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poner real intención de diálogo y la mayor creatividad posible en la construc-ción de esas confianzas.

Quería cerrar esta primera parte diciendo que hacemos grandes esfuer-zos por “acompasar el tranco”, por caminar intentando que nuestros tempos de organizaciones también se acompasen con el caminar de los funcionarios y de las instituciones que tienen otra lógica, otros tiempos. Lo hacemos porque queremos políticas públicas coherentes con el sentido que nosotros construi-mos desde el territorio y porque creeconstrui-mos que el Estado –que administra lo que es de todos– debe garantizarlo. Nos hemos estado encontrando con muchos colectivos en el país y en Latinoamérica que, como nosotros, piensan que si bien hay que avanzar por la materialidad que sostiene la disputa, los presu-puestos y las legislaciones, eso será corolario de estar construyendo nuevos sentidos sobre la participación, la democracia, lo público, lo estatal y lo común.

Y digo “estar construyendo” y no “haber construido ya”, porque esto todo el tiempo “está siendo” con más y más compañeros y compañeras, dando exten-sión y profundidad al debate.

Nuestra Red de Productores Culturales de Sierras Chicas en sí misma, los nuevos vínculos establecidos con un sinfín de organizaciones a nivel nacional y latinoamericano, las articulaciones con la universidad pública y la mirada de los procesos a nivel continental fueron herramientas que otorgaron capi-tales, que nos permitieron reposicionarnos y ganar fuerza en la disputa. Para nosotros, como organizaciones sociales de base comunitaria, no alcanzarán las políticas culturales que sólo nos enuncien o se dirijan al sector sin tenernos sentados a la mesa del debate, la producción y las decisiones. Y recién estamos arribando a ese posible escenario.

Locales y Organizaciones por la CVC en el departamento de Colón, provincia de Córdoba.

Respecto de ambas iniciativas, me interesa mirar de manera particular el modo en el que se construyeron, se sostuvieron o se negociaron los “intere-ses comunes” de las organizaciones de la Red de Productores Culturales en su co-producción con otros actores, entendiendo la Red como estrategia de los colectivos para impulsar sus intereses. Otras perspectivas de las mismas expe-riencias son desarrolladas por otros actores –y autores– en otros artículos del presente libro.

De la totalidad de organizaciones, grupos y actores participantes en los encuentros regionales de Cultura Comunitaria referenciados anteriormente, un conjunto más reducido –once colectivos–, nucleados en la Red de Producto-res Culturales, asumieron que trabajarían ese año en el armado del CongProducto-reso de Cultura Viva Comunitaria en Sierras Chicas y/o en sostener debates con las carteras culturales de nuestros municipios8. Finalmente, fueron siete las identi-dades que lograron realizar efectivamente tareas en este marco.

Los intereses comunes de estos siete grupos u organizaciones se constru-yeron colectivizando sus intereses particulares, vinculados a la circulación de sus acumulaciones temáticas, a la visibilización y nutrición del trabajo en sus territorios y/o a la defensa de alguna posición política en los debates que atra-vesamos. Algunos de los intereses de la Red en estas dos iniciativas (el amado del Congreso y la Mesa Regional) fueron:

ƒ Que las actividades del Congreso no se desarrollaran sólo en un es-pacio central, sino que los territorios, las barriadas donde desarrollan su trabajo estas organizaciones fuesen también sedes del Congreso;

con la intención de que las comunidades receptoras se nutran en el intercambio, incluso que nos permita inspirar a otros en la región a producir de esta manera, a nombrarnos de esta manera, a mirarnos en ese espejo de la Cultura Viva Comunitaria. Fue posible llevar a cabo festivales paralelos en varios puntos de Sierras Chicas el segundo día del Congreso.

8 De Villa Allende, participaron: Artículo 41 y Oniria Intervalo Cultural; de Mendiola-za: Toliat; de Unquillo: Cooperativa Artistas Trabajadores de Carnaval, Murga Agua de Luna, Tagua, Toco con poco y Biblioteca Cawana; de Río Ceballos: Espacio de Arte La Vertiente; de Salsipuedes: Sueños de Dragón y Radio Curva.

ƒ Que el diseño del Congreso pensara de modo particular la participa-ción de niñas y niños. Para ello, se articularon actividades específicas con otras organizaciones del país y la mesa de organización local.

ƒ Que, en el marco del Congreso, se pudiera debatir sobre iniciativas de legislación cultural de alcance nacional que diferentes actores sociales impulsaban hasta aquí de manera separada: el proyecto de Ley de Apoyo a la Cultura Comunitaria, Autogestiva e Independiente promo-vida por el Colectivo Pueblo hace Cultura, y el proyecto de Ley Federal de las Culturas promovida por el Frente de Artistas y Trabajadores de la Cultura y el Ejecutivo Nacional. Este debate fue posible el segundo día del Congreso, el 23 de noviembre de 2014, en el Salón Dorado de la Municipalidad de Unquillo, implicó a diferentes actores y posicio-nes, y amplió las perspectivas de lo posible.

ƒ Que las organizaciones pudiesen producir espacios de escucha de los go-biernos locales trascendiendo el modo tradicional de relacionamiento – cada quien dirigiendo demandas a su municipio– y producir debates y propuestas en torno a las políticas culturales locales que necesitamos, afi-nes a los sentidos producidos por las organizacioafi-nes de base comunitaria de la región. En este sentido, se invitó por nota a las carteras de cultura de cinco municipios y se avanzó en el establecimiento de espacios de diálogo formalizado, mediante la conformación de una Mesa Regional.

Las organizaciones proponen nuevas modalidades para el diseño de políticas públicas, más afines a los sentidos de sus prácticas. En la Mesa Regional Gobiernos Locales y Orga-nizaciones por la Cultura Viva Comunitaria (Córdoba, Ar-gentina) surgen propuestas como la no competencia por los recursos, la posibilidad de acceso a recursos no dinerarios, la asociatividad para la ejecución de proyectos entre orga-nizaciones de larga trayectoria y orgaorga-nizaciones emergentes para consolidar y acumular experiencias en este campo, en-tre otras. (Ruiz, 2014)

Esas dos iniciativas fueron contundentes maneras de convidar, de sembrar en la región un modo de mirar y de nombrar prácticas culturales existentes y de hacer nacer nuevas experiencias de Cultura Viva Comuni-taria; prácticas que se multiplican con diferentes niveles de autonomía o

de articulación, no necesariamente circunscriptas a las instancias que las promovieron.

Las organizaciones de la Red, al cierre del Congreso, hicieron explícitas sus evaluaciones y proyecciones para el año siguiente –2015– y compartieron que, por el desgaste experimentado, sus esfuerzos se orientarían al desarrollo de proyectos propios y no priorizarían articulaciones más amplias. El año fue vivido con intensidad y percibido como sobrecarga por las tareas asumidas y los roces propios de las múltiples articulaciones que depositaron a las orga-nizaciones en la elección de “quedar suspendidos”, al menos por un tiempo.

Esta posibilidad es también un rasgo de lo comunitario; en cada coyuntura decidirán cómo nombrarse, cómo y alrededor de qué cuestiones organizarse.