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Nuevos horizontes en la lepra

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Academic year: 2017

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OFICINA SANITARIA PANAMERICANA

NUEVOS HORIZONTES EN LA LEPRA

Enfermedad que ha abatido al género humano desde hace decenas de siglos, la lepra existe en muchas tierras, aún fuera de la zona tórrida. En América apenas si algún país que otro ha podido evitar sus estragos.2 La dolencia ha sido temida desde los tiempos más remotos, por ser considerada, quizás sin razón a veces, como contagiosísima e incurable, y tomar además un aspecto asqueroso y repugnante.

La lepra comienza realmente como una dermatosis de aparición insidiosísima, teniendo un período de incubación por término medio de unos tres años. Como no se propaga rápidamente en sus víctimas, el leproso vive unos 14 ‘años desde que contrae la enfermedad, y si padece de la forma nerviosa, hasta 20 6 30 años o más, de modo que mueren muchas veces de otras causas. En la forma nerviosa, la lepra ataca y destruye los nervios, haciendo perder la sensación, de lo cual dimanan las llamadas placas anestésicas, tan frecuentes en esta enfermedad. En otra forma ataca la piel, sobre todo en el tipo nodular, y se presentan úlceras y llagas horripilantes, de modo que la cara a menudo aparece hinchada y reviste aspecto horrible, tomando la expresión llamada leonina. La tráquea es a veces invadida en la lepra avanzada, y las lesiones son comunes en la nariz y boca. La enfermedad no respeta a veces los ojos, y motiva en muchos casos ceguera total.

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Por fortuna, el mal no es muy contagioso, y la mayoría de los leprosos sólo lo contraen después de un contacto prolongado con otros leprosos. Como nos revela la historia de la medicina, los que tra- . bajan cerca de los lazarinos pocas veces contraen la enfermedad, si disfrutan de buena se.lud y se disinfectan cada vez que tocan o tientan a los atacados. De cuando en cuando aparece un caso de lepra en que no puede descubrirse la causa de la infección, pero esas observa- ciones pecan de raras, y casi siempre existen antecedentes de contacto con alguna víctimk, sin que nunca falte esa posibilidad.

La lepra no es hereditaria, como ya se sabe hoy dfa. Aunque ambos padres padezcan de la enfermedad en un perfodo avanzado, los hijos nacen sanos, es decir, sin esa infección, y si pueden separarse de los padres y ser trasladados a un ambiente salubre, crecerán tan sanos como el que más. Sin embargo, debe recordarse que, mientras mas pequeño, más susceptible es el niño al contagio, y que la mayoría de los leprosos contraen la enfermedad antes de cumplir 20 años.

Hasta hace comparativamente poco tiempo el aforismo “Leproso una vez, leproso para siempre,” bastaba para consternar a enfermo, familia y conciudadanos. En la Edad Media, el lazarino veíase hostigado como si fuera una bestia salvaje, y aun en fecha reciente, el mero grito de “leproso ” bastaba para acallar los impulsos humani- tarios en el corazón de la gente, que sólo recordaba los horripilantes

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EDITORIALES

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estragos de la enfermedad. Sin embargo, no hace mucho tiempo, un leproso liberado de la famosa institución de Carville, era recibido en su pueblo natal con lágrimas de regocijo y vítores entusiastas. Ese dato demuestra cuánto ha avanzado la opinión pública en los últimos años.

La perseverante labor de los sabios ha demostrado: primero, la poca contagiosidad del mal de San Lazaro, y segundo, su curabilidad. Desde que se introdujeron hacia ílnes de la segunda década de este siglo, los aceites chalmúgricos en el tratamiento, cada año más enfermos son dados de alta como “curados” o “no peligrosos,” de los leprosarios a que antiguamente se les condenaba para toda la vida, y donde ahora son tratados no sólo con drogas, sino también con un régimen dietético e higiénico.

La nueva éra de la lepra comenzó realmente en 1874, al descubrir Hansen el bacilo causante, el Mycobacterizcm leprae, pues eso permitió diferenciar la enfermedad de otras semejantes, pero en el fondo dis- tintas, y acabar así con muchas supersticiones e ideas falsas. Mejor conocida y deslindada, la lepra poco a poco va siendo menos temida, lo cual no deja de encerrar su peligro.

WalkerJ3 de la Fundación George Williams Hooper de Investigación Médica de la Universidad de California, ha publicado últimamente algunos datos muy interesantes pero aun no confirmados, con respecto a la etiología y epidemiología de la lepra. Por ejemplo, según él, el bacilo es pleomorfo así como ácidorresistente, y dicho autor arguye que de los casos de lepra pueden cultivarse bacterias cocoideas, difteroideas y actinomicoideas que representan diferentes etapas del microbio. Walker3 va más allá y sostiene que el actinomiceto de la lepra es un microorganismo del terreno, lo cual convertiría la lepra en una enfermedad también del terreno. Al llegar aquí conviene recordar que un autor brasileño, el Dr. Ben-Athar, alegó algo seme- jante y hasta trató de encontrar cierta relación con las uncinarias. Para Walker, muchos de los métodos actuales de control pecan de inútiles.

Sin embargo, no se deduzca de nada de lo dicho, que debe despre- ciarse a la dolencia, pues si algo hay bien probado es que, de la lepra sale más lepra, de prestarse el terreno. Desconocida en América antes de Colón, del foco de Cartagena, se propagó la infección por toda la antigua Nueva Granada, y nada menos que el fundador de Bogotá fué una de sus primeras víctimas. En Nueva Orleáns los esclavos crearon en el siglo

XVIII

un foco todavía no bien extinto, y a otras partes de Norte América focos semejantes, pero menos importantes, fueron llevados por inmigrantes franceses, escandinavos y orientales. Los fenicios plantaron en Marsella la semilla que aún

3 Walker E. L.: Jour. Prev. Med. 3: 167 (mayo) 1929.

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‘. retoña. Los desertores de un velero noruego dejaron hace 50 ó 60 años focos todavía vivos en el interior de la Argentina, y del Brasil, donde la introdujeron los esclavos en el siglo XVII, la enfermedad se ha abierto camino a las Repúblicas del Plata y el Plata, creando allí nuevos problemas.

No debe, pues, cejarse en la campaña profiláctica contra el mal, sino por el contrario, redoblar los esfuerzos a fin de acabar con él. Las colonias o leprosarios son las armas de primera línea, como el dispensario y el sanatorio en la campaña antituberculosa, pues aportan los dos elementos principales: aislamiento seguro y trats- miento científico, incluso una dieta nutritiva, protegiendo así, por un lado, a los sanos, y ofreciendo, por otro, al doliente las mayores esperanzas de curación.

LAS ENFERMEDADES DEL CORAZÓN

Uno de los hechos que más interés ha suscitado entre los higie- nistas en los últimos años ha sido el aumento, no sólo en la morbidad, sino también en 1% mortalidad, correspondiente a las cardiopatfas. Resalta aun más el fenómeno en los países donde han estudiado mejor el asunto, hasta cierto punto nuevo, corno en Inglaterra y los Estados Unidos. Por ejemplo, en esta República, en el año 1928, 228 de cada

100,000 personas del área de registro murieron del corazón, o sea más de 225,000 personas al año, casi el doble que en 1917, en tanto que la población sólo aumentó en 33 por ciento y la mortalidad total menos de 15 por ciento, y en la Gran Bretaña el cardiólogo Goodall calcula que la mortalidad ha ascendido 400 por ciento, mientras que la del cáncer sólo ha aumentado en 25 por ciento.

Un punto, algo alarmante de esa situación, dimana de que la edad a que tiene lugar gran parte de ess mortalidad va en descenso, es decir, que el corazón se desgasta al parecer antes que anteriormente, pues no hace tantos años que las muertes repentinas solían sobrevenir entre los 50 y los 60 años, mientras que ahora ocurren a una edad más temprana.

Referências

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