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Por qué necesitamos un modelo laboral saludable, sostenible y democrático?

ejemplo, una opción es que, a partir de cierto tamaño, las empresas deban regirse por un consejo directivo formado por un grupo elegido por los accionistas y por otro grupo elegido por los/as trabajadores/as, donde cada persona tiene un voto.

¿Por qué es relevante el debate sobre la democracia económica?

Actualmente, nos hallamos en una “crisis de civilización” con cambios sistémicos de gran magnitud y cada vez más rápidos a nivel social (geopolíticos, económicos y culturales) y, especialmente, a nivel laboral y ecológico, que son esenciales para el funcionamiento actual de la economía. El sistema, para generar riqueza, necesita expoliar tanto la naturaleza como los cuerpos humanos. En su dinámica de expropiación y competición, las condiciones laborales se degradan a la par que los ecosistemas se devastan, dando lugar de forma simultánea a una crisis ecológica y a la precarización laboral actual.

¿Por qué necesitamos un modelo laboral saludable, sostenible y

democrático?

El vínculo entre el crecimiento económico, la creación de empleo y el impacto ecológico es tan fuerte que, a menos que se produzcan cambios socioeconómicos muy profundos y rápidos, la inevitable reducción de energía y materiales disponibles producirá una contracción económica que conllevará una notable destrucción de empleo. Las economías de los países ricos son las principales responsables de la crisis ecológica, ya que su uso de energía y recursos es

extremadamente alto, a pesar de no conseguir satisfacer adecuadamente las necesidades humanas de sus poblaciones. Además, el crecimiento del norte global depende

estructuralmente de una gran apropiación neta de los recursos del sur global. La

profundidad de la crisis ecológica y climática actual, agravada por las decenas de guerras existentes, hace inviable mantener el modo de producir y de consumir de la humanidad opulenta que forman los países ricos y las clases sociales privilegiadas, en lo que se ha

denominado “modos de vida imperiales”. Estos crean desigualdades locales producidas por la crisis climática y las olas de calor, las llamadas “Zonas de Sacrificio Verde”, es decir, unas áreas que verían “sacrificar” su medio natural y sus poblaciones en beneficio del norte global como respuesta a la crisis climática y ecológica global.

La crisis ecológica no solo pone en cuestión las bases de la economía mundial y nos sitúa en la trayectoria de un colapso civilizatorio de dramáticas consecuencias, sino que también ofrece la posibilidad de replantear la actividad laboral en términos más igualitarios,

cooperativos y menos precarizados. Para lograr la eliminación de la precarización laboral y, simultáneamente, la supervivencia de las especies, necesitamos realizar cambios estructurales muy profundos en la organización económica, la regulación del trabajo, las políticas

migratorias y las políticas de protección social. Esta reformulación habrá de basarse en un modelo de organización económica y social muy diferente, con una deseable e inevitable reducción del consumo de energía y materiales, una distribución justa de esos recursos y una gran expansión laboral en ámbitos como la producción de alimentos, la protección social, la salud pública, los cuidados y la educación. En conjunto, a estas medidas se las conoce como decrecimiento. Por tanto, la crisis sistémica abre un proceso de cuestionamiento de la economía capitalista, del neoliberalismo y de los modelos actuales de gestión y de

negocio, así como la investigación y el debate sobre qué enfoques alternativos basados en la idea de una sostenibilidad real deben aplicarse en lugares tan dispares como las finanzas, la gestión empresarial o el medio laboral.

Para hacer frente al mismo tiempo a la precariedad laboral y a la crisis ecosocial se requiere implementar políticas laborales justas y ecológicamente sostenibles, con una mirada feminista del trabajo que proponga la integración de la producción y la reproducción en una unidad económica, y una mirada comunalista que ponga en cuestión las bases centrales del actual sistema económico.

El abandono de la dependencia de los combustibles fósiles y la generación de un mayor uso de formas de energía verdaderamente renovable, eficientes y gestionadas de forma democrática, tiene el potencial de crear un gran número de puestos de trabajo tanto en el ámbito de la investigación como en el de la instalación de fábricas y equipamientos. La seguridad

las políticas de dependencia, así como llevar a cabo una sustancial mejora de la sanidad, la salud pública y la educación. Se hace imprescindible la ampliación y mejora del transporte de mercancías y el transporte de pasajeros, la reducción drástica de la aviación, el incremento en el uso de trenes eléctricos y la creación de centros plurimodales para conectar con el

transporte por carretera de corto recorrido. Se habría de realizar una inversión masiva para rehabilitar el parque inmobiliario y diversas infraestructuras económicas y sociales. Sería importante avanzar masivamente hacia una economía circular. Además, se deben realizar inversiones masivas para aumentar la resiliencia climática, la reforestación y la restauración ecológica. Es también necesaria la transformación integral del sector turístico, que debe eliminar la precariedad laboral y adaptarse a un mundo donde ya no será posible un turismo de masas basado en una energía barata y abundante; así como las inversiones en todos estos campos tienen el potencial de crear simultáneamente trabajo de más calidad, mejorar la salud humana y relacionarse de manera más sostenible con la biosfera. Aunque esta lista no es exhaustiva, sirve para ilustrar que es posible lograr reducciones significativas en el consumo material, a la par que se aumenta globalmente el bienestar humano, garantizando que todas las personas tengan acceso a los recursos y medios de vida necesarios para vivir dignamente, y que buena parte de pequeñas empresas e industrias no se vean desplazadas por las grandes corporaciones, en las que debe incrementarse sustancialmente el control público y democrático.

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