medades, ayudándoles, además, a que ellos mismos instruyan a sus padres y creen así comunidades y hogares más saludables.
Es inadmisible que, aún hoy en día, poblaciones de América Latina y del Caribe tengan que pagar el terrible costo social de sufrimiento, incapacidad y muertes debidas a enfermedades, teniendo en cuenta los medios de los que se dispone para evitarlo. La humanidad tiene medios eficaces para reducir estos sufrimientos ya que, de prevalecer la situación actual, para el año 2000 alrede- dor de 10 millones de niños fallecerán por causas que podrían ser evitadas. Además, hay que considerar las consecuencias nefastas que recaerán sobre gran parte de los sobrevivientes. Debemos unir nuestros esfuerzos para generar buena voluntad y la decisión política necesaria para movilizar los recursos exis- tentes en un mundo más solidario y justo. “Salud del niño: riqueza del maña- na” debería ser un grito de manifestación para todos aquellos que tienen inte- rés en el bienestar de los niños de hoy y de los niños por nacer, quienes serán las poblaciones del mundo del mañana. Les invitamos a que se unan a nosotros para celebrar el Día Mundial de la Salud 1984. Y, en especial, les pedimos soli- daridad en nuestro empeño de un futuro próspero mejorando la salud de los niños de hoy.
LAS MADRES, ELEMENTO PRIORITARIO
Mark A. Belsey
El nacimiento de un hijo representa una inversión considerable., . de amor, de energía y esperanzas por parte de los padres y de la sociedad en general. La muerte, el impedimento físico o la disminución del potencial de un niño impo- nen una carga a la generación actual y niegan recursos futuros a la comuni- dad. La muerte de 17 millones de niños menores de 5 años, que ocurre anual- mente y es prevenible en la mayoría de los casos, relata solo parte de una histo- ria en que los sistemas de atención de salud, como se administra hoy, dejan de atender las necesidades de la madre y el niño, que constituyen los grupos más vulnerables de la sociedad. En cierto modo, peores aun son las consecuencias de la supervivencia de niños debilitados, que tendrán un crecimiento retarda- do o quedarán afectados permanentemente por la ceguera: esos niños tendrán que vivir una penosa existencia lisiados por la poliomielitis o retardados men- talmente por causa de un parto mal atendido. Nuestra tarea más urgente con- siste en limitar ese sufrimiento y la tasa de defunciones y, al proponérnoslo, tendremos los medios disponibles para realizarla.
Respuestas
tales equipados con tecnología moderna y de capacitación de un mayor núme- ro de médicos y enfermeras. Había en la sociedad un sentido de dependencia cada vez mayor, un sentido de inutilidad que llevaba a considerar a los médi- cos y a la tecnología moderna como la única forma de abordar los problemas relativos al parto y a la infancia. Hoy en día ha cambiado el criterio, canalizán- dose hacia la atención primaria de salud, y las madres y los niños serán los pri- meros en beneficiarse.
Las medidas destinadas a proteger a los niños desde temprana edad se ini- cian antes del embarazo, por ejemplo, con un mayor intervalo entre nacimien- tos- dos o tres años como mínimo-y demora del primer embarazo de una mujer joven hasta que tenga suficiente madurez física y social para afrontarlo. La lactancia natural es una de las formas más sencillas y seguras de garantizar un intervalo adecuado entre nacimientos. Lamentablemente, comienza a de- saparecer en muchos lugares y por ello es necesario emplear otras técnicas co- mo la píldora (anticonceptivos hormonales), dispositivos intrauterinos y otros métodos de regulación por períodos más prolongados. Las consecuencias de es- ta disminución en la lactancia natural pueden ser graves. Por ejemplo si dismi- nuyera la duración de lactancia natural en Bangladesh del promedio actual de 30 meses a menos de 6 meses, como sucede en muchas zonas urbanas de Améri- ca Latina, habría que incrementar el uso de otros métodos anticonceptivos de 9 a 52% para mantener el patrón presente de fecundidad.
Legado del recién nacido
Prácticas peligrosas
La demora en la primera alimentación de un lactante y la separación de su madre después del parto constituyen prácticas peligrosas que se han infiltrado en muchos países. Por el contrario, el amamantamiento del bebé inmediata- mente después del parto ayuda a contraer el útero de la madre y a controlar la hemorragia. La leche materna per se contiene sustancias y anticuerpos que protegen al lactante contra los gérmenes del medio ambiente. Cuando se man- tiene al bebé con la madre se le permite adquirir protección contra los gérme- nes que se encuentran en el medio hospitalario. Por consiguiente, la colocación de recién nacidos en el medio, al parecer, higiénico y seguro de un pabellón in- fantil independiente puede, en realidad, representar un mayor riesgo de expo- sición a los distintos gérmenes que predominan cada vez más en los hospitales.
Lo anterior no significa que todas las prácticas tradicionales sean buenas o seguras. Cerca de medio millón de lactantes mueren anualmente de tétanos co- mo consecuencia directa de las prácticas de corte y tratamiento del cordón um- bilical. Al suministrar a la partera tradicional un conjunto sencillo que conste de un instrumento cortante, dos trozos de hilo, gasa limpia y una pequeña pas- tilla de jabón, y al subrayar la necesidad de mantener una estricta limpieza, el tétanos neonatal y la sepsis se podrían reducir hasta en un 9501,. La inmuniza- ción de todas las mujeres de edad fecunda contra el tétanos convertiría a esta enfermedad en una curiosidad en los países en desarrollo, como es el caso en los países desarrollados.
Responsabilidad compartida
Con el apoyo de la información y la tecnología apropiada recibidas de los sis- temas de salud, las familias, incluidos los padres, pueden compartir gran parte de la responsabilidad por el crecimiento del niño en un medio apropiado. El uso de sales de rehidratación oral para fines de tratamiento en el hogar puede tener un efecto espectacular en la mortalidad por enfermedades diarreicas. Cuando un niño tiene fiebre, la madre es por lo general la persona que puede decidir con mayor certeza si el caso es suficientemente cgrave para consultar al auxiliar de salud o buscar un tratamiento apropiado o si se puede tratar en ca- sa refrescando al niño con una esponja y cerciorándose de que consuma sufi- cientes alimentos sólidos y líquidos. Los padres deberían saber que es impor- tante seguir alimentando al niño enfermo porque ello evita la desnutrición que por lo general es una consecuencia de episodios de diarrea agudos o de enfer- medades respiratorias de la infancia. Los casos graves de desnutrición pueden causar ceguera.
los seis meses por causa de infecciones
constantes y porque los padres no le
suministran la alimentación
ordinaria
durante el ataque de la enfermedad.
Además, la falta de aumento de peso
se puede atribuir también a la demora
en proporcionarle
alimentos
suple-
mentarios. Cuando un niño se enfer-
ma, los auxiliares de salud tendrán
que decidir cuál es la causa pero los
padres podrán emplear el gráfico de
crecimiento como una señal de alerta.
La inmunización
contra difteria, tos
ferina, tétanos, poliomielitis,
saram-
pión y tuberculosis puede suministrar
protección eficaz a los lactantes y a los
niños pequeños. Estas enfermedades
son graves por naturaleza pero aun
cuando no son mortales afectan la sa-
lud del niño y lo hacen más susceptible
a la muerte o a la incapacidad
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causa de enfermedades respiratorias y
desnutrición.
La prevención de estas
enfermedades por medio de la vacuna-
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ción es una técnica sencilla y relativa-
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mente barata pero exige buena orga-
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nización para asegurarse de que la co-
bertura sea amplia y de que la vacuna
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sea eficaz, manteniéndola
a la tempe-
ratura indicada desde el momento en que sale del laboratorio.
Es igualmente
importante convencer a las madres de la necesidad de hacer vacunar a los niños.
La salud actual de los niños es la medida de la calidad de la salud de la próxima
generación. Exige ahora mismo una ponderada inversión por parte de la madre,
la familia y los profesionales de salud de esta generación. Todas estas personas
deben desempeñar alguna función en ese sentido, y las madres y los niños recibi-
rán los mayores beneficios solo cuando formen parte integral de la red de medi-
das de fomento de la salud en la que se incluyan todos los miembros de la so-
ciedad.
des y defunciones en los países en desarrollo del mundo. La base de la salud del adulto descansa en la infancia y en la adolescencia. La base de la salud infantil se forma durante el período del embarazo y después del nacimiento. Cualquier daño ocurrido durante el parto o después del mismo puede causar al niño im- pedimentos que duren toda la vida. Por consiguiente, compete a los padres de familia y a los sistemas de salud emplear criterios apropiados de atención pri- maria de salud para poder dar a cada niño que nace una mejor oportunidad.
PERSPECTIVAS DEL NIÑO
Julio C. Durán G.
Gracias a los avances de la ciencia y de la tecnología moderna, la población infantil del mundo de hoy tiene posibilidades de disfrutar una vida mejor com- parada con las condiciones de vida de generaciones pasadas. Por ello, toda vo- luntad y esfuerzo por brindar ahora salud y bienestar a la niñez representará la mayor inversión de nuestra sociedad, porque sus efectos redundarán en benefi- cio de nuestra civilización.
Hace poco tiempo, enfermedades que causaban millones’de muertes en el mundo entero pudieron controlarse o erradicarse mediante campañas de me- dicina preventiva, aplicación de vacunas, mejores condiciones higiénicas y otras medidas que fueron de enorme beneficio para la humanidad en particu- lar en lo que a la población infantil se refiere, donde la proporción de enferme- dades y mortalidad era más grande. En este sentido, las generaciones actuales pueden inmunizarse contra enfermedades evitables como sarampión, tétanos, poliomielitis, difteria, tos ferina y tuberculosis. Sin embargo, todavía una cuarta parte de la población infantil de los países en desarrollo, que se en- cuentra fuera del alcance de programas efectivos de inmunización, padece también de enfermedades infecciosas producidas por falta de agua potable, desnutrición y condiciones higiénicas inadecuadas. Se calcula que por estos motivos murieron más de 40 000 niños diariamente durante el pasado año en esas regiones. Gran parte de estas muertes se deben a la deshidratación produ- cida por enfermedades como la diarrea, la que puede ser evitada mediante tra- tamientos simples y económicos.