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Educación sanitaria

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Academic year: 2017

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Por el Dr. PABLO LUROS

De la Secretaria de Salubridad y Previsión Social de Costa Rica

La divulgación de conocimientos sanitarios se hacía en la antigüedad bajo preceptos religiosos. Pero también, desde Celso y Galeno hasta el principio del siglo pasado, la literatura de la higiene ha tenido un carácter popular. Desde entonces, los conocimientos positivos que han sido adquiridos, permanecen desconocidos no sólo a las masas, sino también a las clases sociales de cierta preparación. Al principio del siglo XX, un prominente higienista alemán escribió que los bachilleres de los Colegios, si después no estudian Medicina o Zoología, no conocen el funcionamiento de importantes órganos de la máquina humana, como el hígado, etc. Desgraciadamente, hoy puede decirse casi lo mismo.

Hasta hace pocos años, todo se regularizaba con disposiciones poli- ciacas y así la higiene resultaba cuestión exclusiva del Estado, regla- mentada con disposiciones médico-policíacas. El pueblo era objeto exclusivo del cuidado sanitario del Estado; como sujeto activo casi no se presentaba.

Ese carácter de la higiene, como cuestión pública, sin la participación activa del pueblo, ha sido conservado durante muchos decenios, a pesar de que la apariencia y el fondo de la acción de la higiene pública se transformaban diversa y continuamente con el transcurso del tiempo. Sin embargo, la higiene popular sólo puede prosperar cuando cada individuo encuentra ocasión para el desarrollo de una eficaz acción personal. La microbiologfa no estaba en situación de ofrecer esa ocasión. Por consiguiente se limitó a hacer llamadas a los medios técnicos auxiliares de la ciencia y en su afán de hacer accesibles a la masa sus propios descubrimientos, en un principio sólo Iogró cultivar una microbiofobia, que en vez de despertar las fuerzas individuales, contribuyó a su paralización. Pero la medicina propiamente dicha, tampoco ha hecho ningún esfuerzo por satisfacer el deseo y la tendencia del pueblo hacia una colaboración en el terreno sanitario. La enseñanza acerca de las alteraciones celulares, como base de las elaboraciones morbosas y la investigación de los mútiples fenómenos químicos y físicos de la vida han conducido, como en la microbiología, al esfuerzo de la lucha contra la enfermedad por determinados “medios especiales.”

Si tomamos en consideración todo eso, debemos aceptar en parte la opinión de eminentes higienist,as y clínicos, de que la medicina como ciencia y como acto ha seguido completamente un camino equivoco en

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los últimos decenios. Por eso no es raro que los pródromos de la higiene hayan procedido en su mayor parte de personas extrañas a los graduados en medicina, personas que han abierto completamente nuevos horizontes bajo el aspecto de fisioterapia.

Si después de lo anteriormente expuesto, se quiere facilitar la completa acción de la higiene como factor civilizador, es necesaria una instrucción y educación para el cuidado de la salud, y ésta puede encontrar su solución sólo en el amplio marco de la instrucción popular y de la educa- ción moral. Sólo cuando higiene y moral andan juntas se pueden esperar resultados.

La cuestión de si debe considerarse el médico o el maestro el más indicado para la educación sanitaria, ha originado y sigue originando largas discusiones. Creemos que la cuestión se plantea mal, porque sin duda alguna ambos deben utilizarse para ese fin. Sólo es necesario determinar el campo de acción de cada uno.

En tiempos anteriores el médico de la familia era al mismo tiempo su consejero sanitario. Pero las condiciones bajo las cuales se ejerce hoy la profesión médica, hacen diffcil esa acción preventiva del médico; además, hoy día la educación sanitaria se ha hecho cuestión de influencia sobre las masas. Pero también muchas otras razones ponen hmites a la acción sanitaria del médico y muy especialmente, los grandes vacíos de sus conocimientos en la ciencia higiénica. La enseñanza de la higiene en las Universidades, necesariamente es muy limitada, y exacta- mente los pocos conocimientos que de esta enseñanza adquiere el medico, son los más inadecuados y menos adaptables a la educación popular.

Si

consideramos la educación sanitaria como cuestión educacional, entonces dones pedagógicos y conocimientos pedagógicos constituyen su presuposición indispensable.

Ahora bien, tratAndose de la educación sanitaria de los escolares,

ninguna duda cabe de que el maestro es el m4s indicado, sin que eso impida al medico escolar el dedicar algunas horas de conversaciones sobre temas médico-sanitarios. Pero aqui surge el problema de capital importancia de la instrucción sanitaria de los maestros. Los maestros de algunos países que tenemos presentes no tienen ninguna preparación en esa materia. La adquisición de algunos conocimientos con lectura de libros, desgraciadamente, no basta y est& demostrado que cono- cimientos incompletos traen más bien perjuicio que provecho. Sólo con la introducción de la asignatura de la higiene en las escuelas superiores donde se gradúan los maestros, confiada no a una persona cualquiera, sino a un competente higienista científico, podemos esperar la transformación del personal docente, de factores negativos en órganos competentes para la educación sanitaria popular y particularmente,

para la escolar.

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que pueden utilizarse para la educación sanitaria, sobre todo los curas, obstétricas, enfermeras, empleados municipales, etc. Para la adecuada preparación de estos es válido lo que anteriormente hemos dicho para los médicos y maestros,

En lo que concierne a la asignatura de la higiene en las escuelas debemos observar que los programas escolares estan hoy tan recargados que la introducción de una nueva asignatura encontrar& quizas muchas dificultades. Sin embargo, eso no constituye obstliculo para abandonar el esfuerzo en las escuelas. Entre las asignaturas que hoy se enseñan existen muchas cuya utilidad es casi nula comparada con la de los conocimientos de la higiene. Tambien hay que tener presente que, a pesar de que las primeras tentativas de la introducción de la asignatura de la higiene en las escuelas se hicieron ya desde el siglo XVII, ~610 hace 50 años que se logró su introducción en las escuelas de los Estados Unidos después del gran movimiento para la restricción del alcoholismo.

La asignatura propiamente dicha puede enseñarse bajo tres aspectos: oca- sionalmente, en asociación de otras asignaturas y como asignatura propiamente dicha. Ocasión de enseñanza dan, según la edad, todos los pequeños y grandes sucesos del día, los que tienen una relación cualquiera con el cuerpo: desayuno escolar, baño y natación, paseos, trabajo en el jardín de la escuela, examen por el medico escolar, etc. El cambio de las estaciones del año da lugar a conversaciones sobre la influencia del vestido, de la alimentaoión, etc. Ausencias de la escuela a consecuencia de enfermedad, pequeñas lesiones por caídas, etc., dan oportunidad a lecciones sobre primeros auxilios, cuidado de enfermos, etc. Si un alumno sufre de dolor de muelas, el maestro puede aprovechar la ocasión de hablar acerca de la higiene de la boca. Una epidemia de tosferina, paperas, difteria, etc., ofrece tema de lecciones sobre enfermedades contagiosas. También la limpieza de la escuela, la ventilación, el uso del servicio higiénico ofrecen campo propicio para exponer varios temas de la higiene.

Entre las asignaturas que presentan ocasión para lecciones de higiene, estan en primera línea las ciencias naturales. Muchas otras asignaturas son también apropiadas para ese fin: la historia, la geografía, etc. Particularmente la historia proporciona abundante material para lecciones sobre “enfermedades contagiosas en relación con la derrota de ejércitos,” etc. Aun en la enseñanza de las maten& ticas, en vez de problemas abstractos se pueden utilizar problemas relacionados con la higiene (demografía en general, estadística vital, etc.) pero la asignatura que ofrece mejor ocasión para la educación sanitaria es, como hemos dicho, las Ciencias Naturales, sobre todo cuando su enseñanza no se hace seca y completa- mente descriptiva, sino sobre plantas, animales, etc.

El mejor complemento de esta enseñanza, o más bien dicho, su base indis- pensable, es el inteligente dirigido cuidado del cuerpo. La subestimación de la educación corporal frente a la espiritual, aun sigue constituyendo el cáncer de la educación de muchos países del Continente.

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La cuestión de los otros medios de divulgación de conocimientos sanitarios no es de menor importancia que la de la enseñanza de la higiene en las escuelas y las Universidades populares. Los deberes del arte de la propaganda son esencialmente de naturaleza psicológica y pedagógica. De las muchas y diversas cuestiones de la propaganda sanitaria vamos a mencionar algunas sobre la elección del material, del lugar, del ciclo de las personas a quienes se dirige y de los gastos.

Primeramente, en lo concerniente a la elección del material, observamos que no todos los temas sanitarios son indicados para propaganda. Cuanto menos desarrollado está el sentimiento sanitario de la población, tanto más prudencia se necesita para la elección del material. Así por ejemplo, las enfermedades contagiosas inclusive la tuberculosis, para el pueblo constituyen temas mucho más extraños de lo que se puede imaginar a primera vista. Aunque ese tema

parece simple, teniendo consecuencia y coherencia y por lo tanto comprensible para el hombre científicamente instruído, sin embargo, es muy difícil para el hombre del pueblo, que carece de conocimientos biológicos y anat6mico-fisiol& gicos generales, formar exacta idea del factor patógeno, de la elaboración de la enfermedad, etc. También sucede que en la mayoría de las veces falta la relación directa con el tema, mientras que circunstancias especiales no vuelvan la atención hacia éste, por ejemplo, un caso en el vecindario inmediato del auditorio o una epidemia mas o menos seria. Bajo condiciones completamente diferentes, por razones comprensibles, se encuentra un tema relacionado con la puericultura por ejemplo. Para temas como éste puede aplicarse el principio que anteriormente hemos mencionado, para la educación sanitaria de los niños, según el cual se pueden trasmitir conocimientos practicos o costumbres aun donde falta la madurez para la comprensión de la causa.

El ciclo de las personas y el lugar determinan la especie de método. Sobre todas las cuestiones de la educación popular es válido el principio de que al pueblo hay que buscarlo donde por tendencia natural, se reúne para divertirse o aprender. El auditorio siempre debe ser homogéneo, es decir, compuesto de personas que tengan más o menos los mismos intereses, el mismo sistema de vida, igual grado de ins- trucci6n. Asociaciones profesionales, uniones políticas, aun enfermos en los hospitales, sanatorios, etc., como también presos pueden constituir un excelente auditorio mientras el tema sea bien seleccionado. Mayor atención se impone tratándose de la educación de la población campesina. Para esta labor las personas más competentes serán médicos que vivan en el campo, curas, maestros y en general personas familiarizadas con

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productor de fuerte impresión externa, sino con cuaIquier esfuerzo que de pequeño en un principio se desarrolle orgánicamente en silencio y seriedad. Por eso no tienen tanta importancia los medios técnicos de la educación, como la personalidad de los educandos y la del encargado de aquella. Con el reconocimiento de este principio se resuelve fácilmente también la cuestión de los gastos; cuanto más externa y por lo tanto más aparente es la educación, tanto más costosa se hace, mientras que el trabajo que actúa en el fondo, a conciencia, casi no requiere gastos, sino sólo buena voluntad y trabajo personal.

En 10 concerniente a los gastos, autores serios y de gran experiencia sostienen que el pueblo debe participar en estos por razones pedagógico- sociales. En realidad, puesto que con el mecanismo de previsión de Estado se paraliza cada día más la voluntad para que cada cual se ayuda por sí mismo, la excitación de fuerzas activas y del sentimiento de la responsabilidad individual se impone. Es necesario que la con- ciencia popular se posesione de la idea de que algunos gastos para la salud pública constituyen uno de los tantos deberes del ciudadano, como los impuestos en general, y otros muchos sacrificios.

Además forma parte de la naturaleza del hombre eI apreciar más

toa0 lo que paga. .

La educación sanitaria pertenece, principalmente, al cielo de Ia acción de las asociaciones privadas, de las sociedades cientificas, a la cruz roja, etc. Los deberes del Estado en el terreno de la educación, sanitaria consisten especialmente en la creacibn del gran marco de trabajo, en la elaboración de las cuestiones relativas a la educación y la administración, en la supresión de los obstáculos por el camino legisla- tivo o administrativo, en la formación de medios y de métodos didácti- cos, etc.

Hay que tener siempre presente que el pueblo no ve con mucha confianza las conferencias o reuniones oficiales de Estado y que toda cuestión sanitaria jamás debe tener el carácter de “enseñanza” sino más bien el carácter de conversación sobre un tema agradable.

En el terreno de la educación popular hay que tener también en cuenta los serios obstáculos que pueden disminuir o eliminar su impor- tancia. Que ignorancia y superstición establecen serios obstáculos, eso es evidente. Pero el obstáculo más grande lo constituyen las malas condiciones económicas del pueblo. El que carece de medios para las más indispensables necesidades de la existencia, el que habita un cuarto subterráneo, húmedo y sin sol ni se interesa ni aprovecha nada de una conferencia o de un folleto acerca de la importancia de las vitaminas y de los beneficios de los rayos solares.

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Entre los medios existentes para influir y educar a otros hombres, mencionamos primeramente la palabra oral. Para la educación oral se utiliza principalmente la conferencia. Muchos autores la consideran como lo mejor, pero simultáneamente, el medio más difícil de educación. Hoy dfa la mayoría de las conferencias son destinadas más bien a publicaciones que para obtener resultado inmediato. En cuanto a las exigencias que una buena conferencia debe requerir en lo que respecta al idioma, la elección de palabras y demás requisitos oratorios pedagó- gicos, la falta de espacio no nos permite ocuparnos extensamente. Sólo hacemos hincapié en que los dogmatismos deben evitarse donde no caben y que es preferible dejar de demostrar la relatividad de los conocimientos que resolver “dictatorialmente” cuestiones que todavía no están maduras. Sin embargo, a pesar de que la palabra oral ocupa el primer lugar entre los medios de la propaganda, siempre hay que tener presente los limites que para ésta están fijados. En lo que concierne la de la radio, tenemos que decir, que su empleo disminuye enormemente la influencia inmediata de la conferencia.

Esta deficiencia puede completarse con la palabra escrita o mejor dicho, con la palabra impresa. Los aspectos bajo los cuales se presenta la palabra escrita de contenido sanitario es en extremo variable. Desde la instrucción breve y el articulo de Ja prensa, hasta el libro voluminoso y la revista regularmente editada, casi no existe ninguna especie de producto tipográfico que no haya sido utilizado para la educación sanitaria.

Las hojas y folletos impresos constituyen el aspecto más simple, más antiguo y al mismo tiempo más variado de los medios educativos. La variedad incumbe al material, la extensión del texto, su adaptación a determinados grupos de la población, etc. Pero por lo general pasan

desapercibidos porque ningún atractivo tienen, ni en el tipo de letra, ni

en la clasificación y calidad del material, ni en la clase o el color del papel. Por el contrario las ilustraciones atraen la mirada y sirven como puentes que conducen al texto. También un texto en versos adecuados es leído y retenido mejor por el pueblo.

El deseo de la creación de un enlace permanente entre higiene y pueblo se realiza de una manera bastante satisfactoria con las revistas de carácter sanitario popular. La cuestión del empleo de la prensa diaria para la educación sanitaria presenta muchas dificultades.

Por fin, debemos mencionar los medios de observación para la educa- cibn sanitaria. El principal de estos viene a ser la vida misma, y exactamente por eso la divulgación de conocimientos sobre puericultura tiene como hemos dicho, gran éxito, aun cuando se hace sobre muñecos.

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En realidad muchas películas son demasiado cargadas con detalles cientíiicos incomprensibles para el público. Muchas veces se proyecta abundancia de material de laboratorio, descripción de instalaciones de hospitales, reglas de terapia, en una palabra “mucha medicina,” y

falta exactamente aquello con que el público puede unir la experiencia y los conocimientos, para poder entrar en acción individual sobre el terreno sanitario.

El problema de la educación sanitaria popular está estrechamente ligado con la instrucción sanitaria de los médicos y de todos los funcio- narios de la Salubridad Pública.

Epidemia de náuseas J vómitos.-En 1935, en Dinamarca describieron con el nombre de n8usea epidémica una enfermedad que parecia nueva, y caracteri- zada por todos los sintomas del mareo. En 1936 se observó el primer brote en una playa de Inglaterra, afectándose 52 de 117 residentes de una pensión. Miller y Raven, que estudiaron el brote, creen que el mal es probablemente aerógeno. El último brote semejante es el comunicado por J. D. Gray (Brit. Med. Jour., 209, fbro. 4, 1939) en un distrito campestre, que afectó a 45 de 82 alumnas de una escuela y a las personas que vivfan en las cercanfas. No parece tratarse de trasmisi6n alimenticia o acu&tica, pues dos de los escolares regresaron a sus casas, y dos dias despu& ambos padres manifestaron el mal.

Aparatos empleados para resurreccibn.-Refutando ciertos cargos que se le han formulado, el Consejo de Fisioterapia de la Asociación Médica Americana

(JOUT. Am. Med. Assn., 1948, mayo 13, 1939) hace notar que, en lo tocante a medidas de resurrecci6n, el Consejo ha recalcado siempre la importancia del método de Schafer de la presión prona para la respiraci6n artificial, y continuará haciéndolo en el futuro. El Consejo ha aceptado los respiradores tipos Drinker y Emerson por su valor indudable, sobre todo en la parálisis infantil, comprendiendo entre otros los inhaladores H-H, B-K, y Davis. Otros aparatos, como el S.O.S. que emplean varios departamentos de bomberos y de policfa, continúan todavfa en estudio. El aparato E & J ha sido aceptado tiltimamente, tras una investiga- ción muy minuciosa y pruebas de su eficacia aportadas por varios médicos.

Referências

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