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Diversidad Cultural Y Mundializacion

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Armand Mattelart

Diversidad cultural

y mundialización

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Publicado en francés, en 2005, por Editions La Découverte, París Traducción de Gilíes Multigner

Cubierta de Mario Eskenazi

Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura.

Esta obra se benefició del P.A.P. GARCÍA LORCA, Programa de Publicación del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia en España y del Ministerio francés de Asuntos Exteriores

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

© 2005 Editions La Découverte © 2006 de la traducción, Gilíes Multigner © 2006 de todas las ediciones en castellano,

Ediciones Paidós Ibérica, S. A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona http://www.paidos.com

ISBN: 84-493-1835-1 Depósito legal: B-48.566/20O5 Impreso en Hurope, S.L., Lima, 3 - 08030 Barcelona

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Sumario

Introducción 11

1. La domesticación de lo diverso 15 La sociedad y la comunidad 16

¿Una o unas civilizaciones? 16 La literatura, entre lo nacional y lo universal. . . 18

[Utopías: la parábola del g a s t r ó s o f o ] . . . 19 [Una estrategia voluntarista de unificación

lin-güística: el antecedente de la Revolución

fran-cesa] 21 [El choque con la cultura del espectáculo] . . . . 23

¿Qué nivelación? 23 La invención del «mundialismo» 26

El estrechamiento del mundo 26 [Entre mundialismo e internacionalización] . . . 27

La Sociedad de Naciones: el aplazamiento del

sueño de la unidad en lo diverso. 29

(5)

2. Geopolítica de las relaciones culturales 37 El final de la cultura «santuarizada» 38

La crisis del espíritu 38 Cultura o información, tensión entre dos

tempo-ralidades 39 [Relaciones de fuerza] 40

Fabricar el asentimiento 42 El esbozo de una política cinematográfica 43

Fijación de cupo a las películas extranjeras . . . 43 [¿Quién es el más apto para defender la identidad

nacional? ¿El Estado o el mercado?] 44 [La Motion Picture Association of America

(MPAA)] 47 Ambivalencias del discurso nacional 48

[En Estados Unidos, los independientes también

son el blanco de Hollywood] 51 3. La institucionalización de la cultura 55

La fundación de la UNESCO 55 Un reconocimiento difícil 55 [La Internacional Situacionista contra la

burocra-tización de la cultura] 57 Cultura de masas/cultura popular: la

controver-sia conceptual 59 La excepción antes de la excepción 60

Movilización general contra un acuerdo leonino. 60

[El concepto de industria cultural] 61 [Un contexto favorable a la crítica del American

way oflife] 63

Una «política superior de la distracción humana» 66 [Coca-Cola, Hollywood, un mismo combate] . . 67

[La crisis de las majors] 69

El papel de la Motion Picture Export Association

of America (MPEAA) 70 4. La «revelación» del intercambio desigual . . . . 75

(6)

9

La deshistorización 76 [La doctrina de la contrainsurgencia: los

estrate-gas descubren, durante algún tiempo, la

diver-sidad] 78 La violencia simbólica 79

[Para un tercer cine] 82 ¿Qué orden poscolonial de la comunicación? . . . . 84

Crisis de la ideología del desarrollo y

rehabilita-ción de las culturas 84 Industrias culturales: la desestabilización del

sec-tor público 86 [Industrias culturales: cultura + economía].... 87

[El Manifiesto diferencialista] 90 La interdependencia forzosa de las culturas . . . 91

5. La circularidad global/local 95 La construcción de la red global 96

Integrar la empresa para unificar el mundo. . . . 96 Imaginarios de la mercadotecnia: de la emulación

global a la «glocalización» 98 [Sociedad global y nuevo universalismo] . . . . 100

Pensar en el nuevo mundo de las alteridades . . . . 103

De las mediaciones y de los usos 103 [La post-Babel y el paradigma de la traducción]. 105

[Artes de hacer: la memoria del «Nuevo Mundo»] 108 Mestizajes/misceláneas: otras modernidades... 110

Las trampas del relativismo cultural 111 El consumo: un logotipo que también puede

inhi-bir el pensamiento 111 La desterritorialización: el inencontrable espacio

posnacional 114 [¿Qué multitud en qué espacio posnacional?] . . 116

6. La excepción cultural: ¿un modelo europeo? . . 119

Premisas del espacio común 120 La «cultura europea», objeto político no identificado 120

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[El fin de la excepción publicitaria] 122 [El peso de la posición francesa] 125 El GATT y el contencioso euronorteamericano... 128

La difícil búsqueda de un consenso intracomunitario 128 [Las formas de apoyo a la industria

cinematográ-fica y audiovisual] 129 De la excepción a la diversidad: el consenso blando 133

[El Parlamento europeo y el pluralismo mediático] 134 [El Parlamento europeo y la Europa de la cultura] 136 7. Geopolítica de la diversidad: el reto civilizacional 139 ¿Qué política respecto de los «ecosistemas culturales»? 140

La propagación de la excepción 140 La diversidad cultural ¿instrumento jurídico? . . 141

[Las movilizaciones contra el ALCA] 142 [¿Hacia el choque de civilizaciones?] 145

[Definir y medir la cultura] 147 ¿Qué diversidad para qué orden mundial de las redes? 150

Heterogeneidad de los actores, globalidad de los

desafíos 150 [La propiedad intelectual] 152

¿Qué sociedad del conocimiento en plural? . . . 154

[Los oficios de lo inmaterial] 155

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Introducción

«Todo discurso relativo a los problemas culturales pisa un terreno de palabras inestables; imponer una definición concep-tual a estos términos es tarea imposible: sus significados de-penden de funcionamientos pertenecientes a ideologías y sis-temas heterogéneos», observaba Michel de Certeau, en 1974, en La cultura en plural. En el curso del tiempo, los cambios de sentido y el empobrecimiento de las palabras no han dejado de acentuarse. La ubicuidad de la expresión «diversidad cultu-ral» y de sus declinaciones así lo atestigua en el umbral del nuevo milenio. El empleo de esta última es una amplia inter-pelación, un cajón de sastre en el que se encasillan realidades y posiciones contradictorias, dispuesto a todos los compromi-sos contextúales.

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diver-sidad ampliando el abanico de la oferta mercantil: ése es el ar-gumento, en cambio, que esgrimen los grandes grupos de co-municación para oponerse a un estatuto singular de la cultura y justificar su carrera por la concentración. Mientras que los teóricos de la dirección empresarial y de la mercadotecnia convierten la articulación entre lo local y lo global en una con-dición para la flexibilidad de la empresa en el mercado-mun-do, los profetas del espacio posnacional, al margen de sus fi-liaciones ideológicas, proclaman, por su parte, que el fin del Estado-nación señala el advenimiento de una sociedad civil mestizada a escala mundial. Las redes del altermundialismo erigen la diversidad de voces como principio de otro mundo posible y de su propio modo de organización. Los fundamen-talismos de la diferencia niegan la mezcla de creencias y se crispan sobre la identidad cultural o étnica.

Todas estas desviaciones e inversiones simbólicas ponen de relieve que el tema de la cultura y de las culturas, esquiva-do durante demasiaesquiva-do tiempo, constituye uno de los principa-les retos de la confrontación entre los distintos modos de per-cibir, concebir y construir el vínculo universal. Así ha sido a medida que se ampliaba el abanico de actores que razonan e intervienen en términos planetarios y que se expresaban los te-mores colectivos acerca de la homogeneización de los modos de vida y de pensamiento.

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INTRODUCCIÓN 13

procesos conocidos, sucesivamente, como inter-, multi- o trans-nacionalización, y luego mundialización y globalización. En enseñar en qué medida las palabras están dotadas de un poder performativo, cómo actúan sobre el mundo.

De la cultura a la comunicación, de la cultura a lo cultural, del pueblo al «público», del ciudadano al consumidor. Detrás de estas permutaciones y a lo largo de los dos últimos siglos ha estado permanentemente en juego el sentido de las tensio-nes entre el proyecto de «república mercantil universal», bajo el signo del librecambio, y el universalismo de los valores pre-conizado por la Ilustración; entre el etnocentrismo de las colo-nizaciones culturales y las luchas por la salvaguardia de las identidades; entre el espacio cerrado de lo nacional y los vec-tores transfronterizos; entre la filosofía del servicio público y el pragmatismo del libre juego de la competencia; entre la cul-tura legítima y las culcul-turas populares; entre la alta culcul-tura y la cultura de lo cotidiano. El saldo que arroja hoy en día este campo de fuerzas asimétricas es el del enfrentamiento entre una noción de cultura como «servicio» ofertado en el global democratic marketplace y otra entendida como «bien público común», prenda de un mundo en el que la palabra democracia

reconquista su sentido.

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1. La domesticación de lo diverso

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La sociedad y la comunidad

¿UNA O UNAS CIVILIZACIONES?

El siglo xix instaura el concepto canónico de cultura y la disciplina que lo convierte en su objeto, la antropología cultu-ral o etnología. «En su más amplia acepción etnográfica, el término de cultura o civilización designa ese complejo que comprende, a la vez, conocimientos, creencias, arte, leyes, cos-tumbres o cualesquiera otras facultades o hábitos adquiridos por el ser humano en cuanto miembro de una sociedad.» Es la definición que, en 1871, proporciona el británico E. B. Tylor en Primitive Culture [Cultura primitiva]. Lo que distingue a una sociedad de otra, observa, son los «modelos culturales»

(patterns of culture).

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 17

París, emparejada con la Exposición Colonial. Inglaterra y Fran-cia levantan los primeros mapas de las etnias africanas con fines de pacificación y control de las poblaciones. Esta parcelación de la especificidad cultural de los territorios es una ilustración de la «política de las razas», según la expresión de los admi-nistradores y de los government anthropologists de la era vic-toriana.

Si bien la antropología cultural se define en relación con la «cultura primitiva», la antropología criminal, que surge en la misma época, la acota en el seno de las llamadas sociedades evolucionadas y advierte la supervivencia de los rasgos de la antecivilización entre los nuevos bárbaros y salvajes: los fue-ra de la ley, los delincuentes, las multitudes en movimiento, las «clases peligrosas».

«No existe una civilización humana, sino diversas civili-zaciones.» Desde Marcel Mauss hasta Franz Boas, desde Her-bert Spencer y Emile Durkheim hasta Charles Horton Cooley, pasando por Gabriel Tarde, todos estos precursores de la an-tropología, de la sociología y de la psicología social compar-ten esta apreciación y la conviercompar-ten en un desafío básico. A pesar de que, al denunciar con rara unanimidad las derivas del evolucionismo y de la raciología, difieren en cuanto a los pro-tocolos de observación de lo diverso. En un artículo titulado «Nota sobre la noción de civilización» publicado en L'Année sociologique (1913),' el sociólogo E. Durkheim y el antropó-logo M. Mauss estigmatizan la pretensión de una corriente de la etnología de querer sustraer el estudio de las civilizaciones del esquema de la sociología. Una civilización es «una suerte de medio moral en el que está inmerso un cierto número de na-ciones, cada una de cuyas culturas no es más que una forma particular». El estudio de la construcción de lo «supranacio-nal» es indisociable del de las «interacciones colectivas de

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denes diversos». La vocación de las ciencias humanas es la de elucidar las «causas de la vida internacional», averiguar de qué depende el «desigual coeficiente de expansión e internaciona-lización» de cada civilización. Porque todos los hechos socia-les no son igualmente aptos para saltarse las fronteras. Lo que «viaja, se toma prestado, proviene, en una palabra, de una his-toria que no es la de una sociedad determinada», son «los mi-tos, los cuenmi-tos, la moneda, el comercio, las bellas artes, las técnicas, las herramientas, las lenguas, las palabras, los conoci-mientos científicos, las formas y los ideales literarios». Durk-heim y Mauss apenas si esbozan un debate que, a lo largo del siglo xx, enfrentará al enfoque etnográfico con la perspectiva sociológica y hará difícil el cruce entre niveles individuales y colectivos, entre lo micro y lo macro, entre lo contingente y lo necesario, entre usos y estructuras.

LA LITERATURA, ENTRE LO NACIONAL Y LO UNIVERSAL

El siglo xix inventa el moderno concepto de «literatura» y de «valores literarios». En el Manifiesto del partido comunis-ta (1848), Marx y Engels asocian la idea de «literatura univer-sal» con la de «mercado-universo»: «Lo que ocurre con la pro-ducción material también acontece con las producciones del espíritu. Las obras espirituales de las distintas naciones se con-vierten en el acervo común. Las limitaciones y los particularis-mos locales resultan cada vez más imposibles, y las numero-sas literaturas nacionales y locales dan origen a una literatura universal» (pág. 165).

El movimiento romántico, con Goethe a la cabeza, cree en una Weltliteratur, una literatura del mundo, en un Weltmarkt,

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 19

Utopías: la parábola del gastrósofo

Desde el primer tercio del siglo xix, el utopista Charles Fourier fustiga la estandarización de los modos de vida sometidos a la feudalidad comercial e indus-trial. Los «civilizados» menosprecian las pasiones, ese resorte de las interacciones humanas y de las relaciones de interés que permite el engranaje de las afinidades, el intercambio libre y continuo entre las edades, los sexos y los grupos sociales. Especialmente las dos «pasiones gigantes»: la «aromal» o el placer del gusto y la sexua-lidad, zócalo del nuevo orden amoroso. La «civiliza-ción» ignora lo que es bueno y bello. No ofrece más que productos adulterados, frutas verdes y penurias. En la sociedad «Armonía», en cambio, el gusto es el ele-mento nodal del vínculo social; la panoplia de perfu-mes, sabores y colores, el emblema de la diversidad. «Un festín sabiamente dispuesto es un compendio del mundo, en el que cada parte figura a través de sus re-presentantes», encarece Brillat-Savarin, «gastrósofo» y primo del utopista. Un imaginario que tiende un puen-te con la historia de los giganpuen-tescos toma y daca inpuen-ter- inter-continentales de frutas, legumbres e híbridos. Bajo la égida, al principio, de los árabes y de las poblaciones que colonizan y que se sitúan en el interfaz de dos eco-sistemas diferentes, el mundo mediterráneo y Asia oc-cidental. Bajo los efectos, luego, de los intercambios con el Nuevo Mundo.

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huida hacia delante, que recuerda que, al poner en peli-gro los metabolismos de lo viviente, son la biodiversi-dad y la diversibiodiversi-dad cultural las que resultan afectadas a largo plazo.

define en abierta contraposición al modelo de la universalidad de la literatura y de la lengua francesa, entendida como la len-gua de la «civilización». Frente al cosmopolitismo aristocráti-co y racional del espíritu y del logos francés, heredado de la Ilustración y de la Revolución, toma posición un universalis-mo del pathos, de la intensidad del sentimiento, que se popu-lariza inmediatamente (Casanova, 1999). La literatura recibe un papel mesiánico en la edificación de la identidad nacional. Goethe sueña con un «Libro nacional» en el que cristalizaría el alma histórica de la nación y que cumpliría una función si-milar a la que desempeñara la Biblia para la diáspora judía. A la concepción orgánica de la nación, formalizada por Fichte en su Discurso a la nación alemana (1807-1808), que pone el acento en la lengua y en la sangre, el ius sanguinis, la «comu-nidad» (en el sentido de la Gemeinschaft), el «genio», la «na-ción-cultura» (Kultur-nation), se opone la idea voluntarista de nación que rige la patria de los derechos humanos: el ius soli,

la «sociedad», la «nación-contrato», la nación como construc-ción universalista que procede de la agregaconstruc-ción de fidelidades individuales, y el Estado-nación.

Al margen de los panteones literarios y de la invención de las tradiciones por los Estados y los nacionalismos románticos, la «novela popular», la novela de cuatro perras de las bibliote-cas de estación o los folletines, se construye con capas de lec-tores cada vez más extensas, tanto en el interior como en el ex-terior de las fronteras de la nación. Los discípulos de Fourier lo intuyeron muy pronto: ya en la década de 1840 «auguraban conversiones masivas entre el público con la introducción de un folletín en La Phalange» (Benjamín, 1989, pág. 599).

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 21

Una estrategia voluntarista de unificación lingüística: el antecedente de la Revolución francesa

El informe del abate Grégoire sobre la «necesidad y los medios de aniquilar las hablas dialectales y de univer-salizar el uso de la lengua francesa» es un caso de libro. Revela las contradicciones de una «política de la lengua» al servicio de la construcción del Estado republicano, que se enfrentaba a la herencia de la feudalidad (de Certeau, Julia y Revel, 1975). A continuación, un extracto de este documento histórico, presentado el 4 de junio de 1794 en nombre del Comité de Instrucción Pública, que sienta las bases de una política pública de aprendizaje de la «lengua nacional» como «lengua de la igualdad».

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Francia se inquieta ante la progresiva pérdida de su predominio lingüístico. Lingua franca de la diplomacia, de la «gente bien educada y de la sociedad cortés» desde los tratados de Westfa-lia (1648), momento en el que el latín le cede el sitio, el francés tiene que hacer frente, en un «combate darwiniano», al «hege-monismo anglosajón», expresiones todas estas que salpican el diagnóstico previo a la creación de la red de la «Alianza France-sa» (1883) y a la acuñación del vocablo «francofonía» (1878). Con el cambio de siglo, florecen las especulaciones sobre las in-certidumbres de la redistribución del mapa mundial de las len-guas dominantes, dominadas o en vías de extinción. El nove-lista George Herbert Wells diseña el suyo en Anticipations

(1901), si bien no logra determinar cuál de los dos idiomas, si el francés o el inglés, habrá desalojado al otro en el umbral del ter-cer milenio para convertirse en la «lengua agrupadora». El fran-cés, si la «literatura seria», es decir, los libros científicos, filo-sóficos y literarios, sigue siendo el parámetro de la excelencia cultural. El inglés, si se multiplican los productos de la «litera-tura industrial», los libros que entretienen, tranquilizan, dan di-nero a sus editores y a sus autores, pero no ayudan a los lectores a pensar ni a superarse a sí mismos. Se intuye que la esfera lite-raria e intelectual que, históricamente, ha contribuido a la cons-trucción de un espacio público de debates y de formación de las opiniones, corre el riesgo de perder su fuerza subversiva al en-trar en contacto con las leyes del consumo mercantil.

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 23

El choque con la cultura del espectáculo

El primer encuentro a escala natural con la cultura del entertainment se produce ya en 1889 cuando, con ocasión de la Exposición Universal de París, irrumpe el espectáculo realizado por el periodista Crawford con la participación del actor Note Salsbury y de la tropa de Buffalo Bill, con sus «pieles rojas» y sus búfalos. Atrac-ciones variopintas y carteles gigantescos pegados en las paredes de la capital. La idea ascética de la pedagogía del progreso que, cuarenta años antes, había suscitado el lanzamiento de la fórmula Exposición Universal en tor-no a los productos de la industria de «todas las nacio-nes», se estremece ante esta representación del sueño americano. La prensa parisina comenta este primer cho-que con la cultura del espectáculo (Mattelart, 1994). Buffalo Bill ocupa la primera plana del número del 22 de junio del semanario Vlllustration. En portada, el contraste entre un simulacro de ataque de los indios a un convoy de inmigrantes y una tapicería de los gobelinos que representa a Enrique IV. Metáfora de dos formas de distraerse. «Buffalo Bill vence a Corneille... ¿Cómo quie-re Vd. que el teatro luche contra estas quie-realidades en las que todas las lecturas de Fenimore Cooper o de Gabriel Ferry toman cuerpo y tocan con el dedo la imaginación misma de los novelistas?» Para rivalizar con tales es-pectáculos, la comedianta Sarah Bernhardt «¡tendría que morirse en la segunda plataforma de la torre Eiffel!».

¿QUÉ NIVELACIÓN?

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atribu-tos de la diosa Filosofía, emblema del culto a la razón. El nivel remite, pues, a la realización del ideal del igualitarismo ciuda-dano, del «civismo universal». En los debates sobre la sociedad industrial, en cambio, el término adquiere una connotación ne-gativa: una sociedad compuesta de agregados monótonos, ho-mogéneos e indiferenciados. Así lo entienden, por ejemplo, Alexis de Tocqueville y John Stuart Mili, entre los primeros en alarmarse ante el riesgo de que la «pasión democrática» pu-diera contribuir a la legitimación de un «despotismo democrá-tico».

A finales del siglo, la naciente sociología plantea teórica-mente la cuestión de la diversidad al acotar la transición de la «comunidad» (Gemeinschaff) hacia la «sociedad» {Gessells-chaft). La primera privilegiaba las relaciones afectivas y exis-tenciales, así como los grupos primarios; la segunda destaca los vínculos contractuales tomados en un sistema de relacio-nes impersonal, anónimo y competitivo. El complejo mundo de las formas de organización racional, inscritas en la división del trabajo y en la diferenciación de funciones, obliga a que se redefinan las anteriores modalidades de sociabilidad. Ambi-valente, la sociedad industrial significa más pluralismo, más autonomía y más libertad, pero también la normación de las actividades y la multiplicación de las fuentes de fragmenta-ción.

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 25

extraños». Teleguiado por el líder, ya sea político, sindicalista o periodista, el liderado pierde toda su autonomía. La prensa, y más concretamente las crónicas de tribunales, pero también la literatura policíaca, fabricaron a los delincuentes: es la tesis desarrollada por Sighele en varias obras. Gabriel Tarde, ma-gistrado de profesión y fundador de la psicología social, se opone a la tesis del condicionamiento criminógeno de las mentes: la multitud pertenece al pasado. La actualidad es del (de los) público(s) formado(s) por la «puesta en comunicación habitual de los asociados mediante una corriente continua de informaciones y excitaciones comunes» (Tarde, 1989, pág. 45). El público representa, en este sentido, la sociabilidad aca-bada. Es un fenómeno cultural, de civilización. La definición de público da cuenta de la multipertenencia, dé la diferencia-ción: «Se puede pertenecer, al mismo tiempo, y de hecho se pertenece siempre simultáneamente, a varios públicos como a varias corporaciones o sectas; no se puede pertenecer más que a una sola multitud a la vez» (pág. 38). Estos públicos son «esencialmente y constantemente internacionales», como lo prueba la diseminación de los lectores de los grandes periódi-cos, The Times, Le Fígaro, o de las grandes revistas, en el mun-do entero. Siempre con cargo a las teorías victimizantes, Tar-de se interroga acerca Tar-de las posibilidaTar-des Tar-de interpretación diferencial de la prensa según los lectores: el público actúa y reacciona ante la actualidad a la que se enfrenta. Pero también señala los posibles límites de esta interacción: ¿cómo escapar a la prescripción del periódico que intenta, cada vez más, fijar la atención de la totalidad de los lectores destacando las noti-cias, proponiendo un «gancho», ese «punto brillante que sirve de cebo»?

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La invención del «mundialismo»

E L ESTRECHAMIENTO DEL MUNDO

«Personas, productos, ideas han alcanzado un extraordi-nario grado de civilización universal... El hombre quiere el universalismo y lo busca como un bien... Así se constituye gradualmente, con todos los pensamientos nacionales y étni-cos, un pensamiento mundial, gracias a los viajes, a las publi-caciones, a los congresos, a las exposiciones» (pág. 12). Con estas palabras se abre, en 1912, el primer número de la revista

La Vie internationale (1912), fundada por los abogados belgas Henri La Fontaine y Paul Otlet. El primero es premio Nobel de la Paz y una de las cabezas pensantes de la Unión Interpar-lamentaria; el segundo, pionero de la ciencia de la informa-ción y la documentainforma-ción. Este último piensa que la unifi-cación de la catalogación bibliográfica y la conexión entre bibliotecas deben conducir al «Libro universal del saber», zó-calo de la «Ciudad mundial». Visionarios acérrimos, ambos han organizado, dos años antes, el primer congreso mundial de la Unión de Asociaciones Internacionales. La revista ha de ser el relevo de esa red.

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 27

Entre mundialismo e internacionalización

¿Cuál es la terminología más adecuada para signifi-car la nueva representación de la dimensión espacio-po-lítica a principios del siglo xx? La expresión «cosmo-politismo democrático», acuñada por Flora Tristan hacia

1850, tiene que competir con el vocablo «mundialismo» que, igual que el anterior, resuena con el de «solidari-dad». El vocabulario de lo «internacional», término acuñado por el filósofo Jeremy Bentham en vísperas de la Revolución francesa y que pertenece al derecho de gentes o derecho público internacional, es objeto de una acerba crítica toda vez que los vínculos transfronterizos lindan con las relaciones entre los Estados-naciones. A pesar, no obstante, de que, desde mediados del siglo xix, las redes sociales se han apropiado del «internacionalis-mo» y de la «internacionalidad» para denominar su cam-po de acción, como es el caso de las organizaciones de la clase obrera y de los movimientos por la paz o por la abolición de la esclavitud.

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«globalización» que le sucederá a finales del siglo xx, y que procede directamente del mundo de la economía y las finanzas.

de las aldeas: se superpone a ellas, y todos nosotros experi-mentamos, en los rincones más recónditos de nuestros respec-tivos territorios, la repercusión de los acontecimientos que ocurren fuera de sus fronteras», escriben La Fontaine y Otlet, prefigurando, en cierto modo, la idea de la circularidad glo-bal/local.

Las cuestiones geopolíticas se traducen en metáforas bio-mórficas. La expresión «vida internacional» traduce literal-mente un sentimiento compartido sobre la existencia de un te-jido de vínculos orgánicos. La interdependencia, de todos y de todo, en el espacio y en el tiempo, es un concepto que se toma prestado del universo de las células. Convoca nuevos modos de gobernar basados unas veces en la ayuda mutua, otras en la seguridad común: «La tierra es una suerte de organismo cuyas partes están todas en recíproca dependencia: los rasgos de la superficie del globo son, puede decirse, solidarios y presentan un encadenamiento de acciones y de influencias, de causas y de efectos, con repercusiones de los efectos sobre las causas, como tiene que ocurrir en un cuerpo bien organizado», escri-ben los autores de un manual de geografía de los últimos cur-sos del bachillerato (Fallex y Mairey, 1906, págs. I-II).

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contra-LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 29

dicción que encierra el auge de los «panmovimientos» (pan-americanismo, germanismo, eslavismo, etc.)!

El armonioso determinismo que los supuestos biologizan-tes de la evolución del planeta ponen de relieve se ve entur-biado por las nuevas manifestaciones de poder, esa otra ver-tiente de la «lucha por la vida». La imagen consensual que transmite el vínculo universal tejido por la red mundial de co-municaciones a larga distancia hace caso omiso de la realidad de la relación de fuerzas entre las grandes potencias, entre és-tas y el resto del mundo. El sistema mundial de cables subma-rinos está bajo el cuasimonopolio de esa cabecera de red que representa la plaza financiera de Londres. El puñado de po-tencias marítimas se reparte el espectro de frecuencias de la radiodifusión. Para asegurarse el control del canal de Panamá, uno de los principales pasos de la gran vía medianera del mun-do, Estados Unidos ha provocado un golpe de Estado y ha pro-clamado la independencia de esta provincia de Colombia. La

libido dominandi tiene un nombre: el imperialismo.

LA SOCIEDAD DE NACIONES: EL APLAZAMIENTO DEL SUEÑO DE LA UNIDAD EN LO DIVERSO

La Sociedad de Naciones (SDN), minuciosamente diseña-da por las grandes potencias al final de la guerra y que, a jui-cio de su promotor, T. W. Wilson, encarna el ideal de paz per-petua desarrollado por Immanuel Kant, deja maltrecho el ideal de la diversidad en, al menos, tres casos.

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próximos, eslovacos contra checos, croatas contra serbios, ucra-nianos contra polacos», observa Hannah Arendt (1980, pág. 241), que advierte ahí el auge de los fascismos del período de entreguerras. Fuera de Europa, el sistema de los mandatos pre-para, por su parte, mañanas que no llegarán a cantar. El Líba-no, bajo mandato de Francia, que instituye un Estado sobre la base de un «comunitarismo político» vinculado al peso de las comunidades religiosas pero que apuesta por los cristianos maronitas para modernizar el país; el futuro Israel, bajo man-dato británico, cuya Declaración Balfour (1917), del nombre del secretario del Foreign Office, prepara la independencia sin decir ni pío sobre los derechos políticos de las comunidades no judías (especialmente las árabes) de Palestina.

Luego, hay que mencionar que se desestima el proyecto de extender la representación política a la sociedad civil or-ganizada, a pesar de las numerosas propuestas formuladas en este sentido. Si bien, tal y como observa el filósofo norteame-ricano John Dewey, resulta ilusorio creer que pueda formarse una mente internacional (international mind) sin este compo-nente: «Las asociaciones de matemáticos, químicos y astróno-mos, las corporaciones del mundo de los negocios, las organi-zaciones del trabajo, las Iglesias son transnacionales porque los intereses que representan son mundiales. Desde este punto de vista, el internacionalismo no es una aspiración sino un he-cho, tampoco es un ideal sentimental, sino una fuerza» (De-wey, 1920, pág. 159). Una opinión que coincide con laVe Paul Otlet, quien, en nombre de la Unión Internacional de Asocia-ciones, propone la creación de una «Sociedad Intelectual de Naciones» (Otlet, 1919).

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 31

De un imperio a otro

El concepto de imperialismo lo acuñan los ideólogos del Imperio Victoriano en la década de 1880, con motivo de la estampida hacia el continente negro. Sirve entonces de marco a una doctrina de salida de crisis mediante la «expansión ilimitada», o lo que es lo mismo, la exporta-ción del gobierno y la anexión de cualquier territorio donde los nacionales hayan invertido su dinero o su tra-bajo. África del Sur se convierte en su cuna. Durante el primer decenio del siglo xx, la noción cobra un sentido negativo. Moviliza la crítica del orden mundial. Califica la voluntad de una nación, de un Estado o de un grupo, de crear una hegemonía política, económica y cultural sobre otras naciones, otros Estados, otros grupos.

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ane-xión de California, Nuevo México, Utah, Arizona, Ne-vada y parte de Colorado, arrebatados a México.

Los acontecimientos de 1898 marcan un hito en el uso geopolítico de la noción de americanización, tanto en Europa como en Latinoamérica, principalmente. Ser-virá, en lo sucesivo, para fustigar el proyecto hegemóni-co de un nuevo modelo de civilización, de una nueva cultura de proyección universal, de un nuevo «magiste-rio romano». Estados Unidos, sin embargo, no pasará de allí, al menos en el plano de las conquistas territoriales. Las intervenciones fuera de sus fronteras no se corres-ponderán, por tanto, con el proyecto de Imperium de Augusto. Su imperialismo, atípico, visto desde la histo-ria de las colonizaciones anteriores, tomará la forma de envíos de fuerzas expedicionarias, de ocupaciones tran-sitorias llegado el caso, para, allí donde sea, destituir, invariablemente en nombre de la «libertad» y de la «de-mocracia», gobiernos que amenazan la libre implanta-ción de sus empresas e instalar un sistema de poder lo-cal acorde con el ejercicio de su imperial magisterio. Latinoamérica será el cobaya antes de que el modelo se exporte a otras partes después de la Segunda Guerra Mundial.

La semántica de la americanización encierra tam-bién otra génesis, más precoz. Aunque menos vinculada con la geopolítica, ciertamente, dice mucho sobre la gestación de la representación negativa de la «cultura americana». En 1851, Baudelaire acuña la expresión «americanizar». Admirador y traductor de las obras de Edgar Alian Poe, se rebela contra el ostracismo al que la mentalidad puritana tiene relegado al narrador de las

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 33

por el espíritu utilitario, el culto voluntarista al trabajo, la prosperidad material como un fin en sí misma. Pero también, a veces, al imperialismo: «La americanización del mundo está en marcha... El señor Roosevelt es im-perialista y quiere una América dueña del mundo. Entre nosotros, medita sobre el imperio de Augusto. Tuvo la desgracia de leer a Tito Livio. Las conquistas de los ro-manos no le dejan dormir», escribe Anatole France en

1905 en una novela utópica, Sur la Pierre Manche

(1905, pág. 236).

En su ausencia, insisten, triunfará una integración «mecánica» dominada por las alianzas económicas y militares. La nega-ción del derecho a la autodeterminanega-ción reaviva la visión de los pueblos infantiles, confiados a tutela por los donantes de lec-ciones de las nalec-ciones adultas. El discurso colonial reduce la diversidad al adagio: «Divide y vencerás». Como señala el an-tropólogo Jean-Loup Amselle respecto de África: «En cierto modo, los conflictos tribales y los enfrentamientos étnicos que pueden observarse (en la actualidad) no son sino la conse-cuencia de la imposición de categorías coloniales estereotipa-das a grupos lábiles» (1995, pág. 87).

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con-tra el «imperialismo» constituyen otros tantos jalones en bus-ca de la solidaridad. En Bruselas se reencuentran el indio Neh-ru, el vietnamita Ho Chi Minh y el africano Léopold Sedar Shengor. Tres vías contrastadas hacia la liberación nacional. Blanco de la crítica del poder colonial blanco, del capitalismo y de la dominación anglosajona, el término «imperialismo» se convierte en la clave de lectura de los desequilibrios del mun-do. Para la intelectualidad anticolonial y los militantes del KOMINTERN o Internacional Comunista, lo mismo que para los nacionalismos europeos, frustrados por el orden resultante del Tratado de Versarles (Koebner y Schmidt, 1964).

Lengua y resistencia: el Renacimiento indio

En plena guerra, Sri Aurobindo (1872-1950) redacta un conjunto de crónicas para la revista Arya, reunidas en 1919 en una obra publicada en Madras con el título de El ideal de la unidad humana (1972). Una de ellas trata de la «diversidad en la unidad». He aquí un extracto:

«Nada ha obstaculizado tanto el rápido progreso de la India, nada ha impedido con más certeza su toma de conciencia de sí misma y su desarrollo en las condi-ciones modernas, como este largo eclipse de las lenguas de la India, en cuanto instrumento cultural a la sombra de la lengua inglesa. Es significativo que la única subna-ción de la India que desde el principio se negó a some-terse al yugo se haya dedicado al desarrollo de su len-guaje y lo haya convertido durante mucho tiempo en su principal preocupación, le haya consagrado sus pensa-dores más originales y sus más vividas energías (respe-tando las formas en todo lo demás, descuidando el comer-cio, haciendo de la política un pasatiempo intelectual y oratorio) y que sea Bengala2 la primera en haber recu-perado su alma, la que se haya reespiritualizado, haya

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LA DOMESTICACIÓN DE LO DIVERSO 35

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2. Geopolítica de las relaciones culturales

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El final de la cultura «santuarizada»

LA CRISIS DEL ESPÍRITU

El sentimiento de quiebra del ideal de la Ilustración, al fi-nal de la guerra, es compartido por los más lúcidos intelectua-les europeos. «We civilizations now know that we are mor-tal»: «Nosotras, civilizaciones, sabemos ahora que somos mortales». Esta frase es de Paul Valéry y figura en el encabe-zamiento de dos cartas publicadas en Londres en el semanario

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GEOPOLÍTICA DE LAS RELACIONES CULTURALES 3 9

Muchos escritores y filósofos, al contrario, ven en el cam-bio de estatuto de la alta cultura el fruto de la irrupción de Es-tados Unidos como «nuevo faro de la civilización» (dixit Pi-randello), de donde irradia una cultura asociada al dinero, la técnica y la industria. Es lo que expresan de forma extrema el inglés Frank Raymond Leavis, el español José Ortega y Gas-set y el francés Georges Duhamel. O también Robert Aron, coautor de un panfleto titulado Le cáncer américain (1931), escrito en la estela del crac de Wall Street de 1929. Sin em-bargo, «la cultura del Viejo Mundo es fundamentalmente una cultura de clase. Los inmigrantes (acogidos por Estados Uni-dos) proceden principalmente de una clase que no ha partici-pado de ella», replica el precursor de la sociología norteame-ricana Charles Horton Cooley (1927, pág. 168).

El desconcierto de Europa frente a la crisis del espíritu fa-vorece el retorno a la historia. Nostálgica en el caso de Spen-gler, para otros es la ocasión de concebir la sociedad y el mun-do a partir de la cultura. Así ocurre con Walter Benjamín, que la convierte en uno de los ejes de sus «Reflexiones teóricas so-bre el conocimiento y la teoría del progreso» en los años treinta: «Hay que estudiar cómo nació el concepto de cultura, qué sen-tido ha tenido en distintas épocas, y a qué necesidades obede-cía cuando se acuñó. Podría dar la impresión, en esta ocasión, de que este concepto, en la medida en que designa el conjunto de "bienes culturales", es de origen reciente, y que, con anteriori-dad, por ejemplo, lo desconocía el clero que en la Alta Edad Media emprendió una guerra de aniquilación contra las pro-ducciones de la Antigüedad» (Benjamín, 1989, pág. 485).

CULTURA O INFORMACIÓN, TENSIÓN ENTRE DOS TEMPORALIDADES

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per-Relaciones de fuerza

A comienzos de los años treinta del siglo xx, el ita-liano Antonio Gramsci, encarcelado por el régimen fascista, se interroga acerca de la «combinación de las dimensiones nacionales e internacionales». En Notas sobre Maquiavelo, donde se ocupa del «Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerza», escribe: «Aunque es necesario tener en cuenta que las relaciones internas de un Estado-nación se entremezclan con las relaciones in-ternacionales, lo que crea nuevas combinaciones origi-nales e históricamente concretas. Una ideología, nacida en un país desarrollado, se propaga en países menos de-sarrollados al intervenir en el juego local de las combi-naciones. Esta relación entre fuerzas nacionales y fuerzas internacionales se complica aún más con la existencia, en el interior de cada Estado, de varias divisiones terri-toriales, distintas por su estructura y por la relación de fuerza en todos los niveles» (Gramsci, 1975).

sonas, libros, obras artísticas, se dirige a las élites y espera be-neficios de la inversión a largo plazo; el «planteamiento infor-macional», que privilegia el uso de «medios rápidos»: radio, cine, prensa dirigida a una audiencia masiva. Una opción que los defensores de la primera consideran «populista y super-ficial», en contradicción con el concepto mismo de cultura (Ninkovich, 1981).

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No-GEOPOLÍTICA DE LAS RELACIONES CULTURALES 4 1

bel de la Paz (1912), crea la primera fundación cultural, la Carnegie Endowment for International Peace. Además de los grandes proyectos de divulgación de los principios de un nue-vo derecho público internacional, de creación de «Palacios de la paz» y de intercambios interuniversitarios, el mecenas nor-teamericano presta su apoyo a la simplificación de la orto-grafía de la lengua inglesa, convencido de que los problemas mundiales son el resultado de una comunicación defectuosa. Esta visión salvífica de la comunión mediante la cultura per-siste al final de la guerra. En Estados Unidos, las redes priva-das (fundaciones, organizaciones interuniversitarias) son las únicas en asumir el cometido. La Asociación de Bibliotecarios (American Library Association) es uno de los centros de difu-sión. La palabra impresa sigue siendo el medio prioritario de la comunicación intercultural. Al desconfiar de las tendencias a la centralización gubernamental, el Congreso ha suprimido el dispositivo oficial de información (y de censura) hacia el extranjero, implantado al entrar en guerra. Esto explica por qué el departamento de Estado no se hará cargo realmente de la situación y no se sumará al planteamiento informacional mientras no llegue el momento de replicar a las estrategias de propaganda radiofónica de la Unión Soviética y, más aún, del poder nazi. En 1938, se crea una División de Relaciones Cultu-rales que apuesta, en un primer momento, por el potencial del sector privado (Hollywood, Reader's Digest, Time o las redes de radiodifusión). El principal objetivo: los países de Latinoa-mérica, objeto de la propaganda de la Alemania nazi y de la Italia fascista que intentan sumar a su causa a sus numerosos nacionales emigrados.

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ideas intercambiadas entre los pensadores contemporáneos ha de surgir la verdad que ayudará al mundo a superar la crisis es-piritual por la que atraviesa» (SDN, 1933). Al margen de esta fórmula de los «Encuentros», el Instituto hace oír su voz a través de las «Correspondencias» entre los «representantes cualifica-dos de la alta actividad intelectual»: Freud, Einstein, Tagore, el español Salvador de Madariaga y el mexicano Alfonso Re-yes, entre otros.

La entrada en guerra de Estados Unidos, tras el ataque sor-presa de la aviación japonesa a Pearl Harbor, el 7 de diciem-bre de 1941, precipita la instalación por parte del departa-mento de Estado de un dispositivo radiofónico de propaganda oficial. Así surgirá Voice of America. Al año siguiente, Nicho-las John Spykman publica America' s Strategy in World Poli-tics, primer tratado de geopolítica que aboga a favor del plan-teamiento informacional en las estrategias de poder, tanto en tiempos de guerra como de paz. Al pasar revista a las políticas de relaciones culturales de los grandes países europeos en el período de entreguen-as, más concretamente con Latinoamé-rica, lanza una mirada crítica sobre el planteamiento cultural de Francia, que se dirige a las élites, envía misiones universi-tarias y apuesta por sus industrias del lujo para atraerse las simpatías.

FABRICAR EL ASENTIMIENTO

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GEOPOLÍTICA DE LAS RELACIONES CULTURALES 4 3

del conflicto en los nuevos modos de gobernar en tiempos de paz. Crystalizing the Public Opinión, Manufacturing the as-sent, Government management of opinión, la nueva ingeniería del consenso figura, a partir de la década de 1920, en el pro-grama de los primeros tratados de sociología de los medios o de la opinión pública, tales como los de Walter Lippman (1922) o de Harold Lasswell (1927), y de las obras de los pio-neros de la industria de las relaciones públicas, como Edward Bernays (1923). Management, término que remite al movi-miento de fondo que se apodera del universo de la empresa bajo la égida del fordismo y del taylorismo, y que abarca tanto la organización de la producción como la gestión del consumo de masas por parte de la mercadotecnia y de la publicidad.

De forma premonitoria, desde finales de los años veinte, el italiano Gramsci observa en este régimen de gestión un es-quema de reestructuración global de las relaciones sociales que bautiza con el nombre de «americanismo», a la vez que expresa su escepticismo respecto de las posibilidades de pene-tración rápida en los países con una antigua tradición cultural. Pero no opinan así los gobiernos europeos que se movilizan ante el riesgo de «americanización» por mediación del cine.

El esbozo de una política cinematográfica

FIJACIÓN DE CUPO A LAS PELÍCULAS EXTRANJERAS

El cine nació bajo el signo de la utopía planetaria, del sue-ño de unión de todos los pueblos en la paz y en la armonía. «El Mundo al alcance de la mano», imprime Georges Méliés como membrete del papel de cartas de su manufactura de películas para cinematógrafos. «Agente de enlace de la humanidad», es-cribe Marcel L'Herbier. «La educación universal es el mensa-je», añade Jack London. El enfrentamiento entre las industrias

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¿Quién es el más apto para defender la identidad nacional? ¿El Estado o el mercado?

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prescrip-GEOPOLÍTICA DE LAS RELACIONES CULTURALES 4 5

ciones del audímetro: «Ir en la dirección de lo que quie-ren las audiencias». Una doctrina que a menudo llevará a los defensores del sector privado en los debates inter-nacionales a trazar un símbolo de equivalencia entre servicio público y autoritarismo estatal, entre reglamen-tación y censura.

Expuesto a los programas de su vecino, Canadá es el primero en vivir en su territorio la competición esta-blecida entre dos modelos de radiodifusión. En 1932, el reconocido temor a la «americanización» motiva la crea-ción de una «empresa nacional pública». Siete años más tarde, el establecimiento del Office National du Film in-tenta, a su vez, frenar la dependencia respecto de Holly-wood, que ya considera a Canadá como parte integrante de su mercado interior. Una tradición de intervención de los poderes públicos hace sus primeras armas: «El Esta-do o EstaEsta-dos UniEsta-dos: esta opción se convertirá en el

leitmotiv de las políticas canadienses de radiodifusión —y en un sentido más amplio, en el conjunto de las in-dustrias culturales— en el transcurso de los años si-guientes» (Raboy, 1999, pág. 12). Desde las revistas a la publicidad, pasando por las películas y luego por las emi-siones de televisión, todos estos sectores de la industria de los medios serán objeto, sucesivamente, de regula-ción: subvenciones a los organismos culturales y a los artistas, reglamentación e imposición en materia de con-tenido canadiense, medidas fiscales, etc.

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antepo-nen las «necesidades nacionales, educativas y económicas». La absorción de la mayoría de las firmas existentes permite que la UFA extienda su actividad verticalmente en todos los niveles de la producción y la distribución, desde la fabricación de la película virgen hasta la explotación. La República de Weimar recupera este imperio cultural al término de la guerra y, en 1925, adopta una política de cupos para las películas nor-teamericanas. En 1933, cuando Hitler consigue plenos pode-resv el dispositivo de la propaganda nazi se apoderará de los

estudios. Poco antes, el régimen fascista que detentaba el po-der en Italia también había organizado la industria del cine.

La Gran Guerra significó para Europa, y más concreta-mente para Francia, que, hasta entonces, dominaba el escena-rio internacional, la caída de su producción cinematográfica y la pérdida de sus mercados exteriores, en beneficio de Estados Unidos. En 1928, el Reino Unido y Francia estrenan, a su vez, una política de cupos. Londres, indiscutiblemente, mide mejor que París el alcance de los retos de una estrategia respecto del cine, en cuanto arte y como moderna herramienta de persua-sión de masas: creación (1927) de una rama «Documentales», cuna del género, en el seno del Empire Marketing Board, or-ganismo responsable de la campaña Buy British en el vasto imperio colonial; establecimiento (1934) del British Film Ins-titute (BFI), institución con múltiples funciones (archivo, pro-moción de la investigación, animación pedagógica, filmoteca pública) inicialmente financiada por el Sunday Cinemato-graph Fund, un fondo alimentado por las exacciones sobre las recaudaciones de las salas en domingo; creación de una Na-tional Film Library (1935).

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GEOPOLÍTICA DE LAS RELACIONES CULTURALES 4 7

La Motion Picture Association of America (MPAA)

A finales de los años veinte, la industria del cine de Estados Unidos adquiere su fisonomía oligopólica. Es la época de la conmoción técnica y estética introducida por el cine sonoro y de los movimientos de concentra-ción, estimulados por la Gran Depresión de 1929. Las

majors, cuyo número permanecerá sensiblemente esta-ble, se dotan de un órgano de representación y de defen-sa de sus intereses a escala nacional: la Motion Picture Association of America (MPAA). Esta institución cor-porativa sustituye el principio de regulación por parte de los poderes públicos por el de autorregulación y pro-pone su propio código, conocido como Production Code

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pre-sión hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, la Mo-tion Picture Export AssociaMo-tion (MPEA), por su parte, vela por los intereses de sus miembros en los mercados extranjeros desde la década de 1930.

Por aquella época, el concepto de autorregulación también toma cuerpo en otra posición avanzada de la in-ternacionalización: la publicidad. En efecto, a finales de los años veinte se propagan por el mundo las dos gran-des regran-des de agencias de Estados Unidos, J. Walter Thomp-son y Me Cann ErickThomp-son, que le pisan los talones a las empresas de su país de origen. En 1937, la Cámara de Comercio Internacional redacta un Código internacio-nal de prácticas publicitarias. Lo hace en estrecha cola-boración con los promotores de la futura International Advertising Association (IAA), con sede en Nueva York, la única que agrupa a los tres pilares del proceso publi-citario: los anunciantes, las agencias y los medios. Tam-bién en este caso, las quejas dirigidas a estos tres actores por las organizaciones de consumidores u otras desem-peñan un papel determinante en la promulgación de este código de ética profesional.

censura; los fraudes, ampliamente ilustrados, en todos los ni-veles de la explotación de la película. Las medidas adoptadas por el decreto de 1928 —conocido como decreto Herriot— son, a su vez, revisadas a la baja en 1936, a raíz de la inter-vención de la MPAA. En el mercado internacional triunfa el modelo norteamericano de producción, la edad de oro de los estudios, lo cual se traduce en la masiva exportación de pelí-culas hollywoodenses.

AMBIVALENCIAS DEL DISCURSO NACIONAL

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ampliamen-GEOPOLÍTICA DE LAS RELACIONES CULTURALES 49

te desplegada, en verdad oculta una mercancía bastante pobre, porque hay que decir que no se trata sino de eliminar del mer-cado francés a las grandes firmas norteamericanas cuyos mé-todos comerciales espantan, y con razón, a sus competidores, nuestros compatriotas.» Este severo juicio, formulado en 1934 por el crítico de cine Georges Charensol, deja entrever la ambi-güedad de las razones que legitiman la política cinematográfica.

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tan-to una crítica del parámetro estadounidense como una condena sin paliativos del hecho cinematográfico en sí mismo. En cam-bio, para Robert Aron, el argumento perentorio de Duhamel «pone la carreta delante de los bueyes». Porque piensa que «las películas norteamericanas, que por lo demás resultaría arbi-trario condenar sin discernimiento, no son una causa del mal, sino, como mucho, un síntoma» (Aron y Dandieu, 1931, pág. 21). Según él, la posibilidad misma de penetración, en Francia y en Europa, de los productos de una industria cinematográfica centrada en el prototipo y en la serialización indica una crisis de civilización y de la conciencia moral que «arremete no sólo contra la unidad de Europa, sino contra la diversidad de las pa-trias y de las culturas que la componen» (pág. 245). En este sentido, Aron es coherente con su posición de defensor de «otro cine». Recordemos, en efecto, que este guionista y ami-go del dramaturami-go Antonin Artaud ha estado muy involucrado en la creación de la Federación Francesa de Cineclubs (1929). Incluso ha llegado a fundar una «Cooperativa de cine» con vis-tas a la difusión de películas de cualesquiera procedencias que «indican un esfuerzo». Una cooperativa que, con esta finali-dad, también se propone que las proyecciones vayan acompa-ñadas de intercambios con el público.

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En Estados Unidos, los independientes también son ei blanco de Hollywood

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vir-tud del cual las sociedades signatarias se comprometían a que en el futuro no impondrían a los minoristas pelí-culas de corto metraje, noticiarios, pelípelí-culas por episo-dios o del Oeste. A partir del 1 de septiembre de 1941, fue obligatorio proyectar las películas en presencia del exhibidor antes de firmar el contrato de alquiler (trade showings); se prohibió alquilar en bloque más de cinco películas y ceder un bloque determinado a cambio de la aceptación de otro bloque; se suprimió el alquiler si-multáneo en varias zonas de distribución [...]. A pesar de estas medidas jurídicas y de técnica comercial, cabe preguntarse si la tendencia hacia el monopolio de las grandes empresas se controla eficazmente» (Bachlin,

1947, págs. 74-75).

Por aquella misma época, numerosos países intenta-rán aplicar las mismas prescripciones legales a las prác-ticas de alquiler en bloque así como a las de listas negras u otros métodos que restringen la libertad comercial.

Cuando, en 1947, la editorial parisina La Nouvelle Édi-tion publica la traducción de la obra del suizo Peter Bachlin,

Der Film ais Ware («La película como mercancía»), sobre la formación y la evolución de la industria norteamericana y europea del cine, considera oportuno cambiar el título por el de Historia económica del cine (1947), para no ofender a lec-tores poco acostumbrados a ver la asociación entre arte y mer-cancía. El autor del prólogo, a su vez, comenta: «Esta obra viene a llenar una laguna de la bibliografía cinematográfica francesa. Hasta ahora, los autores que en Francia han estudia-do el cine, lo han hecho casi exclusivamente desde un enfoque estético o técnico, sin detenerse en las formas y en el desarro-llo de la colosal industria a la que ha dado origen» (pág. 8).

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3. La institucionalización de la cultura

La cultura se incorpora al ámbito de competencia del sis-tema de las Naciones Unidas a finales de la Segunda Guerra Mundial. La noción no concita sin embargo la unanimidad de los países miembros. Cada uno llega con el peso de su historia cultural. Los desacuerdos entre Estados Unidos y los países europeos que salpican la renegociación de las políticas cine-matográficas nacionales en el marco del Plan Marshall son de ese mismo orden. Pero el asunto sigue siendo en esa etapa una cuestión de acuerdos bilaterales y no compromete en modo al-guno a las nuevas instancias internacionales de la cultura.

La fundación de la UNESCO

U N RECONOCIMIENTO DIFÍCIL

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Cultu-ra, más conocida por sus siglas inglesas, UNESCO, deja en-trever las dificultades para ponerse de acuerdo sobre una fi-losofía de acción común. Sin embargo, parece que todos los países miembros comparten el mismo sentimiento sobre la «dimensión cósmica» de la definición de cultura. No ha sido así en el caso de la incorporación del tema de la educación, toda vez que algunos países temen una posible vulneración de la soberanía nacional. Ya en 1921, la Asamblea de la Sociedad de Naciones había tachado la palabra «educación» de la Reso-lución por la que se creaba la Comisión para la Cooperación Intelectual, y aún en 1944, las propuestas de las cuatro grandes potencias (Estados Unidos, Reino Unido, Unión Soviética y China), reunidas en Dumbarton Oaks en torno al proyecto de las Naciones Unidas, habían sido anunciadas en la prensa sin la menor alusión a una organización relativa a esta cuestión. Ha-brá que esperar a unos tumultuosos debates para que la educa-ción alcance a la cultura en la Carta de las Naciones Unidas.

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humani-LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE humani-LA CULTURA 5 7

La Internacional Situacionista contra la burocratización de la cultura

En 1960, dos años después de su fundación, la In-ternacional Situacionista publica un manifiesto en el que cuestiona a la UNESCO. He aquí un extracto:

«El objetivo más urgente que le asignamos a esta organización, en el momento en que sale de su inicial fase experimental para una primera campaña pública, es la toma de la UNESCO. La burocratización, unificada a escala mundial, del arte y de toda la cultura, es un fenó-meno nuevo que expresa el profundo parentesco de los sistemas sociales que coexisten en el mundo, basado en la conservación ecléctica y en la reproducción del pasa-do. La respuesta de los artistas revolucionarios a estas nuevas condiciones ha de ser un nuevo tipo de acción. Como la propia existencia de esta concentración direc-torial de la cultura, localizada en un solo edificio, fo-menta un dominio por vía de putsch, y como la institu-ción está perfectamente desprovista de la posibilidad de un uso sensato fuera de nuestra perspectiva subversi-va, consideramos que estamos justificados ante nues-tros contemporáneos para apoderarnos de este aparato... ¿Cuáles deberán ser las principales características de la nueva cultura, empezando por su comparación con el arte antiguo? Contra el espectáculo, la cultura situacio-nista realizada introduce la participación total. Contra el arte conservado, es una organización del momento vivi-do, directamente. Contra el arte parcelario, será una práctica global... Contra el arte unilateral, la cultura si-tuacionista será un arte del diálogo, un arte de la in-teracción» (Internacional Situacionista, 17 de mayo de

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dad» (Wilson, 1947, pág. 288). Lo cual no se diferencia mu-cho de la política en relación con el uso del cine, propuesta en los años treinta por la Comisión para la Cooperación Intelec-tual de la Sociedad de Naciones.

No obstante, se advierten fisuras en esta visión armónica de una comunidad intelectual y política. El acta constitutiva de la UNESCO la elaboró, en noviembre de 1945, un comité de re-dacción formado por representantes de Francia, la India, Mé-xico, Polonia, Reino Unido y Estados Unidos de América. La negativa a participar de la Unión Soviética pone sordina a la re-presentatividad de la organización. No será miembro hasta 1954, al morir Stalin. La ausencia de uno de los grandes favoreció la tesis liberal en su versión norteamericana, conocida también como doctrina del free flow of information, llegado el mo-mento de introducir en los textos e interpretar la cláusula: «Fa-cilitar la libre circulación de las ideas por medio de la palabra y de la imagen».

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LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CULTURA 5 9

obstáculos a la expansión de los productos de las empresas privadas norteamericanas, ya sean agencias de prensa, revistas, películas u otros medios de comunicación, a través del mun-do» (Seller y Roel, 1979, pág. 105). En 1948, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Libertad de la Información que tiene lugar en Ginebra, adopta la visión estadounidense sobre el libre flujo de la información.

Las objeciones y presiones de la delegación norteamerica-na acreditan el deseo de instrumentalizar el organismo con fi-nes políticos. Una vez dentro, la Unión Soviética hará lo mis-mo. Pero esta vez, para impedir cualquier debate susceptible de abrir una brecha en su sistema de información y de comu-nicación, cerrado a cal y canto en nombre de la seguridad y de la defensa de la soberanía nacional contra la injerencia exter-na (T. Mattelart, 1995).

CULTURA DE MASAS/CULTURA POPULAR: LA CONTROVERSIA CONCEPTUAL

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pala-bras» (pág. 91). Un observación que augura un malentendido persistente entre una tradición acostumbrada a asimilar popu-lar culture y mass culture, y otra, sin duda mayoritaria en esa época, que considera impensable fusionar ambas expresiones. Según el historiador norteamericano Daniel J. Boorstin, Esta-dos UniEsta-dos es «el primer pueblo de la historia que ha dispues-to de una cultura popular organizada de forma centralizada y producida masivamente [...]. ¿Qué hay de nuestra cultura po-pular? ¿Dónde está? En un país como el nuestro, caracteriza-do por la existencia de comunidades de consumicaracteriza-dores y que concede una especial importancia al producto nacional bruto y a la tasa de crecimiento, la publicidad se ha convertido en el núcleo de la cultura popular e incluso en su auténtico prototi-po» (Boorstin, 1976, pág. 64). La cohesión social había fra-guado en los países de Europa occidental gracias a la alqui-mia de múltiples agentes de socialización: élites intelectuales, Iglesia, sistema educativo, organización de masas, sistema de partidos, etc. La joven nación norteamericana, por su parte, ha apostado por el sistema mediático en su modalidad comercial. La reticencia respecto de esta particular noción de cultura hace que numerosas delegaciones —empezando por la france-sa— se manifiesten alérgicas a la noción misma de comunica-ción, hasta el punto de marcar las distancias y transmitir a los intérpretes la consigna de traducir la expresión «medios de co-municación» por «medios de información». Situación que, en ciertos casos, perdurará hasta la década de 1970. Por consiguien-te, no resulta nada sorprendente que el malentendido concep-tual se entrometa en las discusiones bilaterales sobre inter-cambios cinematográficos.

La excepción antes de la excepción

MOVILIZACIÓN GENERAL CONTRA UN ACUERDO LEONINO

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devasta-LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE devasta-LA CULTURA 61

El concepto de industria cultural

Uno de los primeros conceptos de la teoría crítica sobre la cultura de masas es el de «industria cultural», acuñado en 1944 por dos filósofos de la escuela de Frank-furt, Theodor Adorno y Max Horkheimer, que lo inscri-ben en una reflexión de larga duración sobre el devenir de la cultura. Exiliados en Estados Unidos para escapar del nazismo, hablan de lo que, según han podido ver, allí se desarrollaba: poder de la radio, el cine y la publi-cidad, nacimiento de la televisión. A su juicio, la indus-tria cultural fija de manera ejemplar la degradación de la cultura en mercancía. La transformación del acto cultu-ral en valor mercantil destruye su poder crítico y disuel-ve en sí mismo las huellas de una experiencia auténtica.

Al referirse a la industria cultural en singular, Hork-heimer y Adorno (1974) designan un movimiento gene-ral de producción de la cultura. Señalan la imbricación entre esta última, la tecnología, el poder y la economía. No se detienen en aprehender esta producción como un conjunto diversificado y contradictorio de componentes industriales (libro, radio, cine, disco, etc.) concretos que ocupan un lugar determinado en la economía. Igual-mente, para hablar de las relaciones entre el poder y la cultura, no se interesan en absoluto en el modo de insti-tucionalización (público/privado, por ejemplo) que im-plica esta producción. Su verdadero objetivo es la cultu-ra de masas. El concepto de industria cultucultu-ral sólo está ahí para apuntalar al otro. De hecho, lo que describen son los efectos de la industria cultural sobre los produc-tos en sí. Una cultura hecha con una serie de objeproduc-tos que llevan la impronta de la industrialización: serialización, estandarización, división del trabajo. Ahí es donde loca-lizan la disolución de la idea de cultura.

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tan-to al jazz como a los comics, a la radio como al cine. Como si el peso económico y financiero de Hollywood hipotecara la legitimidad del cine. Ponen de relieve un solo aspecto, ciertamente fundamental, de la conjunción entre arte y tecnología. Pero una concepción un tanto sobrevalorada del arte como fermento revolucionario les impide percibir los restantes aspectos de esta coinci-dencia. Aspectos que Walter Benjamin, otro represen-tante de la escuela de Frankfurt, ha abordado en 1933 en un texto en el que demuestra, concretamente, cómo el principio mismo de la reproductibilidad técnica con-vierte en caduca una vieja concepción del arte que de-nomina «cultual» o «aurática». Es el caso de un arte co-mo el cine (Benjamin, 1971).

Habrá que esperar más de treinta años para que el lector de lengua francesa disponga de la traducción del texto de Adorno y Horkheimer, publicado originalmen-te en alemán y en inglés.

dos por la guerra, proporciona una idea de la posición geopo-lítica que empieza a ocupar la «industria cultural» en las rela-ciones internacionales. El gobierno de Washington intenta suavizar las políticas de protección de las industrias cinemato-gráficas nacionales (Guback, 1969). La agravación del dese-quilibrio de los intercambios es un hecho. Uno de los primeros estudios que la UNESCO ha dedicado a los medios pone de manifiesto los riesgos que, para la industria de seis países europeos, implica la repentina afluencia del stock de películas norteamericanas que los espectadores no han podido ver con anterioridad.

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LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CULTURA 6 3

Un contexto favorable a la crítica del American way oflife

No es posible calibrar el contexto en el que se im-plantan o despiertan representaciones negativas del po-der norteamericano sin evocar las críticas estructurales a un modo de vida y de modernidad percibido como si se tratara de un horizonte insuperable por la evolución social. El filósofo Alexandre Kojéve lo expresa en ca-liente en 1947 cuando retoma la tesis hegeliana del «fin del tiempo humano o de la historia» y la aplica al mo-mento actual: el American way oflife constituye el tipo de vida propio del período posthistórico. El Homo sa-piens saldría de la historia y el Discurso (Logos) huma-no en sentido propio desaparecería. «Los animales de la especie Homo sapiens reaccionarían mediante efectos condicionados ante señales sonoras o mímicas y sus «sedicentes» discursos serían de este modo semejantes al pretendido «lenguaje» de las abejas. Lo que entonces desaparecería no es sólo la Filosofía o la búsqueda de la Sabiduría discursiva, sino también esta misma Sabi-duría. Porque en esos animales posthistóricos ya no ha-bría conocimiento (discursivo) del Mundo y de sí» (Kojéve, pág. 436).

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sistemas políticos europeos, considerados demasiado auto-ritarios y demasiado jerarquizados, y el "ideal" ameri-cano» (Pollak, 1979, pág. 58).

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zas de izquierda son poderosas, hay un amplio consso en torno a la construcción de un servicio público en-tre todas las tendencias de la Resistencia y en el seno del gobierno provisional del general De Gaulle.

trece semanas para las películas nacionales, y luego cinco. Los norteamericanos se niegan a ir más allá de cuatro. El tiempo de pantalla dedicado a las películas nacionales se reduce pues del 50 % al 31 %. En 1948, ante el vertiginoso aumento de las licencias concedidas a las películas norteamericanas, actores, realizadores, productores y técnicos, afiliados o no a la Cén-trale Genérale des Travailleurs (CGT), entonces mayoritaria en los oficios del sector, se movilizan y obligan al gobierno a renegociar los términos del acuerdo. Se concede una quinta semana al trimestre a las películas francesas. Además, se re-glamentan las modalidades de la repatriación de los beneficios de las compañías norteamericanas. Punto importante en una coyuntura caracterizada por la falta de divisas. Se congelará parte de los beneficios anuales de las películas norteamerica-nas autorizadas. Pero se proponen vías para reinvertirlos en la actividad cinematográfica en territorio francés: coproducción, construcción de nuevos estudios, compra de derechos de dis-tribución de películas francesas, compra de argumentos o de guiones, etc.

En 1947, el gobierno británico decide aplicar una tasa del 75 % sobre todas las películas extranjeras. Las majors repli-can con un boicot que dura siete meses, al término del cual se firma un nuevo acuerdo: desaparece la tasa, pero, igual que con Francia y por las mismas razones de balanza de pagos, se con-gela una parte de los beneficios, que ha de utilizarse en suelo nacional. La paradoja de la política inglesa de cuotas (45 %,

Referências

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