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La batalla contra Aedes aegypti

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Academic year: 2017

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L

A BAZALLA

CONTRAAEDESAEGWTI

Hembra del mosquito Aedes aegypti, vector de la fiebre amarilla urbana (Cortesfa:

Museo Americano de Historia Natural, Nueva York)

Se sabe que la fiebre amarilla apareció en la península de Yucatán antes de la llegada de Colón al Nuevo Mundo. La descripción más antigua de la enfer- medad data de 1495, cuando una epidemia azotó la isla de La Española. Dos siglos más tarde, la enfermedad afectó a otras islas del Caribe y en 1685 se declaró la primera epi- demia en el Brasil, en la ciudad de Recife. En los siglos XVIII y XIX se sufrieron epide- mias devastadoras en las Américas, como las que se produjeron en Cartagena, Colom- bia, en 1741, en Cuba en 1762 y en Santo Domingo en 1803. En los Estados Unidos de

América, la primera epidemia se registró en Nueva York en 1668. En la ciudad de Fila- delfia y el valle del Misisipí se registraron graves brotes de la enfermedad en 1669 y en 1878, respectivamente. La víctima de la última epidemia urbana registrada en los Es- tados Unidos fue la ciudad de Nueva Orleáns en 1905. En los albores del siglo XX la fiebre amarilla siguió cobrando tributos en América del Sur, Centroamérica y México.

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greso de los Estados Unidos autorizó al Presidente a convocar la Quinta Conferencia Sanitaria Internacional, que se celebró el año siguiente en Washington, D.C. El objetivo de la misma fue la creación de un sistema de notificación internacional de enfermeda- des. En dicha reunión, Carlos J. Finlay tuvo la oportunidad de presentar sus ideas sobre la transmisión de la fiebre amarilla. Para ello, afirmó, es preciso la existencia de un caso de fiebre amarilla en un periodo determinado de la enfermedad, la presencia de una persona susceptible y de un agente capaz de transmitirla de un sujeto enfermo a uno sano. Fueron necesarios 20 años para demostrar la veracidad de su teoría: el mosquito Aedes uegypti (entonces denominado Stegmzyiafasciutu) es el vector de la fiebre amarilla. Con la aceptación de las ideas de Finlay se pusieron en marcha los primeros programas de erradicación de la fiebre amarilla.

Varios acontecimientos vinieron a reafirmar la validez de la teoría de Finlay y sentaron las bases para los programas de control de vectores en el futuro, entre ellos: el éxito logrado por la Comisión de Fiebre Amarilla de la Junta Nacional de Sanidad de los Estados Unidos y por los trabajos dirigidos por William Crawford Gor- gas en La Habana (1898-1902); la aplicación de las medidas de control del vector du- rante la construcción del Canal de Panamá; la lucha eficaz contra el brote de 1905 en Nueva Orleáns, así como la eliminación de la fiebre amarilla de Rio de Janeiro en 1908, merced a la campaña contra el vector A. aegypti emprendida por Oswaldo Cruz.

La colaboración de la Organización Panamericana de la Salud con los países de la Región en relación con el control y la eliminación de la fiebre amarilla se ha caracterizado a lo largo de sus 90 años de historia por un seguimiento constante de los cambios experimentados por el vector en la Región y las consecuencias de esos cam- bios; por un esfuerzo permanente para intensificar la aplicación de las medidas de ata- que y la difusión de los nuevos conocimientos sobre la enfermedad; y por la búsqueda de formas de financiación de planes de acción y de alternativas de erradicación eficaces en función del costo.

Las primeras resoluciones de la Oficina sobre la fiebre amarilla se remontan a la Primera Convención Sanitaria Internacional de las Repúblicas America- nas, celebrada en Washington, D.C., en diciembre de 1902. En esta reunión, Finlay, en calidad de Jefe de Sanidad de la isla de Cuba, presentó el trabajo titulado “LES el mos- quito el único agente de transmisión de la fiebre amarilla?” y su compatriota, el Dr. Juan Guiteras, pronunció una conferencia sobre la profilaxis contra la fiebre amarilla en la ciudad de La Habana. Estas charlas constituyeron los cimientos de la teoría que más tarde permitiría implantar medidas eficaces para el control de la enfermedad.

En la Segunda Convención Sanitaria Internacional celebrada en Washington, D.C., en 1905, se aprobaron diversas medidas de salubridad relacionadas con los buques infectados de fiebre amarilla. En muchos lugares, el único factor que fal- taba para completar el ciclo urbano de transmisión de la enfermedad era la llegada de personas infectadas, Por ejemplo, el constante tránsito de personas susceptibles por el puerto de La Habana durante el siglo XIX fue el origen de numerosos brotes en la isla. La Tercera Convención Sanitaria (México, D.E, 1907) solicitó a las instituciones de salubridad que comunicaran a la mayor brevedad la existencia de fiebre amarilla a los representantes consulares o diplomáticos de las repúblicas representadas en la Convención. Asimismo, se recomendó a los países europeos que tenían colonias en las Américas que adoptaran la Convención Sanitaria de Washington de 1905, espe- cialmente en lo que se refería a la fiebre amarilla.

La Cuarta Conferencia Sanitaria Internacional (San José, Costa Rica, 1910) insistió en que se emplearan todos los medios disponibles para asegurar el sanea-

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Américas. Asimismo recomendó a la Quinta Conferencia la determinación de los cri- terios para decidir cuándo una persona debía considerarse inmune a la infección. Se acordó también que, para que una circunscripción no se considerara infestada, era pre- ciso contar con la comprobación oficial de que no hubiera habido ni defunciones, ni ca- sos nuevos de la enfermedad durante los 18 días precedentes, después del aislamiento, de la muerte o de la curación del último enfermo; no obstante, los gobiernos se reser- varían el derecho de prolongar dicho período para aquellos países donde no se obser- varan las medidas de aislamiento, desinfección y destrucción de los mosquitos.

Las opiniones vertidas en la Quinta Conferencia (Santiago, Chile, 1911) relativas al concepto de persona inmune a la fiebre amarilla fueron discrepantes. Según el criterio que por fin se adoptó, un individuo es inmune cuando previamente ha padecido un ataque comprobado de la enfermedad o cuando, además de lo anterior, ha permanecido más de 10 anos consecutivos en un foco endémico, aun cuando no conste que haya padecido la enfermedad.

Después de la Primera Guerra Mundial, la Oficina reanudó los es- fuerzos encaminados a romper el ciclo de transmisión; así lo indican las resoluciones aprobadas por la Sexta Conferencia Sanitaria (Montevideo, 1920), en las que se reco- mendó nuevamente intensificar la vigilancia de puertos y la lucha contra los mosquitos y otros vectores que pudieran ser transmisores de la enfermedad. En vista de los éxitos de las campañas antiamanhcas en Cuba, los delegados de ese país en la Séptima Con- ferencia (La Habana, 1924) recibieron felicitaciones por los logros alcanzados en las ta- reas de erradicación de la enfermedad en la isla.

Alo largo de los años veinte y treinta, los trabajos se concentraron en la elaboración de una vacuna eficaz. La urgencia de elaborar una vacuna se hizo más patente cuando Fred L. Soper y sus colaboradores demostraron la existencia del ciclo selvático de la enfermedad. Las investigaciones de Soper, quien posteriormente fue Di- rector de la Oficina Sanitaria Panamericana, modificaron la concepción epidemiológica de la fiebre amarilla. Como explicó al presentar los resultados de sus trabajos ante la Novena Conferencia Sanitaria Panamericana (Buenos Aires, 1934), la presencia de la fiebre amarilla en zonas rurales, fluviales y tropicales libres de A. aegypti, constituía un peligro de reinfestación para las zonas urbanas donde ya se había erradicado el vector.

De las diversas sustancias inmunogénicas candidatas a constituir la vacuna, el virus 17D se consideró el más adecuado. En 1937 ya se había comprobado la eficacia, seguridad y estabilidad de la vacuna 17D -preparada en Nueva York por Theiller, Smith, Sawyer y otros- por lo que comenzó su producción en gran escala en laboratorios instalados en Rio de Janeiro y en Bogotá con la cooperación de la OPS.

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tor. Año tras año se reiteró la importancia de que los países que ya habían logrado la erradicación del vector y fueron reinfestados posteriormente adoptaran las me- didas apropiadas.

Durante las décadas de 1970 y de 1980 varios países que habían eli- minado el vector volvieron a reinfestarse -entre ellos México, Colombia y la mayoría de los países de Centroamérica- lo que representó un peligro de urbanización de la fiebre amarilla, diseminación del dengue e introducción del dengue hemorrágico en las Américas. A raíz de estos acontecimientos, en la Reunión del Consejo Directivo de 1975, el Director de la Oficina acordó ampliar el Comité Científico Asesor sobre el Dengue a fin de incluir a expertos en fiebre amarilla y A. aegypti. De acuerdo con los informes pre- sentados por este Comité, en 1977 el Consejo Directivo recomendó que la Organización intensificara su apoyo a los países; que los países no solo continuaran con las medidas aplicadas hasta ese momento, sino que promovieran la vigilancia epidemiológica y la vacunación; y pidió que el Director tomara las acciones pertinentes para asegurar la disponibilidad de vacunas de alta calidad, así como de insecticidas y equipo para su aplicación.

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, los Cuer- pos Directivos lanzaron una señal de alarma: la reinfestación, la resistencia del mos- quito a los insecticidas, el agravamiento de la situación del dengue y los problemas eco- nómicos constituían un riesgo según el cual existía, y sigue existiendo, un grave peligro de que la fiebre amarilla selvática se convierta en urbana.

En 1982, la Organización auspició una reunión de un grupo de ex- pertos en Mérida, México, para tratar de solucionar el problema de A. aegypti, identifi- car alternativas para erradicar el vector y prevenir la urbanización de la fiebre amarilla. En el mismo año, la XXI Conferencia Sanitaria Panamericana confirmó la política de erradicación de A. aegypti y recomendó a los países que se ayudaran recíprocamente, de manera directa o a través de la Oficina, mediante préstamos o subvenciones bilate- rales y provisión de equipos y asesoramiento técnico. No obstante, la Reunión del Con- sejo Directivo de 1985 aprobó una resolución recomendando “el control o la erradica- ción de A. aegypti’; con lo que se interrumpió la firme política de erradicación del vector establecida en 1947.

En junio de 1987, el Comité Ejecutivo pidió a los países que reali- zaran encuestas iniciales y establecieran sistemas de vigilancia para determinar la pre-

sencia, distribución, criaderos y la susceptibilidad de esta especie a los insecticidas y que notificaran periódicamente al Director de la Oficina sobre cualquier infestación. La Organización dio apoyo a las actividades de los países por medio de la capacitación en biología y en el control del vector y la elaboración de manuales para su identificación, vigilancia y control.

En los últimos años la Organización ha coordinado un proyecto de modernización de los laboratorios de producción de la vacuna antiamarflica de Rio de Janeiro y Bogotá con el apoyo financiero y técnico del Gobierno del Canadá y del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer.

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