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SIDA y sífilis: las lecciones de la historia

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Academic year: 2017

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NSTANTANEAS

La paradoja de la salud

Aunque la salud del pueblo esta- dounidense ha mejorado espectacularmente en los últimos 30 años, kas encuestas revelan que durante el mismo período ha disminuido la satisfacción individual con respecto a la propia salud. En este artículo, el autor ana- Liza varios factores que explican la discrepan- cia paradójica entre el estado objetivo de sa- lud y la percepción subjetiva por parte del individuo.

Al ser domeñadas las enferme- dades infecciosas en los países desarrollados, el aumento de longevidad de las personas las deja expuestas a contraer enfermedades crónicas y discapacitantes, cuyas molestias se extienden durante un tiempo proporcional- mente mayor.

Como consecuencia del extraor- dinario interés suscitado por la salud en nues- tros días, la gente presta mayor atención a su cuerpo y sus síntomas. Este escrutinio ince- sante magnifica las molestias y los trastornos funcionales y da por resultado una valoración negativa del propio estado de salud.

En relación muy estrecha con lo anterior está la noción tan difundida de que la buena salud puede comprarse, mito que ha sido fomentado y ventajosamente aprovechado por los anunciantes y comer- ciantes. Con su exageración característica, la propaganda comercial contribuye a crear un clima de alarma e hipocondría que mina la sensación individual de bienestar.

La atención médica desempeña un papel cada vez más importante en la vida cotidiana. La gente consulta con mayor fre- cuencia a los médicos, incluso por problemas

que antes estaban fuera de su competencia. Esta medicalización de la vida diaria eleva excesivamente las expectativas del individuo. Al convencerse de que existe un remedio para casi cualquier cosa que le moleste, los sínto- mas rebeldes al tratamiento y las discapaci- dades residuales inevitables le parecen inso- portables y los juzga como un error, una injusticia, un fracaso de la atención médica.

El autor llega a la conclusión de que las sociedades deben tener cuidado de que los adelantos médicos no las hagan sen- tirse incómodas con las dolencias que aún no son conquistadas. Es evidente que no se de- ben reducir los esfuerzos por mejorar la sa- lud, sino simplemente prestar más atención al fomento de la sensación subjetiva de bienestar. (Barsky, A. J. The paradox of health. NEtzglj Med

318:414-418, 1988.)

SIDA y Gilis: las lecciones

de la historia

Repasar la historia de las medidas de carácter médico y de salud pública que se adoptaron para enfrentar la epidemia de ~‘3% lis en la primera mitad de este siglo puede resultar muy provechoso. Dejando de lado las diferencias, los puntos de coincidencia entre la sífilis y el SIDA son abundantes y tienen que ver con la ciencia, la salud pública, los derechos civiles y las actitudes de la sociedad con respecto a las infecciones que se ad- quieren por la vía sexual.

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intensa preocupación de llegar a infectarse por otras vías, estigmatización de los enfer- mos y conflictos entre la salud pública y los derechos civiles.

Desde luego, no se trata mera- mente de repetir en el caso del SIDA lo que se hizo con respecto a la sífiis, pues a fin de cuentas las enfermedades son diferentes. Así por ejemplo, la detección del

SIDA

en pobla- ciones de baja prevalencia tendrá escasa re- percusión en la evolución de la epidemia, identificará relativamente pocos casos y tendrá una alta proporción de resultados falsos positivos. Sobre todo, la incapacidad de uatar a los individuos identificados y de impedir que sigan siendo contagiosos limita gravemente la utilidad de medidas de carác- ter obligatorio tales como el examen prenup- cial. Por el contrario, los programas de educa- ción intensiva, como los ofrecidos a los soldados estadounidenses durante la segunda guerra mundial, y la prueba voluntaria confi- dencial pueden utilizarse con ventaja en la lucha contra el SIDA. Por otra parte, conviene desde ahora dejar de hacerse ilusiones con respecto a una “bala mágica”. Del mismo modo que la penicilina no resolvió el pro- blema de la sífilis, no se debe esperar que un tratamiento individual o incluso una vacuna nos libren de la amenaza del SIDA, al menos en el futuro cercano.

Las epidemias de sífilis y de SIDA

indican con toda claridad la necesidad de en- tender mejor la relación enue conducta hu- mana y salud. Como se ha podido compro- bar, la modificación del comportamiento para reducir el riesgo de una enfermedad rara vez responde simplemente al miedo o a las exhortaciones morales. Por tal motivo, se ne- cesita profundizar en la investigación para identificar métodos eficaces de educación y de modificación de la conducta. (Brandt, A. M. The syphillis epidemic and its relation toAIDS. Science

239(4838):375-380,1988.)

El concepto moderno

del tratamiento del alcoholismo

En la mayoría de los países occi- dentales el tratamiento del alcoholismo gra- dualmente se ha ido reduciendo a un con- junto de medidas tales como terapia de grupo, consejo individual y f-amiliar, remi- sión a Alcohólicos Anónimos y cuidados pos- teriores a la intervención, junto con la in- sistencia en la abstinencia como meta terapéutica. Aunque no se ha llegado al con- senso definitivo sobre cuál uatamiento fun- ciona mejor, se tiene ahora una idea más clara y optimista de la índole de los problemas que han de enfrentarse.

En primer lugar, cada vez es más aguda la conciencia de que las personas que beben con exceso constituyen un grupo sumamente diverso. Las investigaciones recientes se han esmerado en definir, con sentido de utilidad clínica, los tipos de bebedores problema. Así, la búsqueda de un tratamiento universal para el alcohólico pro- totípico ha cedido su lugar al concepto del tratamiento que mejor se adapta a una per- sona. En particular, se está cobrando concien- cia de la responsabilidad que todo profe- sional de la salud tiene de ayudar en etapa temprana a las personas que empiezan a be- ber con exceso.

Otro factor que ha llevado a re- plantear el tratamiento es la comprobación de que los individuos que tienen problemas con la bebida, incluso graves, poseen una ca- pacidad considerable de reducir o interrum- pir la ingestión de alcohol que a menudo se manifiesta por sí sola.

Independientemente de que el médico sea general o especialista, lo primero que debe hacer es identificar el problema. Para ello, nada sustituye a una buena relación médico-paciente. Lo que se necesita para tra- tar las manifestaciones más comunes y leves de la ingestión excesiva de alcohol es la des- mitificación, la desestigmatización y el sen- tido común. Esta forma de beber debe consi- derarse como una transgresión dietética o un error en el modo de vida más bien que como una enfermedad o neurosis. El mejor uata- miento es la orientación y el apoyo de las es- trategias que el propio paciente pone en

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