurales en donde no había escuelas, pero incluso en centros urbanos en donde había más oportunidades de educación, muchas familias daban a sus hijas

las tareas domésticas y ayudaban en casa22. De esta forma, ni los propios padres propiciaban

la oportunidad para la educación de las mujeres.

De este modo, cuando las mujeres no regresaban a la prostitución había otros factores que incluían el deseo de ser independientes, ya sea por prejuicios familiares, o la explotación de los hombres sobre las mujeres.

Para algunas mujeres, la prostitución fue un atractivo de oportunidades como lo sería otra actividad, sobre todo para mujeres que no tenían un sistema de apoyo familiar. Ciertamente el comercio sexual, ofrecía más trabajo, ganancias económicas e independencia que otros trabajos no calificados disponibles, como lo era una servidora doméstica y aprendices de fábricas.

Las servidoras domésticas frecuentemente mencionaban que vivían en una situación de trabajo abusivo en un hogar, en la que las mujeres recibían poca compensación por sus servicios

probablemente doce pesos al mes y su actividad ocupacional era limitada23.

El trabajo en una fábrica, para las mujeres en la Ciudad de México- usualmente en textiles, cerámicas, confecciones, o empaquetación- era temporal, el pago era de menos de un peso al

día, y podría provocar el acoso sexual por los hombres compañeros de trabajo.24En tal caso, un

frecuente hostigamiento en el lugar de trabajo y una nueva forma de ataque laboral.

 

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La prostitución apareció entonces como una opción de trabajo más lucrativa y potencialmente un trabajo más independiente que algún otro tipo de servicio o trabajo de manufactura. Pero fuera de la libertad y la gran ganancia financiera, dos cuestiones adicionales influenciaron a las mujeres en la transición al comercio sexual: una complicada relación emocional y la transitoriedad natural de la prostitución.

Muchas mujeres en México, quienes eventualmente llegaron a prostituirse no iniciaron su experiencia sexual con esa capacidad. El comercio sexual nunca fue parte de una relación formal, ni de altas finanzas, ni de experiencia laboral, sino de una complicada relación entre hombre y mujer, de la dinámica familiar y de las actividades sexuales. Muchas mujeres jóvenes comenzaron el camino a la prostitución después de una fallida relación en su juventud, por ejemplo, y también después del curso de la resistencia de la armada revolucionaria, la transición a la prostitución encontró un soporte en la sociedad militarizada, en la cual los soldados pasaban a través de las áreas rurales y seducían a las jóvenes, las llevaban a la Ciudad de México y después de la “entrevista íntima” las abandonaban o las llevaban a la casa de la prostitución (burdel), juntaban de cinco a diez pesos “daban horarios” y regresaban para recoger

parte de las ganancias o una cuota regular25.

Para esas mujeres del Distrito Federal, o para las migrantes quienes encontraban trabajo ahí, participaban en ventas, servicios y trabajos de fábricas, les daban el tiempo y dinero para gastar, en estas actividades como en bailes públicos, cines y en presentaciones teatrales baratas como carpas, en donde las mujeres encontraban soldados, laborando a través de los pueblos, acompañándolos a los cuartos de hotel a media noche para tener relaciones sexuales y

pasar la noche con ellos26.

La historia de Concepción Garza, una migrante de diecisiete años de edad del estado de Puebla, quien se encontró sola en la Capital después de que su madre la corriera de su casa, era típico. Después de haberse ido con su amiga Inés, Garza comenzó a participar los fines de semana en los bailes Lux, en donde ella se encontraba con un trabajador llamado Pedro, no pasado mucho tiempo de conocerlo, Pedro invitó a Garza al cine y después la llevó a su casa a tener “relaciones amorosas”, a la mañana siguiente le compró un vestido y unos zapatos antes de desaparecer de su vida.

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esto con la esperanza de que alguno se enamorara de ella y regresara para rescatarla de su

vida en las calles27. Las relaciones familiares y la de de sus padres o las actitudes de los

esposos respecto al sexo femenino también influenciaban en la decisión de las mujeres para entrar a la prostitución.

A pesar de reformadores sociales como lo psiquiatras y la dirigente de la corte juvenil en la Ciudad de México, Mathilde Rodríguez Cabo; frecuentemente se lamentaba la conexión entre capitalismo, desempleo y promiscuidad sexual que llevaban a las mujeres de clase trabajadora hacia la prostitución.

Irónicamente, eran los frecuentes prejuicios paternales hacia las hijas quienes habían sostenido relaciones sexuales prematrimoniales, los que impulsaban a éstas hacia un negocio que ellas podían no haber escogido.

Los padres que recibían a sus hijas después de que regresaban a sus casas embarazadas o después de haberse dedicado al negocio de la prostitución, veían un negocio en sus hijas para

ganar dinero28. Aunque los padres estaban envueltos en este escenario, otros miembros de la

familia también se implicaban. En la Ciudad de México, por ejemplo, una hermana quien era tutora de una joven la corrió de su casa después de que tuvo relaciones sexuales en con su

novio en un hotel. Vivió en las calles y eventualmente entro a la prostitución29.Muchas jóvenes

cuentan que sus padres ya no las reciben en casa porque piensan que deshonraron a la

familia30, Pero siempre bajo un contexto de poca educación y un rechazo familiar.

Entrar a la prostitución se alcanzaba de manera gradual, y estas jóvenes mujeres frecuentemente empezaban el camino a la prostitución aceptando un desayuno o un par de zapatos después de las relaciones sexuales, como Garza que al principio no cobraba a sus

múltiples parejas de baile por sus relaciones sexuales31.

Por 1930, el cabaret de baile Virginia Fernández puso énfasis en el natural transitar al comercio sexual en la Capital, cuando ella habló acerca de la historia de una prostituta dijo: La historia de una de esas mujeres es la misma historia de muchas de ellas. El novio se satisface en el altar del falso amor y tiende una trampa a la inocente, los padres en lugar de perdonar a la joven , la corren de la casa y su vida es cruelmente pisoteada, ellas buscan un trabajo pero tienen carencias, hambre, tristeza e incertidumbre y después de la depresión social, poco a poco la pérdida de escrúpulos las inducen a esta vida aunque ellas no quieran, y buscan la forma de

 

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conseguir el pan para su hijo, quien esta solo en casa o cuidado por un vecino, y quien vive

también una vida sórdida.32

Los prejuicios de los padres fueron factores en su historia de seducción, la soledad y el comercio sexual. Tanto la declaración de Fernández como la de la mujer “dirigida por una imperiosa necesidad moral”, indican que muchas prostitutas tuvieron hijos quienes dependían de ellas para comer y para su manutención.

Fernández indicó que con las responsabilidades que tienen con sus hijos, y el desempleo, fueron orilladas a tomar el camino de la prostitución; algunas veces ellas quedan embarazadas como consecuencia de haber practicado el comercio sexual, pues el aborto era ilegal y peligroso, una vez embarazadas era difícil saber quien era el padre y aún así, aunque lo supieran, seguía

siendo difícil pedirles ayuda económica.33

Aunque algunas veces una prostituta embarazada solicitaba ser borrada del registro para no ser conocida, no contaban de todas formas con una economía para mantener a sus hijos ni para los gastos.

Algunas de estas prostitutas permanecieron en el comercio de la prostitución antes de poder conocer alguna pareja masculina y poder formar una relación con ellos, reportando que esto se debía al tiempo que ellas pasaban trabajando en la prostitución, mientras pasaban los años y

perdían su atractivo físico por lucrar con la clientela34.

En 1930, por ejemplo, María Millán, una veterana trabajadora de la prostitución que trabajaba en un cabaret, dijo a un pequeño grupo de mujeres prostitutas, que diez años era casi lo máximo que un cuerpo podía aguantar antes de contagiarse de alguna enfermedad de transmisión sexual, de sufrir abuso físico y tener una pobre situación financiera. Millán dijo que después de una década de haber trabajado en un cabaret su físico ya no le ayudaba para atraer a los clientes.

Cuando ella dio un discurso a un grupo de funcionarios de la salud, cabareteras y prostitutas proclamó: “ésta vida es trágica, este cabaret acaba con nosotras, y después ¿qué sigue?

Cuando nosotras no seguimos siendo atractivas, nos escupen”35. Millán cuestionó cómo es que

ella podría traer comida a sus hijos si ya era desairada y no encontraba alguien quien quisiera

estar con ella.36

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Como Millán sugirió a la asamblea de prostitutas, las mujeres que dejaran el comercio sexual tendrían que estar con un hombre que les diera la manutención y aceptara quedarse a un hijo que tuvieron con otro hombre en su casa.

De este modo, a pesar de la naturalidad del comercio, en la Ciudad de México, éste no deja de ser un ataque emocional entre las prostitutas y sus clientes.

Ocasionalmente, los esposos o los hombres que alientan a las mujeres a trabajar en la prostitución lo hacen para que ellas lleven la manutención de la casa, todo de acuerdo a la

situación de la economía de la familia37. Esta fue la experiencia de María Luisa González.

Después de conocer a José Rivera en 1931; González dejó a su hijo de ocho años de edad con su mamá y se fue a vivir con Rivera a quien le ayudó a vender fruta por varios meses antes de que ella fuera obligada a la prostitución. En ese tiempo González empezó a trabajar en un burdel, una parte de las ganancias se las daba a Rivera y otras se la daba a su mamá y su hijo. Pero cuando Rivera empezó a golpear a González para demandarle más que un peso al día, ella regresó a su casa y lo demandó en la estación de policía acusándolo de ser un padrote. Pocas semanas después, durante la investigación, González confirmó su acusación en contra de

Rivera y dijo que quería dejar la prostitución y volver a su vida anterior.38

La situación de González en la que se vio envuelta en el comercio de la prostitución es frecuente que se origine dentro de la misma familia. La explotación en la prostitución se da muy frecuentemente con parientes muy cercanos. En la Ciudad de México la prostitución se da mucho más en mujeres muy jóvenes.

Un padre en la Colonia Portales lleva su hija de catorce años a un burdel y pide un peso al día

de ganancia39. En otro lugar de la Ciudad en Xochimilco, un padre frecuentemente visita un

burdel en donde trabaja su hija, para colectar las ganancias.40 En general, la prostitución llega a

ser la base o complemento de una empresa como una estrategia intergeneracional.

El gobierno ha proporcionado un concepto de prostitución que dice así: “se define a una prostituta cuando ésta recibe una ganancia económica por una relación sexual”. En la práctica hay mujeres que sufren de la transmisión de una enfermedad venérea aún teniendo una sola

pareja, o quienes acuden a hoteles baratos41. Cristina Morales trabajó en varios burdeles del

norte de la Ciudad, y existía un policía que era quien le daba dinero por tener exclusividad con él, le daba un peso cincuenta centavos al día. Ella podía tener clientes cuando él no la visitaba,

 

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ya fuera en un hotel o en el Cabaret Edén que era en el que trabajaba, así mantenían un mutuo

convenio.42

Dentro del comercio sexual, las mujeres podían tener diferentes actividades, de acuerdo a como sus circunstancias lo requirieran. Como servidoras domésticas, empleadas del cabaret, salen y entran de la prostitución.

Existen diferentes tipos de prostitutas: las que trabajan solas, en comunidad o

clandestinamente, todo esto es de acuerdo a sus capacidades43. Trabajan en bares en salones

de baile, bailan con los clientes, y ofrecen bebidas con alcohol para aumentar las ventas de

consumo.44 Raramente están en un mismo lugar, algunas veces trabajan solas y cambian de

lugar, como a Adela N., a quien le negaron su paga y le dieron a cambio un vestido y unos

zapatos45. Estas disputas reflejan las diferencias que tienen a veces las “Madames” y las

pupilas, por eso es que en un burdel no ganan mucho dinero y sin embargo siempre deben

dinero a la matrona46.

Aunque parezca raro muchas prostitutas prefieren salir de un burdel y ser dirigidas por un hombre; cuando ellas desean manejar un burdel deben tener más de treinta años de edad que es cuando ellas dicen ya no son atractivas para los clientes y siguen teniendo necesidades económicas, aunque para manejar un burdel necesitan gran capital para compras camas, mesas, sillas, un piano, músicos, etc., además de un permiso sanitario. Por ejemplo Ana María Sánchez, quien abrió su primer burdel en la calle Ave María en febrero de 1918, escribió a las autoridades, “necesito la autorización para abrir un lugar porque en mi casa no puedo trabajar,

deseo contratar a un grupo de mujeres”47.

Por su parte, Agustina de la Vega se instaló sin permisos en el centro de la Ciudad48 y después

tuvo que cambiarse a la calle de Medellín en la colonia Roma en donde ella ocupaba dos departamentos mientras le proporcionaban los permisos. Cuando los inspectores de sanidad llegaron al domicilio, ella aparentemente llamó a un político para pedirle favores y según los

inspectores de sanidad se trataba de un político con un alto nivel49, pero no pudo ayudarle y

Vega tuvo que cerrar el lugar aunque secretamente cambió sus actividades a la calle del Sol, en

la colonia Guerrero, después se fue a Nonoalco y posteriormente a la calle Zarco50.

Mujeres como Sánchez, Vega y la famosa Madame americana Ruth, quienes lidereaban un palacio del placer en la calle Orizaba, en la Plaza de Rio de Janeiro y Monterrey tanto como la

 

 

   

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socialité Consuelo de la Garza quien lidereaba un burdel con mujeres jóvenes en la colonia del

Valle atrajeron la imaginación popular en la revolucionaria Ciudad de México, en donde las publicaciones, los detectives, mujeres y periódicos de alto nivel reportaban los escándalos de las actividades que ahí se daban. Ofelia Pérez, quien no se registró como madame o prostituta,

encontraba a las mujeres en la calle o como empleadas en las fábricas51. Su relato fue uno de

los más reservados en cuanto al tema del comercio sexual.52

Para otras mujeres, “el final del camino” ocurrió cuando se encontraron un compañero y terminaron encontrando un empleo fijo o bien, cuando regresaron con su ex-esposo.

Pacientes, Presos, y mujeres de la calle

Si las prostitutas tuvieron un transitorio e individual comercio en la capital revolucionaria, ¿cómo es que grupos como: “uno de los imperios” y las “hijas de la desgracia” llegaron a trabajar colectivamente para defender sus intereses?

En el contexto del conflicto armado y el desarrollo de los movimientos sociales y la reforma legal, la revolución emerge como un punto de cambio en la prostitución en su propia conceptualización, es decir como un grupo de personas con inquietudes similares respecto a las prioridades del estado. Las mujeres que se registraron y se tomaron la foto para la inspección sanitaria, por su vestimenta parecía que no eran prostitutas, muchas manifestaban pena y

arrepentimiento cuando les hacían preguntas para los registros53. Sin embargo, para 1920, las

mujeres que se dedicaban al comercio sexual expresan sus inquietudes ante el público y expresaron todo lo que vieron y encontraron en las instituciones públicas y en la calle.

Ellas comentaron sus asuntos en la era militar-revolucionaria, su labor y actividades comunitarias, defunciones en cada institución como el hospital Morelos y el Consejo Tutelar para Menores Infractores, y las redes de la prostitución.

En 1926, algunos años después de la lucha en que la revolución armada cayó, un grupo de mujeres identificadas por ellas mismas como: “hijas de la desgracia” escribieron al Presidente Calles lo siguiente: “Señor Presidente, nosotras no sabemos que hace, se han cerrado las fábricas y el trabajo se ha suspendido en la ciudad. El 70% de nosotras necesitamos de esa

economía y solo 30 % tienen algún vicio”54 .Nos tienen en un concepto de criminales, siendo que

solo una minoría (30%) padece de algún vicio.

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Las mujeres de origen rural tuvieron un estancamiento en la participación de la actividad

revolucionaria. Ciertamente es posible que las soldaderas o partidarias del campo de origen rural

encontraran su camino en la Ciudad de México después de que hubo el desarme y los elementos regresaron a sus pueblos, las soldaderas- mujeres quienes proveían servicios para el ejército como cocinar o limpiar- fueron raramente elegibles para otorgarles pensiones, y a

quienes se las prometieron, no se las cumplieron55. Esto les hizo volver a la prostitución.

Posteriormente el Presidente Carranza les negó dicha pensión porque decía que eran jóvenes y fácilmente podían volver a casarse. Estas mujeres terminaron encontrando trabajo como servidoras domésticas y trabajando en fábricas antes de irse al Barrio Latino, en donde

eventualmente encontraron trabajo bailando profesionalmente en un club nocturno56.

En la era revolucionaria la escasez de la comida exacerbaba las dificultades de la pobreza y el desempleo, y las mujeres que eran cabezas de familia puesto que sus hombres estaban fuera de la ciudad, se reunieron para protestar acerca de asuntos relacionados con el consumo. Como las mujeres que frecuentemente encontraron trabajo comprometiéndose en comercios tales como la industria del tabaco y los textiles, las prostitutas también encontraron terrenos comunes en el trabajo de organización que caracterizaba a los años revolucionarios en la Ciudad de México en un contexto de trabajo bajo condiciones inhóspitas, tal como lo sugieren “las hijas de

la desgracia”. 57

Estos ejemplos reflejan la importancia de los contactos previos entre mujeres que se desfilaron hacia la prostitución en los años 20, todo esto por falta de oportunidades de empleos y debido a que se quedaron solas durante la actividad revolucionaria. Las migrantes y mujeres jóvenes quienes trabajaban en la ciudad como servidoras domesticas o aprendices en las fábricas se reunían para bailar en Lux y en el Goya, también se reunían en los cines, cabarets y bares. Socializaban con los hombres, bailaban y bebían con ellos y éstos las llevaban a un hotel para tener relaciones sexuales y de esta manera se iniciaban en el comercio sexual, siendo que no se

hacía la inspección sanitaria58 .

Una mujer en el Hotel Santo Domingo le platicó a otra, que había sido abandonada en la capital por el hombre con el que se había fugado de su casa, y tuvo que salir a las calles a ganar

dinero59. Muchas mujeres se mudaron a burdeles o casa de citas para trabajar como lo fue la

calle de San Jerónimo60.

 

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Las prostitutas incluso tuvieron interés en que se cerraran los burdeles. En la Ciudad se establecieron horarios para trabajar en los burdeles de todas las categorías, perjudicando así a

estos negocios por lo que muchos tuvieron que cerrar sus puertas entre 1918 y 192861.

Entre 1925 y 1928 El Boletín de Salubridad reportó que el número de espacios registrados para

el comercio sexual había disminuido de 300 a 19062.

Las Madames que requerían cerrar sus establecimientos culpaban a un pobre mercado para solucionar sus problemas. Blanca García quien cerró su burdel en Cuauhtemoctzín 81, reportó

que “se perdió el negocio porque no hay clientes”, y tuvo que cerrar las puertas63. Otro grupo de

Madames protestaron porque ya no era lucrativa esta actividad como en el pasado64. Los

burdeles frecuentemente contrataban de entre ocho a doce mujeres a la vez y éstas al no encontrar trabajo en otros establecimientos de la comunidad, regresaban a estos lugares en

busca de ayuda y soporte65 . Dada la mala relación entre las Madames y las pupilas, era muy

poco probable que éstas intentaran encontrar otros trabajos para sus empleadas en vista de la quiebra.

El internamiento como pacientes y presas en una institución pública, facilitaba la identificación y articulación de sus intereses comunes. Su estancia en hospitales y reformatorios traía consigo el conocimiento de una variedad de niveles dentro del comercio sexual.

Particularmente, el hospital Morelos y el Reformatorio Juvenil Escuela de Orientación fueron dos

de los Institutos que sirvieron de dormitorios para estas mujeres66 . Los viejos edificios

renovados en 1920 de acuerdo con el énfasis revolucionario centrado en la regeneración y la readaptación de los grupos sociales marginados, las nuevas agencias se enfocaron en la educación, la capacitación y rehabilitación de las prostitutas, identificándolas como miembros de

un grupo social desviado que se apartaba de la norma67.

El Hospital Morelos como una Institución dedicada principalmente para curar la sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual, contaba con muchas prostitutas que tenían este tipo de enfermedades. Aunque contaban con estos servicios, dentro de las políticas internas les facilitaban una identificación para que contaran con reglas formales.

Primero en el año de 1920, la administración de salud pública había redesignado el hospital Morelos, que adicionalmente contó con sala de operaciones además de designarles salas comunes para proveerles más luz y adicionalmente una escuela y trabajo en tiendas para

 

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“despertar un amor al trabajo” entre las prostitutas68. Mujeres en convalecencia estudiaban, leían

y escribían con arte “femenino”, tenían tejido, trabajo de piel y costura69 .

Segundo, dentro del hospital, las feministas y católicas tenían visitas de personas dedicadas a la

beneficencia, las cuales libraban una batalla por el alma de las prostitutas.70 Si las matronas

entraban para recuperar a mujeres jóvenes y prostitutas veteranas para que continuaran en las calles, las damas católicas reforzaban el sentido del honor a las mujeres que ahí se encontraban cuestionándolas sobre sus padecimientos y convenciéndolas para no seguir en las calle y que terminaran pagando por su “alma perdida”.

La política del hospital, era mantener la honorabilidad de las prostitutas y mantener el sentido de solidaridad en la mayoría de las mujeres que pasaban por la institución. Durante su tratamiento contaban con un área conocida como el gabinete especial donde ellas tenían privacidad, no se

mezclaban con las prostitutas comunes y sus bebés y podían recibir visitas y regalos71. En las

salas comunes, las prostitutas se conocían y se encargaban a sus hijos cuando alguna salía. En rechazo de las mujeres “guiadas por una imperiosa necesidad moral” y sus peticiones para traer a sus hijos con ellas, el dirigente de la inspección de Sanidad, Dr. Siphieu dijo que las prostitutas perdían su tiempo parloteando acerca de su trabajo y llevando ese estilo de vida. Decía que ese hospital era: “un malsano medio en el cual seguramente en la esquina más obscura, las aventuras de las pacientes eran el punto de conversación entre ellas, sus vicios, sus degeneraciones y que ahí se daban todas las condiciones apropiadas para la vocación

amoral”72. En este contexto, sólo las mujeres que habían tenido prácticas de prostitución de

manera clandestina antes de ser pacientes en el hospital, frecuentemente reunían amigas de

manera más formal en el comercio sexual cuando las daban de alta.73.

Como el Hospital Morelos, la escuela correccional para mujeres fue una institución pública en donde las mujeres jóvenes podían desarrollar una desviación de identidad. Localizado en el Suburbio de Coyoacán, en el Sur del Distrito Federal, el reformatorio, el cual pertenecía al tribunal para menores de distrito, fue mejor que el del centro de la Ciudad y, distinto al hospital. Alejándolas de las visitas de las Madames y los amigos. Las mujeres vivían en dormitorios comunes y estudiaban lectura, aritmética y civismo y también practicaban deportes y tenían entrenamiento de costura y cocina. Como en el Hospital d, las prostitutas fueron el mejor grupo de pacientes, poniendo especial atención en las lecturas de sexualidad y en las enfermedades

de transmisión sexual, como el infame “Fin del camino”74.

 

(17)

Se puso énfasis en la escuela y los salones de clases donde aprendían acerca del medio ambiente y en los cuales, las prostitutas, tal como las pacientes del hospital, formaban una estrecha amistad organizando fugas en grupos que posteriormente se dedicaban al trabajo de

burdel por sí mismos75.

Aquí, como en el Hospital Morelos, las políticas revolucionarias habían sido designadas para reducir la incidencia de las prostitutas, aunque algunas veces, tenían precisamente el efecto opuesto.

En lugares públicos o privados las prostitutas se relacionaban con mujeres envueltas en un trabajo similar y problemas similares para formular estrategias para protestar por los abusos oficiales en manos de políticas asignadas para limitar su trabajo y su sustento de vida.

Reinterpretando la Revolución: Prostitutas, Madres y Nacionalistas

La mujer que escribió al Presidente Calles porque había sido “guiada para una imperiosa necesidad moral” manifiesta su sentido de nacionalismo, su oposición como madre y su comprensión de las promesas de la revolución para ayudar a estos grupos sociales marginados, como la pobre mujer que en su escrito protesta en contra del injusto trato en una institución pública.

Estas mujeres observaron que tuvieron que unirse en una carta unidas por intereses comunes como pacientes del hospital, sugiriendo que entendían los caminos del crimen en la metrópolis revolucionaria. Esta mujer indicaba que entendían que su trabajo no era necesariamente el más deseable. Sin embargo, estas mujeres también manifestaban su servicio social salvaguardando el hogar contra los más serios vicios, y a manera de eco algunas de las administraciones coloniales justificaban a la prostitución ya que supuestamente controlaba “las necesidades

humanas” 76

Pero si, en 1926, estas prostitutas manifestaron una conducta contradictoria en su comportamiento colectivo, la identidad que adoptaron fue relativamente heterosexual –ellas fueron madres, nacionalistas y revolucionarias que encontraron intereses comunes en sus experiencias de la vida pública y en agencias de asistencia social.

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su manera de pensar en un aviso del departamento de salud pública localizado en la

contraportada de revistas como Mujer. En el anuncio, una familia está en lágrimas devastada por

los asuntos extramaritales del padre con una prostituta infectada de sífilis. El padre, en muletas para exhibir su deterioro físico como resultado de la enfermedad, se para junto a la madre con la mirada hacia abajo. Ella, sentada con los niños llorando en su regazo. El anuncio colocado por el departamento de salud pública se leía de la siguiente manera: “Toda mujer, fuera de los intereses personales está obligada a cooperar con el departamento de salud pública. La sífilis en el padre causa la ruina del hogar. Salubridad certifica garantías a la salud de la ESPOSA y de los hijos. Un beso, una caricia, éstos son los caminos frecuentes hacia el contagio de sífilis. La sífilis, es la principal causa de abortos y el por qué de que muchos niños nazcan muertos. Por lo que la sífilis no es una enfermedad que se pueda esconder. Si no lo confiesa, sus hijos lo

mostrarán”. 77

Como manifestantes, las prostitutas rechazan esta noción de ser mostradas como anti-familias, mencionando sus obligaciones maternas como responsabilidades que vuelven complicado el comercio sexual en primer término. A decir verdad, ellas reconocen lo anormal o casi criminal de su trabajo, pero también sugieren que sus cualidades maternas contrarrestan cualquier mal social que pudieran propagar como practicantes del comercio sexual.

En 1937, salud pública organizó una reunión en la que convocó a oficiales y prostitutas para discutir políticas en relación al comercio sexual mediante un foro para la expresión colectiva acerca de este tema. Describiendo las razones por las cuáles se volvió prostituta, María Millán dijo a los oficiales de salud pública que ella tuvo que trabajar en un cabaret como mujer pública para proveer de alimento y refugio a sus hijos. No obstante, afirmó que su estilo de vida era una gran fuente de vergüenza personal; comentó también que hablaba por todas las mujeres que se dedicaban a lo mismo, comentando además que su más grande deseo era que su hijo pudiera ver en ella una madre honorable, con moral, como una familia como cualquier otra.

De hecho, Millán pinta a las instituciones públicas por sí mismas como inmorales por dificultar sus esfuerzos de proveer comida a su hijo. Quejándose de las políticas del departamento de salud pública, Millán dijo, “Sanidad es absolutamente vergonzosa. ¿Qué saben ellos de todas nosotras quienes trabajamos en los cabarets? ¿Qué saben ellos si nosotras vamos sin dormir o comer?, o ¿si padecemos sin comida porque estamos enfermas? Al mismo tiempo nosotras tenemos que asegurar a nuestros hijos quienes ignoran las condiciones en las que estamos. Sería materia de orgullo y satisfacción que tomarán el dinero que hemos ganado trabajando y que nos dijeran: “Madre, eres honorable” sugiriendo la extensa naturaleza de este sentimiento, el

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Prostitutas como Millán también manifestaron su confianza en la economía de la revolución y en las políticas sociales a medida que realizaban peticiones y protestas para mejorar su manera de vivir y su situación laboral. Obteniendo promesas por parte de la revolución para “redimir” a los grupos sociales marginados; ellas se presentan a sí mismas como víctimas de la pobre organización económica.

Específicamente, cuestionan las políticas referentes a la industria y la agricultura que caracterizan al Porfiriato y apoyaron la reforma. Además, cuestionan la supuesta relación entre desviación y biología, articulando en cambio, su convicción por el vínculo entre escándalo y economía, y el insensato capitalismo y la inversión externa que también caracterizaron al Porfiriato.

Otro grupo escribió al departamento de salud pública protestando por la reivindicación oficial de estas mujeres que fomentan inmoralidad y escándalo vistiendo tan provocativamente, a lo que ellas respondieron diciendo que “debido a que no tienen dinero, han tenido que vender sus ropas

para adquirir el dinero del cual carecen y que aún semidesnudas, tiene que salir al público.” 79

Cuestionando la organización económica de la ciudad, repiten que: “nosotras sólo tenemos miseria y dolor como compañeras y vergüenza de ser felices,” quejándose por “la dominación del

dinero” y censurando aquélla frase que asegura que “es el dinero el que compra la felicidad.80

Aunado a un actual control extranjero de la economía, especialmente de los europeos, implicados en el comercio sexual como un factor que contribuye al bajo nivel de moralidad.

Los reportes de la policía sugieren que un hombre europeo que se dedicaba al comercio internacional de trata de blancas explotaba también una mujer mexicana que se había afianzado en la capital en los últimos años del Porfiriato y un reporte informal en 1926 sugirió que aquéllos extranjeros de nacionalidad Francesa, Española, Polaca y Rusa habían comprado prostitutas para Europa desde América y que fueron afianzadas en el comercio metropolitano del sexo a

pesar de una década de revolución. 81 En ese tiempo, varias prostitutas escribieron para

informar al Presidente Calles y al departamento de salud pública que un español llamado Ceballos planeaba abrir varios cuartos en el Callejón Pajaritos con propósitos de prostitución, callejón que se volvería un “centro de escandalosos vicios y un refugio para el perverso hombre

alrededor del mundo”. 82 Preguntándose si eso era nacionalismo o traición.

Además, la mujer se quejó de que el Sr. Ceballos quería forzar a una desafortunada mexicana para decir que él era el gerente del establecimiento para confundir a las autoridades y fomentar

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un clima en el cual el hombre extranjero no iba solo a explotar el trabajo del mexicano sino que

también pensaba someter a la mujer mexicana a las tendencias sexuales extranjeras. 83

Los funcionarios vieron a las prostitutas como un grupo anormal más separado de la sociedad por instituciones y políticas designadas para restringir su movilidad geográfica. La mujer sin embargo, abrazó esta identidad frente a las políticas públicas deficientes con sus propias interpretaciones acerca de las promesas de la revolución con respecto a la familia, el trabajo, la asistencia social y las políticas económicas. Ellas compartieron su propia visión moral con el presidente, incluyendo entre otras cosas, la familia revolucionaria como las madres y

nacionalistas. 84

“Derecho a vivir como gente decente”

En los años de 1930, las prostitutas enfrentaron dos cambios por parte de las autoridades y la organización colectiva como respuesta a estos asuntos: sobre el trabajo de las mujeres en los cabarets entre 1935 y 1937, y el desmantelamiento de la zona de tolerancia en 1938. Estas afrentas a la práctica de la prostitución representaron los pasos hacia la abolición de la regulación de los comercios sexuales y forman parte de los esfuerzos de una larga reforma cultural para limpiar a la sociedad de los vicios sociales asociados con la corrupción y desigualdad del Porfiriato. Asediadas, éstas mujeres formaron grupos de protesta, físicamente resistieron políticas y amenazaron a la policía y a las autoridades con fomentar el escándalo si ellos fallaban con respecto a sus deseos.

Como parte del largo esfuerzo por eliminar las cantinas y reducir el alcoholismo en México, los oficiales públicos se preocuparon enormemente debido a la presencia de mujeres en los bares.

85

La prohibición alcanzó grandes dimensiones bajo el gobierno del presidente Portes Gil entre 1928 y 1929; a nivel federal, los legisladores y delegados del congreso trabajaron para prevenir la presencia femenina en los establecimientos donde se vendieran bebidas alcohólicas por varias razones: primero, argumentaron que las mujeres incitaban a los hombres a beber más; segundo, argumentaron que el trabajo en los bares provocaba que también las mujeres bebieran más, dando un mal ejemplo a sus hijos; y tercero, les preocupaba que este aumento en su consumo de bebidas alcohólicas, las llevara a la prostitución y proliferación de las enfermedades

(21)

       

Los bares en la Ciudad de México y especialmente las meseras de los cabarets que se mezclaban con la clientela, los incitaban a beber, y se les pagaba de acuerdo al número de bebidas ordenadas. En los años de 1930, por cada bebida que una mujer vendiera, el propietario pagaba en promedio 50 centavos y por cada ron o anís vendidos, pagaba poco más de un peso

cincuenta centavos.87 Las cabareteras, como llegaron a ser llamadas, bailaban con los clientes

incitándolos a beber más. Coqueteando y prometiéndoles favores sexuales, vendían a menudo más bebidas. Como consecuencia, la mujer que trabajaba en un cabaret encontraba un camino para hacer la transición a un trabajo más formal en lo que se refiere a comercio sexual.

Para prevenir la mezcla del comercio sexual y el del alcohol, en un esfuerzo por controlar al cliente revoltoso y borracho de burdel, la legislación sanitaria prohibió la venta de alcohol en estos lugares desde el siglo XIX; pero en la primavera de 1931 el departamento del Distrito Federal también pasó una ordenanza previniendo a las mujeres para no trabajar en ningún establecimiento que vendiera alcohol. Bajo ésta legislación, une mujer sólo podía entrar en un

bar en compañía de un hombre. 88

Según los reportes periodísticos, este esfuerzo intentaba “moralizar estos centros” y detener la

“continua inmoralidad y escándalo en estos horribles cabarets”. 89 Pero en los cuatro años

posteriores entre 1931 y 1935, el Universal reportó una campaña para suprimir los cabarets que

no tuvieron especial éxito y en el Distrito Federal el número de cabarets disminuyó al menos de 31 a 24.

Así, por el año de 1937, los cabarets debieron liberarse a sí mismos de la legislación restrictiva quedando abiertos hasta las 6 de la mañana. Pero al final de este año, el departamento de salud pública bajo el cargo del Dr. José Siurob que inició otra campaña para desplazar a las mujeres de los cabarets, “donde es bien sabido, sirven para asegurar que la clientela beba más, y desde que su ingreso ha dependido del número de bebidas que venden, poco a poco estas mujeres se

han vuelto alcohólicas, con todas las consecuencias que acompañan a este vicio”. 90

El trabajo de los jefes y empleados de los cabarets conjeturaron del mismo modo que unas cinco o seis mil mujeres se quedarían sin trabajo si dichas políticas se implementaban. Otros estimaban que ante el cierre de cabarets, como consecuencia, unas 24 mil personas tendrían pérdidas financieras incluyendo 400 músicos, 600 meseros y 500 mujeres con 18 mil familias

dependientes. 91 Aún así, el trabajo de activistas como Efraín Hurtado apoyó la medida,

 

(22)

       

reduciendo las tentaciones hacia el consumo de alcohol, gastos insensatos, la infidelidad y la

propagación de enfermedades de transmisión sexual. 92

Un anuncio del departamento de salubridad colocado en los periódicos de la ciudad hizo un llamado a estas mujeres antirrevolucionarias, lamentando que las cabareteras no entendieran que la revolución había tratado de ayudarlas retirándolas paulatinamente de este tipo de trabajos. Reconsiderando la lucha entre los cabarets y el departamento después del mes de octubre, se reportó “la primera lección amarga aprendida por parte de aquéllas mujeres”.

“Estábamos guiados por nuestro sentido de democracia revolucionaria, cual intento de abolir a las odiosas clases en la cual una sociedad pobremente organizada está dividida, y llegamos, ofreciéndoles nuestra camaradería recibiendo en respuesta una hostil demostración de su complejo de inferioridad lo cual es justamente lo que las encierra en esta absurda vocación de

cabareteras”. 93

El departamento de salud pública recomendó a la mujer de sindicalizarse y registrarse en las oficinas para luchar contra el abuso de los dueños de los cabarets, donde estaba tal vez el verdadero objetivo de la campaña.

Las prostitutas desconfiaron de la iniciativa del departamento de salud pública por dos razones: primero, porque temían que pudieran ser expuestas a mayores peligros en su trabajo sin la vigilancia de la inspección de sanidad. Sin embargo, es la segunda razón la que le da justo al corazón del asunto: a las mujeres le preocupaba que esta sindicalización pudiera marcar a las prostitutas para siempre.

Como una mujer le dijo a un reportero de El Nacional, “Voy a continuar bailando y tomando, pero

tal vez entonces el trabajo va a ser más peligroso ya que no tenemos protección y una constante

vigilancia por parte de los inspectores”. 94

No obstante, rechazó la propuesta del departamento de salud pública de sindicalizar a los trabajadores del cabaret, precisamente porque no quería ser prostituta indefinidamente. Por otra parte observó que: “no todas nosotras llegamos a ser lo que queríamos, pero el hecho es que somos trabajadoras, la peor clase de trabajadoras, pero tenemos derecho a vivir como gente

decente”95

Parte de este derecho significa el privilegio de decidir cuándo definirse a sí mismas como

prostitutas y cuando quedar fuera de este comercio.96 En lugar de formar ellas mismas su propia

asociación, las cabareteras pidieron al departamento de salud pública de proveerlas con fondos

(23)

para formar una cooperativa manufacturera de ropa como prueba de sus intentos por separarlas

definitivamente del comercio sexual. 97 Por otro lado, ellas también se afiliaron con grupos

políticos radicales como la Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución o la Asociación de Trabajadores del Teatro para presionar sus demandas en contra de los cabarets

que eran propiedades de extranjeros como el Cabaret Pierrot y el Cabaret Waikiki. 98

La mujer escribió largas líneas de intereses comunes, pero irónicamente el movimiento de las prostitutas estuvo claramente basado en una identidad formulada alrededor de un deseo común de alejarse del comercio sexual; no deseaban sufrir discriminación, ni tampoco deseaban su estatus como prostitutas de manera permanente. Estas mujeres preferían ver su trabajo como una fase transicional de la cual esperaban avanzar.

En 1938, la decisión del departamento del Distrito Federal de desmantelar la zona de tolerancia desencadenó una protesta más amarga.

La locación de la zona tuvo un punto de controversia entre algunos grupos de vecinos, oficiales y el departamento de salud pública desde 1911 que estimuló el escrito de protestas por parte de grupos de comunidades e industriales, cuando los planeadores urbanistas trabajaban para designar un distrito de vicio en la periferia sur del centro.

En 1938, el departamento del Distrito Federal decidió desmantelar la zona completamente bajo el auspicio del desarrollo del vecindario y en anticipación a la abolición de las políticas que entrarían en vigor en 1940. Pero mientras los manifestantes del vecindario manifestaban sus aspiraciones de movilidad social como una razón para no designar a su barrio una zona de tolerancia, las prostitutas adoptaron este lenguaje en sus protestas de decreto. La nueva legislación de urbanismo conceptualizaba a las prostitutas libres para moverse por toda la ciudad buscando trabajo, a lo que la mujer se quejó por la administración de Cárdenas escribiéndole directamente que era descaradamente indiferente a sus problemas.

Como Gloria Mendoza Valdéz se quejó de Cárdenas, ella y sus asociadas en la prostitución no entendieron la decisión del cierre del departamento de salud pública de la zona ni los constantes

abusos que sufrieron por parte de la policía que seguía el orden.99 Como manifestante activa, la

mujer expresaba sus demandas en términos de maternidad y revolución.

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para desmantelar la zona hicieron resonar las protestas del vecindario enfatizando el trabajo, la juventud, la moralidad y la visibilidad del vicio. La opinión del estado sostenía que en esta zona había un número de fábricas y escuelas en las que trabajadores y niños se encontraban sometidos a la relajación de la moralidad al ver a estas mujeres y los escándalos que

causaban”.100

Las prostitutas se organizaban para ofrecer una nueva visión social centrando sus demandas de protesta alrededor de sus propias interpretaciones de la moralidad revolucionaria y de la justicia. A las once de la mañana del 18 de marzo, el departamento de salud pública cerró la zona contando con aproximadamente 150 oficiales de policía. Como la policía desalojó a las residentes de unas 250 accesorias, las mujeres agrupadas en la calle le suplicaban a la cabeza de la operación, el oficial Miguel Orrico de los Llanos, de tratar el asunto con la moralidad y justicia merecidas. Una mujer gritaba: “ ¡Señor, esto es terrible, parece el día del Juicio! ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué va a pasar con nuestros hijos? Muchas de nosotras mantenemos al hijo

que el ingrato del padre abandonó…”101

Otra prostituta protestaba, “esto no es una demanda de generosidad, sino de justicia” argumentando que no habían recibido previa notificación y que la zona funcionaba de acuerdo a las disposiciones legales. Otras amenazaban con fomentar escándalos públicos y como una mujer observó, “si ustedes nos desalojan de esta zona no tendremos otra opción más que invadir las ciudades centrales de la ciudad, los hoteles, cabarets y las casas de los vecinos. Si ven en nosotras un mal social, con estas medidas no hacen otra cosa más que contaminar al resto de la sociedad, desde el momento en el que nuestras actividades no estarían limitadas a una zona fija, bajo la vigilancia del Departamento. En lugar de eso, tendremos que buscar

nuestra supervivencia como podamos, donde podamos.” 102

Finalmente, las prostitutas cambiaron directamente las convicciones revolucionarias del gobierno y sus burócratas. Manifestando las obligaciones revolucionarias con respecto al bienestar social, anotando: “finalmente Dr. Almazán, nosotras pensamos que las medidas que han guiado a su departamento pueden ser inspiradas en la búsqueda del bienestar social, no discutimos los principios sino los procedimientos, en estos momentos en los que la nación sufre y en la cuál la lucha por la sobrevivencia es cada día más difícil y la prostitución aumenta a causa de la miseria en general, esto los golpea a ustedes como un absurdo ya que los funcionarios emplean métodos abolidos por la revolución para crearle problemas al gobierno y un largo sufrimiento a la

(25)

Una vez que estuvo claro que el departamento de salud pública no cedería ante este asunto, la mujer fue al patio de dicho departamento en la intersección de Lieja y Paseo de la Reforma

con un enorme cartel en el que se leía: “¿A dónde iremos?”. 104

Pero era demasiado tarde. Por 1940 bajo la abolición de la legislación, el Estado vio que la práctica de la prostitución era un asunto de la policía y no un asunto de salud. La prostitución continuó creciendo, pero el estado no logró regular esta práctica. La mujer era libre de escoger el camino que deseaba, pero el estado ya nos involucró ni se preocupó por su destino.

Conclusión

El movimiento de protesta de las prostitutas emergió fuera del crecimiento de la población, del empobrecimiento de las mujeres urbanas quienes se dedicaron al comercio sexual entre los años de 1920 y 1930; el desarrollo de los movimientos sociales en un periodo de conflicto armado, y la expansión de las progresivas ideologías con respecto al trabajo, clases sociales, familia y derechos de la mujer entre 1910 y 1940. En la Ciudad de México, las prostitutas juntaron los asuntos relacionados con el comercio sexual y las promesas de la revolución mexicana en sus escritos y organizaron protestas en contra de las políticas públicas que amenazaban su manera de vivir. Y aunque escribieron a los oficiales púbicos para defender su trabajo, también articularon una identidad colectiva como madres, nacionalistas -y criminales- para hacerlo.

Las prostitutas consideraron su trabajo como una infortunada respuesta a la difícil situación económica, pero no como una circunstancia que debiera impedir su participación en la sociedad revolucionaria. En última instancia, el Estado rechazó sus protestas en nombre de “objetivos revolucionarios mayores”, sin embargo, por sus esfuerzos de protestas, las prostitutas se aseguraron un espacio en “la familia revolucionaria” como miembros de un grupo para una mayor inclusión en la moralidad revolucionaria que la que el Estado les había ofrecido.

Notas

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2 Ibid. Ver también “Reglamento para el ejercicio de la prostitución”, Boletín de salubridad pública, nos. 1-2 (1926): 162-187

3 Las prostitutas que padecen sífilis, gonorrea y linfogranuloma –también conocida como

enfermedad de Nicolas y Farve- e infecciones bactriales comunes de la región genital y el tracto vaginal. Gastelum, “La persecución de la sífilis desde el punto de vista de la garantía social,”Boletín de salubridad, no. 4, 1926, 5-25. Ver también “Hospital Morelos,” en Memoria de los Trabajos del Departamento de Salubridad Pública, 1925-1928, vol. 2. (México, ediciones del departamento de salubridad pública, 1928).

4 México. AHSSA. SP. IAV. Caja 3 Archivo 4

5 Ibid.

6 México. AHSSA. Carta para Ami Aguallo, Julia Andrade, Margarita Martínez, Eufrasia Páramo, Manuela Domenzaín y Dolores Analla para Plutarco Elías Calles, 1927, SP. SJ. Sin clasificación. (Cuando revisé este documento en 1988, el archivo no había aún clasificado este material). 7 México. AHSSA. Telegrama para Leonor de la Torre y Marina Martínez a Plutarco Elías Calles, 1926. SP. IAV. Caja 3 Archivo 3; AHSSA. Carta para “humildes servidoras” Josefina Domenzaín, Angela de los Monteros y Emma Saldívar para Plutarco Elías Calles, 1927, SP. IAV. Caja 3 Archivo 7. Ver también: Archivo Histórico del Ex Ayuntamiento de la Ciudad de México. Sanidad. Vol. 3891 Archivos: 5,22,28,30,44,47bis,74 y Vol.: 3892 Archivos: 182,185.

8 Ver por ejemplo, Jean Franco, Plotting wome: Gender and Representation in Mexico (New

York: Columbia University Press, 1988); William E. French, “Prostitutas y ángeles guardians: mujer, trabajo y la familia en le México del Porfiriato” Hispanic American Historical Review 72 (1992); Guadalupe Ríos de la Torre y Marcela Suárez Escobar, “Prostitutas y reglamentarismo”, en Espacios de Mestizaje Cultural; en el periodo colonial, ver Steve J. Stern: The secret history of Gender: Women, man and Power in late colonial Mexico (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1995); Ana Maria Atondo, El amor venal y la condición femenina en el México colonial (México: INAH, 1992); Josefina Muriel, Los recogimientos de mujeres: Respuesta a una problemática novohispana social. (México, UNAM, 1974).

9 Ricardo Franco Guzmán, “El régimen jurídico de la prostitución en México”, Revista de la

facultad de derecho en México 22, nos.85,86 (1972): 84-134.

10 Alain Corbin, Women of the night: prostitution and sexuality in France from 1850 (Boston:

(27)

Debate? Prostitution and the state in imperial Japan, 1900-1945, 2American Historical Review 98, no. 3 (1993): 710-732; Magali Engel, Meretrices e doutores: prostitución en Río de Janeiro (Sao Paulo: editor brasilense, 1988); Asunción Lavrín, Women, Feminism and social change in Uruguay, Chile Y Argentina, 1870-1940 (Lincoln: University of Nebraska Press, 1995); David McCreery, “This Life of Misery and Shame”: Prostitution in Guatemala City, 1880-1920,” Journal of Latin American Studies 18 (1987): 333-353.

11 Katherine Elaine Bliss, “Prostitution, Revolution and social reform in Mexico city,

1918-1940”(Ph. D. dissertation, University of Chicago, 1996).

12 “Sección de propaganda y educación higiénica, “Memoria de los trabajos realizados por el

departamento de salubridad pública, 1925-1928, vol. 2 (México; ediciones del departamento de salubridad pública, 1928).

13 “Admontorias: Flora y fauna del cabaret,” La Prensa, octubre 28, 1937,11.

capitana”, Ibid., 1, no. 40 (mayo 15, 1933):2

15 Juan Soto, La educación sexual en la escuela mexicana: libro para los padres y maestros

(México: ediciones Patria, 19339 152.

16 México. Archivo General de la Nación. Consejo tutelar para menores infractores. Caja 29

archivo 8213. Ver también caja 31 Archivo 8992; caja 31 archivo 19064.

17 Mathilde Rodríguez Cabo, “ El problema sexual de las menores mujeres” Criminalia 6, no. 10 (junio 1940): 543-44; Isabel Cosío, “La mujer en México” junio 6, 1940,p. 7.

18 Armando Raggi Ageo, “La mujer y el delito”, criminalia7, no. 7 8marzo 1, 1941).

19 Quinto censo de población, 15 de mayo de 1930: resumen general (México: secretaría de la economía nacional/talleres gráficos de la Nación, 1934).

20 México. AGN. CTMI. Cajas1-33, 1926-1940.

21 “Las cabareteras vs. Salubridad”, La Prensa, octubre 16, 1937, p. 11

22 México. AGN. Secretaría de fomento. Censo de 1921, Distrito Federal. Servicio jurídico caja 22 archivo 9.

(28)

24 México.AGN. CTMI. Caja 2 archivo 1806. Caja 2 archivo 1807. Caja 4 archivo 6853. Caja 31 archivo8975. Caja 32 archivo 9172. Caja 32 archivo 9466. Caja 33 archivo 9451. Caja 34 archivo 9869.

25 AGN. CTMI. Caja 2 archivo 4020. Caja 3 archivo 5212 y 5366. Caja 4 archivo 7213. Caja 30 archivo 8707. Caja 32 archivo 9229.

26 AGN.CTMI. Caja 4 Archivo 6562, 6754, 6957. Caja 30 archivo 8848.

27 AGN.CTMI. Caja 2 Archivo 1806

28 Walkowitz, Prostitution and Victorian Society, 9. On issues of prostitution, labor and

independence; ver también Luise White, The Comforts of home: prostitution in colonial Nairobi (Chicago: University of Chicago press, 1990), 1-28.

29 México. AGN. CTMI. Caja31 Archivo 8975. Caja 33 archivo 9560

30 México.AGN. CTMI. Caja 32 Archivo 9300. Caja 31 archivo 9106

31 México. AGN. CTMI. Caja31 Archivo 8929. Caja 2 Archivo 1806

32 “La situación de las cabareteras: las mariposas nocturnas pugnan porque se les deje seguir trabajando”, La Prensa, Octubre 11, 1937, p. 11

33 Para la mujer en esta situación, aborto ilegal o infanticidio como una alternativa. México.

Archivo Histórico del reclusorio del sur del Distrito Federal. Quinta corte penal. Infanticidio. Archivo: 1367/38.

34 Reglamento para el ejercicio de la prostitución en el Distrito Federal (México: Impresiones del gobierno Federal, 1914), ch. 3, art. 14. También en 1908, Lara y Pardo observaron que el mayor número de prostitutas oscilaban entre los 15 y 30 años. Lara y Pardo, La prostitución en México, 21. Mujer que testificó al departamento de salubridad. “Lamentable situación de las cabareteras”. El Universal.

35 “La vida miserable y trágica de las cabareteras revelada ante varios funcionarios oficiales”, El Gráfico. Octubre 19, 1937. P. 12

36 Ibid.

37 México. AGN. CTMI. Caja 3 Archivo 5211. Caja 25 Archivo 7392.

38 México.AGN. Departamento de Prevención y Readaptación Social (DPRS). Lenocinio. Vol.

(29)

40 México. AGN. CTMI. Caja 24 Archivo 7333

41 México. AHSSA. SP. IAV caja 3 archivo 4

42 México. AGN. CTMI. Caja 33 archivo 9596

43 México. AHSSA. SP. SJ. Caja 17 Archivo 19

44 México. AHCM. Diversiones Públicas-bailes. Vol. 823. Archivo 4

45 México. AHCM. Sanidad. Vol. 3981. Archivo 5.

46 México. AGN. CTMI. Caja 32 archivo 9177

47 México. AHCM. Sanidad. Vol. 3891. Archivo 47, bis.

48 México. AHCM. Sanidad. Vol. 3891 archivo 49

49 México. AHSSA. SP.IAV. caja 3 archivo 8

50 Ibid.

51 México. AGN.DPRRS. Lenocinio. Vol. 1278. Archivo 8-421-81.01

52 Ivette Blanchard, “traficando con mujeres”, detectives 1, no. 30 (marzo 6, 1933):3

53 Sergio González Rodríguez, “Cuerpo control y mercancía: La fotografía prostibularia, “luna

córnea, 1994, pp. 72, 74, 75. También, México. Ahssa. Sp. Iav. Caja 2 archivo 22

54 México. Carta de “las hijas de la desgracia” para Plutarco Elías Calles, 1926. AHSSA. SP. SJ. Cuando revisé el artículo en1988, el archivo aún no había clasificado este material.

55 Elizabeth Salas, “La soldadera en la revolución mexicana: guerra e ilusiones del hombre” en Mary Kay Vaughan and Healther Fowler Salamini, ed. Creating Spaces, Shaping transitions: women of the mexican countryside, 1856-1990 (Tucson: University of Arizona Press, 1994).

56 Elena Poniatowska, Hasta no verte Jesús mío (México, ed. Era, 1969)134-215.

57 John Lear, “Women, work and urban movilization during the mexican revolution”, presentado en el congreso internacional de estudio latinoamericanos, Atlanta. GA, 1994. Pp.1-2. Luis Lara y Pardo. La prostitución en México (México y Paris: librería de la Vda. De Ch de Bouret, 1908), 35-40

(30)

60 México. AGN. CTMI. Caja 4 archivo 6853, 6884, 6885

61 México. AHCM. Sanidad. Vol. 3891 archivo 47 bis, 19, 30, 44

62 Ibid.

63 México. AHCM. Sanidad. Vol. 3891 archivo 30

64 México. AHCM. Sanidad. Vol. 3892 archivo 196

65 México. AHCM. Sanidad. Vol. 3981 archivo 50

66 “Las dependencias del departamento: datos históricos acerca del hoy, hospital morelos,”

Boletín de sanidad (1925): 36,37,39.

67 Bliss, “Prostitución, revolución y reformas sociales”, 104-145

68 México. AHSSA. SP. SJ. Caja 15 archivo 1. También “Hospital Morelos, memoria de los

trabajos realizados por el departamento de salubridad pública, 139-40

69 Ibid.

70 Bliss, “Prostitución, revolución y reforma social” 146-180. En matronas reclutan mujeres, ver México. AGN. CTMI. Caja 3 archivo 5212

71 “Hospital Morelos, memorias de los trabajos realizados por el departamento de salubridad

pública”, 133.

72 México. AHSSA. SP. IAV. Caja 3 archivo 4

73 México. AGN. CTMI. Caja 2 archivo 2049

74 México. AHSSA. SP. IAV. Caja 2 archivo 34

75 México. AGN. CTMI. Caja 3 archivo 5813. Caja 2 archivo 2049

76 México. AHSSA. SP.IAV. CAJA 3 archivo 3

77 Anuncio, Mujer: Para la elevación moral e intelectual de la mujer mexicana 1, no. 3 (marzo 1, 1927): contraportada.

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