• Nenhum resultado encontrado

Nuestra organización, entonces, no surge con la conformación de una per-sonería jurídica, sino que es el desenlace de muchas asambleas de músicos a lo largo y ancho del país que, por el año 2006, presidía Néstor Kirchner. En aquel

5 Ver a los capítulos de Yael Criviski y Daniel Badenes en páginas 127-133 y 117-125, respectivamente.

entonces, Kirchner reglamentó la antiquísima Ley Nacional del Ejecutante Mu-sical de la de la década del cuarenta, que es muy distinta a la del siglo XXI. Con la intencionalidad de apostar a la cultura, quiso cerrar esta propuesta que ya llevaba más de 60 años sin ser reglamentada y puesta en funcionamiento. Los hechos demostraron que éste fue un error político: la reglamentación hizo que se tornara totalmente anacrónica. Poco tiempo después, el presidente reconoció el error y pidió disculpas. Esto aconteció como clara consecuencia de las masivas asambleas que se manifestaron en contra de esta acción política.

Así, tras una asamblea masiva en el Hotel Bauen, empresa recuperada por los trabajadores y las trabajadoras y escenario simbólico si los hay, se consi-guió que se diera marcha atrás con la reglamentación. De esta manera, Néstor Kirchner, luego de decretar la eliminación de la Ley del Ejecutante Musical, nos propuso a las asambleas de todo el país que discutiéramos y propusiéramos una nueva ley sobre cuestiones inherentes a la actividad musical del momento.

En el transcurso de largos años, se transitaron discusiones, tensiones, asambleas, disputas, cuyo correlato fue el surgimiento de interesantes encuen-tros con “el/la otro/a”. Caminar con músicos y músicas de otras provincias, con cosmovisiones distintas de la realidad musical, fue necesario para ir elaboran-do los primeros borraelaboran-dores del proyecto de ley. Se sucedieron entre seis y siete años de fragmentaciones internas, propias de disputar sentidos y nociones so-bre el trabajo, la actividad musical, el rol del Estado, las garantías, derechos y obligaciones, entre tantas otras categorías que estaban en juego. Es en medio de estos años que irrumpió en la escena la nueva Ley de Servicios de Comuni-cación Audiovisual.

Al estar la sede de la Unión de Músicos Independientes (UMI) de la Ciu-dad Autónoma de Buenos Aires a pocas cuadras del Congreso de la Nación, los compañeros y las compañeras tuvieron la oportunidad de “pasillear” y elabo-rar, así, una estrategia política para dar uno de los pasos más importantes en la creación de la Ley Nacional de Música. El proyecto borrador de la ley estaba listo hacía ya varios años pero, tras varios intentos frustrados de ingreso para su debate en comisión parlamentaria, parecía que su tratamiento definitivo era inalcanzable.

Cabe considerar que la asamblea de músicos de Córdoba, conformados en una asociación civil de nombre Músicos Convocados de Córdoba (MuCC), acompaña al colectivo histórico de la Federación de Músicos que comenzaba a distanciarse de la UMI.

Fue entonces que personas pertenecientes a la UMI crearon el artícu-lo 97 del entonces proyecto de ley de medios que trataba artícu-los destinos de artícu-los fondos recaudados por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA). Dicho artículo, a través del inciso g), obligaba a destinar un 2 por ciento de lo recaudado por AFSCA al Instituto Nacional de la Música (INAMU) –instituto todavía inexistente porque debía ser creado por una ley–.

Esta estrategia política permitió que se diera más peso a la definitiva discusión de la Ley Nacional de la Música. Para ese momento, ya se contaba con fondos que estaban resguardados por ley para nuestra propuesta de creación del Ins-tituto Nacional de la Música. Sin embargo, no fue el único puente entre la Ley de la Música y la de Servicios de Comunicación Audiovisual.

La Ley Nacional de la Música fue sancionada y, en su cuerpo normativo contiene, como precepto jurídico fundamental, la creación del Instituto Nacio-nal de la Música, un organismo análogo al Instituto NacioNacio-nal de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y al Instituto Nacional del Teatro (INT). Posee una parte que denominamos enunciativa, en la cual se declaran derechos inheren-tes a la actividad musical, la creación de un instituto con toda su formalidad en plazos, procedimientos, entre otras disposiciones. También posee una parte relativa a sanciones ante el incumplimiento de algunos deberes. Le llamamos a esta parte reglamentaciones específicas de la actividad musical.

Como decíamos anteriormente, existe otro vínculo entre las leyes que estamos analizando. Este punto en común tiene que ver con el artículo 65 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en donde se determina la cuota de música que se debe difundir a través de las radios (un 30 por ciento de producción nacional y, de ese porcentaje, debe haber al menos un 15 por cien-to de músicos independientes, es decir, de músicos que posean los derechos de autor sobre sus temas y que ellos mismos ejerzan esos derechos de autor).

Es compleja la reflexión –en el ambiente musical y en otros también– so-bre la palabra “independiente”: pensemos en “periodismo independiente” o en alguna organización que se denomine a sí misma “independiente”. Nuestra organización no estuvo exenta de esta discusión: ¿qué es ser músico indepen-diente? Surgieron, así, algunas ideas interesantes que debiéramos profundizar en otro análisis, pero consideramos menester mencionar algunos elementos que entraron en tensión. Muchos compañeros y compañeras asociaron la dis-cusión al derecho laboral, esto es, pensar en términos de la existencia o no de una relación de dependencia.

En el ámbito interno del debate entre todas las organizaciones de músi-cos del país, esto tenía una finalidad, una intencionalidad política, que era de-jar de lado a los sindicatos de músicos debido a que estos regulan la actividad de músicos dependientes (entendida como relación de dependencia). Sin du-das, éste es un tema bastante polémico que amerita ser tratado en profundidad y desde distintas perspectivas, ya que, en última instancia, no hay organización inherente a la actividad musical que no esté bregando para que sus integrantes sean considerados trabajadores y trabajadoras de la música.

Como en otros textos se menciona6, estar en la trinchera de la batalla cultural es una posición cómoda. Lo difícil es salir a disputar poder cuando el contexto social, político y económico no favorece procesos cooperativos y asociativos. En esta situación nos encontramos los movimientos sociales a quienes se nos abrió la posibilidad de discutir –batallar– una ley que involu-cra una actividad tan importante para la cultura e identidad de un país como es la música.

En estas disputas, como organización (MuCC), tomamos la iniciativa lo-cal. Veníamos ya con una trayectoria de trabajo para lograr modificar orde-nanzas municipales, creando espacios propositivos de mesas de diálogo para lograr mejores condiciones colectivas de trabajo en la actividad musical y ga-rantizar ciertos derechos culturales para todas y todos los actores hacedores de la cultura cordobesa y argentina. Producto de ser legitimados como organiza-ción, fuimos interlocutores de muchas personas para trabajar en la ciudad de Córdoba diferentes iniciativas culturales, en general, y musicales, en particular.