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La Metafísica y el “Aufbau” de Carnap

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La Metafísica y el Aufbau de Carnap

1 ÁLVARO PELÁEZ

Universidad Autónoma de Zacatecas, México Hacienda de San Mateo Nº 10, Fracc. Santa Rita 098610 GUADALUPE, ZACATECAS, MÉXICO alvpelaez@hotmail.com

Resumen: Este trabajo considera las observaciones de Rudolf Carnap sobre el problema de los límites de la ciencia y su demarcación de los problemas metafísicos desde el Aufbau y otros ensayos que utilizan las herramientas conceptuales de esa obra. Ello mostrará que su crítica a la metafísica en este periodo corresponde a lo que podríamos llamar una crítica episte-mológica, a diferencia de su más conocida crítica sintáctica de 1932. Dicha crítica arroja el resultado que, según Carnap, los límites de la ciencia, esto es, los límites del conocimiento empírico, no coinciden con los límites de la vida. Que una vez respondidas, al menos en principio, todas las preguntas sobre la naturaleza del mundo empírico, queda un vasto número de cuestiones que acosan al hombre y que la ciencia no roza ni siquiera tangencialmente.

Palabras-clave: Empirismo lógico. Aufbau. Metafísica. Epistemología. Carnap.

1. Introducción

¡Si las fuerzas vitales son lo suficientemente fuertes, entonces no deben temer al espíritu!

(Goethe)

Der Logische Aufbau der Welt2 (La construcción lógica del mundo, en adelante

Aufbau), la gran obra maestra de Rudolf Carnap, escrita en el periodo 1922-1925 y

publicada en 1928, ha recibido en años recientes una justa reivindicación como

1 Agradezco a un árbitro de Cadernos de História e Filosofia da Ciência por las valiosas

sugerencias realizadas a la primera versión de este trabajo.

2 Aquí se citará por la versión española de Laura Mues de Schrenk publicada por la

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uno de los pilares del pensamiento filosófico en general y epistemológico en particular del siglo XX. Estas revaloraciones de la obra de Carnap han enfatizado sus raíces neo-kantianas, explícitas en los trabajos anteriores al Aufbau, y con ello la motivación esencial de Carnap en esta obra, a saber, definir un tipo radical-mente nuevo de objetividad basado en los resultados de la lógica-matemática de Whitehead y Russell.

Este es un aspecto importante del libro de Carnap, quizás podría decirse el más importante de cuantos Carnap trata en él, sin embargo, hay otros aspectos de su obra que creo que no han sido lo suficientemente resaltados en las recientes consideraciones.

Entre estos aspectos se encuentran las observaciones que tienen que ver con el modo en que el Aufbau viene a “solucionar” ciertos problemas filosóficos tradicionales, los que se desenmascaran como pseudoproblemas carentes de signi-ficado cognoscitivo.

Entre estos, en el propio Aufbau destacan el problema del realismo, el problema psicofísico, los problemas relativos a la esencia, y el de los límites del conocimiento científico.

Asimismo, durante la época de la publicación del Aufbau, Carnap escribió al menos dos tratados en los que se propone al sistema de constitución como fundamento de las investigaciones filosóficas y por ende como medio de solu-cionar antiguos problemas. El primero tiene por título Scheinprobleme in der

Philosophie. Das Fremdpsychische und Realismusstreit3 (1928); el segundo es un trabajo

inédito escrito para ser presentado en la Sociedad Ernst Mach en el año 1929, y lleva por título Von Gott un Seele. Scheinfragen in der Metaphysik und Theologie 4 .

3 Publicado originalmente en Berlin en 1928. Hay versión española también de Laura

Mues de Schrenk con el título Pseudoproblemas en la filosofía. La psique ajena y la controversia

sobre el realismo, publicada también en la UNAM, México, 1990.

4 De Dios y el alma. Pseudopreguntas en metafísica y teología. Todas las citas son de la

traduc-ción realizada por Thomas Mormann, Eduardo Rueda y Álvaro Peláez, publicada en

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En este trabajo me propongo considerar las observaciones de Carnap sobre el problema de los límites de la ciencia y su demarcación de los problemas metafísicos desde el Aufbau mismo y el último de los mencionados ensayos que utilizan las herramientas conceptuales de aquella obra. Ello mostrará que su crítica a la metafísica en este periodo corresponde a lo que podríamos llamar una

crítica epistemológica, a diferencia de su más conocida crítica sintáctica de 19325. El

centro del trabajo será la consideración de esa crítica epistemológica, de la cual concluiré que, según Carnap, los límites de la ciencia, esto es, los límites del conocimiento empírico, no coinciden con los límites de la vida. Que una vez respondidas, al menos en principio, todas las preguntas sobre la naturaleza del mundo empírico, queda un vasto número de cuestiones que acosan al hombre y que la ciencia no roza ni siquiera tangencialmente.

Asimismo, también sugeriré que, a pesar de la diferencia de enfoque entre las propuestas epistemológica y sintáctica, las observaciones finales del artículo de 1932 acerca de la metafísica como medio de expresión de una actitud emotiva ante la vida, coinciden con los planteos desarrollados en los trabajos tempranos6. Dicha coincidencia proviene de cierta simetría que existe entre la

obra de Carnap de finales de los años 20’s y la de los años 30`s. Esto es, que tanto si hablamos, como en el Aufbau, de los límites de la construcción de mundos, como si lo hacemos de lenguajes, como en la Syntax, emergerá la consecuencia inevitable de que todo discurso acerca del sentido del ser y de la vida supera esos límites, los límites de la objetividad, y pertenece por lo tanto, al ámbito de la subjetividad personal.

5 Me refiero, claro está, a su famoso trabajo “Überwindung der Metaphysik durch

logische Analyse der Sprache” publicado originalmente en Erkenntnis, 2, p. 219-241. Hay traducción española en Ayer, A. J. (ed.) El positivismo lógico. México: FCE, 1962.

6 El trabajo de 1932 ha sido recientemente objeto de un profundo estudio por parte

de Gottfried Gabriel, en el cual se muestran las relaciones de Carnap con la

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2. El sistema de constitución

Debe ser dicho ante todo que, de acuerdo con Carnap, el sistema de constitución no ofrece contenidos acerca de nuevos conocimientos que puedan ser usados para resolver los problemas filosóficos, sino antes bien, proporciona un modelo de sistema de constitución unitario de todos los conceptos, que permite plantear con propiedad el orden de problemas que enfrentamos y de allí buscarles una solución apropiada. Este modelo general de constitución de los conceptos (u objetos) tiene, para Carnap, la forma de una escalera en la que los distintos niveles son constituidos desde los escalafones anteriores. Veamos qué significa esto.

De acuerdo con Carnap, el objetivo de las investigaciones contenidas en el Aufbau es “...desarrollar un sistema lógico-epistemológico de los objetos o de los conceptos, llamado ‘sistema de constitución’ ” (Carnap 1988: 3). En este ob-jetivo ya se expresa lo que quizás fue la característica más importante del proyecto del Aufbau, a saber, la utilización, con fines epistemológicos, de los desarrollos en la lógica formal que confluyeron en la obra de Whitehead y Russell7. En efecto,

llevando adelante un proyecto ya iniciado por Cassirer en 19108, la tarea de

7 Tanto en el prólogo de la primera edición del Aufbau como en el de la segunda,

Carnap es explícito acerca del valor epistemológico que tiene para él la nueva lógica. En el prólogo a la primera edición dice: “Desde un punto de vista histórico, es comprensible que por ahora la nueva lógica sólo haya llamado la atención de un círculo reducido de matemáticos y de lógicos. Sólo unos cuantos vislumbran su extraordinaria importancia para toda la filosofía. Apenas comienza a apreciarse su valor para este campo tan vasto” (Carnap, 1988, p. VI). En la segunda edición, en tanto, al ubicar filosóficamente su proyecto como una síntesis entre empirismo y racionalismo, dice Carnap: “Por la in-fluencia de Gottlob Frege, …, se me aclaró, por un lado, la fundamental importancia que tienen las matemáticas para la construcción de un sistema de conocimiento; pero por otro lado, también se me aclaró el carácter puramente lógico-formal de las matemáticas” (Ibíd.: p. X).

8 Me refiero, por supuesto, al proyecto desarrollado en su monumental Substanzbegriff und Funktionbegriff, en donde Cassirer se propone mostrar que la lógica tiene valor

episte-mológico no sólo en relación a las matemáticas, como intentaban probar los logicistas, sino también en relación a la ciencia empírica.

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Carnap en este libro es mostrar cómo los distintos dominios de objetos que componen un mundo, pueden ser constituidos mediante la utilización de dos expedientes formales de la lógica de Principia Mathematica, a saber, clase y relación9. En virtud de esta generalidad, la teoría de la constitución es

independiente del género concreto de objetos sobre los cuales se erija dicho sistema del mundo, pudiendo comenzarse desde los objetos de la psique propia o desde los objetos físicos. Su propósito más general es mostrar la posibilidad de constituir un mundo de una manera puramente formal.

En el Aufbau, Carnap, debido a sus intereses no sólo en el orden lógico sino también epistemológico de los objetos, ejemplifica10 la teoría de la constitución

con un sistema que toma por base la serie de las vivencias elementales

(Elementar-erlebnisse) de un sujeto. Estas vivencias elementales, que constituyen experiencias

glo-bales e indivisibles de un sujeto, son sometidas a las categorías de clase y relación a través de un procedimiento formal complejo que Carnap llama cuasianálisis11, y

mediante el cual se constituyen los diferentes géneros de objetos: los objetos de la psique propia, los objetos físicos, los objetos de la psique ajena, y los objetos

9 Es fácil advertir que estos expedientes constituyen los sustitutos formales de las

viejas categorías kantianas, las cuales no sólo han sido formalizadas sino también despro-vistas de su carácter de necesidad y universalidad. A pesar de esa formalización, el rol de las categorías formales, al igual que en la filosofía trascendental, consiste en ser principios generales de la síntesis de la variedad contenida en la experiencia, en orden a constituir objetos.

10 Al hablar de “ejemplificar” la teoría de la constitución, queremos dejar clara la

dife-rencia que existe entre la “teoría de la constitución” misma, esto es, la elucidación de la estructura formal aplicable a cualquier dominio de objetos, y el “sistema de constitución”, esto es, la aplicación concreta de esa estructura formal a la reconstrucción de nuestro proceso de constitución de los objetos.

11 El cuasianálisis es el procedimiento mediante el cual se constituyen los objetos como

unidades sintéticas de las experiencias elementales (las cuales son unidades indivisibles). No obstante, dicho procedimiento no está restringido a esa aplicación específica. Como se expresa en el título de un trabajo anterior al Aufbau, el cuasianálisis es un método para ordenar conjuntos no-homogéneos por medio de la teoría de relaciones, lo que muestra su carácter esencialmente abstracto. Véase Carnap (1922/23).

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turales, es decir, la totalidad de los objetos que componen el mundo (en este caso,

nuestro mundo).

Ahora bien, como apuntábamos hace un momento, esto último no es más que un ejemplo del modo en que operaría la teoría de la constitución, y no posee ningún estatus especial para Carnap, pues de lo contrario se seguiría la idea absurda de que el sistema de constitución tendría la tarea no sólo de explicitar la forma de un sistema sino también la producción de sus contenidos. Esto último, como Carnap lo enfatiza una y otra vez, es la propia tarea de la ciencia, la que tiene por fin constituir y comprobar empíricamente las propiedades de los ob-jetos. La teoría de la constitución sólo propone una reconstrucción racional del pro-ceso por el cual la ciencia se dota de sus propios objetos y los verifica en la expe-riencia.

Por lo tanto, la teoría de la constitución, la cual hace abstracción de todo contenido del conocimiento, ocupándose exclusivamente del marco formal que posibilita la constitución de los diferentes dominios de objetos que componen un mundo, extrae la conclusión de que todo aquello que es constituible desde el punto de vista de las reglas formales que constituyen las condiciones de posibilidad de la formación de los objetos dentro de un marco, es de lo que está formado dicho mundo, y la pregunta de si hay algo más allá de lo determinable desde nuestro marco conceptual, carece de sentido, o es, para usar la terminología del ensayo de 1929 que examinaremos más adelante, una pseudopregunta.

Por otro lado, cuando la teoría de la constitución refiere sus principios generales a la formación y desarrollo del mundo de la cognición empírica, el cual indiscutiblemente comienza con la experiencia, extrae la conclusión particular de que dicho sistema de constitución refiere todos sus contenidos en última instancia a lo dado en la experiencia, pues todos los dominios de objetos que componen su edificio, no son más que clases, relaciones, clases de clases, y clases de relaciones, de lo dado en la experiencia. La naturaleza sensorial del conocimiento humano define así, el orden de cosas que compondrá nuestro sistema del mundo.

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3. Los límites de la ciencia

Entonces, si aplicamos los resultados de la teoría de la constitución – que cada dominio de objetos que componen un sistema del mundo es reducible a o definible mediante el género de objetos del nivel anterior – a los procesos de la cognición real, obtenemos el resultado de que la totalidad de los objetos que componen nuestro mundo, es reducible a lo dado en la experiencia.

Ahora bien, dentro de estos límites marcados por el carácter sensorial del conocimiento, la ciencia no tiene límites. Esto quiere decir que dentro de su di-mensión, no hay pregunta que, en principio, no pueda ser respondida por la ciencia. La expresión “en principio” significa que existe, al menos potencialmente, la posibilidad de responder a dichas preguntas, independientemente de que la respuesta esté disponible en la actualidad. Por ejemplo, si una pregunta acerca de un proceso determinado no puede ser resuelta prácticamente porque el proceso es muy remoto en el espacio y en el tiempo, pero una pregunta del mismo género acerca de un proceso presente y accesible sí puede ser resuelta, decimos que la primera pregunta no puede ser resuelta en la práctica pero que puede serlo en

principio.

Existe, asimismo, la creencia de que hay respuestas a ciertas preguntas que no pueden ser concebidas conceptualmente y que por ello no pueden ser expresadas. A esto Carnap apunta que si es este el caso, tampoco la pregunta es una pregunta genuinamente concebida. En sentido estrictamente lógico, una pregunta consiste en formar una proposición, y a la vez, en la tarea de decidir si dicha proposición, o su negación, es verdadera. Sólo es posible formar una proposición si es posible formar su signo, esto es, un enunciado que consista en palabras u otros símbolos. A menudo ocurre en el lenguaje ordinario, pero no exclusivamente, que se colocan juntas ciertas palabras que adquieren en virtud de esta conexión la apariencia de enunciados, pero que estrictamente hablando no lo son. Un enunciado es una totalidad cuyo sentido depende, tanto de si las palabras que lo componen tienen una referencia individual, como de que si este es el caso, la referencia de dichas palabras convenga al sentido total del enunciado. Un ejemplo que viola este último requisito sería: “La mesa es color”. Lo que sucede

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aquí es lo que Carnap llama en el Aufbau, una confusión de esferas. Una esfera de objetos consiste en la clase de todos los objetos que están emparentados entre sí, y dos o más objetos tienen parentesco de esfera si hay un lugar de un argumento en una función proposicional en la cual los dos nombres de objetos son argumentos permisibles. Por ejemplo, si consideramos la función proposicional “....es una ciudad de Alemania”, la cual designa el concepto “ciudad de Alemania”, tenemos que “Berlín” y “Hamburgo” son argumentos permisibles de la función y por ende pertenecen a una misma esfera de objetos, “París” es un argumento permisible, pero que hace a la proposición en cuestión falsa, en tanto “La luna” es un argu-mento inpermisible pues convierte a la proposición en una serie de palabras que no tiene sentido12.

Ahora bien, la confusión de esferas es la causa más habitual de la producción de pseudoenunciados, tanto en el lenguaje ordinario como en partes importantes de la filosofía. Según Carnap, cuando se cometen este tipo de equívocos, el resul-tado lo constituyen lo que podemos llamar “pseudopreguntas”.

Tomemos el ejemplo que Carnap da en su (1929a): “Dije una vez a un niño: ‘¿porqué has hecho un ruido tal que ha provocado que tu hermano se despierte? El dormir le hacía bien. Ahora ya está hecho.’ El niño responde: ‘¿Y donde está ahora el dormir?’ El niño piensa consecuentemente: allí había algo y ahora ha desaparecido; entonces, ¿dónde está eso ahora?” (Carnap 1929a: 150). El sentido común está plagado de situaciones como la anterior, donde el error consiste en tomar como cosa algo que no es cosa sino, en este caso, un estado. El uso del lenguaje conduce a este tipo de reificaciones que, vistas más de cerca, se revelan como un sinsentido flagrante. La pregunta “¿y donde está ahora el dormir?” no es más que una pseudopregunta, pues el signo “dormir”, en refe-rencia a la pregunta por el dónde, se toma como un signo para cosa cuando no lo es, produciéndose una confusión de esferas. Sólo tiene sentido preguntar por el dónde respecto de cosas pero no respecto de estados.

12 Como es notorio, lo anterior no es más que una extensión de la “teoría de tipos” de

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Como decíamos hace un momento, la generación de este tipo de pseudopreguntas no es algo privativo del sentido común, en la filosofía han sido muy frecuentes, y en la metafísica “la cima de la filosofía, la cima de la cima de la ciencia” (Ibíd.: 149) mucho más. Un ejemplo paradigmático en la metafísica tra-dicional de este tipo de error lo constituye el problema de la existencia de Dios.

De acuerdo con Carnap, tenemos la capacidad de concebir, mediante la fantasía y con la única restricción del principio de no-contradicción, una gran variedad de objetos, los cuales expresan muchas veces nuestros más secretos anhelos o deseos inconscientes. Sin embargo, si queremos que dichos constructos tengan validez objetiva, y por ende afirmar la existencia de los mismos, debemos “verificar y confirmar críticamente la fe en dicha existencia” (Ibíd.: 10). Carnap advierte de inmediato que la verificación de las afirmaciones de existencia no es algo sencillo. Ciertas afirmaciones acerca de las propiedades de los objetos, pue-den ser verificadas con relativa facilidad.

Por ejemplo, si alguien sostiene que el Zócalo de la Ciudad de México tiene un área de 400 metros cuadrados, entonces puedo realizar las mediciones correspondientes y constatar si la afirmación es verdadera o no. Pero con las afir-maciones de existencia propiamente dichas, es decir, aquellas en las cuales se afirma la existencia de un determinado objeto, las cosas son más difíciles.

La metafísica y la teología han fundado su posibilidad en este tipo de afirmaciones, las cuales parecen estar a salvo de cualquier refutación. Pues, si alguien afirma que en algún lugar existe una torre de doscientos metros de altura, dicha afirmación no queda refutada si encuentro una torre que no alcanza la altura afirmada. Y si mido mil torres y ninguna de ellas alcanza dicha altura, aún la afirmación original puede mantenerse. Entonces, ¿cómo habremos de enfrentar las fantásticas afirmaciones de existencia de la metafísica y la teología? La solu-ción, de acuerdo con Carnap, proviene del descubrimiento del único espacio que todo lo abarca. En efecto, de acuerdo con su concepción, la cual puede ser rastreada hasta Kant, el espacio físico es una totalidad que contiene todos los objetos, que corresponde al mundo del sentido común y para el cual valen los

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axiomas de Hilbert para regiones limitadas de la experiencia13. Entre estos, son

importantes los axiomas de conexión, en los cuales se establecen los modos en que se encuentran conectados los puntos en el espacio. Esta estructura afirma que siempre hay un “camino” desde un punto hacia cualquier otro. Aplicado a nues-tro problema de la verificación de las afirmaciones de existencia, este es un cami-no siempre disponible que cami-nos conduce hacia el objeto en cuestión.

Entonces, aquellos que están interesados en que sus afirmaciones de existencia tengan valor objetivo, proporcionarán este camino de acceso al objeto mediante la indicación de coordenadas espaciales. La ciencia en su conjunto acepta y practica de hecho este requerimiento; la metafísica, en cambio, se es-fuerza en evadirlo. Cuando la razón inquiere por el lugar en que se encuentran los objetos postulados por la metafísica, ésta los traslada a lugares remotos, a regio-nes del espacio a los cuales no podemos llegar. Sin embargo, la razón científica y tecnológica conquistan cada vez más amplios dominios del espacio, restringiendo el círculo de lo remoto cada vez más. Así, la metafísica y la teología, viéndose arrinconadas en su huida llevan sus objetos más allá del espacio, a lo supra-espacial. Antes dijimos con Carnap que todas las cosas están en el espacio, pero la metafísica y la teología arguyen ahora: sí, todas las cosas están en el espacio, pero no todo lo que concebimos es cosa, todos nuestros sentimientos, pensamientos e ideas, en suma, todo lo llamado psíquico-mental es no-espacial. Así, por ejemplo, el concepto de Dios pasó de ser el concepto de un ente corpóreo y con facultades físicas, a ser el concepto de un ente espiritual sin cuerpo y por lo tanto no-espacial, y aún a considerarse como mera idea, como el absoluto, el principio supremo del ser, etc. Así, la metafísica y la teología parecen haber huido defi-nitivamente de la razón persecutoria. No obstante, esta última da un paso decisivo y fundamental, a saber, el de afirmar la existencia, ya no de un espacio físico que contiene todas las cosas, sino de un espacio conceptual que contiene todo lo pen-sable. En este espacio conceptual existe, al igual que en el espacio físico, la

13 Estos puntos, así como otros de profundo interés fueron desarrollados por Carnap

en su tesis doctoral de 1922. Véase Carnap (1922). Para un estudio sobre este trabajo, en especial conexión con el espacio intuitivo véase mi 2006.

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bilidad de un camino que une cada uno de los conceptos que lo conforman, pero aquí se trata de un camino lógico. La teoría de la constitución, tal como la esbo-zamos en nuestra sección anterior, busca proporcionar el orden y conexión de todos los conceptos dentro de un marco, y por lo tanto suministra las coor-denadas mediante las cuales ubicamos un objeto ya constituido dentro del sis-tema. Si, como decíamos antes, nos atenemos a nuestro sistema del mundo, aquél que consiste en un dominio de objetos constituidos desde la experiencia y por la utilización de reglas estrictamente formales, entonces obtenemos el criterio de que si un objeto no ha sido constituido de esta manera o no es susceptible de hacerlo, entonces este objeto no existe como un objeto que pertenece a nuestro marco conceptual.

Así ocurre con el concepto de Dios o sus sustitutos metafísicos. Si un metafísico o teólogo afirman la existencia de Dios, entonces requerimos la reducción a impresiones sensoriales, es decir, pedimos que se defina el término apelando a rasgos perceptibles.

Frente a esto pueden, según Carnap, ocurrir tres cosas. En primer lugar, que se proporcione dicha definición, y por ende el juicio es entregado a la ciencia para su confirmación. Por ejemplo, puede definirse “Dios” como “la fuerza que dirige las estrellas en su órbita”, pero sucede con este caso que a pesar de que la ciencia encuentra tal fuerza, es decir, la gravitación, no tiene porqué suponer que proviene de una entidad superior y omnipotente. En segundo lugar, algo por lo que la metafísica ha optado desde antaño, es declarar al término indefinible, lo cual conduce a que según nuestro criterio desechemos tal objeto como carente de sentido. En tercer lugar, y quizás ésta tercera vía sea aún más perniciosa, muy a menudo los metafísicos parecen dar una definición pero en realidad no la dan. Definen “Dios” como “el origen del mundo”, “la idea absoluta”, “el principio del bien”, o “el ser necesario incondicionado”, pero lo que hacen no es más que suplantar una palabra sin sentido por otras, pues es imposible, para cada uno de los candidatos, ser retrotraído a afirmaciones que se refieren a la percepción.

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4. Ciencia y vida

Ahora bien, al inicio de nuestra sección anterior señalábamos que, según Carnap, la ciencia no tiene límites, que no hay pregunta que en principio no pueda ser respondida por ella. Pero también allí hicimos al pasar la salvedad de que esto es posible únicamente dentro de las propias dimensiones del cono-cimiento científico-empírico. Pero como el propio Carnap afirma,

La orgullosa tesis de que para la ciencia no hay pregunta que en principio no pueda resolver, es del todo compatible con la humilde intelección de que, una vez resueltas todas las preguntas, no por eso se resuelven todas las tareas que nos impone la vida (Carnap 1988: 344).

Es decir, la tarea del conocimiento empírico es importante dentro de la vida, pero debemos rechazar, según Carnap, el que se reduzca el contenido de la vida a lo estrictamente empírico y a las facultades orientadas al conocimiento de lo estric-tamente empírico, esto es, al pensar conceptual. Este, como hemos visto, tiene la capacidad de formular preguntas y responderlas, esto es, de concebir situaciones empíricas y corroborar su verdad o falsedad; pero existen también en la vida ciertos “enigmas” que poseen la apariencia de preguntas pero no lo son, y no lo son porque no corresponden al pensar conceptual sino a situaciones de la vida

práctica. Dice Carnap:

El “enigma de la muerte” consiste en el estremecimiento ante la muerte de otra persona, o en la angustia ante la muerte propia. Pero no tiene nada que ver con las preguntas que pueden ser planteadas acerca de la muerte, aunque las personas que se entienden mal a sí mismas algunas veces creen formular el enigma expresando tales preguntas. En principio, estas preguntas pueden ser respondidas por la biología (aunque en su estado actual solo pueda hacerlo en parte). Pero sus res-puestas no le ayudan a la persona estremecida, y en eso se muestra el propio malentendido (Ibíd.: 344).

Aquí se muestra claramente la diferencia fundamental entre razón espe-culativa y razón práctica. La primera, confinada a los límites de la experiencia, sólo puede responder verificadoramente a las preguntas de existencia. La segun-da, en tanto, inquiere sobre cuestiones que nada tienen que ver con esos límites y

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con la crítica verificadora. El enigma consiste más bien en la tarea práctica de “poder dominar” esa situación vital, consiste en superar el estremecimiento, y quizás hacerlo fructífero para la vida futura. El pensar conceptual, instanciado en el conocimiento científico, a lo sumo puede investigar las condiciones materiales que rodean a las situaciones prácticas y/o sugerir los cursos posibles de acción a emprender, pero nunca plantear soluciones.

Así lo expresa Carnap con convicción en una conferencia presentada ante la Bauhaus en Dessau el 15 de octubre de 1929:

Un niño quiere comer más pastel; pero naturalmente también desea luego sentirse bien y no padecer dolores; el conocimiento natural enseña una conexión causal, pero se plantea un conflicto de valores entre los que hay que decidir. El cono-cimiento teórico no puede decidir hacia que lado orientarse, sino sólo enseñar las condiciones del contexto de elección. No puede decidir sobre eso, por cual de los dos caminos posibles se irá (Carnap 1929b: 2)14.

La ciencia enseña acerca de las consecuencias posibles de ciertos cursos de acción, pero no puede decirnos por cuál de esas alternativas inclinarnos. El querer, el desear, no son registros de hechos sino actitudes personales basadas en valores. Así, por ejemplo, la ciencia me enseña que si aprieto el cuello de una persona durante un lapso determinado de tiempo, esa persona morirá, pero no puede decirme si debo hacerlo o no, eso forma parte del querer y como tal de la esfera puramente subjetiva. Por ello, dice Carnap: “El pensamiento racional no es el

conductor de la vida, pero sí el indicador del camino” (Ibíd.: 4). Esto es, no determina la

dirección de la acción, sino que únicamente realiza una indicación de los efectos que deben esperarse, instruye acerca de los medios para un fin, pero nunca deci-dir sobre qué hacer.

Entre estas condiciones objetivas que enseña la ciencia, se encuentran, según Carnap, no sólo los hechos materiales, esto es, las determinaciones o con-secuencias fácticas que rodean a un cierto curso de acción o que se siguen de su emprendimiento, sino también los valores adjuntados a los fines que se persiguen.

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Para decirlo en el lenguaje de la teoría de la constitución, tanto hechos empíricos como valores pertenecen a un único sistema de constitución, confor-mados los primeros con base en las vivencias perceptivas o cualidades sensibles, los últimos con base en las vivencias valorativas. En efecto, en la sección 152 del

Aufbau Carnap nos muestra el modo en que los valores se constituyen dentro del

sistema del mundo. Como acabo de mencionar, en lugar de partir de las vivencias

elementales –la materia mediante la cual se constituyen los dominios de lo psíquico

y lo físico–, partimos de las vivencias valorativas, las que, en analogía con las ante-riores, podemos pensar como ciertas experiencias básicas subjetivas cuyo conte-nido no es estrictamente sensorial15. Dice Carnap:

Por ejemplo, para la constitución de los valores éticos, podrían tomarse las viven-cias de la conciencia moral, las vivenviven-cias del sentido del deber o de la responsa-bilidad y otras parecidas; para los valores estéticos, las vivencias del gusto estético o de otras actitudes que se tienen al contemplar el arte, o las vivencias de la creación artística (Carnap 1988: 271).

Una vez hecho el análisis fenomenológico de dichas vivencias, sus propiedades pueden ser expresadas con ayuda de las cualidades de los objetos de la psique propia y de sus componentes, ya constituidos. Esto es, los valores, como cuales-quiera otros objetos culturales, son conocidos a través de la mediación de los objetos psíquicos y físicos.

A la expresión de un objeto cultural a través de un objeto psíquico la llama Carnap la “manifestación” de ese objeto cultural, mientras que a la expre-sión de un objeto cultural a través de un objeto físico la llama el “documento” de ese objeto. Así, por ejemplo, según Carnap, el tipo de religión que tiene un pueblo se constata en las representaciones, los sentimientos, los pensamientos, los motivos de la voluntad religiosa, etc. que se presentan en los individuos de ese

15 En este punto existe una fuerte conexión entre el pensamiento de Carnap y algunas

observaciones de Heinrich Rickert en relación al papel de los valores dentro de un sistema conceptual. Véase especialmente su libro de 1921 Die Grenzen der Naturwissenschaftlichen

Begriffbildung. Hay traducción inglesa como The Limits of Concepts Formation in Natural Science,

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pueblo; además se echa mano de ciertos documentos, tales como escritos, imá-genes, edificios, etc. Por lo tanto, el conocimiento de dicho objeto cultural se hace a través de sus manifestaciones psíquicas y físicas. Esto no significa, en la perspectiva de Carnap, que los objetos culturales son meros complejos de objetos psíquicos o físicos. Antes bien, en su opinión, los objetos culturales, como cuales-quiera otro género de objetos dentro del sistema de constitución, poseen inde-pendencia epistemológica, esto es, pertenecen a esferas de objetos totalmente dife-rentes (en el sentido definido en la página 66).

Esta esfera de objetos culturales, constituida dentro del sistema del mun-do, es el dominio de las ciencias de la cultura, las cuales nos informan de su exis-tencia, propiedades y relaciones.

Así, cuando decimos que la ciencia nos enseña las condiciones iniciales y las posibles consecuencias que se siguen de los cursos de acción, no sólo nos referimos a la información que nos proporciona la ciencia empírica, sino también las que nos viene de las ciencias de la cultura. Para retomar el propio ejemplo de Carnap, la ciencia nos enseña no sólo que si presionamos el cuello de un sujeto durante un lapso de tiempo este morirá, sino también que la sociedad en la que vivimos considera a tal hecho como malo. Pero aquí se encuentra el límite de lo que la ciencia enseña, pues la fuente última de la acción radica en la esfera subjetiva, algo donde el mundo de las determinaciones objetivas parece perder sentido.

Como es posible apreciar, existen ciertas semejanzas entre este modo de ver la cuestión de los límites de la ciencia y la propia perspectiva de Kant. En efecto, en el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura, Kant reconoce el anhelo de la metafísica por adentrarse más allá de los límites de la experiencia en busca de lo incondicionado, pero critica a aquellos metafísicos que ignorando los verdaderos límites de la razón especulativa, han querido obtener dicho conocimiento valiéndose únicamente de conceptos. Esta extensión indis-criminada del ámbito de la razón especulativa tiene, según Kant, el resultado negativo de que amenaza con suprimir el uso práctico de la razón, la cual “se ve inevitablemente obligada a ir más allá de los límites de la sensibilidad” (B XXV) y

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posee las herramientas necesarias para conocer los objetos que se ubican más allá de esos límites. Por ello dice Kant en un pasaje famoso:

Tuve, pues, que suprimir el saber, para dejar sitio a la fe, y el dogmatismo de la metafísica, es decir, el prejuicio de que se puede avanzar en ella sin una crítica de la razón pura, constituye la verdadera fuente de toda incredulidad, siempre muy dogmática, que se opone a la moralidad (B XXX).

Carnap, por su parte, tanto en el Aufbau como en su conocido trabajo sobre la superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, reconoce la dimensión esencialmente práctica de la metafísica. En el Aufbau admite que “fe e intuición son dominios de la vida” (Ibíd.: 340), que en estos estados algo se capta, aunque lo que se adquiere no puede llamarse propiamente

conocimiento. En el trabajo posterior, donde se investiga los límites de lo que puede

decirse con sentido, límites que quedan determinados por la estructura sintáctica del lenguaje16, las perplejidades y afirmaciones metafísicas son tratadas como

actitudes emotivas ante la vida, como respuestas subjetivas a enigmas que aunque superen los límites de la experiencia se nos aparecen como escollos reales en nuestra existencia práctica. Aquí se muestra la continuidad del modo de pensar de Carnap acerca de la metafísica. Esta siempre va más allá de los límites, tanto si estos son trazados de una manera epistemológica como si lo son desde un punto de vista sintáctico. En el Aufbau Carnap intenta proveernos de un esquema de construcción de mundos, en su periodo sintáctico, de lenguajes. Ambos esque-mas delimitan el ámbito de lo cognoscible desde el punto de vista de la razón teórica. Más allá de dicho ámbito no se agotan los problemas que acucian a los seres humanos. Pero en este terreno cada uno enfrenta estos abismos de manera

16 Como dije en la introducción, el propósito de este trabajo consiste

fundamental-mente en la elucidación de la que he llamado la crítica epistemológica a la metafísica. Por ello la referencia a la crítica sintáctica y a sus relaciones con la epistemológica no pasa de ser una mera “sugerencia”. Dicha crítica sintáctica se encuentra, como ya lo he mencionado, en Carnap (1932), donde ya aparece un esbozo del proyecto sintacticista que Carnap de-sarrollará ampliamente en su (1934).

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individual, con un arsenal de creencias y modos de comportarse prácticos que hunden sus raíces en sus vidas particulares, familiares, y culturales.

Así, la crítica epistemológica de la que hemos hablado, es compatible con las afirmaciones posteriores de Carnap acerca de que el arte ha sido desde siem-pre el medio idóneo para la exsiem-presión de estas actitudes, pues se interna cons-cientemente más allá de los límites de la experiencia con un lenguaje, el lenguaje metafórico, que va también más allá de sus límites. Por otro lado, su propio reconocimiento como medio idóneo de expresión de una actitud emotiva ante la vida, se muestra en que no intenta erigirse como la verdad absoluta sobre los enigmas que acosan al hombre desde tiempos inmemoriales. Cada artista expresa su visión del mundo17 de una manera particular, y en la falta de interés por demostrar

la verdad de sus afirmaciones radica su suprema sabiduría. Dilthey había sido explícito sobre este punto tiempo atrás cuando dijo:

La solución del problema del carácter vidente del poeta sólo la consigue quien reconoce que no hay fórmula que encierre la verdad, que todo dogma religioso y toda fórmula científica sobre el tramado del mundo no es más que un símbolo de algo que no puede agotar ningún mito, ningún dogma, ningún concepto, y que no puede expresarse tal y como es en sí. La vida es como el árbol de Igdrasil, el fresno cósmico, en cuyas últimas ramificaciones está este hombre individual -¿cómo podría ubicar con su mirada el todo? Y si todo es imagen y símbolo de algo que nunca ha sido totalmente expresado, es evidente que el artista que habla sólo en símbolos e imágenes, echa mano del lenguaje más apropiado (Dilthey, 1953, p. 9).

De manera similar, Carnap afirma que los metafísicos deberían abando-nar sus sueños de un conocimiento objetivo del ser y seguir el camino del arte. Y a esto nos vemos conducidos si delimitamos correctamente el campo de la razón especulativa y su discurso sobre objetos.

17 Los empiristas lógicos caracterizaron su propia corriente filosófica como una “con-cepción científica del mundo” en oposición expresa a la idea de una “visión del mundo”, que

es lo que caracterizaría a las teorías metafísicas y al arte. Véase especialmente, Neurath, O., Hahn, H. y R. Carnap (1929).

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Referências

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