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Paludismo

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CRIÓNICAS

PALUDISMO”

Norle argentino.-Después de un viaje por el norte argentino, Melfi ha reco- gido algunas impresiones sobre la lucha antipalúdica en dicha región. La quinini- zación terapéutica no se realiza con toda la regularidad deseable, por motivos explicables. A pesar de la insuficiente acción gubernamental, las zonas céntricas de las ciudades de Tucum&n, Salta y Jujuy se hallan indemnes de paludismo, debido en gran parte a la formación de zonas habitadas por personas humildes en los suburbios, que constituyen una especie de valla humana. Los ríos cercanos a las poblaciones, junto con algunos arroyos, son las principales fuentes de mos- quitos de toda especie. En un arroyo cercano a Tucumán, el autor encontró larvas que resultaron ser de Aedes aegypti, Anopheles albitamis y An. pseudo- punctipennis, pareciendo ignorarse antes la existencia del aegypti. El albitarsis pasa por no ser malarífero. En cambio, el pseudopunctipennis es considerado como el principal vector argentino. En un experimento para determinar si los mosquitos liberados en la margen izquierda del río Grande de Jujuy en 1926, se tiñeron 15,200 hembras y 12,655 machos de pseudopunctipennis, y 572 An. argyritarsis, y se capturaron después en los domicilios de la ciudad 5,853 hembras y 92 machos de pseudopunctipennis y ~610 un ejemplar de argyritarsis, solamente 44 de ellos teñidos, demostrándose así que los mosquitos cruzaban el trayecto. Las capturas fueron menores en las casas más próximas a ciertos criaderos, pero hallando en los barrios periféricos alimento abundante, no tuvieron necesidad de llegar al centro, ofreciendo de nuevo los barrios suburbanos una barrera. Las observaciones con cebo animal y humano demostraron que el principal vector, el pseudopunctipennis, es decididamente antropófilo. Para combatir el paludismo es sabido que se ha establecido una serie de dispensarios llamados estaciones sanitarias, por dedicarse también a otros fines. El dispensario de Salta, pw

ejemplo, comprende un dispensario para lactantes, otro antivenéreo, una instala- ción roentgenológic,a, y laboratorio. En Jujuy existe una estaciún semejante, )’ lo mismo en Tu‘cuman. La con@urrenria es exclusivamente de clase humilde y necesitada. Cada provincia palúdica se halla dividida en zonas, para facilitar la campaña, estando cada zona a cargo de un médico y un auxiliar, o solamente de un auxiliar si la población es escasa. Un sanatorio, único en el país, radica a 12 km de Salta, y está destinado al tratamiento de niños palúdicos, proponiéndose además alejarlos por tres meses de los focos palúdicos. La capacidad, sin em- bargo, es reducida, pues apenas es de 50 camas. El tratamiento no difiere en nada del empleado en otras partes, pero las vías utilizadas para medicación si discrepan de un sitio a otro. Por ejemplo, en Tucumán prefieren la vía bucal, recurriendo a la intramuscular sólo por excepción. En cambio, en Salta y Jujuy prefieren las inyecciones, empleando una solución acuosa esterilizada de clorhi- drato de quinina al 5 por ciento. Alvarado prefiere esa vía por su acción más rapida, y solicitarla espontaneamente muchos enfermos. En Tucumán, cuando

* Otras crónicas sobre Paludismo han aparecido en los siguientes números del Bormim fbro. 1934, p. 124; 1932:nbre. p. 1170,yeno., p. 14; mayo 1931, p. 579; 1930:sbre, p. 1107, yeno., p. 1G; 1928: obre, p. 1222, y jal., p. 830.

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los examenes de sangre resultan negativos, emplean un reactivador por espacio dc seis días, consistiendo en cuatro comprimidos, dos en el almuerzo y dos en la cena, de las pastillas de Blaud (0.5 gm de carbonato de hierro). En los casos quininorresistentes suministran durante una semana por vfa gástrica 1.5 gm de quinina en tres tomas diarias de 0.5 gm; en la segunda semana, por tres o cuatro dlas, las pastillas de Blaud en la forma indicada más arriba, y luego tres días de quinina a las mismas dosis que en la primera semana, repetiendo lo mismo en las siguientes semanas. Los lactantes y niños de primera infancia son tratados con tanato de quinina, empleandose en ellos la mitad de la dosis habitual para el adulto. En cuanto a la quininización profiláctica, casi no se lleva a cabo. Con respecto a la eficacia de ambos métodos, los dos parecen ser igualmente buenos, pero, por desgracia, no se siguen con constancia. Las observaciones realizadas, domo se ha comprobado en Buenos Aires, demuestran que a pesar de ser la quinina el medicamento específico para el paludismo no cura, pues hay individuos infecta- dos en regiones endémicas que, despues de sometidos a una terapéutica energica, presentan recaidas a largos plazos (más de 50 años en un caso del autor). El autor no describe las obras de saneamiento efectuadas en distintos puntos, po~ haberlo hecho otros autores antes. (Melfi, J.: Semana ¡Uéd., 493, fbro, 14, 1935.)

fndice esplenico en, Colombia.-Los estudios de Cadena y Gast en Barranca- bermeja, Puerto Wilches, Chucurí y El Pedral, entre 3,891 personas, comprueban que la raza mestiza es la que acusa más esplenomegalia, y la negra la que menos. Los porcentajes para los distintos grupos son: blancos, 32.8; mestizos, 35.0; mulatos, 27.6; y amarillos, 12.5. Entre 293 escolares, los porcentajes fueron: blancos, 50.6; mestizos, 46.3; y mulatos, 37.0. EII las poblaciones que se renueva11 frecuentemente, el índice esplbnico parece superior al hemoparasitario, no su- cediendo esto, al parecer, en otras. (Cadena, M. A., y Gast. G., A.: IZw. Hig., 176, mayo 1934.)

Cuba.-Kourf y Basnuevo, al discutir el tratamiento del paludismo, hacen notar la forma intensa con que azota la enfermedad actualmente las poblaciones rurales de Cuba, y hasta ciudades importantes, como la Habana y sus barrios limitrofes. A los hospitales habaneros llega un gran número de esos enfermos procedentes de los focos del interior con infecciones masivas, y al indagar el tratamiento impuesto, resulta que con mucha frecuencia ha sido insuficiente. Por lo general, las dosis de quinina administradas son demasiado débiles y, frecuentemente, interrumpidas demasiado pronto. Las dosis insuficientes de comienzo pueden traer Lomo consecuencia una adaptación al medicamento, mientras que la interrupción prematura da lugar a recidivas. El tratamiento debe ser precoz, intenso y prolongado para que resulte eficaz. Los autores abogan por la administración en el adulto, como dosis media, de 2 gm diarios de quinina, y prolongar el trata- miento por espacio de seis meses a dosis paulatinamente decrecientes. El modo y vfa de administración variarán de acuerdo con la gravedad. Un esquema esboza la posología en los casos comunes, reservándose la vía venosa para los casos perniciosos. En los tres a cuatro primeros días la dosis diaria es de 2 a 2.5 gm; en los tres dfas siguientes, 1.5 a 2 gm; en los 10 a 15 días siguientes, 1.5 gm; en los 10 dfas siguientes, 1 gm; en los 10 siguientes, 0.5 gm; y en los 15 siguientes, 0.25 gm; descanso de 30 dfas, y se comienzan tres series de 15 días cada una administrando 0.25 gm, con descansos de 30 días. Si en los descansos se nota algún sfntoma que haga sospechar la proximidad de un nuevo acceso, se reanuda la quinina sin demora. Para ello la quinina no tiene sucedáneos, pero sí existen ciertos coadyuvantes, como el arsénico, hierro, estricnina, glicerofosfatos, etc. No han probado la atebrina, pues siempre les ha bastado con la quinina. En algún caso quizás convenga emplear la vía intramuscular en los primeros dias para actuar- más rápidamente. Si hay intolerancia gastrica, esa es también la vía de elección. En los últimos meses, una o dos cápsulas diarias bastan para

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evitar recidivas y reinfestaciones, y en los focos infecciosos una cápsula bastará como medida profihictica. La composición de las cápsulas es ésta: formiato básico de quinina, 0.25 gm; protoxalato de hierro, 0.05 gm; arrhenal, 0.04 gm; cinamato de sodio, 0.001 gm; polvos de áloes y de ruibarbo, 0.09 gm. (Kourf, P., y Basnuevo, J. G.: Crón. Méd.-Quir. Habana, 376, sbre. 1934.)

Distribuci6n de quinina en Guatemala.-Las cantidades de quinina importadas anualmente en Guatemala demuestran gráficamente el impulso que se le ha dado a la lucha antimalárica desde 1931, en cuyo año mas que se duplicó la cantidad importada por el Estado previamente. La quinina importada representó un montante de 1,536 quetzales en 1929, 2,163.49 en 1930, 4,765.50 en 1931, 8,734.3.5 en 1932, y 4,935.38 en 1933. El producto de las ventas ha revelado un notable aumento: de 218.68 quetzales en 1930 a 4,538.44 en 1933. Ademas, se emplearon en 1933 unas 50,000 tabletas cada una de plasmoquina y de atebrina. (Diario Centro-Am., ab. 10, 1934.)

Mézico.-Según las cifras recopiladas por Bustamante, en México se han registrado las siguientes defunciones de paludismo: 1922,24,932 (186.9 por 100,000 habitantes); 1923, 20,773 (153.1); 1924, 21,392 (157); 1925, 21,757 (159); 1926, 21,556 (156.8); 1927, 20,076 (145.4); 1928, 18,720 (134.8); 1929, 17,215 (123.2); 1930, 27,183 (177.5); 1931, 36,161 (233.2); 1932, 20,790 (131.2). Estas estadísti- cas son reconocidamente bajas, pues proceden de zonas en que el Departamento Federal de Salubridad tiene cierto control, ignorándose las defunciones registradas en lugares donde no existen médicos, o los encargados del registro civil no tienen a la vista certificados médicos. El estudio de Bustamante, que comprende tres quintas partes del territorio mexicano, revela que del lo de julio de 1932 al 30 de junio de 1933, los Estados más efectados por la enfermedad fueron: Oaxaca con 3,219 defunciones; Puebla con 1,296; Chiapas con 1,266; Veracruz con 1,230; y Tabasco con 869. En el Estado de México ~610 se registraron 78. (Busta- mante, M. E.: apud Res. Méd. Ver., 1137, mayo 1, 1934.)

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como sucedió en la epidemia de Progreso en 1927. El factor principal es siempre la creación artificial de condiciones favorables para el desarrollo de los vectores, casi exclusivamente por negligencia. En dos fincas en que se determinó el fndice esplénico en 60 personas, 98.3 por ciento revelaron esplenomegalia y 33.3 por ciento bazos palpables. En cambio, el fndice plasmódico fu6 de 6.6 por ciento: 14.28~en los menores de 10 años y 2.56 por ciento en los adultos. Resultados semejantes se encontraron en fincas abandonadas, aunque en algunas los índices plasmódicos fueron más elevados. El fulciparum ~610 fué encontrado en menores de 15 años, y únicamente en casos de la montaña. Durante la epidemia de Pro- greso en 1927, sobre 83 casos estudiados el índice espl6nico fu6 de 55.4 por ciento, y el plasmódico de 74.7 por ciento, encontrándose falciparum en 63.8, vivaz cn 31.3, y malariae en 10.8 por ciento de este grupo. La causa determinante de la epidemia radicó en el desarrollo excepcional del albimanus, que representaba 90.8 por ciento de los insectos caseros, mientras que en 1930-32 el fndice determina- do por el Servicio Antilarvario local ~610 reveló una proporción de 0.5 por ciento. Para el autor, en Progreso pueden preverse con absoluta seguridad las epidemias palúdicas por el control local permanente del albimanus, evitando en particular los factores artificiales que originaron la epidemia de 1927. En 1930-32, el fndice del Aedes aegypti lleg6 a 9.4 por ciento. (Hoffmann, C. C.: “Contribn- ción al conocimiento del paludismo en la Península de Yucatán”, 1934.)

Con respecto a la rareza del paludismo en el Estado de Yucatán, aun en la estación lluviosa, Saunders hace notar que de 2,198 frotes sangufneos ~610 48 resultaron positivos para plasmodios, mientras que entre 2,353 enfermos recono- cidos, 48 resultaron casos comprobados y 31 sospechosos (3.3 por ciento del total). La frecuencia del paludismo parece ser menor a lo largo de la costa, y aumentar al acercarse a la frontera de Quintana Roo. El fndice esplénico parece indicar con bastante exactitud la frecuencia del paludismo, pues de 2,045 bazos palpados, 3.1 por ciento resultaron positivos. El parásito mas frecuente fu6 el vivaz; el falciparum es común y el malariae raro. Aunque se buscaron con frecuencia, no se encontraron ni larvas ni adultos de anófeles. (Saunders, G. M.: “The Penin- sula of Yucatan, Medical etc. studies”, 470, 1933.)

Según Bequaert, un estudio de Hoffmann indica la probabilidad de que el principal mosquito malarffero en el sur de Yucatán sea el albimanus, mientras que el vesti2ipennis acaso también intervenga en el territorio más selvático de Quin- tana Roo. En su reciente informe Hoffmann (vEase el BOLETfN de nbre. 1932,p. 1175) declara que el albimanus es el único anófeles epidemiógeno en Yucatan. (Bequaert, J. C.: Ibid., 553.)

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Nz’caragua.-En 6,314 análisis practicados en 1933 en los laboratorios del Minis- terio de Higiene de Nicaragua buscando paludismo, se encontró un 31.9 por

ciento de positivos. A la ciudad de Nicaragua correspondió 24.5 por ciento. (Castillo, G.: Rev. Méd., 222, ab. 1934.)

Infancia.-En la epidemia de paludismo que azotb a Tegucigalpa desde agosto de 1933, observáronse casos en recién nacidos, encontrándose en la sangre de éstos, así como en la de las madres, el PI. fcdciparum. Una de las manifestaciones más frecuentes de la dolencia son las convulsiones, que a veces simulan meningitis. En el consultorio de niños se han observado hasta formas disenteriformes. En el tratamiento deben emplearse dosis altas con relación a la edad, por ejemplo, de 0.2 y 0.3 cgm de aristoquina al día en los lactantes, y de 0.5 y 0.6 en los niños de uno a tres años. Otras sales de quinina empleadas son la euquinina y el tanato, éste a veces con polvo de ruibarbo y lactosa. La cocoquina, preparado de quinina, chocolate y yerba santa, tambi6n es muy bien tolerada. La profilaxis en lainfan- cia es la misma que en los adultos. (Zepeda, R. B.: Bol. San., 49, jun. 1, 1934.)

Panamá.-En las observaciones hechas por Komp y Clark de septiembre de 1932 a agosto de 1933, los coefficientes palúdicos de cinco aldeas de la vertiente del Chagres en Panamá revelan una notable disminución hacia fines del otoño y prin- cipios del invierno de 1932, seguida de un rápido ascenso en enero de 1933, que continuó hasta el final del período estudiado. La forma estivoautumnal, la más corriente, aumentó ligeramente durante el año, constituyendo 89.2 por ciento de todo el paludismo descubierto. Las semilunas revelaron muy pocas variaciones de mes a mes, representando 29.2 por ciento. En un pequeño número de lac- tantes, el coeficiente fu& de 20.7 por ciento. En los individuos examinados 12 veces a plazos mensuales, se observ6 un coefficiente parasitario anual de 803 por 1.000. (Komp, W. H. W., y Clark, H. C.: Am. Jour. Trop. Med., 381, sbre. 1934.)

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Piura.-Escudero Franco estudia la profilaxia del paludismo en el Departa- mento de Piura, Perú, haciendo notar que la morbidad guarda relación estricta con las condiciones climatológicas. Los brotes coinciden con el avance de los mosquitos desde sus quebradas hasta el litoral, de pantano en pantano dejado por las lluvias, continuando los casos esporádicos hasta julio, en que los mos- quitos escasean hasta desaparecer. Entretanto, en las quebradas siguen los casos todo el año, con menos frecuencia que en los primeros meses de lluvia, pero en escala mucho mayor que en Piura, donde pasan tres o cuatro meses sin ver un solo acceso palúdico. El cultivo del arroz, con sus pantanos, no cons- tituye mayor causa, pues el mismo fndice morboso existe en Morropón, zona arrocera de quebradas, y en Amotape, donde no se cultiva ese cereal. No se ha hecho aun el estudio biológico del vector malarffero en Piura, pero cabe suponer que es el A. prreuclopunclipennis. El autor hasta ahora ~610 ha podido conseguir en la ciudad de Piura el Aedes uegypti. El coeficiente de mortalidad palúdica por 1,000 habitantes en las diversas loca,lidades varía de 0.2 a 18, pero esas cifras no corresponden a la realidad, pues muchas defunciones no son certificadas por médicos. Otro tanto sucede con la morbidad, que ~610 es más o menos fidedigna en ciertos sitios, por ejemplo, en el Hospital de Piura, donde de 265 enfermos, 44 fueron palúdicos. En el Departamento ~610 hay 33 médicos, 11 de ellos ell Piura y 10 en Talara, mientras que en muchas otras ciudades no existe ninguno. EII el examen de más de 900 niños de la ciudad de Piura 5610 se encontraron 12 con esplenomegalia, y en las niñas ésta fu6 aun m& rara, pues súlo se encontraron tres entre 750 examinadas, y todos los csplenomegálicos procedían de los distritos del interior. De 13 esplenomeg8liros, ~610 fuC posible encontrar plasmodios en siete, que en cinco eran falciparum. En el Departamento, pues, el paludismo es endémico en los distritos de las vertientes occidentales de los Andes, y epidémico anualmente en los cercanos al litoral marítimo. El índice esplénico, enormemente alto en los distritos de las quebradas, disminuye hacia el litoral. Para libra1 una campaña cientffica, precisa un estudio detenido del vector y condiciones locales, poniendo luego en planta el plan racional de la Dirección dr Salubridad. (Escudero Franco, F.: Rev. San. Mil., 38, eno.-jun. 1934.)

iWurucuy.--Vivas describe la disminuciún del paludismo en la ciudad de Mara- cay, pues mientras que la mortalidad general ha descendido de 443 a 386 unidades de 1929 a 1933, la de paludismo, de 38 a 7, o sea de un porcentaje de 8.57 a 1.81. La morbosidad ha revelado una disminución semejante. De 83 casos investi- gados en 1933, solamente 35 eran originarios de la ciudad. El fndice esplénico determinado en 519 personas en 1931 fué de 12.13 y el hemoparasitario de 5.97 por ciento, comparado con 0.63 y 0 respectivamente entre 473 examinados en no- viembre de 1933. (Vivas, A.: Bol. Min. ASal. & Agrie. & Cris, 382, obre.-dbre. 1933.)

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los más atacados. Negros y adultos, en general, se afectan menos, pero cuando se enferman muestran una mortalidad mayor. La sucesión de los casos se con- forma a lo que se esperaría si la enfermedad fuera transmitida por anófeles, to- mando además en consideración las condiciones de inmunidad relativa presentada por una gran parte de la población de la zona endémica. Una notable carac- terística de la hemoglobinuria, es la recurrencia familiar y domiciliaria. Por analogía con lo observado en la nefritis cuartana, así como por otros datos epi- demiológicos, cabe imputar esta recurrencia a la infección doméstica. Esta tiene lugar cuando los anófeles infectados en la misma casa, al alimentarse en un individuo que alberga gametos en la sangre, permanecen en la casa por tiempo suficiente para conseguir la maduración de los esporozoítos, y al picar a otros familiares transmiten la infección, 0 sea la misma cepa. La existencia de una infección domiciliaria caracterizada por hemoglobinuria, en un distrito donde el paludismo es hiperendémico y prevalece la .subterciana, mientras que la hemo- globinuria es relativamente rara, impone forzosamente la teoría de una infec- ción domiciliaria, que no corresponde a lo observado en el paludismo corriente. A falta de datos parasitológieos adecuados, y tomando en cuenta las caracte- rísticas clínicas y epidemiológicas del mal, cabe aceptar, como ha propuesto Nocht, que la fiebre hemoglobinúrica debe ser consecuencia directa de la infec- ción con ciertas cepas de los varios plasmodios, que morfológicamente no pueden distinguirse de las demás, pero que se caracterizan biológicamente por producir hemolisis. (Giglioli, G.: Riv. Mular., 426, jul.-agto. 1932.)

Filipinas.-Corroborando sus propias conclusiones anteriores y las de Holt, Russell declara que el paludismo está difundido por todo el archipiélago de las Filipinas; que la enfermedad es primordialmente de las regiones al pie de las montañas, encontrándose dondequiera haya corrientes que contengan las larvas del A. minimus var. $avirostris; y que, en cambio, el litoral si es llano, los llanos del interior y las montañas de más de 2,000 pies, no son palúdicos. De 1,065 exámenes realizados, 24.8 por ciento fueron positivos en frotes. El Pl. vivu.~ fué el más común, y el malariae el más raro. Tomando en cuenta los frotes anteriores, sobre un total de 2,302 la proporción de positivos baja a 23.6 por ciento. Una correlación entre el tamaño del bazo y el porcentaje de frotes positivos, reveló que sólo 1.7 por ciento de los que tenían bazos negativos tenían frotes positivos. En cambio, entre los que tenían un bazo de tamaño 4, eran positivos en la sangre 87.5 por ciento. Un 54.4 por ciento de los que tenían bazos palpables solamente a la inspiraci6n profunda, acusaron frotes positivos. La palpación esplénica ofrece, pues, un índice útil de la frecuencia del paludismo en las Filipinas, existiendo una correlación marcada entre la esplenomegalia y el porcentaje de frotes positivos. (Russell, P. F.: Philp. Jour. Sc., 43, mayo 1934.)

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demás baja, e hizo notar que los terrenos en una región de Illinois se venden a un precio de 12 a 20 veces mayor que en algunas partes de Misuri, debido principalmente a que las últimas están afectadas por el paludismo. (Fuchs, A. W.: “Economic losses from malaria.“)

Investigack%.-Para Craig, la situación actual con respecto a nuestros cono- cimientos del paludismo, es muy semejante a la que reinaba con la fiebre amarilla hace 10 años. Entre los problemas por resolver, menciona en primer lugar la posible existencia de plasmodios palúdicos aparte de las tres especies clásicas. Ya ha habido que agregar el Plasmodium ovale al grupo (véase el párrafo siguiente). Otro problema aun pendiente, es la posible relación entre los plasmodios del hombre y de los monos. Knowles y Das Gupta en la India transmitieron un plasmodio del M. rhesus a tres voluntarios humanos por ino- culación subcutánea de sangre, lo cual denota que por lo menos una especie puede ser transmitida al hombre experimentalmente. Con la excepción del dudoso experimento de Mesnil y Roubaud en 1920, hasta la fecha no se han transmitido los plasmodios humanos a los monos u otros a.nimales. Otros problemas por resolver son la causa de las recidivas remotas y el origen de los gametos, asf como la posibilidad de que el falciparum pueda reproducirse por fisión binaria en su periodo temprano de desarrollo. Con respecto a trans- misión, nuestros conocimientos son todavía muy incompletos en ciertos sentidos, como relación de otros mosquit,os aparte de los anofelinos, posible transmisión mecanica por mosquitos u otros insectos picadores, y papel desempeñado por la temperatura y la humedad. En lo tocante a la inmunidad, quedan muchos puntos todavía pendientes. Mulligan y Sinton han repasado recientemente lo logrado, deduciendo que hay pruebas de que varias cepas de la misma especie de plasmodio varían en virulencia; que la virulencia de una cepa puede cambiar por el pase frecuente, bien por el mosquito o el hombre; que las cepas pueden variar en su reacción a los medicamentos o en su capacidad para infectar al hombre; que las infecciones crónicas o latentes producidas por el vivaz o fulci- parum, si se dejan correr por su cuenta, producen una inmunidad completa o casi completa al mismo plasmodio, pero no a otras cepas; y que existen muy pocas pruebas de inmunidad por especies, aun tras infecciones crónicas o latentes. (Craig, C. F.: South. Med. Jour., 448, mayo 1934.)

Plasmodium ovale.-Para Giovannola, los datos disponibles indican que el Plasmodium ovale (véase el BOLBTfN de fbro. 1934, p. 143) es una modificación del Pl. vivax en las infecciones crónicas, y que no hay hasta la fecha pruebas su- ficientes de que se trate de un cuarto plasmodio humano. Para establecer de- finitivamente su puesto correcto, precisarfan más investigaciones sobre la mor- fología del Pl. vivax y del PI. ovale en distintas condiciones. (Giovannola, A.: Am. Jour. Trop. Med., 175, mzo. 1935.)

James y colaboradores reiteran que el PZ. ovale debe ser considerado como una especie separada, por ser su morfologfa en el hombre especificamente distinta de la de los otros tres parásitos previamente reconocidos, sin modificarse cuando se pasa de persona en persona por la inoculación directa de sangre; y por haber cultivado una cepa del Congo Belga y otra de Nigeria en el mosquito Anopheles maculipennis, con su morfología propia; por haber infectado enfermos haciéndo- los picar por mosquitos en que se habían cultivado las dos cepas y mantenídose éstas por otros pases en mosquitos, y por inoculación directa de la sangre; por ser inmunol6gicamente el PI. ovale distinto del vivax y las otras especies de pará- sitos; y por variar la evolución clfnica del paludismo que produce de la evocada por el PI. vivaz. (James, S. P., Nicol, W. D., y Shute, P. G.: Am. Jour. Trop. Méd., 187, mzo. 1935.)

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clfnica del autor, las infecciones por falciparum de modalidad grave, y mostrando mucha resistencia a la quinina y arsenicales. Desde los primeros momentos, lo más frecuente era encontrar una reacción visceral abdominal, con un índice esplenomegálico elevado, pues al segundo o tercer día de fiebre ya era frecuente palpar el bazo, y en algunos casos el reborde hepático. Entre las muchas en- fermas, algunas se quejaban de un dolor en el hombro derecho, que el autor atribuye al brusco aumento del volumen del bazo. Ese punto doloroso puede quedar delante del escaleno correspondiente al frénico derecho, y con menos constancia al izquierdo. En la mayoría de las enfermas que acusaron ese signo, se encontró el PI. falciparum. Los casos crónicos o recidivantes no manifestaron tal dolor, es decir, que éste se limita a los agudos. El autor presenta 15 historias clínicas de enfermas que corroboran su observación. (Pareja Coronel, A.: An. Soc. Méd.-Quir,. Guayas, 805, sbre. 1933.)

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Gota gruesa.-Kourí y Basnuevo hacen notar que, en el diagnóstico rápido de los hemoprotoxoarios, en las infestaciones muy discretas en que escasean los pará- sitos, es que la gota gruesa adquiere valor extraordinario. La gota debe ser bien coloreada (rojiza en la periferia y azul en el centro), el agua 1igerament.e alcalina, y el tiempo de coloración algo prolongado. El método constituye un verdadero enriquecimiento de los parásitos, y-es frecuente observar una hiperpolicromasia debida a las alteraciones producidas por los hematozoos sobre los hematíes. Para los autores, el PI. malariae es sumamente excepcional en Cuba, y su existencia no ha sido aun demostrada. El jcdciparum y el vivax sí son abundantes. En la actuali- dad existe una epidemia de paludismo en la isla, con mayor intensidad en la parte occidental y en las poblaciones rurales. En la Habana, se han registrado algunos casos procedentes de los barrios limftrofes, presentando todos el vivux, mientras que los procedentes de Pinar del Río presentan el fulciparum. Una ventaja de la gota gruesa es que, cuando existen dos variedades del parásito, es posible diagnos- ticarlas a la vez, y extrayendo dos muestras en dos láminas distintas, puede en una investigarse el paludismo y en la otra practicar la Widal, sobre todo en un país donde son frecuentes ambas enfermedades. La gota gruesa también puede ser empleada, pero no con tanta utilidad, para el diagnóstico de la filariasis, las espiroquetosis, la leishmaniasis y las tripanosomiasis. (Kourí, P., y Basnuevo, J. G.: vida Nueva, 118, sbre. 1933.)

Tinción.-Fr6es propone el empleo del método de Kropper y Fróes para buscar los parásitos palúdicos en gota gruesa. Consiste en la tinción con solución ácida de azul de metileno (líquido de Gasis: azul de metileno, 1 gm; ácido clorhídrico, 0.5 CC; agua destilada, 190 CC; alcohol al 90 por ciento, 10 CC) durante uno a dos minutos, lavando después la película con agua destilada. (Fróes, H. P.: Riv. Alalar., 481, Fasc. 4, 1934.)

Reacción de Henry.-A Videla y colaboradores, la reacción de Henry en 30 enfermos palúdicos y malarizados les resultó positiva en 76.7 por ciento. De 31 enfermos testigos, fué positiva en 29 por ciento. Una positiva no permite, pues, afirmar el dignóstico de paludismo. Una negativa en palúdicos tratados puede sí servir de índice de la eficacia momentánea del tratamiento. (Videla, C. A., Savino, E., y Martínez Dalke, L.: Rev. Asoc. Mld. Arg., 1385, dbre. 1934.)

Reactivación con adrenalina.--Al tratar de reactivar el paludismo latente con sulfato de berberina o cloruro de adrenalina en 18 casos, el resultado fué siempre negativo. En cambio, la soluci6n de cloruro de calcio por vía venosa a dosis de 10 CC repetidas diariamente, reactivó el paludismo latente al primero, segundo o tercer día en cuatro de seis casos. La reactivación concide con la ferroflucula- ción de Henry y la esplenomegalia de primero y segundo grados. (Videla, C. A.: Rev. Asoc. Méd. Arg., 1402, dbre 1934.)

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como ejemplo de la forma llamada neonatal, diferenciándolo del congénito por la fecha en que aparecieron las manifestaciones, o sea después del nacimiento, lo cual es posible muchas veces establecer clínicamente. El segundo es más dudoso, por haber posibilidad de picadas de mosquito. Reconociendo la posibi- lidad del paludismo transplacentario y citando la literatura, agrega que el meca- nismo es fortuito, y que la forma congénita ~610 puede producirse excepcional- mente mediante circunstancias capaces de provocar alteraciones histológicas. En todo caso de paludismo en embarazada, ya activo o latente, y en particular si no se ha practicado profilaxia prenatal, es de rigor una escrupulosa investiga- ci6n en el recién nacido, sin olvidar que el paludismo puede permanecer latente o larvado en el recibn nacido por algún tiempo. No es imprescindible la actividad del proceso palúdico en la madre para la transmisión por vfa placentaria. En el primer caso, la madre no acusó antecedentes palúdicos antiguos. (Pérez Ara, A.: Rev. Med. & Cir. Habana, 1, eno. 31, 1934.)

Forma congénita.-En la Maternidad de Stanleyville, en el Congo Belga, entre 33 madres examinadas poco despues del parto, Schwetz encontró 21 veces parAsitos palúdicos en la sangre periférica, y otras tantas en la placenta, y en

18 casos en ambas. No los pudo encontrar ni una sola vez en los recién nacidos. Los parásitos casi siempre escaseaban en la sangre periférica, mientras que abundaban en la placentaria. En la sangre periférica se encontró el falciparum

17 veces, el malariae 3, y el vivax una vez; en la placenta sólo el jalciparum, casi exclusivamente en la etapa de esquizontes adultos, a veces fagocitados, ~610 dos veces semilunas, y muy rara vez anillos. Este tropismo especial de los csquizontes para la placenta y, probablements para los brganos internos, no es la causa de la persistencia en los negros adultos de la terciana tropical, en con- traposición a las otras dos especies palúdicas. (Schwetz, J.: Riv. Malar., 435, Fasc. 4, 1934.)

Z’rans~&ón.---Harvier cita un caso en que se realizaron dos transfusiones de sangre provenientes de dos donantes distintos, y tres días despuds de la segunda aparecieron tipicos accessos palúdicos. El segundo donante había residido en las colonias francesas, y el examen hematológico revel6 hematotozarios, aunque en pequeño número, y sin el menor signo clínico de paludismo. El sujeto había vivido en Francia desde hacía 18 años, y su último viaje a Argelia databa de nueve años, habiendo podido, a pesar de la falta de todo accidente palúdico previo, transmitir el paludismo y retener todavía hematozoarios. (Harvier: Gaz. Hôp., 479, ab. 4, 1934.)

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Paludismo autóctono cerca de un manicomio.-Martin, Chassigneux y Rouëssé observaron un caso de paludismo autóctono en una mujer que vivía cerca de un asilo, donde hospitalizan paralíticos generales tratados por la malarioterapia. Esta observación parece demostrar el peligro que entraña la colocación de paralíticos generales impaludizados en instituciones rurales. (Martin, R., Chassigneux, y Rouëssé: Gaz. Hôp., 736, mayo 19, 1934.)

Epidemia entre narcómanos.-Helpern se refiere a los 41 casos de paludismo observados entre narc6manos en la Ciudad de Nueva York. De ellos, 18 resultaron letales. Las pesquisas policíacas pusieron de manifiesto que casi todos los muertos habían frecuentado los mismos alojamientos, y que muchos jamás habían salido de Nueva York, pero que algunos habian visitado los trópicos. Los hechos indicaban transmisión directa de la enfermedad de individuo a individuo, con toda probabilidad por agujas hipodérmicas. La transmisión del paludismo en esta forma entre narcómanos, fué descrita por primera vez por Biggam en 1929 en Egipto, y recientemente por varios autores en los Estados Unidos. Los casos en los vivos fueron descubiertos al practicarse exámenes sanguíneos de 150 narcó- manos, que no se sospechaba tenían paludismo. (Helpern, M.: Pub. Health Rep., 421, mzo. 30, 1934.)

Appelbaum y Gelfand presentan las historias clínicas de 10 de 39 casos de paludismo en morfinómanos asistidos en el Hospital Bellevue de Nueva York y tratados con atebrina, deduciendo que ésta es un coadyuvante valioso de la quinina. (Appelbaum, E., y Gelfand, B. B.: Jour. Am. Med. Assn., 1664, mayo 19, 1934.)

Haciendo notar que tanto en el Estado de Luisiana, como en el Hospital de Caridad de Nueva Orleans hubo más casos de paludismo en 1933 que en 1932, Bradley pide que se tome nota de los 50 a 100 casos de paludismo virulento en narcómanos de Nueva Orleans, que constituyen un peligro potencial para toda la región por sus hábitos errabundos. En los narcómanos, la malaria debe ser siempre considerada como potencialmente cerebral. En la discusión, Krauss declaró que, de no haber otras posibilidades de infección, y si se hacen exámenes sanguíneos, no cabe duda sobre el hecho de que las jeringas contaminadas sirven de vector. James, Nicol y Shute, al inyectar terapéuticamente paludismo esti- voautumnal, descubrieron que no disminuía la virulencia después de los pases por el hombre, en contraposición a lo que sucede con la terciana benigna. Todos los que se han referido al empleo de sangre infectada con falciparum como contamina- dor fortuito del vivax, han comunicado una mortalidad de 50 a 100 por ciento a pesar del tratamiento. (Bradley, .J. A.: Am. Jour. Trop. Med., 319, jul. 1934.)

Parásitos de los monos.-En un chimpancé de seis meses, proveniente de la región de Stanleyville, en el Congo Belga, Schwetz encontró una infección palúdica doble: PI. falciparum y PI. vivaz. Morfolbgicamente, los parásitos eran absoluta- mente idénticos a los humanos. La infección por vivaz no duró más que cinco días, mientras que losfalciparum fueron encontrados durante los 50 días deobservación. Entre los vivas había numerosos esquizontes adultos (en división) y gametos. En lo tocante al falciparum, se encontró una sola vez un solo gameto (medialuua). Además de los parásitos jóvenes habituales (formas anulares) de esta especie, había numerosos parásitos tenues. En contraposición a lo habitual, las manchas de Maurer estaban representadas por puntos y liniecillas finas. (Schwetz, J.: Riv. Malar., 143, Fasc. 2, 1934.)

Tuberculosis.-En Cerdeña, el paludismo y la tuberculosis están muy difundi- dos, por lo cual la isla se presta para estudiar la interacción entre ambas enfermeda- des. En el transcurso de muchos años, Manai ha observado numerosos enfermos de distintas edades, que presentaban contemporánea o sucesivamente, síntomas de paludismo y tuberculosis, pareciendo que el paludismo predisponía a la tuber-

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cnlosis, y agravaba las manifestaciones dc dsta. Pasa 61, eso drhe hacer escluir la malarioterapia en la tuberculosis. (Manai, A.: &v. ~Wular., 434, Fasc. 4, 1934.)

Bcnhamou y Abecassis hacen notar que la asociación de la tuberculosis 1>111- manar al paludismo es siempre graye, almque la tuberculosis parezca inactiva, pues esos casos no evolucionan siempre hasta la fibrosis, restando de continuo el peligro de nn ataque grave. Por eso la malarioterapia no puede ser utilizada contra la tuberculosis pulmonar. Entre las formas anatomoclínicas de la tuber- culosis pulmonar en los palúdicos crónicos, hay que reconocer las úlcerocaseosas, que marchan insidiosamente como en los diabCticos; las fihrosas de evolución lenta; y las lohitis. Entre las formas observadas después de la impaludización natural o artificial, corresponde un puesto importante a las formas agudas, granúlicns o hronconeumf>nicas, aunque la enfermedad también puede perma- necer estacionaria y hasta mejorar. El estacionamiento de ciertas formas puede depender en parte del t,ratamiento bien dirigido. En esos casos hay que ataca1 sohrc todo la tuberculosis, y continuar en forma moderada cl tratamiento anti- malbrico. En cambio, cuando se trata de casos complicados con paludismo agudo, hay que tratar a fondo cl último, y la combinaciún adrenalina-qldniila parece dar bnenos rcsullados. (Bcnhamou, Ed., y Ahecassis, R.: Presse Méd., dbre. 22, 1934.)

Fiebre hemogloOinúrica en Ilonduras.-Hurtado entre más de 200 casos de fiehrr hemoglobinúrica ~610 ha encontrado parásitos palúdicos en 34 por ciento, tra- ttlndose en 85 por ciento de éstos del falciparum. Para él el agente causante es otro protozoario, según sospechara Manson, y ha encontrado constantemente en los glóbulos rojos de los hcmoglobinúricos un hemaproteido colocable en el genero

Theileria, y para 61 kansmitido por un insecto. Cree también que ha localizado en los tubos contorneados del riñón el proceso hemolítico. En los enfermos con paludismo y hcmoglobinuria en que el tratamiento hace desaparecer el hemato- zoario de la sangre y qne han presentado recaídas hcmoglohinúricas, no ha vuelto a dcscuhrir plasmodios, y lo mismo ha pasado con los cotkes hixbdlógicos. (Hurtado, L. E.: T~gucignl~~n, 1934.)

nr~cnro!l?rn.-F1ind8ndose en la ohscrvación de 137 rasos, Mongaln apllnta ql~c la fiehrr hemnglohinlírira es frccllente en el lit,oral del At,kíntir<r de Niraragua, y princi1~a1mn~1.c en los campos agrírolas dc Pllerto Cabezas, donde es rntlémica. La mayoría dc los rasos oclwren en palfidicos crónicos y los que recaen en indi- viduos no aclimatados procedentes de lugares fríos, resnltan muy graves 1 terminan generalmente en la muerte. (Mongalo, F. S.: Rev. Méd., 225, ah. 1934.)

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En el hospital donde ejercen los autores, con una temperatura anual media de 18’ C, a donde acuden palúdicos de todo el país, y con todas las complicaciones de esa entidad, ~610 se ve muy de tarde en tarde un caso hemoglobinúrico. En 1931, entre 86 casos de paludismo (43 de Pt?. vkx, 12 de falciparum y 31 de asociación tivox-fulciparum), ~610 hubo un caso de fiebre hemoglobinúrica. El frío no parece ser un agente determinante, pues precisamente en los Estados de la cordillera (Mérida y Tachira), es donde falta constantemente la enfermedad. En sus conclusiones, los autores declaran que el factor paludismo puede en cierto modo influir en la etiología, pero simplemente como preparador del terreno, y en la misma forma predisponente pueden actuar todas las otras enfermedades infec- ciosas. Como hipótesis etiológica llamada a ser comprobada o desechada, para ellos, uno de los factores importantes del proceso es un estado de insufficiencia hematopoyética y endocrina, en la cual, y a título accesorio, interviene el factor acidosis. (O’Daly, J. A., y de la Plaza, G.: An. Soc. Méd.-Quir. Guayas, 785, sbre. 1933; Gac. Méd. Caracas, 1, eno. 15, 1934.)

Para Archila, la fiebre hemoglobinúrica tomó carta de naturaleza en Venezuela hacia 1870-75, apareciendo precisamente donde todavía causa mayores estragos, en los inmensos llanos venezolanos. La primera comunicación sobre el asunto fué la de Machado en 1881. Guzmán Bastardo declaró que los primeros casos en Aragua de Barcelona se presentaron en 1878. De los llanos centrales, la enfermedad pasó al Estado Bolívar en donde fu6 diagnosticada después de 1880, y luego sucesivamente al Apure, y a los Estados Zamora (1886) y Portuguesa (1889-94). Después de la guerra civil de 1892, parece que se propagó con mas fuerza invadiendo la mayor parte de las regiones palúdicas, siempre en forma epidémica, o como una endemia que va cambiando de sitio. En numerosas regiones la enfermedad ha ido declinando progresivamente en los últimos años. La Sociedad de Médicos y Cirujanos de Caracas llev6 a cabo una encuesta en la República en 1894. De 1906 datan los trabajos de Medina Jiménez; en 1907, y de nuevo en 1910, la Academia de Medicina de Caracas discutió el asunto, que fué debatido también en el Primer Congreso Venezolano de Medicina en 1911, y en la Segunda Conferencia Sanitaria Nacional. El mal reina particularmente en todos los focos palúdicos de los llanos; en otras regiones apenas aparece en brotes pequeños y, por fin, falta completamente en varios Estados. Existe en estado endémico, pero también forma epidemia. Los Estados más azotados son Guárico, Aneoátegui, Zamora, Portuguesa, Apure, el Zulia y Carabobo, obser- vándose también en Monagas, Cojedes, Falcón, Yaracuy, Lara, Bolívar, Sucre, Aragua y Territorio Delta-Amacuro, y faltando absolutamente en el Táchira, Mérida, Nueva Esparta, en el Distrito Federal, y en el Distrito Plaza del Estado Miranda. En el Hospital Vargas de Caracas es tan rara, que en cuatro años el autor sólo pudo observar dos casos, ambos letales, en palúdicos procedentes del interior. (Archila, R. A.: Gac. Méd. Curacas, 298, obre. 15, 1934.)

Ya en 1881 Machado sostuvo que la quinina tenía que ser la base del trata- miento de la fiebre hemoglobinúrica, aunque después muchos médicos han creído lo contrario. Rísquez sólo ha observado dos casos en Caracas importados; el primero, tratado por Machado, se curó con quinina; y el segundo, ya muerto Machado, fué tratado por otro especialista, quien rechazó la quinina y cur6 al enfermo sin ella. (Rísquez, F. A.: Gac. Méd. Curacas, 50, fbro. 28, 1934.)

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núrica ~610 fué mencionada por primera vez en 1850 a 1853 por Lebeau, Dollé, y Le Roy de Mericourt. En el tratamiento, hay que saber individualizar. (De Armas, J.: Rev. Med. & Cir., 11, dbre. 19, 1933.)

Cómo se libró a un ejército de paludismo.-En un folleto de 92 páginas, los her- manos Sergent han descrito cómo desembarazaron al ejército francés del oriente del paludismo durante la Guerra Mundial. En noviembre de 1916, el Gral. Sarrail escribió al ministro de guerra “mi ejército se halla inmovilizado en los hospitales” y en efecto, de junio a diciembre habfa habido por lo menos 60,000 casos de paludismo, o sea la mitad del efectivo, y habia habido que repatriar a 20,000. En el otoño apenas si quedaban 20,000 hombres en las filas. El pro- blema consistía, más que en la resistencia del enemigo o la enormidad del trabajo, en las picaduras de los mosquitos, pues el paludismo es endémico en el valle del Vardar de Macedonia. Los autores describen la forma en que, con medidas muy sencillas, resguardaron al ejercito, una vez que el mando se convenció de la eficacia de las medidas propuestas y las impuso a los subordinados. (Sergent, Edmond y Etienne: “L’armée d’Orient délivrée du paludisme”, apud Mars. Méd., fbro. 25, 1934.)

Zooprofilukz-Escalar describe el resultado obtenido en el segundo año con la aplicación de la xooprofilaxia en Ardea, que fué iniciada en mayo de 1932. En los primeros meses de 1933 se construyeron siete porquerizas que, unidas a 20 construídas el a,ño anterior, completaron el circulo protector contra la penetración de anófeles. Los anófeles capturados en las porquerizas de mayo a diciembre de 1933, sumaron casi 25,000, y en 1932 poco menos de 20,000. En cambio, en las viviendas humanas apenas se capturaron en 1933, 628, comparado con 2,368 en 1932 y 3,356 en 1931. Los capturados en las habitaciones han descendido, pues, a 2.3 por ciento del total. Los palúdicos de la región en 1933 sumaron 49, todos ellos casos de recidivas, comparado con 63 en 1932 y 171 en 1931. El malari- genismo ha descendido, pues, de 32.26 por ciento en 1931, a 8.94 en 1932 y 7.5 por ciento (todos recidivas) en 1933, y el índice esplénico de los escolares, de 29.72 por ciento en 1932, a 5.56 en 1933. De agosto a diciembre de 1933 no se observó ningún caso de paludismo, ni primario ni recidiva, en el distrito. En la campaña circundante, donde no se ha probado la zooprofilaxia, el paludismo continúa discretamente elevado, habiéndose comprobado 69 casos, 15 de ellos ciertamente primarios. La Gobernación de Roma suprimió cn 1933 el puesto de visitadora en el distrito, y la economía resultante compensa de sobra los gastos acarreados por las porquerizas. (Escalar, G.: Riv. Mular., 217, Fasc. 2, 1934.) Un experimento realizado por Russell tratando de proteger a los habitantes de una tipica cabaña de nipa por medio de una valla de carabaos fracasó por completo, pues no ~610 no protegió, sino que hasta aumentó el peligro para los residentes. El vector palúdico de las Filipinas, el A. minimus var. $avirostris, se alimentará en el carabao lo mismo que en el hombre, pasando a veces de uno a otro, y hasta dejando a los carabaos para penetrar en las casas. Es mas, penetran más anófeles hambrientos en la casa cuando existe la valla, que cuando falta.

(Russell, P. F.; Riv. Malar., 610 Fasc. 5, 1934.)

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cuadro parasitario y la evolución clínica del paludismo endémico varían no sólo con las razas, sino hasta dentro de la misma raza en condiciones semejantes. Así se ha observado en Africa entre la raza negra; es decir, que el fndice esplénico y el parasitario se comportan en forma muy distinta, realizando varias combina- ciones. Entre las dos inmunidades, pues, no puede existir contraste, pero la antiparasitaria debe ser considerada como una modalidad evolutiva de la anti- infecciosa. El grado de inmunidad depende de varios factores, por ejemplo, en las regiones hiperendémicas los indígenas adquieren una inmunidad anti-infectiva o tolerancia que los protege casi del todo contra las manifestaciones agudas de la enfermedad. El proceso inmunitario resulta a veces muy laborioso en los inmi- grantes, los cuales pagan fuerte tributo al paludismo, y durante el proceso de iumunización se encuentran expuestos a graves complicaciones, como la hemo- globinuria. También intervienen otros factores, entre ellos la raza y, por fin, las subrazas, factores locales, etc. (Schmetz, J.: Riv. Malas., 667, Fasc. 5, 1934.) Medidas preventivas en distintos países.-En Alemania, la Asociación Corpora-

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liva de Navegación Marítima de Hamburgo, recomienda a sus miembros que comiencen la quininización preventiva el día de llegada a una costa donde reine el paludismo, y que la continúen hasta su regreso. Cada día se tomarán dos comprimidos de 0.2 gm de quinina, o cada noche un comprimido de quinoplasmina (0.3 gm de quinina y 0.01 gm de plasmoquina). No deben darse de una vez las raciones a los tripulantes, sino, al contrario, debe hacérseles tomar bajo vigilancia los comprimidos uno a uno antes de la comida, es decir, que el mbdico u oficial encargado debe cerciorarse de que los toman. Todos los accesos febriles serán tratados a fondo desde el principio, es decir, por lo menos con 1 gm de quinina cada día, en cinco dosis de 0.2 gm, continuando eso hasta bastante tiempo después dc la defervescencia. Como medida preventiva contra los mosquitos, se reco- mienda fondear en un sitio en que el buque quede alejado de tierra y bajo la brisa marítima, evitando en particular la proximidad a aguas estancadas, pantanos, etc. Como los vectores pican de preferencia por la tarde y noche, hay que mos- trarse más cuidadoso entonces, empleando mosquiteros bien ajustados. Al viajar por regiones palúdicas, deben llevarse botas altas. En un aviso a los médicos de buques publicado en Hamburgo, se recomienda en vez de quinina la plasmo- quina, por su virtud de destruir las semilunas, empleando una pastilla diaria de quinoplasmina, y continuando hasta unas seis semanas después de la última exposición. Si el peligro es muy marcado, pueden tomarse hasta dosis terapéu- ticas (tres pastillas diarias) durante varios días. Si se utiliza la plasmoquina com- puesta, se suministraran dos pastillas diarias. La atebrina también ha sido propuesta profilaticamente (una pastilla diaria) en algunos casos.

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cuenta el peligro que entrañan las habitaciones de los indígenas, letrinas, esta- blecimientos públicos, etc., y todos los tripulantes deben volver a bordo antes dc ponerse el sol. Si desembarcan, recomiend6seles que no se sienten, sino que estén siempre en movimiento, y traten de no dejarse picar por los mosquitos. La Oficina Colonial de Inglaterra jamas ha publicado reglamentos formales sobre el asunto; sin embargo, un manual publicado para el África Occidental recomendaba como dosis profiláctica 30 cgm diarios de biclorhidrato de quinina, además de aconsejar el empleo de mosquiteros. Con respecto a tela metálica, no se han dictado reglamentos uniformes, pero en algunas colonias africanas las casas ocupadas por funcionarios europeos cuentan con tales instalaciones.

Para las colonias francesas, los datos no son todavía completos, y para algunas no hay disposiciones oficiales. En el Camer6n distribuyen la quinina preventiva gratuitamente a dosis de 25 cgm únicamente a los soldados rasos, y no se ha dispuesto nada con respecto a la proteccibn de las casas contra los mosquitos. En Togo, la población europea es mantenida al tanto de las medidas de preven- ción, y como existe fiebre amarilla, todos los europeos emplean mosquiteros. La quinina preventiva es distribuida gratuitamente a las misiones, escuelas, fun- cionarios, militares, prisiones, etc.

En Egipto, el arma más empleada por la administración en la lucha anti- palúdica es la quinina y, de preferencia, el biclorhidrato en forma de pastillas. Para profilaxis, la dosis es de 1 gm en dos días consecutivos para los adultos, y de acuerdo con la edad para los niños. En las zonas muy infectadas, si existe una estación antimallárica, se inscribe a todos los habitantes a fin de entregarles quinina. Tratándose de personas faciles de controlar, como escolares, etc., se designa un agente especial encargado de hacerles tomar la quinina. En los sitios alejados, se distribuye la quinina semanalmente, entregando a cada cabeza de familia la cantidad necesaria. La ley no contiene disposiciones que ordenen a los dueños de casas en distritos infectados, que cubran de tela metalica las puertas y ventanas, pero la administración publica folletos y carteles que explican el peligro que entrañan los mosquitos, los medios de destruirlos, y la prevenciún por medio de tela metalica. Por otra parte, las casas de los trabajadores tienen pocas aberturas en las que fuera posible colocar dicha tela.

Italia ha sido uno de los primeros países que empleara la quinina, y en la gufa de lucha contra el paludismo se discuten los diversos métodos de profilaxis quinfnica. Con un sistema, se aconsejan dos comprimidos diarios de 20 cgm, cuyo método posee el inconveniente de dejar el asunto al capricho del individuo. El sistema periódico parece ser mejor, pues consiste en administrar por lo menos 2 gm en los dos primeros días de la semana. Hay otro método, que consiste en quininizar generosamente cuando se presentan los prodromos, pero ese es un tratamiento abortivo más bien que profiláctico. La ley tambi6n ordena que, como protección contra los mosquitos en las zonas declaradas palúdicas, deben cubrirse de tela, ya metálica o de otro género, todas las aberturas al exterior de las casas. Las piezas de entrada deben estar protegidas con dobles puertas. Las chimeneas pueden ser protegidas, bien con tela o con un diafragma metálico. El propietario o encargado deben realizar frecuentes inspecciones para cerciorarse del estado de la instalación. Al terminar el período epidémico, todo el material de proteccibn es retirado y colocado en un sitio seco, a fin de que se conserve en buen estado. (Comunicaciones a la Of. Int. Hig. Púb., sesi6n de obre. 1933.)

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parasitos palúdicos durante varios años. Si da la caslralidad que cualqlrier tra- tamiento coincide con uno de esos descensos periódicos, se hablaré de éxito; pero si, por el contrario, tropieza con un ascenso, al parecer nada puede poner término a la curva nat.ural del ciclo. nJi la atebrina pudo en 1933 mermar mar- cadamente el coeficiente parasitario durante un período de ocho meses. El efecto de la adición de la plasmoquina a la atebrina y la quinina en 1934, queda eclipsado por el mayor efecto del descenso natural, según indican los coeficientes comparados en la población empleada como testigo, de modo que será necesario continuar administrando ambos medicamentos durante la próxima curva ascendent,e, a fin de averiguar su verdadero efecto. Aunque la reciente baja del coeficient,e palúdico no parece proceder exclusivamente de las obras realizadas, no cabe duda de que la salud general de los aldeanos es mucho mejor que en 1929, cuando se iniciaron los trabajos, pues entonces había muchos mas signos evidentes, eu forma de anemia, caquexia, etc., de los estragos del mal. Con el esfuerzo continuo se ha mermado el número de infecciones crónicas, y se ha enseñado a la gente a solicitar medicamentos para sus fiebres, lograndose una mejoría marcada en la salud general, que los capacitará para resistir mejor el próximo ataque de la enfermedad. En las cinco poblaciones estudiadas, el coeficiente de semilunas fué de 22.8 por ciento en 1933-34, comparado con 29.2 en 1932-33, 13.2 en 1931-32, y 22.9 en 1930-31. Para los autores, es posible que la inmunidad sea un rasgo familiar, y así lo indican varios casos presentados. (Comp, H. W., y Clark, H. C.: Am. Jour. Trop. Med., 131, mzo. 1935.)

A prophylaxia medicamentosa na malaria, diz Souza Pinto, 6 um methodo que deverá de modo geral ser abandonado nao s6 por impracticavel como por inefficaz ou duvidoso seja qual fôr o medicamento usado. 0 methodo curativo ou “esteri- lizante ” é o unico processo prophylactico medicamentoso digno de nota. A quinina, pela sua accáo breve sobre as fórmas asexuadas o P. vivax, nao conse- guindo prevenir as recahidas e pela sua accáo nulla sobre os gametos do P. faloiparum, é um agente therapeutico insufficiente e um elemento prophylactico

inefficaz. Nao se nega, entretanto, o valor deste medicamento nem os seus beneficios profusamente esplhados; novos recursos, porém, surgiram, apresen- tando vantagens extraordinarias quanto a therapeutica e á prophylaxis da malaria. A plasmochina, louvada como poderoso gematicida por muitos autores, parece as vezes falhar quando associada á quinina. Conjugada, porém, á atebrina, possue um effeito gameticida notaval, cnseguindo destruir ou annullar a vitalidade das f6rmas em “crescente ” , principaes elementos que interessam á perpetua@0 do impaludismo. A atebrina é, sem receio de contesta@o, o mais completo e mais poderoso agente contra a malaria até hoje conhecido. Os seus resultados surpre- hendentes na cura clinica tém sido verificados e relatados pelos mais notaveis especialistas em differentes partes do globo. A atebrina, além destas grandes vantagens, é um medicamento de facil e rapida applicacáo, sem’accáo toxica ou, B vezes, de agcáo toxica fraca. A sua acqáo, ao que parece 6 apenas schizonticida e assim deverá ser administrada conjuncta ou alternadamente com a plasmochina. Ao que parece, com atebrina plasmochina estamos presentemente em um caminho seguro para a solu@o do grave e importante problema therapeuto-prophylactico da malaria, facto tao extraordinario e tao auspicioso sob o ponto de vista sanitario e economice, que constituirá sem duvida o maior acontecimento scientifico dos ultimos tempos se acaso virmos firmadas nossas esperancas. (Souza Pinto,

Genserico de: Folha Med., 385, nbro. 25, 1934.)

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quinina, sino del azul de metileno, fué que Schulemann, Schoenhoeffer y Wingler obtuvieron la plasmoquina, que ejerce una acción especifica sobre las formas se- xuales de la terciana maligna, hasta entonces absolutamente refractaria a toda medicación. Después, Kikuth demostró que varios derivados de la acridina, entre ellos la atebrina, destruyen los esquizontes lo mismo que la quinina. Laget verificó sus investigaciones clínicas eon dichos dos medicamentos en 33 sujetos en Argel. Notó primero que bajo el influjo de la atebrina a dosis de 0.3 gm diarios durante cinco dias, la temperatura baja y las formas anulares desaparecen de la sangre periférica al tercero o cuarto dia, mientras que los gametos persisten o hacen su aparición. 1’:n ese momento, la plasmoquilla a dosis de 0.03 y hasta de 0.02 gm, hace desaparecer las semilunas en cuatro a seis días. Hasta ahora no se han encontrado contraindicaciones a la atebrina. En cambio, la plas- moquina adolece de un inconveniente, que es la frecuente cianosis, y la adminis- tración intravenosa está contraindicada si hay insuficiencia cardiaca. En la lucha antipalúdica, hay que tratar primero de reducir el número de portadores de gametos, y después el de anófeles infectados o infectantes, pero, además, hay que suprimir los accesos febriles, pues es el único signo de eficacia que comprende bien la gente. (Laget, E.: apud Gaz. Hôp., 549, ab. 18, 1934.)

La quinina, suministrada oportuna y suficientemente, evita, en general, la aparición de gametos en la sangre circulante, pero no parece ejercer acción alguna sobre los gametos ya maduros de la terciana estivoautumnal. La plasmoquina, a dosis diarias de 2 cgm, los hace desaparecer de la sange periférica, que tiende a mantener estéril, aunque intervengan recidivas, de no suspenderse la admi- nistracibn. Las dosis semanales de 2 cgm no bastan para mantener negativa la sangre, pero las bisemanales dan buen resultado, aunque no absoluto. Los mos- quitos se infectan en un 40 por ciento cerca de los casos, si los portadores de gametos no se hallan aislados. Los que pican a gametóforos tratados con dosis teraphuticas de quinina, se infectan como en los sujetos no tratados. En cambio, si pican a los tratados con plasmoquina, tienen pocas probabilidades de infectarse, pero el medicamento debe ser suministrado todos los días o, por lo menos, dos veces semanales. (Lega, G., y Casini, G., Riv. Malar., 701, jul.-agto. 1933.)

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seis más dentro de dos semanas de terminar el tratamiento. (Wynne, A. M.: New Orl. Med. & Surg. Jour., 435, eno. 1935.)

Duncan describe el resultado obtenido en 4,000 casos de paludismo tratados bien con quinina o atebrina, en la Base Naval de Singapur. En favor de la atebrina, declara que la administración es más fácil; que no hay sabor amargo ni zumbido de oidos, ni trastornos gástricos; que los niños la toleran mejor; que puede administrarse a dosis completas durante el embarazo, sin efecto contra- producente; que hay menos recaídas; es más barata que la quinina, y también ahorra por abreviar más la enfermedad; que no observó síntomas tóxicos, aunque hubo pigmentación cutánea en varios casos; que 75 por ciento de las esplenomegalias mostraron marcada disminución; y que en la terciana benigna todos los parásitos desaparecieron de la sangre periférica después de administrar 0.05 gm de atebrina en un período de dos días y medio, y en la subterciana después de recibir 0.065 gm durante tres días. La dosis óptima fué 0.1 gm tres veces diarias por cinco días. La plasmoquina, aunque más eficaz contra las formas sexuales, es peligrosa, a menos que se utilice con suma cautela. (Duncan, D.: Jour. Roy. Nav. Med. Serv., eno. 1934.)

De su experiencia en 55 canarios hembras, Manwell deduce que varía la sus- ceptibilidad de las cinco especies de plasmodios aviarios ala quinina y plasmoquina en el orden siguiente: quinina: PI. rouxi, praecox, cathemerium, circumjlexum, y elongatum; plasmoquina: elongatum y rouxi, praecox, circumj?exum, y calhemerium. La diferencia es muy pequeña entre el praecox, cathemerium y circumjlexum para la quinina, y entre el praecox y circumjlexum para la plasmoquina. La plasmoquina combinada con la quinina, al parecer no actúa mejor que por sí sola, y tal vez sea hasta menos satisfactoria, posiblemente debido al quininismo. El tratamiento durante el período de incubación es mucho más eficaz que cuando se demora hasta que aparecen los parásitos. Se observan pocos signos de que los gametos sean más o menos susceptibles que las formas asexuales, a la plasmoquina y la quinina. El estudio de la velocidad de la reproduccibn y otras peculiaridades del ciclo biológico de las diversas especies, indica que la susceptibilidad a las drogas puede depender en gran parte de esos factores, en particular tratándose de la plasmoquina. (Manwell, R. D.: Am. Jour. Trop. Med., 45, eno. 1934.)

Fundándose en sus experiencias con el paludismo aviario (por Proteosoma), Kikuth y Giovannola declaran que ni la quinina ni la plasmoquina o atebrina des- truyen los esporozoítos del Pr. cathemerium y del Pr. praecox enlas aves palúdicas, de modo que ninguno de los tres remedios puede considerarse como profiláctico. Sin embargo, sintomáticamente, la atebrina manifiesta una acción profiláctica, de modo que puede considerarse en la terapéutica como medicamento muy eficaz. Dicho efecto procede de la eliminaci6n lenta del medicamento. (Kikuth, W., y Giovannola, A.: Riv. Malar., 657, jul.-agto. 1933.)

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Collins tratb de comparar el valor relativo del tratamiento prolongado y breve con quinina, estudiando su efecto sobre los recrudescencias y la esplenomegalia. Hubo 30 por ciento de recrudescencias con el m6todo prolongado y 48 por ciento con el breve. En cambio, los que reciben el tratamiento breve suelen permanecer indemnes a los ataques subsecuentes por períodos mucho mlts pronlongados. La esplenomegalia disminuyó respectivamente en 39 y 27 por ciento. Si dos grupos de 100 enfermos son tratados durante una estación, y uno recibe la serie breve y el otro la prolongada, para el primero 8610 precisarían 755 gm de quinina, comparado con 3,325 gm para el segundo, lo cual representaría un ahorro de $35 por 100 casos al precio de $14 el kilogramo de quinina. El tratamiento prolongado comprende la administración de 1 gm de sulfato de yllinina por 8 días consecutivos, seguidos de 5 clfas de descanso, y otro periodo de 8 dfas de tratamiento con otro descanso de 5 y, en algunos casos, un período prolongado en que el enfermo recibe 1 gm del medicamento en 2 días consecutivos de cada semana por 8 semanas. El trata- miento breveconsiste en suministrar 1 gm diario de sulfato por tres o cuatro días consecutivos al presentarse cada ataque agudo. En los niños, se gradúa la dosis por la edad. La mayoría de los enfermos asi tratados ~610 tuvieron un ataque agudo durante la estación palúdica. (Collins, R. X.: Am. Jour. Trop. Med., 329, jul. 1934.)

Dosis pequañas de quinina.-De los resultados de tres años de experiencia con el reducido tratamiento de un gramo de sulfato de quinina cotidiano durante cuatro días, Hill y Olavarría deducen: En 234 nuevas infecciones por P. vivaz, un 15 por ciento recaen y al siguiente año recidivan 35 por ciento o m&. De 231 recidivas del año anterior, en la terciana benigna, después del tratamiento recae un 60 por ciento. En 56 infecciones por P. falciparum, siguiendo el reducido proceder curativo, el 90 por ciento recaen; tratadas de nuevo, al año siguiente ~610 en tres casos se observaron recidivas. Para los autores, en las recientes infecciones tercianarias benignas, ~610 precisan pequeñas cantidades de quinina en la región estudiada. Sin embargo, en las infecciones por terciana maligna debe instituirse un tratamiento m8s prolongado. En las recidivas, deberían ser ensayados otros medicamentos. (Hill, R. B., y Olavarría, J.: Med. Paises Cdlidos, 458, obre. 1934.)

Gestantes.-Buddee administró a 66 primfparas y 34 multiparas clorhidrato de quinina en las últimas semanas de la gestación. Observó simultáneamente el mismo número de primíparas y multíparas como testigos. A dosis pequeñas en las últimas semanas del embarazo, la quinina obra como tónico general. En una pequeña proporci6n de los casos puede haber idosincrasia, y traducirse por reacciones cutáneas y parto prematuro. No hubo nada que indicara toxicidad para el feto o aumento de la mortalidad fetal y, aparte de la idiosincrasia, el peligro de parto prematuro es poco. El efecto de la droga sobre la duración del parto parece dudoso. (Buddee, F. W.: Brit. Med. Jour., 1159, jun. 30, 1934.)

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