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Coeducación y Alfabetización Audiovisual Crítica frente a la Violencia de Género en la Representación Cultural de “la Mujer”.

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Coeducación y Alfabetización Audiovisual Crítica frente a la Violencia de Género en la Representación Cultural de “la Mujer”.

Jorge Belmonte Arocha y Silvia Guillamón Carrasco. Universitat de València.

El concepto de “Violencia”, en su dramática polisemia, abarca prácticamente todos los ámbitos de lo humano. Desde la Educación entendida como Práctica Política y Cultural para la Emancipación y la Liberación (Freire, 1990), el compromiso con el análisis y la problematización de la Opresión y la Violencia en todas sus formas, es inseparable de las prácticas y estrategias asociadas al intento de su prevención y erradicación. Sin duda, una de las dimensiones que atraviesa el fenómeno de la violencia, y que la impregna hasta de los modos menos aparentes es la del “Género”. El Género, como construcción social, cultural y discursiva de la diferencia sexual, subyace en nuestras identidades, en nuestros comportamientos, y en las explicaciones y motivaciones de los mismos, mucho más frecuentemente de lo que solemos ser conscientes. Así, la manera en que aprendemos a pensarnos y sentirnos “hombres” y “mujeres”, influye sobre cómo actuamos y cómo justificamos nuestros actos, por ello debemos incluir el Género como elemento para repensar la Opresión y la Violencia.

La “Violencia de Género” no es sólo la “Violencia Doméstica”, no sólo se produce en las casas, también en los trabajos, en las calles... tampoco basta con referirse a la

“Violencia contra las Mujeres”, aunque es su consecuencia más sangrante, al hablar de

“Violencia de Género” subrayamos la implicación que en la misma tiene, no sólo quién

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la recibe, sino también quién la ejerce, y la propia construcción del Género, tanto Masculino como Femenino, desde la Sociedad, la Cultura, la Educación. Nuestra sociedad comienza a responder ante la Violencia de Género, a reconocerla como una manifestación de la violencia con raíces socioculturales en las estructuras patriarcales. A ello han contribuido los Estudios de Género, que no sólo esclarecen las complejas causas de la violencia contra las mujeres, sino que iluminan las oscuras conexiones de múltiples formas de violencia con la construcción social de la “masculinidad” y de la

“feminidad”.

Los Estudios de Género abarcan diferentes áreas de conocimiento, métodos y líneas de

investigación, y en todos los casos representan una fértil inspiración para una Educación

contra la Violencia y por la Convivencia, que además quiera ser una Coeducación

Antisexista. Aquellos Estudios de Género que entroncan con la Semiótica Fílmica

Feminista y con los Estudios Culturales, nos dan la oportunidad de plantear una Co-

Educación Audiovisual, es decir, una Educación en el Respeto a la Diferencia, que no

puede dejar de ser Coeducativa, que parta de la lectura crítica de filmes, de la

Alfabetización y Educación Audiovisual, para comprender y combatir la Violencia. La

convergencia de dicho planteamiento con el pensamiento de Freire y su método de

Alfabetización, Problematización y Concientización a través de los Círculos de Cultura

podría rastrearse y argumentarse en diversos textos (McLaren, 1997; Giroux y

McLaren, 1998; Giroux, 2003). Para ello, además de los filmes y materiales

audiovisuales que traten la cuestión de la Violencia de Género de forma más explícita e

intencionada, nos sirven también otros que la muestren de manera más sutil, simbólica o

polimórfica, como es el caso de Viridiana.

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Desde este punto de partida, Viridiana de Buñuel (1961), nos plantea, una excepcional oportunidad para el despliegue de una Semiótica de la Violencia de Género, una ocasión para producir un texto reflexivo sobre los modos de representación fílmica de las múltiples formas y niveles de violencia, simbólica y física, que padecen las mujeres (y por ende, la sociedad en su conjunto), y que contribuyen a la construcción de la subjetividad, tanto femenina como masculina, en sus papeles respectivos de “objeto- víctima” y “sujeto-verdugo”.

“Viridiana”, además del título del film, es el nombre de la “protagonista”, sin embargo su protagonismo, como es habitual en el caso de los personajes femeninos en el cine de una sociedad/cultura patriarcal, lo es en tanto que objeto pasivo de deseo y dominación masculina. Deseo y dominación que representan la matriz de la Violencia de Género.

Desde la llegada de Viridiana a las propiedades de su tío, Don Jaime quisiera que su propia sobrina pasara a convertirse en una más de sus propiedades, “poseerla” en todos los sentidos, manifestación clara de violencia contra la libertad e identidad de la mujer como persona; consecuentemente, la cámara nos la muestra como “objeto de deseo”, desde una enunciación “masculina” del “Significante-Mujer”. Así, los sucesivos encuadres nos van mostrando/narrando cómo Viridiana, en la relativa soledad de su cuarto (la criada, Ramona, la espía como mirada vicaria/sicaria de su amo), desnuda por este orden descendente su pelo, su pecho y sus piernas, tres elementos clave para el ojo

“voyeur” masculino y su visión, cargada de deseo, del “Icono-Mujer”. Esta “puesta en

escena” de la situación refuerza su estilo “voyeurístico” al incluir una forzada e

innecesaria (inverosímil) -salvo como escenografía del deseo- postura “de puntillas” en

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los pies de Viridiana, una especie de “tacones invisibles”, cuya única función es cargar aún más de erotismo la imagen de sus piernas desnudas (no olvidemos que en Cine las imágenes no muestran realidades, sino que narran representaciones, “puestas en escena”, escritas audiovisualmente).

En otra secuencia, Don Jaime da rienda suelta a su travestismo fetichista, el cual le permite invocar el fantasma de su amada muerta. Tanto el acto de Don Jaime con sus fetiches, como la memorable interrupción del mismo por la aparición de Viridiana sonámbula (como una fantasmal e inesperada respuesta a su invocación), han sido ampliamente analizadas por otros trabajos, aquí sólo vamos a referirnos a dos aspectos que subrayan la asimetría en la correlación de fuerzas y posiciones entre hombres y mujeres. Por un lado, el momento en que Don Jaime se calza el zapato de su difunta esposa (de la cual es trasunto la propia Viridiana) evidencia la diferencia de tamaño entre el pie masculino y el femenino, y metonímicamente, la mayor envergadura, peso y fuerza del cuerpo masculino frente al femenino, hecho relativamente “natural” y

“generalizado” (con matices y excepciones...) pero con dramáticas y crueles consecuencias, en demasiadas ocasiones trágicas y fatales, en cuanto a la violencia de género. Este “hecho físico” y “natural”, representa también de forma simbólica otras asimetrías de poder mucho menos “físicas y naturales”, producidas por las diferencias económicas, legales, sociales y culturales que constituyen de manera tan desigual la posición de unos y otras.

Por otro lado, el sonambulismo de Viridiana la coloca en una posición de falta de

consciencia y responsabilidad de sus actos, de fragilidad y vulnerabilidad ante el

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entorno, que puede representar simbólicamente el estatus concedido en las sociedades machistas a las mujeres, la atribución de debilidad y dependencia respecto a la condición masculina. Además, dicho estado pone a Viridiana al alcance impune de la mirada deseante de Don Jaime, facilitándole lograr el sueño de todo “voyeur”: no sólo ver sin ser visto, sino estar inmediatamente presente junto a su objeto de deseo sin que éste se aperciba. De ese modo, la mujer deviene objeto pero no sujeto de deseo, no tiene opción de participar en un intercambio libidinal o de rechazarlo, de corresponder a la mirada del hombre o contraponerle la suya propia, su posición pasiva e inerte/inerme la asimila a la escultura de pechos desnudos que el encuadre nos muestra a su lado. Negar la mirada, la voluntad y la agencia de la mujer, es una clara forma de violentarla.

Podemos encontrar una muestra del poder económico y “benefactor” del hombre sobre

la mujer en la conversación que Don Jaime mantiene con su criada Ramona, en ella se

cuenta cómo el hacendado recogió a la mujer y a su hija Rita, en momentos difíciles

para ambas, haciéndose cargo de ellas y obteniendo la permanente gratitud y

abnegación de Ramona, a su servicio “para todo” hasta el final. Una obediencia

incondicional, más allá de la moral y, por supuesto, de la solidaridad entre mujeres, que

llevará a Ramona a funcionar como instrumento (de nuevo la mujer como objeto) de

Don Jaime para violar la voluntad y el cuerpo de Viridiana. La situación ejemplifica

cómo el poder económico es uno de los pilares (no el único) que sostiene la dominación

masculina de la mujer, comprando la “estima” y la obediencia femenina cuando esto es

posible, y poniendo a unas mujeres contra otras, como eslabones en la cadena de objetos

y deseos del hombre.

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Así, Don Jaime acaba perpetrando el primer intento de violación que Viridiana sufre en el film. Violación “no consumada” pero sí cometida, ya que pese a no alcanzar la meta sexual última, sí que supone una transgresión de la voluntad de Viridiana. Voluntad que parece carecer de importancia a los ojos de Don Jaime y de su servil criada Ramona, comparada con el peso del deseo masculino que, disfrazado de “amor”, justifica para la lógica machista la adopción de las medidas más radicales.

Don Jaime se detiene arrepentido antes de poseer sexualmente a la indefensa/drogada

Viridiana, pero sus remordimientos no le impiden mentirle el día siguiente para que ella

se crea “deshonrada” y así no pueda volver al convento, cuando le confiesa la verdad,

con lágrimas en los ojos, no deja de ser una retórica al servicio del mismo fin, y al

comprobar que la ha perdido definitivamente, sin haberla tenido nunca, las lágrimas son

sustituidas por una malévola sonrisa en la soledad de su despacho, cuando maquina el

último de sus planes: su suicidio y el testamento que la unirá a su hijo Jorge como

copropietarios de la hacienda. El “¡mía o de nadie!” que suele acompañar el más trágico

final de la violencia de género, la muerte de la mujer a manos del hombre para que

ningún otro la posea, es sustituido aquí por un implícito “¡si no puede ser mía, será de

mi hijo!”, que pese a parecer mucho menos trágico y violento, no deja de ejercer una

fuerte “violencia de género” simbólica e indirecta, en forma de acción estratégicamente

planeada para condicionar totalmente la vida de una mujer, Viridiana, anulando su

libertad para decidir qué hacer con su vida, y lanzándola en brazos de otro hombre,

trasunto “mejorado y actualizado” del propio Don Jaime, su hijo Jorge.

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Así, las arteras maniobras de Don Jaime consiguen condicionar profundamente la vida de Viridiana, quebrar su voluntad de “pureza” (aunque no sea él sino su hijo quien la

“disfrute como mujer”...), desviarla de su circunstancialmente escogido “servicio a Dios”, para llevarle a reconvertir su “humanismo cristiano” en un “servicio al hombre”

(entendiendo “hombre” como “humanidad en general”, pero finalmente como el género masculino de Jorge).

El film representa muy gráfica y efectivamente las diferencias entre Viridiana y Jorge, entre sus respectivos y estereotípicos roles de género, mediante un montaje en paralelo que nos muestra alternativamente imágenes de las actividades simultáneas de ambos:

mientras Jorge, “el hombre”, dirige las tareas de los obreros en los campos, Viridiana,

“la mujer”, reza el “Angelus” con sus mendigos. En ese montaje conceptual, encontramos los significantes del “pragmatismo moderno” que se pretende represente al sujeto activo masculino, y del “anacronismo religioso” que se atribuye al objeto/sujeto pasivo femenino cuando emplea “fútilmente” su predisposición a la piedad.

Como “prueba” del supuesto error de Viridiana al “desperdiciar” sus cuidados con

mendigos, éstos acabarán traicionando gravemente su confianza. Más concretamente,

aquellos de talante más criminal y lascivo, y cómo no, de género masculino, el cojo y el

leproso, llevarán la traición mucho más lejos intentando violar a su benefactora; se trata

pues del segundo intento de violación de Viridiana en el film, que de nuevo vuelve a

significarse en la historia como un involuntario objeto de deseo ¿el sino inevitable de la

mujer?... La ingenuidad de Viridiana hacia los mendigos señala su “bondad”, pero

también su ignorancia, tan “femeninas” ambas desde un planteamiento patriarcal y

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machista; en contraste, será el papel “providencial” de Jorge el que le salvará cuando los dos mendigos intentan violarla, la “preclara” y “resuelta” mente masculina es la que gana tiempo hasta que llegan “las fuerzas del orden”, cómo no, también de género masculino. Y así, Viridiana, el personaje femenino y protagonista que da nombre a la película, en realidad no hace otra cosa que ir, conducida o empujada, de una subordinación a la influencia de lo masculino a otra: Don Jaime, los mendigos violadores, Jorge... Víctima o protegida, objeto de deseo o de violencia, pero siempre

“objeto”.

Colaizzi (1993) nos habla de cómo, a través de los textos, se va construyendo un

“imaginario socio-sexual”. Ese imaginario dominante en la era moderna, nos muestra al hombre como “sujeto” y a la mujer como “objeto”, ejemplificados por Robinson Crusoe (de Daniel Defoe) y Pamela (de Samuel Richardson). Como hemos expuesto, el film Viridiana nos permite acceder a una serie de discursos sexistas. La protagonista (en cierto modo como Pamela), es un “sujeto ausente”, dado que su presencia lo es como

“objeto”, o dicho de otro modo, se trata de un “sujeto paciente” (pasivo) cuya subjetivación o construcción identitaria consiste en “sujetarse” a la dominación del

“sujeto agente” (activo), “el hombre”, en cualquiera de las sucesivas formas o personajes en los que se encarna en la película, pero especialmente en la del triunfante y democráticamente dictatorial Jorge (que manifiesta bastantes paralelismos, en su

“industriosidad y enseñoreamiento”, con Robinson Crusoe).

La mujer representada por Viridiana es objeto de deseo y víctima de una u otra forma de

violencia de género tanto en el estado de “Orden” (el “viejo orden” de Don Jaime y el

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“nuevo orden” de Jorge) como en el de “Caos” (el “carnaval” de los mendigos), ya que si los discursos dominantes subyacentes, más allá de cualquier otra discrepancia, tienen el machismo en su base, tanto la “Ley” como la “Subversión” acaban haciendo a la mujer objeto de deseo y violencia, más o menos brutal o sutil, física o simbólica, pero violencia de género al final.

La decodificación de las representaciones culturales audiovisuales, su problematización y la toma de conciencia crítica de su carga sexista y opresiva, tal y como se darían en Círculos de Cultura y Educación Popular cuyo objeto es la Alfabetización (Audiovisual en este caso) y la Construcción de Ciudadanía, pueden inspirarse en las interpretaciones textuales de los Estudios de Género y Culturales, que funcionarían así, más allá del ámbito intelectual y académico, como “cajas de herramientas” en sentido foucaultiano, en su dimensión política y educativa más amplia y democrática.

Referencias bibliográficas

Belmonte, J. (2003). “Viridiana: Una lectura desde la Psicología Social del Género”, en Encuentros en la Psicología Social, 1 (4) pp. 230-232

Belmonte, J. y Guillamón, S., (2005) Análisis Crítico del Discurso Fílmico y Semiótica

Psicosocial de la Violencia de Género: Aplicación a Viridiana de Buñuel. En

Approchaes to Critical Discourse Analysis. Universitat de Valencia: Servei de

Publicacions

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Belmonte, J. y Guillamón, S., (2005) La Representación del “otro-mujer” en las Pantallas: Contenidos Fílmicos en Televisión y Co-educación. La televisión que queremos. Hacia una televisión de calidad. Congreso Hispanoluso de Comunicación y Educación: Comunicar

Colaizzi, G. (1993). La construcción del imaginario socio-sexual. Valencia: Episteme, col. Eutopías, vol. 18.

Freire, P. (1990) La Naturaleza Política de la Educación. Cultura, Poder y Liberación.

Barcelona: Paidós.

Giroux, H. (2003) Pedagogía y Política de la Esperanza. Teoría, Cultura y Enseñanza.

Buenos Aires: Amorrortu.

Giroux, H. y McLaren, P. (1998) Sociedad, Cultura y Educación. Madrid: Miño y Dávila.

McLaren, P. (1997) Pedagogía Crítica y Cultura Depredadora. Políticas de Oposición

en la Era Posmoderna. Barcelona: Paidós.

Referências

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