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Badiou, Alain - Teoría del sujeto.pdf

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T

e o r ía

d e l

SUJETO

*

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rez. - l a ed. - B u en o s A ires : P ro m ete o L ib ros, 2 0 0 8 . 3 5 0 p. ; 2 1 x 1 5 cm .

T rad u cid o p or: Ju a n M an uel Sp in elli ISBN 9 7 8 - 9 8 7 - 5 7 4 - 2 9 7 - 0

1. Filo so fía. 1. A lvarez, R icard o , c o o rd . II. S p in elli, Ju a n M an uel , trad. III. T ítu lo

C D D 1 9 0

Traducción: Ju an Manuel Spinelli

Supervisión y cuidado de la edición: Alejandro Cerletti

O De esta edición, Prometeo Libros, 2 0 0 9

Pringles 521 (C 1183A EI), Buenos Aires, Argentina Tel.: (5 4 -1 1 ) 4 8 6 2 -6 7 9 4 / Fax: (5 4 -1 1 ) 4 8 6 4 -3 2 9 7 info@prom eteolibros.com

www.prometeolibros.com www.prometeoeditorial.com

ISBN: 9 7 8 -9 8 7 -5 7 4 -2 9 7 -0

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Prohibida su reproducción total o parcial Derechos reservados

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índice

Prefacio a la edición en español de T eoría d el su jeto ... 9

Im a g e n ... 13

P re fa cio ... 15

A propósito de las cita s... 21

I. El lugar de lo su b jetiv o ...23

Todo lo que es de un todo lo obstaculiza en tanto que se incluye en é l ... 25

La acción , m orada del s u je t o ...36

Lo real es él im pase de la form alización; la form alización es el lugar de superación de lo real... 4 6 Hegel: «La actividad de la fuerza es esencialm ente actividad que reacciona contra sí» ... ... 52

Subjetivo y o b je tiv o ... 60

II. El su jeto b ajo los significantes de la e x ce p ció n ... 73

De la fuerza com o desaparición, cuyo efecto es el Todo de donde h a desaparecido...75

D ed u cción del clivaje ...8 8 Ante la nu be abrum adora silen ciad o... 9 7 Todo sujeto es una excepción forzada, que viene en segundo lugar... 107

Joyería para lo sagrado de toda sustracción de existen cia... 122

III. Falta y d estru cción... 137

Lo U no nuevo im pide lo uno n u ev o, y lo su p one... 139

Del lado de lo V erd ad ero...142

No hay relaciones de c la se ... 151

Todo sujeto cruza una carencia de ser y una d estru cció n ...158

A ntecedencia del sujeto a sí m is m o ... 166

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IV Retorno m aterialista del m aterialism o ... 20 1 La oveja negra del m aterialism o...2 0 3 La insoluble sal de la verdad...2 1 4 Responder - a la esfin g e- exige del sujeto que no tenga que

responder, de la esfinge...2 2 4 Álgebra y topología...23 1 V ecin d ad es... 2 3 8 La consistencia, segundo nom bre de lo real después de la cau sa... 2 4 7 Tan poca o n to lo g ia ... 2 5 7

V Subjetivación y proceso s u b je tiv o ... 2 6 3 El contrario topológico del nudo no es el corte-dispersión, sino

la d estru cción-reco m p osició n... 2 6 5 A nticipación subjetivante, retroacción del proceso s u b je tiv o ... 2 6 9 «¡De prisa! ¡De prisa! ¡Palabra de v iv a n t!» ... 2 7 5 Lo in ex iste n te ... 2 8 0 Lógica del e x ce so ... 2 8 6 VI. Tópicos de la é t ic a ... ... 2 9 7 ¿D ó n d e ?...■... 2 9 9 El entorchado subjetivo: v|/ y a ...3 0 7 Diagonales de lo im aginario...3 1 9 Esqu em a... 3 2 6 La ética com o disipación de las paradojas del espíritu de p a r tid o ...331 Desvío clá sic o ...3 3 8 Am en lo que jam ás creerán dos v e c e s ... 3 4 4

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Teoría del sujeto

Pocos libros de filosofía conocieron una historia tan extraña com o m i

Teoría del sujeto.

En principio, la redacción m ism a del libro fue una suerte de paradoja. Durante los años setenta del siglo pasádo, entre 1 9 7 2 y 1 9 7 8 , com biné un activism o m ilitante extrem o - e n el m arco de la organización m aoísta cuyo título exacto, y m uy largo, era «Grupo para la fundación de la U nión de los Com unistas de Francia M arxistas-Leninistas», y su sigla, UCFM L, m uy esotérica, pero cuyo pensam iento y acción eran, lo m antengo, ad­ m ira b le s- con un curso en la Universidad de V incennes, destinado a un pú blico relativam ente restringido, el cual debía ser tanto más paciente cuanto que las exigencias de la acción política com portaban, por m i parte, frecuentes ausencias, a m enudo inopinadas. C ualesquiera hayan sido las tensiones y los prodigios de esos años militantes maravillosos, mi verdadera ju ven tu d tardía, yo no podía estar a la vez, al m ism o tiem po, ante la puerta de la fábrica R hóne-Poulenc de Vitry y en la sala prodigiosam ente llena de hum o donde, cigarrillo en m ano, superaba, al igual que un caballo lo hace con los obstáculos, las innum erables y a veces venenosas preguntas del auditorio. Este curso era m uy singular, porque trataba de fundar una continuidad entre m is años estructuralistas y com pletam ente consagrados al pensam iento puro (digam os, entre 1 9 6 0 y 1 9 6 7 ), y el cam bio radical, subjetivo y práctico, com portado por las consecuencias de Mayo del 6 8 . Yo re interpretaba a Mao a través de M allarm é, la disciplina del (futuro) Partido de tipo nuevo según la teoría de los con ju n tos genéricos, o aun la subjetividad m ilitante a partir de los grandes tipos legados por la tragedia griega, ella mism a revisitada por H ölderlin. Yo hacía lindar, forzadamente en apariencia, pero según una lógica dialéctica finalm ente persuasiva, la tensión, que todo m ovim iento con o ce, entre el entusiasm o de las masas rebeldes y la disciplina de clase que exige toda acción victoriosa, con la teoría de las instancias del Sujeto (im aginario, real, sim bólico) propuesta por Lacan. He definido recientem ente al filósofo com o el «soldador de los m undos separados». No creo haber soldado nu nca unos m undos tan aparentem ente dispares com o los que, durante esos extáticos «años rojos», traté de em parejar en m i curso.

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Al a in Ba d io u

A continuación, surgió la idea de redactar estas lecciones, de hacer de ellas un libro. Estábam os en el extrem o final de la secuencia. El gran movimiento de las residencias Sonacotra representaba sin duda su forma última, pero ya Mitterand despuntaba b ajo el vigor declinante del izquier- dismo organizado y de los m ovim ientos populares de los que garantizaba el balance político provisorio. Se volvía a las urnas casi en todas partes, se aceptaba de nuevo llevar el yugo siniestro de la «izquierda» oficial. Diez años después de «elecciones: trampa para tontos», se retornaba, incluso si nadie creía absolutamente en ello, a «elecciones: redención». Creo justam ente que es por eso, para protestar a mi manera contra esta triste renegación, que quise m ostrar que el pensam iento vivo, la filosofía más sofisticada, estaban del lado de la secuencia roja, y no del lado de su reversión «dem ocrática». Pues este libro es también probablem ente el últim o en encontrar medios intelectuales nuevos para encantar la dictadura del proletariado. Recortando mis lecciones, adaptando de m anera deliberada un estilo formulario y casi enigm ático, introduciendo en un contenido violento una forma capciosa, acabo hacia 1 9 8 0 el m onstruo que ustedes van a leer.

Para esta fecha, la edición de un libro tal parecía u n prodigio. Desde aproxim adam ente 1 9 7 6 , la escena filosófica estaba dom inada por los «nuevos filósofos» que preconizaban el arrepentim iento obligatorio de todos aquellos que habían confiado su destino a la idea com unista bajo sus diversas form as prácticas, la crim inalización de toda violencia revo­ lucionaria, el culto de la dem ocracia representativa y el retorno al regazo estadounidense. La extraña amalgama de m atem ática, de poesía, de dialéc­ tica m aterialista y política m aoísta que yo proponía, no tenía, en sem ejante contexto, ninguna chance. Habría inclu so, ciertam ente, perm anecido en los cajones de m i escritorio, si François W ahl, editor inaudito y amigo de larga data, no hubiera finalm ente decidido la pu blicación, a pesar de sus propias reservas. Es, por lo dem ás, él quien propuso el título «teoría del sujeto», señalando que éste habría podido ser, y con m ás derecho, el título genérico de todos los escritos de Lacan.

El libro sale, pues, en 1 9 8 2 , n o sin que yo haya im puesto, coquetería últim a, a unas E ditions du Seuil reticentes, que en la cu bierta de este tratado de pensam iento «radical» (co m o se dice hoy) figure una pintura prerrafaelista que representa el encuentro de D ante y Beatriz, alegoría de mi propio en cu en tro1 con el acontecim iento (M ayo de 6 8 ) que cam bió m i vida y m i pensam iento.

1 Conviene tener en cuenta el matiz de «coincidencia» o «casualidad» que posee, en lenguaje culto, la palabra francesa rencontre, aquí traducida co m o «encuentro» (N. del T.).

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En cuanto a im aginar lo que podía ser la recepción crítica de una obra sem ejante, en 1 9 8 2 , ju sto después del triunfo de M itterrand... De hech o, y era lo m ás sim ple, n o h u bo recepción en absoluto, al m enos fuera de un círculo estrecho de camaradas y amigos. Un artículo amigablemente irónico de Catherine C lém ent en el fugaz periódico «C om bat», con el sub-título «El últim o de los M ao-hicanos», una nota de cuatro líneas asesinas en Le

N ouvel O bservateur, y eso es todo.

Cerca de m í, seguro, queridos amigos declararon su interés. Pero los m edios de difusión pública estaban restringidos. En el periódico quincenal Le P erroquet, vinculado a la U C F M L ,'y al com ité de redacción del cual yo form aba parte, Natacha M ichel escribió un notable artículo. Mi amigo François Regnault hizo una recensión elogiosa en l’Á ne, revista lacaniana. D espués, el m undo se calló.

El libro se fue así a dorm ir, tal com o la Bella D urm iente del Bosque, un sueño de casi veinte años. N o fue, durante los años siguientes, traducido a ninguna lengua, ni com entado en ninguna revista.

Sin em bargo, algunos lectores encarnizados, dispersos, anónim os, sos­ tenían su existencia. Fu e, en efecto, reim preso varias veces. Su sueño era tam bién el ensueño de algunos, que yo no conocía. Y de dos conocid os: recibí, en efecto, una nota de aprobación de Deleuze, que m e em ocionó m u ch o, concerniente a la dialéctica entre «masa» y «clase». Y hubo un pequ eño artículo de Ranciére, tan irónico él, pero atento, que com paraba el barroco del libro con una ópera de Verdi.

Quizá por un m om ento haya yo m ism o olvidado la existencia de Teoría

del sujeto. Desde m ediados de los años ochenta, me lancé a la redacción de El ser y el acontecim iento, que desm onta la constru cción político-filosófica

del prim er libro en beneficio de una teoría general de las verdades. Por cierto, las secuencias históricas de la política de em ancipación figuran en el núm ero de las verdades posibles, pero no tienen, respecto de las otras (científica, am orosas, artísticas...), ningún privilegio estructural.

El despertar de la Bella llegó de Estados U nidos. Es ciertam ente el jo v e n filósofo de C olum bia y luego de C ornell, Bruno Bosteels, quien fue el prim ero en afirmar, durante los años ochenta, que m i Teoría del sujeto era el verdadero pu nto de partida de m i obra, e inclu so, según él, más que esto: m i libro capital. Sostuvo de m anera rigurosa la tesis de que se trataba de un libro sobre la dialéctica, que renovaba su concep to, a la vez distin­ guiendo la dialéctica estructural de la verdadera dialéctica m aterialista, y estableciendo que el m aterialism o tiene dos caras: la cara com binatoria, o algebraica, y la cara sintética, o topológica.

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Al a in Ba d io u

Poco a poco, al ir creciend o m i notoriedad filosófica, el interés por este libro, cuya sustancia data de hace treinta años, se am plió, volviéndose m undialm ente Bruno Bosteels su guardián. Él había traducido m uy tem ­ pranam ente al inglés largos y difíciles pasajes del m ism o. Su traducción integral está por salir, consum ando el ciclo de la resurrección de un libro nacido demasiado tem prano, o dem asiado tarde. En Francia m ism a, acaba de ser reeditado. He aquí, ahora, que se anuncia trad u cciones al chino y al alem án. Me alegra que la tradu cción al castellano esté cod o a cod o con la traducción al inglés. Después de todo, es a esta lengua que m i últim o libro im portante, Lógicas d e los m undos, fue traducido en prim er lugar, anticipándose a los anglófonos y a los germ anófonos. ¡Q ue lo m ism o valga, después, para el prim ero, no es sino ju sticia! G racias, pues, a mis traductores. Sé que la lengua de este libro, extendida entre la potencia de la palabra de orden político y los repliegues m allarm eanos, no es muy fácil. Gracias, de verdad.

Alain Badiou Febrero de 2 0 0 9

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Hay cuatro figuras, así com o cuatro conceptos del sujeto. Central e impávida, Beatriz hace superyó de su propia belleza. La escoltan, vasallas, la difuminada inclinación hacia atrás de la ju sticia, y la ju ven tu d, ciega y engalanada, del coraje. Dante lleva al corazón la m ano de la angustia.

O aún más: decididas y regias, las m ujeres tom an de frente el cam ino trazado de un esplace1. Este proceso subjetivo antiguo las alum bra y las niega. Horlieu2 de perfil, im presionado por el rayo, el hom bre subjetiva el ciclo por venir de sí mism o.

A m enos que nos basten las dos relaciones posibles con todo río: el m uelle que lo bordea, el puente que lo atraviesa.

1 El concepto de esplace constituye una fusión o síntesis de espace («espacio») y place (térm ino que norm almente puede traducirse com o «sitio», pero al que hem os decidido volcar al castellano, a fin de diferenciarlo expresam ente de las n ocion es de «lugar» y de «sitio», com o «plaza», m anteniendo en la traducción, en la m edida de lo posible, el campo sem ántico que gira en tom o del m ism o en el original). Pero Badiou no se lim ita a introducir este concepto, sino que recurre, adem ás, a form as lingüísticas elaboradas sobre la base de aquél -ta le s com o esplacées («esplaceadas») y otras sim ilares. En todos esos casos hem os opiado por n o dejar la palabra en su idiom a original, ofreciendo, en cam bio, una versión entrecom illada de la misma. (N. del T.)

2 Horlieu es otro concepto creado por Badiou a partir de hors («fuera») y lieu («lugar»),

Pero en m uchas partes de la presente obra, en vez de horlieu, encontram os expresiones expresam ente diferenciadas de aquélla (a saber: hors lieu y hors-líeu), p or lo que, en esos casos, hem os efectuado la traducción correspondiente acom pañada de la pertinente refe­ rencia al original entre corchetes, a fin de que el lector pueda distinguir y ju zgar acerca de los diferentes m atices en ju eg o . (N. del T.)

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«Introducirm e en tu historia», es ju stam ente esto a lo que apuntan, lector, los pre-facios, asi b ien llam ados por tener que proporcionar un perfil de lo que ellos preceden.

Yo no tengo nada que perfilar, sino la certeza en que me hallo, y de la que todo este trabajo da testim onio, de que el filósofo m oderno es -d e cía , ¡hace ya m u chísim o tiem po! Augusto C o m te - un proletario sistem ático.

1

La filosofía está hoy desierta.

De las libaciones recientes en h on or de la rosa (escribo esto en ju lio de 1 9 8 1 ), apenas cu ento, no esperando nu nca nada del Estado, con que hagan florecer nuestra provincia nacional am pliam ente desafectada.

De la carencia de pensam ientos am biciosos resulta inevitablem ente que la política es m ediocre, y la ética devaluada.

Sin duda es a la inversa. D el renunciam iento práctico al universalism o igualitario se infiere obligatoriam ente que los pocos saberes especiales don­ de se acantona el pensam iento, al m enos fuera de los m uros del cretinism o periodístico, n o aseguran sino los ingresos del funcionariado.

¿Pretender hacer frente p o r sí solo a los inconvenientes del vacío es vanidoso? O b jeto que toda em presa de este género tenga sus em blem as, y que, adem ás, yo sea el m enos solo de los hom bres.

De todos aquellos por los que doy testim onio, y que saben que lo sé, m ilitantes, amigos y amigas, estudiantes, interlocutores difíciles, enemigos provisorios o arraigados, quiero escribir aquí el nom bre de uno solo: Paul Sandevince.

C ientos de conversaciones con él, de las que dependían m il pensa­ m ientos puestos en acción contra lo que nos rodea, hacen que yo no sepa delim itar aquello en lo que estoy en deuda con él.

A unque Paul Sandevince haga siem pre prevalecer, consecuente con su con cep ció n puram ente política de la verdad, lo oral sobre lo escrito, la directiva sobre el análisis, se encontrará más abajo las pocas huellas públi­ cas de que, sin saberlo siquiera, el m undo real, tan raram ente advertido, encontró en él significaciones im posibles de encontrar.

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Al a in Ba d io u

2

La forma. Es la de un sem inario, género al que Lacan dio una dignidad definitiva.

¿Q uién dirá si las lecciones de las q ue se com p one esta obra fueron realm ente pronunciadas en la fecha que las marca?

Mezcla de una sucesión efectiva, de algunas retroacciones, de interpo­ laciones supuestas y de puestas en escritura, este sem inario ideal sin duda tuvo lugar3, del cual este libro es el segundo lugar.

El m odo de em pleo m ás cóm od o es, sin duda, ir de enero de 1 9 7 5 , apertura, a ju n io de 1979, teim inal en suspenso. Sé que en filosofía esto no es m uy habitual, aunque se lo recon o ce poco. Es, pues, legítim o suponer, y sostener, una errancia aguda.

Se encontrará en la parte final:

- Un repertorio tem ático en siete secciones: Teoría política, Lógica y m atem áticas, Circunstancias de la historia, Psicoanálisis stricto sensu, Literatura y teatro, Dios, Filosofía clásica.

Ninguna de estas secciones, natu ralm ente, con ciern e al tem a central del libro, del que espero que, om nipresente, sea inclasificable.

- U n índice de nom bres, tan útil para saber, de rebote sobre el O tro, dónde puedo hallarm e. Táctica del com partim iento, que no repruebo en absoluto.

Señalo, y esto es ya asom ar la oreja, que no figuran en este índice aquellos cuyo uso es tan perm anente que su nu m eración sería in con ­ gruente. O sea:

a) Los dos grandes dialécticos alem anes clásicos, Hegel y Hölderlin. Todo el com ienzo se ordena en torno del prim ero. El segundo está al final de la parte tres, y en la parte seis. Pero se los halla en otras partes.

b ) Los dos grandes dialécticos franceses m odernos: M allarm é y Lacan. En lo que hace al prim ero, tratam iento exhaustivo en la parte dos. En lo que hace al segundo, partes tres y cin co principalm ente.

Los dos grandes dialécticos franceses clásicos, Pascal y Rousseau, figuran, en cambio, en la lista.

c) Cuatro de los cinco grandes m arxistas: M arx, Engels, Lenin, Mao Tse-Tung.

3 C om o se verá, la idea de «tener lugar» (av oir lieu), en todos los m atices de dicha locu ­ ción, es, a partir de su decodificación de Un coup de des... de M allarm é, absolutam ente decisiva para Badiou. El térm ino «lugar» de la tradu cción referirá, de aquí en m ás, única y exclusivam ente a lieu (cf. nota 7). (N. del T.)

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El quinto, Stalin, está, él sí, en el índice.

Es sin duda m uy instructivo escribir respecto de lo que no se quiere ser por nada del m undo sino b ajo la im agen dudosa de lo que se desea devenir.

Yo estoy m uy ligado a m i país, Francia, y tanto más hoy cuanto que su pueblo deviene en él m ultinacional, ventaja del internacionalism o interno que la rapiña im perialista de b ienes y hom bres indirectam ente provoca.

Este país n o tuvo, después de poco más de un siglo, sino tres títulos de gloria que presentar, tres m om entos de existencia real, tres figuras de una universalidad posible: La C om una de París en 1 8 7 1 , la Resistencia entre 1941 y 1 9 4 5 , el levantam iento de jó v en es y obreros en mayo-junio de 1 9 6 8 .

Q ue sean de im portancia desigual, lo sé. No es seguro que mi jerarquía sea la que parece im ponerse. Este libro tam bién está escrito para arrojar luz sobre este asunto.

En el m ism o período, no faltaron los m om entos de abyección. Seguían a veces a su esplendoroso opuesto, triunfo de los versallescos después de la C om una, guerras coloniales después de la Liberación, y minúsculos, nuevos filósofos después del establecim iento de los intelectuales revalu- cionarios en las fábricas.

Las dos G uerras M undiales fueron desastrosas, batiéndose el pue­ blo cuando no le hacía falta ( 1 9 1 4 - 1 9 1 8 ) y no batiénd ose cuando le hacía falta ( 1 9 3 9 - 1 9 4 0 ) . «P étain», significante funesto, cubre los dos avillanam ientos.

Podría decir, en prim er lugar, que no quiero participar de ninguna de estas abyecciones. La filosofía no vale una hora de esfuerzo si no esclarece el com prom iso, incluso restringido, que, llevando la m em oria y la ense­ ñanza de tres m om entos de existencia, apunte a im pedir el reto m o de las cin co catástrofes, o de lo que sea que se les parezca.

Más en profundidad, digo que lo que nos ocu rrió de esencial, tanto en la fuerza com o en la h u m illación , lleva la m arca de una carencia

d e largo curso, de donde p roced e que, fu lm inante, la irrup ción es tan

ligera, m ientras que, p revisible de lejo s, la derrota m oral no es menos ineluctable.

(18)

Al a in Ba d io u

Esta carencia es esencialm ente subjetiva. Toca al m odo en el cual las fuerzas potenciales son, en el seno del pueblo, responsables lejanos de su propio concepto.

Estos intelectuales franceses que no pararon de escupir sobre ellos mismos, sobre las «ideologías», sobre el m arxism o, sobre los Am os, sobre su experiencia más incontestable, y que avalaron lo inform e y lo m últi­ ple, lo espontáneo y la memoria en m igajas, los derechos y los goces, los trabajos y los días, tienen, en este asunto, una penosa responsabilidad: la del irresponsable.

Yo escribo y actúo, pero apenas puedo distinguir entre lo uno y lo otro, para no estar, en lo posible, explícitam ente entreverado en el fracaso y la amargura que ahí se dan. Que haga falta cincuenta años m e es indiferente, pues todo el resto naufragará fútilmente, en un m undo que corre de nuevo hacia la guerra, si no existe al m enos la voluntad fija, colectivam ente so­ metida a la altura de su apuesta, de im prim ir contra la corriente, a lo que podría desenterrarnos, aunque más no fuese un gesto de dirección.

4

Hay en Lettrines [Letras floridas], de Ju lien G racq, un pasaje terrible, un retrato fascinante del intelectual francés enajenado en lo inútil, cuando le piden, cuando los obreros le piden, que sea, m uy sencillam ente, alguien ilustrado, y, de ser posible, un jefe realista. Se trata una vez más de este analizador indispensable, la Comuna:

B oh em ios de plu m a, periodistas p o r cu en ta p rop ia, rep etid o res c an o so s, viejo s estu d ian tes, m ed io -licen ciad o s e n b u sc a de u n a lu m n o particu lar, éste es efectivam ente en parte el p eq u eñ o m u n d o de las Escenas de la vida

de Bohemia, avinagrado, que hizo para V icto r N oir u n entierro tan b ello , y

g o b ern ó c o n incapacidad la C om un a en tre las pip as, las bocks, lo s glorías, el h u m o, y las ch ach aras de una sala de re d acció n de « p eq u eñ o d ia rio » . M arx fue ind ulgente para c o n el estad o-m ay or de la C om u n a, cu ya in su ficien cia h abía visto perfectam ente. La R ev o lu ció n tien e tam bién sus T ro ch u y sus G am elin. La franqueza de Vallès c o n stern a , y h orrorizaría a este estad o- m ayor proclam ador, a estos chand’vins revolu cion arios sobre, el p aso de los cuales escu p ían , los ú ltim os días de la sem an a san grien ta, lo s su blevad os de Belleville. N o hay excusa para llevar ad elante in c lu so el b u e n co m b ate cu an d o se lo lleva tan ligeram ente.

U n a esp ecie de náusea atroz sube al seguir ei d esord en ab su rd o y p atético de las últim as p áginas, d on d e el d esd ichad o delegado de la C o m u n a -c o n su bufand a, q ue ya n o osa m ostrar, apretad a b a jo el b razo d en tro de u n d ia r io -,

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su e rte de irresp o n sa b le d e b a rrio , d e C h a rlo t p etro lero q u e da b rin c o s en tre lo s resp lan d o res de o b ú s, yerra c o m o u n p erro p erd id o de u n a barricad a a o tra, in e p to para lo q u e sea, d u ra m en te tratad o p o r los a m o tin a d o s q ue m u estran lo s d ie n tes, d istrib u y en d o a la b u e n a de D io s b o n o s de aren qu es, b o n o s de c a rtu c h o s y b o n o s de in c e n d io , e im p lo ra n d o a la m u ltitu d co lérica q u e lo sigu e de m u y c erc a , fu rio sam en te agitada en el b e re n je n a l en qu e él la m etió , - p en o sa m en te , la m en ta b lem en te - «Déjenme solo, se los niego.

Tengo necesidad de pensar completamente solo.»

E n su e x ilio de au d az irre sp o n sa b le , d e b ió a veces d esp ertarse a la n o ch e y e sc u c h a r aú n esas v o ces, c ie rta m e n te u n p o c o graves, de gente q ue quiere h ace rse ag u jerear el p e lle jo en alg u n o s m in u to s; y que le g ritab an tan fu ­ rio sam en te d esd e la barricad a: « ¿D ó n d e están las órd en es? ¿d ón d e está el p lan ?» ( Lettrmes, C o rti, 1 3 9 ).

De todas las pesadillas posibles, la de ser expuesto un día de aquella form a es para m í la más insoportable. Y veo que, sin duda, h acer frente a la m ism a supone un rem odelam iento radical que les toca, ciertam ente, a los intelectuales, pero tam bién a los obreros, pues aquello de lo que se trata es el advenim iento, entre ellos, de un m odo increíble de vecindad4, de una topología política anteriorm ente im pensable.

Escribo esto para que ni yo, ni m is interlocutores, intelectuales o no, n os volvam os jam ás com o el que, en los m om entos culm inantes de la historia, únicam ente puede d istribuir b onos de arenques.

Ju lio de 1981

4 Traducim os co m o «vecindad» el con cep to de voisinage, que Badiou tom a de la topología y que tiene, com o se verá m ás adelante, gran im p onan cia en la presente obra. (N. del T.)

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Por lo que concierne a los principales autores citados, he aquí las ediciones de referencia:

Marx et Engels, Oeuvres choisies, 3 vol., Éditions du Progrès, M oscou. Indicadas com o OC I, Il y III.

Lénine, O euvres choisis, 3 vol., Éditions du Progrès, M oscou. Indicadas com o OC I, II y III.

Mao Tsé-toung, Oeuvres choisies, 5 vol., Éditions de Pékin. Indicadas com o OC I, H, HI, IV y V.

Hegel, Science d e la logique, A ubier-M ontaigne, 1 9 7 2 y 1 9 7 6 , prim er y segundo libros (El Ser; L a Esencia), trad. P.-J. Labarrière y G. Jarczyk. Indicados com o L I y II.

- Science d e la logique, Aubier, 1 9 4 9 , tercer libro (Lógica subjetiva), trad.

V Jankélevitch . Indicado com o L Ja n k . II.

Hegel, Phénom énologie de l’esprit, trad. j . Hyppolite, Aubier-M ontaigne, 1947.

Indicado com o Ph. E. l y II.

M allarm é, Oeuvres com plètes, Pléiade, 1 9 5 1 . Indicado com o O. H ölderlin, O euvres, Pléiade, 1967. Indicado com o O.

Lacan, Écrits, Le Seuil, 1 9 6 6 . Indicado com o E.

Lacan, S ém inaire, livre I, Le Seuil, 1 9 7 5 ; livre II, 1 9 7 8 ; livre X I, 1 9 7 3 ; livre XX, 1 9 7 5 . Indicados com o S I, II, XI y XX.

Logique m athém atiqu e, H a n d b o o k o f m ath em atical logic, N orth-H olland

Publishing Company, Am sterdam -N ew York, 1 9 7 7 . Indicado com o

HML.

Textes de la Révolution culturelle, La G ran de Révolution culturelle proléta­

rienne, Pékin, 1 9 7 0 . Indicado com o GRCP.

Todas las citas que no entran en este m arco están acom pañadas de sus referencias en el texto.

En lo que respecta a los escritos de Paul Sandevince, todos en las ediciones Potem kine, 2 bis rue Ju les Breton, 7 5 0 1 3 Paris_

(22)

Qu’est-ce qu ’une politique m arxiste? 1 9 7 8 . Un bilan de M ai 68, 1 9 7 8 .

(23)
(24)
(25)

Todo lo que es de u n todo lo obstaculiza en

tanto que se incluye en él

E l v ie jo H egel escin d id o . - E scisió n , d e term in a ció n , lim ite. - Esplace y horlieu. - D esv iacio n e s de d e rech a y d e izq u ierd a.

1

Hay en Hegel, y es lo que hace de la famosa historia del caparazón y del nú cleo 5 un dudoso enigm a, dos m atrices dialécticas. Es el núcleo m ism o el que está partido, com o en esos duraznos, por lo dem ás irritantes de com er, de los cuales un m ord iscón parte en seguida el duro objeto interior en dos m itades pivotantes.

Hay aún en el durazno un nú cleo del núcleo, la alm endra amarga de su reprodu cción com o árbol. Pero de la división de Hegel, no obtendrem os ninguna unidad segunda, incluso sellada de amargura.

Hay que com prender lo que Lenin repite un poco en todas partes, la buena nueva retrospectiva: ¡Hegel es m aterialista! Pues la sola oposición de un núcleo dialéctico (aceptable) y de un envoltorio idealista (execra­ ble) no tiene ningún valor. La dialéctica, en la medida en que es la ley del ser, es necesariam ente m aterialista. Si Hegel la tocó, es preciso que él sea m aterialista. Su otra versión será la de una dialéctica-idealista, en una sola palabra, que nada tiene de real, aunque fuese en el registro de la indicación sim bólica invertida (cabeza abajo, com o dice M arx).

Así es que hay que desenredar, en el corazón de la dialéctica hegeliana, dos procesos, dos conceptos del m ovim iento, y no sólo un acierto corrom ­ pido por un sistem a subjetivo del conocer. Sea, por ejem plo:

(26)

Ell u g a r d e l o s u b je t i v o

a) Una matriz dialéctica cubierta por el vocablo de alienación; idea de un término simple que se despliega en su devenir-otro, para volver en sí mismo como concepto consumado.

b) Una matriz dialéctica cuyo operador es la escisión, el tema: no existe uni­ dad sino escindida. Sin el menor retorno sobre sí, ni conexión de lo final y de lo inaugural. Ni siquiera el «comunismo integral» como retorno, después de la exteriorización en el Estado, al concepto cuya inmediatez simple sería el «comunismo primitivo».

Encim a, esto no es tan sim ple, lejos de ello.

2

Partam os de una noción vacía, a la vez limitada y prodigiosamente general. La noción del «algo», forma primera, en la Lógica de Hegel, del ser-ahí.

El objetivo de Hegel, con su «algo», es nada m enos que engendrar la dialéctica de lo Uno y de lo m últiple, de lo infinito y de lo finito, el prin­ cipio de lo que nosotros, marxistas ortodoxos, llamam os la acum ulación cuantitativa, la cual, com o todos sabem os, supuestamente produce un salto cualitativo.

Lo m isterioso es, por otra parte, que todo esto, en la Lógica de Hegel, está en la sección «cualidad», la cual, en el orden de la exposición, precede a la cantidad.

Pero es Hegel el que tiene razón, com o siempre. Pues de lo Uno no se puede decir nada sin introducir lo cualitativo y la fuerza. Es por eso que uno de los objetivos de lo que expresam os aquí es establecer que el famoso «salto» de lo cuantitativo a lo cualitativo, lejos de ser de la índole del que hace saltar los term óm etros, incluye un efecto de Sujeto.

Hegel, en todo caso, cae en el círculo vicioso de tener que engendrar lo m últiple, lo num erable, en la medida en que su contrapartida idealista lo im pulsa a sacar siem pre todo de un térm ino sim ple. ¿Cóm o es que de lo U no, y sólo de él, puede proceder lo múltiple? Es una pregunta tan vieja com o la filosofía, pero fue siem pre más picante para quien pretende historizar el Todo, y no sólo dar su ley de orden fijo. Ya con los Padres de la Iglesia, esos grandes fundadores de la historia conceptual, había que dar razón de que Dios, forma absoluta de lo Uno, haya tenido que pulve­ rizar un universo tan durablem ente m últiple. Probar a Dios m ediante las maravillas de la naturaleza, de la rana al unicornio -a u n q u e el unicornio prueba más bien al D ia b lo - es una cosa; probar las maravillas de la na­

(27)

turaleza m ediante Dios es de otro m odo com plicado, puesto que él es, forzosam ente, la maravilla de las maravillas.

De esta cuestión eclesiástica, Hegel es el prestidigitador m oderno. En lugar de que haya una creación del Todo por lo U no, Elegel va a mostrar que el Todo es la historia de lo U no, que el espacio de lo m últiple es el efecto del tiem po que le es preciso al concepto. Al golpe [coup de fo r c é ]6 del Creador m ilagroso, lo sustituye por la labor, el sufrim iento y la duración circular de una suerte de exposición de sí a través de la cual el absoluto adviene a la contem plación com pletam ente desplegada de sí m ism o. Y es este recorrido de las galerías de lo Uno lo que es el todo del m undo.

Por supuesto, el golpe [coup de forcé] inicial, así difum inado, se encuen­ tra en todos los parágrafos. Es incluso la acum ulación de esos decretos arbitrarios locales la que, al m ism o tiem po que hace avanzar la pesada m aquinaria global del Sistem a, teje en todas partes la trama aguda y parcial del materialism o hegeliano.

3

De entrada Hegel afirma, no el «algo» com pletam ente solo, sino la diferencia entre algo [quelquechose] y otro [autre chose] (E tw asundA nderes). Así se reconoce que ninguna dialéctica es concebible si no presupone la división. Es el Dos el que da su concepto a lo U no, no a la inversa.

N aturalm ente, hay toda clase de contorsiones de Hegel para disfrazar este reconocim iento. Todo pasa -esp ecialm en te en la edición de 1 8 1 2 , la prim era, la más idealista, pues el viejo Hegel, contrariam ente a lo que se dice a veces, tom a más el hilo de un principio de realid ad -, todo pasa com o si lo «otro» [autre chose] fuera la pos-posición del «algo» [«quelque

chosc»], su devenir categorial. Pero es una cortina de hum o. De hecho,

Hegel va a estudiar la escisión del algo en un m ovim iento preestructurado por una escisión prim era, en cierto m odo oculta, de esen cia repetitiva: la que itera el algo en la posición de sí m ism o com o otro [autre], otra cosa

[autre-chose], Es exactam ente la operación del todo inicial de la Lógica,

donde el ser y la nada son la m ism a cosa afirmada dos veces. Aquí tam ­ bién, se puede «hilar»7 el devenir-escindido de una categoría únicam ente

6 La expresión coup de forcé -literalm en te, «golpe de fu erza»- refiere a una intervención efectuada a través de la fuerza por una autoridad - l a policía, las fuerzas armadas, etc. 7 El verbo filer utilizado aquí por Badiou n o sólo significa «hilar» sino que remite además al «tejer» propio de la araña. (N. del T.)

(28)

Ell u g a r d e l o s u b je t i v o

porque se da, en secreto o en público, este m ínim o diferencial primtro: dos veces Uno.

Digo que es «la misma cosa» [«la m êm e chose»} afirmada dos veces, porque la alteridad no tiene aquí ningún soporte cualitativo. Estamos, si se puede decir así, en el alba de lo cualitativo, en su armazón estructural. Esto no difiere de aquello sino por el enunciado de la diferencia, por el em plazam iento [placem en t]8 literal. Se podría llamar a esta estasis ínfima de la contrad icción, la estasis indicial. Hay A, y hay Ap (léase: «A tal cual» y «A en otra plaza [placel», la plaza p que distribuye el espacie de em plazam iento, o sea P).

Es el m ism o A nom brado dos veces, emplazado9 dos veces. Va a bastar ampliamente para que se corrom pan el uno al otro. Pues ustedes pueden considerar a A ya sea en su pura identidad ce­ rrada, ya sea en su diferencia indicial respecto de su segundo caso. A es él m ism o, pero es también su potencia de repetición, la legibilidad efe sí m ism o a distancia de sí, el hecho de que en la plaza p, la otra plaza, es siem pre él lo que se lee, no obstante «otro» que allí donde se encuentra, aunque fuese en ninguna parte, puesto que se lo ve tam bién en ella.

Estas dos determ inaciones, Hegel las nom bra: el algo-en sí [le quelque

chose-en-soi] y el algo-para-otro [!e quelque chose-pour-Yautre], El « a lp » ,

com o pura categoría, es la unidad de estas dos determ inaciones, el mo­ vim iento de su dualidad.

Prueba de que para pensar exactam ente cualquier cosa, algo [quelque

ch ose1, hay que escindirlo.

¿Qué significan el algo-en-sí y el algo-para-otro? Son la identidad pura y la identidad emplazada. La letra y el sitio [l’endroit]10 sobre el que ella se marca. La teoría y la práctica.

El dato de la diferencia mínim a (algo y otro) se contrae necesariamente sobre el térm ino fijo de la diferencia, la «cosa» [chose], sea ella una [quel­

que] u otra [autre]. A, decíamos (y A, es la cosa) es a la vez A y Ap, donde

A es térm ino genérico para todo emplazamiento de A. Pues éste pu:de ser A ,, Ap2, ApJ... todos los p ,, p2. .., pn... pertenecientes, por ejemplo, a P Es lo que se veremos enseguida: hay infinitas plazas. Ap, es A en el singular-general del em plazam iento. Ahora bien, es siempre así que Á se

8 Salvo oportuna indicación en contrario, el término «em plazam iento» referirá, de aquí en m ás, al térm ino placement en el original. (N. del T.)

9 De aquí en m ás, el térm ino «emplazado/a» referirá al térm ino placé(e) en el original. 10 El térm ino francés puede traducirse tanto por «sitio» com o por «derecho», no en el sentido legal sino en tanto que lo opuesto a «revés». (N. del T.)

(29)

da (está siem pre em plazado) y se niega (pues, em plazado, ya no sólo es él, A, sino tam bién su plaza, A ). Y esto es cierto de cualquier cosa, de algo en general [auelque chose en g en era l] , de tal cosa ¡telle c h o se].

Hay pues que afirm ar una escisión constitutiva: A = (AA ).

El índice p rem ite al espacio de em plazam iento P, lugar efe toda redu­ plicación posible de A. Fíjense b ien que ésta no es forzosam ente espacial, geom étrica. Una reduplicación puede ser tem poral, incluso ficticia.

Lo que Hegel no dice claram ente, es que, en el fondo, el verdadero contradictorio inicial de algo A, no es otro, no es incluso él emplazado, A , no: el verdadero contrad ictorio cam uflado de A, es el espacio de em - pfazam iento P, es lo que delega el índice. El dato de A com o escindido en sí m ism o en:

- su ser puro, A, - su ser emplazado, Ap.

(Heidegger diría: en su ser ontológico y su ser ón tico), es el efecto sobre A de la contrad icción entre su identidad pura y el espacio estructurado al cual éste pertenece, entre su ser y el Todo. La dialéctica divide A a partir de la con trad icción entre A y P, entre el existente y su lugar. Es esta co n ­ trad icción, cuyo tem a latente es m allarm eano («nada habrá tenido lugar sino el lugar») \«rien n’au ra eu lieu que le !ieu»], la que, introyectada en A, funda su ser efectivo com o escisión.

Todo esto, es una anticipación dem asiado fuerte, pues la contradicción entre A y P opone una fuerza a un sistem a de plazas, y no estam os todavía a la altura de e llo 11.

Sólo un pantallazo, en principio perfectam ente excesivo.

El verdadero opuesto del proletariado no es la burguesía. Es el m u n­ do burgués, es la sociedad im perialista, de la cual, advirtám oslo bien, el proletariado es un elem ento n o to rio , en cuanto fuerza productiva principal, y en cuanto polo político antagónico. La fam osa contradicción proletariado-burguesía, es un esquem a lim itado, estructural, que deja escapar la torsión del Todo del cual el proletariado com o sujeto traza la fuerza. D ecir proletariado y burguesía, es atenerse al artificio hegeliano: algo y otro. ¿Y por qué? Porque el proyecto del proletariado, su ser interno, no es contrad ecir a la burguesía, o serrucharle las patas. Este proyecto es el com unism o, y nada más. Es decir, la abolición de todo lugar donde pueda disponerse algo \quelque chose] com o un proletariado. El proyecto político del proletariado es la desaparición del espacio de em plazam iento

11 Badiou se refiere a que está introduciendo aquí ciertos conceptos que, por el m om ento, pue­ den parecer injustificados, pero que luego ha de desarrollar exhaustivamente. (N. del T.)

(30)

Ell u g a r d e l o s u b je t i v o

de las clases. Es la pérdida, para el algo [quelque chose] histórico, de todo índice de clase.

Ustedes dirán: ¿Y el socialism o? ¿El socialism o donde, de h ech o, bur­ guesía y proletariado están a las agarradas m ás que nu nca [sont plus que

ja m a is au x prises], incluso b ajo la form a de revoluciones sin precedente,

las revoluciones culturales? El socialism o no existe. Es un nom bre para un arsenal oscuro de cond iciones nuevas donde la con trad icción capita­ lism o/com unism o se aclara un poco. Socialism o, designa una m utación que mueve espacio de em plazam iento de las clases. E l socialism o es P’ en la plaza de P. Si hay un punto m ayor del socialism o, confirm ado por el siglo casi hasta asquear, es que no hay que, sobre todo, inflar la cuestión del «socialism o», de la «edificación del socialism o». El asunto serio, el asunto preciso, es el com unism o. Y es por eso que, en toda su extensión, la política dom ina el Estado, y no puede reducirse a él. Y ustedes no re­ ducirán jam ás todo este asunto a la pobreza binaria de la contrad icción, térm ino contra térm ino, proletariado/burguesía. El m arxism o com ienza al otro lado de esta contradicción.

4

Se afirma entonces, con Hegel, la escisión A = (AAp), efecto de la rela­ ción conflictual com pletam ente velada entre A y el distribuidor de plazas en el cual aquél se conecta. Todo lo que existe es así, a la vez, él m ism o y él-m ism o-según-su-plaza.

Ahora bien, Hegel dice esto: lo que determ in a el térm ino escindido, lo que le da su singularidad de existencia, no es, naturalm ente, A, térm ino genérico cerrado sobre sí, indiferente a toda dialéctica. Es m ás b ien A A según el efecto del todo en el cual se inscribe.

O bserven q ue, por ejem p lo , si la clase obrera está in terio rm en te escindida, incluso en los buenos tiem pos del m ovim iento de m asas, en el inicio de su identidad política verdadera por una parte, la corrupción latente por las ideas y prácticas burguesas o im perialistas por otra parte, esto ocurre, seguro, b ajo el efecto de lo que la dispone aún en un Todo, nacional o m undial, regido por el capital y los im perios. Es eso lo que hace m antenerse unidas dos vías tan contrarias en la unidad práctica de un levantam iento. Y lo que hace de la em ergencia pura de sí u n proceso de depuración en la frecuentación [côtoiem en t] divisible de su inversa.

E incluso b ajo el socialism o. E n 1 9 6 7 en China, se enfrentan facciones armadas en todas las grandes fábricas. Mao declara: «Nada esencial divide

(31)

a la clase obrera.» ¿Acta de una plaza fija? No. Directiva de com bate, que im plica que el proletariado debe encabezar la revolución, y que tal es el hilo histórico a tom ar de su unidad, es d ecir de su existencia (com o clase política).

Todo eso que es se relaciona con eso a una distancia de eso que depende del lugar donde eso está (Tout ( a qui est se rapporte a ga dans une distance

d e ( a qui tient au lieu oü ( a est.l.

Si A = (AAp), esto está determ inado por el efecto indicial de P sobre A. E scribirem os, pues: A = (AA ), prim era escritura de la determ inación de la escisión, prim er algoritm o de la unidad de los opuestos.

O sea, lo que Hegel llama: Bestimmung.

La Bestim m ung está, a su vez, dividida por lo que ella unifica. Éste es un punto fuerte de la dialéctica: aprehender cóm o lo U no de la unidad de los opuestos soporta la contrariedad en su ser.

C om encem os por el ejem plo: la clase obrera práctica (histórica) es siem pre la unidad contrad ictoria de ella m ism a com o proletariado, y de su inversión burguesa específica (hoy, el revisionism o m oderno, el PC.F12, los sindicatos, todo aquello que organiza la adhesión de la clase a la socie­ dad im perialista, inclu so al propósito de dirigirla por cuenta directa de la aristocracia obrera, lo que autoriza parcialm ente el capitalism o burocrá­ tico de Estado). Esta unidad de opuestos está determ inada (en el sentido de la Bestim m ung hegeliana) p o r el espacio burgués general, el cual fija la unidad posible del proletariado políticam ente activo (m arxista) y de la clase obrera com o Lugar de la nueva burguesía burocrática de Estado (revisionism o). Luego, A = clase obrera, P = sociedad imperialista actual, n os da: Ap = revisionism o m od erno, y el algoritm o: A - » Ap (A A ), donde se indica que lo que determ ina la actualidad dialéctica del proletariado al día de hoy, es su depuración interna del revisionism o m oderno.

Pero ¿qué significa «d eterm inación»? D os cosas:

- Por una parte, que la intim idad m arxista com batiente de la clase está determ inada por la nueva burguesía revisionista. Es la determ inación dialéctica en sentido fuerte, que puede escribirse Ap (A).

- Por otra parte, que el revisionismo nunca es, a fin de cuentas, y cada vez más, sino la forma específica, homogénea-adaptada a la clase obrera, del espacio burgués e imperialista general, o sea, E En el combate para depurarse del mismo, el proletariado d esen m ascara (es la palabra consagrada) la parte de sí mismo comprometida en ü l revisionismo, y la afirma como parte adherente al término antagónico externo, el cual, vimos, no es la burguesía,

(32)

Ell u g a r d e l o s u b j e t i v o

sino la sociedad imperialista, cuyos portadores modernos, actuales, activos, son el PCF, los sindicatos, etc. Por consiguiente, la determ inación reconvoca únicamente -rep ito - el espacio de emplazamiento, la alteridad general P cuyo p es el Indice para A. Escribiremos esto: Ap (A ) = P Es una suerte de ramal muerto del proceso dialéctico, la advertencia cíe que la determ inación de la escisión A (AAp), se origina de que A no ex-siste sino en el lugar P Es la parte divisible inerte de la determ inación total, de la cual la otra parte, señalada como Ap (A), es verdaderamente la intimidad p a ra A de la determinación. De manera general, podemos decir que la determ inación de todo ex-sistente escindido es distributiva:

- > A p ( A ) determinación estricta

Ap(A A „ ) X

- > A p ( A p) = P recaída [rechute] en el espacio general

“Nada tuvo lugar sino el lugar

¿Habla Hegel verdaderam ente de estos ram ales m uertos del proceso? A bsolutam ente. Él los llam a «recaídas» [«reto m b ées»] (R ückfall). Es la som bra proyectada del lugar en su dim ensión evocadora pura. M ientras que la d eterm inación, es lo nuevo.

Tenem os, pues, en este estadio, los grandes con cep tos dialécticos que siguen, de alcance ontológico absolutam ente general:

a) La d ife r e n c ia de sí a sí, A y Ap, ordenada por la c o n tr a d ic c ió n de la fuerza A y del espacio de em plazam iento P, en la cual Ap es la instancia indiciai para A. Punto clave: es la con trad icción la que ordena la diferencia, n o a la inversa.

b ) La e s c is ió n com o ú n ica form a de existen cia del algo en general: A = (AAp).

c) La d eterm in a ció n com o unidad de la escisión, solam ente pensablé a partir del térm ino indexado (y no del térm ino puro): Ap (AAp).

d) La escisión de la determ inación según lo que ésta determ ina: - determ inación de lo nuevo, A (A);p

- recaída: A (A ) = P p p

La esencia de la recaída es el espacio de em plazam iento, el lugar. Un com entario term inológico. Si, com o lo harem os de m anera con ­ tinua, se opone la fuerza a la plaza, siem pre será m ás hom ogéneo decir «espacio de em plazam iento» para designar la acción de la estructura. Lo

(33)

m ejo r será, inclu so, forjar esp lace'3. Si en cam bio se dice «lugar», lo que es m ás m allarm eano, habrá que decir, a lo Lacan, «lugartenencia» [«lieute-

nance»] por «plaza». Pero «fuerza» es entonces heterogéneo para designar

lo topológico a-estructural. Será m ejor decir: el horlieu 14.

La dialéctica, en la arena con olor a aserrín del com bate categorial, es el horlieu contra el esplace.

5

La recaída sólo es el negativo inerte de la determ inación estricta si ésta, Ap (A), incluye una resistencia específica del térm ino A a dejarse determ inar exhaustivam ente por su instancia indicial A Si no, Ap (A) es engullido en A Digam os, que no h abría sino recaídas. Lo que es el principio del estructuralism o bajo todas sus formas.

Pero ni Hegel ni nosotros som os estructuralistas. Pensam os, por ejem ­ plo que, en su determ inación antagónica específica a la nueva burguesía revisionista, el proletariado emerge com o novedad positiva - y esto, tím i­ dam ente, en Francia de Mayo del 6 8 ; con estrépito, en enero de 1 9 6 7 en C h in a -, por ejem plo, b ajo las especies de un m arxism o retransformado (el m aoísm o). La interioridad propia de A viene así a d eterm in ar la determ i­

nación. D espués de todo, en la Revolución Cultural, es el pueblo rebelado

el que designa la nueva burguesía burocrática, en cu anto determ inación global del antagonism o revolucionario m ism o. Hay, pues, que afirmar, sin perju icio de que lo nuevo del proceso dialéctico se anule en la recaída pura en P, lugar o espacio de em plazam iento, una determ inación de la d eterm inación, o sea: A (A (A )).

Es un proceso de torsión, por el cual la fuerza se reaplica a aquello de lo cual emerge conflictivam ente.

La determ inación de la determ inación se escinde de m anera distributiva al igual que la determ inación.

Pues esto puede ser una sim ple reafirm ación de la identidad pura de A: A(A); una em ergencia pura de sí, contra (pero fuera de) la determ ina­ ció n ; y esto en estricto paralelo a la recaída en P Lo m ism o puede decirse de una rebelión sin porvenir que alzaría la fracción com bativa de la clase obrera contra los nuevos burgueses del PCF y de los sindicatos en el solo nom bre de la pureza perdida - a s í pues, de la traición del P C F -, sin per­

13 En cursiva en el original. Cf. nota 1. H En cursiva en el original. Cf. nota 2.

(34)

Ell u g a rd el o s u b j e t i v o

cibir la novedad interna del fenóm eno nuevo burgués. Y esto es lo que sucedió am pliam ente en Mayo del 6 8 , conduciendo en gran medida ya sea a soñar con un PCF «reconstruido de nuevo», ya sea con una clase obrera repurificada en la escuela de sus grandes ancestros del siglo X IX. La fuerza íntim a de A es entonces reconvocada en la repetición ilusoria de su cierre sobre sí y en la im potencia para soportar activam ente la determ inación.

Hay desviación «de derecha», que reconduce a la brutalidad objetiva del lugar P para negar la posibilidad de lo nuevo inherente a lo viejo. Pero hay una ineluctable desviación «de izquierda», que reivindica la pureza original e intacta de la fuerza negando, si se puede d ecir así, lo viejo inherente a lo nuevo, es decir, la determ inación. Estos dos esquem as de desviación son Ap (Ap) = P y A (A) = A.

Pero si no es esta reconvocación de los orígenes esenciales, es el proceso efectivo de lim itación de la determ inación, el trabajo de la fuerza sobre la plaza, el diferencial de A volviendo sobre su indexación para reducir el alcance necesario de la misma. Es A (Ap), aplicación lim itativa directa de la eficacia de A a la determ inación que éste es.

Todo lo que es de un lugar vuelve sobre la parte de sí m ism o que está determ inada para desplazar la plaza, determ inar la determ inación, franquear el límite.

Es a este contra-proceso que H egel le da el nom bre de lím ite (G renze), que habrá que com prender en el sentido contenido en «lim itación del D erecho burgués»: nada m enos, por ejem plo, que la red ucción de las distancias15 entre trabajo intelectual y trabajo m anual, ciudad y cam po, agricultura e industria. El lím ite, la lim itación, son la esencia del trabajo de lo positivo.

Todo lo que es de un todo lo obstaculiza en tanto que se incluye en él.

Es por eso que el «totalitarism o» no existe. Es una pura figuración estructural que no tiene ninguna realidad histórica. Es la idea de que en este m undo no existen sino la recaída derechista necesaria y el im potente izquierdism o suicida. Es Ap (A ) o A(A) en parpadeos [battem en ts], o sea P y A en su exterioridad inefectiva.

E l Estado y la plebe.

15 En el original, écarts, que no traducim os por «diferencias» a fin de evitar la superposición de conceptos. Traducirem os «diferencia» ú nicam ente donde el original diga: différence, en tanto que écart lo volcarem os al castellano, según el contexto, com o «separación» o «distancia». (N . del T.)

(35)

Pero los verdaderos térm inos de toda vida histórica son más bien A (A), la d eterm inación, y A (A ), el lím ite, térm inos por los cuales el Todo se afirma sin cerrarse, y el elem ento se incluye sin abolirse.

(36)

1 4 d e e n e r o d e 1 9 7 5

La acción, morada del sujeto

16

Sín tesis estru ctu ra l de u n a secu e n cia d ialéctica. - E l Padre y el H ijo , co n su stan ciale s. - G n ó stic o s y arrían os, c o n c ilio s y co n g reso s. - C ircu larid ad y p erio d izació n . - H ay q u e re to m ar to d o de cero

1

Pueden ver ustedes el esquem a de un fragm ento dialéctico cualquiera, tal com o lo dedujim os la vez pasada en la Lógica de Hegel, en el capítulo sobre el «algo».

1 P (esplace) 1

\

--- J A

=

(AAP)

A„(AAp) /

Ap(Ap)

= P / / recaída «de derecha»

A (término horlieu)¡

V

Ap (A)

CON TRADICCIÓN 1 ESCISIÓ N

) D ETERM IN ACIÓN

DETERM IN ACIÓN ESTRIC TA 'i.... ... ... r

|

/ A (A ) = A / / recaída «de izquierda» A p (A-)---- A p( A p ( A ) ) / ¡

i i

A ( A p)

1 LIM ITA C IÓ N 1 L ÍM IT E

16 Traducim os m an oircom o «m orada» pero, literalm ente, significa «casa solar», expresión castellana que, de acuerdo con la definición dada por el D. R. A. E ., es «la m ás antigua y noble de una familia». (N. del T.)

(37)

Hay que com prender bien que la contrad icción A / P no es dada sino com o horizonte estructural. O pone siem pre un térm ino a su lugar. Toda contrad icción es fundam entalm ente disim étrica, en cuanto uno de los tér­ m inos sostiene con el otro una relación de inclusión. El incluyente, es decir el lugar, el espacio de em plazam iento, es denom inado (particularm ente por Mao) térm ino d om inante, o aspecto principal de la contradicción. El inclu ido, es el sujeto de la contrad icción. Está sujetado17 al otro, y es él el que recibe la m arca, el sello, el índice. Es A el que se indexa en Ap según R La inversa no tiene ningún sentido.

¿Hegel afirm a esto? No. Hegel disim ula el principio de disimetría. O m ás bien, lo rem ite a la idea de un todo integral que indexaria retrospec­ tivam ente cada secu encia. Volverem os sobre esto.

C on todo rigor, la con trad icción no existe. ¿Cóm o habría de existir, puesto que existir (ex-sistir), es ju stam en te ser «algo», es decir sostener el efecto de escisión del cual la contrad icción es la causa? La contradicción es un puro principio estructural. Insiste en el índice p de A, marca la repetición de A, pero en ninguna parte tienen ustedes un conflicto existente, real, entre A y P com o térm inos constitu id os y aislados. P, el esplace para todo aislam iento y toda repetición, no es ni aislable ni repetible. A, el horlieu, n o es repetible sino escindido por inclu sión en el esplace.

L a contradicción no tiene ningún otro m odo de existencia que la escisión.

Es, pues, indispensable -en una filosofía concreta, m ilitan te-, anunciar que no hay sino una ley de la dialéctica: U no se divide en dos. Tal es el principio de lo observable y de la acción.

La oposición de la sociedad im perialista y del pueblo revolucionario, ¿qué es en los hechos? Es la división política del pueblo. Pues las dos políticas, la burguesa y la proletaria, no tienen realidad sino en la medida en que cada una de ellas organiza el pueblo de su lado. Una política «sin pu eblo», sin base de masa estructurada, no existe. Así, la contradicción principal en un país com o Francia, contrad icción entre el proletariado y la sociedad im perialista, entre la política proletaria y la política burguesa, -co n tra d icció n , hay que decirlo, com pletam ente em brionaria a ú n - tiene por contenid o efectivo el m ovim iento histórico de división del pueblo.

17 Al traducir p or “sujetado" se m antiene el ju eg o sem ántico que se da en francés entre sujet («su jeto») y assujetti («su jetad o»). Este últim o térm ino podría traducirse asim ismo com o «sujeto» (en el sentido de «sujeto a») o com o «som etido», pero optam os por «sujetado» para evitar el caer en la hom onim ia - q u e no existe en el o rig in al- o el recurrir a un vocablo que fuese «correcto» desde el pu nto de vista técn ico de la traducción pero que no perm i­ tiese reproducir con la m ayor fidelidad posible la tensión conceptual que se m anifiesta en el texto original. (N . del T.)

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Ell u g a r d e l o s u b je t i v o

Y es por eso que la existencia fuerte y desplegada de la política proletaria nunca puede ahorrarse la guerra revolucionaria. Es por eso que siempre es esencial prestar atención, no solam ente a la burguesía estatal, sino también a la burguesía civil, y a sus tupidas ram ificaciones populares.

Hay que repetirlo con fuerza: la existencia en acto de la contradicción entre el esp lace y el horlieu, cualesquiera que sean, es la escisión del horlieu. La escisión es aquello m ediante lo cual el térm ino se incluye en el lugar en cuanto fuera-de-lugar [hors-lieu], Y no hay ningún otro contenido en la idea de contradicción.

2

Respecto de m is ejem plos, algunos podrían form ular la suposición de que todos estos algoritmos y teoremas dialécticos están en una dependencia absoluta respecto de los contenidos que ellos organizan, el proletariado, la sociedad im perialista, el revisionism o, etc.; que hay ahí una sintaxis de poco interés, dado que la gram ática de los m ism os es forzada.

A esto, objetaré:

- Prim ero, que m e es igual. Pues, en cuanto m arxista, afirm o, en efecto, que los contenidos absorben las form as, y no a la inversa. Q ue las form ula­ ciones dialécticas arraigan en una práctica política explícita y asegurada. - Segundo, que no es cierto. El «m odelo» sobre el cual trabaja im ­ plícitam ente Hegel, es el cristianism o. Y que este m odelo teológico sea adecuado, vam os a establecerlo enseguida.

Sea P el esp lace de lo finito, A Dios en cuanto infinito, luego, en cuanto fuera-de-lugar [hors-lieu ] radical.

Tal cual, esta dualidad contradictoria no tiene ningún sentido dialéctico, luego, ningún sentido a secas.

Lo que le da sentido, y ahí está el golpe genial necesario del cristianismo, es historizar en escisión, luego, hacer ex-sistir lo infinito en lo finito. Es p or esto que D ios (A) es indexado (Ap) com o horlieu específico del esplace de lo finito: tal es el principio de la Encarnación. D ios se hace hom bre. D ios se divide en él m ism o (el Padre) y él-m ism o-em plazado-en-lo-finito (el H ijo). A es el Padre, Ap el H ijo, este hijo histórico m ediante el cual D ios ex-siste, y Dios adviene así com o escisión de horlieu, A = AA , Dios =

p’ Padre/H ijo, escisión que el con cilio de Niza, el prim ero cronológicam ente de los grandes congresos políticos-ideológicos m odernos, designará com o

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existencia única -c o m o unidad de los o p u e sto s- en el axiom a dialéctico bien conocid o: «El H ijo es consustancial al Padre».

A p artir de allí, n u estro fragm ento d ialéctico se despliega en su totalidad.

- Ap (A), designa la determ inación de la identidad (infinita) de Dios a través de su m arcación [m arquage] en el esplace de lo finito. La radicali- dad de esta determ inación, es la Pasión: D ios en cuanto H ijo m uerto. Lo infinito sube al calvario.

- A (Ap) designa la contra-d eterm in ación (el lím ite de la m uerte) m e­ diante lo infinito del Padre: el H ijo resucita y regresa (A scensión) al seno del Padre, lo que representa un horlieu figurativo.

La dualidad con su stan cial H ijo/Padre, es decir la E n cam ació n , la m uerte de lo infinito (la Pasión) y su no-m uerte (la Resurrección) son los contenidos teológicos inm ediatos de la escisión, de la determ inación y del lím ite.

Al térm ino de esta aventura redentora, ustedes tienen en el cielo un D ios que reconcilia en sí m ism o, en el despliegue histórico de sí, lo finito y lo infinito. Y sobre la tierra, ya no subsiste sino la sim ple huella vacía de este proceso consum ad o, o sea, la tum ba de Cristo, de la que Hegel, sim bolizando con m isterio la borradura de la huella, la abolición de lo abolido, dirá -h a b la n d o de la con scien cia- «que ella hace la experiencia de que este sepulcro de su esencia efectivam ente real e inm utable no tiene ninguna realidad efectiva» (E E 1, 1 8 4 ).

E xcep to , pues, este aleatorio resto [déchet] funerario, resto al cual Mallarmé consagrará tantos de su poem as, el asunto está aquí bucleado

[b o u c lé e ] 18. El lím ite ascensional redistribuye el esplace y el horlieu en la

fusión de la Gloria. V iniendo a residir a su propia derecha, Dios (el H ijo) ya no es sino el intercesor inm utable ante el tribunal de Dios (el Padre). La revolución se disolvió en el Estado. El esplace enuncia este engaño de ser en cuanto al m ism o, así com o para el que fetichiza al Estado socialista, ilum inado desde adentro por la fuerza.

18 La n oción topológica de «bu cle», recogida p or Badiou, es m uy im portante en la obra de Lacan. No obstante, cabe señalar que el verbo boucler posee, entre otros, el sentido de «abrochar» (en relación, por ejem plo, co n una prenda) o «concluir». Si bien optamos, en este párrafo, por traducir «bucleado» para conservar la relación con las próxim as apariciones del concepto de «bucle», no debe perderse de vista que lo que está diciendo Badiou es: «el asunto está aquí abrochado». (N . del T.)

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Ell u g a r d e l o s u b je t i v o

Igual d etención ¡a rr ét] !9, igual círculo, no son sin o las ventajas de lo im aginario y de la teología. Para disfrutar de él plenam ente, hay que quem ar a los herejes. Lo que es, hay que adm itirlo, m uy real.

3

Pues nuestras recaídas «de derecha» y «de izquierda» m arcaron, evi­ dentem ente, toda la historia ideológica del cristianism o.

Ap (Ap) = P, es la reconvocación de la identidad puram ente finita del H ijo, la recusación de toda torsión en el esplace del m undo. Éstas son las herejías que subrayan unilateralm ente la hum anidad de Cristo, su exterio­ ridad a la trascendencia divina. En resum en, las herejías que se inclinan ante la heteronom ia objetiva de lo finito y de lo infinito, y que rom pen el axiom a de Niza, o sea, Dios com o identidad escindida del Padre y del Hijo. Para el arrianism o, en efecto, el H ijo no es sino el prim ero en la jerarqu ía de los seres que el Padre engendra.

Naturalm ente, esta desviación racionalista «de derecha» anula la esencia del propósito dialéctico cristiano.

Sim étricam ente, los que afirm an la reconvocación A (A) = A despliegan unilateralm ente la infinitud divina, y reducen la determ inación A (A) - o sea, la m uerte de Dios com o finitud de lo infinito (la Pasión del C risto )-, a no ser sino un sem blante20, una apariencia. Los docetas, los prim eros cronológicam ente en la larga serie de herejías gnósticas, plantean que el H ijo es absolu tam en te divino, lo que le im pide tener un cu erp o real, m orir de verdad sobre la Cruz, ser sexuado y precario. No es sino en apariencia, por la virtud reveladora de la fábula, que Dios tom ó la figura de lo finito. La radicalidad gnóstica m antiene en férrea separación la pureza original del Padre divino y la m ancilla del sexo, del m undo y de la m uerte. Si Dios viene a ap a recerse21 al m undo para indicar la vía de la salvación, no sabría establecerse en él en su esencia.

Esta herejía ultra-izquierdista, obsesionada por lo puro y lo original, violentam ente tendida hacia el m aniqueísm o, bloqu ea, al igual que el apa­

19 Arrét puede traducirse en general com o «parada» o «detención» de un proceso o m ovi­ m iento -sie n d o arrét d'autobus, por ejem plo, «parada de autobús». (N. del T.)

20 En el estricto sentido de «apariencia», que la palabra «sem blante» adm ite perfectam ente en castellano. (N. del T.)

21 El verbo que utiliza aquí Badiou es hanter, que es el aparecerse propio del fantasma. La palabra posee tam bién otros sentidos p osibles -ta le s com o «frecuentar» o «acosar». (N. del T.)

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