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de articulación, no necesariamente circunscriptas a las instancias que las promovieron.

Las organizaciones de la Red, al cierre del Congreso, hicieron explícitas sus evaluaciones y proyecciones para el año siguiente –2015– y compartieron que, por el desgaste experimentado, sus esfuerzos se orientarían al desarrollo de proyectos propios y no priorizarían articulaciones más amplias. El año fue vivido con intensidad y percibido como sobrecarga por las tareas asumidas y los roces propios de las múltiples articulaciones que depositaron a las orga-nizaciones en la elección de “quedar suspendidos”, al menos por un tiempo.

Esta posibilidad es también un rasgo de lo comunitario; en cada coyuntura decidirán cómo nombrarse, cómo y alrededor de qué cuestiones organizarse.

habiendo sido categorizadas por el Estado como “trasladables”. En diciembre del mismo año, asumió la nueva gestión municipal el intendente Jorge Fabris-sin, al mismo tiempo que cambiaba de signo el gobierno nacional, después del histórico balotaje que depositó a Mauricio Macri en la presidencia de nuestro país. La gestión local empezó con la cancha embarrada post-inundación y la embarró aún más con despidos masivos de trabajadores municipales. Todo esto nos sumergía en un contexto de altísima conflictividad social y política, por lo cual se declaró la emergencia económica y fue suspendida, entre otras actividades, la edición 2016 del Corso Central de la Ciudad.

Nuevas instancias de articulación de organizaciones son posibles en este contexto. En vísperas del segundo aniversario de la inundación, un puñado de colectivos y medios locales y comunitarios de Sierras Chicas10, acordaron tra-bajar en una agenda común de las organizaciones, pensada como una acción comunicacional conjunta. En menos de dos meses, conociendo las limitaciones de tiempo y energía disponible para colectivizar el trabajo y contando con el capital de las confianzas construidas anteriormente, conociendo incluso sus diferencias, las organizaciones y medios locales compartieron un diagnóstico respecto de la situación presente del territorio y acordaron una idea fuerza para comunicar: “A dos años del 15 de febrero, nos seguimos inundando: de desmonte, negociado inmobiliario y de abandono estatal. ¡A desinundar!”.

Se comprendió que las condiciones que generaron la inundación del 15 de febrero de 2015 no se habían modificado, sino todo lo contrario, habían empeorado. El Estado, lejos de mitigar y reparar, sometió a la población en general, y a los damnificados en particular, al abandono, la incertidumbre y el riesgo permanente. Acordaron, así, algunas estrategias y acciones públicas tales como articular la lucha de los inundados al reclamo por la conservación del bosque nativo en contra de la Ley de Bosques promovida por el Gobier-no provincial y realizar un festival artístico-cultural autogestivo con veciGobier-nos y artistas locales para comunicar la multiplicidad de acciones que las diferentes organizaciones realizarían, en una grilla común de actividades.

Este episodio da cuenta de cómo, en una nueva coyuntura, las organiza-ciones utilizan como capital sus experiencias previas de articulación territorial,

10 A las cuatro que dan inicio se van sumando otras grupos: Cine Comunitario Unqui-llo, Tagua, Grupo Taku, Radio Nativa, Radio Nexo, Radio Curva, La Unión Regional, Acua, Coordinadora Ambiental y de derechos humanos de las Sierras Chicas/Biblioteca Popular Cawana, EPA, Casita Verde, Compra Comunitaria Rio Ceballos.

para “hacer fuerza” y se nuclean para abordar las luchas que hoy los movilizan, la lucha por otorgar sentido a lo que sucede, la lucha de la cultura y las luchas socioambientales.

Este territorio abunda en prácticas culturales singulares que dan identi-dad a la región, y alberga hoy a una nueva ola de migración interna de secto-res urbanos medios –con estudios universitarios en su gran mayoría– con sus modos particulares de leer el mundo y de relacionarse con lo preexistente.

Una práctica cultural arraigada en Unquillo desde hace más de ochenta años es la fiesta de carnaval. En febrero 2016, aún con la emergencia declarada y el corso tradicional de la ciudad suspendido, se sostuvieron los Carnavales Barriales en cuatro barrios, a fuerza de la insistencia de algunas murgas y or-ganizaciones barriales, y se desarrolló un carnaval de protesta por los despi-dos. Las ideas principales sobre el carnaval con las cuales llegó al gobierno la gestión entrante del intendente Fabrissin, se basaban en la construcción de un corsódromo, como parte de un conjunto de obras de infraestructura pública en la Zona Norte de la ciudad, en alianza con el Gobierno provincial, lo que implicaba correrlo de la Doble Avenida, lugar en el que tradicionalmente se ha realizado desde hace 80 años. El proyecto de cambio de lugar de los car-navales también se presentó como solución a problemas de seguridad civil ya que dicha avenida es altamente peligrosa a causa de las inundaciones. A su vez, esto permitiría, según expresaban los funcionarios, recobrar el brillo y la cen-tralidad que habría perdido y conquistar un mercado potencial e inexplorado de dos millones de personas que habitan la Capital, a solo 30 km de nuestra localidad. Para sostener este proyecto contaban con el aval y los recursos del Gobierno provincial y la abultada pauta oficial en los medios concentrados de comunicación. De acuerdo con los productores del carnaval local, la visión de la nueva gestión se expresó en sus primeras acciones:

Cerraron con vallas, pusieron mucha policía, una entrada inalcanzable para la gente del pueblo, trajeron mucha pro-ducción de fuera, costosa y la idea del corsódromo. A noso-tros nos cierra si nos incluye, si no, no. Es una idea donde lo popular y lo participativo no está incluido. (Entrevista a Claudia Quintana, cooperativa Artistas Trabajadores de Carnaval. Murga Agua de Luna, julio 2017)

Para la edición siguiente –2017–, la Dirección de Cultura realizó una con-vocatoria a algunos referentes del carnaval para producir “una gran murga

central de calidad con los mejores exponentes de todos los barrios mayores de 16 años”11. El nuevo proyecto excluía explícitamente la participación de niños y niñas, los carnavales barriales y el desfile de las murgas barriales en el Corso central de la ciudad. Las murgas se reunían de manera independiente primero e iniciaban un proceso de participación y negociaciones con el gobierno, a la vez que encarnaban el desafío de profundizar su proceso de fortalecimiento como espacio inter-organizacional.

La situación de intemperie estatal dejó al desnudo una realidad a partir de la cual algunos procesos se sedimentaron de modo genuino, sin tutelas.

Los primeros referentes ampliaron la convocatoria a otras murgas, acordaron puntos básicos de las demandas al gobierno local, pidieron el involucramiento del Área de Desarrollo Comunitario de la Municipalidad para acompañar el proceso, porque no veían lugar para ellos en la Dirección de Cultura y regresa-ron a la negociación con una contrapropuesta. La principal y más potente de-manda fue la continuidad de los Carnavales Barriales, organizados de manera autónoma por las murgas y organizaciones de base comunitaria, en el marco de los cuales el Estado debía garantizar la logística necesaria para que estos se desarrollasen (escenario, sonido, luces, baños, cuidados médicos y civiles) y la participación de las murgas barriales en el desfile de los Corsos centrales de la ciudad. A cambio, participarían con cantidad de personas y trabajo de diseño y de taller en el armado de la murga central o murgón, que tomó el nombre de La Unquillense. Se desarrollaron con gran potencia cuatro Carnavales Barria-les12, con enorme participación vecinal.

Nosotros consideramos que nuestro espacio de fortaleza eran nuestros barrios, que es donde se desarrollan nuestras murgas, y no nos equivocamos. Nunca nos vamos a equivo-car si miramos lo que genuinamente somos y tenemos. Y ese espacio es el que pusimos en disputa. (Entrevista a Claudia Quintana, cooperativa Artistas Trabajadores de Carnaval, Murga Agua de Luna, julio 2017)

11 Proyecto con reminiscencias de la experiencia que el mismo intendente hiciera en 1996, en su mandato anterior, cuando nació la Unquio Paradise Murga que desconoce plenamente el proceso real de las organizaciones de carnaval de los últimos quince años.

12 En barrios Villa Forchieri, Gobernador Pizarro, Cabana y San Miguel.

También se produjo otro Carnaval Barrial en Defensa del Bosque Nativo, organizado por el Espacio Popular de Arte (EPA) y Casita Verde13 de manera independiente y autogestiva, que no articuló estrategias con otros actores de carnaval, ni con el Municipio.

El primer fin de semana del Corso Central, tuvo poquísima afluencia de público y casi nula participación de vecinos de Unquillo. El lunes inmediato posterior se hicieron presentes una decena de productores de carnaval de las murgas locales pidiendo una evaluación de la situación a la Comisión de Cor-sos y al Ejecutivo e hicieron contrapropuestas concretas: que los vecinos acce-dieran a las entradas a mitad de precio, haciéndose cargo de la venta anticipa-da en los barrios. Esto finalmente aumentó la participación significativamente en el segundo fin de semana del Corso, lo hizo accesible a los vecinos y aportó también económicamente al Corso de manera significativa.

En la evaluación al cierre del proceso, el intendente expresó su preocu-pación por el tiempo14 que le había llevado convencer a los murgueros de ser parte de su proyecto. Se le contestó que el mismo tiempo nos había llevado a nosotros convencerlo a él, del nuestro. “Ganar-ganar”, respondió, aludiendo al tipo de negociación.

Cabe aquí, a modo de ejemplo, compartir rasgos del debate ocurrido entre las murgas organizadoras de los Carnavales Barriales 2017 respecto de la venta de espuma o nieve loca. El Municipio, que tradicionalmente vende los pomos de espuma en el Corso como modo de financiamiento de éste, le ofreció a las murgas que vendieran ellas también, para ayudar a su propia economía como organizaciones y a la de los Carnavales Barriales. Las diferen-tes murgas afirmaron: “Este año está carísima la espuma loca en el Corso, se hace absolutamente inaccesible para las familias”, y decidieron venderla en los carnavales barriales para sostener el tradicional juego popular, pero a menor precio. Se debatieron luego entre bajarla al 60% o al 30% del precio con que se vendería en el Corso. La primera de las opciones ya la hacía más accesible a los vecinos y les permitía capitalizarse económicamente para reinvertir en necesi-dades de las murgas. La segunda opción sólo pagaba los costos, no se perdía dinero, pero tampoco se ganaba. Esta fue la opción elegida, y se pudo sostener la misma modalidad en todos los festejos barriales. El fundamento aportado

13 En Barrio Alto Alegre.

14 Medido en seis reuniones.

por la murga Sueño de Loco, y tomado por las demás mugas, fue el siguiente:

“Ya tenemos lo central garantizado –infraestructura, logística, comida para los artistas–, ¿qué más queremos? Queremos que la gente disfrute, que venga, que acceda, que juegue. Que le encante venir, que vuelva a venir el año próximo, eso es lo que ganamos”. Porque la lógica del disfrute tensiona la lógica del lucro, aunque siempre haya una economía de la fiesta y de los procesos que llevamos adelante. Mirando por encima del tema de la nieve loca, lo cierto es que ganamos en organización, en vínculos, en visibilidad, en legitimidad de las murgas como espacios de participación vecinal y en ejercicio de derechos de enormes barriadas populares.

Para reflexionar en torno a la construcción de un “nosotros”15 habría que preguntarse cómo son percibidas las experiencias de colectivización de nece-sidades de los actores de carnaval, qué lectura realizan de los resultados de haber hecho “causa común”, de haberse atado a otros en un acuerdo para la acción o una estrategia particular. ¿Para qué sirve estar organizados? ¿Qué be-neficios les ha otorgado? La identificación con resultados tangibles, fruto de la organización, presupondría el posible interés de construir sector. Al menos dos referentes de murgas, involucrados en las negociaciones con el Municipio en la edición de Carnavales 2017, coinciden en señalar que no estaban sufi-cientemente organizados a la vez que valoraban lo recorrido, porque servía para “conocer nuestros límites, para saber qué cosas no queremos” (Entrevista a Gerardo “Chipica” Rodríguez de la Murga Sueño de Loco, julio 2017). Para accionar juntos es condición identificar algún interés común.

Existe en Unquillo un abanico enorme de modos en que son expresados los deseos que movilizan a los diferentes colectivos de carnaval: “Queremos to-car en el Corso”; “Queremos más presupuesto”; “Queremos hacer nuestro Car-naval Barrial, que la municipalidad ponga logística, pero que no se metan en la organización”; “Queremos hacer acuerdos y sostenerlos, que nadie se corte solo para negociar con la Municipalidad”; “Queremos a uno de los nuestros en la estructura municipal que nos garantice el acceso a recursos”. Esta diversidad de focos, miradas y sentires depende de la madurez de los procesos propios de cada colectivo, anudada más a las necesidades de sus miembros que a factores

15 “...el desafío planteado es la reconstrucción de un nosotros fortalecido que nos sirva para construir mejores condiciones en nuestras prácticas y seguir viviendo de los que somos, de lo que nos hace felices” (Boletín N° 2 de la Cooperativa Artistas Trabajadores del Carnaval, Unquillo, 2008).

externos, de la posibilidad de romper con modelos de relación clientelista y de sus niveles de reflexividad y de politización.

Apostar por la organización popular de base territorial de sectores vul-nerabilizados socialmente supone estimular algunas prácticas por sobre otras.

En la experiencia del carnaval de Unquillo, algunas de estas prácticas han sido: convocar asambleas independientes de murgas, ampliar las convocatorias del Municipio y proponer otras convocatorias, diferenciar los capitales que las murgas ponen en juego en la construcción de política pública (vínculos, refe-rencias y saberes), construir referencia entre los pares acompañando diferentes procesos territoriales con visitas a los barrios y sedes de trabajo, invertir tiem-po en conocer las singularidades de cada murga, de cada proceso, promover espacios de memoria colectiva.

Construir “nosotros” más amplios y potentes, construir sector –como se proponen Cultura Viva Comunitaria y las políticas de Puntos de Cultura16 en el continente– necesariamente implicará, a la par del diseño de nuevos espacios institucionales, generar situaciones y dispositivos donde estas experiencias se sedimenten en aprendizajes vividos y evaluados positivamente por la mayoría, aún en escenarios cambiantes, y nunca como logros acabados de una vez y para siempre.