EDITORIALES
EL CENTENARIO DEUNANUE
Siglo Eué el XVIII de grandes hechos en todo el universo, y en ninguna parte mayores que en el Nuevo Mundo, donde viera surgir los Estados Unidos y asomar los albores de la libertad en la América Latina.
Teatro fu6 de grandes hechos y, naturalmente, tambien de grandes
hombres, sin que sea excepción la medicina, pues en dic,ha centuria
nacieron figuras como Mutis, Espejo, Flores, Vargas, Montaña,
Mu&, Romay, y también la personalidad el centenario de cuya
muerte conmemórase este mes: el benemérito en tantos sentidos, Hipólito Unanue (agosto 13, 1755-julio 15, 1833).
Estadista, cosmógrafo, investigador, sociólogo, botánico, orador,
protomédico de título y en realidad, en todos esos campos radió su luz el talento de Unanue, y cabe recordar que en el de la higiene nos legó enseñanzas fecundas, y di6 ejemplos, como el de la creación de la primera Junta de Sanidad en el Perú, que lo convierten también en
ese terreno en uno de los precursores.
En la esfera del panamericanismo, a él le tocó colaborar con Bolívar,
cuyo consecuente amigo y fiel lugarteniente fuera, en el reconocimiento de la independencia del Alto Perú, que pasara a ser Bolivia, y en la tarea de organizar el Congreso de Panamá, primero de su serie y que, si estéril de momento, trazó la pauta seguida después con éxito en el futuro.
En una larga vida de luchador y servidor del progreso en todas sus formas, encontramos a Unanue siempre en primera fila, alentando con
su voz y su contribución personal todo lo que signific,a adelanto para
su patria, y en un cuadro, por decirlo así, más reducido si trascendente
robusteciendo y ampliando el estudio de las ciencias médicas, meclianto
la fundación del primer anfiteatro anatómico de América y la re-
organización de la Facultad de Medicina, y formando una falange
intelectual, como la llamada “Amantes del País,” con sus propias
revistas, Mercurio Peruano (1791) y Verdadero Peruano (1813), que fomentaran el cultivo de las ciencias y de las letras.
Casa de los sabios fué llamada la morada de Unanue, mas debemos hacer notar que también fué pedestal de los hombres de awión, pues la
biblioteca, atestada de instrumentos, globos y libros, vió aparecer
sucesivamente a los dos libertadores de Sudamérica, San Martín y
Bolívar, a solicitar el concurso del sabio en la lucha por la inde-
pendencia.
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[Julio 19331 iooNosis
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No hay siquiera que hojear las obras de más empeño, como las
“Observaciones sobre el clima de Lima” o la la “Relación” de 1796,
para darse cuenta del calibre mental de esta gloria americana, pues basta con tomar al azar los discursos y escritos hechos, como quien dice, de ocasión, para ver la profundidad con que abarcaba todo asunto,
y el lenguaje magnilocuente en que sabía expresar sus ideas esta
personalidad de tantas facetas, a cual más clara y brillante.
De Unanue tenemos este retrato:* “Alto y de color pálido, negro cabello cayendo en guedejas sobre la frente, ojos de azul claro y mirar
afable, y figura rodeada de dignidad templada con gentileza.” Algunas
siluetas muestran al investigador y al erudito en momentos solemnes o
de recogimiento. En la portada de este número aparece otro aspecto
algo más festivo y quizás menos conocido del gran señor de las acade- mias y los ministerios y la alta sociedad en el galano uniforme de su tiempo.
Bolívar creía que Unánue podía muy bien abandonar el poder,
diciéndole al Congreso: “Entrego la República libre de enemigos,
libre de facciosos, libre de todas las calamidades públicas y domésticas: las Leyes han mandado, en lugar del Gobierno; la Nación ha cumplido sus empeños; y ella ha recobrado su Dignidad mientras la he servido. Yo no veía esta Nación cuando empecé la carrera pública, y ahora la presento integra, gloriosa, libre y pacífica. . . .” Como prueba de su
interés y patriotismo, no hay más que recordar que cuando abandonó
el encumbrado puesto de Jefe del Gobierno, se negó a aceptar una pensión vitalicia de 4,000 pesos anuales, pues, según se hizo constar entonces “desvelado por el bien de la República, no exigía por premio sino el haberla servido.”
Otros discutirán las múltiples facetas de este prócer de la ciencia
americana.2 En medicina América nada tiene más alto ni más
augusto, y su mero nombre evoca una de las cúspides más encumbradas
que jamás alcanzara la profesión. Gran vida, en verdad ésa, de
hombre de ciencia y ciudadano Probo y útil, que puede muy bien
servir de modelo, digno de imitación, a cada nueva generación y a
todo país.
ZOONOSIS TRANSMISIBLES AL HOMBRE
En su reciente libro sobre las enfermedades transmisibles de los
animales al hombre, Hull 3 hace notar que, si bien es cierto que, en lo tocante a difusión de males contagiosos, el hombre es su peor enemigo, los animales inferiores le siguen bastante de cerca. Allá en la pristina época de su existencia, cuando el hombre poníase en contacto con los
1 El cuadro procede del pincel del artista español Julio Vila Prades.
2 Este notable aniversario va a ser conmemorado no sólo por la Academia de Medicina de Lima sino par corporaciones de otros países, entre ellas el Capítulo de Wáshington de la Asociación Médica Panameri- cana, 7 la Academia de Ciencits Médicas, Físicas y Naturales de la Habana.
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OFICINA SANITARIA. PANAMERICANA [Julioanimales principalmente mientras a caza de ellos andaba, las pro-
babilidades de infectarse, debieron, naturalmente, ser bastante
remotas, salvo cuando daba con alguna bestia enferma. Apenas
abandonara la vida nómada, comenzaron las dificultades, pues no
tan sólo le transmitían enfermedades mortíferas los animales que
domesticaba, sino que los roedores entraron a formar parte, casi
obligada, de su vivienda. Desde los comienzos de la historia escrita,
encontramos mención de enfermedades que, según luego se ha
descubierto, proceden de los animales inferiores.
Si tomamos los bovinos, que figuran entre los animales más indis- pensables, pues no tan sólo aportan trabajo, sino carne y leche al hombre, encontramos siete enfermedades bacterianas transmisibles al hombre, o sean tuberculosis, carbunco, fiebre ondulante, glosopeda, rabia, vacuna y actinomicosis, y una parasitaria, la producida por la
Taenia saginata. Males humanos con que pueden infectarse las
vacas y retransmitirlas al hombre, son la escarlatina, la angina
estreptocócica y la difteria. También pueden contraer la viruela en
forma de vacuna, pero modificada de tal modo que jamás produce la
enfermedad primitiva. De dichas dolencias, corresponde el primer
puesto a la tuberculosis, viniendo después la angina estreptocócica,
la fiebre ondulante y el carbunco. La glosopeda, rabia, difteria y
escarlatina son transmitidas al hombre por los bovinos con más
rareza y, con respecto a la actinomicosis, caben ciertas dudas.
El caballo, viejo y fiel amigo del hombre, y animal de los más inteligentes inferiores, es menos susceptible de enfermar al hombre, pero aun de él, pueden contraerse la viruela equina, aunque raramente, el aborto epizoótico producido por la Salmonella abortus-equi (que no debe ser confundida con la Br. abortus) y, sobre todo, el muermo y
también el carbunco, transmitido este último por la piel (cuero) o
crines. La rabia, si bien infecciosa para los caballos, rara vez es
transmitida por ellos al hombre. En el ganado equino, la tuberculosis
es enfermedad algo rara, y lo mismo sucede con la actinomicosis. Los
caballos son resistentes a las afecciones de los roedores, pero pueden albergar los ácaros que transmiten la fiebre maculosa y la tularemia.
En lo que se sepa, no hay parásitos intestinales transmisibles del
caballo al hombre.
Los cerdos, ya domesticados desde la época prehistórica, pueden dar
ocasión a varias infecciones humanas. Ya en tiempo de los judíos, la
transmisión de la teniasis hizo prohibir el consumo de la carne de
puerco. Los marranos pueden transmitir el aborto epizoótico, aun
más virulento para el hombre que el bovino.
Las ovejas y cabras son de menor importancia patógena para el
hombre, si exceptuamos la fiebre ondulante.
De todos los animales, el perro es el que goza de contacto más
íntimo con el hombre, y la afección que le transmite con mayor
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el más peligroso es la Taenia echinococcus, si bien hay otros vermes
transmisibles. El perro también puede propagar al hombre ocasional-
mente, sarna y tiña. Aunque, en general, los canes no se muestran
susceptibles a las enfermedades de los roedores, pueden obrar como portadores mecánicos del sodokú, y últimamente se les ha inculpado de
ofrecer albergue a las pulgas que transmiten cierta especie de tifo
relativamente benigno. Los perros también han resultado sus-
ceptibles al microbio escarlatinoso, de modo que podrían constituir en ese sentido un peligro para los niños.
Otro animal doméstico algo parecido al can en su facultad
patógena es el gato, pues puede transmitir la rabia, y hace lo mismo
con varios parásitos animales, entre ellos nematodos y tenias. Su
relación con la difteria hállase todavía en tela de juicio
De todos los animales inútiles para el hombre y que más explotan a éste, la rata parece ser el más detestable, y bastaría su intervención
en la peste bubónica para su estigma completo. Otras enfermedades
transmisibles por dicho roedor son el sodokú, la ictericia espiroquética y, ocasionalmente, la tularemia, mientras que se le ha inculpado de
numerosas epidemias de intoxicación alimenticia. Las ratas también
pueden recoger protozoos intestinales del hombre y depositarlos en el alimento y el agua
Las aves de corral, y los pájaros en general, padecen de numerosas
enfermedades, pero la mayoría revisten comparativamente muy
poca importancia para el hombre. Es un hecho, sin embargo, que
la difteria puede ser contraída por las aves, poniendo así en peligro a las personas susceptibles que se pongan en contacto con ellas. También hay que mencionar la posible transmisión de la tuberculosis
y mucho más positivamente la psitacosis, que tanta atención ha
recibido en el pasado reciente.
Lo escrito anteriormente no toma en consideración los animales
silvestres que, sabido es, pueden propagar varias dolencias, como
la peste, la tularemia, la fiebre maculosa, parásitos intestinales,
glosopeda y carbunco, y quizás las investigaciones del futuro demues- tren hasta paludismo y fiebre amarilla
Analizando los datos, veremos que de las enfermedades enumeradas,
las siguientes son primordialmente zonógenas, es decir, que el hombre
suélese infectar directamente de un animal: actinomicosis, carbunco, fiebre maculosa, fiebre ondulante, glosopeda, ictericia espiroquética, muermo, peste, rabia, psitacosis, salmoneliasis, sodokú, triquinosis,
tuberculosis extrapulmonar y tularemia. Aunque algo larga la lista,
en realidad apenas si representa una fracción de los males de que
padece el hombre. De todos modos, los conocimientos adquiridos
durante los últimos 75 años han armado a la humanidad mejor
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OFICINA SANITARIA PANAMERICANA [Julio 1933Para concluir, digamos que muchos de nuestros epidemiólogos más notables quizás no convengan con todas las opiniones expresadas por Hull en la interesante obra de la cual tomamos la mayor parte de estos datos, pero contado será quien niegue que los animales
desempeñan un papel importante en la propagación de un número
muy considerable de infecciones.
Médicos clel Perú.-El número de mbdicos graduados o autorizados por la Facultad de Medicina de San Marcos, ascendia en 1932 a 1,024, de los cuales residen en las provincias de Lima y el Callao unos 500, o sea uno por cada 3,001 habitantes en todo el pais, por 681 en Lima y el Callao, y por 5,215 para el país exclusive de esas provincias. (Olaechea, A. S.: Rev. Mdcl. Per., 637, eno., 1933.)
La puericullura ZJ el maestro rural.-El Maestro Rural, además de serlo, tiene que obrar también como mediador y consejero imparcial en todas las disputas; confesor que recibe todas las penas, deslices e inquietudes que embargan los espíritus; consolador de todas las aflicciones; médico de todas las dolencias, sin que para esto requiera sentar plaza de seudo-jaczdtativo, ni menos de charlatán interesado; agrónomo que mejore los procedimientos de cultivo, con miras a su variedad e intensificación; higienista que regule las condiciones de vida del conglomerado que le rodee, de acuerdo con las características del clima etc.; buen observador de las variaciones del tiempo, para sacar de las mismas aplica- ciones prácticas e interesantes a cultivos, cosechas, crianzas de animales, etc.; pero sobre todo, urge que sepa al menos lo m8s esencial de cuanto se relaciona con la puericultura, es decir, con el cultivo de los niños, con ese arte excelente entre todas la: artes, que enseña a criar hijos sanos y fuertes, para que sean felices y útiles en un alto sentido. “Sin salud no puede haber felicidad;” y para que la salud sea completa, es preciso que abarque todos los aspectos del sCr humano, en sus múltiples componentes: cuerpo, alma, mente y espíritu, ligados todos ellos por la más estrecha intimidad, hasta dar origen al sabio y proverbial aforismo latino: Mens sana in corpore sano, el cual equivale a decir que en un cuerpo enfermo no puede abrigarse una mente sana; siendo entendido que lo mismo que se dice dc la mente, hab& que afirmarlo respecto del alma y del espíritu, otras dos grandes fuerzas invisibles y sin embargo “tangibles” de la personalidad individual y colectiva. La puericultura abarca todo cuanto constituya cullivo del niño, principalmente en lo material. Ella es, por eou- siguiente, la llamada a procurar a la enseñanza, a la educación, a la cultura, los elementos fundamentales; de donde resulta que todos los problemas educativos, cuil más, cuál menos, tienen que ver muy de cerca con la formadora de los factores de esa vasta e inquietante ecuación que baraja entre sus cifras la felicidad
o la desdicha de la patria. Los campesinos constituyen, en al árbol grandioso de la nación, las menudas, incontables raíces encargadas de buscar donde se encuentren, se cual fuera la profundidad, las partículas del acervo respetable que se llama riqueza de la República. En otro orden de ideas, son los elementos formativos de ese algo poderoso e inmarcesible que se denomina la majestad de la patria; y según sean los principios con que se nutran, así será la savia que circule por las venas del país; saludable o enfermiza; regenerada y bien dispuesta a seguir el curso ascendente de su lenta evolución, o intoxicada por dañinas influencias, por deletéreos gérmenes de disolución y de ruina.-MANUEL ZÚNIGA IDIÁQUEZ.
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