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NOVENTA AÑOS DE JUSTICIA PENAL DE MENORES EM ESPAÑA

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NOVENTA AÑOS DE JUSTICIA PENAL DE

MENORES EM ESPAÑA.

Resumen

El trabajo examina los 90 años de existencia de la Jurisdicción penal de menores en España. Se inicia con la exposición de los antecedentes históricos y, a través del tiempo, se hace un recorrido por los diversos textos legales, hasta llegar a la actualidad, en la que se examina la vigente Ley Orgánica del año 2000 y el Reglamento del año 2004.

Palabras-clave: Justicia penal, menor infractor, ley vigente,

antecedentes históricos, medidas, internamiento, Tribunal Constitucional, ámbito internacional.

Abstract

In this paper, the author analyzes the Juvenile jurisdiction system in Spain along its 90 years of existence. This study -that begins with the exposition of the historical backgrounds- shows the evolution carried out by different legal texts on the matter, ending with the regulations currently in force (belonging to the years 2000 and 2004).

Key Words: Criminal justice, juvenile offender, regulation currently in force, historical records, misures, internment, Constitutional court, international scope.

José Martín Ostos 1

1 Catedrático de Derecho Procesal

(Universidad de Sevilla)

O

st

o

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I.- PALABRAS PREVIAS

Nadie cuestiona hoy que el surgimiento de la justicia penal de menores obedeció a la convicción de la conveniencia de sacar al menor infractor del seno del ordenamiento jurídico de adultos en el que se encontraba inserto. En efecto, a finales del siglo diecinueve y principios del veinte, se produjo –primero, en los Estados Unidos de Norteamérica, y, después, en los países de Europa, con un posterior desarrollo por todo el mundo- un movimiento en pro de la creación de unos tribunales específicos para el enjuiciamiento del menor delincuente. El nuevo paso significó entonces una importante transformación en el tratamiento penal del destinatario, que en la actualidad se presenta prácticamente como de imposible vuelta atrás.

A partir de ese momento histórico, se somete al menor de edad penal a un ordenamiento penal y procesal acorde con sus peculiares características, bien distinto del que se aplica a los mayores. Doctrina, legislación y jurisprudencia coinciden en destacar los aciertos de la solución implantada, tras los inevitables titubeos e indecisiones propios de los primeros momentos.

Paulatinamente, se ha consolidado el superior interés del menor como el motor y guía de la nueva jurisdicción penal especializada. Unánimemente, se presenta dicho principio como la meta a perseguir en el tratamiento judicial del menor infractor.

El cambio alcanzado en los últimos años es verdaderamente significativo, sobre todo en contraste con lo realizado durante todo el siglo anterior. Los pronunciamientos a nivel internacional, la aprobación de nuevos textos legales en muchos países, la creación ad

hoc de órganos judiciales encargados del enjuiciamiento y

administrativos en lo que respecta a la ejecución de las medidas acordadas, la celebración de numerosos congresos y foros de debate, así como la publicación de innumerables trabajos sobre el nuevo orden

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judicial especializado, han llevado a la justicia penal de menores a unas cotas que resultaban inimaginables hace años.

En el caso concreto de España, hasta alcanzar la actual situación, ha habido que recorrer un largo camino, no exento de dificultades, confusiones e incomprensiones; expondremos a continuación las principales etapas.

II.- ANTECEDENTES HISTÓRICOS

En nuestro país, dos son los antecedentes que suelen citarse en lo referente a la jurisdicción de menores: el Padre de Huérfanos y los Toribios de Sevilla.

El primero, aparece en Valencia en el siglo XIV, por obra de Pedro IV, el Ceremonioso. Según los historiadores, en sus comienzos dependía del Justicia Civil, no constituyendo una jurisdicción aparte. Más tarde, el Rey Don Martín I, el Humano, en una Real Provisión, le concede independencia y normas para su funcionamiento. Se extendió por Aragón y Navarra, llegando hasta Castilla en el siglo XVII como Padre General de Menores y desapareciendo, en 1793, con Carlos IV.

En cuanto a los segundos, fundados por Toribio de Velasco en 1723 y llegando a alcanzar gran importancia en la citada ciudad, se dedicaron a la recuperación social de los menores delincuentes y abandonados, sin el uso de norma punitiva e inspirados por un espíritu de corrección y de protección.

También, merecen ser citados unos antecedentes normativos de naturaleza protectora; así, el 12 de agosto de 1904 se crea el Consejo Superior de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad, a impulsos de Manuel Tolosa Latour, que tuvo como precedentes la Ley de 26 de julio de 1878 (sobre trabajos peligrosos de los niños), la de 13 de marzo de 1900 (relativa a sus condiciones de trabajo) y la de 23 de julio de 1903 (en relación con la vagancia y mendicidad). En suma,

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una normativa preocupada por la protección social y laboral de los niños, aunque no expresamente atenta a la problemática del menor infractor.

III.– LA LEY DE BASES DE 1918

Para llegar a este hito fundamental en la historia de la jurisdicción de menores en España, hay que citar necesariamente a DORADO MONTERO, CUELLO CALÓN y CONCEPCIÓN ARENAL, junto a los intentos de MONTERO VILLEGAS (1914), BURGOS (1915), ARIAS DE MIRANDA (1917), ALVARADO Y DEL SAZ (1917), entre otros. Todos ellos, siguiendo el camino emprendido en los Estados Unidos de Norteamérica, que estaba siendo imitado en diversos países europeos, pueden ser considerados nuestros pioneros en este terreno.

Mención especial merece, a nuestro juicio, Gabriel Mª de Ybarra y de la Revilla, quien, desde el País Vasco, se convirtió en un esforzado patrocinador de la necesaria instauración en España de unos órganos jurisdiccionales específicos para el enjuiciamiento del menor infractor, tarea a la que dedicó una parte importante de su tiempo y de su patrimonio.

El 2 de agosto de 1918 se publicó la Ley de Bases y el 25 de noviembre se aprobó el Decreto-Ley sobre Organización y Atribuciones de los Tribunales para Niños, que contemplaban tanto los supuestos del menor infractor como del necesitado de protección. Por fin se había logrado sacar al menor del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y de la legislación penitenciaria.

El 10 de julio del año siguiente se publicó el Reglamento provisional para la aplicación de la Ley sobre Organización y

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Atribuciones de los Tribunales para Niños, aprobado de modo definitivo el 6 de abril de 1922.

A continuación, siguen otras disposiciones, entre las que destacamos las siguientes: Decreto-Ley de 15 de julio de 1925, sobre Organización y Atribuciones de los Tribunales Tutelares para Niños, Real Decreto-Ley de 3 de febrero de 1929 sobre Tribunales de Menores, Decreto-Ley de 16 y de 30 de junio de 1931, Ley de 15 de septiembre de 1931, Ley de 13 de diciembre de 1940, Ley de 12 de diciembre de 1942 y Ley de 1 de marzo de 1943.

IV.- EL TEXTO REFUNDIDO DE 1948

El Decreto de 11 de junio de dicho año aprueba el Texto Refundido de la Ley de Tribunales Tutelares de Menores, el Reglamento para la ejecución de dicha Ley y el Estatuto de la Unión Nacional de Tribunales Tutelares de Menores.

En síntesis, se establece una organización provincial, con segunda instancia en Madrid. No se exige a los Jueces y Secretarios que pertenezcan a la Carrera Judicial y al Secretariado. Deben ser Licenciados en Derecho, con ciertos requisitos de moralidad y conducta. El nombramiento lo realiza el Ministro de Justicia.

Los Tribunales Tutelares de Menores conocen objetivamente de la facultad reformadora (sobre menores de dieciséis años que cometan infracciones del ordenamiento penal o de la legislación provincial y municipal), de la facultad protectora (sobre menores de la citada edad prostituidos, licenciosos, vagos y vagabundos, y contra el indigno ejercicio del derecho a la guarda o educación) y del enjuiciamiento de mayores de dieciséis años (por determinadas conductas tipificadas en el Código penal, en relación con los menores).

El proceso carece de garantías, sin intervención de abogado, con recurso de apelación ante un órgano administrativo, etcétera. Sin

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embargo, este texto legal, de larga vigencia, ha representado un hito muy importante en la evolución legislativa de la jurisdicción de menores española.

V.- LA CONSTITUCIÓN DE 1978

Aunque no se refiere expresamente a la justicia penal de menores, lógicamente diversos preceptos de su normativa son de aplicación a aquella, bien por su alusión directa a los menores, bien a la justicia, en general, y, en particular, a la penal. De este modo, respecto a lo primero, debemos citar los artículos 12 (mayoría de edad) y 39 (protección a la infancia); en cuanto a lo segundo, destaquemos los artículos 1 (la justicia como valor), 24 (tutela judicial efectiva), 117 (independencia de la justicia, inamovilidad de los jueces y magistrados, y unidad jurisdiccional), 118 (colaboración con la justicia), 119 (gratuidad de la justicia) y 124 (Ministerio Fiscal).

En cuanto a la justicia penal y, por extensión, a la especializada de menores, son dignos de reseñar los preceptos siguientes: artículo 25 (principio de legalidad), 120 (oralidad) y 126 (Policía Judicial), entre otros.

VI.- LA LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL DE 1985

Esta Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio (BOE de 2) significó un importantísimo paso en la evolución legislativa de la jurisdicción de menores en nuestro ordenamiento. En efecto, por primera vez se incardinó la misma dentro de la jurisdicción ordinaria.

En diversos preceptos se regula dicha jurisdicción especializada; entre otros: artículo 82.1 (la Audiencia Provincial es la encargada de conocer de los recursos de apelación contra las resoluciones de los Juzgados de Menores), artículo 96 (habrá un Juzgado de Menores, en general, por cada provincia), artículo 97 (se establece la competencia objetiva de los citados órganos en primera

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instancia), artículo 210.1 (se regula la sustitución de los jueces entre sí) y artículo 329.3 (en orden a la provisión de los Juzgados de Menores, atendiendo a la especialización de sus titulares).

VII.- NECESIDAD E INICIATIVAS DE REFORMA

El nuevo texto constitucional, así como la LOPJ, exigía profundas reformas en la jurisdicción de menores. Aunque se continuó aplicando el texto Refundido de 1948, la necesidad de cambio legislativo resultaba evidente. En este sentido se plantearon diversos intentos de reforma, que –a nuestro juicio- explican de modo suficientemente claro la confusión existente en esa época sobre la jurisdicción estudiada.

En primer lugar, hemos de citar el Estatuto del Menor, elaborado en 1978 en el seno del Ministerio de Cultura (concretamente, a cargo de la Dirección General de Desarrollo Comunitario). En éste se incluyen materias tan diversas como la protección jurídica, la salud, la maternidad, la patria potestad, la adopción, el tiempo libre, los trastornos de comportamiento, el sistema de promoción y de protección de menores, el Protector de Menores, las Defensorías de Menores, los Tribunales Tutelares de Menores, el Ministerio Público de Menores, etcétera.

Como afirmamos hace años, en general, nuestra valoración no resultaba positiva al respecto. De haberse convertido en Ley no hubiera representado la mejor solución para la problemática penal y procesal del menor en nuestro país. Incluir en un solo cuerpo legal aspectos tan dispares como los mencionados y, lo que es peor, atribuir su conocimiento al mismo órgano jurisdiccional, a través de un procedimiento base y otros especiales, con notable ausencia de importantes garantías procesales, no es la mejor solución y constituye un injustificable olvido de lo que la doctrina mayoritaria ha defendido y de lo que nuestra normativa de más elevado rango exige.

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En segundo lugar, mencionemos el Anteproyecto provisional de Ley Penal de Menores, preparado en 1985 por el Consejo Superior de Protección de Menores. En el mismo, hay que destacar la separación definitiva, desde la perspectiva jurisdiccional, entre la labor de protección y la de reforma, hasta entonces atribuidas al Tribunal Tutelar de Menores. La propuesta se pronunciaba a favor de que los futuros órganos de menores conocieran solamente de las comisiones de delitos y faltas, atribuyendo las otras funciones a los Juzgados del orden jurisdiccional civil o a los entes administrativos pertinentes, según procediera. Se apostaba por el mantenimiento de la mayoría de edad penal a los dieciséis años.

Además, con fecha de 8 de octubre de 1986, el Pleno del Consejo General del Poder Judicial aprobó los criterios contenidos en las conclusiones del informe emitido por el Gabinete Técnico del mismo sobre la problemática de la detención de los menores de edad penal. Éste había sido provocado por una comunicación recibida del Colegio de Abogados de Madrid, denunciando la “situación global de grave obsolescencia e inadecuación a los principios constitucionales de todo el marco de la legislación de menores”. En dicho informe se afirmaba que en la normativa de 1948 se configuraba lo que podría considerarse una jurisdicción especial, concebida con un carácter paternalista, que parecía reñida con el rigor en las garantías jurídicas para las personas sobre cuyos derechos e intereses incidían los procesos seguidos ante la misma. El citado informe insistía en que la legislación de menores se encontraba entonces en muchos aspectos en contraposición con las normas y principios constitucionales y con la evolución producida en los restantes ámbitos sustantivos y procesales del ordenamiento jurídico. Por tanto, recomendaba que debían de introducirse en su aplicación las correcciones necesarias, por aplicación directa de las normas de la Constitución de 1978 y acudiendo a las disposiciones del ordenamiento procesal penal que habían desarrollado aquéllas.

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Más tarde, por acuerdo de 16 de junio de 1987, el Consejo General del Poder Judicial centra de nuevo su atención sobre los órganos judiciales encargados del menor infractor. Aunque todavía no habían entrado en funcionamiento los Juzgados de Menores, se aprueba el reglamento para la obtención de la especialización como Juez de Menores, debido a “la urgente necesidad de que tal función jurisdiccional sea desempeñada por quienes hayan acreditado una especial sensibilidad y una real profundización en el estudio de las disciplinas implicadas en la materia de menores”.

También, el anteproyecto de Ley de Demarcación y de Planta Judicial (distribuido en los ambientes jurídicos en el mes de septiembre de 1987) contenía varias referencias a los órganos judiciales del comentado orden jurisdiccional. Entre otras previsiones, se contemplaba la supresión del Tribunal de Apelación y que los Juzgados de Menores tendrían la competencia que les reconocía la legislación vigente (es decir, se heredaba la competencia atribuida por el Texto Refundido de 1948, en una línea continuista).

En la misma dirección, por Ley 21/1987, de 11 de noviembre, se modifican diversos preceptos del Código civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil, cambiando la competencia de los Tribunales Tutelares de Menores. Se atribuye la protección de menores a las entidades públicas correspondientes, de carácter administrativo; para las funciones judiciales, será competente el Juzgado de Primera Instancia, sustrayendo, en consecuencia, esta competencia de los órganos judiciales de menores.

VIII.- LA SENTENCIA 36/1991 DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

Con fecha de 14 de febrero, este Alto Tribunal, al resolver varias cuestiones de inconstitucionalidad acumuladas contra algunos preceptos del Texto Refundido de 1948, marca un momento crucial en la historia de la comentada jurisdicción. En dicha sentencia se declara

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que el artículo 10.2 de la Constitución se limita a establecer una conexión entre nuestro propio sistema de derechos fundamentales y libertades, de un lado, y los convenios y tratados internacionales sobre las mismas materias en los que sea parte España, de otro.

Al respecto, se añade que: “no da rango constitucional a los derechos y libertades internacionales proclamados en cuanto no estén también consagrados por nuestra propia Constitución, pero obliga a interpretar los correspondientes preceptos de ésta de acuerdo con el contenido de dichos tratados o convenios, de modo que en la práctica este contenido se convierte en cierto modo en el contenido constitucionalmente declarado de los derechos y libertades que enuncia el capítulo segundo del título I de nuestra Constitución” (Fundamento jurídico 5).

En la misma sentencia se contempla la posibilidad de que en el futuro (téngase presente la fecha de la misma) “mediante una reforma profunda del sistema, no sería imposible regular un procedimiento corrector distinto del proceso penal y aplicable sólo a los menores considerados incapaces de infracción penal...”. Se añade que, interpretados de acuerdo con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, y la Convención de los Derechos del Niño, “los derechos fundamentales que consagra el artículo 24 de nuestra Constitución han de ser respetados también en el proceso seguido contra menores a efectos penales” (F. J. 6).

IX.- LA REFORMA LEGAL DE 1992

Como consecuencia de dicha sentencia, que declara inconstitucional el artículo 15 de la Ley de los Tribunales Tutelares de Menores, se procede a dar nueva redacción al mismo (también, al

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artículo 16), con importantes novedades en nuestra tradicional regulación de la justicia penal de menores.

En efecto, la Ley Orgánica 4/1992, de 5 de junio (BOE de 11), sobre reforma de la Ley Reguladora de la Competencia y el Procedimiento de los Juzgados de Menores (en su disposición adicional primera cambia el nombre de la Ley de Tribunales Tutelares de Menores de 1948, que pasa ahora a denominarse de la forma expuesta), explica en su Exposición de Motivos que se “hace necesaria la regulación de un proceso ante los Juzgados de Menores que, no obstante sus especialidades por razón de los sujetos del mismo, disponga de todas las garantías derivadas de nuestro ordenamiento constitucional”.

Como innovación notable añade que “se dispone que la dirección de la investigación y la iniciativa procesal corresponderán al Ministerio Fiscal, de manera que quede preservada la imparcialidad del juzgador”. A éste se le otorgan amplias facultades en orden a acordar la terminación del proceso con el objetivo de evitar, dentro de lo posible, los efectos aflictivos que el mismo pueda llegar a producir.

Se establece, igualmente, un límite temporal a la duración de la medida de internamiento, la posibilidad de suspender el fallo y la de revisar las medidas impuestas, en atención a la evolución de las circunstancias del menor. La comentada Exposición termina declarando que esta Ley tiene el carácter de una reforma urgente que adelanta parte de una renovada legislación sobre reforma de menores, que será objeto de medidas legislativas posteriores.

Además, entre otros aspectos de interés, hay que destacar que son regulados la edad mínima, a efectos de responsabilidad criminal, que se establece en los doce años; la prohibición de acciones por particulares; la instrucción al menor de los derechos establecidos en la Ley, entre ellos los propios del detenido; la elaboración de informe a cargo del equipo técnico; la posible adopción de medidas cautelares;

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el nombramiento de abogado para el menor; el archivo de las actuaciones en supuestos de escasa gravedad; la celebración de una audiencia oral –en forma clara y comprensible- del menor ante el Juez; la posibilidad de conformidad del menor con los hechos y con la medida solicitada; una amplia relación de medidas a imponer; la posibilidad de dictado oral de la resolución (así se llama, en vez de sentencia); y el planteamiento de los recursos ante el propio Juez y, en apelación, ante la correspondiente Audiencia Provincial.

X.- LEY ORGÁNICA 5/2000, DE 12 DE ENERO (BOE DE 13), REGULADORA DE LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS MENORES

Constituyó la respuesta -algo tardía- a las exigencias que la Constitución de 1978 planteó en relación con la jurisdicción de menores. Aunque años antes (concretamente en 1992, como hemos expuesto) se había aprobado una reforma urgente y parcial del Texto refundido de 1948, resultaba indiscutible la necesidad de adaptar dicho cauce especializado a la nueva situación política y social.

1.- En consecuencia, este cuerpo legal del año 2000 procedió a

un diseño innovador. Su Exposición de Motivos explica que la citada Ley Orgánica parte de los principios básicos que ya guiaron la redacción de la reforma de 1992 (especialmente, el principio del superior interés del menor), añadiendo, como criterios orientadores, los contenidos en la doctrina del Tribunal Constitucional, sobre las garantías y el respeto a los derechos fundamentales que necesariamente han de imperar en el procedimiento seguido ante los Juzgados de Menores; ello sin perjuicio de las modulaciones que, respecto del procedimiento ordinario, permiten tener en cuenta la naturaleza y finalidad de aquel tipo de proceso, encaminado a la adopción de unas medidas que “fundamentalmente no pueden ser represivas, sino preventivo-especiales, orientadas hacia la efectiva reinserción y el superior interés del menor, valorados con criterios que

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han de buscarse primordialmente en el ámbito de las ciencias no jurídicas” (apartados dos y cinco).

La misma Exposición añade que el citado texto normativo pretende que la reacción jurídica dirigida al menor infractor sea “una intervención de naturaleza educativa, aunque desde luego de especial intensidad, rechazando expresamente otras finalidades esenciales del Derecho penal de adultos, como la proporcionalidad entre el hecho y la sanción o la intimidación de los destinatarios de la norma”. Porque –sigue diciendo- “en el Derecho penal de menores ha de primar, como elemento determinante del procedimiento y de las medidas que se adopten, el superior interés del menor” (apartado siete).

También, se alude a la agravación específica en el tramo de los mayores de dieciséis años por la comisión de delitos que se caracterizan por la violencia, intimidación o peligro para las personas (apartado diez), así como al amplio catálogo de medidas aplicables, desde la perspectiva sancionadora-educativa, en que debe primar “el interés del menor en la flexible adopción judicial de la medida más idónea” (apartado once), al predominio “de los criterios educativos y resocializadores sobre los de una defensa social esencialmente basada en la prevención general y que pudiera resultar contraproducente para el futuro” (apartado trece) y a la medida de internamiento que responde “a una mayor peligrosidad, manifestada en la naturaleza peculiarmente grave de los hechos cometidos, caracterizados en los casos más destacados por la violencia, la intimidación o el peligro para las personas” (apartado dieciséis).

2.- En su articulado, además de no faltar menciones expresas al

superior interés del menor (así, entre otros, artículos 7.3, 28, 37.4, 46 y 47.3, al referirse, respectivamente, a las medidas a aplicar, a las cautelares, a la celebración de la audiencia, al traslado de centro y a la ejecución de varias medidas), hay que llamar la atención sobre determinados aspectos.

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En primer lugar, en general, se declara que dicha Ley se aplicará para exigir la responsabilidad de las personas mayores de catorce años y menores de dieciocho por la comisión de hechos tipificados como delitos o faltas en el Código Penal o las leyes penales especiales. Además, se añade que “las personas a las que se aplique la presente Ley gozarán de todos los derechos reconocidos en la Constitución y en el ordenamiento jurídico, particularmente en la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, así como en la Convención sobre los Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989 y en todas aquellas normas sobre protección de menores contenidas en los Tratados válidamente celebrados por España” (artículo 1. 1 y 3).

Para la elección de la medida adecuada, se atenderá por parte de todos, “de modo flexible, no sólo a la prueba y valoración jurídica de los hechos, sino especialmente a la edad, las circunstancias familiares y sociales, la personalidad y el interés del menor” (artículo 7.3).

En concreto, al hablar de la medida de internamiento en régimen cerrado, el legislador se refiere a que en la comisión de los hechos delictivos se haya “empleado violencia o intimidación en las personas o actuado con grave riesgo para la vida o la integridad física de las mismas”. Aunque como norma general se dispone que la duración de las medidas no podrá exceder de dos años, si el infractor ha cumplido los dieciséis años y se reúnen las circunstancias apuntadas de violencia o intimidación, la duración podrá alcanzar hasta los cinco años. Excepcionalmente, ante hechos de extrema gravedad, cabe imponer una medida de internamiento de régimen cerrado de uno a cinco años de duración, complementada sucesivamente por otra medida de libertad vigilada hasta un máximo de otros cinco años (artículo 9, reglas 2ª, 4ª y 5ª).

También, para la adopción de la medida cautelar de

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y la alarma social producida, valorando siempre las circunstancias personales y sociales del menor (artículo 28.2).

En cuanto a la ejecución de las medidas, diferentes preceptos llaman la atención; así, en lo referente al cumplimiento de medidas previstas en la LO 5/2000 y de penas del Código Penal (primero, se apuesta por el cumplimiento simultáneo; en segundo lugar, por el cumplimiento sucesivo; excepcionalmente, tratándose de una condena por delitos graves, cabe que se ejecute antes la pena de prisión, conforme al artículo 47.2. regla 5ª); en lo relativo a los centros, se dispone que las medidas privativas de libertad se ejecutarán en establecimientos específicos para menores infractores, con inspiración en el principio de resocialización (artículos 54 y 55); por lo que respecta a los menores internados, se prescribe que tendrán derecho, entre otros, al ejercicio de los derechos civiles, políticos, sociales, religiosos, económicos y culturales que les correspondan, “salvo cuando sean incompatibles con el objeto de la detención o el cumplimiento de la condena”, así como a “estar en el centro más cercano a su domicilio, de acuerdo a su régimen de internamiento”, y a no ser trasladados fuera de su Comunidad Autónoma excepto en los casos y con los requisitos previstos en la Ley (artículo 56.2.letras d y e).

3.- Un aspecto digno de ser destacado lo encontramos al

examinar el apartado cuatro del artículo 17 de la comentada Ley Orgánica, relativo a la detención de un menor por funcionarios de policía. Además de regular los términos generales de la misma (con la reducción a veinticuatro horas del plazo máximo), es éste el único supuesto en que el texto procesal de menores alude directamente al terrorismo, permitiendo la aplicación al menor de preceptos previstos en el texto criminal de adultos para elementos pertenecientes a bandas armadas o grupos terroristas.

En efecto, en el citado precepto se contempla la aplicación, en su caso, de lo dispuesto en el artículo 520 bis de la Ley de

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Enjuiciamiento Criminal; en el mismo (que fue introducido por LO 4/1988, de 25 de mayo) se prescribe que toda persona detenida como presunto partícipe de alguno de los delitos a los que se refiere el artículo 384 bis del mismo cuerpo procesal penal (integración o relación con bandas armadas o individuos terroristas o rebeldes) será puesta a disposición del Juez competente dentro de las setenta y dos horas siguientes a la detención, pudiendo prorrogarse ésta hasta un límite máximo de otras cuarenta y ocho horas, con posible incomunicación. El citado apartado cuatro del artículo diecisiete de la LO 5/2000 termina afirmando que, en tal supuesto, se atribuye al Juez de Menores la competencia para las resoluciones judiciales previstas en el artículo 520 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

También, la LO 4/1988, de 25 de mayo, al reformar la Ley de Enjuiciamiento Criminal e introducir el artículo 384 bis, estableció que el procesado que estuviere ostentando función o cargo público quedará automáticamente suspendido en el ejercicio del mismo mientras dure la situación de prisión, lo que igualmente será de aplicación en el proceso penal de menores.

4.- Se trata, pues, de una redacción legal preocupada por la

recuperación social del menor infractor, bien distante de un enfoque meramente represivo. Prueba de lo afirmado lo constituye el hecho de que, incluso, se llegó a contemplar la posibilidad de que la competencia objetiva de los Juzgados de Menores (como se ha dicho más arriba, prevista para el conocimiento de las infracciones penales cometidas por menores, de edad comprendida entre los catorce años cumplidos y los dieciocho sin cumplir) se extendiera –con determinados requisitos- hasta los veintiún años (artículo 4). Aunque esta posibilidad legal nunca entró en vigor (fue suspendida su aplicación en diversas ocasiones y finalmente derogada con motivo de la reforma operada por la LO de diciembre de 2006), sí sirve para conocer la finalidad tuitiva y rehabilitadora de la citada normativa, atenta a la problemática del menor (incluso, del joven).

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Finalmente, téngase presente que, como Derecho supletorio, para lo no previsto expresamente en la LO 5/2000, se prevé, en el ámbito sustantivo, el Código Penal y las leyes penales especiales, y, en el ámbito del procedimiento, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, en particular lo dispuesto para los trámites del procedimiento abreviado (disposición final primera).

XI.- LEY ORGÁNICA 7/2000, DE 22 DE DICIEMBRE (BOE DE 23), DE MODIFICACIÓN DE LA LEY ORGÁNICA 10/1995, DE 23 DE NOVIEMBRE, DEL CÓDIGO PENAL, Y DE LA LEY ORGÁNICA 5/2000, DE 12 DE ENERO, REGULADORA DE LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS MENORES, EN RELACIÓN CON LOS DELITOS DE TERRORISMO

Cuando todavía no había entrado en vigor la LO 5/2000 (prevista para el 13 de enero de 2001), como si de un olvido legislativo se tratase, se procede a reformar su articulado, principalmente en lo relativo a la materia de terrorismo.

En su presentación, a modo de Exposición de Motivos, el legislador explica que “los poderes públicos tienen que afrontar que los comportamientos terroristas evolucionan y buscan evadir la aplicación de las normas aprovechando los resquicios y las complejidades interpretativas de las mismas. Tanto más si se considera que, cuanto más avanza la sociedad ganando espacios de libertad frente al terror, más numerosas y variadas son las actuaciones terroristas que tratan de evitar, atemorizando directamente a cada ciudadano o, en su conjunto, a los habitantes de una población o a los miembros de un colectivo social, político o profesional, que se desarrolle con normalidad la convivencia democrática y que la propia sociedad se fortalezca e imponga dicha convivencia, erradicando las graves e ilegítimas conductas que la perturban” (apartado uno).

Para dar una respuesta efectiva a estas necesidades desde el ordenamiento jurídico, mediante los instrumentos ordinarios que nuestra Constitución admite y demanda -se añade-, en esta Ley se

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reforman algunos preceptos del Código Penal y de la Ley reguladora de la responsabilidad penal de los menores (aunque aquí no son mencionadas expresamente, también se introducen modificaciones en la Ley Orgánica del Poder Judicial y en la Ley de Demarcación y de Planta Judicial).

Respecto a las novedades introducidas en la LO 5/2000, se afirma que no se trata de excepcionar de la aplicación de la misma a los menores, “sino de establecer las mínimas especialidades necesarias para que el enjuiciamiento de las conductas de los menores responsables de delitos terroristas se realice en las condiciones más adecuadas a la naturaleza de los supuestos que se enjuician y a la trascendencia de los mismos para el conjunto de la sociedad manteniendo sin excepción todas las especiales garantías procesales”; en lo relativo a las medidas rehabilitadoras, se persigue que éstas, “especialmente valiosas y complejas respecto de conductas que ponen radicalmente en cuestión los valores más elementales de la convivencia, puedan desarrollarse en condiciones ambientales favorables, con apoyos técnicos especializados, y por un tiempo suficiente para hacer eficaz el proceso rehabilitador” (apartado cinco).

Se introducen, por tanto, en la LO 5/2000 las modificaciones siguientes:

1.- Inhabilitación absoluta. Se adiciona esta medida como

nueva letra n) al apartado uno del artículo siete. Produce la privación definitiva de todos los honores, empleos y cargos públicos sobre el que recayere, aunque sean electivos; así como la incapacidad para obtener los mismos o cualesquiera otros honores, cargos o empleos públicos, y la de ser elegido para cargo público, durante el tiempo de la medida.

Cuando se trate de un delito de terrorismo, el Juez también impondrá la medida de inhabilitación absoluta por un tiempo superior entre cuatro y quince años al de la duración de la medida de

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internamiento en régimen cerrado impuesta, atendiendo proporcionalmente a la gravedad del delito, el número de los cometidos y a las circunstancias que concurran en el menor.

2.- Delito de extrema gravedad. Los párrafos primero y

tercero de la regla 5ª del artículo nueve reciben nueva redacción. Contemplan el supuesto de los infractores que hubiesen cumplido los dieciséis años en el momento de la comisión de un hecho de extrema gravedad; en ese caso, el Juez habrá de imponer una medida de internamiento de régimen cerrado de uno a cinco años de duración, complementada por otra medida de libertad vigilada de hasta un máximo de otros cinco años. A tales efectos, se entenderá siempre supuesto de extrema gravedad aquél en el que se apreciara reincidencia.

3.- Disposición adicional cuarta. Esta nueva disposición se

aplicará a los delitos previstos en los artículos 138 (homicidio), 139 (asesinato), 179 (violación), 180 (agresión sexual grave), 571 a 580 (terrorismo) y aquellos otros sancionados en el Código Penal con pena de prisión igual o superior a quince años.

Queda claro (conforme establecen los apartados uno y dos de la disposición) que a los imputados por los mencionados delitos, siempre que fuesen menores de dieciocho años en el momento de la comisión, se les aplicarán las disposiciones de la LO 5/2000 de 12 de enero, con las siguientes especialidades:

A) El conocimiento de los delitos de terrorismo compete al

Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional. Sus autos y sentencias pueden recurrirse en apelación ante la Sala correspondiente (se entiende, de lo Penal) de la propia Audiencia. Las sentencias que dicte dicha Sala son recurribles en casación para unificación de doctrina, ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo (de acuerdo con el artículo 42 de la LO 5/2000).

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B) Estos procedimientos (de los que, como se ha dicho, conoce la

Audiencia Nacional) no pueden ser acumulados con otros procedimientos instruidos en los Juzgados de Menores, sean o no los mismos los menores en cuestión.

C) En cuanto a los menores imputados por la comisión de los

delitos previstos en la disposición adicional cuarta (esto es, no solamente los de terrorismo) hay que distinguir según éstos tengan o no cumplidos los dieciséis años.

a) en el primer caso, el Juez impondrá una medida de internamiento en régimen cerrado de uno a ocho años, complementada, en su caso, por otra medida de libertad vigilada, al finalizar el internamiento, hasta un máximo de cinco años; lo hará por medio de auto, previa audiencia del Fiscal, del letrado del menor y del representante de la entidad pública. En este caso, sólo se podrá hacer uso de la facultad de modificación, suspensión o sustitución de la medida impuesta cuando haya transcurrido, al menos, la mitad de la duración de dicha medida de internamiento;

b) si se trata de menores de esa edad, el Juez impondrá una medida de internamiento en régimen cerrado de uno a cuatro años, complementada, en su caso, por otra medida de libertad vigilada, hasta un máximo de tres años (igualmente, por auto y oídas las partes y el mencionado representante de la entidad). Nada se dice sobre el cumplimiento previo para la modificación, suspensión o sustitución de la medida.

D) La medida de internamiento en régimen cerrado puede

alcanzar una duración máxima de diez años para los mayores de dieciséis años y de cinco años para los menores de esa edad, cuando fueren responsables de más de un delito, alguno de los cuales esté calificado como grave y sancionado con pena de prisión igual o superior a quince años de los delitos de terrorismo comprendidos entre los artículos 571 a 580 del Código Penal.

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E) Por lo que respecta a los delitos de terrorismo, la ejecución

de la detención preventiva, de las medidas cautelares de internamiento o de las medidas impuestas en la sentencia se llevará a cabo en los establecimientos y con el control del personal especializado que el Gobierno ponga a disposición de la Audiencia Nacional.

La ejecución de las medidas impuestas por el Juez Central de Menores o por la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional será preferente sobre las impuestas, en su caso, por otros Jueces de Menores o por las Audiencias Provinciales.

F) Los hechos delictivos y las medidas previstas en la nueva

disposición adicional cuarta prescribirán con arreglo a las normas contenidas en el Código Penal.

4.- Informe del Gobierno. Conforme a la disposición

adicional quinta, igualmente introducida por la comentada reforma, se prescribe que el Gobierno, dentro del plazo de cinco años desde la entrada en vigor de la LO 5/2000, remitirá al Congreso de los Diputados un informe en el que se analizarán y evaluarán los efectos y las consecuencias de la aplicación de la disposición adicional cuarta.

5.- Ley Orgánica del Poder Judicial. Lógicamente, la

creación de un nuevo órgano judicial obligó a la reforma del texto orgánico de 1 de julio de 1985, tanto en lo relativo al conocimiento, por parte de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, de la apelación contra las sentencias y otras resoluciones dictadas por el Juzgado Central de Menores, como a la propia instauración del mismo para el enjuiciamiento en primera instancia. En consecuencia, se modificaron los artículos 65.5º y 96.2 de la LOPJ.

6.- Ley de Demarcación y de Planta Judicial. La misma

exigencia se planteó con la Ley 38/1988, de 28 de diciembre, modificándose los artículos 1, 6, 19 y 61 de la misma, así como parcialmente su anexo XI.

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7.- Reflexión. A partir de la entrada en vigor de la LO 7/2000,

existen dos órganos de enjuiciamiento diferentes para la primera instancia (también, para la segunda), según se trate o no de delitos de terrorismo (el Juzgado Central de Menores, en Madrid, y los restantes Juzgados de Menores, distribuidos por todas las provincias; para la apelación, la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y las Audiencias Provinciales, respectivamente, sin que, en ambos casos, se creen las anunciadas en su día Salas de Menores). De este modo, se altera la competencia objetiva y territorial hasta entonces establecida, que a partir de ahora queda limitada al resto de los delitos. Además, se produce un agravamiento en las medidas a imponer, así como una ejecución exclusiva y preferente en materia de terrorismo.

Cabe preguntarse, como hemos hecho en otras ocasiones, por el acierto de la creación de este nuevo órgano judicial especializado o si, por el contrario, se debería de haber optado –con agravamiento de medidas, en su caso- por mantener la competencia del Juzgado de Menores, fuera cual fuera el delito cometido. Dicho Juzgado radica en Madrid, aunque con jurisdicción para todo el territorio nacional; lejos, por tanto, del lugar de comisión del delito y, generalmente, de la residencia habitual del menor y de su familia. En cuanto a la ejecución de la medida, en su caso, se llevará a cabo en centros especiales (hay que suponer que, igualmente, alejados del entorno del menor).

Si a ello se le añade que, afortunadamente, en la actualidad el número de estos delitos cometidos por menores no es elevado, manifestamos nuestras dudas sobre si el efecto obtenido es más beneficioso que perjudicial para la rehabilitación y recuperación social del menor. Éste se encontrará interno en un centro en compañía de otros menores condenados igualmente por la comisión de delitos de terrorismo, sin contacto con menores condenados por una heterogeneidad de hechos delictivos, sino todos por conductas

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bastante similares, lo que ya de por sí imprime cierta uniformidad a todos los internos.

Por el contrario, puede alegarse que de este modo se aísla al menor del contaminante y asfixiante ambiente a favor del terrorismo (en algunas localidades del norte de España, resulta indiscutible), con lo que ello puede suponer de presión social hacia la actuación libre e imparcial del juzgador y del personal de los centros de ejecución de las medidas. Pero, cabe la posibilidad de que un menor condenado por delitos de este tenor, dentro de un conjunto de compañeros condenados por otros delitos, pase más desapercibido (especialmente, si el personal del centro está atento y le presta un tratamiento individualizado) y su recuperación social sea factible. Sin embargo, la apuesta por la concentración de los condenados (lo contrario a la política de dispersión adoptada con los adultos en delitos de esta naturaleza) puede favorecer la realización de una labor de apoyo desde los principales focos políticos de ese ambiente, con actividades públicas y privadas tendentes al enaltecimiento de los menores condenados, con la finalidad de mantener encendida la incipiente llama de su militancia.

XII.- LEY ORGÁNICA 15/2003, DE 25 DE NOVIEMBRE (BOE DE 26), POR LA QUE SE MODIFICA LA LEY ORGÁNICA 10/1995, DE 23 DE NOVIEMBRE, DEL CÓDIGO PENAL

A pesar de la denominación de esta Ley, conforme a una técnica legislativa que comienza a ser usual en nuestro país, se aprovecha la oportunidad para modificar también la Ley Orgánica 5/2000, reguladora de la responsabilidad penal de los menores (además de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y de la Ley Hipotecaria).

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Por medio del apartado tercero de la disposición final segunda, además de haber introducido previamente la importante novedad de la acusación particular en el proceso penal de menores, se añade a la LO 5/2000, de 12 de enero, una disposición adicional sexta en los siguientes términos: “Evaluada la aplicación de esta ley orgánica, oídos el Consejo General del Poder Judicial, el Ministerio Fiscal, las comunidades autónomas y los grupos parlamentarios, el Gobierno procederá a impulsar las medidas orientadas a sancionar con más firmeza y eficacia los hechos delictivos cometidos por personas que, aun siendo menores, revistan especial gravedad, tales como los previstos en los artículos 138, 139, 179 y 180 del Código Penal.

A tal fin –continúa la nueva disposición adicional sexta-, se establecerá la posibilidad de prolongar el tiempo de internamiento, su cumplimiento en centros en los que se refuercen las medidas de seguridad impuestas y la posibilidad de su cumplimiento a partir de la mayoría de edad en centros penitenciarios”.

Es decir, sin haberse cumplido entonces tres años desde la entrada en vigor de la nueva legislación de menores, se anuncian mayores sanciones por la comisión de determinados delitos (homicidio, asesinato, violación y agresión sexual grave).

XIII.- REAL DECRETO 1774/2004, DE 30 DE JULIO (BOE DE 30 DE AGOSTO), POR EL QUE SE APRUEBA EL REGLAMENTO DE LA LEY ORGÁNICA 5/2000, DE 12 DE ENERO, REGULADORA DE LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS MENORES

En su amplio articulado, este Reglamento contiene una normativa de interés.

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1.- La Policía Judicial. En la regulación de la actuación de la

Policía Judicial (artículos dos y tres), encontramos aspectos dignos de mención; así:

a) la existencia de los registros policiales (de carácter estrictamente confidencial; también, existirá un registro o archivo central; dichos registros no podrán ser utilizados en procesos de adultos relativos a casos en los que esté implicada la misma persona);

b) el cacheo y aseguramiento físico (cuando sea estrictamente necesario, como medida proporcional de seguridad);

c) la determinación de la identidad y edad del presunto delincuente, en caso de duda (con la puesta del menor a disposición de la jurisdicción ordinaria, para que proceda a determinarlas conforme a las reglas del cuerpo legal procesal criminal);

d) la diligencia de reconocimiento (con la pertinente rueda, compuesta por otras personas, menores o no; en el primer caso, hay que contar con su autorización y la de sus representantes legales);

e) la detención, en la que se atiende a numerosos aspectos, como la reseña (de impresiones dactilares, así como de fotografías del rostro), su correcta práctica (con información clara, comprensible e inmediata de los hechos imputados, de las razones de su detención y de los derechos que le asisten, especialmente los reconocidos en el artículo 520 de la LECRIM, inclusive la notificación inmediata de la detención y del lugar de la custodia a los representantes legales del menor), la declaración en presencia de su abogado y de sus representantes legales, en dependencias adecuadas (su custodia corresponde a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, con la llevanza de un libro registro en el que deben constar los datos relativos a la identidad del menor, circunstancias y autoridad que la ordenó, día y hora del ingreso, personas que lo custodian, notificación de la detención a sus representantes legales, circunstancias psicofísicas del menor y constatación de la información de sus derechos), así como en

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las debidas condiciones (alimentación, vestimenta, intimidad, seguridad y sanidad).

2.- El equipo técnico. Formado por psicólogos, educadores y

trabajadores sociales, cuya función es asistir técnicamente en las materias propias de sus disciplinas profesionales al Juez, al Ministerio Fiscal y al propio menor, con las funciones legalmente establecidas (el Reglamento le dedica su artículo cuatro).

3.- La ejecución. La principal atención del Reglamento se

dirige a las reglas para la ejecución de las medidas y al régimen disciplinario de los centros (a los que dedica la casi totalidad de su articulado).

A) Las reglas de ejecución. Amén de una abundante

normativa, con diversos supuestos de ejecución, sobresale el superior interés del menor sobre cualquier otro interés concurrente, gozando éste durante la ejecución de las medidas de los derechos y libertades reconocidos por el ordenamiento jurídico español y por los tratados internacionales ratificados por nuestro país, a excepción de los expresamente limitados por la ley, el contenido del fallo o el sentido de la medida impuesta (artículos 6 y 7).

B) Los centros de internamiento.

También sobre ellos contiene disposiciones de especial relevancia; así:

- el internamiento en el centro más cercano al domicilio del menor no siempre será posible, o conveniente (artículo 10.1);

- el ingreso (incluso el cautelar) del menor en un centro será comunicado, entre otros, a sus representantes legales o, en su defecto, a la persona que el menor designe (artículo 32.3);

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- derecho del menor internado a vestir su propia ropa, siempre que sea adecuada a la disciplina y orden interno del centro (artículo 30.2);

- los menores que por cualquier circunstancia personal requieran de una protección especial estarán separados de aquellos que les puedan poner en situación de riesgo o de peligro mediante su traslado bien a otro módulo del mismo centro, bien a otro centro, previa autorización del Juez de Menores en este último caso (artículo 33.2);

- el director del centro podrá solicitar a la autoridad competente que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad lleven a cabo los desplazamientos, conducciones y traslados del menor (naturalmente, con respeto a su dignidad, seguridad e intimidad) cuando exista un riesgo fundado para la vida o la integridad física de las personas o para los bienes (artículo 35.5);

- igualmente, el director del centro en el que se encuentre internado el menor podrá solicitar a la autoridad competente que la vigilancia y custodia del menor, durante su permanencia en un centro sanitario, se lleve a cabo por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad cuando exista riesgo fundado para la vida o la integridad física de las personas o para las instalaciones sanitarias (artículo 38.6);

- en cuanto a las personas que no sean familiares del menor internado, habrán de obtener la autorización previa del director del centro para poder comunicarse (también por medio telefónico) con el menor o visitarle, no podrán portar bolsos o paquetes y deberán pasar los controles de identidad y seguridad establecidos por el centro, incluido el registro superficial personal; además, se contempla la posibilidad de la suspensión temporal o terminación de la visita, en determinados supuestos (artículos 40. 3, 5 y 6, y 42.1);

- derecho del menor internado a comunicarse reservadamente, en local apropiado, con su abogado y procurador; dicha comunicación

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solamente podrá ser suspendida previa orden expresa del Juez de Menores (artículo 41. 1 y 6);

- se contemplan limitaciones, impuestas por la autoridad judicial, en las comunicaciones escritas, así como en el envío y recepción de paquetes (artículos 43.1 y 44);

- en determinados supuestos de fallecimiento o enfermedad grave, cabe la concesión de permiso de salida extraordinario, con las medidas de seguridad adecuadas en su caso; si se trata de menor internado en régimen cerrado, es necesaria la expresa autorización del Juez (artículo 47.1 y 4);

- ante el riesgo inminente de graves alteraciones del orden con peligro para la vida o la integridad física de las personas o para las instalaciones, se podrá solicitar la intervención de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (artículo 54.9);

- el uso de los medios de contención por parte del personal del centro será proporcional al fin pretendido, nunca supondrá una sanción encubierta y solamente se aplicarán cuando no exista otra manera menos gravosa para conseguir la finalidad perseguida y por el tiempo estrictamente necesario (artículo 55. 3).

XIV.- LEY ORGÁNICA 8/2006, DE 4 DE DICIEMBRE (BOE DE 5), POR LA QUE SE MODIFICA LA LEY ORGÁNICA 5/2000, DE 12 DE ENERO, REGULADORA DE LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS MENORES

Unos años después de la entrada en vigor de la LO 5/2000, se produce una nueva reforma de la misma, en una línea que ha sido calificada casi unánimemente por la doctrina como de endurecimiento.

1.- En su Exposición de Motivos, se explica que dicha

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disposición adicional sexta (introducida por LO 15/2003, de 25 de noviembre, de reforma del Código Penal), en el sentido de que el Gobierno impulsaría las medidas orientadas a sancionar con más firmeza y eficacia determinados hechos delictivos cometidos por menores.

Se añade que, una vez transcurridos cinco años desde la aprobación del nuevo texto regulador de la responsabilidad penal de los menores, el Gobierno ha realizado una evaluación de los resultados de su aplicación. Aunque con el convencimiento de un balance positivo, “las estadísticas revelan un aumento considerable de delitos cometidos por menores, lo que ha causado gran preocupación social y ha contribuido a desgastar la credibilidad de la Ley por la sensación de impunidad de las infracciones más cotidianas y frecuentemente cometidas por estos menores”.

Por ello, se plantea la revisión de algunos aspectos del texto fundamental de 12 de enero de 2000.

Merece ser destacada la manifestación contenida en la citada Exposición de que “el interés superior del menor, que va a seguir primando en la Ley, es perfectamente compatible con el objetivo de pretender una mayor proporcionalidad entre la respuesta sancionadora y la gravedad del hecho cometido, pues el sistema sigue dejando en manos del juez, en último caso, la valoración y ponderación de ambos principios de modo flexible y a favor de la óptima individualización de la respuesta. De otro modo, nos llevaría a entender de un modo trivial que el interés superior del menor es no sólo superior, sino único y excluyente frente a otros bienes constitucionales a cuyo aseguramiento obedece toda norma punitiva o correccional”. Además de que, tal vez, sea ésta la primera vez en la que el legislador español se pronuncia de un modo tan explícito sobre la expresión “interés superior del menor”

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(que hasta ese momento había sido –y continúa siendo- reiteradamente mencionada en numerosos preceptos legales), no podemos evitar el contraste de lo transcrito con el rechazo de la proporcionalidad entre el hecho y la sanción, recogido en la Exposición de Motivos del texto de 2000 (apartado II, número 7).

2.- En el articulado, se introducen notables modificaciones; entre

otras, destacan las que siguen: se amplían los supuestos en los que se pueden imponer medidas de internamiento en régimen cerrado, añadiendo los casos de comisión de delitos graves y de delitos que se cometan en grupo o cuando el menor perteneciere o actuare al servicio de una banda, organización o asociación, incluso de carácter transitorio, que se dedicare a la realización de tales actividades (artículo 9.2.letra c); se adecua el tiempo de duración de las medidas a la entidad de los delitos y a las edades de los menores infractores (artículos 10.1 y 2, y 11.2); se añade una nueva medida, consistente en la prohibición al menor infractor de aproximarse o comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el Juez (artículo 7.1. letra i); se faculta al Juez para acordar que el menor que estuviese cumpliendo una medida de internamiento en régimen cerrado y alcanzase la edad de dieciocho años, pueda terminar de cumplir la medida en un centro penitenciario cuando su conducta no responda a los objetivos propuestos en la sentencia (el Juez de Menores “podrá ordenar”; artículo 14.2); si la medida de internamiento en régimen cerrado se impone al que ha cumplido veintiún años o, impuesta con anterioridad, no ha finalizado su cumplimiento al alcanzar dicha edad, el Juez ordenará su cumplimiento en un centro penitenciario, salvo que proceda la sustitución o modificación de la medida (aquí destaca el carácter imperativo; artículo 14.3); se amplía la duración de la medida cautelar de internamiento, que pasa de tres meses, prorrogable por otros tres meses, a seis meses prorrogable por otros tres meses (artículo 28.3).

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En concreto sobre el terrorismo, se incorporan regularmente al articulado las innovaciones realizadas por la reforma de la LO 7/2000, de 22 de diciembre, que se encontraban recogidas en una disposición adicional (la nueva redacción de los preceptos de la LO 8/2006, de 4 de diciembre, no siempre es transcripción literal de aquélla, produciéndose, incluso, a veces, algún agravamiento en el contenido); de este modo:

- cuando el hecho sea constitutivo de alguno de los delitos tipificados en los artículos 571 a 580 del Código Penal, el Juez, conforme a la nueva redacción recibida por el artículo 10.2, deberá imponer las medidas siguientes: a) si al tiempo de cometer los hechos el menor tuviere catorce o quince años de edad, una medida de internamiento en régimen cerrado de uno a cinco años de duración, complementada en su caso por otra medida de libertad vigilada de hasta tres años (recuérdese que la reforma producida por la LO 7/2000, de 22 de diciembre, establecía para este supuesto un máximo de cuatro años de internamiento en régimen cerrado); b) si al tiempo de cometer los hechos el menor tuviere dieciséis o diecisiete años de edad, una medida de internamiento en régimen cerrado de uno a ocho años de duración, complementada, en su caso, por otra de libertad vigilada con asistencia educativa de hasta cinco años. En este supuesto sólo podrá hacerse uso de las facultades de modificación, suspensión o sustitución de la medida, cuando haya transcurrido, al menos, la mitad de la duración de la medida de internamiento impuesta (lo que coincide con la reforma de la LO 7/2000); c) el Juez también impondrá al menor una medida de inhabilitación absoluta por un tiempo superior entre cuatro y quince años al de la duración de la medida de internamiento en régimen cerrado impuesta, atendiendo proporcionalmente a la gravedad del delito, el número de los cometidos y a las circunstancias que concurran en el menor (también, coincidente con la redacción incorporada por la reforma de la LO 7/2000);

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- en pluralidad de infracciones, de acuerdo con la nueva redacción del número dos del artículo 11, cuando alguno o algunos de los hechos fueren de los mencionados en los artículos 571 a 580 del Código Penal, la medida de internamiento en régimen cerrado podrá alcanzar una duración máxima de diez años para los mayores de dieciséis años y de seis años para los menores de esa edad (en la reforma de la LO 7/2000 se establecía un máximo de cinco años en el supuesto de menores de dieciséis años);

- sobre la prescripción, en línea coincidente con lo establecido por la reforma de la LO 7/2000, se dispone que los delitos graves prescriben con arreglo a las normas del Código Penal (artículo 15.1);

- para la adopción de la medida cautelar de internamiento se atenderá a la gravedad de los hechos, valorando también las circunstancias personales y sociales del menor, la existencia de un peligro cierto de fuga, y, especialmente, el que el menor hubiera cometido o no con anterioridad otros hechos graves de la misma naturaleza (lo que ante un presunto delito de terrorismo tiene importancia; artículo 28.2);

- contra los autos y sentencias dictados por el Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional cabe recurso de apelación ante la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional (se corrige la anterior expresión “Sala correspondiente”; artículo 41.4);

- son recurribles en casación, ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo, las sentencias dictadas en apelación por la Audiencia Nacional, cuando se hubiere impuesto una de las medidas a las que se refiere el artículo 10 (artículo 42.1).

XV.- ÁMBITO INTERNACIONAL

Sobre los pactos y tratados internacionales, el Tribunal Constitucional interpreta los derechos fundamentales que consagra el artículo 24 de nuestra Carta Magna, en orden a su aplicación en el

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proceso seguido contra menores a efectos penales, de acuerdo con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, así como la Convención sobre los Derechos del Niño.

También, hay disposiciones internacionales que no son tratados o acuerdos ratificados por nuestro país (tal sucede con las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Justicia de Menores, las llamadas Reglas de Beijing, la Recomendación del Comité de Ministros del Consejo de Europa, sobre reacciones sociales ante la delincuencia juvenil, las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de dicha delincuencia, las llamadas Reglas de Riad, y las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad, entre otras), aunque “expresan una doctrina generalmente aceptada en el correspondiente ámbito y que, seguramente, debe inspirar la acción de nuestros poderes públicos, pero no vinculan al legislador” (STC 36/1991, de 14 de febrero, Fundamentos jurídicos 5 y 6).

Las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 40/33, de 28 de noviembre de 1985, las llamadas “Reglas de Beijing”, declaran que dicha justicia se ha de concebir como una parte integrante del proceso de desarrollo nacional de cada país y deberá administrarse en el marco general de justicia social para todos los menores, de manera que contribuya a la protección de los jóvenes y al mantenimiento del orden pacífico de la sociedad (punto 1.4), añadiendo que los servicios de justicia de menores se perfeccionarán y coordinarán sistemáticamente con miras a elevar y mantener la competencia de sus funcionarios, e, incluso, los métodos, enfoques y actitudes adoptados (1.6).

Se pronuncian a favor de responder a las diversas necesidades de los menores delincuentes, al mismo tiempo que proteger sus

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derechos básicos (2.3), por lo que el sistema de justicia de menores hará hincapié en el bienestar de éstos y garantizará que cualquier respuesta será en todo momento proporcionada a las circunstancias del delincuente y del delito (5.1). Habida cuenta de las diversas necesidades especiales de los menores, así como de la diversidad de medidas disponibles, se facultará un margen suficiente para el ejercicio de facultades discrecionales en las diferentes etapas de los juicios y en los distintos niveles de la administración de justicia de menores, incluidos los de investigación, procesamiento, sentencia y de las medidas complementarias de las decisiones (6.2).

En consecuencia, en todas las etapas del proceso se respetarán las garantías procesales básicas tales como la presunción de inocencia, el derecho a ser notificado de las acusaciones, el derecho a no responder, el derecho al asesoramiento, el derecho a la presencia de los padres o tutores, el derecho a la confrontación con los testigos y a interrogar a éstos, y el derecho de apelación ante una autoridad superior (7.1). Para evitar que la publicidad indebida o el proceso de difamación perjudiquen a los menores, se respetará en todas las etapas el derecho de los menores a la intimidad (8.1).

Estas Reglas proclaman que, cada vez que un menor sea detenido, la detención se notificará inmediatamente a sus padres o su tutor, y cuando no sea posible dicha notificación inmediata, se notificará a los padres o al tutor en el más breve plazo posible (10.1). Los agentes de policía que traten a menudo con menores recibirán instrucción y capacitación especial (12.1). Sólo se aplicará la prisión preventiva como último recurso y durante el plazo más breve posible (13.1). En todo caso, el procedimiento favorecerá los intereses del menor (14.2), los padres o tutores tendrán derecho a participar en las actuaciones (15.2) y la respuesta que se dé al delito será proporcionada, pudiéndose suspender el procedimiento en cualquier momento (17.4). Además, se contempla una amplia relación de

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posibles medidas a adoptar sobre el menor (18), previéndose el internamiento del mismo como excepcional (19.1).

Por su parte, la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989, declara que, en todas las medidas concernientes a los niños que tomen los tribunales, se atenderá primordialmente al interés superior del niño (artículo 3.1), el cual debe ser escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo. En la misma línea, afirma que los Estados Partes velarán, entre otros aspectos, por que la detención de un niño se utilizará tan sólo como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda. Además –lo que, igualmente, hay que relacionarlo con lo dispuesto en nuestro vigente ordenamiento jurídico-, todo niño privado de libertad tendrá derecho a mantener contacto con su familia por medio de correspondencia y de visitas, salvo en circunstancias excepcionales, no pudiendo ser sometido a torturas o penas crueles, ni privado de su libertad ilegal o arbitrariamente, sino como último recurso y por el tiempo más breve posible, siempre con asistencia jurídica (artículo 37). Además, se le reconocen los derechos y garantías a presunción de inocencia, defensa, procedimiento sin demora, por órgano judicial competente, independiente e imparcial, al silencio, a no reconocerse culpable, a intérprete, a recurrir la medida impuesta, etcétera (40).

Igualmente, la Recomendación del Comité de Ministros del Consejo de Europa Nº R (87) 20, de Reacciones sociales ante la delincuencia juvenil, adoptada el 17 de septiembre de 1987, durante la 410ª reunión de los Delegados de los Ministros, propone a los Gobiernos de los Estados Miembros revisar, si es preciso, su legislación y práctica con miras a prevenir la inadaptación y la delincuencia juvenil (1), alentar los procedimientos de desjudicialización y de mediación, a fin de evitar a los menores la asunción por el sistema de justicia penal (2), asegurar una justicia de menores más rápida, evitando retrasos excesivos (4), evitar, en la

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medida de lo posible, la detención provisional de los menores (6), reconocerles los derechos a la presunción de inocencia, asistencia de defensor, presencia de los padres o de otro representante, recurrir a testigos e interrogarlos, solicitar contraperitaje, tomar la palabra y recurrir las resoluciones, entre otros (8), así como promover la formación especializada de todas las personas que trabajan en el ámbito de la delincuencia juvenil y los procedimientos de reconciliación entre jóvenes delincuentes y sus víctimas (18) .

En este sentido, las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, de 14 de diciembre de 1990, concebidas como patrones prácticos de referencia, disponen que el sistema de justicia de menores deberá respetar los derechos y la seguridad de éstos y fomentar su bienestar, debiéndose usar el encarcelamiento como último recurso (1), gozando de la presunción de inocencia (17), con expediente personal y confidencial (19), previa orden de una autoridad pública (20), llevándose un registro completo y fiable (21), así como que la información relativa al ingreso, lugar de internamiento, traslado y liberación de un menor detenido deberá notificarse sin demora a los padres o tutores o al pariente más próximo del menor (22), respetándose las exigencias de higiene y respeto a su dignidad humana (31), educación (38), posible trabajo (45), actividades recreativas (47), religión (48), atención médica (49), limitación del uso de la fuerza (63) y gozando de la posibilidad de presentar en todo momento peticiones o quejas (75) y que, entre otros aspectos, el personal deberá ser competente y especialista (81).

Con la misma fecha, la Asamblea General del mismo organismo internacional, en su resolución 45/112, adoptó las Directrices para la prevención de la delincuencia juvenil, las llamadas Directrices de Riad. Las mismas, Naciones Unidas, después de reconocer la necesidad y la importancia de aplicar una política progresista de prevención de la delincuencia, que deberá incluir, entre

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