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En este apartado, sintetizamos los contenidos de textos que abordan la cultura viva comunitaria en términos generales y otros específicamente en Ar-gentina, a fin de establecer recurrencias y diferencias entre las concepciones a las que se alude.

En el capítulo 5 del libro Cultura Viva Comunitaria: Políticas Culturales en Brasil y América Latina (2017), Alexandre Santini aborda Cultura Viva Comu-nitaria en América Latina, con una sección específica que trata de Argentina.

En este espacio, el autor menciona la articulación de una red continental de Cultura Viva Comunitaria, el movimiento Pueblo Hace Cultura, el programa de gobierno Cultura Viva Comunitaria en la gestión de Mauricio Macri como jefe de gobierno en Buenos Aires y el programa nacional de Puntos de Cultura.

También comenta su perspectiva sobre la polarización entre movimientos de Cultura Viva Comunitaria y los gestores del programa de Puntos de Cultura del gobierno nacional, y sobre el marco legal para el sector cultural en el país.

Destaca la creación de la Comisión Nacional de Puntos de Cultura y afirma que es necesario acompañar a Argentina por su impacto significativo en la agenda de las políticas culturales en Latinoamérica. Este libro es una referencia impor-tante para trabajar una mirada sobre la relación entre cultura, Estado y socie-dad civil: los mecanismos de participación, espacios de intervención política, ciudadanía cultural, ampliación de derechos, caracterización de la articulación de movimientos sociales de la cultura.

El artículo “De la comunidad organizada a la cultura viva comunitaria:

políticas culturales, estado y organizaciones” (s.f.), de Emiliano Fuentes Fir-mani, –que, desde nuestra perspectiva se encuentra relacionado al seminario homónimo que el autor dictó en la UNC en el 2016– revisa algunas defini-ciones teóricas de políticas culturales a partir de García Canclini y Albino Rubim. Conceptualiza la cultura desde un paradigma socio-semiótico, que la relaciona con el habitus y comportamiento colectivo y también como un “re-curso que posibilita transformaciones o reconversiones cuyo valor […] está dado mayormente por su utilidad o por su capacidad para convertirse en recurso” (Margulis, Urresti y Lewin, 2014: 5). Fuentes Firmani entiende por recurso la contribución en la generación de empleo, ordenamiento urbano o la defensa de grupos minoritarios y/o excluidos. Se percibe que el autor tiene familiaridad con la bibliografía brasileña, por que cita nociones de

ciudada-nía cultural, además de la idea de culturalización de la política, entre otros conceptos. También historiza sobre las políticas culturales argentinas, para señalar que en el período de la transición democrática, la sociedad organiza-da no logró accionar en el horizonte simbólico y enfrentar las transformacio-nes culturales debido al impacto de la dictadura, de la ideología neoliberal, la globalización y la mundialización de la cultura. Sostiene además que, en ese momento, el Estado tiende a minimizar su intervención, favoreciendo el financiamiento de la cultura por empresas y por las agencias de cooperación internacional. En la última parte de este artículo, Fuentes Firmani habla de un giro para las políticas culturales latinoamericanas a partir del 2003, ar-ticulación de redes, fomento y consolidación de una red nacional de Puntos de Cultura. Este texto se hace relevante para este libro en la medida en que aborda la articulación de las políticas culturales con las organizaciones socia-les, para señalar que la multiplicación de este programa en el territorio lati-noamericano también se debió al trabajo de militancia de las organizaciones.

Así mismo cita la Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria, el programa de cooperación Ibercultura Viva y la importancia de las políticas culturales para el desarrollo comunitario.

En el artículo “Camino de los futuros: aportes al Consejo Latinoamerica-no de Cultura Viva Comunitaria” (2015), sección del libro 2do Congreso Latino-americano de Cultura Viva Comunitaria El Salvador 2015: Convivencia para el Bien Común referente a Argentina, Eduardo Balán habla del concepto de cultura viva comunitaria como un sistema de ideas –ideas fuerza– para proyectar prác-ticas políprác-ticas, estéprác-ticas y organizativas que suscitan adhesiones, compromisos y articulan redes de experiencias organizadas, publicaciones y lo ubiquen en la prácticas de redes y colectivos populares de teatro, medios de comunica-ción, bibliotecas, arte callejero, hip-hop, etc. Propone, a su vez, un cuestiona-miento interesante sobre la moda de conceptos, la transformación efectiva de estas realidades y establece un marco para el movimiento: el 1er Congreso La-tinoamericano de Cultura Viva Comunitaria en Bolivia (2013). Resalta que el concepto y la práctica se anclan en ideas anticapitalistas y antipatriarcales, de enfrentamiento a las lógicas de colonización desde lo lúdico y su vínculo con lo público y con lo estatal. También comenta sobre la Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria, sobre la necesidad de continuidad, de visibilizar redes y de mejorar la comunicación así como de demarcar los principales reclamos y de resignificar las ideas de la democracia participativa.

En la tesis doctoral “La potencia en la escena. Teatro Comunitario de Rivadavia: Historicidad, política, actores y sujetos en juego/s (2010-2014)”, Clarisa Inés Fernández habla sobre el vínculo del teatro comunitario/organi-zaciones comunitarias con la política cultura viva comunitaria implementada en la localidad de Rivadavia, Buenos Aires. Piensa la ciudad como una de las referentes nacionales del colectivo Pueblo Hace Cultura. Así mismo, afirma que el programa brasileño se ha fortalecido en los países latinoamericanos y pone como marco nacional el 1er Congreso Nacional de Cultura Viva Comuni-taria en Córdoba. Este texto también resulta relevante para entender el modo en que los cuadros con prácticas de cultura comunitaria pasan a integrar la gestión estatal.

Inés Sanguinetti, en los artículos “El arte, la cultura y el desarrollo equita-tivo en Latinoamérica” y “Arte y transformación social: 15 proposiciones para el debate” (2012), registra 120.000 experiencias y organizaciones que trabajan en la producción/distribución bienes culturales en las comunidades en Amé-rica Latina. Ubica dichas iniciativas en la tipología “comunitarias” por algu-nas características comunes: arraigo comunitario, acción en el espacio público;

vinculación con la economía social y solidaria; protagonismo de mujeres, jó-venes y adolescentes; acciones que tienen que ver con la cultura de paz, tra-bajo en red, democracia participativa y comunitaria, cuidado con ambiente natural, mestizaje y pluralidad cultural, vocación de transformación territo-rial. Además, las organizaciones y redes son relacionadas a temas como arte y transformación social, teatro comunitario, comunicación popular, desarrollo local y ciudadanía, gestión cultural. Habla de la Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria, de sus consignas fundamentales y contribuciones en Améri-ca Latina. Ella presenta datos de una encuesta auto-administrada realizada por correo electrónico sobre el estado de las políticas culturales en Belice, Guate-mala, Costa Rica, Bolivia, Argentina, Colombia, Uruguay, Perú. Esta encuesta se basó en tres preguntas abiertas: la opinión sobre la dirección de las políticas culturales en los países; la relación del Estado con las iniciativas del arte comu-nitario u otros movimientos culturales, al arte para la transformación social y las acciones de las organizaciones sociales y su incidencia en el diseño de po-líticas culturales. Concluye que las popo-líticas culturales no tienen continuidad en el tiempo, que falta políticas que apoyen el arte comunitario y que hay baja incidencia en el financiamiento de las artes, patrimonio y tradiciones comu-nitarias. Así mismo sostienen que las organizaciones sinterizaron en dos ejes

las acciones para incidir en los diseños de políticas: fortalecimiento de redes/

alianzas entre las organizaciones y apertura para el dialogo con las autorida-des estatales. Destaca que los resultados de estas acciones son incipientes, pero prometedores. En el segundo texto pone en relación el arte, América Latina, mestizajes, transformación y creación, el aporte de la cultura para otras áreas (salud, física, educación), la emoción, provocación de la sociedad, identidad, vocación de democracia y la inclusión social con justicia.

Coincidimos con destacar “cultura viva comunitaria” como un concepto, como lo hacen estos autores. Para nosotros, se trata de una experiencia lati-noamericana y, por lo tanto, es importante señalar y valorar las nociones que vengan del territorio mismo. Tenemos en cuenta que hay discusiones pautadas por organizaciones internacionales, que involucran diversidad y democrati-zación cultural, de modo que creemos que la cultura viva comunitaria es una contribución relevante para re-pensar esas categorías, cumpliendo con el rol de mantener el conflicto en las políticas públicas en las disputas por el sentido.

Percibimos que la conceptualización de “cultura viva” acuñada en Brasil, por iniciativa gubernamental, es distinta a la de “cultura viva comunitaria”, reapro-piada por las organizaciones culturales comunitarias o las auto-representacio-nes latinoamericanas. Creemos que comparar Argentina y Brasil tiene que ver con comparar esas dos nociones.