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Organización y administración de los programas de control de las enfermedades transmisibles en los países en desarrollo

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(1)

ORGANIZACION

Y ADMINISTRACION

DE LOS PROGRAMAS

DE

CONTROL

DE LAS ENFERMEDADES

TRANSMISIBLES

EN LOS

PAISES EN DESARROLLO1

Karl A. Western2

Para ser eficaz, ta extensión de los servicios de atención primaria de salud que contengan un componente de enfermedades transmisibles se debe coordinar correctamente con los especialistas e-n enfermedades

transmisibles responsables de esas actividades. El fracaso común en

lograr dicha coordinación indica una necesidad importante y un peli-

gro: el peligro de que el deterioro del control de las enfermedades transmisibles pueda producir una gran decepción respecto al concepto de atención integrada de salud.

Introducción

Aunque las enfermedades transmisibles

no son ya las causas principales de la mor-

bilidad y la mortalidad en Europa y Esta-

dos Unidos de América, el consenso gene-

ral es que su importancia ha cambiado

muy poco durante la generación pasada en

la mayoría de los países en desarrollo.

Usamos deliberadamente la palabra “con-

senso” porque la falta de información pre-

cisa acerca de los niveles verdaderos y

los efectos adversos sobre la salud de las

enfermedades transmisibles en los países

en desarrollo es casi universal. Por ejem-

plo, el World Health Statistics Annual, 1972,

proporciona datos sobre mortalidad solo

’ Condensado del capitulo “Organization and Administra- tion”, incluido en Guidelines for Andysir of Communicab[e Di- sease Conlrol Planning in Dedoping Countrizs. DHEW Publica- tion No. (PHS) 79-50080, 1979. Págs. 11-25. Se publica en inglésen elE?ulletin of the Pan Amenkan Hedth Organir&n, Vol.

14. No. 1, 1980.

* Ex Jefe, Departamento de Enfermedades Transmisibles, Organización Panamericana de la Salud, Washington, D.C. Actualmente, Subdirector de Investigación Internacional, National Institute of Allergy and Infechous Diseases, Bet- hesda, Maryland 20025, EUA. Se puede obtener la bibtiogra- fíí de este artículo solicitándola al autor a la dirección men-

de un país de la región africana (Mauri- cio) y cuatro de la región asiática (Hong Kong, Israel, Japón y Tailandia).

Puesto que un indicador extraoficial del

desarrollo nacional es la capacidad de ela- borar estadísticas y datos biomédicos signi- ficativos, es inevitable que los especialistas

en enfermedades transmisibles y los res-

ponsables de la política continúen basando

muchas de las decisiones políticas y de

programación sobre cálculos aproximados

más que sobre datos exactos. Esto es in-

quietante principalmente porque es técni-

camente viable mejorar la recopilaciin de

información epidemiológica sobre enfer-

medades transmisibles en los países en de- sarrollo. Sin embargo, los administradores

de salud pública que intervienen en la pre-

vención rara vez disponen de la informa-

ción requerida antes de verse forzados a

adoptar decisiones.

Es de gran interés la opinión expresada

comúnmente por los técnicosla idea de

que la prevención y el control de las en-

fermedades transmisibles se ha deterio-

rado en los últimos años en muchas zonas tropicales, y que es probable que continúe esta tendencia descendente. Este punto de

(2)

vista generalmente se expresa en forma

privada más que en publicaciones y, como

resulta evidente de los párrafos anteriores,

en general es imposible comprobarlo ex-

cepto en casos que llaman la atención,

como el fracaso del programa de erradica- ción de la malaria en Sri Lanka. Las razo- nes expuestas para explicar el fenómeno son complejas y ningún factor parece ser

totalmente responsable. Entre los factores

principales se incluyen: 1) el deterioro de

los programas de control de las enferme-

dades en el período poscolonial; 2) el cre-

cimiento de la población; 3) el exceso de

población y la aglomeración, particular-

mente en las zonas urbanas; 4) el sanea-

miento del medio inadecuado; 5) la escasez

de personal del país bien adiestrado para

supervisar los programas de enfermeda-

des transmisibles; 6) los obstáculos técnicos

tales como el aumento de la resistencia a los insecticidas de los mosquitos transmiso- res de la malaria y el dengue; 7) la falta de tecnología apropiada con la que prevenir o

controlar enfermedades tropicales impor-

tantes, y 8) el fracaso de los programas

preventivos en la lucha con los servicios

clínicos por conseguir los escasos fondos asignados a la salud.

Sobre todo, los frenados progresos de los programas de control de las enferme-

dades transmisibles en el mundo en desa-

rrollo exigen revisar su organización y

administración de una manera construc-

tiva. Sin embargo, debe hacerse notar que

cualquier análisis con un alcance tan am-

plio como el que se intenta aquí necesa-

riamente estará influido por las experien-

cias y opiniones personales del autor.

Antecedentes europeos

Los métodos de cuarentena primitivos,

que tienen su origen en la antigiied d, se

basan en la observación empírica % e la

transmisión de enfermedades temibles por

los visitantes infectados a otros miembros

de la comunidad. Las actividades organiza-

das de control de las enfermedades trans-

misibles no fueron posibles hasta principios del siglo XIX, una vez que se consiguió un sistema preciso de acopio de datos de mor-

talidad y morbilidad en Inglaterra bajo la

inspirada dirección de William Farr. Los

primeros epidemiólogos, como John

Snow, fueron capaces de utilizar estos da-

tos para calcular las tasas de morbilidad en

grupos definidos, comparar las de una y

otra población, y prever la forma probable

de transmisión de la enfermedad.

Estos importantes acontecimientos ocu-

rrieron en medio de la Revolución Indus-

trial y la migración de la población del me- dio rural a ciudades en rápido crecimiento y a poblaciones nuevas. Hasta entonces no

existía una estructura administrativa o le-

gislativa que se hiciera cargo de la evacua- ción de aguas servidas y basura, o que ase-

gurara la inocuidad de los alimentos y del

agua potable. La reacción en Inglaterra, en

otras partes de Europa y en Estados Uni- dos fue nombrar médicos y juntas de sani-

dad que tuvieran la responsabilidad del

control de las enfermedades infecciosas. A

falta de insecticidas, medicamentos y va-

cunas eficaces (excepto la vacuna contra la viruela), los esfuerzos de estas autoridades

se enfocaron necesariamente hacia medi-

das de saneamiento del medio, vigilancia

de enfermedades notificables y cuarente-

nas.

En la actualidad, a pesar de los avances

técnicos en la preparación de vacunas y an-

tibióticos, y en el control antivectorial, los

países en desarrollo se enfrentan con los

mismos problemas con que se encararon sus colegas europeos hace 150 años. Sin

embargo, el mejoramiento de las comuni-

caciones, la simplificación de los sistemas

de vigilancia, el procesamiento de datos

por computadora, la mayor rapidez de los

procedimientos de diagnóstico de labora-

torio, las medidas preventivas que pueden

completar el mejoramiento del sanea-

miento ambiental, y la investigación apli-

(3)

no se han tomado medidas eficaces de sa- lud pública, todo ello es motivo de opti- mismo. Por lo tanto, desde este punto de vista, hay motivos para creer que muchos

países en desarrollo tienen la capacidad

potencial para reducir el tributo de enfer-

medades transmisibles y lograr un pro-

greso sustancial hacia el objetivo adoptado

por la Asamblea Mundial de la Salud de

“Salud Para Todos en el Año 2000”.

Origen de las actividades de control de las enfermedades transmisibles en los países en desarrollo

Durante el período comprendido entre

la organización de programas de enfer-

medades transmisibles en Europa y EUA y el fin de la era colonial (aproximadamente

1870-1950), los programas de control de

las enfermedades transmisibles en el tró-

pico fueron planeados y a menudo admi- nistrados por técnicos de países desarro-

llados. En general se daba prioridad a las

enfermedades endémicas que podían cau-

sar la muerte 0 incapacitar al personal ex-

patriado, a la fuerza de trabajo económi-

camente productiva, o a la ganadería. A los

programas dirigidos a las enfermedades

transmisibles prevalentes entre mujeres o

niños se les daba mucha menos importan- cia. La política de mejora del saneamiento

ambiental, tan exitosa en Europa y EUA,

no se adoptó en gran escala principal- mente por tres razones: 1) la mayoría de las personas en el trópico se hallaban en zonas rurales y dispersas, creando con ello increíbles problemas logísticos; 2) el costo

habría sido prohibitivo, y 3) los avances

médicos crearon otros enfoques que tenían

un efecto más inmediato sobre las enfer-

medades y la muerte y que parecían tener un costo más bajo.

En general, el enfoque de la planifica-

ción del control de las enfermedades

transmisibles era simple y directo. Si el

proyecto de un canal o una vía férrea no

podía completarse porque la malaria, la

fiebre amarilla o el cólera eran causa de

que los trabajadores enfermaran o evita-

ran reclutarse, estas se convertían en las

enfermedades prioritarias. Las comisiones

que estudiaban el problema localmente y

sistematizaban estrategias de prevención y

vigilancia estaban a la orden del día. Estas

comisiones naturalmente atrajeron admi-

nistradores y científicos que mostraban

gran interés, o pronto lo adquirían, por

determinadas enfermedades. El resul-

tado final fue la organización de un pe-

queño número de programas de preven-

ción y control de enfermedades, dirigido

cada uno de ellos a una sola enfermedad.

Cada programa tenía administración, pre-

supuesto, personal de campo, transporte,

comunicaciones y sistemas de vigilancia

independientes. Las normas y pautas de

funcionamiento se organizaban al nivel del

programa. En algunos de estos programas,

especialmente las campañas contra la ma-

laria, las operaciones de campo tenían un

aire paramilitar, caracterizado por uni-

formes, jerarquías y disciplina estricta. Era usual asignar estos programas de control

de enfermedades de una categoría “verti-

cal” al ministerio u organismo responsa-

ble de la salud, aunque también eran co-

rrientes comisiones 0 institutos autóno-

mos. Además, aun si los programas contra

la malaria, fiebre amarilla (Aedes aegypti),

tuberculosis, viruela y lepra, se asignaban

todos al mismo organismo, rara vez había

coordinación de servicios, y tampoco dicha

coordinación se consideraba deseable.

El fin del período colonial coincidió con

el crecimiento explosivo de la tecnología

médica, que surgió durante y después de la

Segunda Guerra Mundial. Sucesos rela-

cionados con esto incluyen la producción

de DDT, el descubrimiento y la prepara-

ción masiva de la penicilina y medicamen-

tos antimaláricos, y el mejoramiento de la

disponibilidad y calidad de las vacunas

contra la fiebre amarilla y la viruela. En el curso de varios años, el concepto prevale-

(4)

reemplazado por un nuevo concepto diri-

gido a la erradicación de la malaria, Aedes

aegyptz’ (el vector urbano de la fiebre amari- lla), mal de pinto y viruela. Fue evidente el atractivo de este concepto de la erradica-

ción para especialistas, administradores,

economistas, políticos y organismos finan-

cieros. Un esfuerzo intenso, financiado

adecuadamente y sostenido contra la en-

fermedad objeto de la campaña libraría

para siempre a la población de una cala-

midad tradicional. Sin embargo, para que

el esfuerzo de erradicación fuera efectivo,

los países vecinos, 0 preferentemente to-

dos los continentes, deberían participar de

una manera coordinada. La asignación de

una cantidad excesiva del presupuesto des- tinado a salud para las fases de ataque y

consolidación podía justificarse por los ba-

jos costos de la fase de mantenimiento (una

vez lograda la erradicación en una zona

dada) y por el ahorro importante que. re-

sultaba de no tener que financiar el es-

fuerzo para el control de la enfermedad

una vez lograda la erradicación total. En

teoría, los fondos disponibles después de la

erradicación de una enfermedad serían

reinvertidos en la lucha contra la siguiente

enfermedad programada para ser erradi-

cada o serían asignados a servicios genera- les de salud. De manera similar, el readies- tramiento del personal dedicado a la erra- dicación y la adaptación de la infraestruc-

tura utilizada para la misma permitirían

usarlo en actividades de erradicación sub-

siguientes o en otros programas de con-

trol.

Los esfuerzos para la erradicación que se

llevaron a cabo de acuerdo con estas ideas

lograron un éxito muy diverso. El logro

más sorprendente hasta la fecha ha sido la

reciente erradicación mundial de la trans-

misión de la viruela de persona a persona. Además, el mal de pinto se ha eliminado

3 El mosquito selvático vector de la fiebre amarilla no sería afectado por la aplicación de insecticidas en o alrededor de las habitaciones humanas.

ahora de la mayoría de los países en desa-

rrollo y se ha confinado, donde aún per-

siste, a zonas remotas con una población dispersa. La fiebre amarilla urbana no se presenta ya y, aunque la amenaza de su

recurrencia persiste, la erradicación del

vector de la fiebre amarilla urbana, Aedes

aegypti, de la mayor parte de Sudamérica ha liberado a la mayor parte de esta región tanto de la fiebre amarilla como del den-

gue. También Europa, el Oriente Medio,

el Caribe, las zonas templadas de Sudamé- rica y muchas de las islas del Pacífico Occi-

dental eliminaron prácticamente la trans-

misión de la malaria endémica.

Sin embargo, a pesar del entusiasmo ini-

cial por el concepto de erradicación y el

considerable progreso logrado, dicho con-

cepto gradualmente ha perdido credibili-

dad y de hecho puede abandonarse. Las

razones técnicas principales podrían re-

sumirse como sigue: 1) falta de reconoci-

miento de la compleja epidemiología de las

enfermedades; 2) confianza errónea en el

concepto de “inmunidad de la muche-

dumbre”; 3) sobreestimación del efecto

que una sola medida de control podía te-

ner en los niveles de la enfermedad; 4) in-

capacidad para hacer llegar el esfuerzo de

la erradicación hasta el último paciente o

vector; 5) fracaso para proporcionar el es-

fuerzo masivo requerido con objeto de

mantener zonas libres de una enfermedad

antes de la erradicación final; 6) dificultad

en sostener el esfuerzo de erradicación

una vez que la enfermedad objeto de la

campaña ha desaparecido de la población

y los administradores han llegado a darse

cuenta de que el programa de erradicación es menos eficaz que costoso, y 7) la apari- ción de problemas técnicos tales como la resistencia a los insecticidas y a los medi- camentos.

He subrayado los problemas técnicos de

la erradicación porque se ha dado mucha

publicidad tanto a los problemas políticos

como a la interrupción del financiamiento

(5)

éxito. Quiero hacer notar que, aun cuando

estas últimas dificultades se hubieran re-

ducido, excepto en el caso de la viruela, la

erradicación mundial total buscada no se

habría logrado todavía. Ahora que la vi-

ruela se ha erradicado, una prueba adicio-

nal del desprestigio del concepto de erra-

dicación es que ningún otro programa de

control de enfermedades transmisibles pa-

rocinado por la OMS tiene como objetivo

directo la erradicación. Con respecto al

mal de pinto, por ejemplo, se propuso re- cientemente que, aunque debería conside-

rarse la erradicación, los esfuerzos iniciales

contra esta enfermedad deberían dirigirse

a las Américas. Los nuevos programas de

la OMS, como el Programa Ampliado de

Inmunización y Prevención de la Ceguera,

están dirigidos claramente al control.

Políticas actuales de salud en los países en desarrollo

La decepción producida por los pro-

gramas de control y los esfuerzos de erra-

dicación contra una sola enfermedad han

coincidido con el aumento de la expecta-

tiva de salud en los países en desarrollo.

Esta expectativa se refleja en la Constitu-

ción de la Organización Mundial de la Sa-

lud, que incluye la frecuentemente citada

definición de la salud como “un estado de

completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o

enfermedades”. Subsiguientes definicio-

nes operativas de este ideal han seguido

respaldando un enfoque holístico de la sa-

lud.

Las normas para la política de atención de salud en los países en desarrollo pueden

encontrarse en las resoluciones adoptadas

anualmente por la Asamblea Mundial de la

Salud. Se deben proporcionar servicios bá-

sicos de salud al mayor número de perso- nas tan pronto como sea posible. Al prestar estos servicios básicos debe hacerse uso

máximo de la infraestructura para aten-

ción de salud. La infraestructura debe ex-

tenderse también con la mayor rapidez po-

sible a las zonas que en la actualidad no

reciben servicios médicos organizados. En

general, los países en desarrollo aceptan

implícitamente la idea de que la extensión

rápida de la cobertura no es posible sin

sacrificar la calidad de la atención, y reco- nocen también que ellos no serían capaces

de afrontar el costo de programas inde-

pendientes para cada una de las enferme-

dades transmisibles importantes.

Sin embargo, debe hacerse notar que es- tas políticas de salud de largo alcance se

formularon cuando los organismos inter-

nacionales de crédito y de asistencia téc-

nica funcionaban en el supuesto de que el

mejoramiento de la salud podía lograrse

más fácilmente a través del desarrollo so-

cioeconómico general que a través de los

programas de salud per se. Un gran sector

de la comunidad internacional estaba con-

vencido también de que la explosión de-

mográfica era el mayor problema con que

se enfrentaba el mundo en desarrollo, y

que debería darse máxima prioridad a la

reducción de las tasas de natalidad sobre

las de mortalidad y morbilidad. Desde

luego, se acusó a los programas de control

de las enfermedades transmisibles, al me-

nos parcialmente, de las dificultades que

atraviesan los países en desarrollo, puesto

que salvaron vidas sin ocuparse de los resul- tados demográficos.

Desde entonces se ha logrado un equili- brio entre estos diferentes enfoques de las políticas de salud, económica y demográ- fica. Ahora se reconoce que la confianza total en el desarrollo económico no produ- cirá rápidos y netos beneficios durante va- rias generaciones y que así no se satisfarán las demandas de servicios de salud de una población cada vez más exigente del Ter-

cer Mundo. Del mismo modo, aunque se

acepta la necesidad del control de la pobla-

ción, la experiencia ha demostrado que los

(6)

no reducirán voluntariamente el tamaño de sus familias sin tener la seguridad de

que sus primeros hijos van a alcanzar la

edad adulta. Por consiguiente, la planifica-

ción familiar se promueve de manera cre- ciente dentro del contexto de los servicios

de salud maternoinfantil y de atención

primaria de salud.

También se espera que los programas de

control de las enfermedades transmisibles

se incorporarán en programas de atención

primaria de salud en la medida de lo posi- ble. El dilema actual de los directores y es- pecialistas de programas de enfermedades

transmisibles es que esta política se ha

formulado y adoptado a nivel teórico. En

realidad, hay muy pocos ejemplos de un

control eficaz de las enfermedades trans-

misibles que se haya logrado a través de un

programa integrado. Los ejemplos que

vienen a la mente (en China y Cuba) son

programas que dependerán en gran me-

dida de un enfoque vertical en las prime- ras etapas. Además, en el caso de Cuba

puede argumentarse que las circunstancias

ecológicas y políticas crearon condiciones

favorables que no se encuentran en otras

partes de América Latina.

En la actualidad varios países en desa-

rrollo están planificando o han empezado

ya a poner en práctica programas de aten- ción primaria de salud. En cada país gene-

ralmente se están estableciendo proyectos

piloto o proyectos en zonas de demostra- ción antes de que se inicie la ejecución en gran escala. Hasta ahora los proyectos de atención primaria de salud que he visto en América Latina y en el Caribe están orien- tados en gran medida hacia el diagnóstico

clínico y el tratamiento de pacientes. Los

servicios clínicos son más estáticos que mó- viles, y son atendidos por personal de sa-

lud de categoría inferior. A pesar de los

intentos para motivar a la comunidad y

conseguir su participación, la utilización

deficiente es un problema en algunas zo-

nas. La supervisión, problema particular-

mente urgente, se complica por los siste-

mas de evaluación que tienden a tabular

los servicios prestados (por ejemplo, el

número de visitas clínicas o el número de

dosis de vacunas administradas) más que el

efecto sobre la salud de la comunidad (por

ejemplo, la cobertura de inmunización lo-

grada o la disminución de la notificación

de enfermedades). Además, para hacer un

trabajo adecuado la mayor parte de los servicios de apoyo necesarios para el con-

trol de-las enfermedades transmisibles, ta-

les como los servicios de vigilancia epide-

miológica, de diagnóstico de laboratorio y

de control de vectores, tendrán que ser

mejorados de una manera fundamental.

Aunque a los esquemas de atención

primaria de salud se les asigna en debida

forma un componente de enfermedades

transmisibles y de epidemiología, hasta la

fecha ha sido muy limitada la verdadera

responsabilidad de los epidemiólogos y los

especialistas en enfermedades transmisi-

bles en la organización de esos componen-

tes. Además se ha prestado poca atención a

la identificación de las tareas de control de

las enfermedades transmisibles que deben

llevarse a cabo a nivel local. La compleji- dad de estas actividades y el nivel del sis-

tema de responsabilidad que se les ha asig-

nado determinará los requisitos de perso-

nal, adiestramiento, suministros, apoyo lo-

gístico, supervisión y evaluación. Sin este

refuerzo cualquier programa de atención

primaria de salud encontrará difícil tratar

de manera eficaz las enfermedades trans-

misibles de importancia para la salud pú-

blica.

Organización y administración actuales de los programas de control de las

enfermedades transmisibles

Quizás el primer punto que debe subra- yarse aquí es que muy pocos ministerios de

salud dirigen un solo programa organi-

(7)

enfermedad-como los dirigidos contra la

malaria o la tuberculosis-que han de fun-

cionar como unidades separadas. La epi-

demiología aun se considera sinónimo de

enfermedades transmisibles en la mayor

parte del mundo en desarrollo, y es en los

servicios de epidemiología donde se en-

cuentra la responsabilidad nacional para

las diversas enfermedades transmisibles.

No obstante, aparte de la posibilidad de

supervisar las actividades de inmunización,

el servicio nacional de epidemiología gene-

ralmente no tiene responsabilidad directa

en la dirección del programa. Las funcio-

nes principales del servicio de epidemiolo-

gía son formular pautas nacionales para la

prevención y el control de las enfermeda-

des transmisibles, organizar el material de

adiestramiento, evaluar los datos de vigi-

lancia y preparar los informes. Como ya se

mencionó, el servicio nacional de epide-

miología puede tener poco contacto con

los programas que se ocupan absoluta-

mente de una sola enfermedad.

Debe señalarse también que existe un

número limitado de países donde las en-

fermedades transmisibles tradicionales

han dejado de ser un problema importante de salud pública. En las Américas se cuen- tan países tan distintos como Chile, Costa Rica y Cuba. Estos países comparten carac- terísticas comunes como tener un desarro-

llo económico relativamente avanzado,

responsables de la política que dan priori- dad a la salud como un problema social,

comunidades educadas y bien informadas,

transportes y comunicaciones superiores al

promedio, y facilidades de acceso a una ex- tensa red de servicios de salud. En estas circunstancias, el servicio de epidemiología

descrito anteriormente puede ser ade-

cuado.

Por otra parte, aun en estos países el

control de las enfermedades transmisibles

es en general débil y dista de ser completo.

Los datos disponibles sugieren que la ma-

yoría de los indicadores de enfermeda-

des-incluso los niveles de gastroenteritis,

hepatitis, enfermedades respiratorias agu-

das y tuberculosis-están aún por encima

de los niveles considerados razonable-

mente aceptables en el mundo desarro-

llado. Además, los programas de control

de las enfermedades transmisibles que se

emprenden normalmente en Europa y

EUA-tales como programas de control de

las enfermedades venéreas o de infeccio-

nes hospitalarias-generalmente se limitan

a centros principales de población. La ca-

pacidad para luchar contra epidemias o

problemas nuevos puede ser limitada.

Además, estos países más avanzados aún dependen en gran medida de los laborato-

rios internacionales de referencia para

confirmar o completar los resultados de los

laboratorios nacionales, y los incompletos

servicios de laboratorio periféricos contri-

buyen de manera importante a la escasez

de información sobre vigilancia y dan lu-

gar a una compleja información de sínto-

mas más que a una notificación de enfer-

medades.

La mayoría de los países en desarrollo se halla en una situación aún menos afortu-

nada. En general, el presupuesto para

programas de control de enfermedades,

de tipo vertical y tradicional, es estaciona-

rio o va disminuyendo a medida que los

fondos nacionales y el apoyo internacional se canalizan hacia la atención primaria de salud. Por ello, el esfuerzo de tipo vertical

para el control de las enfermedades esta

perdiendo interés y, en muchos casos, el

nivel de la enfermedad objeto del mismo

parece que se eleva. En cierta medida puede culparse de esto a los esfuerzos fa-

llidos para la erradicación-que dan lugar

a la reaparición de enfermedades tales

como la malaria y el dengue en zonas

donde el vector había sido eliminado. Una

parte de este aumento puede deberse tam-

bién a la mayor frecuencia de las visitas

clínicas, al mejoramiento de la información

y a la conciencia de la comunidad que re-

sultan de la aplicación de una mayor co-

(8)

ciertas enfermedades-como la poliomieli-

tis paralítica-puede aumentar por el me-

joramiento de la sanidad, que eleva el

promedio de edad en la que los niños se

infectan.

Aunque todas estas consideraciones

pueden constituir factores, hay indicios de

que los programas de control de las en-

fermedades transmisibles han llegado a

una encrucijada. Pueden esperarse reduc-

ciones adicionales superiores al nivel mí- nimo actual de la ayuda para actividades

tradicionales. Además hay una tendencia

creciente a quitarles la responsabilidad del

programa a los servicios epidemiológicos o

a los directores de programas individuales, y convertir dichos servicios en uno más de los diversos elementos de los programas de

asistencia maternoinfantil o de atención

primaria de salud. Por ejemplo, el UNI-

CEF ya no respalda los programas contra la malaria en las Américas y estudiará el

apoyo a los programas de inmunización de

la Región solo si se presentan dentro del contexto de la atención primaria de salud. Por eso los organismos de control de las

enfermedades transmisibles por separado

corren actualmente el riesgo de quedar in- capacitados para poner en funcionamiento

sus propios programas técnicos. Esto ha

dado como resultado un aumento de las

dificultades para mantener los logros ac-

tuales, incapacidad para reaccionar ante si- tuaciones de epidemia, fondos insuficien- tes para incluir en los programas la tecno-

logía existente en la actualidad, supervi-

sión inadecuada y desmoralización. Ade-

más ha fracasado la aplicación de tecnolo- gía nueva en los programas de control (por ejemplo, en lo que se refiera a la gastroen-

teritis y a las infecciones respiratorias agu-

das).

Es interesante saber que la falta de res-

ponsabilidad antes mencionada del perso-

nal de los servicios de control de las en-

fermedades transmisibles para la planifi-

cación y la aplicación de proyectos de aten- ción primaria de salud no se limita al per-

sonal nacional. Los epidemiólogos de los

organismos multilaterales (OPS/OMS) y bi-

laterales (AID) también han permanecido al margen. Los especialistas en planifica-

ción de salud atribuyen en ocasiones esta

indeseable situación a la actitud inflexible por parte de los especialistas en enferme- dades que desean preservar sus prerroga-

tivas. A los especialistas en planificación de

salud se les acusa a su vez, en ocasiones, de

no apreciar la complejidad que entraña la

organización eficaz de las actividades para

el control de las enfermedades transmisi-

bles y de no ser capaces de llevara cabo las

investigaciones operativas que se requie-

ren para incorporarlas a la estructura de la

atención primaria de salud. La situación

podría resumirse diciendo que los especia-

listas en planificación de salud no han soli-

citado consejo a los especialistas en enfer-

medades transmisibles, y que estos no han

mostrado mucha voluntad en ofrecerlo.

Organización y administración futuras de los programas de control de las enfermedades transmisibles

Mirando al futuro, la primera pregunta a que debe responderse es si los esfuerzos

para el control de las enfermedades

transmisibles pueden ser justificados. Es

verdad que la actitud del humanista mé-

dico-de que no debe tolerarse ningún ni-

vel de enfermedad-en ocasiones se toma

para denotar la erradicación ideal o “ex-

tinción” de la enfermedad. Sin embargo,

ya he señalado que la viruela puede ser la

única enfermedad cuya epidemiología la

convierte en un candidato principal para la

erradicación mundial. Por otra parte, debe

distinguirse cuidadosamente la erradica-

ción global de la eliminación de una en-

fermedad en una región, país o zona geo- gráfica aislada (como una isla). Además, la

erradicación misma es un término relativo.

La transmisión humana de la viruela ha

cesado, pero la OMS no tiene planes in-

(9)

viruela, muestras de los cuales se almace-

narán indefinidamente hasta en cuatro

centros colaboradores con fines de investi-

gación y consulta. Los administradores

han expresado también la opinión de que

el establecimiento de un objetivo eventual

de erradicación puede tener beneficios

importantes para el programa. En efecto,

si se tiende a un 100% de erradicación, puede lograrse un 90%. Si el objetivo se fija en el 90%, se puede lograr solo un 80%.

Bien pensado, creo que la erradicación tiene un lugar en la estrategia futura, en la medida en que el término se defina cuida- dosamente y no se use con promiscuidad. El programa contra la viruela, después de todo, ha demostrado que, bajo circunstan-

cias epidemiológicas apropiadas, los cientí-

ficos que empleen la tecnología adecuada

pueden exterminar deliberadamente un

agente morboso. Los adelantos técnicos ul-

teriores y el mejoramiento de los modelos

matemáticos obligarán con el tiempo a los

epidemiólogos a revalorizar las perspecti-

vas de erradicación mundial de otras en-

fermedades. También es posible conside-

rar la erradicación de enfermedades de

ciertas zonas geográficas. Los problemas

patológicos en las islas, como la recurren-

cia de la transmisión de Plasmodiun mula-

riae en Grenada, pueden conducir a una es-

trategia de la erradicación. Esquemas re-

gionales de erradicación más ambiciosos

pueden también demostrar que son dignos

de interés, como ha ocurrido con el éxito

mantenido por Brasil en la eliminación de

su vasto territorio de focos de Aedes aegypti

importado. La extraordinaria vulnerabili-

dad del mal de pinto a la penicilina y la

baja transmisibilidad de la infección pue:

den hacer viable la erradicación de la en-

fermedad en el Hemisferio. En el caso de

la erradicación de Aedes aegypti, se afirma

con frecuencia que la falta de fondos ade-

cuados y de compromiso por parte de to-

dos los países de América, más que los fac- tores técnicos, es lo que se opone a un pro-

grama serio de erradicación. La aparición

muy extendida del síndrome de choque de

la fiebre hemorrágica dengue en las Amé-

ricas, o la reintroducción de dicha enfer-

medad en Estados Unidos, podrían oca-

sionar un cambio de política que intensifi-

caría grandemente las perspectivas de una

erradicación efectiva.

También hay circunstancias especiales

en las que las autoridades nacionales de

salud deben considerar la continuación de

programas verticales tradicionales. Por

ejemplo, los programas verticales deben

mantenerse en zonas rurales o aisladas

donde pueden ser los únicos servicios de

salud disponibles para la población. Los

programas verticales también son más

adaptables a aquellas enfermedades contra

las que sería difícil aplicar medidas de con-

trol apropiadas a través del sistema de

atención primaria de salud. En este sen-

tido, las actividades de programas vertica-

les que tienen preferencia para ser mante-

nidas incluirán aquellas dirigidas al sa-

neamiento del ambiente y al control de

vectores. También, un programa vertical

es más fácil de justificar cuando los niveles

de morbilidad son altos y cuando se re-

quiere un esfuerzo intensivo y bien super-

visado durante un período definido. Una

vez que los niveles de morbilidad se reduz-

can, debe intentarse ampliar la base de un

programa de este tipo para incluir otras

enfermedades con epidemiología similar.

En la actualidad se está emprendiendo o

estudiando la fusión de programas de con-

trol de enfermedades transmisibles rela-

cionados entre sí en varios países, gene-

ralmente con discreción. En el pasado,

desde luego, las estrategias móviles de

programas tradicionales frecuentemente

usaban un equipo “polivalente” que ata-

caba dos o más enfermedades en una sola

visita. No obstante, las actividades realiza- das eran las de cada uno de los programas

incluidos. El enfoque actual se centra en

un intento de integración más serio. Brasil,

(10)

gración de su programa contra la malaria

en las actividades de inmunización, la

erradicación de Aedes aegypti, y los intentos

dirigidos contra la lepra, peste y enferme-

dad de Chagas en determinados lugares

del país.

La aceptación del hecho de que simultá-

neamente puedan administrarse antígenos

de vacunas múltiples, sin reducir de ma-

nera significativa la protección, ha permi-

tido que los programas nacionales de in-

munización empiecen con tranquilidad a

inmunizar a los niños de una manera más

eficaz aplicando esquemas de vacunación

simplificados. Entre otras cosas, la estrate-

gia de campañas periódicas de inmuniza- ción masiva está siendo sustituida por otra

dirigida a completar la serie de primova-

cunaciones en el primer año de vida. En otras ocasiones se está logrando una com- binación de programas al dar más impor- tancia a alguna función (como es la inmu-

nización 0 el control antivectorial) que a

una enfermedad en particular, o mediante

la combinación de programas contra en-

fermedades que tienen modelos epidemio- lógicos o cuadros clínicos similares.

Sin embargo, la combinación de pro-

gramas estrechamente relacionados no

asegura que se logre la integración, ni si-

quiera una coordinación eficaz. Por ejem-

plo, rara vez puede un programa contra

una enfermedad incluir otro programa

contra una segunda sin introducir cambios

importantes en las operaciones prácticas.

Solo pueden tomarse decisiones inteligen-

tes cuando la epidemiología de ambas en-

fermedades es bien conocida y las limita- ciones de las medidas de control son apre- ciadas. Además, en el pasado, el efecto que las medidas de control dirigidas a una en- fermedad pudieran tener en otras se apre-

ciaba generalmente solo después de las

consecuencias. (Un ejemplo clásico fue la

desaparición imprevista de nuevos casos

de leishmaniasis en muchas zonas, después de la aplicación eficaz en las casas de insec- ticidas residuales contra la malaria. debido

a la estrecha proximidad del mosquito si-

múlido local de las habitaciones humanas.) Aun si se intenta realmente una verda-

dera integración, es difícil de lograr por

varias razones. Epidemiológicamente, solo

un número limitado de enfermedades al-

canzarán los criterios necesarios. La logís- tica de las actividades prácticas integradas

para dos enfermedades puede presentar

una dificultad elevada al cuadrado en vez

de duplicada. También es sumamente difí- cil volver a adiestrar al personal de campo

entrenado para tratar una enfermedad es-

pecífica, a menos que las actividades que deban llevarse a cabo en el programa inte- grado estén bien definidas, y siempre que las diferencias de prestigio y salariales en- tre el personal de ambos programas se re- duzcan a un mínimo. Además será necesa-

rio integrar servicios de información, de

vigilancia epidemiológica y de laboratorio

antes de poner en ejecución el programa

reorganizado. Y dado que con la integra-

ción de programas a menudo se busca re- ducir gastos, los proyectos de presupuesto pueden tender a subestimar los verdade- ros costos operativos.

Otro problema es que, cuando la inte-

gración de programas separados no se

emprende sobre una base racional, pue-

den producirse efectos secundarios inde-

seables análogos a los del cambio de direc- ción en los negocios. Esto es de particular

interés cuando uno de los programas es

más fuerte y la epidemiología de las en-

fermedades objeto de control es tan dis- tinta que las medidas comunes de diagnós- tico y control son difíciles. En tales circuns-

tancias, el administrador jefe del pro-

grama dominante generalmente perma-

nece en el cargo y las pautas técnicas y los

procedimientos prácticos desarrollados se

ajustan a la enfermedad más importante.

(11)

trol de la segunda enfermedad que no puedan fusionarse de manera eficiente. En

ciertas circunstancias, los programas más

pequeños pueden incluso dejar de existir como un servicio funcional.

Esto implica que la simple combinación

(limitada esencialmente a la reorganiza-

ción administrativa) de los programas de

control de las enfermedades transmisibles

puede justificarse sobre bases no técnicas

siempre que la participación de los servi-

cios de comunicación, transporte y otros

servicios comunes mejore la eficacia. Sin

embargo, la integración de los elementos

técnicos de dichos programas no debe em-

prenderse sin haberla planeado cuidado-

samente-incluidos los estudios epidemio-

lógicos de las enfermedades y las zonas de

demostración correspondientes-para

probar la viabilidad del concepto de inte-

gración y para librarse de dificultades

inesperadas.

Enfoques para la integración

En vista de estos obstáculos, <qué pro-

gramas de control de las enfermedades

transmisibles deben tener en cuenta los or-

ganismos internacionales y los países en

desarrollo para su integración? Un enfo-

que sería agrupar los programas de con-

trol de enfermedades que presentan cua-

dros clínicos similares. Ejemplos típicos de

tales enfermedades serían las causadas por

agentes patógenos entéricos (incluidos los

parásitos intestinales), dermatosis tropica-

les (lepra, mal de pinto, micosis superficia-

les, leishmaniasis, oncocercosis y posible-

mente las enfermedades venéreas en zonas

rurales), y enfermedades en las que se pre-

sentan oftalmopatías infecciosas (tracoma

y oncocercosis). Un segundo enfoque sería

integrar programas que empleen proce-

dimientos de diagnóstico y exámenes de

laboratorio similares. Los ejemplos inclu-

yen programas de control de dermatosis

tropicales en los que se efectúan raspados

0 cortes cutáneos; programas contra las

enfermedades entéricas en los que se reali-

zan exámenes de heces; programas antile-

prosos y antituberculosos en los que se lle-

van a cabo frotis de reacción ácida rápida;

o varios programas sobre enfermedades

específicas en los que ahora se pueden usar

muestras de sangre obtenidas mediante

punción de un dedo (empleadas anterior- mente solo para hacer frotis sanguíneos

periféricos en exámenes de malaria) para

pruebas serológicas en las que se utilizan

ensayos simplificados de laboratorio. Un

tercer enfoque sería integrar programas

que emplean medidas de control similares,

como la inmunización, la quimioprofilaxis

o la quimioterapia supresiva de la malaria

y el mal de pinto, o las medidas antivecto-

riales dirigidas contra el paludismo, la

leishmaniasis y las filariasis. Otro posible

agrupamiento incluiría las zoonosis, cuya

responsabilidad comparten a menudo los

ministerios de salud y de agricultura (in-

clusive la rabia, la hidatidosis y la brucelo- sis). Debido a los problemas mencionados

con anterioridad, en la mayoría de los ca-

sos sería mejor considerar la posibilidad de

que los ministerios coordinen las activida-

des y compartan los recursos, en vez de

integrar de manera completa los progra-

mas objeto de esas medidas.

Control de las enfermedade.y transmisibles y atención primaria de salud

También se presenta la cuestión si-

guiente: si la integración de programas di-

rigidos a enfermedades transmisibles in-

dependientes es tan difícil, acaso no es ex-

cesivamente ambiciosa la reconocida y con

tanta frecuencia mencionada política de

integración del control <ic las enfermed,i-

des transmisibles en la infraestructura de

la atención primaria de salud. Dentro de

este contexto es importante distinguir en-

(12)

Varios países de América Latina y del Ca- ribe han adoptado la política de integra- ción sin un efecto visible sobre el funcio-

namiento diario ya sea de las actividades

de control de las enfermedades transmisi-

bles o de los servicios clínicos. Varios países

han hecho cambios administrativos como

una preparación a la integración. Colom-

bia, por ejemplo, asignó recientemente la

responsabilidad de los programas de in-

munización nacional, tuberculosis, lepra y

enfermedades de transmisión sexual a la

División de Atención Médica. Sin em-

bargo, tomará varios años determinar si ta-

les cambios a nivel central pueden tradu- cirse en la prestación de servicios integra- dos que tendrán efecto sobre los niveles de

morbilidad en la periferia.

planificadores de salud de cada país es po-

nerse de acuerdo acerca de las enferme- dades que deben ser tratadas por los servi-

cios de atención primaria de salud. Aun-

que los conferenciantes puedan suponer

que deben incluirse la gastroenteritis, las

enfermedades respiratorias agudas y las

enfermedades infantiles que se pueden

prevenir por inmunización, el proceso de

selección no debe limitarse a las sesiones en la mesa de conferencias. Los datos estadís-

ticos sobre enfermedades específicas serán

insuficientes para proporcionar una base a

decisiones correctas, y habrá que asegurar

la obtención de información adicional por

medio de estudios de incidencia o preva-

lencia.

En general, el dilema con que se enfren-

tan los países en desarrollo es claro. Por

una parte, no pueden hacer frente econó-

mica y administrativamente al elevado

costo del aumento de programas verticales con presupuestos, personal, instalaciones y

laboratorios independientes. Por otra, el

éxito que han mostrado eì planificar y llevar a cabo programas integrados se limita a si-

tuaciones y circunstancias especiales. Los

epidemiólogos especializados en enferme-

dades transmisibles no tienen suficiente

experiencia práctica para aconsejar a los

gobiernos acerca de la incorporación de

elementos de control de las enfermedades transmisibles en la atención primaria de sa- lud.

Un segundo y lógico paso sería determi- nar la medida en que los servicios de aten-

ción primaria de salud están preparados

para adoptar una estrategia de prevención

más que de tratamiento de las enfermeda-

des. Este punto tiene importancia primor-

dial por dos razones. La primera es que el

tratamiento del individuo ya enfermo ten-

drá muy poco efecto sobre la prevalencia

real de las enfermedades transmisibles en

la comunidad o sobre los niveles de morbi-

lidad y mortalidad que causan. La segunda

es que los sistemas de atención primaria de salud en los países en desarrollo que están

dando máxima prioridad a las demandas

públicas ilimitadas de servicios curativos

encontrarán difícil prestar apoyo a los ser-

vicios preventivos esenciales.

No obstante, la mayoría de los especialis-

tas en enfermedades transmisibles están

dispuestos ahora a aceptar la premisa de

que la integración de las actividades contra

las enfermedades transmisibles en los ser-

vicios de atención primaria de salud es un objetivo que vale la pena. Mi opinión per- sonal es que puede lograrse una integra-

ción considerablemente eficaz, si la labor

se enfoca de una manera responsable y

científica. Un primer e importante paso

que deben dar los epidemiólogos especiali-

Siguiendo esta decisión acerca del ba-

lance entre los servicios preventivos y cura- tivos, es necesario realizar estudios prácti-

cos. Los planificadores de salud conocerán

el esquema de servicios de atención prima- ria que ellos han establecido y los especia-

listas en el control de las enfermedades

transmisibles tendrán el conocimiento téc-

nico de la epidemiología y de las posibles

medidas de control de las enfermedades

más importantes. Sin embargo, la discu-

sión teórica no constituirá un sustituto de

(13)

cimiento de los verdaderos dispensadores de atención de salud, de los educadores de salud, de los recursos de que se dispone

localmente y de ia comunidad de ciudada-

nos interesados.

Dado que la experiencia previa ha de-

mostrado que las instalaciones fijas rara

vez atraen cantidad suficiente de pacientes para conseguir el control y que no son fá-

cilmente adaptables a las actividades de

control ambiental o antivectorial, debe

darse gran importancia a la organización

de técnicas eficaces para la movilización de

la comunidad y la ampliación de las activi-

dades. Hay que idear también un sistema efectivo para el envío de pacientes a servi-

cios más especializados. Además, el pro-

yecto de demostración tendrá que abordar

la paradoja del trabajador de atención

primaria de salud. En pocas palabras, se

trata de que, al buscar la ampliación de la

cobertura de los servicios básicos de salud,

el programa exige del miembro menos

educado y peor pagado del equipo de sa-

lud que lleve a cabo una multiplicidad de

actividades que muchos médicos altamente calificados no osarían.

Otro asunto sumamente importante con

respecto a la integración de las actividades

contra las enfermedades transmisibles en

la atención primaria de salud es la diferen- ciación, por una parte, de aquellas labores

apropiadas para el trabajador de salud

primaria con base clínica y propósitos múl- tiples y, por otra, de las tareas esenciales que deben asignarse al personal auxiliar

que tiene mayor moviIidad. También se

debe determinar la medida en que el per-

sonal clínico puede participar en estas úl-

timas actividades de largo alcance. Se re-

querirá una supervisión adecuada tanto

para las actividades fijas como para las mó- viles; se necesitará material para adiestra-

miento apropiado tanto para el personal

de atención primaria como para sus super- visores; y, para un control eficaz de las en-

fermedades transmisibles, será necesario

contar con un sistema sencillo de vigilancia

basado principalmente en los síntomas. Si

es factible, el personal de atención prima-

ria de salud-y también sus supervisores

inmediatos-deben tomar la responsabili-

dad de la tabulación y evaluación inicial de los datos de vigilancia obtenidos. También

se debe considerar la incorporación de

técnicas de laboratorio simplificadas a nivel

primario, junto con el acceso de instalacio-

nes de apoyo para el diagnóstico. Sin em-

bargo, es probable que el personal de aten- ción primaria de salud con una orientación clínica no se muestre dispuesto o no sea capaz de llevar a cabo estas técnicas de la-

boratorio, por lo que se requerirán auxilia-

res de laboratorio.

Uno de los rasgos distintivos de los pro-

gramas verticales de control de las enfer-

medades transmisibles ha sido su énfasis

en una estrecha supervisión, un sistema de

evaluación incorporado, y la necesidad de

tener tantos parámetros de evaluación

como sea posible que reflejen el estado de

salud de la comunidad. Pocos esquemas de

atención primaria de salud que están fun- cionando o siendo estudiados destacan su-

ficientemente estos aspectos. Así pues, pa-

rece ser que, ayudando a fortalecer estas

áreas de actividad, los especialistas en en-

fermedades transmisibles podrían aportar

una mejor contribución al impulso de la

atención primaria de salud. Es posible, por ejemplo, usar los datos sobre la incidencia

de determinadas enfermedades transmisi-

bles o las tasas de cobertura de la inmuni- zación como elementos esenciales para la

evaluación en el programa general de

atención primaria.

La acumulación de la experiencia prác-

tica necesaria proporcionada por los pro-

yectos de demostración puede tardar va-

rios años, pero, una vez adquirida, dicha

experiencia facilitar5 el cálculo realista del

apoyo logístico, el personal y los costos que

implican los programas más amplios.

También quedarán de manifiesto las áreas que requieran estudios operativos o inves-

(14)

debido a que un gran número de proyec-

tos piloto de atención primaria de salud

están en funcionamiento o en su fase de

planificación, esta claro que la aplicación

de este enfoque de la atención primaria

dependerá más de factores humanos,

como un espíritu de cooperación, que de la necesidad de fondos adicionales. Es indu- dable que cuanto mayor sea el progreso de estos programas de servicios de atención

primaria sin la aportación técnica ade-

cuada de los especialistas en enfermedades

transmisibles, más difícil será introducir las

modifkaciones necesarias más adelante.

Finalmente, dada la prevalencia de las en-

fermedades transmisibles entre los pacien- tes que solicitan servicios de salud en los

países en desarrollo, la ausencia continua

de un elemento eficaz de control de las en- fermedades transmisibles podría ocasionar a la larga una decepción respecto al con- cepto de atención integrada de salud en un grado tal que eclipsaría nuestro actual des- contento con la erradicación.

Conclusiones

La integración de los servicios de enfer-

medades transmisibles en la infraestruc-

tura de atención primaria de salud no es

solo deseable: puede ser esencial para el

mundo en desarrollo. Teniendo en cuenta

nuestros conocimientos y tecnología actua-

les, no son posibles nuevos esfuerzos de

erradicación, ni los países pobres son capa-

ces de financiar una proliferación de pro-

gramas verticales autónomos. No obstante, hasta ahora el papel desempeñado por los

epidemiólogos especializados en las en-

fermedades transmisibles en la organiza-

ción de esquemas de atención primaria de

salud ha sido decepcionante. Como conse-

Q cuencia de ello, para que el elemento de las

enfermedades transmisibles en estos es-

quemas llegue a ser adecuado, se requiere

una participación mucho mayor de los es-

pecialistas en enfermedades transmisibles.

La integración completa de los progra-

mas de enfermedades transmisibles y de

servicios de atención primaria de salud a

nivel nacional probablemente no será rea-

lista debido a la necesidad que hay de es- pecialistas a este nivel. De igual modo, es

de esperar que la integración completa a

nivel regional y local sea obstaculizada por

la falta de información, por la insuficiente

experiencia en la estrategia práctica de

control de las enfermedades transmisibles,

y por la orientación de los proyectos de

atención primaria de salud hacia la medi-

cina curativa más que a la medicina pre- ventiva. Sin embargo, los proyectos piloto

y los programas de atención primaria de

salud que cubren áreas de demostración

actualmente están siendo financiados y

ejecutados en muchos países en desarrollo. Dentro del contexto de estos programas,

debe concederse la más alta prioridad a la

organización de una tecnología práctica

apropiada para las enfermedades transmi-

sibles, como un paso preparatorio esencial

para la extensión de los sistemas de aten-

ción integrada de salud a áreas más am-

piias.

Resumen

La opinión de que la prevención y el

control de las enfermedades transmisibles

en el mundo en desarrollo ha empeorado

en los últimos años esta muy difundida en-

tre los técnicos. Este punto de vista, con frecuencia expresado en privado, es impo-

sible de comprobar, excepto en casos en

que llama la atención, debido a la falta de datos estadísticos adecuados. Sin embargo,

da lugar a una grave preocupación, espe-

cialmente porque el apoyo para programas

de enfermedades transmisibles parece ha-

ber quedado estancado o estar debilitán- dose.

Es cierto que la situación actual-arac- terizada por la decepción ocasionada por

(15)

programas “verticales” de control de en-

fermedades independientes, así como por

el aumento de la expectativa de salud-ha

enfrentado a los países en desarrollo con

un dilema. Pero es igualmente cierto

que la respuesta que se elige comúnmen-

te-combinar programas verticales de en-

fermedades transmisibles o tratar de

integrarlos en los servicios de atención

primaria de salud-necesita basarse en la

coordinación substancial con los especialis-

tas en enfermedades transmisibles respon-

sables de esas actividades. Es indudable

que, cuanto más avancen los programas de servicios de atención primaria de salud tan

ostensiblemente integrados sin el refuerzo

técnico adecuado de los especialistas en en-

fermedades transmisibles, más difícil será

efectuar las modificaciones necesarias más

tarde. Y, dada la función predominante de

las enfermedades transmisibles en el tró-

pico, parece probable que la ausencia con- tinua de un elemento eficaz de control de

las enfermedades transmisibles podría

ocasionar finalmente una decepción res-

pecto al concepto de atención integrada de salud en una escala que eclipsaría nuestro descontento actual en relación con el con- cepto de erradicaciónLl

Organization and administration of communicable disease control programs in developing countries (Summary)

The view that communicable disease preven- tion and control in the developing world has deteriorated in recent years is commonplace among technicians. This opinion often expres- sed privately, is impossible to substantiate, ex- cept in striking cases, for lack of adequate statistical data. Nevertheless, it provides grounds for serious concern, especially because

the support for communicable disease programs seems to be static or eroding.

It is truc that the present situation-charac- terized by disenchantment with both eradication efforts and “vertical” control programas di- rected at single diseases, as well as by rising health expectations-has confronted the de- veloping countries 14th a dilemma. But it is equally true that the commonlychosen response

-combining vertical communicable disease programs or seeking to integrate them into primary health care services-needs to be based on substantial coordination with the communi- cable disease specialists involved. For there is no doubt that the furthersuch ostensibly integrated primary health service programs progress with- out adequate technical input from communi- cable disease specialists, the more difficult it will become to effect needed modifications later on. And, given the predominant role of communi- cable diseases in the tropics, it seems likely thzt the continuing absence of an effective commu- nicable disease control element could eventually produce disillusionment with integrated health care concepts on a scale eclipsing our present

discontent with the concept of eradication.

Organizaq.ão e administracão dos programas de controle das doenqas contagiosas nos países em desenvolvimento (Resumo)

A ideia de que a prevencão e o controle das quados. No entanto, é motivo de grandes doencas contagiosas no mundo em desenvol- preocupacóes, principalmente porque 0 apoio vimento teem piorado nos últimos anos tem-se para programas de doenps contagiosas parece generalizado entre os técnicos. Esta opinião; encontrar-se numa fase estática ou de abati- freqüentemente exprimida em privado, náo se

pode Pr-ovar, excepto em casos extraordiná-

me-nto.

(16)

de erradica60 como aos programas ‘verticais’ de controle de doencas especificas e ainda pe- las crescentes perspectivas de saúde-tem posto os países em desenvolvimento num di- lema. Mas também é verdade que a solu@o ge- ralmente adotada, de combinar os programas verticais de doenps contagiosas ou tratar de os integrar nos servisos primários de saúde, se tem que basear numa boa coordenacáo com os especialistas em doencas contagiosas relaciona- dos com esses programas. Nao há dúvida que

quanto mais avancarem os programas de servi-

cos primários de saúde, evidentemente inte- grados, sem o reforco técnico adequado dos especialistas em doencas contagiosas, mais difí- cil será fazer as modifica@es necessárias poste- riormente. E, em vista do papel predominante das doencas contagiosas nas regióes tropicais, parece provável que a ausencia contínua dum elemento eficaz de controle das doengas conta- giosas possa ocasionar finalmente urna desi- lusáo sobre os servicos integrados de saúde numa escala que eclipsaria a nossa actual insa- tisfacão quanto ao conceito de erradicacão.

Organisation et administration des programmes de contrôle des maladies contagieuses dans les pays en voie de développement (Résumé)

L’opinion suivant laquelle la prévention et le controle des maladies contagieuses, dans le monde en voie de développement, ont empiré au cours des dernières années est tres répandue parmi les experts. Ce point de vue, fréquem- ment exprimé lors de conversations privées, ne peut être confirmé, sauf dans les cas frappants, à cause du manque de données statistiques adéquates. Il y a, cependant, Ià, motif de grave préoccupation, ceci surtout parce que les bases des programmes centre les maladies conta- gieuses semblent être stagnantes ou s’affaiblir.

Il est vrai que la situation actuelle+aracté- risée par le découragement en ce qui conceme les efforts d’éradication et les programmes de controle “vertical” orientés vers une maladie prise indépendamment, de même que par une plus grande espérance de santé-a placé les pays en voie de développement devant un di- lemme. Mais il est également vrai que la mé- thode la plus généralement adoptée comme

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