LA LUCHA CONTRA LA ANQUILOSTOMIASIS*
POR LAS SRTAS. DOROTHY BELL y ANNIE BOWMAN**
En nuestras conferencias de último año pudimos apreciar realmente el valor de la enseñanza de los principios higiénicos a los enfermos y sus familias. Esas conferencias trataban sobre la importancia de comprender al enfermo-su estado, su cuidado de enfermería y sus problemas sociales y económicos. Nuestras instructoras nos ayudaban en la selección de los enfermos para nuestra conferencia semanal, y escogíamos siempre a un enfermo que hubiera estado asignado a algunas de nuestras condiscípu- las para atención de enfermería. Antes de cada conferencia las dos estudiantes que iban a dirigir el debate visitaban el hogar del enfermo acompañadas de una enfermera de salud pública.
En una de las conferencias más interesantes que tuvimos nos ocupa- mos del caso de Mattie, una niña de 15 años infestada con anquilostomas. Casi todas las alumnas del último año habían tenido a su cuidado, en una época u otra, a un miembro de la familia de Mattie. La primera víctima de la enfermedad fué su hermanito y después lo fueron casi todos los miembros de la familia.
Invitamos al ingeniero de salubridad y a la enfermera de salud pública a nuestra conferencia. La enfermera insistió en que la anquilostomiasis constituía un problema del barrio. El ingeniero informó que el dueño de la casa se negaba a hacer instalar un inodoro, pero que él estaba haciendo gestiones a fin de que proporcionara el material necesario para construir letrinas sanitarias de foso. Tanto la enfermera como el ingeniero habían estado en estrecho contacto con la familia y trataron de mejorar los recursos sanitarios del hogar.
La estudiante que visitó a la familia, acompañada de la enfermera de salud pública, trazó un diagrama en la pizarra para demostrarnos el problema del saneamiento de la comunidad. Cerca de la casa de esta familia corría un pequeño arroyo, sobre el cual el dueño había mandado a construir letrinas de tipo antiguo. Cuando llovía mucho el arroyo se desbordaba sobre el jardín y el pozo. El jardín era, además, el sitio favorito de juego de los niños.
Estábamos algo descorazonadas, pero la actitud del propietario y la aparente falta de interés de la familia contribuyeron a que nos interesá- ramos más aún en mejorar el problema de la comunidad. Alguien pre- guntó si la familia se daba realmente cuenta de lo que significaba la
* Traducido por la Oficina Sanitaria Panamericana y publicado con la autoriaa- ción de 2% Ameritan Journal of Nursing, mayo 1952, Val. 52, No. 5, p. 619.
** Las Srtas. Bel1 y Bowman eran estudiantes del último año en la Escuela de Enfermeria del Hospital Municipal de Columbus, Georgia, cuando prepararon este informe.
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anquilostomiasis y otra estudiante indicó la conveniencia de exhibir ante un grupo de la comunidad una película sobre anquilostomiasis.
La enfermera de salud pública manifestó que conocía a una familia que tal vez accediera a recibir a ese grupo en su casa, pues disponía de una gran sala. Durante la semana siguiente visitó a esa familia y convino lo necesario para que pudiéramos exhibir la película ante un grupo de ve- cinos el viernes siguiente al medio día.
Escribimos al departamento de sanidad y pedimos que se nos prestara la película. Cuando la recibimos la proyectamos en privado y prepara- mos una explicación en términos que estuvieran al nivel de educación de esas familias.
Llegó el viernes. Estábamos impacientes. No sabíamos lo que nos espe- raba, cómo seríamos recibidos o si las familias asistirían a la reunión. Cuando vimos la casa llena de gente nos consideramos felices y bien recompensados. En los primeros minutos fuimos estableciendo relación con todos y dándonos a conocer mutuamente. Después dimos ciertas explicaciones relacionadas con el anquilostoma y acerca de cómo se produce la infección, cómo se siente el individuo infectado, y lo que realmente ocurre en el organismo cuando se infesta de anquilostomas.
Mientras exhibíamos la película observamos la expresión de los especta- dores. Cada vez mostraban mayor interés en la película y estábamos seguros de haber logrado nuestro propósito. Discutimos la película, presentada con tal sencillez que uno de los niños pudo explicar como aquellos “animales” se introducían en el organismo y lo que podía hacerse para impedirlo. Una madre joven que formaba parte del grupo era del norte del país y jamás había oído hablar de anquilostoma. De- mostró gran interés en el asunto y manifestó que su hijito no saldría nunca sin zapatos.
