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Qué razón hay para la fumigación

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Academic year: 2017

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~QI& Razón Hay Para la Fumigación?”

Por HAROLD B. WOOD

Es axiomático que resulta difícil hacer desaparecer las supersti- ciones. Una vez que una idea se arraiga firmemente en la mente humana, es difícil disipar de la mente del público la falacia de la misma. Hay algunas personas que no pueden comprender que el conocimiento científico se desarrolla, y que la ciencia avanza. Aun tratándose de los hombres de ciencia más eminentes y de mayor ini- ciativa, su adelanto en la adquisición de conocimientos algunas veces resulta demasiado lento para que puedan mantenerse a la altura de los conocimientos científicos modernos.

La fumigación ha adquirido la distinción de convertirse en una verdadera superstición y, a la par que otras supersticiones, se sabe que no sólo es falaz, sino también peligrosa, puesto que da una idea falsa de seguridad.

En tiempos pasados, cuando se sabía muy poco en cuanto a la causa de la propagación de las enfermedades, se creía que la infección vola- ba por el aire. Por ejemplo, se creía que el paludismo so propagaba de la manera citada, hasta que llegó a demostrarse definitivamente que los mosquitos transmitían dicha enfermedad. También se creía que la peste bubónica y la fiebre amarilla se diseminaban por el aire, hasta que se descubrió que las pulgas y los mosquitos eran los cul- pables de su funesta transmisión. Las enfermedades más comunes y menos graves también fueron incluídas en la lista de las que se pro- pagan por el aire. Esto so creyó porque la ciencia aún no hab’a ade- lantado lo suficiente para decir de una manera definitiva la causa verdadera de la diseminación de las enfermedades. Teniendo sólo este ligero conocimiento, los funcionarios de sanidad pública pre- tendieron combatir la propagación de las enfermedades contagiosas esterilizando el aire de las casas.

Hubo un tiempo en que se crey en la fumigación

Con este fin, se hizo una gran cantidad de trabajo experimental. El aire en las casas se sometió a varios métodos de tratamiento ; mediante la evaporación de soluciones venenosas como el ácido fénico, por ejemplo, usando substancias químicas oxidantes, y por medio de la fumigación con formaldehido. Sin embargo, pronto llegó a des-

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cubrirse que el bióxido de azufre resultante de la quemazón del azu- fre, fué nocivo como resultado del blanqueamiento, y que desde el punto de vista experimental ejerció muy poca influencia en la bac- teria. El azufre todavía se aconseja como uno de los medios más eficaces de matar la polilla y otros insectos parásitos, y es probable que actualmente se le supere en cuanto al valor, únicamente some- tiendo los vestidos a un alto grado de vapor bajo una alta presión. Hace veinte años que, se adoptaba universalmente el tratamiento de los cuartos por medio del formaldehido, sobre todo en las habiklciones de donde recientemente habían salido pacientes de enfermedades in- fecciosas. Todavía lo aconsejan o usan aquellas personas que encuen- tran difícil desechar una costumbre heredada y que no pretenden apreciar cumplidamente su supuesto valor. En años pasados, los funcionarios de sanidad pública lo usaron extensamente empleando toda clase de métodos, mediante la evaporación, el rocío, por medio de la saturación de sábanas que se colgaban en el cuarto, humede- ciendo el suelo, mediante una dispersión química con el empleo del permanganato de potasa y también quemándolo en velas. Pero, en resumen, ¿ qué se logró con ello ?

Prueba de que la fumigacih

no tiene utilidad práctica

El Doctor Charles V. Chapin, superintendente de sanidad de la ciudad de Providencia, Estado de Rhode Island, siguió una senda enteramente nueva relativa a la administración sanitaria eficaz cuan- do, en 1905, demostró que nada se conseguía mediante la fumigación de salones o cuartos después de haber terminado la cuarentena para la difteria y la escarlatina.

Después de desechar la fumigación de las habitaciones, el Doctor Chapin demostró, según las siguientes cifras, que después de la cua- rentena no existía una diferencia apreciable en el número de los casos

recurrentes de difteria ni de la escarlatina.

Desde 1904 hasta 1909, ocurrieron 37 nuevos casos de escarlatina entre 2,429 familias, a pesar de la fumigacibn ; es decir, una propor- ción de 1:52. De 1908 a 1911, sin la fumigación hubo 40 casos recu- rrentes entre 1,240 familias, o sea una proporción de 1:62. I,a pro- porción en cuanto a la difteria entre las familias fuó prácticamente igual ; es decir, 1:71 con la fumigación y

1:80

sin ella. De casas cuarentenadas a causa de la difteria se sacaron 634 menores; quie- nes regresaron a hogares que no habían sido fumigados a la termina- ción de la cuarentena, y únicamente dos de ellos contrajeron dicha enfermedad. De las casas donde ocurrieron casos de escarlatina se

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sacaron 207 personas que podían contraerla, y despu& regresaron, habiendo contraído la enfermedad sólo tres personas. Entre los años de 1908 y 1910, se trasladaron 138 personas y ni siquiera una de ellas contrajo dicha enfermedad después de haber regresado a los hogares donde hubo escarlatina, y que no habían sido fumigados,

Lo que yo mismo tuve ocasión de observar en 66 niños sanos trasla- dados de las cuarentenas de escarlatina para que pudieran asistir a las escuelas, corresponde exactamente con lo Que antecede. El día que se suspendió la cuarentena, todos estos niños regresaron a sus hogares, y ninguno de ellos contrajo la infección, por más que nin- guno de los hogares había sido fumigado.

Después de que en la ciudad de Providencia se suspendió la fumiga- ción, Baltimore mantuvo la aplicación de ella mediante un método sumamente estricto y, sin embargo, en Baltimore hubo nuevos casos de difteria en una proporción de 1:76, a pesar de la fumigación, en tanto que en Providencia se registró una proporción de 1:64, sin ella. Las cifras relativas a la escarlatina son muy semejantes: los casos recurrentes en Baltimore presentaron una proporción de 152 con fumigación, y Providencia demostró una proporción de 1:62, sin la fumigación. De entonces acá Baltimore suspendió la fumigación.

Si el aire, los cuartos o salones y las instalaciones en las habita- ciones de los pacientes se llegaren a infectar de una manera peligrosa y pudieran contribuir a la propagación de las enfermedades, las cifras citadas serían muy di-rentes y, después de la suspensión de la fumi- gación, en todas las ciudades habría un gran aumento de enfermeda- des contagiosas.

Las ciudades, una por una, se han unido en cuanto al adelanto de la ciencia por el hecho de suspender la fumigación, pero aún quedan muchas personas que se aferran a la idea anticuada de que mucho se gana mediante la fumigación. En los periódicos se anuncian diaria-

mente casos en los cuales las escuelas se cierran y fumigan por haberse desarrollado enfermedades contagiosas en las clases. Generalmente se acostumbra despedir los discípulos, usar un poco de formaldehido y luego dejar entrar los niños el próximo día, sin procurar absoluta- mente descubrir si ya han contraído la enfermedad o si son portadores de ella.

Este método es sumamente peligroso, por cuanto le hace creer a las autoridades escolares y a los padres que no hay peligro, siendo así que, en realidad, la fumigación mediante el formaldehido no da nin- gún resultado favorable, puesto que la infección se encuentra en las

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es que los seres humanos no pueden desinfectarse. Cualquier desin- fectante que se aplique al cuerpo o a la garganta que tenga poder suficiente para matar todos los gérmenes, destruiría la piel o la mem- brana mucosa.

En vista del hecho ya establecido de que las personas y no los objetos inanimados propagan las enfermedades contagiosas, ¿ dónde está la lógica de la limpieza de los hogares sin examinar minuciosa- mente las personas que los habitan? Y ¿ dónde está la lógica al pre- tender dominar la difteria mediante la limpieza de un salón dc clases sin hacer investigaciones acerca de los portadores de la difteria o sin hacer cultivos procedentes de las narices y gargantas de los alumnos? Tan pronto como las autoridades locales se den cuenta cabal de los

métodos avanzados de dominar las enfermedades, hab& menos enfer- medades contagiosas y se aumentará tanto la asistencia a las escuelas como la eficacia de éstas.

Los maestros deben vigilar cuidadosamente el contagio

Las enfermedades en las escuelas se combaten de una manera SU-

mamente satisfactoria cuando el maestro conoce cuáles son los

primeros síntomas de las enfermedades, ejerce una constante vigilancia en cuanto a’la manifectación de aquéllas, y excluye de la escuela a cual- j quier alumno que presente síntomas sospechosos. Al manifestarse

síntomas de cualquiera enfermedad contagiosa en la ciase, todos los niños deben someterse a un examen minucioso durante tres días sucesi- vos, seguido de tres inspecciones individuales durante días sucesivos a la terminación del período de incubación, efectuándose dichos exá- menes, con preferencia, por un médico. Entonces, todo niño que presente síntomas de una enfermedad infecciosa debe excluirse in- mediatamente de la escuela y denunciar el caso al funcionario de sanidad de la localidad.

La vacunación antivarióloca debe ser obligatoria entre todos los niños de escuela. Si este requisito no tuviere fuerza legal, debe esti- mularse constantemente. Debe emprenderse una campaña anual, a fin de que todos los niños que se consideren susceptibles de contraer la difteria, la escarlatina y la viruela, resulten inmunes de dichas enfermedades.

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estos gérmenes mueren rápidamente después de salir del cuerpo, a menos que se descarguen dentro de alguna cosa en la cual puedan permanecer húmedos y de la cual puedan obtener la nutrición

ne-

cesaria para su crecimiento continuado, como, por ejemplo, en la leche o en ciertas otras substancias alimenticias.

Las escamas procedentes de la piel de los pacientes de escarlatina o sarampión no son infecciosas, y nada tienen que hacer con la pro- pagación de la enfermedad, a menos que no hayan sido recientemente infectadas por la saliva del paciente.

Las personas que todavía creen en las antiguas ideas de la fumi- gación, no deben esperar que los funcionarios de sanidad locales gasten los fondos públicos con aquel fin. La fumigación, cuando más, es únicamente un método de limpieza. Los funcionarios de sanidad no tienen más razón para fumigar los hogares con formaldehido que para suministrarles jabón u otros medios de limpieza.

Esterilícense los artículos que se introducen en la habitación

del paciente

Durante el período de asistencia de ciertas enfermedades contagio- sas, es necesario efectuar la desinfección. Ésta comprende la esteriliza- ción de toda la ropa de cama, los vktidos, toallas, pañ6elos y servi- lletas, inmediatamente después que el paciente se cambia de ropa, así como la completa desinfección de las descargas nasales y de la gar- ganta, amén de la esterilización de los utensilios de la mesa. Las principales enfermedades en las cuales este cuidado resulta indispensa- ble, son la tuberculosis, escarlatina, meningitis, parálisis infantil y la fiebre tifoidea. Las evacuaciones de vientre y las eliminaciones de los riñones de los pacientes de tifoidea también deben desinfectarse

cuidadosamente. Debe tenerse presente que esta clase de desinfección se diferencia por completo de la fumigación de las habitaciones, puesto que los objetos que se han enumerado se infectan a medida que dejan al paciente.

Referências

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