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La investigacion operacional en la educacion sanitaria

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LA INVESTIGACIOK OPERACIOKAL EN LA EDUCACION SANITARIA* KENNETH D. BENNE

Profesor de la Cdtedra Berenson de Relaciones Humanas, Centro de Relaciones Humanas, Universidad de Boston, Boston, Massachusetts, Estados Unidos

Permftanme que comience citando algu- nas de las posibles maneras de enfocar la “investigación operacional”, de las que no trataré en esta exposición. 1) No trato de recomendar la “investigación operacional” como una solución para: a) elevar la cate- goría de la profesión de educadores de salud pública; b) llenar las lagunas que existen en los conocimientos profesionales que precisan los educadores de salud pública contemporáneos; 0, c) como instrumento principal para lograr mayor efectividad y eficiencia en los programas de educación sanitaria. Aunque creo sinceramente que la “investigación operacional” puede contribuir a todos esos resultados deseables, considero también que la evaluación crítica-hecha por líderes profesionales-de lo que se de- nomina indistintamente investigación “de acción”, “operacional” y “aplicada”, puede contribuir mejor, en la actualidad, a alcan- zar dichos resultados que tratar de imponerla a dichos líderes. 2) No trato tampoco de demostrar verbalmente que es posible la “investigación operacional” estimulada, diri- gida y realizada por trabajadores sociales para establecer una política y unos pro- gramas profesionales más adecuados. Esto tal vez hubiera sido de utilidad cuando John Collier y otros precursores comenzaron a encarecer la utilidad y conveniencia de la “investigación operacional”, hace un cuarto de siglo, pero ahora disponemos de numero- sos ejemplos de investigaciones operacio- nales en muchas profesiones. Su posibilidad ha quedado ya demostrada. Lo que ahora se necesita es una evaluación crítica. 3) Tam-

* Discurso de apertura de la Conferencia Anual de la Sociedad de Educadores de Salud Pública, St. Louis, Missouri, E. U. A., 25 de octubre de 1958. Traducido de Health Education Mono- graphs, 5, 1958, Oakland, California, Estados Unidos.

poco trato de explicar los numerosos pro- blemas técnicos que implica la selección y delimitación de problemas, el diseño ex- perimental, la elaboración y adaptación de métodos para la recopilación de datos, mues- treo, etc., que agobian a los especialistas en investigaciones operacionales, así como también a los de investigaciones básicas, aunque con más complicaciones para los primeros. Tratar sobre tales problemas técnicos es importante, pero resulta más apropiado hacerlo en un amplio seminario que en wla breve conferencia profesional.

EL MARCO ADECUADO PARA L.4

EVALUACION CRITICA

Lo que, por lo tanto, propongo hacer es adoptar la posición del evaluador com- prensivo, pero crítico, de la “investigación operacional” en las actividades profesionales del educador de salud pública. El critico necesita situar lo que está evaluando dentro de un marco que le permita relacionarlo con otras alternativas y evaluarlo en cuanto a sus consecuencias más amplias, su viabilidad y su conveniencia.

2En qué marco debemos colocar la “in- vestigación operacional”, para evaluarla, particularmente, desde el punto de vista de los educadores de salud pública pro- fesionales?

En la actualidad, vivimos en medio de un vacio peligroso y cada vez mayor entre el “sentido común” y “la ciencia” como árbitros que seleccionan y deciden en los asuntos humanos. (Prefiero esta polaridad a la dicotomía tan conocida de la “teoría” y la “práctica”. Porque “el sentido común” tiene sus aspectos teóricos, con frecuencia vastos, aunque a menudo no se identifican ni están sistematizados, lo mismo que sus prácticas y técnicas. Y la “ciencia” tiene sus

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prácticas y técnicas explícitas e implícitas, lo mismo que sus “teorías”). Los educadores de salud pública, en colaboración con juntas, consejos y comités no profesionales, ideciden de acuerdo con el “sentido común” o con la ‘<ciencia” los programas que se han de em- prender, los objetivos que conviene o no subrayar, y los métodos y la organización que han de emplearse? ~ES el “sentido común” (amalgama de tradiciones, ciencia popular, sabiduría, principios derivados de la experiencia práctica, consejos y preferen- cias de las élites gobernantes) más seguro, más fidedigno y válido, como base para la elaboración y reestructuración de la política y el programa, que los conocimientos de- rivados de la investigación básica en el campo de las ciencias de la conducta o de la aplicación de metodologías científicas para el estudio de los problemas de política en la realización práctica?

El vacío entre los dos métodos es cada vez mayor, a medida que se intensifican las in- vestigaciones científicas en física, química y biología, y que las disciplinas afines de in- geniería o ciencias aplicadas utilizan métodos cientficos para traducir los hallazgos de esas investigaciones en tecnologías aplicables a las prácticas en materia de salud, pro- ducción industrial, guerra y defensa. En los asuntos humanos, un sector activo e influ- yente de nuestra cultura preconiza la de- pendencia del sentido común y sus racionali- zaciones en humanidades y religiones tradicionales, y es opuesto a que se aplique la ciencia a la solución de los problemas humanos. Otros sectores de nuestra cultura fomentan la extensión de la ciencia, tanto básica como aplicada, a la dirección de los asuntos humanos. Por consiguiente, la dicotomía es tanto social y cultural como intelectual.

lT la dicotomía se extiende también a las personas que han de basar su vida y su trabajo en esta cultura dividida. Los efectos de esta división nunca son tan agudos como entre los profesionales de las ciencias sociales aplicadas. A los educadores de salud pdblica

se les enseñan enfoques científicos sobre la salud y la enfermedad, el diagnóstico, el tratamiento y la prevención. Su tarea con- siste en transmitir esos conocimientos a la población en una forma que influya en su conducta respecto a la conservación y restau- ración de la salud, y a la prevención de las enfermedades. Pero icómo se determinan sus normas y sus programas para transmitir esos conocimientos a la población, influir en la educación y conducta de ésta y organi- zarla tanto para que aprenda como para que actúe en materia de salud? En parte, sin duda alguna, están orientadas de acuerdo con las investigaciones científicas sobre la conducta de la población como personas, grupos y comunidades o sobre los procesos relativos a su educación, comunicación y motivación. Pero en grado mucho mayor, me atrevo a decir, están de acuerdo con las nociones de “sentido común” sobre la con- ducta humana, el saber humano, la distribu- ción del poder y prestigio en distintas situa- ciones, las presunciones convencionales respecto a lo que puede hacerse o no puede hacerse en un grupo, organización o comuni- dad. Y 10s consejos desde estos dos puntos de vista no siempre concuerdan. La conse- cuencia es el desarro de un conflicto in- terno en el profesional.

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tes de “sentido común”, tanto en él mismo como en sus colaboradores.

CRITICAS DE LA “INVESTIGACION

OPERACIONAL”

No es nada sorprendente que los esfuerzos realizados en materia de “investigación operacional” hayan sido objeto de críticas procedentes tanto del lado “anticientífico” como del “científico” de la actual división. Un caso extremo del primero es Whittaker Chambers, quien en su obra Witness equi- para el método científico en los asuntos humanos, con el comunismo, que constituye su palabra diabólica. Estima que al decidir sobre 10 que ha de hacerse, debemos confiar en nuestras tradiciones, en Dios, no en Ia inteligencia humana o en la experimentación. Otros “anticientíficos” insisten, con mayor moderación, en que los valores humanos se pierden en cualquier enfoque científico o mecánico para la solucibn de los problemas humanos, que la ciencia es amoral, si no inmoral, que la sabiduría proviene de fuentes distintas del estudio científico, es decir, en mi concepto, del “sentido común”.

El psicólogo Raymond Cattelll, expresa la opinión de muchos que militan en el lado

“científico”, al señalar lo siguiente:

“Debo . . . mencionar una filosofía bas- tarda, muy en boga en algunas ciencias sociales, denominada ‘investigación de acci6n’, que mezcla la ética religiosa ‘reve- lada’-es decir, ética no científica, ‘prefa- bricada’-con 10s principios experimentales de las ciencias sociales y trata de llamar al resultado ‘científico’, atribuyéndole el prestigio y el carácter de ciencia.

“En la ‘investigación de acción’ cada reco- mendación parte primero de una cadena de mecanismos auténticamente científicos-si se hace A, entonces ocurrirá B, y finalmente Z-y, en segundo lugar, de un sistema de valores: porque Z es bueno, A también es 1 Cattell, Raymond B.: “The Ethics of Be- yond”, contribution to Symposium on “Values and the Social Scientist”, Benne, K. D. & Swan- Ben, G. E. (ed.) Jorcrnal of Xocial Issues, Vol. VI, No. 4, 1950.

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bueno. Estoy convencido de que si permiti- mos que esos entusiastas inexpertos apliquen denominaciones tales como ‘investigación’ y ‘ciencia’ a sus recomendaciones, se pro- ducirá una confusión de ideas y perjudicará al prestigio cientSc0, a menos que primero demuestren que su afirmación de que ‘Z es bueno’ puede formularse también sohre una base científica. Esto no se ha hecho. Es más, se han combinado los ingenuos valores morales de la escuela secundaria con la ‘ciencia’ de la educación superior, sin tener en cuenta que existe esta grande y nueva posibilidad de una ética totalmente científica o de que la ‘investigación de acción’ no es cientffica en un 50 70.”

ZQué podemos aprender de esas críticas de Ia “investigación operacional”, procedentes de uno y otro lado, que sea pertinente a nuestro actual propósito de evaluación? Dejando a un lado la retórica, las consignas, las posiciones adoptadas y las polémicas que caracterizan el lenguaje de los partidistas en cualquier divisi6n apasionada dentro de una sociedad o cultura, surge al parecer una con- secuencia evidente. Es Ia confrontación ine- vitable con criterios de valoración, de lo que debe o no debe ser, las decisiones sohre el programa y la política que los educadores de salud pública han de adoptar en un sent’ido u otro. I,a determinación de los objetivos de un programa, la asignación de prioridades entre los objetivos específicos, exigen que se apli- quen criterios de valoración y, en nuestras comunidades divididas, esto supone inevi- tablemente tener que adoptar una decisicin respecto a cuestiones de valores y conflictos de valores.

2Hasta qué punto son eficaces los métodos científicos para adoptar esas decisiones? CHasta qué punto pueden los métodos de investigación resolver problemas que impli- can decisiones sobre cuestiones de valores?

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científicos inherentes al “sentido común” en la situación de que se trate? Si unos y otros chocan, zcuáles deben ceder? Hay que tener en cuenta todas estas cuestiones al emprender una evaluación crítica, sopesar las virtudes y limitaciones de la “investiga- ción operacional” en los procesos de la actua- ción y desarrollo profesional.

EL CAMPO DE COINCIDENCIA DEL “SENTIDO

COMUN” Y LA “CIENCIA”

La coincidencia del “sentido común” y la “ciencia” radica en los procesos de solución de problemas. La mayoría de los teóricos, recurren a procedimientos similares de solu- ción de problemas en situaciones que exigen criterio práctico e investigación básica, al encarecer que la investigación operacional se extienda a los asuntos profesionales y prácti- cos.

Stephen M. Corey2, por ejemplo, identifica cinco fases comunes tanto a los procesos como a la solución de problemas: definición

2 Corey, Stephen NI.: Action Research to Improue School Practices, N. Y.: Teachers College, Colum- bia University, Bureau of Publications, 1953.

del problema; formulación de hipótesis sobre las acciones y predicción de los efectos; ela- boración de un método para verificar las hipótesis; recopilación de pruebas, y genera- lización de los resultados. Creo que estamos de acuerdo en que los procesos que exigen criterio práctico e investigación científica comprenden esos subprocesos. Y, en un sentido fundamental, el objetivo de la in- vestigación operacional es aplicar los métodos y disciplinas del científico para precisar y dar mayor validez a los procesos que determinan las decisiones basadas en el “sentido común” en una o en todas sus fases.

Pero, len qué aspectos influyen diferente- mente los valores del especialista en in- vestigaciones básicas y del educador de salud pública en sus respectivos procesos de solu- ción de los problemas? La respuesta a esta preglmta nos puede dar una visión más clara de las dificultades de extender la investiga- ción operacional a la vida y la labor de los trabajadores sociales. El siguiente análisis indica tanto Ias semejanzas como las dife- rencias de la orientación de los valores en las dos roles sociales.

Los roles del cienkí$co social y del trabajadol* social (Educador de salud pública)

Cient+o social

1. Adopta decisiones en su trabajo, y, en con- secuencia, ha de guiarse por algún sistema de valores y por su capacidad y conocimientos profesionales.

2. En el lugar más alto de su escala de valores figura la acumulación de conocimientos válidos sobre la conducta de la gente; la importancia de mejorar las normas de vida y la información de la población que estudia tiene un valor secundario.

3. Las personas con las que trabaja le son de utilidad para sus fines de ampliar los cono- cimientos vAlidos y susceptibles de generaliza- ción; no está interesado en casos particulares, salvo como ejemplos para confirmar 0 in- validar las generalizaciones.

4. En sus decisiones y en su labor itiuyen personas y asociaciones que son importantes para él, en cuanto respecta a evaluar, elogiar y censurar sus esfuerzos y contribuciones.

Educador de salud pública 1. Lo mismo que para el cientí6co social.

2. En el lugar más alto de su escala de valores figura el de mejorar las normas de vida y la información de la población con que trabaja; la ampliación de los conocimientos b&sicos sobre su conducta contribuye a la consecución de dicho objetivo.

3. Las personas con las que trabaja profesional- mente son clientes; está interesado funda- mentalmente en casos y situaciones particu- lares a fin de aplicar sus conocimientos para el mejoramiento de unos y otras.

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604 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICANA 5. El científico está principalmente influido por

personas y asociaciones pertenecientes a su campo de especialización científica; está protegido de la influencia directa de los hombres de acción y de los que detentan el poder social, como factores determinantes de sus decisiones.

6. El tiempo, como factor apremiante, no influye en su criterio y decisiones tan directamente como en el caso de los educadores de salud pública; puede dejar pendiente su decisión hasta que se acumulen pruebas; en relación con el tiempo tiene una perspectiva más amplia, acerca de lo que debe hacerse de inmediato o más tarde.

PROBLEMAS FUNDAMENTALES QUE PLANTEA

LA EXTENSION DE LA INVESTIGACION

OPERACIONAL A LAS ACTIVIDADES

DE EDUCACION SANITARIA

1) Para que la investigación operacional resulte ejectiva será preciso integrar, en cierto modo, de preferencia consciente y de modo deliberado, la función del cient@co social con la del trabajador social, personijkado en el educador de salud pública y en aquellos con quienes éste trabaja. Esto es verdad también en cierto sentido, para el científico social que coopera y asesora en tales investigaciones. Supone, no ~610 una integración de aptitudes y técnicas, sino también de valores y de asignación de funciones. En estos procesos de integración habrá sin duda transac- ciones y estados de tensión, que deben aceptarse sin remordimiento y sin tratar de ignorarlos. Los problemas resultantes que se decida estudiar y los esquemas de investigaciones que se lleven a cabo no corresponderán a diseños de investigación básica, ni a patrones de “sentido común”, a menos que el educador de salud pública trate de renunciar a su rol de trabajador

social, actúe como un experto en investiga- ciones básicas y trate de introducir subrepti- ciamente diseños de esas investigaciones básicas en su trabajo, que son desconocidos para sus colaboradores no profesionales. Desde el punto de vista ético, esto no es

5. Las asociaciones profesionales constituyen un grupo de referencia para el educador de salud pública; pero tanto él como la profesión, por la naturaleza de su labor, estan influidos más directamente por las necesidades sociales, por los hombres de acción, e individuos y grupos en posiciones de poder social, que orientan sus decisiones.

6. El tiempo apremia al educador de salud pública para que decida y actúe, pues las decisiones no pueden demorarse- y tiene que resolver a fin de cumplir los plazos; estén o no “completas” las pruebas en que haya de

basar su decisión.

prudente ni tampoco, a la larga, resulta prudente.

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casos concretos que en el aislamiento de diferentes variables para su estudio en una amplia variedad de situaciones. Se estu- diarán los valores y objetivos conjunta- mente con hechos y factores no normativos. Sin embargo, habrá que distinguir entre unos y otros: el investigador “operacional” de- berá convertirse, en cierto modo, en filósofo así como en trabajador de campo.

Y es así como debe ser. La investigación operacional no es mejor ni peor que la in- vestigación básica; es diferente, porque persigue finalidades en cierto modo distintas. Sin embargo, ambas pueden ser “científicas”.

2) Indagación mck bien que justi$cación. Pero los resultados de la investigación operacional no serán científicos a menos que se incluyan en la integración el sistema de valores del científico así como sus métodos

y técnicas, toda vez que la ciencia tiene va- lores inherentes, y una ética también in- herente, por mucho que lo nieguen aIgunos científicos y ~Lanticientífi~os”. En resumen, puede denominarse espiritu inquisitivo. Esto choca con el espíritu de justificación que informa en gran medida la evaluación y el diagnóstico basados en el “sentido común”. 2Cómo puede el espíritu de justi- ficación ser válidamente reemplazado o muy matizado por el espíritu inquisitivo? Mu- chos educadores de salud pública trabajan al servicio de organizaciones y organismos públicos y privados, que han de justificar su existencia, su forma de trabajo, ante las personas que les proporcionan fondos y apoyo moral, y que aplican criterios sim- plistas en exceso y apasionados para de- terminar su éxito o fracaso. 2Qué pasa si la investigación evaluativa aplicada a nuestro programa revela que no hacemos lo que proclamamos en nuestras relaciones públicas y en las campañas para la obtención de fondos? <Qué ocurre si el reconocimiento de la necesidad de investigar lo que estamos haciendo se considera como prueba de que nuestro organismo no sabe aún lo que está haciendo? Es probable que los estudios emprendidos en este clima sean desvirtuados

por el afán de justificación y que el espíritu inquisitivo sea una víctima en ese proceso. Es mejor no proceder a la indagación si no existen, en cierta medida, las condiciones necesarias para que resulte válida.

Este no es problema sencillo. La solución parece que radica en dos factores. En primer lugar, elegir problemas sobre los que ya exista cierta predisposición a indagar y a aceptar los resultados del estudio. Esto supone abordar primero los problemas menos decisivos. En segundo lugar, dar participación a elementos clave en la indagación a fin de ampliar su alcance, extenderla a esferas que aquéllos estén dispuestos a estudiar más bien que a justificar y reforzar lo que ya

“saben” basados en el “sentido común”. 3) Esto último indica lo que ya se ha reconocido desde hace mucho tiempo: que la investigación operacional es una metodologia para el adiestramiento y para producir cambios, así como para adquirir nuevos conocimientos. No hay que perder de vista este último objetivo, a hn de evitar que desaparezca el espiritu inquisitivo y sea reemplazado por la interpretación “cientí- fica” de actitudes y valores. Pero también hay que tener en cuenta el primer objetivo antes mencionado en la selección de pro- blemas y preparación de estudios. La partici- pación en determinadas investigaciones operacionales proporcionará conocimientos específicos sobre las comunidades, pro- gramación, prevención, epidemiología, etc. Estos conocimientos son importantes, pero no son los factores básicos. Estos últimos ya se han indicado y consisten en aptitudes, confianza, comprometerse a aplicar los valores, métodos y recursos de las ciencias de la conducta, junto con los del “sentido común”, al analizar y resolver los problemas prácticos que afrontamos hoy y afrontaremos en el futuro. Esto supone contribuir a reconciliar la división existente, en el orden cultural y personal, entre la “ciencia” y el “sentido común” en los asuntos humanos.

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publica necesitarán con frecuencia la ayuda de los expertos en ciencias de la conducta o cientificas sociales para hacer frente a los próblemas técnicos que plantea la investi- gación operacional. El objetivo principal consiste en establecer una relación de co- operación, no defensiva, entre el experto y el trabajador social. Los educadores de salud pública deben tratar de superar cual- quier sentimento de inferioridad que tengan como simples trabajadores sociales frente al ‘(científico”. Han de aceptar y dar por descontadas las vacilaciones de muchos científicos sociales que, naturalmente, temen perder prestigio ante sus colegas dedicados a la investigación pura al arriesgarse a perder la imparcialidad que acarrea el contacto con la aplicación práctica y la acción. La apre- ciación de las diferencias de los respectivos roles, el respeto mutuo por los diferentes valores y escalas de valoración que entrañan esos roles, el acuerdo sobre planes que no invaliden ninguna de las escalas de valora- ciones, constituyen, en suma, los objetivos fundamentales de la relación entre el experto en investigaciones sociales puras y el edu- cador de salud pública que hay que tratar de establecer e intensificar.

5) Estrategia para el desarrollo de las investigaciones operationales. En los párrafos precedentes se han indicado algunos aspectos generales de estrategia, que pueden re- sumirse en la forma siguiente:

a) Los educadores de salud pública son, ante todo, trabajadores sociales. Si han de dedicarse de lleno a la “investigación operacional”, deben reconocer las diferencias de orientación e im- portancia de los valores en los roles del “trabaja- dor social” y el “investigador científico puro”, y han de tratar de integrar ambos roles sin menos- cabo de ninguno de ellos. La cordura en la in- vestigación operacional efectiva, como en otras actividades, comienza por uno mismo.

b) Las personas acostumbradas a actuar como clientes ante los educadores de salud pú- blica, deberán actuar como sujetos de estudio en las investigaciones operacionales, facilitando datos y permitiendo que su conducta sea anali- zada e interpretada. Ha de haber suficiente coope-

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ración por parte de los clientes al decidir si ha de emprenderse una investigación sobre un problema de política y al determinar qué pro- blema ha de estudiarse, a fin de tener la seguridad de que est’án dispuestos a ser sujetos, así como clientes, y a aceptar las molestias y tribulaciones de la primera condición. Esto supone que los que antes han sido clientes, deben comprender y aceptar las diferencias entre los roles y relaciones de los clientes y los sujetos y aceptar este último papel, a fin de lograr, con el tiempo, que mejoren el programa y la polftica. En este sentido la reeducación debe ser, en cierto modo, previa al desarrollo de un proyecto de investigación opera- cional, y es indudable que habrá de continuar después de ésta si los resultados del estudio se toman seriamente en cuenta en las subsiguientes decisiones sobre la política y el programa.

c) Los problemas iniciales han de ser selec- cionados de manera que se ajusten a los criterios tanto de importancia práctica como de posibili- dades que ofrecen para la investigación. Esto significa que un problema inicial debe ser de tal naturaleza que todos los interesados, incluyendo las personas y grupos influyentes relacionados con el programa, puedan enfocarlo con un espíritu de indagación, dispuestos a cambiar ideas y prácticas si el estudio indica la necesidad de proceder a esos cambios, más bien que con un espíritu de justificación, en virtud del cual se seleccionan, tergiversan o rechazan los resultados a fin de mantener y justificar ideas y prácticas arraigadas.

d) Los educadores de salud pública necesi- taran con frecuencia la ayuda del experto en investigaciones puras para resolver los problemas técnicos que indudablemente han de plantearse en el desarrollo de aquellas. Para que esa labor de consult,a y colaboración resulte satisfactoria es preciso que se establezcan relaciones de cooperación mutua en pie de igualdad. Esto pone una vez más de relieve lo seííalado en el punto 1 precedente, lo cual atañe, no sólo a los educadores de salud pública, sino también a los cientificos sociales, aunque en sentido inverso.

OPORTUI-iIDADER ESPECIALES QUE OFRECE

LA Ii’XESTIGACION OPERACIONAL A LOS

EDUCADORES DE SALGD PUBLICA

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salud pública-y que en la actual cultura nor- teamericana está menos expuesto a contro- versia que los del bienestar social, política económica, relaciones internacionales, etc. Es cierto que la política en materia de salud pasa a veces por las mismas vicisitudes, como indi- can las controversias sobre la medicina socia- lizada, la fluoruración, etc. Pero hay un valor básico, común a todo el público norteameri- cano, que constituye la preocupación prin- cipal de su profesión. Esta es una posición fuerte en los esfuerzos encaminados a llenar el vacío que existe entre la “ciencia” y el ‘kentido común” como factores determi- nantes de la política y del programa públicos. 2) La profesión de la educación sanitaria está probablemente menos enraizada en sus propias tradiciones, basadas en el “sentido común”, que cualquier otra pro- fesión del campo de la salud. Por con- siguiente, es probable que esté más libre que las demás para adaptar sus tradiciones a las nuevas teorías de las ciencias de la conducta.

3) Está orientada a la “educación” y, por lo tanto, la investigación operacional exige, en su desarrollo, un enfoque edu- cativo, del mismo modo que sus procesos son, en realidad, de naturaleza educativa para los que participan en ella, si se lleva a cabo en forma adecuada.

4) Su relativa falta de prestigio entre las otras profesiones del campo de la salud puede constituir tanto un inconveniente como una ventaja para conseguir que se emprenda una labor positiva. Pero, a la larga, tal vez resulte de mayor valor, si la falta de prestigio de la profesión no crea en los que la ejercen una sensación injustificada de inferioridad, toda vez que los cambios de las prácticas de profesiones menos presti- giosas son a veces menos azarosos y, por tanto, no están tan sujetos a la resistencia irracional de otras profesiones cooperadoras, como cuando se trata de colaboradores de mayor prestigio.

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