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Metáfora y Contexto a la Luz de Paul Ricoeur

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Academic year: 2021

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Metáfora y contexto a la luz de Paul Ricoeur

Odair Salazar da Silva

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Resumen: El principal objetivo de este artículo es analizar el papel que la metáfora ejerce en

diferentes discursos a partir del contexto bajo la mirada de Ricoeur. Antes de describirse cómo ocurre este proceso, se hará un recorrido sobre la función que el referido tropo ha realizado en la Retórica y la Poética de Aristóteles, como punto de partida para los estudios tropológicos a

posteriori. Se parte del presupuesto de que la metáfora es un instrumento cognitivo, cuando el

intérprete toma en cuenta el contexto. Es el contexto que guía una interpretación, razón por la cual Ivor Ammsntrong Richards y Max Black rompen con la teoría de la substitución y de la comparación aristotélica. A partir de ahí, se resume que la metáfora ha dejado de ser un caso de denominación y de sustitución para tornarse un caso de predicación.

Palabras clave: Metáfora. Contexto. Cognición.

Abstract: O objetivo principal deste artigo é analisar o papel que a metáfora exerce em

diferentes discursos a partir do contexto sob o olhar de Ricoeur. Antes de descrever como se dá esse processo, será far-se-á uma recorrência sobre a função que o tropo acima mencionado realizou em a Retórica e em a Poética de Aristóteles, como ponto de partida para os estudos tropológicos a posteriori. Parte-se do pressuposto de que a metáfora é um instrumento cognitivo, quando o intérprete leva em consideração o contexto. É o contexto que guia uma interpretação, razão pela qual Ivor Ammsntrong Richards e Max Black rompem com a teoria da substituição e comparação aristotélica. A partir daí, resume-se que a metáfora deixou de ser um caso de denominação e substituição para se tornar um caso de predicação.

Palavras-chave: Metáfora. Contexto. Cognição.

1 Doctor en Filosofía Universidad por la Nacional Del Nordeste (UNNE/Ar.), Magíster en Lingüística por la

Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC/Brasil), Magíster en Semiótica por la UNAM/Ar., Licenciado en Letras por la UFSC, Bachiller y Licenciado en Filosofia por la UFSC. Miembro asociado del CLAFEN, Profesor Titular de la Secretaría de Estado de Santa Catarina/Brasil.

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Introducción

Los estudios de la metáfora inician a partir de la Retórica y la Poética de Aristóteles. Estas dos obras magnas aristotélicas registran los diferentes papeles que el referido tropo ejerció en la antigüedad, los cuales, todavía, sirven de modelo para los estudios modernos y contemporáneos. Aristóteles define la metáfora como algo que "consiste en dar a la cosa el nombre que pertenece a otra cosa (ARISTÓTELES, 1457b 7-10). Esto alude, como señala Zingano (2012), que cada cosa tiene un nombre, el cual se ajusta perfectamente a la cosa. Sin embargo, asevera el filósofo uspiano, que hay que aclarar que Aristóteles – el Estagirita – se encuentra distante de la idea de que para cada nombre hay un objeto correspondiente, a través de una relación natural existente entre el hombre y la cosa. Sin embargo, incluso encontrando esa deficiencia en el campo del lenguaje, Aristóteles presupone que es presumible que las palabras puedan significar la realidad de la forma menos oscura posible. Esto no significa que cada cosa tiene un nombre fijo, pero que hay ciertos nombres que se pueden nombrar ordinariamente. Estos atributos apuntados por Aristóteles, anteriormente, muestran que las palabras están bajo el yugo de una comunidad lingüística, del estatuto de convención del lenguaje. Se percibe que en la Poética:

La metáfora asigna un nombre extraño a un objeto. Por "extraño" que entiende en lo usual, contrapuesto a lo común, no a lo propio. "Y tiene razón que entendemos por 'propio' uno de los predicables. Pero en realidad, no es el uso común, sino lo que se dice con propiedad (ARISTÓTELES, Poética 21, 1457b 7)

Al observar la importancia que el nombre tiene tanto en la Retórica y en la Poética aristotélica, se observa que éste tiene una función primordial dentro del logos. Aunque, a primera vista, nos parezca que el nombre es una clase muy simple en el estudio del lenguaje, se nota que Aristóteles se posiciona en favor de éste, al afirmar que todo nombre es una parte de un enunciado, haciéndolo significativo. Escandell (1999), complementando lo que se ha dicho, confiere que es en el libro 20 de la Poética, que el enunciado no es un producto sólo de nombres, sino también de nombres y verbos. En un enunciado, confirma la filósofa española, al menos una parte debe significar algo. Esta parte es más que el nombre que ejerce el papel de sujeto, lo cual trae consigo el sentido del enunciado entero. Es de este sujeto, en síntesis, que se predican cosas.

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El propósito de esta introducción fue justamente mostrar al lector cuánto el nombre es importante en los estudios poéticos y retóricos en Aristóteles. Es el nombre encarnado como metáfora que es responsable por la significación. Fue por las razones antes mencionadas que Aristóteles dijo que la metáfora es un intercambio o sustitución de nombres con propiedad. Tales nombres provienen de alguna semejanza entre ellos ya delimitada. Sin embargo, esto no quiere decir que Aristóteles sostiene la tesis de que existe un significado metafórico. Al contrario: el interés de éste es intentar restringir el uso de metáforas en contexto, con propiedad.

Después de apuntar la importancia del nombre en los estudios tropológicos, nuestro próximo paso es buscar describir el papel que la metáfora, en cuanto nombre, ejerció en la

Retórica y en la Poética aristotélicas, con más énfasis, obras antes mencionadas, a partir de la

relectura que Ricoeur (1975) hace con maestría.

1 Teorías clásicas de la metáfora

1.1 Poética

¿Cuál es el papel de la metáfora en la Poética Aristotélica? En esta obra se asegura que

esta figura tiene como función dar plasticidad al discurso, florearlo, por fin, colmatar una laguna semántica. A partir del papel reservado por el estagirita al referido tropo, se propone analizarlo, partiendo del supuesto de que los textos poseen, inicialmente, sólo exceso de sentido para el deleite humano, por lo que nada nuevo tiene que ofrecer. La metáfora en su plasticidad da moldes al texto, a la poesía, por ejemplo, la hace más agradable al lector, como puro deleite al espíritu humano, dice Aristóteles.

Se trata de un texto de deslumbramiento visual, que salta a los ojos, lo que en él está decorado por la metáfora. Si algún individuo indagara por la verdad de la poesía, Aristóteles diría que esa figura no tiene nada nuevo que añadir sobre el mundo. Por esa razón, tiene sentido afirmar que la teoría de la metáfora, en un primer momento, en Aristóteles, es entelequia pura, en lo que se refiere al embellecimiento discursivo.

Aristóteles define la metáfora como un término que tiene dos significados. El primero de ellos se refiere a la transferencia de un término a un referente que no es habitual. El segundo significado se refiere a la propia palabra transferida. En lo que se refiere a la primera acepción, al designarse una palabra transferida, no se aclara por qué se ha procedido a dicho proceso, de

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qué modo se ha procesado. Se estaría indagando si lo que está en juego es lo más importante, que es el resultado de la tensión enunciativa entre los términos metaforizante y metaforizado como un todo o sólo con el resultado final de ese proceso. Para explicarlo, se apoya en la diferencia existente entre el término metaforizado y el término metaforizante.

En la Poética (en el Libro 20), Aristóteles describe los elementos de la elocución, entre ellos está el nombre, término central en ese estudio. A continuación (en el libro 21), el filósofo griego hace referencia a las especies del nombre. En esa categoría está la metáfora. Al encontrar la metáfora entre los nombres, Aristóteles la define de la siguiente manera: "Metáfora es la traslación de un nombre ajeno, desde el género a la especie, o desde la especie al género, desde una especie a la otra especie, según la analogía "(ARISTÓTELES, Poética: 1457b, 6-7).

La metáfora, en Aristóteles, presenta cuatro clases. Las tres primeras hacen referencia a dos términos, más específicamente el metafórico y el sustituido, que provocan la alteración de la extensión y de la traslación, respectivamente. En la extensión: del género a la especie, de la especie al género; en la traslación: de una especie a la otra que se refiere al término metafórico. La cuarta clase se refiere a la metáfora por analogía, considerada por el estagirita la más noble por excelencia, que exige la presencia de cuatro términos: la vida / la vejez; el día / el atardecer. En esas clases, el poeta busca acercamiento entre los términos. En este proceso, existe lo que se llama paralelismo, que justifica la presencia de la metáfora en el discurso: el atardecer de la vida / la vejez del día (ARISTÓTELES, Poética 1457b).

Se observa que la aproximación entre términos, en una analogía, ocurre en el uso de la metáfora. Hay formas de acercarse a un término del otro. Una manera de aproximarse tiene mayor aceptación que otras, sea cual sea el tipo de lenguaje que esté en juego: literaria o en general. Estos términos pueden presentar las mismas formas o variantes. Se toma como ejemplo el atardecer de la vida / el azar de la vida. En este proceso, el modus operandi es siempre el mismo.

Aristóteles entiende que es posible hablar sobre la excelencia de la elocución, al presentar rasgos que componen la metáfora proporcional (analógica), cuyos estilos son la claridad y la nobleza. Estas características se colocan en relación con las especies de voces que utiliza el discurso. Al final, las palabras usuales son claras. El uso de las voces peregrinas forma parte de la metáfora (y todo aquello que se aleja de lo que se considera usual), le da nobleza.

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Un discurso es llevado a la categoría de excelencia, para Aristóteles, cuando él hace uso de términos nobles y metafóricos. Al final, los discursos están adornados con metáforas, se componen de ellas. Éstas se convierten en un enigma, ya que el rompecabezas no es más que el resultado de la unión de términos que dice cosas reales, casi siempre conflictivas. La aproximación entre términos sólo ocurre a través de la metáfora. Por esa razón, el discurso, por naturaleza, debe distanciarse de la trivialidad, de la banalidad, de la bajeza, dice Aristóteles. Para huir de las características inusuales, el discurso debe buscar sólo términos nobles o metafóricos, lo que le dará nobleza en el uso de términos usuales. Para complementar, se afirma que: "Sólo el equilibrio entre las diferentes clases de voces te dará claridad, nobleza y excelencia. El uso ostensivo y abusivo de la metáfora puede resultar improcedente y, según Aristóteles, quien usa metáforas de propósito puede caer en el ridículo (BOBES, 2004. p. 53)”. Bobes (2004) asegura que cuando se tiene la presencia de un término metafórico en el discurso, se le confiere la belleza, fruto de la sustitución de un término usual por un metafórico. El discurso, así, se vuelve más bello. Sin embargo, para que la belleza sea real en el discurso, se hace necesario que se escojan términos metafóricos, que generalmente se clasifican como mejores o peores. Es por eso que la metáfora es, para Aristóteles, un elemento esencial a la composición de la poesía trágica griega. El uso de la figura evita la vulgaridad de la expresión, haciéndola más bella y noble. Salvo en el ínterin, que hay aquellos que censuran a los poetas trágicos por el uso de expresiones, que jamás aparecen en diálogos corrientes.

En síntesis, Aristóteles concluye la primera parte del estudio, considerando que no existen manuales para hacerse (o crearse) una metáfora, mucho menos dominarla en su holisticidad. El dicho tropo es un indicio de talento; es don de genio. Al fin y al cabo, hacer buenas metáforas es percibir lo semejante en lo desemejante. Se trata de traer un término de lejos para cerca, como se verá posteriormente.

1.2 Retórica

¿Cuál es el papel que la metáfora ejerce en las producciones literarias griegas? Aristóteles, en la Retórica, vuelve a tratar a la metáfora como uno de los recursos de la elocución en general. Es en ese campo de actuación que el referido tropo tiene el papel de crear diferentes efectos en

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el discurso con funciones variadas. Al final, no basta con tener conciencia de lo que se va a decir. Es necesario dominar cómo esto puede ser dicho de esta o de aquella manera.

Para Bobes (2004, p. 55), la metáfora presenta una relación directa con diferentes conceptos, que también están presentes en la poética, reiterándose en la retórica, a partir de las siguientes características:

Originalidad: la metáfora tiene con uno de los principales papeles alterar la capacidad

de los términos. Estos términos están en relación mutua, ya que lo metafórico toma para sí un sentido textual, que no pertenece a él mismo. En este proceso, el término que sustituye al otro es filtrado por la referencia del término sustituyente. Si es así, se resalta la relación existente entre estos dos términos, extendiéndose a la de cuatro términos, que componen la analogía. La metáfora por analogía tiene como papel proyectar un distanciamiento sobre la expresión, en lo que se refiere al uso normal de cada uno de esos términos, que se encuentra en relación mutua, atribuyéndole originalidad. Para la autora, la analogía es algo objetivo, que se encuentra en las cosas. Para que se tenga éxito en el proceso interpretativo de una metáfora por analogía, se hace necesario que el autor perciba, anticipadamente, cómo ocurre la relación entre los términos en el discurso. A partir de ahí, resurge la originalidad del texto moldeado por un estilo diferente, pero elegante. La metáfora, en ese sentido, puede ser vista como un rasgo de estilo personal del autor ante un género literario, sea cual sea. En otras palabras, el autor pasa a presentar un estilo personal frente al discurso literario, confiriéndole originalidad, incorporando, luego, la realidad en la creación literaria, por medio de la imitación, la cual no se da de forma directa, sino en términos de proporción, como describe el poeta.

Claridad: la metáfora provoca diferentes efectos especiales en el discurso dentro de

sus limitaciones. Entre esos efectos están la claridad, el agrado, el extrañamiento. Ante un discurso, Aristóteles insiste que es necesario buscar las metáforas más apropiadas ante una analogía, la cual exige del autor no sólo la fantasía, sino los límites objetivos que le son inadecuados y extravagantes. Una metáfora oscurece a veces un discurso, en razón de otros términos incompatibles encontrados en diferentes campos léxicos, aunque estén cerca. La claridad de estos términos sólo puede suceder, cuando se logra con precisión una expresión, lo que un lenguaje objetivo no puede ofrecer.

Conocimiento: en lo que se refiere a la metáfora analógica, se asegura que ésta es un

medio para que se puedan establecer relaciones entre dos realidades, dos ideas, dos sentidos lingüísticos en un discurso dado. El papel de la metáfora es justamente ampliar el conocimiento que el lector tiene sobre las cosas. En ese proceso, el lector pasa a descubrir relaciones, que él no conocía. En vista de ello, se asegura que la metáfora es una de las figuras del discurso más eficaz, porque ella posibilita acceder al conocimiento sobre la realidad con más intensidad. Todo lector tiene acceso a la intensidad de una pasión, por ejemplo, cuando hace uso de la analogía hacia la naturaleza, los animales, etc. Esas relaciones son posibles, porque la metáfora permite establecer relaciones entre géneros diferentes, por semejanza en la diferencia, como bien demostró Aristóteles.

Adecuación: En la retórica, Aristóteles defiende la tesis de que el término metafórico

no debe resultar extravagante. Es necesario presentar un sentido de conveniencia y de adecuación, en lo que se refiere al estilo y al contenido. Por eso, el estagirita afirma

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que es necesario buscar en las metáforas cosas propias, pero no obvias. Esta figura opta por un estilo simple, fruto del uso de nombres corrientes y específicos. Comparativamente, se debe buscar en una metáfora, lo que se busca en un vestido: la adecuación. Por ejemplo: así como un vestido de color púrpura debe ser usado por una persona joven y no vieja, en razón de ciertas circunstancias, así también debe proceder al escritor: perquirir metáforas, que atiendan su estilo adecuadamente en relación al tema en cuestión.

Vivencia de estilo y elegancia: es un hecho que la metáfora tiene una relación

estrecha con la imagen. En esa relación,está la aplicación del proferimento aristotélico "colocar delante de los ojos". Gran parte de las metáforas es fruto del engaño. En otras palabras, advierte el estagirita que es sólo cambiar un determinado término por otro en el discurso, que la relación proporcional queda evidente. Al final, la elegancia, para este filósofo, reside en la metáfora, de donde la retiramos y la usamos, representando las cosas ante los ojos. La expresión "poner delante de los ojos", significa, representar para el lector la conversión de lo que es inanimado en animado. Este tipo de estilo proveniente de la metáfora es, para el filósofo griego, noble y elegante.

Belleza: En diferentes pasajes de la retórica, Aristóteles considera la metáfora una

bella figura, pues ella siempre se refiere a cosas lindas, que saltan a los ojos. Añade el estagirita que la belleza de la metáfora puede ser semántica o fonológica. Semántica, porque ese tropo tiene la capacidad de provocar diferentes sentidos delante de un discurso; fonológica, porque los sonidos pueden ser (o sonar) algo demasiado bello. La metáfora sólo deja de ser bella, cuando provoca ruidos, que no son majestuosos, espléndidos. Esto provoca sonidos desagradables (BOBES, 2004).

Ante las seis características de la metáfora antes citadas, se concluye que el referido tropo es la traslación o sustitución de un término por otro. Estos términos están recíprocamente relacionados entre sí, como se observó en la analogía, cuyos campos semánticos presentan diferentes extensiones. Bobes (2004) asegura que la transferencia de sentidos tiene fundamento en la relación entre términos en el campo de la semántica extensional, cuando éstos aparecen previamente relacionados con el uso en la frase. Tales términos sufren influencia de la metáfora. Este tropo provoca cambios de sentidos en la relación entre términos, cuando el intérprete percibe que, en una relación de proporción entre dos términos, a primera vista, no están en relación mutua, no presentan intenciones comunes, pero, en realidad, se trata de una aproximación y el poeta busca fundamento en el paralelismo, en una serie de dos términos, otros términos que presentan combinaciones personales. Eso es indicio de talento del autor, dice Aristóteles (BOBES, 2004).

A partir de las cuatro clases de metáfora, se asegura que la analogía no es una técnica aprehendida por el poeta. En verdad, en ese tipo de relación proporcional, la metáfora, resume Ricoeur (1975), se basa en la capacidad de ver los términos en lugar de otros, de una cosa ser vista en lugar de otra. La metáfora, en ese contexto, establece una relación entre dos referencias,

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considerada una vía de conocimiento, más específicamente en la comunicación literaria. Es así que el autor descubre nuevos aspectos en la tensión entre términos metafóricos, en las relaciones inéditas ocurridas en lo cotidiano. En consecuencia, se comprueba la hipótesis aristotélica de que la metáfora tiene el papel de conferir al discurso belleza, originalidad, vivencia, claridad y precisión, como bien demostró Aristóteles en las palabras de Bobes (2004).

2 El contexto en I. A. Richards

2.1 Metáfora: un comercio entre pensamientos

La metáfora, para Richards, es un "comercio entre pensamientos" (RICHARDS, 1936).

En otras palabras, se pone énfasis en la transacción entre contextos. Si se considera la metáfora2

una habilidad, un talento de genio, entonces ella forma parte del pensamiento. La nueva retórica aquí ejerce su papel: considerarla como reflexión y traducción de este talento. Descrita la importancia del fenómeno de la metáfora como un comercio entre pensamientos, se advierte del peligro de no considerarla como un par de pensamientos sintetizados en una sola expresión, o mejor, en un solo enunciado. La metáfora, para el referido filósofo inglés, está constituida por dos ideas, las cuales se encuentran desniveladas, representadas por un término metafórico y otro literal. Esta idea ya fue defendida por Pierre Fontanier, para quien la metáfora"[...] consiste en presentar una idea bajo el signo de otra idea más marcada o más conocida, que, por otra parte, hace la prioridad de cualquier otra relación que de cierta conformidad o analogías”

(RICHARDS, 1936, p. 39)3. Por lo tanto, esta idea no es nueva en el campo de la teoría de la

significación.

Por tratar de presentar una teoría adecuada sobre el discurso, Richards (1936) resumió de forma brillante los conceptos de tenor - la idea subyacente - y de vehículo - la idea, cuyo signo de la primera es aprehendido (RICHARDS, 1936) . Ante los conceptos principales de la teoría

2 En Richards, El término “metáfora” es sinónimo de “enunciado metafórico” y no de “palabra aislada” en el

sentido aristotélico.

3A efectos de aclaración, I.A. Richards, en la década de los 30 ', amplió la idea ya desarrollada por Pierre Fontanier

de que la metáfora nos proporciona una idea bajo el signo de otra, al proponer, como ya se ha dicho, llamar el

tenor de la idea en cuestión que puede venir o no expresa en la superficie textual y por vehículo la otra idea, cuyo

signo la primera es aprehendida. En este engendramiento, existe la presencia de una percepción simultánea en un acto de interacción.

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de la metáfora richardsiana, Ricoeur (1975) llama la atención sobre el hecho de que el tropo no es el vehículo, sino el todo, que es construido por las dos partes.

Para dar entendimiento a la teoría de la metáfora de Richards, se indaga:

Este vocabulário é sem dúvida menos familiar que qualquer outro. Porque não dizer: ideia original e ideia pedida de empréstimo? Ou ainda: o que é realmente pensado ou dito e aquilo a que ele é comparado? Ou ainda: o tema principal e aquilo a que ele se

assemelha? Ou melhor: a ideia e a sua imagem? (RICOEUR, 1983, p.89) 4.

El vocabulario adoptado por Richards (1936) es, a los ojos de Ricoeur (1975), una manera de alejarse de la idea de que existe un sentido propio o, aún, de que hay una renuncia por parte de una teoría que no sea contextual, que no sea la de una imagen mental.

Hace algún tiempo, se percibe la confusión que hay en torno a las figuras de estilo y de la imagen, si se considera esta última como una copia de la percepción sensible. Lo que parece positivo en la teoría de Richards, según Ricoeur (1975), es el uso de los conceptos tenor y

vehículo, que es considerado neutro, en lo que se refiere a esa confusión levantada. Y eso no es

todo: se excluye, allí, la posibilidad de hablar de tenor fuera de la figura, mucho menos se puede tratar el vehículo como un ornamento superpuesto. La pretensión de Richards (1936) es mostrar que el engendramiento de una metáfora sólo ocurre cuando tenor y vehículo trabajan simultáneamente en un proceso interactivo. Para ejemplificar el funcionamiento de la teoría propuesta en el párrafo anterior, se toma el ejemplo de Silva (2011):

(a) Tatú-bola.

(b) Copo-de-leite

Se constata, ante los ejemplos de Silva (2011), que el tenor no es un término inmutable, dando la idea de que es el vehículo, que debería ser entendido como un traje, un ornamento. Ambos términos tienen una significación, que sólo pueden ser aprehendidos por semejanza y contexto. El funcionamiento de las metáforas (a) y (b) ocurre cuando tenor y vehículo actúan simultáneamente, como se ha dicho anteriormente. Por lo tanto, si ocurre la ausencia de uno de estos dos términos la metáfora no sucede.

4 Ce vocabulaire est sans doute moins familier qu1un autre. Pourquoi ne pas dire: l’idée originale et l’idée

empruntée? Ou bien: ce qui est réellement pense ou dit et ce à quoi on le compare? Ou mieux: l’idée et son image? (RICOEUR, 1975, p. 106).

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Silva (2011) afirma que tenor es el referente, representado por el significante "tatú", cuya transferencia de sentido va a actuar por medio de un vehículo, en este caso, el léxico "bola". Para la lingüista, el "bien-metaforizar" entre el tenor y el vehículo está en la semejanza redondeada presente tanto en "bola" como en "tatú", animal que se enrolla sobre sí mismo, formando una bola. En el ejemplo (b), se percibe que la expresión entera es metafórica. Por lo tanto, sólo hay la presencia del vehículo. La ausencia del tenor, a su vez, debe ser descubierta por el hablante, al buscar, allí, similitudes entre ambos términos (vaso, leche), lo que justificaría la metáfora en cuestión.

Ricoeur (1975) llama la atención sobre el hecho de que una retórica reflexiva (como la de Richards) no da cuenta de elucidar el problema que implica la distinción clásica entre "sentido literal" y "sentido metafórico". La teoría richardsiana de la metáfora lo dejó muy claro al aseverar que el par tenor / vehículo tampoco comparte (de hecho, ignora por completo) esa distinción, aunque su formación sea por un término metafórico y otro literal. El único criterio de validez de una metáfora, que está en juego, aquí, es el que establece que la palabra metafórica implica dos ideas simultáneamente, fruto de la interacción entre dichos términos. Sin ellos no hay un pensamiento completo, dice Richards (1936). Entonces, se resume que no hay producción de sentido.

Se observa que la distinción literal / metafórico no es de todo irrecuperable en este estudio, pero no resulta del carácter propio de las palabras. Esta distinción procede de manera muy particular, por la cual funciona la interacción, que está fundada en las bases del teorema del sentido contextual propuesto por Richards (1936). Se admite, de ese modo, que el sentido literal no se relaciona más con el sentido propio. A partir de ahí, el lenguaje literal se evidencia con algo muy raro, que está fuera del lenguaje técnico de las ciencias.

Ante la crítica planteada por Richards (1936), Ricoeur (1975) hace algunas consideraciones importantes. La primera de ellas se refiere a la lucidez reflexiva, que se dice respeto al talento metafórico. Tal lucidez tiene como papel dar cuenta del fundamento de la metáfora y de su 'razón'. En una metáfora muerta (como "el pie de la silla") o viva (la metáfora creada / producida por el poeta, principalmente), hay una razón continua.

Sin embargo, Ricoeur (1975) aclara que hay una similitud directa, entre lo que Richards (1975) denomina tenor y vehículo, que puede resultar de una actitud común. Otra crítica que Ricoeur (1975) hace a la teoría del tenor y del vehículo, propuesta por Richards, resulta del

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problema precedente, discutido en los dos últimos párrafos. Se trata de la relación existente entre el tenor y el vehículo. En efecto, la relación entre los dos conceptos puede ser del orden de la comparación. "Comparar puede ser asociar dos cosas para dejarlas funcionar en conjunto; puede ser también apreciar su semejanza, o aún, captar ciertos aspectos de una a través de la presencia conjunta de la otra "(RICOEUR, 1983, p 128). La aproximación hecha por semejanza, de acuerdo con Ricoeur (1975), sobre la cual la definición de metáfora fue construida, es sólo una forma particular de yuxtaposición, sobre la cual se describe una cosa en términos de otra. Ante eso, el filósofo francés retoma el posicionamiento de Richards (1975) sobre el papel de la semejanza en la metáfora, al aseverar que:

O “veículo” tem muitas maneiras de controlar a modalidade de apreensão do “teor”. Mas a tese que tomou a exata contrapartida da definição estrita da metáfora pela semelhança para substituir, com André Betron, a comparação pelo pôr em presença de duas ideias heteróclitas ‘de uma maneira brusca e surpreendente, tem apenas o mérito de produzir uma imagem negativa da retórica clássica (RICOEUR, 1983, p.

128) 5.

Comparar es, para Richards (1936), nada más que reunir algo a otra cosa. En ese contexto, es papel del espíritu reunir dos cosas invariables de maneras diferentes. En consecuencia, de eso, se asegura que la filosofía de la retórica, por invasiva que pueda ser, en relación a sus propias significaciones, no combate nada por el desorden calculado. Aunque un arco se flexione al extremo, por ejemplo, la propia flecha tiene aún un objetivo.

Se afirma, por consiguiente, que todo poema es regido por el espíritu, cuyo papel es reinventar o encontrar un sentido. El nuevo sentido encontrado es producto del vínculo de dos cosas hechas por el espíritu en una teoría de la tensión, cuya función es producir un lugar idéntico ante las desemejanzas o las semejanzas entre los términos. La impresión que el

vehículo imprime al tenor, según Ricoeur (1975), puede ser resultado quizá mucho más de la

propia desemejanza que de la semejanza.

La última crítica de Ricoeur (1975) a la teoría de Richards se refiere al alcance ontológico del lenguaje metafórico. Se parte del supuesto de que el teorema del sentido textual da acceso

5Le “véhicule” a bien dês manières de contrôler la modalité d’appréhension de la “tenuer”. Mais la thèse qui

prendrait l’exact contrepied de la définition stricte de la métaphore par la ressemblance pour remplacer, avec André Breton, la comparaison par la mise en présense de deux idées hétéroclites, “d’une manière brusque et saisissante”, a seulement le mérite de produire une image négativr de la rhétorique classique (RICOEUR, 1975, pp. 107-108).

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al entendimiento por contexto de las partes ausentes de un discurso implícito, el cual puede dar paso a las situaciones que son representadas por el propio término ausente. Por esta razón, no se puede nunca dejar de hablar de una captación metafórica al hacer referencia a la propia realidad. Cabe señalar, por último, que la propuesta richardsiana no está orientada al problema que implica la relación de una metáfora y su exterioridad, afirma Ricoeur (1975). La problemática planteada, según el francés, debe ser dejada en suspenso, pues Richards (1936) trabaja la metáfora en el "ahí-ahora", sin pretensiones a la universalidad. El propio contexto es el "ahí-ahora". Se trata de una emergencia online, que ocurre en el acto de la enunciación, mientras que el uso, luego, tiene carácter particular.

En este sentido, se concluye que el estudio de la significación de Richards (1936), que implica la palabra como instancia del discurso, exige contexto, fruto de nuestras vivencias, de nuestro conocimiento enciclopédico, caracterizándose como un caso particular en el campo de la significación. Se requiere, por lo tanto, una innovación de la metáfora, mientras que el uso

online, es el producto de la tensión existente entre tenor y vehículo. Ahí reside el carácter

epistemológico de la metáfora para Ricoeur (1975), a partir de Richards: considerarla no como un proceso de sustitución, sino de interacción, a partir de un contexto, reconociendo las cosas del mundo compartidas. La metáfora, así, sólo produce conocimiento, cuando dos ideas chocan, produciendo un sentido, que deriva de un contexto, como instancias del pensamiento. Sustituir un término por otro en el campo del lenguaje defendido por Aristóteles nada añade de nuevo, no presenta ninguna propiedad heurística. La metáfora es ante todo producida a partir de lo que se piensa, de nuestras experiencias. Cada cual la interpretará, a partir de su visión de mundo, compartida dentro de una comunidad lingüística.

3 El contexto en Max Black

Black (1966) es discípulo de Richards (1936). En Modelos y metáfora, el referido estudioso sigue dando importancia al contexto en el estudio de la significación. Pero, se advierte que él mismo se aleja del maestro en al menos un punto: el desinterés por la neo-retórica, pues lo que está en juego, en un análisis, es el enunciado como un todo y no sólo una sola palabra como foco de referencia, responsabilizándola por la producción de sentido. Es decir, Black

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(1966) tiene interés en analizar el enunciado metafórico entero dentro de la teoría de la gramática lógica, al llevar, en consideración, el choque entre el foco y el cuadro: dos términos conceptuales, que necesitan ser aclarados aquí antes de proseguirse dicho estudio.

Black (1966) llama la atención sobre el hecho de que una metáfora necesita interactuar con el mundo para producir conocimiento. Esto es evidente cuando adopta la teoría de la interacción como oposición a la concepción aristotélica de sustitución y comparación. La metáfora es el resultado de la tensión entre el foco (focus) y el cuadro (frame) como un pensamiento completo.

En complemento, Ricoeur (1975) asegura que la metáfora es una frase, una expresión del mismo género. Ante un enunciado, afirma el filósofo francés, algunas palabras se emplean metafóricamente en detrimento de otras literales, que forman parte del contexto. En ese proceso, se aísla la palabra metafórica del resto de la frase, que se toma literalmente. El término metafórico es llamado foco y el resto de la frase literal cuadro. Este es el motivo por el cual Black (1966) también rechaza, así como Richards, la teoría clásica de la metáfora mencionada anteriormente, por considerarla sin función cognitiva. Se toma, como ejemplo, la metáfora:

(a) El hombre es un lobo.

En este ejemplo, no se debe tomar el término "hombre" y aplicarlo solamente a "lobo" como única manera de aproximar estos dos términos que componen la sentencia. Hay, según Black (1966), otros sentidos que pueden ser abstraídos de un sistema de tópicos compatible con el pensamiento de una comunidad, que lo use y lo aplique al "lobo". El funcionamiento (y la eficacia) de una metáfora sólo está en transponer con precisión la información que el término metafórico puede dar, cuya capacidad es la de evocar rasgos, de forma rápida y simultánea, para otro término con un trazo compatible, que se encuentra alojado en el conjunto de tópicos sociales: todo lo que el hablante evoca, a partir de su conocimiento y de su imaginación acerca de "lobo", es en relación al término "hombre", que forma parte de un contexto. El discurso muestra, en ese sentido, su potencialidad al abrir nuevas posibilidades de significar: "salvaje", "cruel", "implacable", "temible", "terrible", etc.

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El significado de "lobo" no se agota ahí. Para que se pueda explicar la metáfora, a partir del enfoque interactivo, abordado por Black (1966), no se debe limitar la selección de semas en un análisis componencial. El estudioso inglés propone que se observe la metáfora como un filtro. Por ejemplo, en (a), se puede afirmar que hay dos asuntos, el principal (el hombre) y el secundario (el lobo). La sentencia metafórica, en cuestión, no siempre ofrecerá el significado que se pretende, cuando se trata de un individuo ignorante, que no sabe lo que es "lobo" (BLACK, 1966).

Sin embargo, se llama la atención para que se observe lo que no nos parece más importante, por ejemplo, que un ignorante sepa lo que es "lobo" en el sentido literal, como el que aparece en el diccionario, o que sepa aplicarlo en el sentido real. Lo que está en juego, para él, es que el intérprete tenga conocimiento del sistema de tópicos que acompaña el término "lobo". Se pide, en ese sentido, a un ignorante, que él reflexione sobre cosas que piense ser verdaderas sobre los lobos. Las afirmaciones hechas por este individuo, acerca de los “lobo” , se aproximan a lo que Black (1966) llama "sistemas de tópico", que vienen acoplados a la palabra "lobo".

Es necesario observar que las respuestas dadas por individuos de diferentes culturas acerca de "lobo" se aproximaron en muchos aspectos. Pero hay que subrayar que hasta un experto en lobos, que estuviera mucho tiempo parado de sus actividades, podría presentar resultados erróneos o semi-verdaderos sobre el tema "lobo". Black (1966), sin embargo, afirma que lo que importa aquí para la metáfora no es que se considere como verdadero el sistema de lugares comunes, sino que si lo evoque verdaderamente. En estos términos, tiene sentido que la misma metáfora diga cosas diferentes en otras sociedades, pudiendo resultar en significados totalmente dispares. Por ejemplo, en culturas en que los "lobos" son encarnaciones de hombres, hay significados diferentes de los que los ven por otra mirada.

El centro de atención en Black (1966) está en el contexto. Para comprender mejor el ejemplo, este filósofo plantea que en una sentencia metafórica existen significados contradictorios. Hay sugerencias, entonces, que llevan al hablante a aceptar un conjunto de creencias normales sobre los lobos, cuyos significados son vulgares, que resultan de una mirada exclusiva de una cultura determinada, que los juzgan, a partir de su contexto. Al negarse ciertos rasgos que pueden ser aplicados al "lobo", como "lobos son vegetarianos", se produce en el

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oyente una paradoja, exigiendo del hablante una justificación. En consecuencia, Black reafirma que un hablante al pronunciar "lobo" se refiere a un ser "salvaje", "carnívoro", "astuto". Este animal forma parte de un sistema de ideas que no está a disposición del intérprete de forma directa, pero que se encuentra presente, a partir de un abanico de rasgos compatibles detallado, con el foco y el cuadro en una tensión contextual.

En resumen, se confirma que cuando un hablante usa la palabra "lobo" metafóricamente al referirse a un "hombre", él está evocando un sistema de lugares comunes, que son relativos al "lobo". Una vez que se acepta la idea de que el "hombre" es como un "lobo", entonces El término "hombre" se caracteriza como tal, con atributos lupinos: "feroz", "hambriento", "defensor de territorio", "luchador por supervivencia", que está en busca de alimento, del desperdicio dejado en las calles. Todos los predicados deben ser aplicados a "hombre", aunque sea en el uso normal o anormal. Por lo tanto, se afirma que:

El sistema de implicaciones relativo al lobo conducirá a un oyente idóneo a construir otro sistema referente al asunto principal y correspondiente a aquél; pero estas implicaciones no serán las comprendidas por los tópicos que el uso literal de “hombre” implique normalmente: las nuevas implicaciones han de estar determinadas por la configuración de las que componen a los usos literales de la palabra “lobo”, de modo que cualesquiera rasgos humanos de que se pueda hablar sin excesiva violencia en un “lenguaje lobuno” quedarán destacados, y los que no sean susceptibles de tal operación serán rechazados hacia el fondo – la metáfora del lobo suprime ciertos detalles y acentúa otros: dicho brevemente, organiza nuestra visión del hombre (BLACK, 1966, p. 87).

Para sintetizar lo que se ha dicho, Ricoeur (1975) asegura que la metáfora no es un producto acabado como la comparación, como se ha afirmado anteriormente. Esta aseveración corrobora que hay casi siempre una propuesta abierta, un significado a la disposición del intérprete, cuyo resultado es fruto de un proceso de "bien metaforizar". Tanto la metáfora como la comparación mantienen su capacidad semántica de forma íntegra: la connotativa y la denotativa, respectivamente, dice Black (1966). Es decir, la metáfora y la comparación, en su organización sémica, se mantienen en el texto por medio de rasgos semánticos mínimos en detrimento de su capacidad sintáctica, que presenta un índice de dispersión semántica. La relación entre el semántico y el sintáctico es activada por el hablante en el momento de la interpretación sugerida por el contexto.

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Es por medio de un contexto determinado que Black (1966) exhibe el foco "lobo", a partir de la visión de "hombre", haciendo que los dos polos estén en concordancia, cuando son procesados en la mente del lector. Por esta razón, la metáfora deriva de un proceso ambiguo y polivalente, principalmente en el lenguaje literario (aquel propuesto por Ricoeur), que da libertad al intérprete a hacer sugerencias, sin dejar de limitarse o imponerse por un sentido cerrado, pero también autoriza al lector a dejarse llevar por la reflexión infinita, al dar alas a la imaginación, no sólo para explicar, como también comprender los rasgos que caracterizan el enunciado, sea en el sentido uno o global.

Para que se pueda comprender una metáfora, a partir del enfoque interactivo recomendado por Black (1966), se necesita, ante todo, conocer siete tesis:

• Todo enunciado metafórico ofrece dos temas: uno principal y el otro secundario.

• Los términos deben ser vistos como un "sistema de cosas", no como "cosas", o sea, los considera como significados complejos y no como etiquetas unívocas.

• Una metáfora funciona cuando se aplica al término principal un sistema de implicaciones, el cual corresponde a un término metafórico.

• Las implicaciones generalmente consisten en tópicos que se refieren al metafórico, que a veces se establecen de forma directa en los límites de un texto concreto.

• Es papel de la metáfora: seleccionar, acentuar, suprimir, organizar los rasgos de significado del término principal al lanzar sobre él dos términos metafóricos.

• Este tipo de operación requiere que se retiren aquellos significados que pueden afectar a todo el campo semántico. • Estas operaciones de retirada total de significados abolidos del sistema no son en la mayoría de las veces explicados, porque no se pueden conocer las causas, porque algunas metáforas son comprensibles otras incomprensibles, son fallas (BLACK, 1966, 22).

Ante los siete puntos seleccionados, se ve que I no comparte siquiera con las formas más simples del enfoque sustitutivo, modelo aristotélico, de la misma manera que el ítem VI se presenta, informalmente, incompatible con el "comparativo". Los otros ítems, de II a V, ofrecen alguna razón para que no se acepte este último tipo de enfoque. Para concluir, no hay duda de que las lecturas oriundas de teorías históricas nos dan que pensar, ofreciéndonos un arsenal de conceptos, que esclarecen relaciones básicas lexicales, del tipo sintácticas, que objetivan

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desentrañar / conocer / identificar una metáfora, su génesis, y, en consecuencia, su real finalidad ante una oración, sus mecanismos que pueden aplicarse a las teorías que suscitan, a partir de una metáfora simple, relaciones entre polos que componen la oración, entre dos ideas en un solo pensamiento.

Se observa que una metáfora del tipo teológico-religioso, por ejemplo, como la de Salomón, origina la idea de que la metáfora es una fuente de significación, que se renueva en cada momento, de acuerdo con la lectura del intérprete, del proceso histórico que registró el hecho. Un nuevo enfoque, basado en teorías filosóficas y lingüísticas actuales, permite que el investigador avance en ese conocimiento y dé cuenta de los procesos interactivos, sean éstos manifestados por medio de un lenguaje general y / o literario, que objetivan alcanzar las metáforas más complejas, las cuales mantienen la unidad del texto o, aún, crear la unidad de la obra de un autor en interpretaciones transversales de diversos textos, que se estudian en sus procesos metafóricos. En el caso de las mujeres, la mayoría de las personas que se dedican a la enseñanza de la lengua materna en la enseñanza primaria y secundaria, ver el mundo y sus posibles relaciones con lo que le rodea.

La teoría de la interacción, tanto de Black (1966) como de Richards (1936), se pone de manifiesto al describir que la metáfora es de hecho un fenómeno de innovación, ya sea en el campo de la nueva retórica o de la gramática lógica, ya que se la considera como un discurso creativo, que tiene su propio referente. Es el desvío provocado por la función heurística que permite realizar nuevas conexiones e ideas ante la realidad. No se ve, en este sentido, razón para creer que la metáfora sólo tiene la capacidad de crear nuevos sentidos, cuando compara o sustituye una palabra por otra. Pero, ella también tiene otros objetos y referentes singulares, que están siempre en interacción con otros contextos recíprocamente.

Esto nos lleva a endosar la tesis de los estudiosos ingleses que se aproxima a la defendida por Ricoeur (1975), para quienes los referentes de los discursos y de sus contextos generales sobresalen a los que preservan a la mera noción de sustitución y/o de comparación, aunque éstos los últimos modelos aristotélicos se ven como un punto de partida válido, no son capaces de explicar el fenómeno de la metáfora.

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Este es uno de los principales papeles de la metáfora en este capítulo: recrear nuevos sentidos, a partir de diferentes contextos que se realizan recíprocamente, a partir de la tensión entre los dos polos presentados: el foco y el cuadro.

En síntesis, Richards (1936) ve la metáfora como "un comercio entre pensamientos", como bien se ha mostrado. Sin embargo, Ricoeur (1975) ha percibido que tanto en la neo-retórica richardsiana como en la gramática lógica de Black (1966) la metáfora no pertenece al dominio del lenguaje, sino al del pensamiento. Nunca hubo intercambio ni sustitución de un término por otro en esa perspectiva de análisis. Después de que Ricoeur (1975) describiera el proceso metafórico de Richards (1936) y Black (1966) en el campo del pensamiento y sus reales discrepancias, se ha observado que el filósofo francés provocó una nueva ruptura en la temática de la significación, aunque no se la consideró drástica, dando énfasis al análisis de sentencias metafórico en el campo del lenguaje. La metáfora nunca fue un instrumento exclusivo del pensamiento, dijo Ricoeur (1975), sino que también lo fue del lenguaje.

Consideraciones finales

Ricoeur confirmó la tesis de que las teorías de Richards (1936) y Black (1936) presentan algunas deficiencias. El referido filósofo francés ha criticado el posicionamiento de Richards (1936), quien siempre consideró la palabra aislada que compone el enunciado metafórico como la responsable por la significación en la lingüística del habla derivada de la tensión entre el

tenor y el vehículo. Black, (1966) a su vez, contempló la sentencia (metafórica) como un todo,

considerándola la responsable por la producción de sentido, desconsiderando la palabra aislada como la responsable del producto final de una interpretación. Sin embargo, Ricoeur (1975) apuntó este posicionamiento blackiano como un problema en el estudio de las metáforas en la gramática lógica pues los ejemplos de metáforas siempre fueron demasiado triviales. El filósofo francés consideró los ejemplos de metáfora blackianos inadecuados para explicar cualquier funcionamiento de una sentencia metafórica por ser demasiado sencilla y a veces inventada. Es decir, las metáforas, en general, presentes en un poema, no siempre fueron tan sencillas para ser comprendidas. En los diferentes tipos de discurso, siempre hubo otros tipos de metáforas

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más complejas, cuya interpretación cae en el concepto de "absurdo lógico", exigiendo de la intérprete atención redoblada, de las cuales Black (1966) no hizo mención alguna. De eso, Ricoeur (1975) dio un nuevo ropaje al estudio del contexto, considerándolo una pieza clave para los estudios lingüísticos, filosóficos y literarios. Aunque el filósofo francés no compartió, en este caso, la tesis de que en un enunciado metafórico sólo una palabra será la responsable de la significación, él sabe que en una sentencia completa la palabra continuará siendo la responsable por la significación.

REFERÊNCIAS

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