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La importancia de la sanidad rural

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Academic year: 2017

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EDITORIALES 1133

LA IMPORTANCIA DE LA SANIDAD RURAL

Sabido es que las condiciones higiénicas del campo reaccionan sobre las de las ciudades, y que, por lo tanto, todo plan armónico y comprensivo de higiene en cualquiera región, debe tomar en cuenta la situación rural, así como la urbana, hecho éste que suele olvidarse en algunas partes.

Los problemas son idénticos, aunque su importancia y aspecto quizás varíen, debido a las diferencias del medio ambiente. En los Estados Unidos se ha calculado que en las comunidades rurales hay constantemente como un millón de personas incapacitadas por enfermedades, muchas de ellas prevenibles; que 70 por ciento de los escolares son víctimas de defectos físicos, muchos de ellos también remediables; que 30 por ciento de los jóvenes de edad militar no pueden realizar arduos trabajos ni faenas militares, también en gran parte debido a causas prevenibles, y que más de 60 por ciento de las personas de 40 a 60 años de edad necesitan asistencia médica, por causas igualmente en gran parte prevenibles. Lo observado en Norteamérica reza por igual, y quizás aún con más fuerza, con otros países menos prósperos y dotados de peores medios de comunicación, y más insuficientes servicios médicos e higiénicos.

La gran deficiencia del medio rural comparado con el urbano, consiste en la falta de organización sanitaria, y de ahí la frecuencia del paludismo, 1~s helmintiasis y las enfermedades entéricas, la imperfecta disposición de las inmundicias, mala calidad de los abastos de agua, descuido en la producción de la leche, con el consiguiente riesgo para los habitantes de las ciudades. En los campos también suelen faltar hospitales, buena asistencia médica, laboratorios y enfermeras. Muchas veces la falta de esos cuasi-indispensables servicios de la civilización moderna procede de la falta de recursos: y el Estado debe considerar detenidamente si no redundará en beneficio de todos la extensión a la zona rural, por cuenta del Erario Público, de los servicios de higiene. A veces pueden combinarse para con- seguir tal servicio varios distritos, rurales, o rurales y urbanos.

Concentrando todas las ramas del trabajo bajo la direccitin de un jefe de sanidad para todo el distrito, puede obtenerse un máximum de rendi- miento con un mínimum de gastos y de energía, y también de fricción. Al emprender higiene rural, hay que considerar estos problemas en par- ticular: enfermedades transmisibles agudas, saneamiento de los vivien- das y también de los sitios públicos, helmintiasis, paludismo, tuber- culosis, higiene infantil y maternal, mal venéreo, higiene escolar, y ade- más cualesquiera otros problemas que revistan importancia en la localidad dada. Esos asuntos deben ser atacados en el orden que parezca más conveniente, de modo que cada dólar invertido y cada unidad de energía rindan el mayor valor posible en el fomento de la

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OFICINA SANITARIA PANAMERICANA

salud y prevención de las enfermedades. No cabe duda, como lo demuestra lo observado en los Estados Unidos y en el Brasil, que el dinero gastado en higiene rural queda con creces compensado con la prevención de la enfermedad y la perdida de salario de los campesinos.

Lumsden, autoridad indiscutible en todo lo relativo a ese tema, ha calculado que, para mantener un servicio eficaz de higiene rural en los Estados Unidos, precisarían unos 20 millones de dólares anuales, en tanto que, sin contar las perdidas de vida, salud y dicha humana, el dispendio económico representado por las pérdidas de salarios y otros gastos inherentes a las enfermedades prevenibles, asciende a más de mil millones de dólares, o sea, en otras palabras, que el dinero consagrado a sanidad campestre rinde utilidades de 100 a 3,000 por ciento.

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Los específicos ?J los médicos.-El asunto de las medicinas de patente no está relacionado únicamente con la salubridad y la higiene privada; ha liegado tam- bién a ser un problema, y serio, para todos los que practican la profesfón médica. El alud de “nostrums ” como los llaman los pueblos de habla inglesa, hace nau- fragar al médico de mejor memoria, al más estudioso y al más metódico. Esa inundación de medicamentos, por regla general sabia y profusamente anunciados, ha contribuido no poco al desprestigio que amenaza a la medicina cl6sica en ciertos círculos, y probablemente, en mayor o menor escala, en todos los paises civilizados y semicivilisados. Es cosa corriente que ciertos pacientes, lectores asiduos de prospectos y anuncios de medicamentos de patente, conozcan al dedillo nombres, propiedad-, dosis y otros detalles de productos que suelen desconocer muchos m6dicos. Estos pueden quedar hasta en completo ridfculo, en el criterio al menos del enfermo, si éste resulta estar “más enterado” que ellos. A menudo, el médico no conoce siquiera el nombre del producto; mucho menos su forma farmacéutica, su composicibn, sus indicaciones. Y iquién es el hombre capaz de retener, no digamos la fórmula, las dosis, las formas farmacéuticas de

10,000

6 20,000 medi- camentos de patente, sino los nombres siquiera de todos ellos? Para personas de poco criterio, el médico que “falle” en el conocimiento de ciertos productos ya usados por los enfermos y hasta familiares para ellos, es una persona atrasada, indolente, que no se mantiene al corriente de “los últimos adelantos de la medicina y de la terapéutica.” Es cierto que muchos médicos contribuyen poderosamente para que ese estado de cosas se agrave; hay en la actualidad millares de profesio- nistas que no prescriben otra cosa que medicamentos patentados. Un droguista de barrio me decfa no hace mucho que todos los médicos cuyas recetas eran despacha-

das en su establecimiento, con una excepción quizá, prescribfan únicamente pro- 4 duetos de patente. Recientemente, también, al examinar a un enfermo, supe

por la familia que habían acudido poco antes a un médico extranjero que había prescrito nada menos que cuatro productos diversos de patente, ninguno de los cuales, por otra parte, era en modo alguno indispensable. Esto no es ejercer la medicina. Es practicar el curanderismo profesional, desprestigiar la ciencia seria, compro- meter la reputación de todo el cuerpo mkdiCO.-SALVADOR BERMÚDEZ, Gaceta Mtdica de México, mayo de 1929.

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