• Nenhum resultado encontrado

Em 2 de julho de 1453, Álvaro de Luna era decapitado na praça principal de Valladolid. Alonso de Espina começa a escrever a Fortalitium Fidei por volta de 1454, ou seja, pouco tempo depois dos acontecimentos de 1449 e 1453. Que estes eventos tiveram capital importância em sua obra é inegável, visto que ele mesmo os cita no Livro II. Segundo testemunhos da época, Dom Álvaro havia sido vítima de uma conspiração e suportou estoicamente sua pena. A prisão, em 4 de abril do mesmo ano, havia sido consequência da traição de alguns de seus apoiadores e, principalmente, do monarca, ao qual ele tinha por amigo. Assim relata a Crônica de Valladolid:

Más a todos los sucesos del triste reinado de D. Juan II, oscurecen los que en este año presenció Valladolid. No esperen pueblo ni clase alguna verse bien gobernados, si ellos, en vez de ayudar al gobierno, le contrarestan y aun combaten. Ciega el poder, á no dudarlo; mas, ¡cómo hará el hombre, para mantener con firmeza en su punto las riendas de la gobernación del Estado, si por todas partes halla estorbos, deslealmente opuesto á su camino! En semejante caso, desconfiando de cuantos le rodean, comienza por severo, da en cruel, pára en injusto. Tal es, en breves palabras resumida, la historia de la privanza de D. Álvaro de Luna. Recelando este del poder del conde D. Pedro, de Zúñiga ó Destúñiga, como le llaman los documentos de la época, trató de apoderarse de su persona, mas sabedor el conde del daño que le amenazaba, llamó á sus amigos, y con ellos determinó ir a Valladolid y matar al condestable. Sabedor este de la conjura, logró saliese la corte de nuestra villa á Burgos, donde, aquella reina, á quien D. Alvaro había traido á Castilla, sin contar ni aun con la condesa de Rivadeo, la ruina del valido. Perdió á este su propria soberbia, pues al haber, según se dice, mandado matar al contador Alonso Perez de Vivero, colmó la medida en la forma que sus enemigos deseaban. (1453) Vióle, en efecto, Valladolid asombrada, entrar preso en su recinto. Custodiáble Diego de Zúñiga, y luego le llevaron á la fortaleza de Portillo. Doce doctores del Consejo del rey se ocuparon por orden de este en formar el proceso de D. Alvaro, lo cual hicieron informal y precipitadamente, siendo condenado el mísero valido, por tirano, usurpador de la corona real y de sus rentas, á morir degollado á vista del pueblo, quedando su cabeza colgada de una escarpia. Aun conserva Portillo notables restos de sus antiguos muros; desde su altura, señorean los restos de la fortaleza extensa comarca, mientras en lo interior no subsisten enteros sino los subterráneos. Prision histórica, que aun llegó á serlo del proprio rey D. Juan II en 1444, cuando le guardó su primo el rey de Navarra, hasta que so pretexto de caza, huyó en busca de los que preferia por amigos; Portillo fue tambien la negra prision de D. Alvaro de Luna, hasta que Diego Zúñiga ó Destúñiga, su custodio, le llevó á Valladolid.

En el camino, salieron Fray Alonso de la Espina y otro compañero, monjes ambos del monasterio del Abrojo, á prepararle, de suerte, que no tardó el infortunado maestre en persuadirse á que sus enemigos habían podido mas que la justicia y amistad del rey. Viendo, en fin, que ya no debia tener esperanza en los hombres, demostró conformidad y alientos dignos de caballeros cristiano. Al llegar á Valladolid, quisieron llevarle á la casa de Alonso Perez de Vivero; mas la viuda y criados le dieron acogida con tan descompasados denuestos y amenazas, que fue necesario trasladarle á la casa de D. Alonso de Zúñiga, calle de Francos, donde tiempos adelante establecieron Audiencia y capitanía general. Habia sido D. Alvaro sobrado

fuerte y poderoso, durando su valimiento, para no causar envidia á todos; y además el rey, que debería ser amigo hasta la muerte, cediendo, como siempre, á intrigas y amenazas, y mostrándose pérfido, á fuer de débil, firmó al cabo la sentencia del condestable, y con ella la de su eterna deshonra. Díjose que ya estaba D. Juan II cansado de la soberbia y tiranía del valido; háse dicho tambien que no dejaba de ver codicioso las cuantiosas riquezas de D. Alvaro. ¡Mísero D. Juan II! ¡Y cuán mejor le fuera haber nacido hijo de oscura familia y ser fraile del Abrojo, en lugar de rey de Castilla! El valimiento de D. Alvaro de Luna y su caída fueron tales, que aun hoy llaman sobremanera la atención y ocupan lugar preeminente en la historia, pasando de siglo en siglo y de generación en generación, con aquella aureola de triste poesía que circunda la frente de todo desgraciado, cuanto mas grande hubiere sido su anterior ventura. Pasó la noche D. Alvaro en casa de su enemigo y custodio Alonso de Zúñiga, en paz, contricion é dolor. Al rayar del alba, oyó misa y rebió la Sagrada Comunion, mientras escuadrones de gentede á pié, ginetes y hombres de armas habian rondado en silencio por las calles de Valladolid.La luz del dia 2 de junio (año 1453 ya citado) alumbró en la Plaza Mayor, donde hoy es la famosa plazuela ó encrucijada del Ochavo, cadalso, que paños negros enlutaban, con una cruz, en torno de la cual lucían fúnebremente oscilando, amarillos blandones, y detrás se alzaba enhiesto madero con garfio de hiero, donde quedara la cabeza del ajusticiado. Abriéndose las puertas de la casa de Zúñiga, y caballero en mula, toda cubierta de negras gualdrapas, salió un hombre de mediana estatura y noble aspecto, si bien llanamente vestido y sin armas. Rodeábale numeroso acompañamiento de hombres armados; á su lado iban monjes franciscanos; delante el pregonero, diciendo: Esta es la justicia que manda facer el Rey

Nuestro Señor á este cruel tirano e usurpador de la Corona Real: en pena de sus maldades mándale degollar por ella. A lo cual respondió, lleno de

conformidad y contricion el reo: ¡Mas merezco! ¿Qué habia hecho, entre tanto, D. Juan II por su amigo de toda la vida, por aquel, que si bien ambicioso y soberbio, habia sido desde niño fiel compañero y fidelísimo vasallo? Débil, cobarde y codicioso, tenia con su hueste cercada á Maqueda, tratando de señorearla, así como á Escalona y cuantas fortalezas en aquella comarca poseia el valido. Iba este, entre tanto, por el Cañuelo, Cantarranas y Platerías, mientras la agolpada muchedumbre tenia por un momento el griterío para escuchar la voz del pregonero. Refiere Fernan Gomez de Cibdareal, suponiendo que el rey estaba en Valladolid, que por dos veces habia este llamado á Solís, su maestrescuela, dándole un papel cerrado para Diego de Zúñiga; pero otras tantas pudieron en el mal su debilidad y su esposa, con lo que arrebatando el papel de manos del servido, concluia por decir: déjalo, déjalo. Y don Juan cayó en su lecho, abrumado de pesadumbre y vergüenza. Con mas honra llegó á los pies del cadalso D. Alvaro de Luna. No con la teatral apostura que el impío suele llevar á las puertas de la muerte, mas con aquella nobleza con que sabían morir los buenos españoles , se apeó de la mula, y subiendo pausadamente las gradas, llegó ante la cruz del cadalso, á cuyos pies oró fervorosamente de hinojos breve espacio. Fúnebre silencio reinaba en derredor. Habíase quedado su paje favorito con la mula del dieestro, y sacando D. Alvaro del dedo un precioso anillo que llevaba, llamó al servidor, y dándosele exclamó: Toma, Morales, este es el postrer don que de mí puedes recibir. Lloró el paje, y con él, para honra del pueblo vallisoletano, lloró el concurso, que hasta entonces habia permanecido en pavoroso silencio. D. Alvaro, sereno, dio unos pasos por el tablado, dudando si hablar ó no al pueblo; mas viendo á Barrasa, caballerizo mayor de D. Enrique, le dijo: <<Llegase á ver la muerte que le daban, y rogaba dijera al príncipe diese mejor galardón que el rey habia dado á él.>> Exhortábanle Fray Alonso de la Espina y demás religiosos á que apartase lamente de todo pensamiento mundano, y él, volviéndose al verdugo, preguntó para qué estaba la escarpia en el madero. Cuando lo supo, replicó: Del cuerpo fagan

luego en su sabor. Sacó del pecho la cinta con que le ataran las manos, apartó

después el sordo murmullo de horror con que el hombre acoge la muerte violenta de su semejante, llenaba plaza y calles inmediatas, y cundia por todo Valladolid, mientras el verdugo mostraba al pueblo la cabeza ensangrentada del que fue en el mundo condestable, maestre de Santiago, y por su valía y ardimiento, mas que el rey de Castilla. A los tres días le enterraban de limosna los hermanos de la Misericordia en la ermita de San Andrés, sepultura de ajusticiados; nueve permaneció su cabeza en el garfio. Dos meses después consintieron los enemigos de D. Alvaro, que ya no era temido, pues no existía, fuese el cadáver llevado al convento de San Francisco, donde yace en la hermosa capilla de la catedral de Toledo. Su muerte fue el suicidio de don Juan II, que murió de melancolía, degenerada en cuartanas, á 21 de julio de 1454. 329

Juan II, influenciado por sua jovem esposa, começou a temer por sua segurança ante os acontecimentos políticos envolvendo Dom Álvaro de Luna. Não foram poucos os conselhos recebidos dos seus novos homens de confiança, de que a história registra uma infinidade de casos em que os validos acabaram com a vida de seus reis e senhores por traição. O temor do monarca foi tal, que mandou dizer a Dom Álvaro de Estúñiga que deixasse para depois qualquer outro assunto que o ocupasse e que se dirigisse a Burgos com os efetivos de homens e ginetes que tivesse à disposição naquele momento.

Por certo si yo manos tuviese, la gloria ó el peligro deste caso yo no la diera salvo á mi: pero pues Nuestro Señor me privó de las fuerzas corporales, no puedo mejor mostrar el deseo que yo he al servicio del Rey mi señor, que poniendo mi hijo mayor en la cruz por su mandado. Por ende yo vos mando, que luego en este punto partáis para Curiel, y llevad con vos solamente á Mosen Diego de Valera, é á Sancho Secretario, é un page, é andad quanto podréis: é llegado á Curiel, llamad la gente que entendiéres menester. É dexad mandado, que luego mañana partan de aquí vuestros caballos y armas, é guíevos la estrella que guió á los tres Reyes Magos. É haced como caballero, que todo trabajo ó peligro que venga por servir el hombre á su Rey, es de haber por soberana gloria y honor. 330

De acordo com a crônica, Estúñiga obedeceu e se dirigiu a Curiel com setecentas lanças, andando à noite e com o maior sigilo, entrou em Burgos, onde o rei, observando o efetivo que o acompanhava, o aconselhou a retornar a seu castelo de Curiel, porque o Condestável contava dentro da cidade com muito mais gente. Estúñiga não gostou da advertência de Juan II, de tal forma que respondeu ao monarca que maravilhava-se que ele o houvesse chamado, colocando sua persona em perigo, para deixar de prosseguir com o que havia começado e que “pues allí era venido, quél fuese cierro, quél no partiria de Búrgos sin prender ó matar al Maestre de Santiago, ó perder la vida”. Conhecida a resposta, Juan II enviou, logo em seguida, a cédula real que autorizava

329 FULGOSIO, Don Fernando. Cronica de la província de Valladolid. Madrid: Rubio, Grilo Y Vitturi,1869, p. 42-43.

Estúñiga para aquele caso: “Don Álvaro Destúñiga mi Alguacil mayor, yo vos mando que prendáles el cuerpo á Don Álvaro de Luna Maestre de Santiago: é si se defendiere, que lo mateis”.

Na manhã de 4 de abril de 1453, domingo de Páscoa, a hoste de Estúñiga parte do castelo e se dirige, com som de trombetas e grande alvoroço, à casa de Dom Álvaro de Luna. Capitaneava a hoste, com mais de 200 homens armados, uns a cavalo e outros a pé, o próprio Álvaro de Estúñiga, alcaide da fortaleza, carregando em suas mãos o pergaminho onde foi escrita e firmada a cédula real de prisão do Condestável. Quando se aproximaram da casa, todos começaram a gritar várias vezes: “Castilla, Castilla, liberdad del Rey!”.

Avisado o Condestável, por Álvaro de Cartagena – sobrinho do bispo de Burgos e homem de sua casa, que com as primeiras luzes do dia havia corrido até o lugar da residência do Condestável para dar-lhe a notícia do que estava acontecendo – ele chegou na janela de um dos seus aposentos, e falou aos gritos: “Voto á Dios hermosa gente es esta”.

Houve certa resistência dos sitiados, inclusive um escudeiro de Estúñiga caiu morto à sua frente. Por causa disso, o Alguacil mandou dizer ao rei, por intermédio de Diego de Valera, que seus homens estavam sendo feridos e mortos e que necessitava urgentemente de permissão para entrar na casa e combater aqueles que lá se encontravam. Juan II respondeu, mandando que se resguardasse nos edifícios próximos e organizasse seus homens de maneira que, postos a salvo dos ataques dos sitiados, dominassem os arredores para impedir que o Condestável pudesse escapar.

Resumindo estes acontecimentos, Álvaro de Luna considerou inútil toda a resistência. A única coisa que lhe restava era reclamar um seguro para sua pessoa no caso de sair de casa e se entregar ao monarca. O seguro foi estabelecido, mas quando saiu à rua, Ruy Díaz de Mendonza e Pedro Afán de Ribera que o esperavam aconselharam-no a retornar ao palácio porque a cidade havia se escandalizado e era perigosa. A única maneira de garantir sua vida era deixando-o preso onde havia até então residido.

As seguridades, oferecidas primeiro, e outorgadas depois, firmadas e seladas pelo rei em favor do Condestável e de seus criados, não se cumpriram. Álvaro de Luna ficou à mercê de seus inimigos na solidão mais absoluta. Seu filho escapou de Burgos disfarçado de mulher com um dos criados, e com sorte, encontrou um grupo de homens

a cavalo partidários de seu pai que o levou a Portillo, e dali a Escalona onde estava a sua mãe, a condessa Doña Juana Pimentel.

Fora reunido um conselho com os nobres, e nem um só amigo do Condestável estava presente, com o objetivo de encontrarem a melhor solução para os problemas do reino. Estavam convencidos de que não poderiam vencê-lo por meio da guerra, pois os homens leais a Dom Álvaro jamais entregariam suas vilas e castelos gratuitamente, sem uma defesa férrea. Alegavam que era imenso o afeto e o agradecimento dos alcaides e numerosos eram os homens de armas dispostos a lutar para defendê-lo. Também entendiam que não poderiam contar completamente com a vontade do monarca, pois sabiam por experiência que, mesmo que expulsassem o Mestre de Santiago, ao cabo do tempo ele voltaria a se assenhorar da situação, por cima de qualquer inconveniente. Por tudo isso, concluíram que o melhor seria matá-lo, conscientes da oportunidade que lhes fora oferecida e que talvez não voltasse a se repetir. Submetida a votação, aprovaram a condenação e morte do Condestável de forma unânime, exceção feita ao arcebispo de Toledo, que dada sua condição de prelado, não podia aprovar tais atos.

Ante tal situação, o monarca estampou sua firma no documento em que estava escrita a sentença de morte de seu valido, aceitando com isso todas as condições que os grandes do reino quiseram impor, entre elas que o encarregado de fazer saber e de levar ao suplício o Condestável seria Diego López de Estúñiga, e que a sentença seria executada em Valladolid, na praça pública, para exemplo e lição das gentes do reino.

Señor, por todos los Caballeros y Doctores de vuestro Consejo que aquí son presentes, é aun creo que en esto serian todos los ausentes: visto é concoscido por ellos los hechos é cosas cometidas en vuestro deservicio y en daño de la cosa pública de vuestros Reynos, por el Maestre de Santiago Don Álvaro de Luna, é como ha seydo usurpador de la Corona Real, é ha tiranizado é robado vuestras rentass; hallan que por derecho debe ser degollado, y después que le sea cortada la cabeza é puesta en un clavo alto sobre un cadahalso ciertos días, porque sea exemplo á todos los Grandes de vuestro Reyno. 331

Com a sentença firmada pelo monarca, Diego López de Estúñiga saiu do acampamento de Escalona até a vila de Portillo, onde Álvaro de Luna se encontrava retido em prisão. Em outro documento, também firmado e selado pelo rei, levava o mandamento em que ele ordenava ao alcaide da fortaleza que entregasse o prisioneiro. Ele havia passado antes em Valladolid, onde se proveu da guarda necessária para

trasladar o Condestável sem perigo. Antes de sair até Portillo, deixou no monastério de São Francisco o encargo de que um frade

“grand famoso letrado, é Maestro em Teología que por estonce alli era, llamado Maestre Alfonso Espina, parta el dia siguiente caminho de Portillo, é que al passar del rio de Duere se faga, desimulando, encontradizo con el Maestre á fablar alguna cosa, disciendo que ge la queria descir en secreto, é que alli le descubra é le notifique, de como lo levan á le dar la muerte; cal os que avian ido por él no le avian dicho, ni le avian de descir otra cosa, segund que estaba acordado entre ellos, salvo que el rey lo mandaba passar á Valladolid”. 332

A partir deste momento vemos, efetivamente, a aparição política de Alonso de Espina nas fontes da época. Isto não significa que ele não participasse da vida política em Castela, pelo contrário. O fato de ter sido procurado para participar de um dos eventos políticos de maior relevo em Castela comprova o fato de ter participado ativamente da vida política, e de ser reconhecido como alguém de relevo.

No dia 1 de junho de 1453, com um importante grupo de homens, Álvaro de Luna regressava a Valladolid. Próximo à vila de Tudela apareceram Alonso de Espina e outro companheiro. Separando-se dos demais, Espina pôs-se a falar com o Condestável, dizendo que

este mundo dava o galardon á los que le servian, é por eso el mundo le daba el gualardon: pero que mirase bien que este mundo era sueño, é que muchos Santos por servicio de Nuestro Señor habian seydo martirizados, y que creyese que Nuestro Señor le quería dar este martyrio por salvación de su ánima”. 333

Espina o exortava que como católico e fiel cristão se esforçasse na santa e verdadeira fé de Jesus Cristo, e manifestasse seus pecados, se arrependesse e os confessasse em contrição. Conforme narra a Crônica de Dom Álvaro de Luna, o Condestável ouviu o que lhe foi dito, agradeceu, deu um grande suspiro, alçou os olhos aos céus e disse: “Bendito tú seas, Dios, é Señor, que riges é gobiernas el mundo”. Posteriormente, rogou ao Mestre de Espina que não lhe abandonasse, e este prometeu que estaria do lado do Condestável até o último momento.

No dia seguinte, o cadafalso estava preparado na Praça Mayor com um rico carpete que cobria o tablado. Diego López de Esúñiga mandou que Álvaro de Luna montasse uma mula selada coberta com um pano negro. As trombetas começaram imediatamente a soar. O pregoeiro cumpria a missão de informar as multidões que

332 FLORES, Don Josef Miguel. Op.cit., p.377 333 GUZMAN, Fernan Perez. Op.cit. p. 563

enchiam as ruas o porquê da sentença: “Esta es la justicia que manda hacer el Rey